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Channel: Gay – Relatos Eroticos
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Incierto

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Mi culo era abierto por esa gran verga negra que me culiaba demoniacamente, mi respiración acelerada y una capa de sudor cubría todo mi cuerpo. Eran mis gritos y quejidos lo que le gustaba de todo esto, él los disfrutaba con cada estocada de su verga. Él seguía dándome como locomientras sus gotas de sudor bañaban mis piernas, reventándome más y más, tan solo yo no hallaba que hacer todo esto era inevitable.

Desperté de un brinco como si hubiese caído del techo, al abrir los ojos quede fijamente hipnotizado viendo la pared, mis pensamientos volaban, de alguna manera trataba de convencerme que todo esto era una pesadilla pero no, seguía aquí como un maldito preso y a la disposición de mis captores.

Tenia la sensación de haber dormido mucho sentía los ojos hinchados y dolores en los brazos, la garganta y principalmente en el culo, todo el cuerpo pegajoso y el aroma característico de macho pero de alguna manera identificaba el olor del maduro en mi cuerpo y las sabanas. Todas estas percepciones como prueba de que lo vivido anteriormente fue real.

La confusión me dominó, no pensé que algo como esto me resultara placentero, ¿por qué demonios mi verga se paró?. Los recuerdos de ese maldito con su verga en mi culo me dominaron le tenia tanta arrechera, rabia, quería matarlo por lo que me había hecho pero a la vez me gusto lo ocurrido afff maldita sea. Nunca dejaré que nadie sepa que me gusto. ¿Cómo puede gustarme?… no dejaría que abusaran de mí de nuevo, prefiero morir.

El agua del chorro era lo único que tenia, ya estaba desesperado no podía evitar pensar y quedarme en ese estado tan lejos de aqui. Cada rincón, cada objeto, cada imperfección en la pared fue inspeccionado de nuevo por mi pero no encontraba que hacer no podía hacer más, es increíble como los nervios nos pueden dominar.

Sentado en la cama mirando la puerta y en silencio porque la maldita radio no prendió no pude soportar más, dos lagrimas cayeron al suelo. Las rumbas, las jevas, los amigos, la familia, el cielo, el ruido, la tan deseada libertad no puedo más ¿Por que yo? ¿Por qué, por qué, por qué? ¿Por qué coño estoy aquí? ¿Por qué coño me están haciendo esto?.

No puedo más sáquenme de aquí –decía- mientras manoteaba la puerta con todas mis fuerzas una y otra vez pero no escuche respuestas. Fue una hora después cuando apareció pepe bastante serio y con un pequeño plato de sopa que coloco en la mesita donde se encontraba la radio, no me dirigió la palabra no mostro ninguna mueca cuando le suplique que me sacara de aquí y salió de nuevo dejándome otra vez totalmente solo.

Más que una sopa era una crema espesa amarillenta pero con buen sabor cada cucharada era el cielo no me importaba que ingredientes tenia. Comí tan rápido que sentí que la crema me había llenado por completo, fui al baño lave el desastre que hice con la sopa y me ataco el sueño de repente…

El piso frio y un brazo dormido fue lo primero que sentí al despertar y a los segundos sentía que no podía cerrarlo ¡demonios! algo grueso en mi culo y las manos esposadas. Estaba en completa oscuridad aunque se escuchaban ronquidos, pasos, hombres llorando y gritando. Mi corazón latía a millón sentía como todo mi cuerpo temblaba pero en ningún momento grite estaba tan ronco, solo me levante del piso como pude y coloque una oreja pegada a la pared luego como pude empuje el dildo de mi culo, cayendo este al suelo.

Cansado de esperar me senté en un rincón y empecé a prestarle atención a las voces aunque ninguna era conocida, los pasos firmes de vez en cuando se acercaban para luego esfumarse, el tiempo no valía… En nuestras vidas todo esta programado, las horas para dormir, para ir a trabajar, para salir con los amigos, para salir con las amiguitas, un polvo rápido para no llegar tarde al trabajo. Somos unos putos esclavos del tiempo.

No se si fueron segundos, minutos u horas pero de repente todo el sitio se activo como la hora de entrada a clases… de todo el bullicio en la lejanía escuche como por los gritos violaban a alguien. Por la voz de los gritos supe que era alguien de 40 a 50 años quien gritaba una y otra vez, las risas de dos personas se burlaban del acto mientras la victima decía: “no más por favor no más”. Sentí tanto miedo de lo que pudiera pasarme que me largue a llorar.

Como las necesidades humanas se hacen presente inevitablemente, un olor a pollo inundo aquel cubículo, mi estomago no dejaba de rugir y mi boca de salivar. Cada vez se hacia mas potente el olor de esa comida tan exquisita, mi imaginación voló con lo olores, volvía a tener tanta pero tanta hambre y yo saboreando lo que tal vez no seria para mi.

De repente la luz se hizo presente por una abertura, una voz gruesa y firme me saco de mi trance “Si quieres comida te tengo un trabajo” segundos después un gran guevo rojizo y dormido entro por la abertura junto con el ese gran olor a comida, el desgraciado había pasado su verga por la comida, lo delataba aquel grano de arroz pegado a su piel.

Un parte de mi decía que no lo hiciera pero otra ya estaba resignada a que hiciera lo que ellos me pidieran igual no podía hacer nada y tenia tanta hambre.

Al acercarme a esa gran verga y colocar su cabeza en la punta de mi lengua no pude evitar saborearlo, chupe como un perro la mano del dueño cuando tiene hambre, en ningún momento me la metí entera en la boca solo buscaba en cada sitio el leve sabor de aquella comida de dioses, recorrí desde la base hasta la crema escondida entre el pellejo que cubría el glande con total desesperación de obtener todo el sabor. Nunca en mi vida había salivado tanto. Los chupones que le daba a esa verga resonaban en todo el cubículo y lo que estaba dormido mostro su poder convirtiéndose en una verga adornada con muchas venas.

Perdí todo el miedo y la preocupación que llevaba ahora solo quería arrancarle el poco sabor que le quedaba a la herramienta, en la vida había pensado que el precum tuviera un sabor tan sabroso para mí, ahora mi meta era sacarle todo el sabor que emanaba ese huequito. Me centre en tratar de hacerle salir más y más de ese líquido salado que ahora era un manjar, la cabeza del guevo de ese desconocido ahora era el centro del mundo tal cual aquel plato de sopa que me dieron la ultima vez mis captores.

Sentía con mi boca como esa verga no podía estar mas dura y cada vez latía más y más. No necesitaba ayuda de mi mano solo de mi boca y mis ganas para lograr mas comida. Y sin avisar con medio guevo en mi boca fueron 4 fuertes chorros con sabor extraño pero que resultaron ser mi cielo, los cuales me trague sin desperdiciar nada. Seguí pegado de esa fuente hasta que no salió más nada y sin aviso fue retirada de mí sedienta boca aquel instrumento que no hizo más que alborotarme más el hambre.

Luego de todo ese extraño comportamiento de mi parte me hizo sentir avergonzado y mucho mas cuando note mi verga dura y babeante.

Lo avergonzado en realidad no me bastó para seguir, por alguna razón quería más y así fue como comenzó una paja alocada con una de mis manos mientras la otra recogía lo que luego de 5 subidas y bajadas se depositaba en ella, si, me comí toda mi espesa leche y fue en ese justo momento cuando abrieron la puerta.

Quede cegado por segundos, una figura como de dos metros de altura y cuadrado me veía desde arriba como dios a un simple mortal con una leve sonrisa en sus labios.

-párate y pon tus manos al frente me dijo con una voz gruesa como si se tratara de un protocolo de lo mas normal.

Sin dudarlo hice lo que me ordeno con la cabeza agachada, no podía mirarlo a los ojos. Se acerco a mí, tomo la cadena que separaban las esposas y tiro de mí hacia afuera.

Fueron pocos los segundos con los que conté para poder observar ese local tan detestable para muchos como yo, no podría encontrar una definición más exacta para ese horrendo local que: un establo para humanos. Eran más de 20 cubículos como el mío que se encontraban cerrados. Vi como en un banco a la entrada de uno de los cubículos cerrados estaba un plato con comida, así funcionaba todo pensé.

Me llevó a un baño donde tuve que hacer mis necesidades frente al grandulón, el miedo a lo que pasaría en mi vida y ese enorme personaje frente a mi hicieron que tardara un rato. Luego me tocó sentir el agua fría que salía de una manguera para quitarme la posible suciedad que tuviera mientras mi nuevo “secuestrador” se reía.

Mis ojos fueron vendados y sentí la diferencia de como pasamos de una zona ruidosa a un sitio más silencioso y de un piso más liso y frio. Dos veces cruzamos a la derecha y tres a la izquierda luego de unos pocos escalones donde no pude mantener el paso por la brutalidad de mi guía termine en el piso, no lleve la cuenta después de eso.

Entramos a un lugar donde el frio del aire acondicionado hizo que el leve temblor por el miedo se hiciera más visible, mis pezones se endurecieron. Me quitaron las vendas y ahora eran dos los que veían por mi, al grandulón se le sumo el que se encargaría de tomarme una muestra de sangre y luego revisaría todo mi cuerpo mientras permanecía amarrado en aquella especie de camilla.

Acariciaron mis abdominales, revisaron mi boca, me masturbaron hasta que fue inevitable no poder tener una erección pero si bien estaba asustado no fue hasta que llegaron a mi culo y el supuesto doctor pregunto ¿Dónde está el juguete? Cosa que fue tomada como una broma para estos dos personajes.

-Lo que te espera bonito, me dijo el doctor con una amplia y escalofriante sonrisa.

@luisarimendi85


Trío en la sauna

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PEQUEÑA “CHAPA” ( A MODO DE INTRODUCCIÓN)

Hola, el relato que a continuación vas a leer; en principio, iba a servir para presenta, más ampliamente, el carácter particular de JJ “ con la cabeza tan bien amueblada, para algunas cosas y tan loco para otras”. Pero una serie de circunstancias han motivado el cambio de la narrativa de éste. Me explico…

El lunes pasado, en la dirección que tengo abierta para la comunicación con los lectores de TR, recibí un correo bastante incomodo (por decirlo de forma sutil). En éste, un individuo (cuyo único dato que tengo era el que venía relacionado con su dirección electrónica y al que llamare “aburrido”, a partir de ahora) me soltaba lindezas y perlas como: “ Que mis relatos eran largos como el Quijote, pero en malo” y “que había pasado de escribir unos relatos corrientitos, a escribir una verdadera mierda”. Sé que un garbanzo, no hace la olla; pero si la mala sensación que me dejó, la unimos a que la semana pasada, por circunstancias personales, el único día que tenía tiempo para dedicarme a este hobby mio de escribir, era el mencionado lunes. El resultado no fue otro, que se paso el lunes y no hice nada, pues se me habían quitado las ganas. Por que si hay que ir se va, pero ir por ir… ( De ahí el retraso,esperaba haberlo publicado el viernes. sorry)

Te preguntaras: ¿Por qué estoy soltando todo este rollo? Porque estoy un poco cansado, que ciertos individuos, amparándose en el anonimato que da la red. Digan a través de ella, lo que a la cara jamás se atreverían a decir. Porque tengo clarisimo, que “aburrido”no sería tan claro y firme en sus afirmaciones, cara a cara. ¿Con esto quiero decir que no admito las críticas? Por supuesto que no, de hecho, los comentarios que más recuerdo, son aquellos que han dicho algo negativo de lo que escribo.( En la medida de mis posibilidades, he intentado corregir los defectos que me han atribuido) Es evidente, que en estos de las opiniones, pasa como con los culos, cada uno tiene el suyo. Pero seamos franco, no es lo mismo decir: “ El estofado no te ha quedado muy bueno” a decir” ¡Este estofado es una mierda!”

Pero como yo soy de ver, los vasos medio llenos; cogí los comentarios de “aburrido”, los uní a unos comentarios que me hizo en su día la persona en la que está basada el personaje de JJ; y cambie con ellos, la forma de contar el relato que te dispones a leer.( si no te has ido ya, cansado de tanto bla, bla, bla) Espero que te guste, y si no, ya sabes; para ello tienes el apartado de comentarios. Bueno paro ya… que se me va a quedar más larga la introducción que el relato en sí….

Este relato está ideado para leer con una sola mano. Ya sabes, una mano al teclado y la otra…

Instrucciones de uso:

Antes de sentarse ante la pantalla, seguir los siguientes pasos:

1) Asegurarse de vestir ropa cómoda. ( que te puedas desprender de ella sin dificultad)

2) Agenciarse unas toallitas desechables ( al ser posible húmedas)

3) Dejar la habitación con una luz acogedora

4) Si es posible poner música relajante( ya eso a gusto del consumidor)

Contra indicaciones: Su uso indebido, puede producir fuertes dolores en el aparato genital

En caso de sobredosis, deberá ducharse con agua fría y a continuación disfrutar de un sueño reparador ( si es posible, sin compañía)

Consejos facilitado por Juan José Jimenez, Licenciado en Sexologia pura y dura, por la Universidad, multiplemente premiada ,del Catedrático Ceferino Bejarano Montoya

Nota del autor: Este relato está narrado en primera persona por JJ.

Tener una polla en el culo y otra en la boca, no era lo que había pensado para esta tarde de sabado, pero no me estaba costando ningún, pero que ningún sacrificio, ¡Todo lo contrario! El cipote que mamaba, estaba rico a más no poder y el que me estaba follando, me estaba dejando el culo, de aquella manera, que tanto me gusta…. ¿Qué quien soy? JJ, aunque creo que Mariano o Machirulo, o como coño se quiera llamar, lo ha puesto al principio. ¿ Dónde estoy? En la sauna de Vigo, en la que he quedado con dos osos holandeses ( si hubieras visto la cara que se le ha quedado a Mariano, cuando se lo he dicho; al despedirme de el en el Hotel, todavía conservaba la cara de “pasmao”) ¿ Con quién estoy? Como no aparecen los ositos. He hecho lo que hace todo el mundo cuando va al multicines y no hay entrada para la peli, que quiere ver; comprar entradas para otra sala ( ¿Por qué no? A veces nos llevamos, unas muy agradables sorpresas)

Así, como no hay osos en la costa. Ni corto ni perezoso, me he ligado a un tío moreno, cuarentón, muy peludo, metidito en carnes, más bien fuertote y con una muy buena polla, hemos dejado la puerta abierta de la cabina, mientras hacíamos nuestras cositas, y se nos ha metido un tío calvete, alto de unos cincuenta años (cuarenta y largos por la parte más corta),musculado pero con un poco de tripita (la justa para darle un aspecto más viril) ; con un culo en condiciones, peludo como a mi me gusta. Cuando ya he conseguido la oferta del 2 x1, le he pedido que cierren la puerta. Y me he puesto a la faena….Cuando descubrí que los dos eran activos, comprendí,que me tocaba ser el jamón de york del sándwich… Así, que tras una buena mamada a los dos, le he hecho ponerse al calvorota , (que la tiene un poco más pequeña) un preservativo y mientras éste me da por culo, se la como al otro….

¿Ves Marianito? Como no hace falta, llevarse horas y horas para explicar las cosas. Que si te pones a hablar de sentimientos, de me dijo y yo le dije, al final, los relatos se te hacen eterno… y la gente se te aburre. Que hijo mio, la gente entra aquí para lo que entra, para hacerse una buena paja y santas pascuas…¡ Que para leer cosas bonitas ya tienen sus libros. !( o el e-book si nos queremos poner ultramodernos)

Hijo mio, es que no sé como te pones a hacer citas cinematográficas, insertar letras de canciones, hacer juego de palabras ( por cierto, un mecánico lo que tiene entre las piernas es una polla, no una herramienta… ¡No te pongas tan fino, que rallas lo cursi!…) Si nada más que tienes que leer los títulos de los relatos con más visitas de los mejores autores de esa página en la que publicas: “Pasión en la cárcel”, “El amigo de mi hijo”, “Mi hermano me llevo al éxtasis”, “Los empleados de mi padre”…. Título sugerentes, que al lector les deja entrever que dentro se va encontrar tomate (y mucho). A ver si tú, con títulos tan poco provocador, como “ Nunca fuimos ángeles”, pretendes que la gente entre a leerte. Y si al menos los ángeles, fueran los de David Cantero ( Y no me refiero al presentador de informativos, quien dicho sea de paso, también está de toma pan y moja chocolate…)

Bueno, no me enrollo más, que al final ¡me voy a parecer a él! Así que os sigo contando, por donde iba. Ah! Ya me estaba follando el calvorota, (que aunque no me acuerdo del nombre lo llamare Pepe, porque está claro que uno a las saunas , va a lo que va, no a hacer amigos; para eso esta el Face-book) y comiéndole la polla al fuertote.( al que le pondré el nombre de Antonio). La postura, para que me entiendas, era la siguiente, Pepe se había sentado en el camastro y yo sobre él. ¡Qué me gusta brincar sobre los caballitos!

Antonio tenía una buena polla, gorda, grande y dura; meterme aquello en la boca hasta el fondo, al principio me costaba trabajo, pero puesto en tarea, me la tragué hasta chocar con los huevos. ¡Como me pone!, que me digan que bien la chupo y cosas por el estilo, mientras mamo un buen cipote.. Me empalmo, como una mala bestia, de caliente que voy. Y si además, tengo a un tío dándome candela por detrás… ¡ Me pongo que ardo! Y con la temperatura a más de mil, le pedí a Pepe, que tocaba cambiar de postura.

Tengo que decir, que al tal Pepe, no le hizo mucha gracia en principio. Pero, cuando empecé a chuparsela , se le quitó el mosqueo de ipso facto . Y.. ¿ qué quiere que te diga? El cipote de Antonio, me apetecía más en el culo que en la boca. Hay pollas que son para comerlas y otras para que te follen. La polla del gallego fuertote, aunque rica, era de las que te hacen un trabajito por detrás… de los de quitarse el sombrero.

Ahora, me voy a poner en plan Mariano, y voy a describir la follada que me metió el gallego, de esa manera, suya tan visual y que tanto os gusta. ( A ver como me sale, pero si él lo hace no tiene que ser tan difícil….)

Mientra tenía el cipote del calvorota en la boca, las dedos de Antonio toquetearon mi hoyo, cuando comprobó que entraban dos dedos con completa facilidad. Se echó un escupitajo en la mano, lubricó con él,el preservativo que envolvía su polla y me la metió de golpe. Tengo que reconocer, que dilato con facilidad y que tengo bastante aguante, pero la brusquedad del gallego, me dolió un poco, no sé yo; seguramente,porque la doble penetración, de la noche anterior, me había dejado un poco lastimado. Hice que el fuertote se sentara sobre el estrecho camastro, y me terminé de meter aquel inmenso pollón, hasta rozar mi perineo con sus testículos. Una vez acomodado en mi interior aquel duro y caliente trozo de carne, apoyándome sobre la parte media de mis píes, levantaba y bajaba mi pelvis, haciendo subir y descender mi esfinter por el gordo cipote, como si se tratara de una especie de tobogán. Y si a eso le sumamos, el pedazo de mamada que le estaba proporcionando al musculado calvete; tengo que admitir que me lo estaba pasando… ¡de cojones!….

Tenia la polla durísima, a más no poder, tan firme que la sentía pegada a la barriga. De vez en cuando, me la tocaba y podía comprobar, que emanaba líquido preseminal de su punta. Me pajeaba un poco, pero sin abusar; no quería alcanzar aún el orgasmo; no, mientras la leche de los dos gallegos, no hubiera brotado de sus tiesas vergas.

La forma en que le estaba chupando al tal Pepe la polla , era de campeonato. Me metía la cabeza en la boca, la succionaba suavemente, en el momento que sospechaba, que más placer le estaba dando, me la sacaba de golpe y sin darle tiempo a reaccionar me la volvía a tragar de lleno. De vez en cuando, me la sacaba un ratillo, y me entretenía chupándole los huevos; unos huevos hinchados y peludos,los cuales se encogían al contacto con mi lengua, era pasar la puntita de ésta por ellos y el cincuentón, se estremecía de placer. Por su forma de reaccionar, intuí que no se la habían comido así en la vida.

A veces, me la tenía que sacar, pues era tanto el gozo que me estaba propinando, el gordito, que tenía que gritar de gusto, para desahogarme. ¡ Joder, la caña, que me estaba metiendo! Y eso que era yo, quien marcaba el ritmo, pero el ancho de aquella polla, dilatando mi agujero anal, era algo con lo que no había más remedio que dejarse llevar y disfrutar. Cuanto más profundo me clavaba yo su polla, mejor le mamaba yo al otro. Era como si estuviéramos conectado y el placer pasará de Antonio a mi, y de mi a Pepe.

Como temía, que el calvorota se corriera con la buena chupada de polla que le estaba metiendo, deje de hacerlo por un momento; y para que no protestara, estuve vagando con mi lengua desde sus huevos hasta su glande, durante unos minutos… Todo, fuera por que aquello durara un poco más… Poco después, sin meterme el glande en la boca; acaricie suavemente, su prepucio con mi lengua; cosa que , todo hay que decirlo, hizo que el cincuentón, no pudiera reprimir un quejido de mil demonios.

Mientras tanto, yo seguía clavándome el pedazo de cipote del gallego fuertote. Deslizaba mi ano a lo largo de aquel gordo carajo, de una manera; que no sólo me gustaba a mi, prueba de ellos eran los suspiros que salían del hinchado pecho del cuarentón. Como vi, que si seguía así, dale que te pego se iba a correr. Sugerí cambiar de postura. Y así lo hicimos.

Le pedí que se tendiera sobre la camilla, cuando lo hizo, me senté sobre él y me fui introduciendo poco a poco su polla. Pepe, al ver que no atinaba a meterme el hermoso vergajo por mi ano; cogió la polla de Antonio y una vez puesta en la dirección correcta, la empujó hacia dentro. Con la verga, acomodada en el interior de mi esfinter, comencé a pegar pequeños saltitos, que hacía que el gordito gallego, profiriera algún que otro insulto( pero de buen rollito; nada de putita y cosas por el estilo, que no me ponen nada; sino todo lo contrario)… Cuando más entusiasmado estoy, el calvorota acerca su polla a mi boca; yo sin pensármelo dos veces, me la meto hasta la campanilla…. El cincuentón no puede evitar decirme “cabrón”, seguido de un” que bien la mamas”. Estaba que me moría de gusto, entre el buen cipote, que tenía clavado hasta el fondo y la deliciosa polla que me estaba comiendo, fue un momento de los que no me importaría tener un “deja vu”. ( Por lo menos una vez a la semana)

Por cada pequeño brinco que pegaba sobre Antonio, su vergajo se clavaba más adentro; tanto que sentía como sus huevos chocaban contra mis glúteos. Y cuanto más adentro, sentía aquel cipote, más empeño ponía en darle placer al nabo del calvorota, el cual de vez en cuando, me regalaba unas pequeñas gotas de sabroso liquido preseminal.

Yo seguía moviendo mi pelvis sobre el duro cipote del cuarentón, quien estaba demostrando tener más aguante; del que había sospechado en un principio. Paraba cada cierto tiempo, mis frenéticos movimientos; intentando evitar que los dos tiarrones se corrieran. Pero, hasta yo sé reconocer mis límites, y por mucho que intentara alargar el momento; no hay más cera, que la que arde y más pronto que tarde los dos bestiajos aquellos terminarían corriéndose. Y como no hay cosa que me ponga más, que una buena corrida en mi pecho, me detuve en seco y sin inmutarme, les dije que quería mamársela a los dos a la vez.

Me arrodillé sobre el suelo, del pequeño habitáculo; sin siquiera mirar si estaba sucio o limpio. Mi única preocupación era chupar la polla de los dos gallegos; primero me metí, la más pequeña( la del calvo, peludo), me la tragué hasta los huevos. Al pasar la mano por la polla del gordito, noté que estaba babeante de precum; sin pensármelo dos veces, me saqué la otra y saboreé provocativente su exquisito glande. Levante la mirada hacia arriba, buscando la mirada del voluminoso gallego; éste tenía los ojos cerrados, mientras suspiraba, a la vez que se pasaba las manos por sus abultadas tetas y se pellizcaba los pezones. Estaba tan volcado, en degustar el manjar sexual de Antonio, que me olvide del otro; lo busqué con el rabillo del ojo, el muy bestia, estaba regodeándose con la escena de la felación, mientras se pajeaba suavemente. Alargué mi mano hacia él y agarrando suavemente sus huevos, tiré de él hacia mi. Cuando tuve su miembro a la altura de mi boca, sin sacarme la que estaba en su interior, intenté introducirlo en ella.

Cuando los dos maduros, sintieron el calor de mi boca junto con el roce con la polla del otro. Se pusieron como una moto. Me saqué las dos de cuajo, y empecé a succionarlas alternativamente. Mis labios se plegaban alrededor de aquellos falos, calientes como espaldas al sol, los cuales entraban y salían de mi boca por turno. Cuando consideré, que ya no aguantaban más. Les pedí que se pajearan, y me echaran la leche en el pecho y la cara.

La escena que se ofrecía ante mis ojos era digna de una pelicula de “Titan Men”, dos tíos enormes y peludos, restregando sus tiesos penes ante mi cara, en pos de darme una merecida ducha con su lefa.

El primero en llenarme con su semen la cara, fue el calvorota; tres inmensos trallazos de leche espesa, cayeron sobre mi rostro. Todavía resbalaba el caliente liquido por mi jeta, cuando sin avisar, como si de un geiser se tratará, la leche de Antonio invadió mis mejillas, mi nariz, mi frente y hasta mis ojos. ¡ El tío era un toro echando leche! Tomando como inspiración la visión de su vergota goteando semen; me hice un pajote digno del momento, instantes después unos goterones de esperma poblaban el suelo del pequeño habitáculo.

Mientras me limpiaba el semen de la cara, los miré y les dije una de estas cosas que se me ocurren a mi, para fastidiar a los que van de machitos:

- ¡Joder! No hay nada que me ponga más, que hacerlo con un par de pasivos como vosotros.

-¿ Pasivos nosotros si te “hemus” “follao” los dos? – dijo el calvorota con un viril acento gallego.

-Sí, llevas razón. Yo he puesto el culo, os he mamado la polla. Pero, ¿ Quién os ha dicho en todo momento, lo que debeís hacer? Yo. ¿ Quién ha llevado la iniciativa? Yo. Y si a eso le añadimos, que el que se ha movido todo el tiempo, ha sido servidor; ¡hijos míos, que se habéis movido menos que los ojos de Espinete! Así, que como quien ha estado más activo, he sido yo; vosotros, se habéis limitado a hacer lo que yo os he dicho. ¡Y en mi pueblo, lo contrario de activo, es pasivo.! – Cuando dije esto, me puse la toalla para tapar mis vergüenzas y sin pensarlo dos veces, abrí la puerta y me fui, sin esperar siquiera una reacción por su parte.

Mientras me duchaba, todavía me reía por mi teatral despedida de los dos gallegos; y es que si no cometiera estas barbaridades no sería yo. Sé que ellos podrán pensar, que soy gilipollas, que estoy como una cabra, o lo que es mejor; que soy una maricona loca…. Pero, lo que si tengo claro,es que no me olvidaran tan fácilmente.

Todavía estaba allí, limpiando mi cuerpo serrano, de semen, sudores y demás; cuando vi aparecer a los dos tíos, con quienes había quedado. Sin ropa, me parecieron más imponentes que cuando los conocí, la noche anterior. A mi, me dijeron que eran Holandeses, pero si me hubieran dicho que eran nazis alemanes, me lo hubiera tragado igual.

Fue notar mi presencia Y se acercaron hacia donde yo estaba. Me dijeron algo ; como mi inglés en mil palabras no daba para más, les dije tres soberanos “Yes” y un “I think so” que quedaron de puta madre. Pero como mi cara, es el espejo del alma, se tuvieron que dar cuenta que no me había enterado de “papa”, así que me volvieron a repetir, muy despacio, todo lo que me habían dicho, para que los comprendiera. Cosa que dicho sea de paso, me costó, pues a mi en lo referente a idiomas , todo lo que no sea el francés y el griego, me suena a chino.

Me preguntaron por Mariano y yo les dije que se había quedado en el hotel, se miraron y se dijeron algo en voz baja ( No sé porque, pues lo podían decir a voces y me iba a seguir enterando de lo mismo)

Mientras deliberaron entre ellos,los observé, los dos estaban rapados al cero y lucían un corto bigote rubio, a mi me recordaron a los “Hermanos Hernández y Fernández” de Tin-tin, eran altos y delgados, aunque tenían el cuerpo cubierto de vello,al ser este de un color muy claro; era un pequeño detalle que les restaba un poco de atractivo. Lo mejor,eran sus brazos y sus piernas; producto de muchísimas horas de gimnasio. Los holandeses tenía unos buenos cuerpos para su edad, pues aunque ellos hacían todo lo posible por aparentar unos cuantos menos, los cuarenta y largos no se los quitaba ni Dios.

Cuando terminaron de decirse no sé que cosa, me dijeron, de manera directa: Do you wanna fuck with us? , y que quiere que te diga, en el Inglés en mil palabras no venía esta frase, pero yo me entere a la perfección… Así, que les solté una de las palabras que mejor domino en la lengua de Shakespeare: Yes.

Mientras tanto en el hotel:

No sé cual sería el motivo, si es que estaba demasiado cansado o que no me quitaba del pensamiento, la locura que había hecho JJ, al quedar con aquellos dos tipos, que para mi no eran otra cosa que unos degenerados y de los buenos.

Fuera lo que fuera, llevaba dos horas dando vueltas en la cama y no conseguía quedarme dormido. Mis pensamientos estaban marcados por un constante soliloquio: “ Pero es que este niño, a veces, no le gana nadie a inconsciente…. y a mi esos dos tíos no me dan buena espina. Sé que en la sauna, no le va a pasar nada… ¡ Pero nunca se sabe! “

Ante la martilleante intranquilidad, opté por salir de la cama y me vestí con la clara intención de ir al local, donde se encontraba JJ. Por si mi amigo, necesitaba un cable… Mientras me terminaba de arreglar frente al espejo, no pude evitar decirme, en un gesto pleno de resignación:

- ¡Este niño, no sé que voy a hacer con él!

Proseguirá en “El guardaespaldas. “

Como siempre, muchísimas gracias por leerme. Es un placer poder compartir estas historias contigo. Valora y comenta el relato, es la única forma que tenemos los autores de esta página de conocer vuestra opinión, sobre lo que escribimos.

Para todo aquel, que dedicó unos minutos en dejar un comentario en el relato de “Nunca fuimos ángeles”, mi más sincero agradecimiento: a elbotiija10 Si supieras lo hondo que me ha llegado tu comentario, pues haces mención a unos detalles que para mi eran la base de la historia. En cuanto a Ramón, no soy dado a dar avances sobre lo que ha de venir, pero en tu caso haré una excepción: tengo en mente, un relato narrado por él en primera persona; a veracruzano muchas gracias hombre, hacia tiempo que no leía un comentario tuyo; a jesus tsukishiro me alegro que te haya gustado y en cuanto a la tardanza, intento publicar un relato cada diez días aproximadamente ;a karl, me alaga que te guste “el juego de las narraciones” ¿Sabes? En su momento, tuve dudas si meterlo o no…Pero como al final, termino haciendo lo que me da la gana. Ja ja ja Un placer tenerte de vuelta; a gippal No sé, si he sido más sarcástico, que cínico. Sacame de dudas. :D DD; a mmj ¿Quién eres tú y que has hecho con mi mmj? El mmj que a mi me gusta, hubiera comentado (un poner) las dos pequeñas historias de amor que se cuentan en el relato, hubiera recalcado el momento final… Y lo que menos le hubiera llamado la atención, hubiera sido el fisting. ¡Este no es mi mmj, que me lo han cambiado! :D DD Un placer recibir un comentario tuyo, sea del tipo que sea y a pepitoyfrancisquito Muy bueno eso, de que las parejas lean unidas(Vuestro nick, me suena bastante, pero no sé deciros ahora de que). Lleváis razón en cuanto a lo de Ernesto y Fernando ( ¡Qué pena, que se me hayan acabado las muñecas chochonas que tenía de premio!) !Y muy bueno lo de cambiarme el nick…. !

La semana que viene publicaré el tercer recopilatorio de la serie “Historias de un follador enamoradizo” Se titulará “Follando con mi amigo casado y el del ADSL?”.
“Vida de este chico”, intentaré subirlo dentro de unos quince días

Un abrazo y hasta entonces.

Conozco a mi amo

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Una historia de sexo, morbo y amor. Apto para todos los gustos, o casi todos….. xD.

Me llamo Isaac, tengo 27 años. Fisicamente soy muy normalito, rapado con barba, ojos miel, buen culo, algo de vello en pecho, piernas, axilas y rabo. En cuanto a gustos sexuales, pues tengo una mentalidad bastante abierta ( eso si, siempre con cabeza ).Pero de eso, ya os iréis dando cuenta.

Mi historia comienza en verano, poco antes de irme de vacaciones a Barcelona. Estaba muy cachondo en casa, en bolas. El calor ( tiempo ) no me permitía tener nada de ropa encima, y mi calentura natural, menos. Con lo que me metí en el chat de chueca buscando tema. Abrí el de Madrid ( donde vivo), el de Barna ( para mis vacas ) y el sexo tlfnico ( por si no salía plan.

Como de costumbre, mucho calientapollas, con lo que me quedé con las ganas de meterme un rabo en la boca, pero al menos, conocí a un chico de Barna, para cuando fuera la semana siguiente a pasar unos días.

El se llama Óscar, 32 años, y según me comentó ( porque no nos pasamos fotos ) 1, 72 ( poco más alto que yo ), delgado-fibrado, polla normalita , pero mazo activo y cañero.

Nos cambiamos el tlfno y empezamos a hablar. Yo estaba tirado en el sofá de mi casa, completamente desnudo y con la polla mirando al techo, y como soy más pasivo, con el culo palpitando pidiendo rabo.

- Soy buscoamomad. Que tal ?

- Buenas, mi nombre real es Óscar. Estoy bien, aquí tirado en la cama tocándome el rabo.

- Mmmmmm que rico. Yo también, pero en el sofá.Mi llamo Isaac.

- Entonces vienes a Barna la semana que viene? Donde te quedas?

- Si, los tres primeros días en casa de un amigo, luego he mirado un hostal porque mi amigo se va de vacas.

- Yo vivo solo, asique si alguna noche la quieres pasar en mi casa….Eso si, dormir vas a dormir poco.

- A si? Y eso ? Me vas a tener en plan turista y de fiesta??

- Claro, te voy a enseñar todos los lugares donde te puedo follar en mi casa….

Ese comentario hizo que se me abriera el culo, con lo cual fui a mi cuarto a coger el consolador para metermelo en mi agujero más abierto en este momento.

- Ooooohhhhh siiiiii

- Que haces ??

- Me acabo de meter el consolador en el culo….mmmmmm…..siiiiii

-Ohh siii cabrón…has hecho que se me marquen todas las venas del rabo…mmmmmmm

- Siii….follameeeee, dame más fuerte amo, clavamela sin compasión.

- Si, ponte a 4 patas perra, que te voy a vaciar las pelotas en el culo. Te voy a rellenar como a un pavo.

-Aaaahhhhh siiiii…..túmbate en la cama. Me tumbo encima tuya a horcajadas, y empiezo a cabalgarte….hago círculos con mi cadera sobre tu polla sin sacarla…mmmmmm

- Si cabrón !!! Estoy a punto de correrme, siii….sigue cabalgando puta, venga, sácame la leche…oooohhhhh siiii

- Siii…me corro !!!! Ooooohhh aaaaahhhhhh…..jooooooooodeeeeeer !!!!

-Ostias tio, como gimes. Siempre gimes igual.

- Ya lo comprobarás cuadno vaya a Barcelona, no?

- Estoy deseando que vengas…me voy a pillar dos días libres, para poder estar follando todo el día.

- Jajajaja….que tonto estás. Y si no nos molamos??

- Pues nos buscamos a un tercero o a más, te hace??

- Joder, por mi perfecto. Y si sois todos activos, mejor que mejor.

-Pues tengo a dos colegas con los que follamos de vez en cuando y guarreamos, que se podrían apuntar.

-Ok, lo vamos hablando. Bueno tio, me voy a limpiar y a darle al sofá antes de que se seque la lefada, porque salpiqué los cojines…

-MMMMM…vas a hacer que se me ponga dura otra vez.

- Ah si ??….Pues yo tengo aún abierto el culo para que me mees encima..

-Cabrón se me ha vuelto a poner dura.

-Que bueno, pero yo me tengo que ir a currar ahora. Hablamos a la noche y me vuelves a follar ??

- Ok Isaac. Hablamos luego. Un beso negro.

- Una mamada en ese rabo. Hasta luego.

Este relato es una pequeña introducción a lo que vendrá luego. Se que es muy light, pero si teneis paciencia. Os hareis unas buenas pajas a mi salud…..

You are my hero

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10:30 de la mañana, se respiraba un aire pesado la opresión en su pecho iba en aumento pero como iba a saberlo, era aún muy pequeño. Un mal presentimiento algo malo estaba pasando y así era.

Una casa ardía en llamas a kilómetros de la escuela, no había forma de saberlo, había gente gritando por todas partes pidiendo ayuda pero lo más desesperante eran los provenientes de la casa, aun había personas dentro pero, al pasar los minutos los gritos provenientes de la casa cesaron para siempre.

-otra vez caminando de noche y solo, maldición Nate jamás va aprender verdad. Es la tercera vez que me pasa en la semana, pues claro solo a mí se me ocurre confiarle mi seguridad y transporte a ese pedazo de lata con dos ruedas, jamás voy a aprender siempre es lo mismo, hago las cosas por impulso y luego me arrepiento, es definitivo jamás voy a cambiar.

Y así ira la cosa caminare en silencio y me reprenderé mentalmente por mi idiotez hasta llegar a casa y es que no sé qué me pasa siempre hago este tipo de cosas sin sentido que solo terminan afectándome a mí.

Marceline va a matarme, ya me imagino su expresión fría y su mirada cruel como diciendo ¿ERES IDIOTA O QUE? y si soy idiota, pero bueno ya no se puede hacer nada por mí.

Lo siento me salte la presentación con mi charla mental conmigo mismo, mi nombre es Nathan Harris pero me dicen Nate tengo 22 años físicamente diría que estoy bien, ya que las largas horas en el gimnasio han logrado su objetivo dándome un cuerpo maculado no soy toda una escultura pero tengo lo mío, mi cabello es negro y algo largo siempre lo traigo alborotado es algo que no puedo evitar, mis ojos son de un marrón muy oscuro tirando a negros piel muy blanca según Marcy porque me alimento mal, y mi estatura 1.87.

De seguro se preguntaran quien es Marceline o Marcy como yo la llamo, ella es bueno por decirlo de alguna forma mi hermana por papeles ósea que sus padres me adoptaron.

Ella es un tanto fría con la gente cosa que me gusta mucho de ella pues la hace ver interesante y puede ser bastante persuasiva cuando quiere, ella es muy bonita a decir verdad es hermosa, con su estatura de 1.83 impone mucho respeto entre las chicas además del hecho de que es muy inteligente o más que yo por hacer una comparación, casi siempre viste de negro, su piel es de un color muy claro pero sin llegar a ser blanca, tiene una larga melena negra que le encanta presumir, sus ojos son de un color azul bastante raro pues tiran a violeta, delgada y con una figura envidiable para otras chicas claro.

La razón por la cual me preocupa que se moleste es porque vivimos juntos y las razones de esto son las siguientes primero que nada me llevo mejor con ella que con sus dos hermanas demonio Jessica y Larissa que pueden llegar a ser realmente malvadas si se lo proponen, aunque Marcy las supera pero se controla, bueno en que estaba, ah… si la segunda razón, es porque ella me lo propuso un día para salir del control de los padres y todo eso.

Al principio se iría sola pero luego me lo dijo a mí porque le daba miedo que esas dos me mataran en su ausencia, en fin las únicas reglas eran pagar parte del alquiler y llegar antes de las 11 de la noche, pues yo no contaba con una copia de la llave ya que siempre las perdía, y ella se molestaba al tener que despegarse de su preciada cama para abrirme la puerta.

Y ahí estaba yo rompiendo la regla principal, caminando por calles oscuras y desoladas a las 23:28 de la noche completamente solo, sin duda alguna iba a matarme, si no lo hacía alguien más claro está, pues no vivimos en una época muy segura que digamos.

Pero bueno, todo es culpa de esa vieja motocicleta que no sirve ni de chatarra, solo falta que me agarre una pandilla, me roben lo poco que tengo y mi tiren medio muerto en algún callejón, lo más seguro es que Marcy al enterarse vaya inmediatamente al hospital para acabar ella misma con mi miserable vida o a lo mejor me deje vivir para continuar sufriendo, la verdad no lo sé, ella y su carácter son impredecibles.

Hablo mucho de ella verdad? Es que caminar solo a esta hora me pone algo nervioso.

Y ahí a una calle de distancia, lo que me temía una pandilla, demonios debería volver por donde vine y buscar otro camino, pero no, resultase que justo cuando volteo la imagen de hace unos segundos se repite, cinco hambres acercándose mí, lo más probable es que me hayan seguido todo el camino y yo ni cuenta de eso, ok Nate que demonios se supone que vas a hacer.

Fue cuestión de segundos y sentí un fuerte golpe en la nuca había olvidado por completo a los tipos de atrás, genial estoy jodido, caí a suelo lo último que vi fue un par de botas negras acercándose a mi cara después todo se oscureció.

Decirle la verdad no siempre es fácil

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-Que tal esa chica ehh? Que andas lento mi amigoo!! Si no sales… como piensas salir con una mujer?! Los milagros no existen mi chavo.-Me dijo mi mejor amigo Aarón bromeando.

-Ja Ja Ja! Que chistoso… jajajaja es simplemente que no quiero distraerme, además no creo que me vean guapo.

-Bromeas Félix?! Todas mis amigas quieren salir contigo… digo, a veces me dan celos… jajajaja no me creas.-Me dijo bromeando.

Tenia exactamente 1 año y 4 meses, lo sabía y no por que me gustara Aarón, si no por que se había echo una costumbre celebrar cada que cumplíamos un mes más de amistad, y hoy era un mes más.

Si se preguntaban por que el relato está en la categoría de gays, es por que lo soy, si, un año con 4 meses le he mentido a Aarón que era un hetero, me siento mal al recordar cuanto tiempo ha sido y por suerte por todo este tiempo he estado reuniendo valor para en un día decirle, el día estaba cerca, no quería tener 2 años mintiéndole.

Pronto saldríamos a una reunión con amigos y planeaba llevármelo a un lugar lejos de los demás y finalmente decirle.

-Oye, me tengo que ir, tengo que hacer unas cosas.-Le dije levantándome de la banca del centro en donde estábamos.

-Aaaahhh -Se quejó.- no te vayas, era broma lo de la chica.

-No es eso.-Me reí por que lo había dicho con mucha culpa.-Ya te dije que tengo que hacer unas cosas, mejor dicho unas tareas y un proyecto…

-Mmm bueno…-Se iba a despedir dándome la mano, pero se arrepintió.- Ya se! Por que no lo haces en mi casa, te vas a la tuya, recojes tus cosas para traerlas y te vienes a mi casa! Y podríamos ver una película también.-Dijo sonriendo ilusionado.

-Excelente idea! Entonces te veo en un rato.-No me despedí de el, ya que nos veríamos en unos minutos.

Salí del centro comercial y me dirigí hacia el estacionamiento, que no estaba lejos, subí a mi auto, no es un auto que digas WOW! Prefería gastar más en cosas de mi casa que cosas de un carro, además de que no sé mucho de estos… en mi lengua, mucho, en este caso, significa nada.

En fin, llegué a mi casa, agarré mi mochila, libros, plumas y mi laptop, y como ya algunas veces, me dirigí a casa de Aarón.

-Bienvenido de nuevo muchachón!-Me saludó y abrazó justo cuando baje de mi auto, me parecía tan tierno Aarón cuando hacia eso por que cuando sonreía en extremo casi casi se lo cerraban los ojos, pero eso si, tenia una gran sonrisa.- A ver pasa eso, dame eso!-Exclamó cuando no se las quería dar por que no quería que cargara.- Además de… además de… de eso! Necio el chamaco Jajajajaja.

-Además de que eh?! Quieres pelea o que?-Le dije bromeando.

-Ya… ya.-Dijo agachando su cabeza como perro cuando lo acabas de regañar, y con voz de niño.-Solo decía…

-Jajajajajaja!

Después de estar platicando un rato platicando de cosas insignificantes, prendí mi laptop y abrí el proyecto de la escuela.

-Oye tienes equipo?

-Perdón, ah, si, pero no hemos hecho nada.-Dijo completamente preocupado.

-Es en serio?! Aarón, esto es para mañana, el profe dijo que si reprobabas una vez más, ibas a reprobar todo la materia, vamos, a tus 19 años y no tienes un poco de responsabilidad?

-Ya ya tranquilo, pues ni modo, tendré que reprobar.

-Ja! No, te voy a meter a mi equipo, me vas a ayudar un poco por lo menos.

-Esta bien, gracias chiquillo.-Me dió un beso en la mejilla que me tomó por sorpresa.

Que si me ilusionaba con el? No, con el tiempo me dí cuenta que todo era bromas y que era más hetero que un roble…

Elegí la película que realmente no vimos por estar haciendo el proyecto, después de un rato, un muy buen rato, en la película había una escena en donde 2 hombres, uno de 30 y el otro de como 24 años se besaban.

-Mierdaa, pero mira a esos tios maricones, que les debería dar asco.

-Que? Ah, por que te da asco? Simplemente es un beso…

-Mmm, si notaste que eran DOS HOMBRES?-Dijo chistoso.

-Ehm, si, un beso es un beso, y amor es amor, solo déjalos y ya, además se le llama ACTUACIÓN.-Le dije lentamente como a un niño.

-Bueno, olvída…-Se quedó mirando su celular.

-Que, que pasó?

-Aggh no!… Que lo de la salida se pasa a mañana, joder, no pueden avisar antes.

-Que??! Mañana?!-Le arrebaté su celular para comprobarlo.

-Si, por que algunos solo van a tener dinero mañana y otros por que van a salir. Por que te preocupas tanto?-En ese momento me llegó un mensaje, que era de otro amigo que sabía sobre mis “cosas”.

“Oye, los planes cambiaron, mañana es la salida, ¿Que vas a hacer con ese “asunto”?” Me dijo Everardo, otro gran amigo.

Rápidamente le contesté: “No sé! A cabo de leerlo desde el celular de Aarón, estoy aquí en su casa. Mierda, que hago?”

E:”No es obligatorio, se lo puedes decir otro dia…”Puso el emoticon de despreocupado alzando los hombros.

Y:”Pero es que no quiero pasar más tiempo liandola y enredando historias, no sabes lo agotador que puede ser.”

E:”Te puedo acompañar :D

Y:”Ambos sabemos que no te llevas mucho con el. Ok, pensaré y te mando un mensaje al rato, nos vemos.”

-Hablas con Eve?

-Am si, oye me tengo que ir -Mi corazón latía rápido, no lo podía ver a sus ojos, de color cafe oscuro con esas cejas un poco gruesas, solo un poco, y su quijada marcada. Era realmente guapo.- Yo termino el proyecto y nos vemos en el salón.-Dije apurado mientras cogía todas mis cosas.

-Hey pero por que? Que te pasó?-Dijo confundido y sin entender con la frente arrugada.-Me agarro del antebrazo, voltee a ver como loco, vi sus dedos y la palma de su mano agarrando mi brazo y los pelitos delgados de color negro que salían de su brazo.- Ehh… ehh. que me tengo que ir, tengo que escoger mi ropa y… y… pensar algunas cosas.

-Ok, te dejo libre, pero mañana no faltes.-Decía sin dejar de fruncir el rostro al no entender.-Maneja con cuidado.

-Nos vemos.-Lo saludé sacudiendo las manos, en vez de chocarlas.

Estaba realmente nervioso, estaba sudando, maneje pero me dí cuenta que realmente en estas condiciones sería imposible, di la vuelta a una cuadra de la casa de Aarón y me estacioné un rato para calmarme.

“A ver, calmate, son solo palabras, somo amigos no creo que reaccione tan mal, pero por favor! Mira como los llama, maricones, en serio crees que vas a ser su amigo después de esto?” Me dije para mis adentros. Cerré mis ojos y puse una canción, más específicamente “Highway Uncorn (Road To Love)” no muy apegada a la situación. Me repetía a cada rato “We can be strong, we can be strong Out on this lonely road…”

-We can be strong, we can be strong…-Me decía a mi y a todo en mi cuerpo.

Pensando en mi casa más tranquilo, llegué a la conclusión de que se lo diría en el lugar alejado que me imagine y que si algo salía mal me defendería o simplemente me iría.

Ya hasta tenía mi discurso.

“Aarón, se que tenemos mucho tiempo de conocernos, más precisamente 1 año con 4 meses y ya un dia, y la verdad quería decirte que todos estos años te he estado mintiendo, que no soy el que crees, no soy el tipo con el que has estado conviviendo todo este tiempo. Para acortar todo esto… que no me gustan las mujeres, que… lo que me atrae son los hombres, que soy gay.”

Terminé el proyecto y lo único que quería hacer era dormir, quería escapar de la realidad para solo soñar.

___________________________________

Mi alarma sonó justo a las 5:30 am, me levanté, me bañé, me vestí y vasta ya de verbos.

Desayuné algo simple, yogur de durazno (Mi favorito) con cereal, pronto me dirigí a la escuela, se me había echo un poco tarde.

-Oye, por te fuiste tan inesperadamente ayer?-Me decía por alguien atrás, era Aarón.

-Me tomas por sorpresa-Lo miré normal por unos segundos pero pronto recordé que hoy era el “anuncio” y lo vi con ojos nerviosos.

-Eso! Esa mirada! Que tienes conmigo??! Fue lo de los gays? Agh, perdón, a veces me excedo… ¿Que tienes?

-Nada! Es en serio, no tengo nada…

Aarón exhaló enojado, y me rebasó en la entrada del instituto.

-Joder…-Dije en voz baja, más para mi.

-Que tienes?

-Es en serio?! A caso todos vienen tarde?!

-Jajajajaja tarde? Félix, es temprano.

-…perdón. Temprano? Son casi las 6:37 am, cierran a las 6:40 am.

-Al menos que estés en otro mundo si, pero acá en la tierra son las 6:20.

-Mierda.-Estaba empezando el día mal, no les conté que todo el yogur me cayó encima? Genial, ahora tengo alzheimer.

-Ya sabes como le vas a decir?

-Si… pero los nervios, los nervios me están matando.

Llegamos al salón.

-Tomate una cerveza antes del momento, a ver si sirven de algo. ¿Trajiste el proyecto?

-Si… mira.-Buscaba en mi mochila el proyecto… no estaba. Olvidé imprimirlo.-Mierda mierda mierda!

-No digas que no lo trajiste, solo recibía hoy… que vas a hacer?-Dijo esbozando una sonrisa burlona.

-No te rías,es serio! No sé, le pediré permiso al profesor.

-Suerte en eso.

Todo el día me la pasé enojado, simplemente no podía creer como me estaba llendo. Por suerte los maestros no pudieron ir y nos dieron el día libre, excepto el maestro del proyecto.

-Como les habrán dicho, varios maestros no han podido venir y se les dará el día, pero yo SI -Dijo burlándose.- vine, así que lo siento muchachos… jajaja.

El maestro pasó lista de asistencias, y después determinar llamó a los grupos uno por uno.

-Ya estas bien?-Me preguntó Aarón que se acercaba con su banca para sentarse cerca de mi.

-Si, perdón si me pasé…Aarón tengo algo que decirte…-Dije apenado y con la cabeza baja.

-Que paso?… Trajiste el proyecto verdad??!

-Joder no… que se me ha ido del cerebro, no lo he impreso.

-Aahh Félix!-Dijo el maestro buscándome con la mirada.

-Mierda!-Dijo para mi y para Aarón.

-Maestro, por favor, deme una oportunidad, se me ha olvidado imprimirlo, por favor maestro…

-Otra vez… ya van más de 10 en total que me dicen lo mismo -Dijo enojado. Respiró hondo.- Solo por que nunca me decepcionas, más que esta vez. Mañana me lo entregas en la dirección en el descanso. Estas con Aarón?-Dijo mirando al rey de roma.- Hay Ron, si no fuera por Félix de seguro reprobarías.

-Jajajaja, le prometo que ya no.-Le respondió el muy burlón.

____________________________________

“Llegó la hora, que piensas hacer?” Fue el mensaje que Eve me mandó, se refería a que en unas horas Aarón sabría que soy gay.

“Estoy que tiemblo, no puedo ni responderte sin tener que borrar letras sin nada que ver con la palabra.”

“Quieres que te acompañe cuando le digas?”

“No,gracias, tengo que enfrentarlo solo.”

-Te paso a buscar?-Me dijo Aarón del otro lado del teléfono.

-Mmmm noup, me iré en el carro.

-…ok esta bien, nos vemos allá en centro.

-Si

Cuando llegué al lugar vi una bola de gente y supe que eran ellos.

Todos entramos a ver una película después de echar un poco de desorden afuera del cine.

Cuando termino le película que terminó siendo no tan buena como se decía además de larga, todos se quisieron ir al malecón a ir a tomar unas cervezas y unas hamburguesas perfecto! Tenia un dolor fuerte en el estomago a causa de los nervios.

Cuando llegamos al lugar le hablé a Aarón, pero antes, Eve me dijo unas cosas.

-Hey, no te preocupes, si? Va a salir bien.-Dijo revolviéndome el cabello.- Y si te hace algo créeme que se lo regresaré.

-Aarón, podemos hablar en un lugar más solo? Por favor, tengo unas cosas que decir.

-Mmm si…-Dijo extrañado.-

-Ven, vamos por acá.-Dije guiándolo hasta una banca cerca del mar y lejos de los demás.

-Por… por que me has traído hasta acá?

-Te acuerdas de la chica que me mencionaste en el centro?-Dije tratando de calmar las aguas.

-Canijo! Que sales con ella!

-Jajajaja-Reí nervioso.- no, simplemente que está bonita…-Me callé por unos minutos.

-Oye, espérame tantito, voy a por unas cervezas y un cigarro, quieres?

-No… no gracias…

Estaba muy nervioso, eso me a liviano un poco, pero le tienda estaba a unos metro atrás de nosotros.

Llegó y empezó a fumar y a tomar cerveza.

-Mira… joder, no sabes lo nervioso que me encuentro en estos momentos Je, mira, es que yo… no soy yo verdaderamente contigo -Yo sentía los ojos de Aarón clavados en los mios, yo solo podía mirar al suelo, mover mis piernas nerviosamente al tiempo que jugaba con mis dedos de las manos. Aarón me miraba serio.-, no soy el… el que crees… yo simplemente… simplemente, no sé… me da miedo que… que… reacciones mal y me dejes… de… de hablar y-yo simplemente…. aaah, no me… gustan… no me gustan… las… mujeres… si s-si yo yoyo s-ss-soy… soy gay…-Le dí una mirada a sus ojos, seguía serio.

De repente balanceaba la cabeza de abajo para arriba como si estuviera aceptando algo, pero esto lo hacía simplemente por que estaba asimilando lo que le acababa de decir.

Ya no me miraba, estaba perdido mirando a todos lados como buscando algo pero serio, tomando cerveza.

Sin mirarme y mirar a otro lado, en un tono que jamás le había oído conmigo, frio y serio a más no poder.

-…Gay?-Ahora el jugaba con sus dedos, pero serio, serio a más no poder.

——–

Primero, gracias por leer.

Este es un nuevo relato que no pienso seguir mucho, máximo 5 o 6 relatos.

Díganme su opinión. ¿Les gusta, le cambió algo, le pongo algo?

Perdiendo el control en el Parque

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hola! aqui les dejo la continuación del relato de perdiendo el control, antes que nada muchas gracias por sus visitas. Casi siempre cuando entro me disculpo por tardar tanto en publicar esta vez no! al contrario estoy bien contenta porque esta semana pude gozar de unas horas libres y aqui esta el siguiente relato! por otro lado, a los chicos que conocí en face y que les mando muchos saludos y besos les comento que cree un pequeño grupo donde publicare pequeños avances o datos curiosos, es un grupo para platicar mas que nada acerca de este relato y que ustedes puedan sugerirme otros relatos para leerlos! Además que desde la versión móvil muchos no pueden mandar mensajes, asi que desde el face será mas fácil!!! Ya no tienen pretexto para no comentar!! jajajaja

Por cierto para los que no recuerdan o no leyeron el anterior les dejo el link http://www.todorelatos.com/relato/101873/

bueno me gustaria agregar algo mas, ah si… para los que no les que solo quieran leer la partecita hot, esta mas o menos en medio… (les ahorro los minutos de busqueda XD)

Y sinmas preámbulo me despido con muchos besos y saluditos y ojala les guste el relato! Besos! Y si pueden pónganme estrellitas :D

En el café del Club.

Gustavo entró caminando lentamente ayudado por un par de muletas que manejaba trabajosamente gracias al yeso que tenia en el brazo izquierdo, uno de los meseros que lo conocían corrió a auxiliarlo acercándole la silla de la mesa mas cercana. Gustavo pidió un café mirando la calurosa mañana a través de la ventana. Aun faltaban 15 minutos para su cita y la razón era sencilla, había llegado antes para verlo desde el instante en el que entrara, estaba casi seguro de poder reconocerlo con solo mirarlo aunque nunca antes lo había visto. No tenía ninguna imagen mental de Luis, ya que solo habían hablado por teléfono durante un instante. Miró su reloj y aun faltaban 5 minutos, lo malo de llegar temprano era que nada le aseguraba que su interlocutor fuera igual de puntual que él. Pidió una segunda taza de café continuando su labor de vigía, al parecer afuera estaba la misma gente que siempre frecuentaba el club. Desde el camino floral que había tras la puerta de entrada, un alto joven le llamó la atención, su porte fuerte parecía el de un atleta de alto rendimiento robando, de forma inconsciente, risitas a las mujeres que lo miraban al pasar, su expresión seguía siendo bastante seria a medida que se acercaba pero no podía afirmarlo ya que llevaba unas gafas de sol, el aire le despeinaba el cabello sin que a él le preocupara, se detuvo un instante y entró al café. Desde cerca se veía que era un hombre atractivo, y casi todas las mujeres le dedicaron una mirada discreta tan pronto cruzó el salón, llevaba una polo color blanca y un pantalón del mismo color, así que posiblemente seria algún jugador de tenis del club, pensando aquello Gustavo perdió interés y siguió mirando por la ventana. Unos instantes después el capitán de meseros se acercó seguido por el chico que parecía tenista. Al verlo de cerca, le pareció mas guapo de lo que supuso al inicio, cuando lo vio quitarse los lentes de sol, supo que era el. Gustavo se encontraba sorprendido, no esperaba que Luis tuviera ese físico y por un momento se sintió ligeramente celoso.

- ¿Gustavo? – preguntó Luis estrechándole la mano como un caballero – creo que sabes quien soy.

- Valla te imaginaba diferente – afirmó Gustavo deseando no haber dicho eso, bajo la mirada avergonzado y extendiendo la mano que no tenia enyesada le invitó a sentarse – ¿quieres algo de tomar?

- Un café esta bien, perdona si suena brusco pero… vallamos directamente al punto.

- Me parece bien, ¿Qué querías hablar conmigo? ¿vienes a decirme que me aleje de tu novio?

- No… Adrián no es mi “novio” en realidad no lo ha sido nunca, nuestra relación tiene lazos mas fuertes que esos.

- Si… Adrián ya me contó acerca de Robín, Gian y otras cosas, tienes que saber que yo hare lo que sea por cuidarlo, no se si me creas pero tengo medios mas efectivos para mantener a Robín lejos de Adrián. Lo amo, lo amé desde la primera vez que lo vi. Se lo importante que eres para él, por eso estoy aquí.

- Entonces entenderás lo que te voy a decir, yo solo quiero que Adrián sea feliz, noto que lo quieres y que eres una buena persona, eso es lo primero que yo quería saber, sin embargo la razón por la que te pedí que los reuniéramos y escúchame bien, si lo que esperabas con esta reunión era que te “diera mi bendición” para que él este tranquilo pierdes tu tiempo pues desde hace mucho Adrián sabe perfectamente que la tiene y que cuenta conmigo para todo; si tu estas dispuesto a hacerlo la persona mas jodidamente feliz del planeta Adrián tiene mi apoyo por completo y no veo razón para hacer un drama de esto. Pero tienes que tener una cosa bien en claro: No me voy a desaparecer de su vida, Adrián sigue estando bajo mi protección. Yo tengo una promesa que cumplir que mas importante para mi que cualquier noviecito Adri que pueda tener, así que mientras él esté a salvo yo no voy a meterme.

- Tu condición es… su seguridad.

- Así es, no me importa si tiene el corazón roto mientras este sano y salvo. La pregunta es ¿podrás estar con él bajo esas condiciones? Si la respuesta es no, aléjate de él en este instante antes de que le hagas daño.

- No me importa que condiciones hayan de por medio, las cumpliré todas si son para su seguridad. Mi amor no es egoísta Luis.

- Me alegra haber escuchado eso… entonces creo que no tengo nada mas que decir.

Luis hizo ademan de sacar su cartera para pagar la cuenta, pero Gustavo amablemente le dijo que no era necesario. Adrián entró a la cafetería mirando a ambos lados, al verlos se acercó de inmediato. Luis se puso de pie y rodeándole el brazo con los hombros le dijo con una sonrisa forzada

- Espero de verdad que esto sea lo que quieres– le guiño un ojo y estrechó la mano de Gustavo.

- ¿Qué paso con lo de Robín? – preguntó Adrián y Luis sintió una presión en la boca del estomago al acordarse de la platica que había tenido con robín un día antes, esta había terminado en unos besos apasionados y una dolorosa confesión. Luis miró a Adrián fijamente pensando ¿Por qué no me dijiste lo que te había hecho? Me hubiese gustado cargar el peso por ti… para que no atravesaras ese calvario solo.

- Se lo que Robín te obligo a hacer, el mismo me lo confesó, peque… no te preocupes, no permitiré que te vuelva a hacer daño, además – dijo mirando a Gustavo – ya no estoy solo contra él.

- Sé que debí decir algo pero… tenía demasiado miedo. – Luis le acarició el cabello, tranquilizándolo, Gustavo frunció ligeramente el ceño, visiblemente celoso, pero no dijo nada.

- Déjame lo de Robín a mi – dijo Luis dando media vuelta y caminando hacia la salida.

Ambos miraron hacia la puerta que se cerraba detrás mientras Luis se alejaba caminando por el bello camino de flores. Adrián tomó asiento frente a Gustavo quien le sostuvo la mano sonriendo tímidamente, los había inundado un extraño alivio, ahora sabían que Luis estaba bien con aquella relación cosa que era verdaderamente importante para Adrián. Sin embargo quedaba un problema que ninguno de los dos vio venir. Y que los hizo girar de golpe la cabeza asustados.

- Me parece el colmo que metas a este… muchacho al club. – espetó el tío de Gustavo, la repulsión reinaba en su rostro decrepito – Estas completamente loco y no voy a seguir solapando tus tonteras – dijo saliendo del café antes de que Gustavo pudiera contestarle algo.

En el hotel de Querétaro

Robín lo levantó de nuevo cargándolo hasta la cama, sentándose en el borde con él montado sobre sus piernas mirándose a la cara mientras sentía como su pene le rozaba la punta del ano. Santiago lo empujó ligeramente para que Robín se reclinara completamente acostándose en la cama mientras él lo cabalgaba rítmicamente. Santiago apoyó los codos en la cama quedando de frente sobre la boca de Robín, comenzaron a besarse lentamente, dejando que sus manos lo recorrieran todo, permanecieron así, cogiendo lentamente, variando los ritmos y las posiciones. El placer hacia sentir a Robín adormecido y agradeció tener a Santiago en ese momento, si le permitía dejar de pensar en Luis, hacia que todo valiera la pena.

El celular de Robín comenzó a sonar con el timbre especial destinado a los asuntos urgentes, es decir, cualquier asunto relacionado con Adrián o Luis. Se incorporó de la cama indicándole a Santiago que guardara silencio, al contestar la llamada se dio cuenta inmediatamente de que algo no estaba bien. Por primera vez pensó que estaba cometiendo un error al irse de esa forma del país. La voz de Gustavo Oliveri sonaba tensa y claramente se podía escuchar que estaba agitado.

- Robín necesitamos hablar, de ser posible en persona lo mas pronto posible.

- Me temo que no se va a poder en este momento – Robín le guiñó un ojo a Santiago, que lo miraba preocupado, indicándole que todo estaba bien.

- Es por mi tío, creo que te hablara en cualquier momento, por Adrián.

- ¿Qué pasa, le interesa sacar una cita? – dijo sarcásticamente sonriendo mientras observaba como su amante adolescente se lamia los labios de forma juguetona.

- Robín te pagare lo que tu quieras, si mi tío habla contigo dile que Adrián tiene mucho tiempo que no trabaja para ti. Que los trabajos que aceptó eran solo porque se lo habías pedido, pero que ese no es el estilo de vida que le gusta a Adrián. Convéncelo, porque quiere que nos separemos, invéntale lo que sea para que deje de pensar que Adrián esta detrás de mi dinero.

- Quieres pagarme para que convenza a tu tío de que no sales con una putita barata… Gustavo pásame a Adrián, sé que estas con él así que pásamelo – Robín tenia una expresión seria que puso en alerta a Santiago, que de pronto había dejado de hacerle gestitos lascivos y ahora lo observaba atentamente.

- Soy Adrián, creo que sabes perfectamente que no estoy de acuerdo con que Gustavo te de un maldito centavo, pero si eso es lo que quieres no diré nada mientras tu nos ayudes a cambio. Voy a pedírtelo de forma honrada, de verdad necesito que me ayudes, Luis y yo nos separamos, no tengo padres y tu eres mi único pariente, no tengo a nadie mas que a Gustavo, no quiero perderlo, así que por favor ayúdanos con su tío.

- ¿Luis… y tu se separaron? – El corazón de Robín dio un golpe seco en su pecho y casi pudo sentir que se detenía durante un instante.

- Ya sabe lo de Gustavo – contestó Adrián de forma escueta y robín comprendió que mientras Adrián estuviera con Gustavo, él tenia el camino libre con Luis.

- Te voy a ayudar… tratare de convencerle y no malgastes el dinero de tu noviecito en estas estupideces

- ¿no quieres el dinero? – la voz de Adrián delataba que estaba a la defensiva.

- Mejor dile que te rente un departamento o algo así, en vista de que tu ex- noviecito ya sabe lo de Gustavo, no es sano dormir bajo el mismo techo que tu ex pareja.

- Sabes perfectamente que Luis y yo nunca vivimos bajo el mismo techo. – Robín sonrió sintiendo un extraño golpeteo en el pecho extrañamente feliz de sabe que Adrián y Luis no seguían juntos, sintiendo una pequeña nostalgia con solo pesar en los besos que habían tenido en su departamento. ¿Cómo seria vivir a su lado?

- Como sea, estoy ocupado ahora. Pero tan pronto llame el Sr Oliveri tratare de convencerlo de tu… honradez. – dijo agregando una pequeña risita mientras colgaba el teléfono.

Robín colgó el teléfono aun con la extraña fantasía de ser compañero de cuarto de Luis. Imaginar las pequeñas cosas domesticas le produjeron un ligero rubor, todo cambia cuando es a lado de la persona que Robín tanto amaba y con la que desesperadamente deseaba compartir su vida. Regreso a la cama pero su mente estaba en otra parte, Santiago se desvivía intentando hacerlo sentir su cariño mas allá del placer, pero era inútil. Detrás de las cortinas en aquella pequeña habitación, sus cuerpos se fundían con cada beso pero sus corazones se encontraban separados por el tiempo y el espacio.

En la regadera, Casa de Car.

La musiquita interrumpió el rio de pensamientos que corrían por su mente mientras el agua de la regadera borraba los restos del jabón de su cuerpo. Car salió disparado por el celular, mal colocándose la toalla en su desesperación por leer el mensaje. La canción que tenía especialmente para Javier sonaba haciendo eco en las baldosas del baño hasta que logró desbloquear el teléfono y ver el mensaje: necesitamos hablar. Una corriente de preocupación lo dejó helado al leer las palabras, desde la noche anterior no había sabido nada de él, ni un mensaje ni una llamada, nada, entendía que estaba pasando un momento muy difícil, pero él quería estar ahí para él, ser su apoyo. ¿No para eso eran novios?

Siguió jugando con el móvil sin saber que responder temía que cualquier cosa que dijera fuera usada en su contra: ok. ¿Dónde nos vemos? Car miró hacia la ventana del baño que dejaba entrar violáceos rayos del atardecer. Pensó en el sol ocultándose, temblando ante la idea de que fuera un indicio que anunciara el ocaso de su relación con Javier. Sintió su corazón encogerse, el cielo sobre su alma traía nubes de tormenta, su piel sabia que las cosas podrían cambiar y su corazón le gritaba: CUIDADO.

La respuesta de Javier llegó en pocos segundos, No puedo moverme de aquí, ¿puedes venir?, te espero en la cafetería. Cas asintió como si Javier pudiera verlo, se había formado un pequeño charquito a su alrededor del agua que resbalaba de su cuerpo. Si, te veo ahí en unos minutos. Regresó a la regadera para deshacerse por completo de la espuma, esperando que el agua le ayudara a lavar con la misma facilidad el terror que sentía. Bajo la frente sintiendo como su cabello mojado goteaba y murmuro para si mismo: Javi hemos pasado demasiadas cosas como para seguir jugando a estar lejos uno del otro, sé que me amas tanto como te amo yo. Y sé que juntos podemos con todo, solo no me apartes de tu lado…

Cuando llegó a la cafetería, sintió unas inmensas ganas de dar media vuelta para salir de ahí corriendo, pero respiró hondo tranquilizándose y abandonó la idea. Sentado en una mesa cerca de la entrada Javier lo esperaba con la mirada fija en una horrorosa gelatina de limón que se bamboleaba ante los golpeos juguetones que le hacia con una cucharilla de plástico. Car se acercó hasta el dudando sobre si debía o no sentarse, Javier levantó la vista sonriendo de forma cansada a manera de saludo, los murmullos de conversaciones a su alrededor, pusieron nervioso a Car, quien recordó algunas de las reglas básicas para cortar con alguien.

Regla #1 Elige un lugar público y concurrido para que no monte una escena. Las rodillas le temblaron y tragando saliva se sentó frente a él, que seguía jugando con la gelatina sin animarse a comérsela. Javier se reclinó ligeramente en su asiento cerrando los ojos durante un momento y sin abrirlos comentó:

- No quieres un refresco o un agua, hay demasiado calor.

- No gracias, estoy bien.

Regla #2 Nunca pidas bebidas o alimentos calientes que puedan ser usados en tu contra. Javier me miró deslizando su mano para rozar la mía, provocando con su gesto que a Car se le hiciera un nudo en la garganta, Por un segundo quiso quitar la mano, levantarse y salir corriendo o bien quiso besarlo, decirle que sin importar lo que pasara, él estaría ahí para amarlo.

- No me lo tomes a mal, pero en este momento quiero a mi mejor amigo, no a mi novio. ¿podemos jugar a que solo somos amigos? – car retiró bruscamente la mano, pegándose al respaldo del asiento.

Regla #3 Ve directo al punto de forma amable, recalcando que quiere seguir siendo su amigo. Car quiso hablar pero las palabras no salieron, trato de razonar la situación. Sabía que Javier estaba pasando un momento difícil y que enfrentaba una enorme presión familiar desde que el día anterior le había dejado saber a su tía, que era homosexual. Tal vez en ese momento en su vida él no era mas que un estorbo, pero no se iría sin dar batalla; habían vivido tantos problemas para mantener su relación a flote que se rehusaba a quedarse cruzado de brazos.

- No, Javier piénsate mejor las cosas, si lo que quieres es un poco de espacio o tiempo, te lo puedo dar. Pero no voy a terminar contigo – dijo con firmeza, modulando cada palabra para que fuera lo suficientemente fuerte sin gritar.

Acto seguido se puso de pie, y salió de la cafetería sin darle tiempo a Javier de decir nada, caminó casi corriendo hacia la salida sin voltear atrás hasta llegar a la acera, entonces aminoró el paso hasta quedarse parado por completo, con la respiración agitada y las manos temblando, dejó que la marea de gente a su alrededor lo empujara. Hasta que sintió como una mano cálida se aferraba a su brazo, Car giró encontrándose de frente con un par de ojos verdes llenos de interrogantes.

- Car, espera por favor, me estas malentendiendo – El cielo se había nublando mientras hablaban dentro de la cafetería y parecía que en cualquier momento una de las frescas lluvias de mayo caería sobre ellos, pero ninguno se movió.

La lluvia se desató sobre ellos con pequeñas gotas que en segundos pasaron a ser grandes gotas cayendo a toda velocidad, el caluroso ambiente se refresco inundando el aire con un ahora a tierra húmeda. La gente corrió a su alrededor buscando refugio del aguacero imprevisto, pero a ninguno de los dos pareció importarle. Car tomó la mano empapada de Javier que le sostenía el brazo y entrelazó sus dedos con los de él. Javier se puso de puntitas dándole un suave beso en los labios sin importarle que estuvieran en medio de la calle ante la mirada curiosa de las personas que corrían a protegerse de la lluvia.

La camisa blanca que llevaba puesta car, se le pegaba al pecho dejando entrever su cuerpo definido por el gimnasio, Javier le acarició los brazos sintiendo como la lluvia le pegaba la playera al pecho y lubricaba los besos que le dejaban cada vez mas calor en el cuerpo. Car entrelazó sus dedos con los de Javier, corrieron bajo la lluvia hasta un gran parque que se encontraba a pocos metros, hermoso y conocido por ser uno de los mas grandes de la ciudad, bajo los arboles las gotas de agua olían a fresca primavera y césped recién cortado. Se dejaron caer en la hierba donde no había ningún alma a la vista y siguieron besándose lentamente mientras el agua les bañaba pegándoles la ropa al cuerpo, aumentando su excitación. Javier le desabrochó botón a botón besando cada espacio de piel que quedaba al descubierto.

- Si continuas no respondo – dijo car dejando que Javier se acostara sobre de el – y estamos en un lugar publico.

- No hay nadie que nos vea…

Car acariciaba las nalgas de Javier bajo los jeans mojados, mientras él lo tentaba besando su pecho desnudo, pegando su cuerpo al suyo para sentir su abdomen plano húmedo con la piel erizada. Javier se reclinó a sobre él, apoyando sus manos a los costados del rostro de su novio, besándolo desde las cienes bajo hasta sus labios, demorándose en comerle la boca, luego siguió bajando sus labios por su cuello, hasta su pecho, lamio sus tetillas y siguió hasta su ombligo, mientras enlazaba sus dedos con los de Car. Le bajo el cierre y se deshizo del pantalón dejándolo en bóxer. Se deslizó mirándolo de forma juguetona hasta tener su rostro a la altura de su ombligo.

- Nos puede ver alguien y tendremos problemas – dijo Car intentando subirse de nuevo los pantalones.

- No hay nadie – afirmó Javier quitándose los suyos.

Luego de guiñarle el ojo de forma picara, se situó entre sus piernas y siguió besándolo desde su ombligo, se humedeció los labios antes de continuar los besos mas abajo donde un titán erguido lo esperaba palpitando, buscó con la mirada los ojos de Car, que al encontrarse con sus ojos le sonrío en respuesta. Car se aferraba al césped sintiendo como el agua volvía fango la tierra bajo sus manos, se estremecía con cada caricia que le daba Javier humedeciendo su entrepierna para después iniciar con unos cadenciosos besos en toda la base de su pene, disminuyendo el ritmo lentamente para después lamerlo hasta la punta, besando el glande usando la lengua y sus dientes para hacerlo gemir una y otra vez. El golpeteo de la lluvia cayendo furiosamente sobre ellos como una cortina diluía los gruñidos y gemidos de car. Javier sonrió para si mismo levantándose ligeramente para poder masturbarlo con una mano mientras con su boca chupaba el glande lamiéndolo y enrollando su lengua en él. La cortina de agua que bañaba la ciudad mantenía les ocultaba desdibujando todo el panorama, mientras Car se estremecía aferrándose a la hierba húmeda con una mano mientras con la otra acariciaba el cabello de Javier. No sigas amor… me voy a correr… gemía Car de forma entrecortada. Javier dejó de masturbarlo metiéndose todo el miembro a la boca ahogándose ligeramente, Car comenzó entonces a mover sus caderas, Javier luchaba para no ahogarse mientras intentaba tragárselo completo, podía sentir su palpitar y se estremeció sabiendo que en cualquier momento el sabor de semen llegaría a su paladar, el movimiento de las caderas de car le ayudaba a sacarlo y meterlo tan deliciosamente duro y húmedo que hacia que Javier deseara sentirlo dentro, de ser penetrado ahí bajo la lluvia. Mhmmhmm ahogaba en gritos Car, intentando no descargar aun su corrida. Me voy a correr… no aguanto más… Car soltó un gruñido al tiempo que manchaba con cada lechazo la boca y el cuello de Javier. Car se incorporó ligeramente estirando los brazos para besar el cuello de Javier limpiando su corrida.

- ¿Convencido 100% de que no quiero terminar contigo?

- Digamos que ganaste buena parte del porcentaje – Le respondió Car, susurrándoselo al oído, Javier se montó sobre el quitándose el bóxer para masturbarse lentamente frente a él.

- Cuando te dije que quería jugar a ser solo tu amigo – dijo entre jadeos – me refería a que necesitaba tu consejo como mi mejor amigo no como mi pareja – gruño lentamente sintiendo como las piernas se le tensaban – ¿de donde sacaste que quería terminar contigo? Entie- Entiéndelo te amo… ah carajo… te amo.

- Entiende que tengo miedo – dijo Car buscando su boca mientras sus dedos se deslizaban entre las nalgas de Javier buscando su agujero – si te pierdo, no solo pierdo a mi novio, pierdo a mi mejor amigo – sus dedos húmedos le acariciaron la entrada como pidiendo permiso para entrar, deslizándose uno por uno en un mete y saca lento acompasado por una serie de jadeos – ahhh – exclamó cuando, se estremeció Javier arqueando la espalda al sentir como los dedos de Car lo dilataban vorazmente – y … ah… si te pierdo… no podría vivir.

La respuesta de Javier fue un gemido intenso, los dedos de car lo abrían golosamente, entrando y saliendo, acariciándolo justo en el punto en el que toda razón o lógica se diluía en un puro y exquisito placer, en el que la carne hablaba con una lengua especial y propia que solo aquellos que se aman pueden comprender.

Querétaro 7:00 pm Habitación del hotel.

Santiago se enrollaba la sabana a la cintura mientras miraba a robín vestirse rápidamente. Se mojó los labios observando con detenimiento cada movimiento del cuerpo atlético que tenia frente a él. Robín se sabia observado lo cual no le molestaba en lo absoluto, mas bien todo lo contrario, miraba de reojo sonriendo con picardía.

- Ro… ¿Cuál es la prisa? Aun es temprano. – por toda respuesta Robín le aventó el móvil, en la pantalla se podía ver que tenia mas de 6 llamadas perdidas del número de julia, que debía estar terriblemente preocupada por su nieto – uff… no se porque se pone así, sabe que estoy contigo – Robín se acercó a la cama poniendo la ropa de Santiago sobre ella, mientras deslizaba su brazo acariciándole la pierna bajo la sabana.

- Tal vez eso es exactamente lo que le preocupa – dijo mientras subía su mano hasta acariciar su entrepierna.

- Ni fueras a llevarme a un hotelito para hacerme el amor toda la mañana y parte de la tarde – dijo sarcásticamente Santiago besándolo en la mejilla.

- Date prisa – le respondió permaneciendo lánguido y distante con la mirada perdida en el cielo que dejaba ir los rayos de sol poco a poco diluyendo la fresca tarde con el negro de la noche. Robín podía sentir empatía con el cielo en ese momento, ya que mientras deshacía la cama tomando el calor de Santiago sentía el sol brillar dentro de él, ignorando que la oscuridad lo esperaba, agazapada, expectante y lista para recordarle que nuevamente estaba huyendo, para reírse sórdidamente ante el cazador que había caído en su propia trampa.

- Ya estoy listo, Ro.

Robín despertó de su ensoñación sonriéndole amablemente a Santiago, de un pequeño brinco salió de la cama hacia la puerta pasándole el brazo por los hombros a Santiago mirándolo con complicidad, Eres una aspirina para este desahuciado pensó Robín y me detesto por usarte para no pensar en él. Caminaron hasta el auto y condujeron sin prisa hasta Tequisquiapan, Santiago durmió casi todo el camino, dejando a Robín solo con sus pensamientos, obsesionado con la distancia, sabiendo perfectamente que sin importar que hubiese un océano de distancia lo que sentía por Luis lo seguía. ¿Estarás pensando en mí? Murmuro en un suave susurro mientras pisaba a fondo el acelerador.

Cuando Santiago abrió los ojos ya estaban por las calles empedradas, subiendo con suavidad por el cerro que llevaba hacia su casa. La noche ya había caído y Robín parecía perdido en sus pensamientos. Santiago lo mió sin moverse, reflexionando con los ojos entrecerrados, recordó con ternura sus besos, sus palabras ardientes estrellándose contra su oído mientras lo penetraba, se acomodó un momento en el asiento colocando su mano en su mejilla murmuro:

- ¿Por qué viniste hasta aquí? No me creo que estés aquí por el puro placer de vernos.

- Quería hablar con Julia – comentó Robín sin apartar los ojos de la carretera.

- Y tenías que volar desde Madrid para eso, no me lo creo.

- Necesitaba un cambio de ambiente, últimamente he tenido mucho estrés, quería tomarme un tiempo, no se unos tres o cuatro días fuera de todo y preferentemente donde no pudieran encontrarme.

- ¿tiene algo que ver con tu padrino?

- ¿Con Gian? No… no, todo esta bien con él.

- ¿con tu sobrino?

- En cierta forma si… pero corta el interrogatorio, ¿acaso no te da gusto que este aquí? – dijo robín estacionando el auto y apagando el motor.

- Ro… si me da gusto, solo que lo de hace rato… – Santiago no buscó como continuar, quería decirlo pero las palabras se le aglomeraban en la garganta impidiéndole continuar.

- Creo que será mejor que no lo repitamos – dijo Robín intuyendo lo que quería decirle y asintiendo transmitiéndole con la mirada que no había problema, que lo entendía – No es que no me haya gustado, es solo que… – Santiago respiró hondo interviniendo, dejando salir las palabras como pequeños riachuelos de palabras sentidas que quieren ser contenidas para no abrir heridas.

- No me gustaría ser tu amante ocasional para que me hagas el amor pensando en alguien mas – dijo Santiago interrumpiendo a Robín con un tono neutro y amable, aunque en su rostro se esbozaba una ligera sonrisa sus ojos delataban que su alma sangraba con una herida auto infligida – No te preocupes Ro, después de todo, fui yo quien estaba insistiéndote para ir al hotel.

- Lo lamento, siento decirlo pero lo sabias desde el principio, además… Julia nos asesinaría si se enterara. – Robín abrió la puerta del auto haciéndole una seña con la cabeza para indicarle que salieran. Antes de que abandonaran el auto con una sonrisa Santiago añadió.

- Aun así tienes que cumplir tu promesa de llevarme a Madrid.

Ambos rieron mientras cruzaban el portal de la casa, julia los esperaba con los brazos cruzados, en su bello y elegante rostro había una nota diluida de preocupación mesclada con tensión. Santiago se adelantó rodeándola en un tierno abrazo y dándole un beso tierno en la mejilla con una expresión infantil.

- Perdón por llegar tarde – dijo cubriéndola de besos, sonriéndole con una frescura e inocencia que resultaba irresistible. Robín lo miró sintiendo una espiral de lujuria al recordar los sonidos que salían de sus labios con cada embestida. Y le sorprendió la facilidad con que pasaba de la ternura a la lujuria.

- Bueno ustedes ya tuvieron tiempo de divertirse y platicar, ahora necesito ver unos asuntos con Robín en privado cariño – dijo julia dándole un beso en la frente a Santiago, que torciendo la boca se encaminó hacia la piscina, dejándolos solos en el salón.

Robín se tomó un minuto para apreciar la belleza arquitectónica de la vieja casona deslizando su mirada por las paredes adornadas elegantemente con cuadros de arte neoclásico que contrastaban armónicamente con el ambiente colonial. Los muebles igual de estilo neoclásico daban un toque de refinamiento al salón que enmarcaba cada puerta interior con un gran arco de medio punto flanqueado por unas vaporosas cortinas color lavanda. En la otra habitación pudo ver la silueta de Santiago que se preparaba para tirarse a la sublime piscina techada.

- Este lugar es un sueño Julia.

- Siempre que vienes lo dices, me acuerdo, cuando la pequeña Adriana y tu llegaban, entraban corriendo directo a la piscina sin decir ni hola. – julia señaló uno de los hermosos muebles, invitándole con una dulce sonrisa a tomar asiento – te preparé un informe de las nuevas adquisiciones, en caso de que necesites justificar con Gian tu inesperada visita, puedo decir que te llame para que vineras a ver la preselección.

- Gracias Julia aunque no creo que sea necesario, pero gracias. – dijo Robín tomando la carpeta con la mano derecha y colocándolo sobre la mesita frente a el sin abrirlo, sacó un cigarrillo y lo encendió buscando con la mirada un cenicero. Julia se puso de pie, caminó rompiendo el silencio de la habitación con sus tacones que llegaron hasta un exquisito mueble con delicados cajones, de los cuales sacó un cenicero de cristal que suavemente colocó en la mesa exactamente de frente a Robín, se humedeció los labios disponiéndose a hablar, girando y sentándose a lado de él, cruzando las piernas de forma elegante y recatada.

- Robín, no quiero sonar a mamá regañona, al menos no contigo, pero fue demasiado imprudente que viajaras así, dejando todo de lado.

- Tenia que salir de ahí… Luis, le confesé algunas cosas y… – respiró hondo dejando salir el aire lentamente, julia le tomó de la mano y la calidez de su apoyo le disolvió el nudo de la garganta – Julia, sabe que lo estoy protegiendo de Gian, llegó furioso a mi departamento, hablamos durante largo tiempo, mas bien discutimos, después terminamos abrazados besándonos. Me pidió toda la verdad, dice que sin ella nunca podremos ser nada, porque no va a poder confiar en mí. – Robín sacó el humo lentamente mientras dejaba caer la ceniza en el cenicero con un rápido movimiento de la muñeca.

- Estas escuchando lo que estas diciendo… – Robín asintió llevándose la mano a la frente frunciendo el ceño con pesadez.

- Si, significa que, si le digo la verdad me va a odiar. – julia lo miró y negó moviendo la cabeza, quitándole la mano de la frente a robín para que la mirara de frente.

- Significa que él esta planteándose la posibilidad de tener una relación contigo. Tienes que ser sincero, porque él ya esta tiene en mente la opción de estar a tu lado, ¿no lo entiendes? Simplemente es cuestión de que hables con la verdad. – Robín se puso de pie como atraído por una fuerza desconocida, dio unos pasos mientras fumaba y sacaba el humo con rapidez intentando calmar el torrente de pensamientos que se amontonaban sin congruencia en su mente. Luego de unos segundos apagó el cigarrillo en el cenicero y cruzando los brazos habló.

- La verdad es demasiado difícil de explicar, ni siquiera hablemos de perdonar… con explicarla tengo suficiente – pasó las manos de forma nerviosa por su cabello – sabes lo de Damián, lo de la fiestecita que se montó con Heinrich por mi culpa y el video, imagínate ya con eso… además me culpa por la muerte de Adriana, me acosté con él en el baile de mascaras aprovechando que había comido los chocolates “especiales”, cada una de mis acciones es un clavo en mi ataúd Julia no hay manera de que Luis perdone ni la mitad de las cosas.

- No lo sabrás si no lo intentas.

- Él me dijo exactamente lo mismo.

- Robín, sabes perfectamente que es lo que tienes que hacer, no pongas pretextos. No va a ser fácil, pero es mejor que salir corriendo a esconderte hasta México, ¿no lo crees?

- Pensé en ir a la India, pero tenia ganas de verles.

- Que dulce – dijo julia sonriendo amablemente – y siempre serás bienvenido aquí. Robín tomate tu tiempo, piensa bien las cosas y cuando estés listo, regresa a hablar con Luis. Sin importar lo que suceda, tienes mi apoyo cariño.

Robín la miró asintiendo con la mirada resignada, su cabello castaño le tapaba los ojos con la cabeza baja. Detrás de la cortina, mientras su corazón golpeteaba en su pecho a un ritmo desquiciado, goteando agua en el piso, los observaba Santiago, escuchando atentamente cada una de las palabras que flotaban en el ambiente, lo que había escuchado, meditó, eran respuestas a muchas preguntas que se habían formulado en su mente, estas palabras que llegaban a sus oídos aclaraban algunas dudas sembrando otras y reafirmando la firme idea que tenia de Robín. Santiago deseó haber llevado una toalla ya que el agua recorría el camino de su cuerpo hasta el piso acariciando su piel erizada por el fresco de la noche dejándole una sensación de languidez. Miró nuevamente hacia el salón donde Robín y Julia hablaban, tragó saliva, y se acomodó el traje de baño saliendo detrás de la cortina y caminando hacia ellos dejando un camino de húmedas huellas.

- Nuestro apoyo – dijo con una voz varonil y al mismo tiempo tierno, que atrajo las miradas de las dos serias figuras que tenia frente a él – hasta los súper villanos necesitan un secuaz tío Ro.

Julia sonrió asintiendo, Robín lo miró dudando pero no pudo evitar soltar una sincera carcajada, pensó que había subestimado los lazos que los unían, sintiendo un gran alivio en su interior al saber que no se encontraba solo. Caminó hasta Santiago y lo rodeó con sus brazos sin importar que la humedad de su cuerpo empapara su ropa, se miraron sonriendo y Julia comentó con una risa que la hizo rejuvenecer.

- Ese secuaz solo quiere que lo lleves a España – bromeó provocando la risa de todos e inundando la casa con una sensación de hogar.

- Nada de eso, imagínate cuando llegues con un chico mas guapo y joven… tendras la oportunidad de ponerlo celoso.

Robin se rió ante la ocurrencia, pensando que después de todo no era tan mala idea…

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muchos ya saben mi twitter @eli_coira

- ¿Gustavo? – preguntó Luis estrechándole la mano como un caballero – creo que sabes quien soy.

- Valla te imaginaba diferente – afirmó Gustavo deseando no haber dicho eso, bajo la mirada avergonzado y extendiendo la mano que no tenia enyesada le invitó a sentarse – ¿quieres algo de tomar?

de muletas que manejaba trabajosamente gracias al yeso que tenia en el brazo izquierdo, uno de los meseros que lo conocían corrió a auxiliarlo acercándole la silla de la mesa mas cercana. Gustavo pidió un café mirando la calurosa mañana a través de la ventana. Aun faltaban 15 minutos para su cita y la razón era sencilla, había llegado antes para verlo desde el instante en el que entrara, estaba casi seguro de poder reconocerlo con solo mirarlo aunque nunca antes lo había visto. No tenía ninguna imagen mental de Luis, ya que solo habían hablado por teléfono durante un instante. Miró su reloj y aun faltaban 5 minutos, lo malo de llegar temprano era que nada le aseguraba que su interlocutor fuera igual de puntual que él. Pidió una segunda taza de café continuando su labor de vigía, al parecer afuera estaba la misma gente que siempre frecuentaba el club. Desde el camino floral que había tras la puerta de entrada, un alto joven le llamó la atención, su porte fuerte parecía el de un atleta de alto rendimiento robando, de forma inconsciente, risitas a las mujeres que lo miraban al pasar, su expresión seguía siendo bastante seria a medida que se acercaba pero no podía afirmarlo ya que llevaba unas gafas de sol, el aire le despeinaba el cabello sin que a él le preocupara, se detuvo un instante y entró al café. Desde cerca se veía que era un hombre atractivo, y casi todas las mujeres le dedicaron una mirada discreta tan pronto cruzó el salón, llevaba una polo color blanca y un pantalón del mismo color, así que posiblemente seria algún jugador de tenis del club, pensando aquello Gustavo perdió interés y siguió mirando por la ventana. Unos instantes después el capitán de meseros se acercó seguido por el chico que parecía tenista. Al verlo de cerca, le pareció mas guapo de lo que supuso al inicio, cuando lo vio quitarse los lentes de sol, supo que era el. Gustavo se encontraba sorprendido, no esperaba que Luis tuviera ese físico y por un momento se sintió ligeramente celoso.

- Un café esta bien, perdona si suena brusco pero… vallamos directamente al punto.

- Me parece bien, ¿Qué querías hablar conmigo? ¿vienes a decirme que me aleje de tu novio?

- No… Adrián no es mi “novio” en realidad no lo ha sido nunca, nuestra relación tiene lazos mas fuertes que esos.

- Si… Adrián ya me contó acerca de Robín, Gian y otras cosas, tienes que saber que yo hare lo que sea por cuidarlo, no se si me creas pero tengo medios mas efectivos para mantener a Robín lejos de Adrián. Lo amo, lo amé desde la primera vez que lo vi. Se lo importante que eres para él, por eso estoy aquí.

- Entonces entenderás lo que te voy a decir, yo solo quiero que Adrián sea feliz, noto que lo quieres y que eres una buena persona, eso es lo primero que yo quería saber, sin embargo la razón por la que te pedí que los reuniéramos y escúchame bien, si lo que esperabas con esta reunión era que te “diera mi bendición” para que él este tranquilo pierdes tu tiempo pues desde hace mucho Adrián sabe perfectamente que la tiene y que cuenta conmigo para todo; si tu estas dispuesto a hacerlo la persona mas jodidamente feliz del planeta Adrián tiene mi apoyo por completo y no veo razón para hacer un drama de esto. Pero tienes que tener una cosa bien en claro: No me voy a desaparecer de su vida, Adrián sigue estando bajo mi protección. Yo tengo una promesa que cumplir que mas importante para mi que cualquier noviecito Adri que pueda tener, así que mientras él esté a salvo yo no voy a meterme.

- Tu condición es… su seguridad.

- Así es, no me importa si tiene el corazón roto mientras este sano y salvo. La pregunta es ¿podrás estar con él bajo esas condiciones? Si la respuesta es no, aléjate de él en este instante antes de que le hagas daño.

- No me importa que condiciones hayan de por medio, las cumpliré todas si son para su seguridad. Mi amor no es egoísta Luis.

- Me alegra haber escuchado eso… entonces creo que no tengo nada mas que decir.

Luis hizo ademan de sacar su cartera para pagar la cuenta, pero Gustavo amablemente le dijo que no era necesario. Adrián entró a la cafetería mirando a ambos lados, al verlos se acercó de inmediato. Luis se puso de pie y rodeándole el brazo con los hombros le dijo con una sonrisa forzada

- Espero de verdad que esto sea lo que quieres– le guiño un ojo y estrechó la mano de Gustavo.

- ¿Qué paso con lo de Robín? – preguntó Adrián y Luis sintió una presión en la boca del estomago al acordarse de la platica que había tenido con robín un día antes, esta había terminado en unos besos apasionados y una dolorosa confesión. Luis miró a Adrián fijamente pensando ¿Por qué no me dijiste lo que te había hecho? Me hubiese gustado cargar el peso por ti… para que no atravesaras ese calvario solo.

- Se lo que Robín te obligo a hacer, el mismo me lo confesó, peque… no te preocupes, no permitiré que te vuelva a hacer daño, además – dijo mirando a Gustavo – ya no estoy solo contra él.

- Sé que debí decir algo pero… tenía demasiado miedo. – Luis le acarició el cabello, tranquilizándolo, Gustavo frunció ligeramente el ceño, visiblemente celoso, pero no dijo nada.

- Déjame lo de Robín a mi – dijo Luis dando media vuelta y caminando hacia la salida.

Ambos miraron hacia la puerta que se cerraba detrás mientras Luis se alejaba caminando por el bello camino de flores. Adrián tomó asiento frente a Gustavo quien le sostuvo la mano sonriendo tímidamente, los había inundado un extraño alivio, ahora sabían que Luis estaba bien con aquella relación cosa que era verdaderamente importante para Adrián. Sin embargo quedaba un problema que ninguno de los dos vio venir. Y que los hizo girar de golpe la cabeza asustados.

- Me parece el colmo que metas a este… muchacho al club. – espetó el tío de Gustavo, la repulsión reinaba en su rostro decrepito – Estas completamente loco y no voy a seguir solapando tus tonteras – dijo saliendo del café antes de que Gustavo pudiera contestarle algo.

En el hotel de Querétaro

Robín lo levantó de nuevo cargándolo hasta la cama, sentándose en el borde con él montado sobre sus piernas mirándose a la cara mientras sentía como su pene le rozaba la punta del ano. Santiago lo empujó ligeramente para que Robín se reclinara completamente acostándose en la cama mientras él lo cabalgaba rítmicamente. Santiago apoyó los codos en la cama quedando de frente sobre la boca de Robín, comenzaron a besarse lentamente, dejando que sus manos lo recorrieran todo, permanecieron así, cogiendo lentamente, variando los ritmos y las posiciones. El placer hacia sentir a Robín adormecido y agradeció tener a Santiago en ese momento, si le permitía dejar de pensar en Luis, hacia que todo valiera la pena.

El celular de Robín comenzó a sonar con el timbre especial destinado a los asuntos urgentes, es decir, cualquier asunto relacionado con Adrián o Luis. Se incorporó de la cama indicándole a Santiago que guardara silencio, al contestar la llamada se dio cuenta inmediatamente de que algo no estaba bien. Por primera vez pensó que estaba cometiendo un error al irse de esa forma del país. La voz de Gustavo Oliveri sonaba tensa y claramente se podía escuchar que estaba agitado.

- Robín necesitamos hablar, de ser posible en persona lo mas pronto posible.

- Me temo que no se va a poder en este momento – Robín le guiñó un ojo a Santiago, que lo miraba preocupado, indicándole que todo estaba bien.

- Es por mi tío, creo que te hablara en cualquier momento, por Adrián.

- ¿Qué pasa, le interesa sacar una cita? – dijo sarcásticamente sonriendo mientras observaba como su amante adolescente se lamia los labios de forma juguetona.

- Robín te pagare lo que tu quieras, si mi tío habla contigo dile que Adrián tiene mucho tiempo que no trabaja para ti. Que los trabajos que aceptó eran solo porque se lo habías pedido, pero que ese no es el estilo de vida que le gusta a Adrián. Convéncelo, porque quiere que nos separemos, invéntale lo que sea para que deje de pensar que Adrián esta detrás de mi dinero.

- Quieres pagarme para que convenza a tu tío de que no sales con una putita barata… Gustavo pásame a Adrián, sé que estas con él así que pásamelo – Robín tenia una expresión seria que puso en alerta a Santiago, que de pronto había dejado de hacerle gestitos lascivos y ahora lo observaba atentamente.

- Soy Adrián, creo que sabes perfectamente que no estoy de acuerdo con que Gustavo te de un maldito centavo, pero si eso es lo que quieres no diré nada mientras tu nos ayudes a cambio. Voy a pedírtelo de forma honrada, de verdad necesito que me ayudes, Luis y yo nos separamos, no tengo padres y tu eres mi único pariente, no tengo a nadie mas que a Gustavo, no quiero perderlo, así que por favor ayúdanos con su tío.

- ¿Luis… y tu se separaron? – El corazón de Robín dio un golpe seco en su pecho y casi pudo sentir que se detenía durante un instante.

- Ya sabe lo de Gustavo – contestó Adrián de forma escueta y robín comprendió que mientras Adrián estuviera con Gustavo, él tenia el camino libre con Luis.

- Te voy a ayudar… tratare de convencerle y no malgastes el dinero de tu noviecito en estas estupideces

- ¿no quieres el dinero? – la voz de Adrián delataba que estaba a la defensiva.

- Mejor dile que te rente un departamento o algo así, en vista de que tu ex- noviecito ya sabe lo de Gustavo, no es sano dormir bajo el mismo techo que tu ex pareja.

- Sabes perfectamente que Luis y yo nunca vivimos bajo el mismo techo. – Robín sonrió sintiendo un extraño golpeteo en el pecho extrañamente feliz de sabe que Adrián y Luis no seguían juntos, sintiendo una pequeña nostalgia con solo pesar en los besos que habían tenido en su departamento. ¿Cómo seria vivir a su lado?

- Como sea, estoy ocupado ahora. Pero tan pronto llame el Sr Oliveri tratare de convencerlo de tu… honradez. – dijo agregando una pequeña risita mientras colgaba el teléfono.

Robín colgó el teléfono aun con la extraña fantasía de ser compañero de cuarto de Luis. Imaginar las pequeñas cosas domesticas le produjeron un ligero rubor, todo cambia cuando es a lado de la persona que Robín tanto amaba y con la que desesperadamente deseaba compartir su vida. Regreso a la cama pero su mente estaba en otra parte, Santiago se desvivía intentando hacerlo sentir su cariño mas allá del placer, pero era inútil. Detrás de las cortinas en aquella pequeña habitación, sus cuerpos se fundían con cada beso pero sus corazones se encontraban separados por el tiempo y el espacio.

En la regadera, Casa de Car.

La musiquita interrumpió el rio de pensamientos que corrían por su mente mientras el agua de la regadera borraba los restos del jabón de su cuerpo. Car salió disparado por el celular, mal colocándose la toalla en su desesperación por leer el mensaje. La canción que tenía especialmente para Javier sonaba haciendo eco en las baldosas del baño hasta que logró desbloquear el teléfono y ver el mensaje: necesitamos hablar. Una corriente de preocupación lo dejó helado al leer las palabras, desde la noche anterior no había sabido nada de él, ni un mensaje ni una llamada, nada, entendía que estaba pasando un momento muy difícil, pero él quería estar ahí para él, ser su apoyo. ¿No para eso eran novios?

Siguió jugando con el móvil sin saber que responder temía que cualquier cosa que dijera fuera usada en su contra: ok. ¿Dónde nos vemos? Car miró hacia la ventana del baño que dejaba entrar violáceos rayos del atardecer. Pensó en el sol ocultándose, temblando ante la idea de que fuera un indicio que anunciara el ocaso de su relación con Javier. Sintió su corazón encogerse, el cielo sobre su alma traía nubes de tormenta, su piel sabia que las cosas podrían cambiar y su corazón le gritaba: CUIDADO.

La respuesta de Javier llegó en pocos segundos, No puedo moverme de aquí, ¿puedes venir?, te espero en la cafetería. Cas asintió como si Javier pudiera verlo, se había formado un pequeño charquito a su alrededor del agua que resbalaba de su cuerpo. Si, te veo ahí en unos minutos. Regresó a la regadera para deshacerse por completo de la espuma, esperando que el agua le ayudara a lavar con la misma facilidad el terror que sentía. Bajo la frente sintiendo como su cabello mojado goteaba y murmuro para si mismo: Javi hemos pasado demasiadas cosas como para seguir jugando a estar lejos uno del otro, sé que me amas tanto como te amo yo. Y sé que juntos podemos con todo, solo no me apartes de tu lado…

Cuando llegó a la cafetería, sintió unas inmensas ganas de dar media vuelta para salir de ahí corriendo, pero respiró hondo tranquilizándose y abandonó la idea. Sentado en una mesa cerca de la entrada Javier lo esperaba con la mirada fija en una horrorosa gelatina de limón que se bamboleaba ante los golpeos juguetones que le hacia con una cucharilla de plástico. Car se acercó hasta el dudando sobre si debía o no sentarse, Javier levantó la vista sonriendo de forma cansada a manera de saludo, los murmullos de conversaciones a su alrededor, pusieron nervioso a Car, quien recordó algunas de las reglas básicas para cortar con alguien.

Regla #1 Elige un lugar público y concurrido para que no monte una escena. Las rodillas le temblaron y tragando saliva se sentó frente a él, que seguía jugando con la gelatina sin animarse a comérsela. Javier se reclinó ligeramente en su asiento cerrando los ojos durante un momento y sin abrirlos comentó:

- No quieres un refresco o un agua, hay demasiado calor.

- No gracias, estoy bien.

Regla #2 Nunca pidas bebidas o alimentos calientes que puedan ser usados en tu contra. Javier me miró deslizando su mano para rozar la mía, provocando con su gesto que a Car se le hiciera un nudo en la garganta, Por un segundo quiso quitar la mano, levantarse y salir corriendo o bien quiso besarlo, decirle que sin importar lo que pasara, él estaría ahí para amarlo.

- No me lo tomes a mal, pero en este momento quiero a mi mejor amigo, no a mi novio. ¿podemos jugar a que solo somos amigos? – car retiró bruscamente la mano, pegándose al respaldo del asiento.

Regla #3 Ve directo al punto de forma amable, recalcando que quiere seguir siendo su amigo. Car quiso hablar pero las palabras no salieron, trato de razonar la situación. Sabía que Javier estaba pasando un momento difícil y que enfrentaba una enorme presión familiar desde que el día anterior le había dejado saber a su tía, que era homosexual. Tal vez en ese momento en su vida él no era mas que un estorbo, pero no se iría sin dar batalla; habían vivido tantos problemas para mantener su relación a flote que se rehusaba a quedarse cruzado de brazos.

- No, Javier piénsate mejor las cosas, si lo que quieres es un poco de espacio o tiempo, te lo puedo dar. Pero no voy a terminar contigo – dijo con firmeza, modulando cada palabra para que fuera lo suficientemente fuerte sin gritar.

Acto seguido se puso de pie, y salió de la cafetería sin darle tiempo a Javier de decir nada, caminó casi corriendo hacia la salida sin voltear atrás hasta llegar a la acera, entonces aminoró el paso hasta quedarse parado por completo, con la respiración agitada y las manos temblando, dejó que la marea de gente a su alrededor lo empujara. Hasta que sintió como una mano cálida se aferraba a su brazo, Car giró encontrándose de frente con un par de ojos verdes llenos de interrogantes.

- Car, espera por favor, me estas malentendiendo – El cielo se había nublando mientras hablaban dentro de la cafetería y parecía que en cualquier momento una de las frescas lluvias de mayo caería sobre ellos, pero ninguno se movió.

La lluvia se desató sobre ellos con pequeñas gotas que en segundos pasaron a ser grandes gotas cayendo a toda velocidad, el caluroso ambiente se refresco inundando el aire con un ahora a tierra húmeda. La gente corrió a su alrededor buscando refugio del aguacero imprevisto, pero a ninguno de los dos pareció importarle. Car tomó la mano empapada de Javier que le sostenía el brazo y entrelazó sus dedos con los de él. Javier se puso de puntitas dándole un suave beso en los labios sin importarle que estuvieran en medio de la calle ante la mirada curiosa de las personas que corrían a protegerse de la lluvia.

La camisa blanca que llevaba puesta car, se le pegaba al pecho dejando entrever su cuerpo definido por el gimnasio, Javier le acarició los brazos sintiendo como la lluvia le pegaba la playera al pecho y lubricaba los besos que le dejaban cada vez mas calor en el cuerpo. Car entrelazó sus dedos con los de Javier, corrieron bajo la lluvia hasta un gran parque que se encontraba a pocos metros, hermoso y conocido por ser uno de los mas grandes de la ciudad, bajo los arboles las gotas de agua olían a fresca primavera y césped recién cortado. Se dejaron caer en la hierba donde no había ningún alma a la vista y siguieron besándose lentamente mientras el agua les bañaba pegándoles la ropa al cuerpo, aumentando su excitación. Javier le desabrochó botón a botón besando cada espacio de piel que quedaba al descubierto.

- Si continuas no respondo – dijo car dejando que Javier se acostara sobre de el – y estamos en un lugar publico.

- No hay nadie que nos vea…

Car acariciaba las nalgas de Javier bajo los jeans mojados, mientras él lo tentaba besando su pecho desnudo, pegando su cuerpo al suyo para sentir su abdomen plano húmedo con la piel erizada. Javier se reclinó a sobre él, apoyando sus manos a los costados del rostro de su novio, besándolo desde las cienes bajo hasta sus labios, demorándose en comerle la boca, luego siguió bajando sus labios por su cuello, hasta su pecho, lamio sus tetillas y siguió hasta su ombligo, mientras enlazaba sus dedos con los de Car. Le bajo el cierre y se deshizo del pantalón dejándolo en bóxer. Se deslizó mirándolo de forma juguetona hasta tener su rostro a la altura de su ombligo.

- Nos puede ver alguien y tendremos problemas – dijo Car intentando subirse de nuevo los pantalones.

- No hay nadie – afirmó Javier quitándose los suyos.

Luego de guiñarle el ojo de forma picara, se situó entre sus piernas y siguió besándolo desde su ombligo, se humedeció los labios antes de continuar los besos mas abajo donde un titán erguido lo esperaba palpitando, buscó con la mirada los ojos de Car, que al encontrarse con sus ojos le sonrío en respuesta. Car se aferraba al césped sintiendo como el agua volvía fango la tierra bajo sus manos, se estremecía con cada caricia que le daba Javier humedeciendo su entrepierna para después iniciar con unos cadenciosos besos en toda la base de su pene, disminuyendo el ritmo lentamente para después lamerlo hasta la punta, besando el glande usando la lengua y sus dientes para hacerlo gemir una y otra vez. El golpeteo de la lluvia cayendo furiosamente sobre ellos como una cortina diluía los gruñidos y gemidos de car. Javier sonrió para si mismo levantándose ligeramente para poder masturbarlo con una mano mientras con su boca chupaba el glande lamiéndolo y enrollando su lengua en él. La cortina de agua que bañaba la ciudad mantenía les ocultaba desdibujando todo el panorama, mientras Car se estremecía aferrándose a la hierba húmeda con una mano mientras con la otra acariciaba el cabello de Javier. No sigas amor… me voy a correr… gemía Car de forma entrecortada. Javier dejó de masturbarlo metiéndose todo el miembro a la boca ahogándose ligeramente, Car comenzó entonces a mover sus caderas, Javier luchaba para no ahogarse mientras intentaba tragárselo completo, podía sentir su palpitar y se estremeció sabiendo que en cualquier momento el sabor de semen llegaría a su paladar, el movimiento de las caderas de car le ayudaba a sacarlo y meterlo tan deliciosamente duro y húmedo que hacia que Javier deseara sentirlo dentro, de ser penetrado ahí bajo la lluvia. Mhmmhmm ahogaba en gritos Car, intentando no descargar aun su corrida. Me voy a correr… no aguanto más… Car soltó un gruñido al tiempo que manchaba con cada lechazo la boca y el cuello de Javier. Car se incorporó ligeramente estirando los brazos para besar el cuello de Javier limpiando su corrida.

- ¿Convencido 100% de que no quiero terminar contigo?

- Digamos que ganaste buena parte del porcentaje – Le respondió Car, susurrándoselo al oído, Javier se montó sobre el quitándose el bóxer para masturbarse lentamente frente a él.

- Cuando te dije que quería jugar a ser solo tu amigo – dijo entre jadeos – me refería a que necesitaba tu consejo como mi mejor amigo no como mi pareja – gruño lentamente sintiendo como las piernas se le tensaban – ¿de donde sacaste que quería terminar contigo? Entie- Entiéndelo te amo… ah carajo… te amo.

- Entiende que tengo miedo – dijo Car buscando su boca mientras sus dedos se deslizaban entre las nalgas de Javier buscando su agujero – si te pierdo, no solo pierdo a mi novio, pierdo a mi mejor amigo – sus dedos húmedos le acariciaron la entrada como pidiendo permiso para entrar, deslizándose uno por uno en un mete y saca lento acompasado por una serie de jadeos – ahhh – exclamó cuando, se estremeció Javier arqueando la espalda al sentir como los dedos de Car lo dilataban vorazmente – y … ah… si te pierdo… no podría vivir.

La respuesta de Javier fue un gemido intenso, los dedos de car lo abrían golosamente, entrando y saliendo, acariciándolo justo en el punto en el que toda razón o lógica se diluía en un puro y exquisito placer, en el que la carne hablaba con una lengua especial y propia que solo aquellos que se aman pueden comprender.

Querétaro 7:00 pm Habitación del hotel.

Santiago se enrollaba la sabana a la cintura mientras miraba a robín vestirse rápidamente. Se mojó los labios observando con detenimiento cada movimiento del cuerpo atlético que tenia frente a él. Robín se sabia observado lo cual no le molestaba en lo absoluto, mas bien todo lo contrario, miraba de reojo sonriendo con picardía.

- Ro… ¿Cuál es la prisa? Aun es temprano. – por toda respuesta Robín le aventó el móvil, en la pantalla se podía ver que tenia mas de 6 llamadas perdidas del número de julia, que debía estar terriblemente preocupada por su nieto – uff… no se porque se pone así, sabe que estoy contigo – Robín se acercó a la cama poniendo la ropa de Santiago sobre ella, mientras deslizaba su brazo acariciándole la pierna bajo la sabana.

- Tal vez eso es exactamente lo que le preocupa – dijo mientras subía su mano hasta acariciar su entrepierna.

- Ni fueras a llevarme a un hotelito para hacerme el amor toda la mañana y parte de la tarde – dijo sarcásticamente Santiago besándolo en la mejilla.

- Date prisa – le respondió permaneciendo lánguido y distante con la mirada perdida en el cielo que dejaba ir los rayos de sol poco a poco diluyendo la fresca tarde con el negro de la noche. Robín podía sentir empatía con el cielo en ese momento, ya que mientras deshacía la cama tomando el calor de Santiago sentía el sol brillar dentro de él, ignorando que la oscuridad lo esperaba, agazapada, expectante y lista para recordarle que nuevamente estaba huyendo, para reírse sórdidamente ante el cazador que había caído en su propia trampa.

- Ya estoy listo, Ro.

Robín despertó de su ensoñación sonriéndole amablemente a Santiago, de un pequeño brinco salió de la cama hacia la puerta pasándole el brazo por los hombros a Santiago mirándolo con complicidad, Eres una aspirina para este desahuciado pensó Robín y me detesto por usarte para no pensar en él. Caminaron hasta el auto y condujeron sin prisa hasta Tequisquiapan, Santiago durmió casi todo el camino, dejando a Robín solo con sus pensamientos, obsesionado con la distancia, sabiendo perfectamente que sin importar que hubiese un océano de distancia lo que sentía por Luis lo seguía. ¿Estarás pensando en mí? Murmuro en un suave susurro mientras pisaba a fondo el acelerador.

Cuando Santiago abrió los ojos ya estaban por las calles empedradas, subiendo con suavidad por el cerro que llevaba hacia su casa. La noche ya había caído y Robín parecía perdido en sus pensamientos. Santiago lo mió sin moverse, reflexionando con los ojos entrecerrados, recordó con ternura sus besos, sus palabras ardientes estrellándose contra su oído mientras lo penetraba, se acomodó un momento en el asiento colocando su mano en su mejilla murmuro:

- ¿Por qué viniste hasta aquí? No me creo que estés aquí por el puro placer de vernos.

- Quería hablar con Julia – comentó Robín sin apartar los ojos de la carretera.

- Y tenías que volar desde Madrid para eso, no me lo creo.

- Necesitaba un cambio de ambiente, últimamente he tenido mucho estrés, quería tomarme un tiempo, no se unos tres o cuatro días fuera de todo y preferentemente donde no pudieran encontrarme.

- ¿tiene algo que ver con tu padrino?

- ¿Con Gian? No… no, todo esta bien con él.

- ¿con tu sobrino?

- En cierta forma si… pero corta el interrogatorio, ¿acaso no te da gusto que este aquí? – dijo robín estacionando el auto y apagando el motor.

- Ro… si me da gusto, solo que lo de hace rato… – Santiago no buscó como continuar, quería decirlo pero las palabras se le aglomeraban en la garganta impidiéndole continuar.

- Creo que será mejor que no lo repitamos – dijo Robín intuyendo lo que quería decirle y asintiendo transmitiéndole con la mirada que no había problema, que lo entendía – No es que no me haya gustado, es solo que… – Santiago respiró hondo interviniendo, dejando salir las palabras como pequeños riachuelos de palabras sentidas que quieren ser contenidas para no abrir heridas.

- No me gustaría ser tu amante ocasional para que me hagas el amor pensando en alguien mas – dijo Santiago interrumpiendo a Robín con un tono neutro y amable, aunque en su rostro se esbozaba una ligera sonrisa sus ojos delataban que su alma sangraba con una herida auto infligida – No te preocupes Ro, después de todo, fui yo quien estaba insistiéndote para ir al hotel.

- Lo lamento, siento decirlo pero lo sabias desde el principio, además… Julia nos asesinaría si se enterara. – Robín abrió la puerta del auto haciéndole una seña con la cabeza para indicarle que salieran. Antes de que abandonaran el auto con una sonrisa Santiago añadió.

- Aun así tienes que cumplir tu promesa de llevarme a Madrid.

Ambos rieron mientras cruzaban el portal de la casa, julia los esperaba con los brazos cruzados, en su bello y elegante rostro había una nota diluida de preocupación mesclada con tensión. Santiago se adelantó rodeándola en un tierno abrazo y dándole un beso tierno en la mejilla con una expresión infantil.

- Perdón por llegar tarde – dijo cubriéndola de besos, sonriéndole con una frescura e inocencia que resultaba irresistible. Robín lo miró sintiendo una espiral de lujuria al recordar los sonidos que salían de sus labios con cada embestida. Y le sorprendió la facilidad con que pasaba de la ternura a la lujuria.

- Bueno ustedes ya tuvieron tiempo de divertirse y platicar, ahora necesito ver unos asuntos con Robín en privado cariño – dijo julia dándole un beso en la frente a Santiago, que torciendo la boca se encaminó hacia la piscina, dejándolos solos en el salón.

Robín se tomó un minuto para apreciar la belleza arquitectónica de la vieja casona deslizando su mirada por las paredes adornadas elegantemente con cuadros de arte neoclásico que contrastaban armónicamente con el ambiente colonial. Los muebles igual de estilo neoclásico daban un toque de refinamiento al salón que enmarcaba cada puerta interior con un gran arco de medio punto flanqueado por unas vaporosas cortinas color lavanda. En la otra habitación pudo ver la silueta de Santiago que se preparaba para tirarse a la sublime piscina techada.

- Este lugar es un sueño Julia.

- Siempre que vienes lo dices, me acuerdo, cuando la pequeña Adriana y tu llegaban, entraban corriendo directo a la piscina sin decir ni hola. – julia señaló uno de los hermosos muebles, invitándole con una dulce sonrisa a tomar asiento – te preparé un informe de las nuevas adquisiciones, en caso de que necesites justificar con Gian tu inesperada visita, puedo decir que te llame para que vineras a ver la preselección.

- Gracias Julia aunque no creo que sea necesario, pero gracias. – dijo Robín tomando la carpeta con la mano derecha y colocándolo sobre la mesita frente a el sin abrirlo, sacó un cigarrillo y lo encendió buscando con la mirada un cenicero. Julia se puso de pie, caminó rompiendo el silencio de la habitación con sus tacones que llegaron hasta un exquisito mueble con delicados cajones, de los cuales sacó un cenicero de cristal que suavemente colocó en la mesa exactamente de frente a Robín, se humedeció los labios disponiéndose a hablar, girando y sentándose a lado de él, cruzando las piernas de forma elegante y recatada.

- Robín, no quiero sonar a mamá regañona, al menos no contigo, pero fue demasiado imprudente que viajaras así, dejando todo de lado.

- Tenia que salir de ahí… Luis, le confesé algunas cosas y… – respiró hondo dejando salir el aire lentamente, julia le tomó de la mano y la calidez de su apoyo le disolvió el nudo de la garganta – Julia, sabe que lo estoy protegiendo de Gian, llegó furioso a mi departamento, hablamos durante largo tiempo, mas bien discutimos, después terminamos abrazados besándonos. Me pidió toda la verdad, dice que sin ella nunca podremos ser nada, porque no va a poder confiar en mí. – Robín sacó el humo lentamente mientras dejaba caer la ceniza en el cenicero con un rápido movimiento de la muñeca.

- Estas escuchando lo que estas diciendo… – Robín asintió llevándose la mano a la frente frunciendo el ceño con pesadez.

- Si, significa que, si le digo la verdad me va a odiar. – julia lo miró y negó moviendo la cabeza, quitándole la mano de la frente a robín para que la mirara de frente.

- Significa que él esta planteándose la posibilidad de tener una relación contigo. Tienes que ser sincero, porque él ya esta tiene en mente la opción de estar a tu lado, ¿no lo entiendes? Simplemente es cuestión de que hables con la verdad. – Robín se puso de pie como atraído por una fuerza desconocida, dio unos pasos mientras fumaba y sacaba el humo con rapidez intentando calmar el torrente de pensamientos que se amontonaban sin congruencia en su mente. Luego de unos segundos apagó el cigarrillo en el cenicero y cruzando los brazos habló.

- La verdad es demasiado difícil de explicar, ni siquiera hablemos de perdonar… con explicarla tengo suficiente – pasó las manos de forma nerviosa por su cabello – sabes lo de Damián, lo de la fiestecita que se montó con Heinrich por mi culpa y el video, imagínate ya con eso… además me culpa por la muerte de Adriana, me acosté con él en el baile de mascaras aprovechando que había comido los chocolates “especiales”, cada una de mis acciones es un clavo en mi ataúd Julia no hay manera de que Luis perdone ni la mitad de las cosas.

- No lo sabrás si no lo intentas.

- Él me dijo exactamente lo mismo.

- Robín, sabes perfectamente que es lo que tienes que hacer, no pongas pretextos. No va a ser fácil, pero es mejor que salir corriendo a esconderte hasta México, ¿no lo crees?

- Pensé en ir a la India, pero tenia ganas de verles.

- Que dulce – dijo julia sonriendo amablemente – y siempre serás bienvenido aquí. Robín tomate tu tiempo, piensa bien las cosas y cuando estés listo, regresa a hablar con Luis. Sin importar lo que suceda, tienes mi apoyo cariño.

Robín la miró asintiendo con la mirada resignada, su cabello castaño le tapaba los ojos con la cabeza baja. Detrás de la cortina, mientras su corazón golpeteaba en su pecho a un ritmo desquiciado, goteando agua en el piso, los observaba Santiago, escuchando atentamente cada una de las palabras que flotaban en el ambiente, lo que había escuchado, meditó, eran respuestas a muchas preguntas que se habían formulado en su mente, estas palabras que llegaban a sus oídos aclaraban algunas dudas sembrando otras y reafirmando la firme idea que tenia de Robín. Santiago deseó haber llevado una toalla ya que el agua recorría el camino de su cuerpo hasta el piso acariciando su piel erizada por el fresco de la noche dejándole una sensación de languidez. Miró nuevamente hacia el salón donde Robín y Julia hablaban, tragó saliva, y se acomodó el traje de baño saliendo detrás de la cortina y caminando hacia ellos dejando un camino de húmedas huellas.

- Nuestro apoyo – dijo con una voz varonil y al mismo tiempo tierno, que atrajo las miradas de las dos serias figuras que tenia frente a él – hasta los súper villanos necesitan un secuaz tío Ro.

Julia sonrió asintiendo, Robín lo miró dudando pero no pudo evitar soltar una sincera carcajada, pensó que había subestimado los lazos que los unían, sintiendo un gran alivio en su interior al saber que no se encontraba solo. Caminó hasta Santiago y lo rodeó con sus brazos sin importar que la humedad de su cuerpo empapara su ropa, se miraron sonriendo y Julia comentó con una risa que la hizo rejuvenecer.

- Ese secuaz solo quiere que lo lleves a España – bromeó provocando la risa de todos e inundando la casa con una sensación de hogar.

- Nada de eso, imagínate cuando llegues con un chico mas guapo y joven… tendras la oportunidad de ponerlo celoso.

Robin se rió ante la ocurrencia, pensando que después de todo no era tan mala idea…

Junto al rio

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Hoy es viernes. Unos amigos del trabajo me dicen de quedarme a tomar unas cervezas tras el final de la jornada. Son gente bastante agradable. Alguno de ellos me cae bastante bien e incluso con un par he tenido mis fantasías eróticas. Sobre todo con uno que llamamos papuchi, porque pese a su aspecto de duro hombretón es un verdadero padrazo con sus mellizos.
Pero hoy no me quedo. Tengo ganas de algo más que una fantasía. Quiero algo tangible, algo caliente, que me manche las manos, la boca… el culo.
Si mis compañeros supieran…
Cojo el coche, nada del otro mundo. El sueldo no da para más. Conduzco con cierta excitación. Sólo espero que la excusa que he puesto (que mi madre está algo delicada), y la cara de decepción de mis compañeros porque no me he quedado, sirva para algo. Y encuentre lo que necesito.
Pero ya se sabe, salir a buscar no es sinónimo de éxito. Tú apuestas. Después, las circunstancias deciden. Pero hoy necesito… Hoy, no sé por qué, me encuentro especialmente necesitado. Serán mis hormonas, o la luna, o los biorritmos.
Cruzo la ciudad. Atardece. Las ganas me hace vibrar. Los recuerdos de otros momentos que he vivido allí donde me dirijo, junto al río, se me agolpan en la mente. Siempre espero que me vuelva a ocurrir como con aquel pintor y empapelador. ¡Cómo besaba! Y no le aburría. Y después de tanto juego en medio del boscaje, sumidos en la oscuridad, me dijo:”Te voy a follar muy despacio, pa que te corras a gusto”
Sólo con sus palabras ya se me escapaba la lefa. Y después cumplió. Mi puto culo de chupatintas bien rajado por ese pintor de brocha gorda.
“Dame tu teléfono” me dijo al acabar. Pero gilipollas de mí, le di uno falso. Y ya no lo he visto nunca más.
No sé la de pajas que me habré atizado con el recuerdo de su forma de follarme. He perdido la cuenta.
Pero lo que no pierdo es la esperanza de que volveré a vivir algo así. O parecido.
¡Ya basta! ¡Qué manera de darle vueltas a las cosas! Cualquier contacto que ocurra será bienvenido. Cualquier cosa que me dé el placer que necesito. Porque lo necesito.
Pongo mi disco favorito, “Love de luxe”. Sade canta. Las luces de la ciudad ya se han encendido. Cruzo el puente sobre el río. Giro a la izquierda. Es una zona apartada. Se ven los edificios a lo lejos. Al otro lado del río hay farolas que se reflejan sobre el agua mansa del caudal. Su lejana luminiscencia arroja una débil posibilidad a estas penumbras de vegetación enrevesada y confusa.
Veo algún otro automóvil aparcado. El corazón me baila de expectación.
Entro en la espesura. Conozco los senderos principales. Después están los secundarios que se pierden entre el denso vegetal en cuyo interior existen espacios donde dos cuerpos pueden hablarse… Sí, hablarse.
¿Con quién “hablaré” yo en este atardecer?
Escucho un rumor de ramajes que se han movido. Me acerco hacia el lugar de donde vino el rumor. Veo a un hombre. Ronda a otro. Le pone la mano en la entrepierna. Se tocan. Me excita verlos. ¡Qué momento ese en el que has puesto la mano sobre la bragueta del macho que has elegido, y aprietas y encuentras que su polla te responde con fuerza! ¿Existe momento más glorioso?
Ahora se agacha, le saca el miembro. Es notable pues hasta desde la distancia desde la que espío puedo verlo. ¡Qué gozo! ¡Cómo va a disfrutar tragándoselo! Ya debe de estar oliéndolo. Yo siempre les saco también los huevos. No me conformo tan sólo con el cipote. Lo quiero todo.
¡Cabrón, qué mamada le está metiendo!
Yo necesito algo así. Pero no me basta con chupar polla, también la quiero dentro.
Ambos se meten aún más en la espesura. Imagino lo que va a ocurrir.
Esto me ha disparado las ganas todavía más. Voy a buscar algo para mí. Algo que me acabe diciendo:”Te voy a follar muy despacio, pa que te corras a gusto”

Consulto la hora en mi barato reloj de pulsera.
¡Mierda:llevo casi tres cuartos de hora dando vueltas por esta espesura y a penas me he cruzado con cuatro personas! Y además los cuatro son hombres ya mayores y viejos conocidos de todas las veces que he venido por aquí. No sé qué ocurre este viernes que no viene nadie.
Pero así son las cosas cuando te mueves por este tipo de sitios. Vienes un día donde crees que vas a estar solo y te encuentras un montón de carne apetecible. Vienes otro creyendo que la oferta será abundante y ocurre lo que hoy: nada de nada.
Y tenía que ser precisamente en este día que preciso que me den todo el placer del mundo. ¡Me cago en el puto destino!
He vuelto donde encontré a esos dos que se estaban apañando pero ya han desaparecido. ¡A mí me iban a esperar!
Creo que ya me he metido a comprobar todos los rincones “habituales” del paraje pero no se ve a nadie. Hasta me he parado un rato en la orilla del río, viendo pasar la corriente y el reflejo de las luces de la otra orilla. No es que me sienta contemplativo. Lo hice por hacer tiempo. He pensado que quizás había venido demasiado temprano y que otros “buscadores” llegarían más tarde. Pero no ha llegado nadie.
Como último recurso me adentro más hacia el norte, cerca de una explotación agrícola con campos de maíz. Casi nadie se pierde tan allá, pero mi necesidad es tanta que decido explorar esa remota posibilidad.
Me arriesgo. Por aquí ya no estoy tan seguro de por donde camino. La inseguridad me crispa los nervios. Debería de volver. Y por aquí no llega con la misma intensidad el lejano resplandor de las farolas de la otra orilla. Todo es más confuso.
¡Mierda! Acabo de pincharme con unas zarzas. ¡La madre que las parió!

Estoy perdiendo el tiempo. Mejor hubiera hecho quedándome con los compañeros del trabajo tomando unas cervezas. Por lo menos hubiera tenido delante a papuchi, que está de vicio.
¡Joder,¿qué es eso?! ¡Son plásticos! Alguien se ha construido un refugio con plásticos y ramas secas. Había oído que por aquí se refugiaban de vez en cuando indigentes, pero nunca había visto esto.
¡Oigo movimiento de ramas! Y no ha sido el viento, no hay. Me estoy acojonando por momentos. Se supone que esto iba a ser una noche de sexo a tope y se ha convertido en una especie de película de terror. Me han empezado a temblar las manos. No sé qué hacer. Decido apostarme detrás del tronco de un viejo chopo de corteza blanquecina. Esperaré a calmarme y aclararme las ideas. Si ahora me pongo a caminar sin sentido acabaré perdido.
Estoy contra el tronco del chopo. Saco la cabeza lo mínimo para no perder de vista cualquier ruido o movimiento sospechoso que venga del refugio de plásticos y ramas secas.
¿Quién me mandaría a mí adentrarme hasta aquí? Mis jodidas ganas de follar y el no saberme contener. Y ahora estoy aquí, con los cojones de corbata.¡Soy idiota, pero idiota idiota!
Logro calmarme. Nada se mueve. Parece que no hay nadie. Puede que lo que escuché fuera una ilusión auditiva, o un gato, o las ratas que por aquí son casi como conejos. Lo mejor es que desande el camino, vuelva donde he aparcado y asuma que hoy nadie me dirá “Te voy a follar muy despacio…”
Decidido, vuelta a casa, que mi madre ya estará preocupada por mi tardanza.
Pero ¡me empujan contra el tronco del chopo, me han puesto una mano contra la nuca y me presiona implacable contra la corteza del árbol! Siento un objeto punzante contra le costado.¡Estoy perdido! Ni se me ocurre poner resistencia. Si quieren el dinero que lo tomen. Lo malo son las tarjetas de crédito. Aunque sólo llevo una y es de débito. Que se la lleven también. Y el reloj, que vale dos duros. ¡Si soy un pobre oficinista que gana cuatro cuartos!
El asaltante me aplasta con todo el peso de su cuerpo. No voy a poner resistencia.
El tipo pesa, y tiene fuerza. Noto su respiración en el cogote. Y creo que es más alto que yo.
Está metiendo las manos en mis bolsillos. Ha encontrado la cartera. Me la quita. Se la guarda. Me coge de las muñecas. Busca mi reloj. Lo toma. Y ahora me palpa los dedos. Busca anillos. No llevo ninguno. Nunca me han gustado.
Me abre la camisa, me registra por el pecho. ¡No! Llevo la medalla de mi primera comunión. Aún la conservo después de cuarenta años. Y la voy a perder en un estúpido atraco. ¡La ha encontrado! Me la arranca de un tirón. El oro de la cadena me daña la piel antes de ceder a la potencia del tirón. Tengo una horrible sensación de aniquilación. Todo me da igual. Pero la medalla me duele. Y creo que lo ha notado. Ha sabido que esa joya sí es valiosa para mí.
Ya sólo espero el final. Que se vaya y me deje rumiar el desastre.
Pero quien sea el ladrón, no se va. Me tiene apresado contra el chopo. Pasan los segundos y no se mueve. Conforme me voy acostumbrando a la situación, voy notando detalles.
Su olor, por ejemplo. Huele a sudor rancio, de persona que no se ducha desde hace días. También un aroma a alcohol barato, a vino de tetrabrick.
El objeto con el que me amenazaba contra el costado no sigue allí. No sé a qué espera. Quizás debería de hablarle, suplicarle… No me atrevo. Mejor que sea él quien lleve la iniciativa. Si me habla responderé. Si no me habla me mantendré con la boca cerrada.
Tengo la sensación que está pensando qué hacer conmigo, si dejarme ir tal cual o pegarme una puñalada. La idea me estremece. Se me agolpan lágrimas en los ojos. Pienso en mi madre. Está sola en casa. Me está esperando. Nunca se acuesta hasta que yo no llego. Tengo que sujetarme las ganas de sollozar.
Me tiemblan las piernas. Pese a que trato por todos los medios de que no lo hagan. Es como una lucha imposible contra mis propios nervios. Me viene a la mente aquello de que los perros huelen el miedo y entonces atacan. Pienso que con el tremular de mis piernas ocurrirá algo similar, que es una invitación a la crueldad y el sadismo de este sujeto. Pero no lo puedo evitar, no puedo, no puedo…

Un momento.¿Qué está ocurriendo? Una mano de mi agresor se ha colado por mi camisa abierta. Noto su tacto áspero sobre la piel del pecho. ¡Me está sobando! Este hijo de puta ha decidido que mi piel lampiña es de su gusto.
Sigue con su sobe. No se le puede llamar caricia ¡Es un sobe! Conozco cómo es un sobamiento, esa manera sucia de tocarte la piel. Y este tío ha empezado a sobarme. Lo hace también con la otra mano. Me agarra los pectorales como si se hubieran convertido en las tetas de una fulana. Aprieta con fuerza. Me busca los pezones, me los toma con los dedos, los presiona , los roza…
Junta sus caderas todo cuanto puede contra mis posaderas. ¿Qué pretende el hijo de puta?
Su respiración se ha hecho más ansiosa. Su boca roza una de mis orejas. Es un roce que me origina un escalofriante cosquilleo.
Sus manos no dejan de agobiar mi pecho. Ahora las siento bajar hacia mi vientre, pero no tardan en volver a su punto favorito. Y mis pezones son el juguete del que parece no pueden prescindir.
Algo se ha despertado en su entrepierna que sigue pegada a mis nalgas. ¡Se le ha puesto tiesa!
No puedo creer lo que me está ocurriendo. Y tengo miedo.
Tengo miedo… pero comienzo a sentir un flujo extraño en mi interior, como si en una montaña conocida y de habitual paisaje tranquilo se empezase a resquebrajar el terreno asomando un subsuelo de hedor azufroso.
Y mi asaltante lo provoca. Su aliento a vino barato, a boca que no conoce la higiene se estrella contra mi mejilla. Y de esa boca rodeada de pelos con textura de esparto, asoma una lengua caliente y ancha que se aplasta contra mi carne lamiéndola.
Soy un pelele contra su cuerpo. Me puede de todas las formas.
Sus manos bajan aún más allá de mi vientre. Se cuelan por la cintura de mi pantalón y estallan el botón de la presilla. Entran pegadas al estremecimiento de mi abdomen y alcanzan mis genitales… ¡Y encuentran mi polla completamente tiesa!
¡No lo puedo tolerar!¡No lo puedo consentir! Pero es así, es evidente, estoy completamente excitado. Es una excitación llegada desde el propio infierno.
Mi asaltante me abre los pantalones, y estos, traidores, resbalan por mis muslos hasta las pantorrillas.
Me ha tomado una mano. Me la lleva hacia atrás ¿Qué pretende? La coloca sobre su abultada entrepierna. Quiere que le toque también. Que me recree con la erección que se adivina tras la basta tela de su pantalón, que imagino sucio como el suelo de una taberna mugrienta en la que los borrachos se mean y vomitan.
Estoy con la polla fuera de los calzoncillos, y la tengo tiesa, demasiado tiesa, dolorosamente tiesa; y huelo los efluvios degradantes de un tipo al que aún no he visto el rostro y que no se ha conformado con mi dinero y la medalla de mi comunión, que ha decidido satisfacer también su repugnante lascivia. Y el muy cabrón se las ha arreglado para contagiarme, para que me entregue. ¡Y no encuentro manera de cortar todo esto!
Su boca me muerde el cuello, mi mano presiona su polla, las suyas me han desnudado y hasta mi calzoncillo se ha ido a reunir con mis pantalones, ahí abajo, en los tobillos.
Mis muslos desnudos reciben las atenciones de esas manos que son como garras de alimaña, ásperas, montaraces, seguro que de uñas sucias y roña incrustada.
Quisiera detenerlo todo, quisiera no encontrarme donde estoy, sintiendo lo que siento. Antes de que sus manos comiencen el viaje… ¡El viaje hacia mi culo! Porque mis nalgas son ahora el centro de sus atenciones. Mis nalgas de una suavidad casi infantil.
Me aplasta de nuevo contra la corteza del chopo, las rugosidades del tronco me laceran el pecho desnudo. Una de sus manos me sujeta contra él, casi hasta me impide respirar. La otra me explora las posaderas, se cuela por su centro, me alcanza el culo, me clava los dedos. Cuando los mete dentro casi sin problemas y encuentra al calor e su interior lanza lo que parece un gruñido. Y se entretiene dentro, juega a meterse más y más. Juega cuanto quiere y como quiere.
Y yo con el rostro contra el árbol, mordiendo la corteza para no gritar con la invasión a la que me está sometiendo, cada vez más profunda, a cada instante más adentro.
Otra vez se aprieta contra mi cuerpo. Pero algo ha cambiado. No tardo en darme cuenta: se ha bajado los pantalones él también. Y ahora la piel de su vientre desnudo está en contacto directo con mis riñones.
Tira de mi camisa, arrastra con ella mis brazos, me la pone primero sobre la cabeza, me tapa el rostro, parece que buscara asfixiarme con ella, pero tira aún más. Quiere quitármela, busca que no le moleste el tejido para que mi espalda quede a su entera disposición. Lo que consigue es que mis brazos acaben enredados en ella, casi como si estuviera preso con una camisa de fuerza.
Esta estúpida confusión me desazona. Sentirme prisionero me enerva. Y ahora… me ha colocado su polla entre las piernas. Está dura y caliente. La punta se estrella contra la piel de mis huevos; la empuja como si quisiera abrirla.
¡La puta que lo ha parido, me está poniendo a cien!
¿Cómo es posible que esté deseando lo que deseo?¿Cómo es posible que quiera que este delincuente me la clave?
Lo que noto deslizándose entre mis muslos tiene un calibre que no me deja indiferente. Me gustaría palparlo con las manos pero estoy preso en mi propia camisa.¡Qué estupidez! Me tendré que conformar con sentirlo allí donde mi asaltante quiera colocarlo. ¿Y dónde querrá?
Vuelve a aplastarme contra el árbol. Su respiración está agitada, tanto como la mía. Sus labios rozan mi coronilla ya rala. Pero creo que en estos momentos que me esté quedando calvo por la coronilla le importa bastante poco. Creo que sólo le importa una cosa de mí, una parte de mí. Y me lo deja claro con la polla. Me la ha puesto contra el culo. Ya se ha dejado de entrepiernas y otras chorradas. Este tío quiere meterla en caliente y le da igual que sea en un culo de hombre. ¡A saber cuantos culos no se habrá follado en su vida! Hasta puede que se trate de un delincuente sexual que enchironaron en su momento y que tras salir del trullo no ha rehecho su vida y ha caído en la indigencia. ¡Se oyen tantos casos!
Me ha cogido la cara con una de sus manos. Me la aprieta. Desciende hasta mi garganta. Tiene una mano grande. No tiene problemas para abarcar mi cuello con ella. Podría estrangularme. Aprieta. Su respiración se acelera. Mi pulso se desboca. Comienzo a tener miedo de nuevo. Sólo tiene que apretar hasta el final y …
¡No sé qué hacer! Soy en patético hamster que se ha escapado de su jaula y se ha topado con un gato callejero. Y no sé si el gato quiere juego o quiere sangre. No lo sé, no lo sé…
Empuja con sus caderas contra mi trasero. Quiere que me abra. Estoy tan asustado que hasta la cosa más sencilla la ejecutaría con torpeza. Y su mano grande y zafia sigue en mi garganta. Empiezan a fallarme las fuerzas. Hago un último movimiento que espero que entienda como que acepto todo, que no me voy a resistir. Todo a cambio de que cuando se sacie me deje marchar.
Echo las caderas hacia atrás. Las carnes de mis nalgas aceptan la testaruda verga húmeda de necesidad, no se oponen a que alcance mi abierto ojete. La mano que apresa mi garganta cierra aún más su presa. Me está costando respirar. Parece… parece que mi estrategia lejos de arreglar las cosas las ha empeorado.
Y su polla, ya con la punta contra mi culo, se va colando en mi cuerpo desfondado y entregado sin un asomo de oposición.
El grosor me va llenando. Su impulso le abre el camino hasta que por fin sus huevos contra mis posaderas marcan el final. Ya no es posible entrar más, ya me tiene a su merced. Puede empezar a chingarme cuanto quiera y el tiempo que quiera. Puede chingarme una, dos …cien veces. Puede escupirme su leche en los intestinos, puede arrancarme la cabeza o dejarme sin aire en el momento que eyacule. Todo es posible en esta oscuridad.
Se aprieta contra mí. Siento la presión sobre mi garganta cediendo. Su mano zafia vuelve a mi rostro, lo vuelve hacia un lado, encuentro su rostro difuminado por la penumbra, oculto tras una espesa barba, los cabellos encrespados… No sé qué cara tiene, no sé qué transmite su mirada porque no existe. Pero sus labios buscan los míos y los besan, y su lengua se adentra en mi boca… Sabe a tabaco y alcohol… ¡Sabe a pestilencia!
Mueve su cuerpo contra el mío. Me penetra sin prisa. Tengo la sensación de que el gato ha decidido que hay tiempo, mucho tiempo para jugar con el asustado hamster.
Me la clava con decisión, sin titubeos. No sé de dónde ha salido este cabrón pero sabe lo que hace, sabe cómo follar un culo, conoce cuando pasar lento e hincar sin miramientos.
Y mi cuerpo lo siente, se va entregando. Se deja llevar por la manera de joder de mi asaltante; una ardiente sensación se expande por mi vientre con cada ataque del hombre sin rostro, que sigue besándome, que se agarra a mi pecho como si fuera el pasamanos de una escalera suspendida sobre un río de fuego.
A cada golpe de sus caderas me va arrastrando cada vez más lejos. El placer se despereza, se anima y lo percibo como un batallón de niños ansiosos de diversión y no puedo evitar que lo que empieza con suspiros derive en gemidos y acabe como verdaderos berridos de gusto.
Su potencia se multiplica, sus manos me agarran la polla y los huevos y tira de ellos. Me hace daño pero a la vez aumenta mi placer. Estoy en su poder, y hace de mí lo que le da la gana.
De pronto me la saca. Respira agitado al igual que yo ¡No entiendo por qué me la saca! ¡Quiero una explicación!
Pero tengo bien presente que él manda, que va armado, que todo empezó con el despojo de mis objetos de valor. Algo me dice que estaba a punto de correrse y que se ha salido porque quiere más, desea continuar rajándome el culo. Y yo espero que siga. Y mientras aguarda que las ganas de correrse cedan, se entretiene pasando sus infectas manos por mi espalda, sacudiéndome buenos cachetes aquí y allá que yo siento como una prueba más de su poder.
Vuelve a aplastarme contra la corteza del chopo. Regresa a colocar su polla entre mis nalgas. Y sabedora del camino, se incrusta en mis entrañas como serpiente en su madriguera. Y vuelve a la carga. Otra vez me folla, otra vez a labrarse el placer y a colocarme en órbita. Y no debemos esperar demasiado. El horno está caliente y el gusto reaparece en un instante.
Ahora juega conmigo. Le gustan mis entrañas, las encuentra gozosas. Me la saca entera, me la hinca de un golpe. Tengo el ojete tan dilatado que me cogerían dos como la suya.
Y de repente me da la vuelta, no distingo su cara. Estoy tan excitado y nervioso que no reconocería ni a mi padre, que en gloria esté.
Mi asaltante me coge con ambos brazos por la cintura y se me echa a un costado, como si fuese una pieza de carne. Tiene fuerza el hijo de puta para levantar mis setenta y cinco kilos que doy en la báscula de casa (en la de la farmacia algo más).
Me transporta hasta el entramado de plásticos que vi cuando llegué. Y me tira sobre lo que parece un colchón. Dios mío ¿qué va a pasar?
Se arroja sobre mí, me arranca la ropa, me saca los zapatos. Los pantalones y calzoncillos se me quedan trabados de un sólo tobillo. Creo que quiere abusar de mí cuanto se le ponga en los cojones. Debería de ponerme a lanzar gritos antes de que acabe degollado.
Intuyo más que veo, que el agresor se ha quitado los pantalones. Me coloca de costado. Yo sigo con los brazos atrapados estúpidamente en la camisa. Sus piernas desnudas, seguro que sucias como piel de alimaña, entran en contacto con las mías. Sus manos enegrecidas me abren las nalgas, su polla medio tiesa me busca el culo. Tarda en dar con él. Empuja y se me cuela otra vez. Y se me folla otra vez.
Se vuelca contra mis espaldas. Me abre las piernas. El colchón contra el que me aplasta la cara despide olor a orines y moho. Gime sobre mi oreja derecha, siento que la lame de nuevo. Su prolongada follada me tiene acoquinada la mente. No puedo pensar con claridad, sólo dejarme trincar y trincar.
Estoy sintiendo que me puedo correr en cualquier momento. Me ha puesto al límite el muy cabrón. Sus ganas de joderse a lo que sea se me han contagiado. Es como estar en medio de una fantasía erótica con los peores planteamientos (desde mi modesta opinión).
Y de repente, como una fantasmagórica aparición, de la nada surge la llama de un mechero.¡Joder, no estamos solos!
Mis ojos miran atónitos hacia la llama, y tras la llama se perfila un rostro de pintura negra de Goya. Me asusta. Me repele. Tiene un ojo vacío, los labios hundidos porque no hay dientes, la barba apelmazada por el desconocimiento absoluto de la más elemental higiene. Si estuviera durmiendo me habría despertado sobresaltado y sudoroso, implorando al Niño Jesús de mi medallita de primera comunión que me ampare.
Algo escupe el personaje en un idioma que no comprendo. Y mi follador rezonga palabras que me resultan ininteligibles.
El aparecido extiende una mano temblorosa y oscura de roña hacia mi cara. Se ríe de pronto. Le hace gracia que me estén destripando por dentro.
¡Me mete los dedos sarnosos en la boca! ¡No, me niego, me resisto! Se ríe aún más con mi resistencia.
Me atiza una hostia que me hunde el rostro aún más en el colchón.
Mi follador le recrimina.
El aparecido se incorpora de un improvisado catre preparado con cartones y telas de lo que en otro tiempo debieron ser mantas, o eso pienso yo.
Se apaga el mechero. Veo menos que antes. Escucho un rumor de ropas. Unas manos me cogen la cara, ya no sé de quién son. Me fuerzan los labios. Me meten un trozo de algo blando de un sabor asqueroso. Tardo en comprender, estúpido de mí, que es la polla del aparecido.
Me dicen algo en su idioma que no comprendo. Me sacuden un par de mamporros en la cabeza que duelen y me humillan aún más. Está claro qué quieren. Quieren que mame la pestilente verga.
Me agarra de mis pobres cabellos y me mueve la cabeza en ese sentido por si no me había quedado claro.
La insalubre carne me entra hasta el gaznate y crece chupada a chupada dentro de mi boca. Crece con rapidez. Los viles huevos del aparecido me golpean en la barbilla ¡Qué asco!
Y mi primer asaltante no cesa de darme por el culo. Se diría que el conocimiento de que tengo el cipote de su compañero de tribu instalado en la boca le anime a hincármela con más fuerza.
¡Le está viniendo el gusto, lo noto! ¡Sí, sí! ¡Su verga me restalla en las entrañas, me suelta su lefada, sus manos se clavan en la piel desnuda de mi espalda! ¡Y suelta no sé qué palabras por su boca!
Pero a pesar de haberse corrido el maldito ladrón no se frena. Y por no frenarse, me asalta un extraño placer desde el culo hasta la punta de la polla y mancho sin posibilidades de contención, el asqueroso colchón rescatado de algún vertedero. Sí, lo mancho con un hijo de puta desconocido ensartándome sin contemplaciones y una especie de versión masculina de la más execrable bruja dibujada por el pintor sordo enchufándome su cipote en el paladar.
¡Si mamá me viera!
Sí, mamá, desde aquí quiero despedirme de ti, porque estoy convencido que en cuanto estos dos sacien sus más viles apetitos(incluidos los míos)seré hombre muerto. Y no puedo dejar de pensar en mi cuerpo inerte flotando río abajo mientras me ahogo con la polla del aparecido. Una polla que ha resultado excesiva, que nadie diría que puede poseer ningún ser humano, ningún espécimen civilizado de homo sapiens.
Lo que me hace suponer que estoy en manos de una mutación o una derivación no catalogada de la categoría homínido ¡Sí, lo sé, estoy desvariando! Pero ¿qué otra cosa me queda a las puertas de mi asesinato?
¡Oh, no, vuelven a discutir! Y este pedazo de cabrón mugriento no me la saca de la boca ni a tiros.
Por fin se retira de mi culo el primero de mis asaltantes. Siento un gran vacío cuando se separa de mí. Pero entonces, el aparecido se aparta de mi boca, se me tira encima, me abre las posaderas y, al tacto, hurga con su cipote por mi sufrida retaguardia hasta que da con el descerrajado ojete.
¡Se ríe cuando lo encuentra!
¡La madre que lo parió! ¡Qué a gusto se quedó la vil raposa que lo trajo al mundo cuando lo expulsó de sus malditas entrañas!
Había escuchado muchas reacciones hasta la fecha cuando me tentaban el culo y me la clavaban. Pero nunca se me habían reído antes de follarme. Y no le veo la gracia. No sé qué mierda tiene de gracioso tantear con una picha el lugar por donde se escapa la mierda. Que eso es el tuerto pestilente que se me ha subido encima, una mierda.
¡Ah, ah, ah!
Ha debido de oírme el pensamiento porque me acaba de meter un pollazo que… que me ha dejado casi sin aliento.¡Dios, y yo que pensaba que estaba más que dilatado después de la follada primera! ¡Este tío me va a reventar! Y se mueve sin el menor tacto. Me toma por una especie de montón de carne sin sentimientos ni sensaciones. Se me escapan varios gemidos de dolor.
¡Se ríe el hijo puta!
Me pone las vomitivas manos en la boca, me la tapa, no quiere que grite o que emita sonidos. No me deja respirar. Es agobiante. Sólo me queda que se corra lo antes posible y me deje en paz.
Pero no se corre, y noto que actúa como su compinche, que en cuanto siente que le viene, se frena y vuelta a empezar. Y así una y otra vez. Y otra. Y otra…
Mi primer asaltante se ha encendido una pava de cigarrillo. No he podido ver su rostro. Pero veo el fulgor de la brasa cuando da una calada.
Le dice algo al tuerto. Pero el tuerto, que se lo está pasando en grande en mis entrañas no le hace ni caso. Y el muy cabrón empieza a respirar como si le fuese a dar un síncope. De sus pulmones escapa un ruido extraño de serpiente silbante. Me agarra la cabeza para girármela mientras dice no sé qué.
¡Quiere que le bese! ¡Se va a correr y quiere que le bese! ¡Antes prefiero hundirme en un pozo de lava!
Pero le importa un huevo que yo no quiera, él si quiere. Su lengua se sapo venenoso se me cuela y me escupe su saliva cuando me encharca las entrañas con sus fluidos de seguro contaminados con cien mil virus. Y después baja las manos hasta mi sexo aún manchado con la corrida anterior. Y me lo encuentra… ¡tieso! ¡Y se ríe! ¡Vuelve a reírse!
Le dice algo al otro y el otro ¡también se ríe! Pero ¿esto qué es, el circo de los payasos de la tele?
¡Todo es doloroso en este horrible trance por el que estoy pasando! ¡Pero que se rían de que tengo la polla tiesa es insufrible!
Gimoteo por esa causa.
El tuerto me la saca y me da unas palmaditas en las nalgas, algo así como “no ha estado mal”. Sin embargo, la cosa está lejos de terminar porque mi primer asaltante se tumba otra vez junto a mí, me pone de costado y me vuelve a plantar su verga en el culo que ya soporta dos corridas. No se anda con tonterías y va directo al grano iniciando un metesaca sin preámbulos. El tuerto se ha quedado al lado, como si no quisiera perderse ningún detalle de lo que me hace su camarada. Entonces me agarra la polla y comienza a pegarme un pajote lento que poco a poco me va colocando en órbita, me vuelve loco y sin posibilidad de intervenir ni aun con una opinión aunque fuera muda.
Para asegurarse de que de mi boca no saldrá ni un suspiro, me mete otra vez su cipote de burro en ella, con el sabor de mi propio trasero, de su semen y el de su puto compinche.
Y no para de reírse. Y si me retuerzo, ya no sé si de dolor o de placer, aún se ríe más.
No sé el tiempo que llevo en esta tortura, he perdido la noción. Parece que todo ha quedado suspendido a mi alrededor, que el mundo consiste en la peste de los dos individuos que se están dando un festín venéreo con mi cuerpo. Que la existencia se reduce a que me llenen de lefa el culo y la boca, que mi sitio está sobre un colchón rescatado de un vertedero. Y la risa de hiena de un tiñoso tuerto que habla una lengua incomprensible y que desde ahora asociaré con satán y sus promiscuos siervos.
¡Que me devuelvan la medalla de mi primera comunión! ¡Quiero volver a estar bajo la protección redentora del Niño Jesús!
¡Me corro!¡No,no,no!¡Me corro de la mano del tuerto y con las feroces enculadas de su animal compinche¡
¡Y dale con la risa!
Me saca la polla de la boca y me mete la mano manchada con mi propia lefa. Y después de que me obliga a limpiársela a lenguetazos (como un perro sumiso) me endosa otra vez su tranca hasta lo más profundo de la garganta y se le pone ahí bien tiesa, y me zarandea la cabeza, y me sacude buenos coscorrones y bofetadas hasta que me escupe una segunda corrida de su rancio y contaminado esperma.
Mi primer asaltante me agarra por las axilas y se me trinca tan cobronamente que hasta se oye cómo su carne choca con la mía.
Y, cómo no, el tuerto se ríe.
¡Me pone de los nervios que se ría!

Me parece que la cosa está lejos de terminar. Me han dejado de momento tirado en el colchón con los brazos atados con mi camisa. Están sentados en las sombras frente a mí hablando entre ellos. Puede que deliberando sobre qué hacer conmigo, si dejarme marchar o…
Fuman. Empalman pavas de cigarrillos que habrán recogido de papeleras o directamente del suelo. Y yo aquí, sintiendo cada vez con más intensidad el frío de la noche pese a los plásticos que nos cubren.
Y de repente, sucede: de junto a ellos surge una llama viva. No sé qué ha pasado, si se les ha caído una colilla encendida y ha prendido en algo que tenían guardado y que es altamente inflamable o qué. Se levantan rápido. Tratan de apagarlo. Mi primer asaltante pisotea las llamas pero empeora la situación pues se levantan con los pisotones un sinfín de pequeñas motas ardientes algunas de las cuales van a parar a los plásticos. Y los plásticos comienzan a prender. Es aterrador lo que está sucediendo delante de nuestros ojos y a una velocidad que nos desborda. Uno de los plásticos sobre todo, uno fino y de no mucha consistencia, arde como aliento de dragón, y prende los otros más densos. ¡Y el humo! Cada vez me cuesta más respirar. El aire se ha llenado de motas oscuras o incendiadas que vuelas como mariposas nocturnas a nuestro alrededor. Mis dos captores desisten, agarran lo que les urge y se largan. Yo quedo sobre el colchón, con las primeras motas incendiadas cayendo sobre mi. Tengo que hacer un esfuerzo. Aplico la poca energía que me queda y desgarro la tela de la camisa. A trompicones, descalzo y con el pantalón enganchado todavía a una de mis perneras logro escapar del escondrijo de plásticos. Cuando salgo, veo a los dos individuos que alejados, miran cómo arde lo que era su refugio. A la luz de las llamas, contemplo sus caras asustadas. Me ven, los veo. Me miran, les miro. ¡Y salen despavoridos! ¡No lo puedo creer: salen despavoridos!
¿Pero qué clase de delincuentes o lo que fueran me han tenido retenido que en cuanto se han cruzado mis ojos con los suyos han salido en desbandada como ratas asustadas?
¿Y cómo le voy a contar a nadie que he sido objeto de abusos y humillaciones por parte de dos parias sin techo y con menos coraje una niñita mimada?

Descalzo, y oliendo a plástico quemado, me apresuro a volver al coche. Por suerte, las llaves tanto de mi casa como las del propio vehículo, no llamaron la atención del asaltante y aún permanecían en el fondo de los bolsillos de mi pantalón.

Tardo en encontrar una senda que me resulte familiar. Por fin doy con una y enfilo por ella hacia donde he dejado mi utilitario. Lo veo. Abro la puerta con no poca ansiedad. Me encierro en él. Respiro. Conecto el arranque. Salgo disparado.

Cuando atravieso el puente sobre el río, veo que a lo lejos se eleva un resplandor. Y me cruzo con un coche de bomberos que circula en dirección contraria con las luces de emergencia puestas.

Llego a mi casa. Mi madre ya está acostada. Me llama. Primero me meto al baño, cojo un albornoz y me cubro con él.
Me pregunta por mi tardanza y me recrimina por no avisarla. Me hago el bebido. Me censura vivamente y hasta lloriquea.
Me parte el alma mentirle. Pero mejor así que contar la verdad.

Me ducho, me limpio como puedo. Me lavo los dientes ni sé las veces. Me enjuago ni sé el número. Me doy cremas balsámicas en el culo. Será mejor que me someta a todas las pruebas habidas para enfermedades de toda clase.

Por fin me meto en la dulzura de mi suave camita tras la cruel aventura. Al final, y pese a perder mi medalla, el Niño Jesús me ha protegido. Ya veré cómo le explico a mi madre la desaparición del recuerdo de mi primera comunión. Y tendré que ir a la policía a denunciar la pérdida de toda mi documentación y la tarjeta de débito.

Poco a poco, agotado, voy entrando en el sueño, en un túnel oscuro donde la conciencia se disuelve… ¡hasta que un mechero se enciende y veo la cara del tuerto!
¡La visión me trae de regreso del túnel del sueño! ¡Por lo más sagrado, tengo la polla tiesa! ¡Todo lo sucedido me pone la polla tiesa!
¿Qué será de mí?

Se te extrañará en el cielo

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Antes de empezar: este relato NO contiene material erótico (lo sé, soy un asco), es más una especie de cuento con un protagonista gay. Surgió porque yo también quiero tener una historia sobre la Muerte (el personaje, no la situación) como mi amada J.K. Rowling. Besos a todos, espero que les guste.

Les aviso ahorita para que no me reclamen. xD

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Se te extrañará en el cielo

Por Chikhlozho Nublada

~~~~~♥~~~~~

I

Su padre muere un miércoles. No hay fanfarrias, y muy poco se dice cuando las enfermeras se encaminan para desconectar las máquinas. Simplemente deja de respirar, su pecho asciende en una serie de suspiros cortos antes de desinflarse como un globo. Y entonces nada.

Lino ha estado esperando su muerte por semanas. Cada día ha retenido la tensión en su columna, cada vez más y más apretada, y ahora… no hay nada. Al menos debería verse la mano cadavérica de la Muerte o una emisión de luz. Algo. Se siente engañado, quiere un coro de ángeles, pero en el cuarto del hospital, oscurecido por respeto a los vivos, no hay nada. Sólo el angustiante pitido del respirador, un distante sonido metálico en la estación de las enfermeras y la respiración forzada de Lino mientras mira como su padre se va. Probablemente a ningún lugar.

El día en que su padre muere, un miércoles, la anciana viene y le dice que su madre es la siguiente. Será un accidente de avión. Su voz rasposa es tranquila, como si su profecía fuera un trato inevitable; le da palmaditas a Lino sobre el hombro y chasquea su lengua. Está usando un vestido con flores estampadas y lleva unos zapatos desgastados; su cabello brilla y es rubio con ligeros mechones plateados. Pobre niño, dice antes de salir arrastrando los pies. Lleva un bastón, y con su punta de goma golpetea un ritmo constante sobre el piso del hospital. Un rayo de luz blanca la ilumina cuando desparece.

La vuelve a ver, seis meses más tarde en el funeral de su madre, ahora utiliza el cuerpo de una niña pequeña. Sus ojos azules son inconfundiblemente los mismos, combinan con el listón de satín que ata su cabello. Ella le toma la mano, sonríe y patéticamente lo único que puede pensar es… no es miércoles.

-Mi mamá se murió también,- dice la niña. Su listón azul centellea con la luz de sol. ¿Cuándo había visto por última vez a una niña con un vestido y un listón de satín? Era algo anticuado, de eso estaba seguro. La Muerte está enlodada en el pasado, es como si le encantaran los recuerdos. Los fantasmas caminan por su capucha. Había olvidado esa parte.

-Eres tú,- dice vacío. Había escuchado el sonido de su bastón por semanas después de la muerte de su padre.- Sé que eres tú, aunque luces diferente.

La pequeña ladea su cabeza y se rasca la nariz. La niña que le agarra la mano es sólo eso… una niña. No la Muerte. Pero entonces ella suelta risitas, con su boca escondida detrás de su mano y le confirma su suposición.

-Pobre niño. Espero no haberte asustado.

Lino ahoga una risa quebradiza.

-Me asustaste un poquito, la verdad. Creo que no te puedo mentir.

-No. Niño listo.

-Deja de llamarme así.- La realidad gira a sus lados. Su madre está dentro de una caja – de pino, porque esta vez no pudo pagar algo más caro – las pocas personas que vienen al funeral piensan que es una basura como hijo. Añadir que está loco a los rumores no le ayudará en nada.

La niña profeta con el listón de satín sonríe tristemente con los labios apretados.

-Lo siento, Lino.- Aprieta su mano con sus dedos helados. Su piel se siente seca y desgastada, pero la de ella es muy suave. Piel de niños, decía su madre.

Lino mira a la derecha y a la izquierda. Los pocos amigos de su madre han hecho un semicírculo alrededor de su tumba. Como los niños de la escuela, se agrupan. Las señoras del club de tenis hacen guardia en la cabecera del ataúd, cubiertas con los vestidos negros que siempre utilizan cuando alguien muere. Una de ellas se limpia la nariz con un pañuelo de encaje. Su bordado combina con el vestido, aunque el pañuelo es de un color negro más brillante. Nunca se había percatado de todos los tonos que existían para el dolor, pero a las mujeres mayores les encanta llorar. Casi tanto como las niñas en vestidos con listones de satín.

-¿Ellos pueden verte?

-Algunos. Tal vez.- Las puntas del listón vuelan sobre su cara. Se está desatando y un delgado hilo se arrastra sobre su mejilla antes de aterrizar en la solapa del traje de Lino. Su traje negro. Su único traje.

-Es que pueden desconfiar. Eres una niña.- Tartamudea Lino en voz baja.- Mi mamá no conocía a niños.- Se jala la corbata.- No le gustaban.

-Bueno, le gustó uno, ¿no?

Tal vez. Esa posibilidad casi le hace llorar.

-Mi padre me quería más,- dice. Su respuesta es brusca y atrae algunas miradas, así que baja la cara y se limpia unas lágrimas imaginarias hasta que la atención regresa a donde pertenece. Con la muerta.

-Ya lo sé,- dice la niña. Por primera vez Lino ve que sostiene una rosa amarilla. La hace girar entre sus manitas y no puede evitar hacer una mueca de dolor cuando su suave piel se lastima con las espinas. Parece que no siente nada.- Te estás muriendo Lino.

Sabía que estaba enfermo, pero…

-Me lo suponía.

Las señoras han comenzado a irse, cada una ha arrojado una flor escarlata sobre el ataúd antes de caminar tropezando sobre el césped seco del cementerio, con sus paraguas negros para protegerse del sol. Lino aprieta la flor en su puño contra su pecho. Los otros piensan que es por el dolor, y afortunadamente lo dejan solo. Nadie mira a la niña que está a su lado.

-¿Cómo voy a morir?- pregunta, y luego se lleva una mano a la boca antes de que un sollozo se le escape.

No quiere morir.

-El treinta de abril,- dice ella. Lino suelta un grito apagado, no tanto por su respuesta sino por su voz, ya no es la de una niña pequeña, es la voz rasposa de la mujer del hospital. Lino la mira fijamente, tiene el cabello derramado sobre sus hombros.

-Eres un niño bueno, Lino.

Consuelo, pero es muy poco y es demasiado tarde. No es su madre la que habla, sólo la muerte disfrazada.

-¿Mamá?

-Que descanse en paz,- dice la niña.

II

El dueño de los Tres Hermanos tiene un estante con rosas amarillas. De ahí toman ramos de tres flores y los ponen en jarrones de cristal en cada mesa. Es apropiado; los componentes amarillos, las pinturas de aceite color ocre, el chocolate oscuro y el tono miel de los azulejos. Todos esos colores le recuerdan a su muerte en un solo lugar, lo acercan cada vez más a perder la razón. Le quedan veintiocho días.

Teri juega con su copa hasta que está centrada sobre su servilleta.

-No te vas a morir el treinta de abril.

Lino niega con su cabeza.

-No estuviste ahí.

-Lo siento mucho.- Pero en realidad no lo siente. Ella odiaba a su madre. El ventilador que gira sobre su mesa le despeina el cabello lacio y ella lo acomoda, frunciendo el ceño a los remos con forma de pétalos.- ¿Acaso no tienen aire acondicionado? Me estoy fastidiando.

Lino bebe un poco de agua antes de asentir con la cabeza. ‘Fastidiada’ es el humor de Teri por defecto, pero lleva por lo menos quince kilogramos de ropa encima. No puede ser cómodo.

-Escucha, Lino,- dice bebiendo vino.- Nadie se siente totalmente cuerdo después de perder a sus dos papás en menos de seis meses. Tienes permitido tener alucinaciones. Demonios, creo que es necesario.

Lino mastica su ensalada y mira al ventilador.

-Entiendo que te sientes fatalista… obsesionado, pero cariño, la Muerte no se presentó en la tumba de tu madre ni te asignó una fecha de caducidad.

Un mesero retira el plato vacío de Lino mientras él unta mantequilla en un panecillo. Sus hombros se rozan, pero después el toque desaparece.

Teri suelta una risita.

-Ese chico está coqueteando contigo.

-No estoy ciego, Teri.

-Me abstengo de decir lo que realmente pienso que eres entonces, y te pregunto ¿cuál es tu maldito problema? No todos los días recibes ofertas de un chico tan atractivo.

-¿Podemos cambiar de tema?

-Siempre que no sea el de tu muerte inminente.- Mueve sus dedos condescendientemente, ignorando como su sopa de crema de espárragos gotea de su cuchara hacia el mantel.- Es espeluznante.

-Es difícil concentrarme en nada más.

-Oh, está bien.- Lanza su cuchara a un lado, un poco dramática considerando que su plato está vacío y se reclina en su silla. Lino aparta sus ojos cuando su blusa se abre a través de su pecho.- Te estás muriendo. Te voy a extrañar. Has sido un buen amigo, aunque un poco cínico y amargado. ¿Cuál es tu plan? ¿Viajar por el mundo? ¿Escalar el monte Everest? ¿Estrechar la mano de la reina? Y me refiero a la de Inglaterra.

-Mierda, no.

El mesero regresa con su comida. Pescado horneado para Lino. Y un filete tibio para Teri. Ella corta la carne sin ningún preámbulo y un poco de sangre se desparrama sobre el plato, chapoteando alrededor de la papa horneada.

-¿No? Entonces ilumíname. ¿Cómo piensa el gran Lino Ferreira pasar los últimos días de su vida?

-Me voy a ir por ahí.

-¿A las vegas?

-Todavía no lo decido.

Teri bufa, casi ahogándose con su filete. Con un suspiro Lino admite:

-Voy a ir a un pequeño pueblo que está al sur de Nublada. Y cuando llegue ahí, no voy a hacer nada. Absolutamente nada.- Llena su tenedor de pescado y lo unta con mantequilla. Está masticando cuando el mesero regresa para preguntarles si necesitan algo más. Lino le dice que no con un movimiento de su mano.- En serio, Teri. ¿Sabes lo que le pasa a las personas que van a buscar su felicidad antes de morir? Se dan cuenta de que nada es como pensaron que sería.

Teri inclina su cabeza a un lado.

-¿Escuchas eso? Es el sonido de un millón de corazones rompiéndose.

-Se dan cuenta que Disney World es sólo pintura y plástico, que la torre Eiffel no es más que un montón de fierro, y que la celebridad que siempre admiraron tiene mal aliento y un hijo adicto a la heroína.- Lino se ríe, incluso aunque está temblando con sus propias palabras. Agarra su copa casi vacía y sorbe lo que puede a través del hielo. El mesero se la llena en el momento en que la deja sobre la mesa. Esta vez ya no lo toca accidentalmente. Lino agarra su cuchillo como si fuera una lanza de caza, pero la mantequilla se ha coagulado en una masa viscosa alrededor del pescado, no cree que pueda probar un bocado más.

Teri lo estudia mientras mastica un gran trozo de carne casi cruda.

-Vale, no me entiendas mal pero…

-No voy ir a ningún psiquiatra.

-Te dije que no me entendieras mal.- Suspira. Por primera vez en ese día sus ojos se conectan.- Al menos dime que no vas a estar solo.

-Oh, Teri.- Le toma la mano a través de la mesa. Ha sido una buena amiga.- Quiero estar solo. ¿Un hombre a punto de morir no debería obtener lo que desea?

III

El vecino de su madre, Julio, ha poseído un gato negro llamado Salem por treinta y seis años. Cuando un Salem muere, otro aparece, y reemplaza al fantasma de un animal que ya está muerto. Lino solía pensar que era algo triste. Ahora se pregunta si Julio es una especie de genio.

Este Salem es diferente al de hace cinco años, la última vez que fue de visita. Una mancha blanca a través de su pecho empaña su pelaje negro y liso, y su miau es más suave. Sin embargo se mueve como cualquier gato viejo. Lino frunce el ceño ante los pelos negros que el gato deja en sus pantalones cuando se frota entre sus piernas.

-¡Salem!- Julio chasquea los dedos.- Deja a Lino en paz.- Lo empuja con su bastón y el gato se va corriendo.- Llevo más de treinta años gritándole que no se frote contra la gente de esa manera. Ese maldito gato nunca aprende.

Salem se sienta debajo de la mesa de su madre y los mira fijamente. Cuando Lino se sacude los pantalones los pelos del gato se quedan pegados a su mano.

-No se preocupe, señor Julio.

Los ladrillos de las paredes en el patio de su madre están cubiertos con hierbas por todos lados. Lino sabe que hay una estatua de un ángel a la mitad del patio, pero ha sido completamente tragada por las enredaderas. Ahora solamente se ven los dedos de las manos extendidas a los lados, con las palmas levantadas hacia el cielo, son lo único visible a través del follaje. Un poco más allá hay una valla blanca que separa el patio del señor Julio. El de él está vacío, el de ella está cubierto de flores y hierbas. La humedad mezcla sus olores en un perfume espeso que hace que los ojos de Lino lloren.

-Hace demasiado calor para ser abril,- dice Julio.- Maldito calentamiento global. Querías verme para arreglar lo de la casa, ¿correcto?

Lino parpadea. Julio es más que un reencarnador de gatos, también puede leer las mentes.

-Sí, a eso vine. ¿La quiere?

-¿Eh?

-Que si quiere la casa.- Los pies de Lino se entierran a las flores de su madre.- Ya está pagada.

Julio se acomoda la dentadura con la lengua.

-¿Cómo?

-Dije que si la quiere, yo no.- Lino sabe que no podría sonar más irrespetuoso hacia el legado de su madre. Pensaba que su muerte iba a borrar su amargura; Teri decía que a veces así funcionaba. En cambio Lino escucha su voz en cada habitación. Fracasado, dice la casa. Perezoso. Desagradecido. Maricón.

Por educación le pregunta a Julio, pero si se niega Lino la dejará abandonada, con las puertas y ventanas abiertas. Los fantasmas eran bienvenidos. No necesita dinero a donde va.

-No.- Julio niega enérgicamente con la cabeza, como si la pregunta de Lino fueran gotas de lluvia heladas que está desesperado por sacudirse.- Yo no la quiero. Dónala a la caridad. Deja que la arreglen y la conviertan en algún orfanato.

¿Donarla? Eso tiene cierto atractivo. Podría ofrecerla a la comunidad LGBT local. De repente sonríe tan fuerte que su mandíbula le duele. Eso sí sería poético.

Lino reza: Querido Dios, si hay vida después de la muerte, por favor deja que mi madre vea a su amada casa ser habitada por homosexuales. Amén.

-Oh genial,- resopla y se dobla con su risa.

-¿Estás bien Lino?- Las cejas espesas de Julio se juntan sobre su frente y se inclina hacia adelante buscando la mirada de Lino.

-Estoy perfecto. No se preocupe,- dice Lino mientras se endereza, frotando sus ojos.- Que buena idea, señor Julio. Muy buena.

-Dásela a los necesitados.- Julio tienta a Salem con la punta de su bastón hasta que el gato salta y aterriza sobre su brazos con un giro elegante.- Si no la quieres, es lo mejor que puedes hacer por nuestro Señor.

-Entonces lo haré.

No hay mucho que decir después de eso. Se despiden sin mucho entusiasmo. Lino le ofrece la mano y Julio la toma. Y la agita débilmente.

-Eres un buen chico, Lino. Siempre se lo dije a tu madre.

-¿Y ella qué le contestaba?

-Bueno.- Julio le chasquea la lengua a Salem y él se va corriendo y salta la valla para ir a su casa.- Bueno. Pues buena suerte.

Buena suerte y adiós, piensa Lino.

Julio se toca la frente con dos dedos simulando un saludo y se mete a su casa. Cuando Lino entra a la sala huele como a libros viejos y a sábanas que nunca han sido cambiadas. Se queda para telefonear a su abogado y decirle sus planes con la propiedad. Y entonces escapa por la puerta principal y a través del jardín con hierba crecida.

En la esquina de la calle saca la llave de la casa de su chaqueta y la tira dentro de una coladera. Solamente se queda con una llave, la de su auto, y también planea deshacerse de ella en cuanto llegue al pueblo, dejando este mundo exactamente como llegó. Sin nada.

Escucha que la llave cae en un charco al fondo de la alcantarilla y se hunde.

Adiós, mamá.

IV

Un día antes de su muerte se detiene de camino al pueblo por gasolina. Al lado de la bomba de combustible hay un pequeño restaurante, sobre la puerta de entrada hay un rectángulo oxidado cubierto con luces de neón. La N en DINER está oscura; las otras brillan intermitentemente con un color azul eléctrico. Las luces de la máquina de discos y del techo resplandecen a través de las ventanas mugrientas, y una campana atada a una cuerda amarilla cuelga sobre la puerta. Campanea al menos una docena de veces mientras Lino llena su tanque. Gira su mirada alrededor y escanea el estacionamiento. Está vacío. La bomba gorgotea y la brisa lleva el olor de tocino quemado, pero no hay nadie.

La campana vuelve a sonar.

-Vale,- dice Lino.- Ya te escuché.

La puerta está atascada y Lino la empuja con su hombro. La campana suena salvajemente colgando de su cuerda.

-Cariño, estoy en casa,- grita antes de arrastrarse y sentarse en un pequeño banco a la mitad de la barra. No le gusta el silencio así que mete unas monedas en la máquina de discos y elige una canción al azar.

-Muy bien,- dice con acento arrastrado y tararea a canción.

-¿Te sirvo café?

-Té, por favor.- Odia el café, ¿no debería de saberlo la Muerte? Golpetea el suelo con su talón y mira por la ventana. No va a mirarla.

-Aquí tienes. Te traje algo un poquito más fuerte. Parece que estás a punto de dormirte.- Una taza con un líquido transparente salta a su vista, y por Dios, esa voz… Lino voltea.

-¿Te gusta cómo me veo?- La Muerte hace una pirueta.

-Sí.- En un principio le gusta; el hombre que está al otro lado de la barra es la imagen de sus fantasías. Excepto por sus ojos azules.- ¿Por qué no te sientas?

-Por supuesto.- El mesero salta la barra, sus vaqueros están ajustados obscenamente sobre su entrepierna, como en los sueños de Lino. El chico garabatea algo sobre un pequeño papel y se lo pasa.- Ten, te lo regalo.

-¿Es tu teléfono?

-No tengo teléfono.- El hombre busca en el bolsillo de su camisa y saca un cigarrillo.- ¿Tienes fuego?

-No, lo siento.- Lino ignora la nota.- ¿Qué tienes para comer?

-Hamburguesas de queso y huevos con tocino. Pero saben a mierda.- El hombre desliza el cigarrillo detrás de su oreja y engancha un brazo por detrás del respaldo de su silla. La playera se estira a través de su pecho marcando los pezones. Su voz es masculina como Lino siempre imaginó. Su entrepierna se siente rara y Lino siente miedo.

-Bueno, Lino,- dice el hombre.- ¿Ya te quieres morir?

-Quiero una hamburguesa, pero sin queso. ¿Y lo dices en serio? ¿Quién querría morir?- Su voz es demasiado alta, pero no hay nadie alrededor que lo recrimine. A las once de la noche ningún restaurante tiene clientes.

-Muchas personas desean la muerte.

-Yo no.- Lino se toma un trago del contenido de su tasa.- ¿De qué se trata esto? ¿Vienes a negociar conmigo?

El hombre se estremece.

-Odio negociar. Además no lo tengo permitido, es una regla. Sólo pensé que necesitabas un pequeño descanso de la carretera. Los caminos de por aquí te hipnotizan. Son demasiado largos y rectos y planos. Es fácil quedarse dormido al volante.- Mueve la mano y la máquina de discos vuelve a funcionar. The Eternal.- Me fascina Joy Division.

-Estoy bien. No me siento cansado.

-Si tú lo dices. Oye, estuvo genial lo que hiciste con la casa de tu mamá. No creí que fueras así.

Lino resopla.

-Hoy no tienes una agenda muy ocupada, ¿verdad?- La mano del hombre se cuela por debajo de la barra y le acaricia la pierna.- ¿Alguna vez descansas? Y tienes que estar de broma.- Su erección se mueve contra la mano.- No…

-Shh.- El hombre agita la mano, la que no está ocupada.- No le tomes importancia al señor cocinero.

-¿Por qué lo estás haciendo?

La mano acelera y desacelera sin ningún patrón aparente.

-No puedes ser tan egoísta,- dice el hombre.- Todo el mundo muere.

-Pero así no. Nadie se los advierte, ni los- masturba- visita la Muerte.

-Ah, tú sí que sabes apagar el momento.- El hombre retira su mano y la ropa interior regresa a su lugar. Da golpecitos a la nota y se levanta de la silla.- Conduce con cuidado, Lino.- Vuelve a saltar sobre la barra y entra por las puertas oscilantes de la cocina.- ¡Hey Martín! Haz una hamburguesa de queso, pero sin queso.

Lino corre a toda velocidad a su auto.

A diez kilómetros del restaurante se encuentra con un embotellamiento. Los dos carriles de la autopista están llenos y tiene como un kilómetro de largo, hay las luces a lo largo del camino, y Lino se siente estancado en un mar de calma. Una fiesta improvisada se organiza dos autos más adelante. Alguien ha abierto una hielera con comida y bebidas, y en un latido de corazón las personas comienzan a hablar de un accidente automovilístico, mientras las ambulancias pasan a toda velocidad a su lado, chispeando sobre la gravilla.

Lino sale de su auto, a su lado hay un camión y el conductor habla por la radio.

-¿Fue muy serio?

-Espere.- El camionero sigue hablando.- Parece que sí. Una señora se pasó la línea y golpeó a un montón de carros que venían en la dirección contraria.

-¿Acaba de pasar?

-No, fue hace como quince o veinte minutos. Se quedó dormida al volante, es lo que dicen. Estúpida perra.- Un hilo de saliva vuelva de sus labios y aterriza en el suelo.- Cuando estás cansado, te sales de la carretera. ¿Cuándo va a aprender la pinche gente?

Dentro de su auto todo es calma. Sus ventanas entintadas pintan al mundo exterior de un color gris, como si estuviera a punto de llover, aunque no hay ni una nube en el cielo. Lino se sienta y hace algunos cálculos en su cabeza. Quince o veinte minutos.

En el asiento del pasajero está la nota, todavía no la ha leído, porque teme que diga algo como ¡estás muerto, pendejo! o nos vemos en unos minutos. Ahora la curiosidad puede más que su temor. Toma el papel con las puntas de sus dedos y entonces la abre.

Te salvé, dice.

~~~~~♥~~~~~

Finite Incantatem

~~~~~♥~~~~~

Agradecimientos: JAlex [gracias por tu wow-comentario en ‘Actitudes incestuosas’, gracias por comentar querido, espero que te sigan gustando las cosas que vaya publicando :3 ] Milo [hola querido Milo, pues me alegra que el final haya sido inesperado, en un principio pensé en hacer finales que algunos lectores me habían mencionado, pero creí que no sería correcto robarles las ideas así que hice algo que había pensado desde el principio, crear un universo alternativo, espero haberlo logrado :) ] Lolmax [gracias cariño, no creo llegar a ser un escritor profesional, pero si quiero publicar un libro, espero que lo compren ;) ] Nate [mi querido! C: me encanta que te gusten tanto mis personajes, espero hacerte sonreír por mucho tiempo más] Mhinos [también tengo mi lado guarro ;) ] Ella [hola nena, que buena eres conmigo ^_^ tal vez mis relatos no son perfectos, pero si escribo las situaciones que me encantarían vivir o presenciar, gracias y muchos besos] sazayel [hola cariño, el relato ‘La dosis perfecta’ es de un solo capítulo, no hay continuación, lo siento] Romantico Guarro [hola nene, si me llega la inspiración escribiré como se conocieron Elías y Bruno, esos dos me encantaron, besos] elbotiija10 [espero nunca decepcionarlos con algo que escriba, aunque no sé, los autores siempre tenemos fallos, muchos besos querido] Zoele [ *se convierte en padrino mágico* ¿cuál es tu deseo pequeña?]

Por cierto, estoy escribiendo una historia que se sitúa en el mismo pueblo de ‘Hay ruido bajo la cama otra vez’ (o sea, Mil Árboles)… una amiga me retó a escribir un relato que tuviera TODOS los clichés de una película de amor adolescente, y ya casi la termino, pero necesito lectores de prueba. Mándame un correo electrónico si te interesa. :3

Saludos y gracias por leer.


Mamada mañanera

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Esa mañana me levanté bastante salido. Me apetecía descargar, así que con el rabo duro me metí en un chat y escribí lo que buscaba: “Alguno que se venga a mi casa, me la chupe y se pire”. Así de fácil. Entre varios que respondieron, había un hombre de 35 años, 175cm, 70kg, moreno, con ganas de mamar. Hablamos, le di mi dirección y me dijo que estaría en mi casa en media hora.

Cuando había pasado ya casi una hora asumí que esa mañana sólo iba a poder descargar las pelotas pajeándome, porque el tío no había llegado, en ese chat no había nadie que me interesara y de las personas con las que quedo de vez en cuando para dar de mamar o follar, no podía quedar nadie.

Sonó el portero. Fui a la ventana de la cocina, desde la que se ve la entrada de mi bloque, y vi a un chaval moreno, con una mochila. Fui al portero rápidamente y le abrí sin decir nada. Abrí la puerta cuando estaba subiendo las escaleras.

Cuando entró cerré la puerta y nos quedamos justo al lado de ésta, en un pequeño vestíbulo.

-Te has retrasado, tío.

-Ya, perdona, es que aparcar por aquí es imposible.

Él se arrodilló mientras yo permanecía de pie. Lo veía con intención de pajear y chupar por encima de los calzoncillos. Como tenía ganas de que se pusiera a mamar directamente, me desabroché los vaqueros y me bajé los calzoncillos, dejando al aire mi polla flácida. La verdad es que esa era la primera vez que me iban a hacer una mamada y no se me había puesto al menos, morcillona. El tío, salido, se metió mi polla en la boca fácilmente, y tiró de mis pantalones y calzoncillos hasta dejarlos a la altura de mis tobillos.

Empezó un movimiento de cabeza hacia delante y hacia atrás, mientras notaba cómo mi polla crecía dentro de su boca. Cuando mi polla estuvo totalmente empalmada, noté sus dientes.

-Joder, tío, los dientes. Ten cuidado.

Al principio no se la metía entera en la boca, hasta que le empujé la cabeza hacia delante y le cupo entera. El muy cabrón se metía mi polla hasta la base como si no le costase trabajo.

Al poco, se centró en el capullo: le pasaba la lengua, se lo metía en la boca y lo estrujaba como una verdadera puta. En ese momento me temblaron las piernas, no lo podía controlar. El cabrón me estaba haciendo una de las mejores mamadas de mi vida y apenas acababa de empezar.

-Puf… pensé que ya no venías.

Hizo un pequeño gesto, pero no me respondió, y creo que era porque no quería sacar mi polla de su boca. Tenía pinta de ser una maricona con muchas ganas de mamar.

Al rato volvió con el mete-saca. Me gusta llevar el control y sentir que domino la situación, así que de vez en cuando, cuando el tío tenía mi polla entera en la boca, lo agarraba por la nuca con las dos manos, hasta que empezaba a hacer aspavientos porque se ahogaba. Me gustaba ver cómo forcejeaba unos segundos, hasta que le soltaba la cabeza y se apartaba de mi polla con la boca totalmente abierta para respirar, dejando hilos de baba desde su boca hasta mi rabo.

Ver a alguien mamando y soltando saliva y babas es algo que me excita muchísimo.

Comenzó de nuevo su movimiento de cabeza.

-Joder, descapúllala bien, y ve más rápido.

Entonces la agarró con una mano por la base, dejando el capullo totalmente descubierto y empezó a metérsela entera en la boca, metiendola y sacándola a buen ritmo.

Pero, como he dicho, me gusta llevar el control, así que le agarré la cabeza con las dos manos y empecé a follarme su boca con un ritmo muy rápido. Movía su cabeza a mi antojo, hacia delante y hacia atrás, mientras notaba sus dientes. El chaval parecía un muñeco: miraba hacia abajo y lo veía de rodillas, y no sé si era por la excitación del momento o por la velocidad a la que movía su cabeza, pero no conseguía ver su cara nítidamente.

Hasta el momento, había sido el único que no se había quejado de mis maneras algo brutas.

-Joder, tío, los dientes. Ten cuidado -le repetí.

El hombre no hablaba, simplemente mamaba mi polla.

Pensé que una putita así no se encontraba todos los días.

-¿Te has traído condones? Por si quieres que te folle.

-No, tío, no me he traído, y paso de hacerlo a pelo.

-Ya, yo también, por eso te he preguntado -le respondí.

Y siguió con esa estupenda mamada, de rodillas, mientras de vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba. Creo que le ponía verme de pie, con cara de placer y mi polla en su boca.

Al rato noté que me iba a correr, así que me aparté un poco y le dije que se esperara un momento.

El tío estaba de rodillas, casi asfixiado, con la mirada en mi polla palpitante.

Me empecé a pajear y me acerqué de nuevo a él. Le agarré la cabeza y se la bajé, dejando claro lo que quería: el tío lo entendió y se puso a comerme las pelotas mientras yo me pajeaba al lado de su cara. Los lamía y se los metía en la boca, succionando mis cojones peludos, ya que hacía tiempo que no me los depilaba.

Al poco rato le aparté la cara de mis pelotas y se puso a mamar de nuevo, mientras yo me apoyaba en sus hombros.

-Tío, los dientes, joder.

Mostré la intención de escupirle y el puto sumismo, de rodillas, abrió la boca para recibir mi lapo. Volví a meterle el rabo en la boca y empecé a mover de nuevo su cabeza adelante y atrás, mientras de vez en cuando le soltaba algún escupitajo en su boca, en mi rabo o en su cara, simplemente por morbo, y él los recibía encantado.

De nuevo noté las ganas de correrme, así que volví a separarme de esa boca durante unos segundos.

Me volvía a acercar pajeándome, agarré su mano y la puse en mi polla. El tío empezó a pajearme mientras me volvía a comer los cojones.

De nuevo, lo aparté. Él sacó la lengua y yo empecé a darle pequeños golpes en ella con mi polla. También le di con mi polla en la cara y se la metí por los dos lados de la boca para notar mi rabo a través de sus mejillas.

Le eché un lapo y lo puse a mamar otra vez. Chupaba de puta madre, lo único que me resultaba algo molesto eran los dientes, aunque con el calentón del momento tampoco me importaba mucho, incluso me molaba. De vez en cuando le pegaba bofetadas no muy fuertes.

-Escupe tú -le dije.

El tío escupió en mi polla, pero estaba casi sin saliva.

-Escupe -le ordené.

El tío volvió a escupir a mi polla con fuerza unas cuantas veces, manchándome un poco los muslos.

Después de un rato mamando noté que me iba a correr, y ya me había aguantado dos veces. Esta vez me correría en su boca sin avisarlo.

Así, mientras sujetaba y movía su cabeza fuertemente hacia delante y hacia atrás, llegó la corrida. Con mi polla completamente enterrada en su boca, empecé a lefarle la boca y paré de mover su cabeza, aunque seguí sujetándosela los segundos que duró la descarga. Yo bufaba, en éxtasis.

Cuando terminé de eyacular se apartó y entre mi rabo y su cara vi esos hilos de babas que tanto me ponen, algunos de un color rojizo, ya que el muy hijo de puta me había hecho pequeñas heridas con los dientes en el tronco del rabo. Pero la verdad es que me puso mucho pensar que de la intensidad de la mamada me había hecho rasguños.

Volvió a meterse mi rabo por completo en su boca para terminar de sacar la leche que quedara. En ese momento no pude evitar poner los ojos en blanco, abrir la boca como un gilipollas y apoyar mis manos en sus hombros.

Definitivamente, había sido una de las mejores mamadas que me habían hecho, y uno de los mejores orgasmos.

El tío se levantó, sacó un pañuelo de su bolsillo y se limpió los restos de saliva, babas, algo de sangre y semen que tenía por toda la cara.

-¿Quieres otro pañuelo? -le pregunté.

-No, tío, gracias, tengo -dijo-. Por cierto, otro día nos llamamos y me pegas una buena follada.

-Claro, tío.

El tío salió de mi casa y bajó las escaleras aún limpiándose la cara. Después caí en que no nos habíamos dado los números de móvil. También me quedé pensando en lo absurdo de no querer follar sin condón pero tragarse mi lefa sin rechistar.

Lo único que no ha sido bueno de esa mamada es que el muy cabrón me ha dejado una heridas pequeñas que tardarán unos cuantos días en curarse.

De lujo 7.5 (Interludio: amor fraternal)

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Nota de la autora

¡Criaturas!

Estoy de vuelta. Sí, he tardado un poco más (todavía), pero hice algunas modificaciones en el capítulo, y he necesitado algo de tiempo para poner en claro mis ideas. Éste capítulo se me ha atragantado de una forma terrible. No me puedo creer que esté acabado, de hecho, pero lo está, y yo no puedo ser más feliz ahora mismo. Espero que alguno de vosotros haya decidido esperarme, porque si no vaya esfuerzo más fútil *risas*.

Quería agradecer un millón y medio de veces los comentarios que me dejasteis en la nota aclaratoria y los emails recibidos. No sé muy bien cómo expresar mi inmensa gratitud, porque son unas horas intempestivas y yo he dormido unas dos o tres. Aun así, muchas gracias. Por esperar, si es que seguís ahí, y por el apoyo que me brindáis. Sigo estando segura de que no lo merezco en absoluto.

En cuanto al capítulo siete, éste es el final del interludio de Sacha. Es uno de mis personajes favoritos, así que me ha gustado mucho desvelar algunos de sus secretos, pero también es uno de los que más me cuesta escribir. Ojalá os guste, en serio. Me haría todavía más feliz *corazón*.

P.D. Algunas cositas. Por si acaso, querría aclarar que Kolia es el diminutivo del nombre ruso Nikolay, al igual que Sacha lo es de Aleksandr. En Rusia es muy común llamar a la gente cercana por su diminutivo (más o menos igual que ocurre en España con ciertos nombres). Por otro lado, suka (o Сука -no sé si saldrán los caracteres rusos, pero así aparece en el texto-), es un insulto; y drochila es la forma de decir “pajillero” en ruso.

Hechas las aclaraciones, me llena de satisfacción dejaros con la segunda parte del capítulo siete *sonrisa inmensa*

2ª PARTE

Sacha vuelve al cuarto de la Jaula arrastrando los pies. Una vez diluida la escasa emoción del sexo con herr Zimmermann, al ruso sólo le queda un poso agrio de insatisfacción que le nubla el humor, aunque peor todavía es la certeza que ha ocupado su mente tras el triste polvo y que se va afianzado a cada paso que lo acerca a su puerta.

Louis no va a venir. ¿Para qué? Sacha no tiene absolutamente nada interesante que ofrecerle a un escritor culto y serio y guay que seguramente está muy ocupado en nivel uno de la Jaula, haciendo a saber qué cosas con ese estúpido de Raymond. Ese estúpido y fascinante de Raymond.

Mierda. Cómo lo odia. Y cómo quiere evitar que Louis caiga en sus garras. La cuestión es cómo.

Las alfombras rojas del nivel cero ahogan sus pasos. En la puerta de la habitación contigua a la suya, un corrillo de mujeres en diferente grado de semidesnudez charlan animadamente, pero a pesar de lo amigo de los chismes que es Sacha, se limita a encogerse como una tortuga en su kimono y trata de abrir su puerta sin que ellas se percaten de su presencia. Lo último que le apetece ahora es que las zorras de sus compañeras de trabajo se ceben con él.

Por supuesto, las cosas no le salen como pretendía.

-Huy, Anita, mira quién es.

El tono estridente de esa voz llega hasta la materia gris de Sacha, golpea sus terminaciones nerviosas como un puñetazo y envía un calambrazo por su espina dorsal. Envarándose, él trata de responder a la señal de peligro y gira el pomo, pero es demasiado tarde: una mano empuja la puerta contra el marco y sus intenciones se esfuman con un ruido sordo. Él se queda inmóvil. Las opciones se han reducido de repente a una: bajar la cabeza y aguantar el chaparrón.

-Qué pronto vuelve la princesita de herr, ¿no?

Anita le saca casi una cabeza y media. No es que ella sea especialmente alta -el enano es Sacha-, pero el tener que mirar hacia arriba no es lo que intimida al ruso. Es el brillo maligno en los ojos de corte oriental de ella, que no encaja con su rostro marmóreo y angelical de veinteañera.

La mujer se pasa la punta de la lengua por los finos labios. Las yemas de sus dedos todavía se apoyan en la puerta, una larguísima cortina de cabello negro escurriéndose sobre el frente del picardías rosa que cubre ligeramente sus formas.

Sacha la mira de reojo. Anita es, con toda seguridad e incluso para él, la criatura más perfecta que se le ha cruzado nunca. Y aun así…

-A ver si va a ser cierto es cierto lo que se cuenta por los pasillos del nivel tres –ronronea ella, y Sacha fija la vista de nuevo en la puerta cerrada. Ni siquiera intenta empujarla. El grupo de Anita (que por cierto, ya se ha encargado de rodear al ruso como una jauría de hienas) ya debe tener noticias del desastre de la sesión con herr, y su mayor regocijo ahora, por supuesto, es hacer leña del árbol caído. Todo muy acorde con su actitud de adolescentes hijas de puta, pero él no puede hacer nada. Ya sabe que las represalias por ponerse gallito con ellas resultan en el ostracismo más absoluto. Lo descubrió por las malas, cuando todavía no era consciente del carácter depredador propio de la mayoría de trabajadores del Chat. Y ya tuvo bastante entonces, no quiere que hagan de su vida un infierno otra vez.

Así que no hay forma de evitar la humillación. Sólo encogerse y aguantar el chaparrón.

Mientras él se prepara, el grupito de tres se cierra a su alrededor. Una vez que está segura de que Sacha no va a intentar escabullirse, Anita se aparta de la puerta y se lleva una mano al pecho, fingiendo consternación.

-¿Es verdad lo que dicen, Aleksandr? ¿Que Derek ya está aburrido de venir aquí y pagar para dar placer en lugar de recibirlo? ¿Que ya está cansado de… esto? –y señala el largo flequillo rubio con un gesto despectivo, lo que provoca una cascada de risitas. Sacha aprieta los dientes y parpadea con fuerza. Los ojos están empezando a escocerle peligrosamente. Pero no por sus regodeos; a eso ya está más que acostumbrado.

Es por De…

-¿Qué pasa aquí?

La puerta abriéndose de golpe tras se carga el hilo de sus pensamientos y su equilibrio, mandándolo derecho a los brazos de alguien.

Su acosadora arruga la frente, las acólitas se inclinan hacia él. Sacha levanta la vista.

Y casi le da un pasmo.

-¿Qué pintáis vosotras aquí? -pregunta Louis, y el ruso se estremece de arriba a abajo al darse cuenta de que está en sus brazos y que el suave rumor a su espalda corresponde a la respiración del escritor.

Anita les sonríe. Es un gesto encantador, pero Louis sólo gruñe. Eso y el pelo revuelto le hacen parecer un león enfadado.

-¿Y tú? -ella sacude la cabeza, y el larguísimo cabello negro se sacude suavemente- Ay, el novato, ¿no? Ya veo que nadie te ha advertido. Deberías saber que si quieres prosperar en el Chat, lo más sensato sería volver a tu puesto de perrito faldero de Raymond. Porque aquí hay ciertas compañías con las que es mejor que no te encuentren, querido, al menos si aprecias tu vida social.

Sacha, que aún no se creía muy bien lo que estaba pasando, se queda congelado, colgando de los brazos del escritor, mientras algo desagradable y frío comienza a descender camino de su estómago. Es similar a lo que sintió con Derek y consigue desvirtuar la increíble sensación de tener a Louis sujetándolo. No quiere que estos dos tengan un enfrentamiento. No quiere que Louis termine siendo un paria como él.

Por desgracia, la originalidad no es uno de los fuertes del ruso. Tampoco es un hombre de acción, dado que la mejor idea que tiene es volver a encogerse y bajar la cabeza en espera del chaparrón.

La voz de Louis le llega enseguida, vibrando en el oído de Sacha.

-Seré el nuevo, sí, pero no idiota -inspira. Su tono es plano y firme-. Chiara me ha hablado de vosotras. ¿No sois un poco mayorcitas para seguir con el rollo de animadoras resentidas de instituto? Y lo que es peor: ¿no es una pena que en un club tan prestigioso como el Chat se den tales comportamientos? ¿Debería informar a Ava? Quizá si lo hago pueda volver a congraciarme con ella. Porque no parecía muy contenta conmigo esta mañana, ¿sabes? ¿Tú qué crees, Sacha?

El chico da un respingo al oír su nombre, pudiendo sólo parpadear en respuesta sin llegar a entender bien lo que se le ha dicho. Está demasiado ocupado mirando a su salvador con los ojillos abiertos como platos. Es vagamente consciente de que Anita está diciendo algo muy grosero, pero su cara se encuentra pegada al pecho de Louis y lo único que es capaz de escuchar con claridad los latidos rítmicos del corazón del escritor. Es un sonido intoxicante, que ahoga todo lo demás. Sacha emite un suave quejido. No recordaba cómo se siente uno cuando alguien lo tiene completamente seducido, y lo gracioso es que no entiende ni cómo ha sido. Todo ha ocurrido tan rápido que todavía está intentando asimilar lo que le ocurre.

Un estampido y Anita gritando, ahora desde el otro lado de su puerta, lo arrancan de repente del trance.

-¡Pues vaya con el muñequito hinchable de Raymond!

Louis resopla en su nuca antes de soltarlo. Al rusito se le erizan todos los pelos de la nuca. Está en su cuarto, en la Jaula. Dios. El escritor está en su cuarto.

Gritaría de emoción, pero mamá vendría y le sacaría los ojos si su radar detecta que se está saliendo de la tangente, sin olvidar que ver a Louis derrumbarse en su sofá bajo la íntima luz de la lamparita lo deja sin aliento.

Así que… ¿ahora qué?

-Ahora entiendo a qué te referías con lo de estar solo en el Chat –Louis, que no tiene ni idea del lío emocional de la cabeza de Sacha, se pasa una mano por la melena rubia. A juzgar por el nivel de despeine que lleva, ése debe ser un gesto que ha repetido mucho en lo que lleva de noche. Parece un Einstein más divino.

Sacha iba a empezar a disculparse muy atropelladamente por la mentirijilla de Chiara, pero se queda en silencio al verlo restregarse la cara, los hombros hundidos. Un dolor súbito le atraviesa el pecho.

¿Por qué parece tan derrotado? ¿Es por él?

Seguro que sí. El tonto egoísta de Sacha lo está molestando haciéndolo venir a su cuarto. ¿Y para qué? Para nada. Seguro que está perturbando el poco rato de descanso que tenga con Ray ahora que éste está ocupado en la Jaula.

Con el corazón encogido, se apresura a tomar asiento a su lado, con tanto ímpetu que casi los tira a los dos del sofá. Louis bufa algo parecido a una risa y le dice algo entre dientes, pero Sacha ni se da cuenta y, angustiado, se remueve en el sitio. Si cuando envió a Chiara de mensajera a dejar esa notita en la puerta estaba embargado por la emoción, ahora todo eso le parece estúpido e irresponsable por su parte. Algo de lo que, por supuesto, le encantaría disculparse. Y lo haría, de no ser por la tonta obsesión de su garganta a cerrarse y la tendencia de su francés a negarse a verbalizarse cada vez que levanta la vista para encontrarse con los iris azul eléctrico del escritor.

Tampoco es que ayude el hecho de que su expresión oral sea más bien mediocre incluso en ruso.

-Sacha. Eh, Sacha. Oye, ¿estás bien?

-Lo siento –gimotea él, aferrándose al brazo de Louis, los ojillos brillantes-. Soy tan molesto…

Su invitado parpadea despacio, desconcertado.

-No, qué va. No es culpa tuya que haya esa clase de inadaptadas sociales en el Chat –y levanta la mano libre para darle unas palmaditas en la cabeza-. Aunque deberías plantarles cara alguna vez. Y puede que no sea el más indicado para dar sermones, pero también tendrías que dejar de mentir compulsivamente –añade con el ceño fruncido, pero Sacha no tiene tiempo para preocuparse por eso ahora.

-No… son ellas. Es… no hacía falta que vinieras. Seguro que tienes cosas mejores que hacer y…

Aprieta los dientes. Le da demasiada rabia pensar en esas cosas mejores que hacer que pueden mantener ocupado a su adorado escritor. Esas cosas tienen colmillos brillantes y unos ojos verdes magnéticos contra los que él no puede competir. Mientras busca la forma adecuada de enmendar su error, Louis lo mira con los ojos ligeramente entornados, sin terminar de entender. Al final, y a falta de palabras, Sacha salta del sofá y tira de él.

-Te acompañaré a tu cuarto.

-¿Qué? ¡No!

El escritor lo toma de los hombros y lo hace sentarse otra vez con firmeza. De pronto se ha quedado un poco pálido. El ruso menea la cabeza y hace ademán de volver a levantarse.

-Eres muy bueno, pero no hace falta que estés aquí si no…

-No quiero volver arriba –corta el otro, sin soltar sus hombros. Sacha tuerce la cabeza-. No puedo volver a esa habitación, ¿vale? Estoy bien contigo. No sabes lo agradecido que te estoy por invitarme.

Estoy bien contigo.

Ha dicho eso, ¿no? ¿En serio lo ha dicho?

-¿De verdad quieres quedarte? –pregunta muy bajito, al tiempo que alarga la mano tímidamente para alisarle una arruguita de la camiseta.

La expresión de inquietud vuelve al rostro de Louis un instante antes de que su cara quede enterrada en las palmas de sus manos otra vez.

-Desde luego –farfulla-. Pero no sé si debería. No sería ético dejar mi trabajo y permitir que Raymond pulule por ahí a sus anchas. Ava se hará un sándwich mixto con mis tripas si se entera.

El tono resignado de Louis sorprende a Sacha, que pensaba que después de ver a su protégé en acción el novato… bueno. Se transformaría en un zombi baboso, como los demás, y se convertiría en la sombra inseparable de Raymond hasta que éste le chupara incluso el tuétano.

Pero parece ser que no. Y eso es todavía más alucinante que todas las cosas que han pasado esa noche desde que él entró en escena.

Sin poder contenerse, vuelve a abrazarse al bíceps de Louis y restriega la mejilla contra él. Que le follen a Raymond. O no, que seguramente es lo que le estén haciendo ahora mismo.

-Ray está castigado esta noche –dice, quizá con demasiada satisfacción. Louis lo despega un momento para mirarlo fijamente a la cara, haciéndole sonrojar.

-¿Cómo?

-Ava lo castigó por lo que pasó en la piscina –Sacha se escurre entre sus manos y consigue continuar con su proceso de arrumacos, temblando de emoción y sin terminar de creerse que Louis le permita hacer eso. También tiene que desviar la vista de la cara del escritor, porque su mirada lo perturba profundamente-. Ray no tiene más de tres clientes por noche, y hoy tendrá que trabajar hasta que salga el sol.

-No parece tan grave, teniendo en cuenta cómo es Raymond.

-Pregúntale mañana a su culo –replica él en mitad de una oleada de oscuro placer.

Louis suelta una suave risa y se frota un ojo. Por favor, sí que está realmente agotado. A Sacha le encantaría pedirle que se quedara a dormir, le ofrecería incluso su regazo como almohada. Menos mal que en el último momento recuerda el consejo de Chiara acerca de no parecer un acosador y se abstiene de hacer tonterías. Quizá si es perseverante eso salga directamente del escritor.

-Menos ganas tendrá de violarme entonces.

-No creo que su culo lo pare –gruñe él.

Louis suelta una suave risa y se frota un ojo. Por favor, sí que está realmente agotado. A Sacha le encantaría pedirle que se quedara a dormir, le ofrecería incluso su regazo como almohada. Menos mal que en el último momento recuerda el consejo de Chiara acerca de no parecer un acosador y se abstiene de hacer tonterías. Quizá si es perseverante eso salga directamente del escritor.

-Um… ¿Louis?

-¿Sí?

-Puedes venir aquí cuando quieras. Y, erm… siento lo de Chiara –Louis lo mira de reojo, un grueso mechón ondulado cubriéndole parte de la cara-. No quería mentirte –prosigue el ruso en tonto compungido. Lo lamenta de verdad y no, no era su intención principal. Pero estaba tan deseoso de proteger al escritor de Ray que la mentira salió sola. Era su último recurso, teniendo en cuenta su limitad capacidad verbal y lo difícil que resulta demostrar los estragos que la presencia del otro prostituto termina causando en la mayoría de los empleados y clientes del Chat que pasan demasiado tiempo en su órbita.

Louis se encoge como si le hubieran pinchado.

-¿Sabes? Yo tampoco quería hacerlo -empieza, mirándolo casi con vergüenza. Sacha tuerce la cabeza, inquisitivo-. Yo tampoco he sido del todo sincero contigo.

¿Qué? ¿Cómo?

-No soy escritor –Louis se encoge de repente, como si le hubieran pinchado, y dedica una mirada vacía a la lámpara del techo-. Bueno, no oficialmente.

-Pero…

El (no)escritor cierra los ojos.

-Sacha –corta-. Sólo quiero que sepas que seguramente no soy como tú crees. No hay un solo editor en este país que no se haya dado un gustazo metiendo mi manuscrito en una trituradora de papel. Casi prendo fuego a todo el barrio de Rivoli cuando trabajaba en un restaurante, y desde entonces toda la zona está empapelada con mi cara para que mis conciudadanos puedan reconocerme y pegarme con un palo cuando se me ocurra pasar de nuevo por ahí. No tengo dinero para alquilar una habitación siquiera, así que vivía de okupa en casa de una amiga de mi hermano hasta que ésta decidió que estorbaba más que otra cosa y me tendió una trampa para abandonarme aquí como a un anciano en una gasolinera. Y una vez en el Chat, ni siquiera…

La frase se corta abruptamente al hundir el escritor la cabeza entre los hombros con un resoplido. Sacha se tensa, pero todavía está intentando el principio de la perorata, no tiene tiempo de preocuparse por el final. En realidad, no puede siquiera centrarse en descifrar lo que pasó en Rivoli, porque Louis desvía su atención al levantarse lentamente. Con una fascinación insana, el ruso estudia los cuidados movimientos con los que Louis esquiva el caos de ropa desperdigada por el suelo, conteniendo la respiración.

La forma en que el otro sortea con sumo cuidado un par de botas verde lima, el movimiento sinuoso de sus hombros bajo la camiseta; todo en él provoca que algo se revuelva en sus entrañas con el vigor de un animal insatisfecho.

Tiembla, al mismo tiempo que ve a Louis torturando su frente a golpes contra el muro. Hasta este preciso instante, no había sido consciente de ése tirón en su estómago. No tenía ni idea de qué es exactamente lo que le atrae de Louis con tanta pasión, sólo se había dejado arrastrar alegremente por su campo magnético. Ahora sabe que lo que lo descoloca por completo es un anhelo tan profundo que lo atraviesa de parte a parte.

Le gustaría saber con exactitud qué es lo que tiene el nuevo que consigue escarbar en la memoria de Sacha para desenterrar el vívido y brillante recuerdo de Kolia. Es agradable y desgarrador al mismo tiempo.

Aunque casi siempre resulta mucho más placentero.

-No importa -susurra, de pronto justo detrás del proyecto de escritor. Desconoce cómo ha llegado hasta ahí. De todos modos, concluye que es un movimiento acertado de su subconsciente al sentir el suspiro de Louis cuando apoya las manos en su espalda.

-Ni siquiera ahora puedo olvidarlo.

El rusito desliza los largos dedos a través de los costados de Louis hasta llegar a su vientre, donde titubean un momento antes de entrelazarse, y la tensión en los músculos de su invitado parece relajarse un tanto. En el fondo, no son tan distintos. Seres de pequeñas, patéticas existencias, aferradas a un punto del pasado del que no pueden desprenderse.

Sacha roza con la nariz la camiseta de algodón. La voz de Chiara retumba en su cabeza, pero él necesita eso, necesita el contacto humano como el respirar.

Y si es con el escritor, mejor.

-Yo tampoco -dice, en apenas un suspiro, y Louis lo toma con cuidado de las muñecas y se libera de su abrazo para enfrentarse a él. El cinturón de seda que tan recatadamente se ceñía a su cintura está desaparecido en combate. No es algo que le preocupe en este momento, de todos modos.

Louis deja caer los ojos sobre su piel. Da la impresión de que su cabeza está en otra parte, lejos, y cuando al final reacciona, lo hace sólo parpadeando parsimoniosamente. Parece algo perdido, pero ¿quién no lo ha estado alguna vez?

-Yo tampoco –insiste él, justo antes de que el (no)escritor lo silencie mordiéndole los labios.

Sacha levantó con el pie un extremo de la alfombra y deslizó perezosamente la aspiradora por debajo un milisegundo antes de volverse por enésima vez hacia la puerta con gesto ansioso. Como le ocurría con el resto de tareas domésticas, detestaba hacer la limpieza, pero todavía detestaba más aguardar de brazos cruzados las largas horas que pasaba Kolia en la universidad. A falta de nada mejor que hacer (porque Sacha y los estudios habían demostrado sobradamente que no se llevaban bien), sus desastrosos intentos de cocinar o poner lavadoras le mantenían la mente ocupada.

En aquel caso, no obstante, la espera se había prolongado durante más de una semana, y el síndrome de abstinencia tenía a la cabeza de Sacha un poco trastornada. Así, por más que intentaba concentrarse en toda clase de actividades banales, siempre se terminaba descubriendo a sí mismo con la aspiradora ronroneando inútilmente en la mano, a la espera de que él despegara la vista de la ventana empapada de su apartamento.

Olvidando momentáneamente su tarea, se detuvo en mitad del salón minimalista y dedicó otra mirada angustiada al reloj.

Kolia no era la clase de personas que llegan tarde a ningún sitio. De hecho, constituía el modelo del obseso de la puntualidad británica, un responsable enfermizo en ese aspecto. Su avión, proveniente de Moscú, había tomado tierra hacía ya casi una hora y tres cuartos, y Sacha no podía entender qué era lo que estaba haciendo que se demorara tanto en llegar, pero la espera le ponía enfermo de preocupación.

Mientras rumiaba las posibilidades –que oscilaban entre un accidente termonuclear y el inicio del apocalipsis zombi-, apagó de forma casi inconsciente el aspirador y se acercó al ventanal para contemplar el tráfico de San Petersburgo, que latía incesante a sus pies.

Le gustaban las vistas. Hacía apenas dos meses que su madre les había dejado a él y a Kolia aquel espacioso ático en el mismo corazón de la ciudad, y Sacha no le encontraba ninguna pega aparte de las odiosas vecinas que les espiaban desde el bloque de enfrente y no paraban de quejarse por su “conducta indecente”. Precisamente en ese mismo momento, unos ojillos malévolos y desaprobadores estudiaban su atuendo asomados tras una espantosa cortina de girasoles. Al verla, Sacha se pegó más al cristal, para que la miopía de la vieja no le impidiera perderse nada, y articuló un claro ZORRA, los labios rozando el frío vidrio. La respuesta inmediata fue un fruncimiento de la nariz ganchuda. Сука. La muy bruja parecía una versión moderna de Baba Yaga.

Él le sacó la lengua y volvió a centrar su atención en el maremágnum de coches. El tráfico era infernal, acorde con el tiempo. Sacha no podía distinguir el de Kolia entre tantos faros y con aquella cortina de agua salpicando su cristal. Gimió. No quería ponerse histérico, pero si Kolia era un ser equilibrado, Aleksandr se acercaba de forma irremediable a la neurosis. No podía evitarlo, nunca habían pasado tanto tiempo separados.

Estaba tan concentrado en amargarse la existencia con suposiciones aciagas mientras se congelaba la mejilla contra el vidrio helado que no escuchó el chasquido de la puerta. Tampoco oyó las pesadas botas de montaña haciendo crujir el entarimado, y para cuando acertó a ver el reflejo de una figura en el cristal, ya era demasiado tarde.

Unos brazos mojados le rodearon el pecho por detrás y lo estrujaron, levantándolo del suelo y arrancándole un gritito estúpido. Al principio Sacha se quedó paralizado, el corazón encogido de terror, aunque pronto algo húmedo le rozó la oreja y una voz deliciosamente familiar acarició su oído:

-Me parece que has olvidado la ropa que va debajo del delantal.

Toda la piel desnuda de la espalda de Sacha se erizó al instante contra el abrigo empapado de su atacante. Sí, se había olvidado de ella. Intencionadamente. Pero todas las contestaciones provocadoras que había ensayado para esa situación se deshicieron como castillos de arena, sepultadas por un alivio y una emoción inmensos y absurdos.

Sólo ha sido una semana, tonto. Le recriminó una vocecita en su cabeza, y aun así no pudo evitar que el estómago le diera un vuelco cuando Kolia lo dejó en el suelo y le hizo darse la vuelta sin librarlo de su húmedo y frío abrazo.

Nikolay tenía las mejillas arreboladas y los labios agrietados por el frío, pero sonreía ampliamente mientras sujetaba a Sacha por la cintura. Él empezó a temblar, el agua traspasando la fina barrera de su delantal. Kolia pareció darse cuenta, porque se apartó un poco y le dedicó una mirada crítica, sus ojos de un gris idéntico al de los de Sacha relampagueando.

-No es un delantal muy bueno, ¿lo sabías? –arrulló, pero a juzgar por el movimiento de sus yemas por la espalda de Sacha, parecía satisfecho con el recibimiento.

Él abrió la boca, aunque no tenía en mente nada lógico que pudiera decirle. Debería estar enfadado con Kolia, tal vez, por haberle hecho pasar tan mal esos siete días de ausencia, y sin embargo no era capaz de sentir otra cosa que no fuera aquella intensa emoción sin forma ni nombre.

El pulgar del otro recorriendo su mejilla hizo que se esfumaran todas esas trivialidades. Sacha parpadeó, casi al mismo tiempo que el semblante de Kolia demudaba rápidamente. Él se revolvió y le dio la espalda enseguida. No soportaba la forma en que le retorcía el estómago aquel gesto de preocupación. Superponiéndose a la imagen nocturna de San Petersburgo, el cristal le devolvió el reflejo de su cara magullada.

A veces le sorprendía su habilidad para estropearlo todo.

-¿Todavía duele? –Kolia se acercó por detrás y volvió a rodearlo con los brazos. A pesar del gesto reconfortante, hablaba con cierta cautela. Sacha sacudió la cabeza-. Mamá preguntó por ti. Le dije que estabas enfermo, como acordamos.

Lo sabía. Ella había llamado más de veinte veces para saber cómo se encontraba en cada momento. Mentir le había hecho sentir enfermo de verdad, pero de algún modo eso se estaba convirtiendo en una faceta más de su vida.

-También la convencí para que no viniera a visitarte –Kolia se removió tras él. Sus dedos, que llevaban un rato distraídamente intentando deshacer el nudo del delantal, se detuvieron-. Sacha –murmuró-, ¿estás seguro de que no quieres…?

-¿Ella no vendrá?

Sacha oyó a Kolia aspirar con fuerza.

-No.

-Entonces está todo bien. ¿O prefieres preocuparte por ella ahora y pasar de esto?

Con un tirón resuelto, se arrancó el ridículo delantal del cuerpo y lo arrojó por encima del hombro de Kolia sin mediar más palabras. Lo último que buscaba en ese momento era pensar en su madre. Había pasado una semana a solas con el eco de la culpa retumbando en su cráneo y dando la vuelta a todos los espejos para no encontrarse con el moratón en su pómulo. Estaba cansado y desesperado. Sólo quería revolcarse con él hasta sentir que todo estaba en su sitio otra vez.

Nikolay permaneció un instante inmóvil, y Sacha llegó a temer que fuera a declinar la oferta de follárselo hasta dejarlo definitivamente tonto. Al final, Kolia apartó los restos del delantal con el pie con el ceño fruncido.

-Deberías plantearte buscar otro delantal mejor que ese –Sacha bufó indignado, los brazos cruzados sobre el pecho, y su gesto consiguió arrancarle la sonrisa definitiva a su hermano a su hermano-. Te he echado de menos.

- Pues no lo parece. Tonto –replicó él, con un mohín que Kolia se encargó de borrar de su cara estampándolo contra la ventana en un beso ansioso y torpe.

Sacha suspiró, aliviado, y agarró a su mellizo del cabello teñido para ganar estabilidad mientras éste lo aupaba. De repente, la ropa de Kolia acompañaba al delantal en el suelo y sus manos sobre la piel del rubio marcaban un extraño contraste con el frío cortante del cristal a su espalda. El chasquido de los labios marcaba el tempo desquiciado del beso y empezó a volver intrépidas a las manos de Kolia, cada vez menos centradas en sujetar a Sacha contra la ventana y más en explorar cada recoveco de su cuerpo. Aleksandr levantó la barbilla entre escalofríos y dejó que su hermano progresara lamiendo y cubriendo de besos cada centímetro de cuello y pecho.

Todo su cuerpo vibraba con necesidad, le ardía el pecho. De hecho, sentía como si un animal salvaje se revolviera y luchara por rasgarle la piel. Sujetaba la cabeza de Kolia y lo obligaba a levantarla periódicamente para meterle la lengua en la boca, jadeando entre sus labios.

Hasta que Kolia se detuvo, la mirada fija en algún punto por encima de la cabeza de Sacha.

-Ahí está.

Él se retorció para intentar ver por encima de su hombro.

-¿Q-quién?

-Baba Yaga.

Sacha gruñó una risotada y le dio un piquito cariñoso.

-Salúdala de mi parte.

En lugar de dirigirse a la mujer la mano de Kolia llegó a su entrepierna, pero él brincó y cerró de pronto las cortinas, no sin antes dedicarle un guiño a la mirona del otro edificio. Su hermano, la cabeza ligeramente ladeada en un gesto interrogativo que compartía con Aleksandr, arqueó una ceja.

-¿Qué pasa? –inquirió.

De un paso, Sacha salvó la diminuta distancia entre ellos y le tomó la cara entre las manos.

-Me acabo de dar cuenta de que la vieja seguro que se toca mirándote el culo.

-Ya.

-Pues tú eres mío y sólo yo puedo masturbarme con tu culo. O encima de él. O debajo.

Kolia rió y lo levantó en volandas.

-¿Y qué tal si me haces una demostración ahora? –propuso, y avanzó a trompicones hasta la habitación que ambos compartían con Sacha mordiéndole la oreja de manera casi feroz.

El cuarto estaba en penumbra, pero Kolia conocía el camino a la perfección y arrojó a Sacha justo al centro de la cama deshecha. El más joven rodó hasta quedar boca arriba, su cabeza rozando el borde, en el momento preciso para ver a su hermano coger algo de entre las sábanas.

A pesar de estar temblando de excitación, Sacha no pudo evitar lanzar una risita tonta cuando Kolia sacudió el objeto delante de sus ojos.

-Ya veo que te lo has estado pasando bien sin mí –dijo desde arriba, y le tiró el consolador, que Sacha atrapó al vuelo-. Drochila pervertido.

Iba a decir algo más, pero el otro empezó a lamer la silicona lila, mirándolo insolente, y aquello debió parecerle infinitamente más interesante. Cuando Sacha separó los labios para hacer envolver la punta, la polla de Nikolay ya se hundía en su mejilla.

-¿Te diviertes? –el rubio abrió la boca para que viera cómo su lengua recorría el falso glande del dildo en respuesta. El calor húmedo que desprendía el falo pegado a su mejilla lo estaba volviendo loco-. ¿No sería mejor probar con uno de verdad? ¿O prefieres que os deje a solas y vaya a machacármela delante de la ventana?

Kolia todavía tuvo que hacer fuerza para arrancarle el juguete de entre los dientes. Se dejó caer en la cama como un peso muerto y de un empellón obligó a Sacha a colocarse sobre él, mirando a su entrepierna.

El rubio se quedó a cuatro patas, maripositas rondándole el estómago al toparse con la perfecta visión de aquella polla. No es porque se tratara de su hermano mellizo ni nada, pero su pene era una obra de arte viviente. Normal que sintiera maripositas. Daban ganas de comérselo de primero, segundo y para el postre también.

-MiniKolia se alegra de verme –dijo estúpidamente, y le dio un besito en la punta-. Un montón.

Kolia resopló.

-¿Cómo no se va a alegrar, si eres su putito preferido?

Sacha dejó caer la cabeza entre los brazos para mirarlo.

-¿Ah? ¿Pero no soy el único?

-El único, el beneficiario exclusivo de MiniKolia. Y ahora come y calla.

Dicho esto, Nikolay recuperó el consolador baboseado y presionó con él el ano prieto de Sacha, quien emitió un sonido estrangulado. Preocupado, su hermano se detuvo en seco.

-¿Te hago daño? ¿Quieres que vayamos más despacio? –sugirió con voz suave y una mano que acariciaba su espalda, pero Sacha sacudió la cabeza y repasó con la lengua todo el capullo a su disposición a modo de instarlo a seguir. El suspiro que le llegó de atrás mandó un escalofrío por todo su cuerpo que se intensificó con el tacto suave de la silicona abriéndolo, invadiendo su cuerpo. Aunque intentó volver a enfrascarse en su mamada, los movimientos circulares con los que Kolia trataba de dilatar sus músculos le impedían concentrarse. Inconscientemente, arañó los muslos de Nikolay al mismo tiempo que éste terminaba de introducir el instrumento y, siempre lento y parsimonioso, retrocedía y volvía a empezar.

-K-Kolia, ah… –le sorprendió su vocecita, trémula y suplicante, como el resto de su cuerpo. El aludido no contestó inmediatamente, se entretuvo primero en sacar y probar a meter ahora un dedo junto al dildo lila-. ¡Kolia!

El oír su nombre de forma tan vehemente afectó a la polla de su hermano, que palpitaba furiosa contra la mejilla se Sacha. Él apenas la sentía, se mezclaba con el pulso furioso de su propio corazón.

-¿Qué quieres? –replicó al fin, la voz ronca, también entrecortada.

Su mano libre rodeaba el pene tieso de Sacha, pero no llegó a masturbarlo en ningún momento. Si temía que el rubio fuera a correrse con el más mínimo movimiento, estaba en lo correcto.

-A ti…

-Ya me tienes aquí –jadeó él, y sacudió un poco la cadera para golpearle con la polla en la cara.

-No… fóllame, Kolia…

Otro dedo pugnó por abrirse paso en su interior, y Sacha tuvo que cerrar los ojos. El mundo había empezado a dar vueltas a su alrededor y su sangre ardía en las venas.

-P-pídemelo.

Sacha quiso levantarse y gritar que quién era el pervertido ahora, pero eso era físicamente imposible, no con el temblor de sus extremidades.

-Por favor… Por favor, Kolia, móntame.

-¿Montarte? –Kolia ladró una risotada nerviosa-. Ni que fueras un caballo.

-Seré lo que tú quieras que sea… –gimió él en respuesta, y su amante se quedó inmóvil un segundo antes de darle la vuelta y ponerlo de espaldas otra vez como a un gatito indefenso. Otro segundo más y se encontró con la cara de Kolia frente a la suya.

-Joder –farfulló-. Joder.

Agarró el consolador y tiró de él sin llegar a sacarlo. Sacha levantó las piernas y rodeó su cuerpo, dándole espacio para que Kolia se posicionara. En un par de rápidos empellones, su hermano consiguió penetrarlo con ambas cosas. Y dolía, vaya que si dolía, pero él procuró enmascararlo bien. Su propio miembro estaba tan rígido como una barra de hierro al rojo. Y todo por aquel dolor controlado. Era el pequeño secreto de Aleksandr, lo único que lo separaba irremediablemente de Nikolay.

Kolia bombeaba con fuerza acompañando con el consolador. La mano libre se había enterrado en el pelo rubio de Sacha y lo aferraba con fuerza ciega. Su hermano pequeño culebreaba con cada embestida, mordiéndose los nudillos para no gritar y gimiendo entre dientes. Dios. No había palabras que expresaran lo mucho que había echado de menos eso.

Cansado de utilizarlo, Kolia se deshizo pronto del pene de goma y centró sus esfuerzos en el movimiento cada vez más rápido de sus caderas. Sus dedos pegajosos acariciaron la mejilla herida de Sacha, de un rosa intenso que competía con el púrpura del moratón.

-Di mi nombre –pidió en su oído, casi sin aliento.

La voz áspera por el esfuerzo de Kolia en su oreja provocó que el rubio descargara sobre su vientre en rápidos trallazos, pringándolos a ambos pero sin que le importara demasiado a ninguno.

-Nikolay –suspiró con voz desmayada, y sujetó la cara de Kolia con ambas manos mientras éste también se corría dentro de él con un quejido.

Sacha salió de la ducha con cuidado y, goteando, pasó la mano por el espejo empañado del baño. Se encogió un poco al ver su cara todavía marcada, y desvió rápidamente la vista. Después del polvo, y entre arrumacos, Kolia le había prometido que en cuanto se graduara y fuera un abogado por fin, se largarían “de aquel país de homófobos fundamentalistas” e irían a París. Sacha soñaba con la Ciudad de la Luz, pero aquellas palabras no lo hacían sentir mejor. Más que nada porque no había sido un grupo de jóvenes homófobos el que le había dejado la cara hecha un cuadro. Porque estaba mintiendo a Kolia, a su otra mitad, de quien jamás se había separado y en quien confiaba ciegamente. ¿Cómo se sentiría él si descubriera que Nikolay le hacía lo mismo que estaba haciéndole él?

El vaho había cubierto de nuevo el espejo. Suspiró. Se vistió en el cuarto de baño, sin hacer ruido y sin prestar demasiada atención a lo que se estaba poniendo, y salió arrastrándose. Kolia dormía acurrucado sobre un costado, casi sin emitir ningún sonido. Sacha cogió su gorro y se dispuso a salir de la habitación, pero al final no pudo resistirse y volvió para acariciar por última vez la cara de su hermano.

Para evitar hacer ruido, se puso las botas en el recibidor. No cogió el paraguas, aunque fuera la lluvia torrencial había arreciado. Sabía que Borya estaría esperando a la vuelta de la esquina, con el motor del coche encendido.

Justo antes de cerrar la puerta tras de sí, no obstante, se hizo una promesa.

Aquella sería la última noche que dejaba ese apartamento a hurtadillas.

El coche de Borya era un Lada de un color entre gris y negro, casi tan feo como su dueño. Aquella vez, estaba haciendo anillos con el humo del cigarrillo, que se disiparon cuando Sacha entró y se acurrucó en el asiento trasero, mojándolo todo.

El rubio vio esos ojos claros volverse hacia él por el retrovisor. Sintió náuseas. Ya ni siquiera recordaba cuánto tiempo llevaba chantajeándolo el detective.

-Llegas tarde –gruñó éste. Sacha se mordió el labio. Por norma general, llegaba tarde a todas partes, daba igual a donde fuera, menos a sus citas con Borya. Su cara era un ejemplo de lo que sucedía cuando osaba retrasarse. Él ya estaba muy cansado de ese juego.

-Borya –comenzó, haciendo un esfuerzo por ignorar el leve temblor de su voz-. Yo… no voy a venir la semana que viene. Nunca más.

Borya se volvió para mirarlo. Tenía unos ojos pequeños, porcinos. Acto seguido, lanzó una risotada que retumbó dentro del coche, pero Sacha pudo ver que la mano que sujetaba el volante tenía los nudillos blancos de apretar el volante.

Sin duda iba a ser la noche más larga de su vida.

Criminal: Naturalezas

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— ¡General!… ¡General Redford! —la delgada silueta de uno de los soldados de menor rango se movía presurosa entre la nieve semiderretida. Llevaba en la mano una lata oxidada y en el rostro la satisfacción de haber encontrado un tesoro.

Al acercarse al General, opacó un poco su entusiasmo y se irguió con solemnidad ante la figura de su superior. No importaba lo que hubiese encontrado, el protocolo debía seguirse y ése día, un lunes a finales del mes de abril, no sería la excepción.

—Señor —empezó con cautela al recibir la autorización para hablar— hemos encontrado esto al franquear uno de los almacenes de la fábrica… lo importante no es la lata en sí, sino lo que contiene…

El general Redford tomó entre sus manos el objeto que causaba tanto estupor en el soldado, agitó un poco el envase de metal y al verlo de cerca se percató de que en una de sus forzadas aberturas se asomaban lo que parecían ser unas hojas viejas de papel. Entendió de lo que se trataba, algún tipo de diario que alguna miserable alma de tantas que habían perecido allí había escrito como una de sus últimas voluntades. La prudencia que su cargo le exigía le aconsejó aparentar indiferencia, pero en el fondo sentía la misma curiosidad que el soldado que ahora lo miraba con ojos expectantes.

—Bien… —dijo en tono seco— puede usted retirarse…. y por cierto —agregó después de una pequeña pausa— si bien es cierto que la guerra ha acabado y que la gran mayoría de civiles han sido evacuados debería usted ocuparse en cosas más importantes…

El joven soldado se alejó, aunque decepcionada su curiosidad, con una sonrisa en el rostro y un paso altivo y presuntuoso, similar al de esos cachorros que se saben premiados por su amo.

Redford, por su lado, aún sentía curiosidad sobre las singulares notas. No era chismoso, faltaba más. Pero un diario encerrado en una lata era motivo de curiosidad para cualquiera. Abrió el envase y guardó los papeles en su bolsillo con la promesa de leerlos en algún momento.

Volvió a su trabajo, estaba (o más bien debía estar) muy ocupado como para pensar en algo tan trivial como aquello. Se reprendió en su fuero interno por haber considerado abrir aquel escrito en una situación como aquella. El día iba a la mitad y aún tenía cartas mortuorias por firmar, informes que redactar, suministros por los cuales debía preocuparse y soldados que alimentar. Suspiró antes de esbozar una pequeña sonrisa al recordar todas las cosas que tenía que hacer y la diligencia con la que debía realizarlas. A pesar de todo su trabajo siempre le había apasionado y ahora que el infierno que muchas personas habían vivido llegaba a su fin, él podía esmerarse aún más en ayudar a los que sobrevivieron. No había dormido muy bien en los últimos días pero eso no era impedimento para redoblar sus esfuerzos. «Esto no es nada comparado con lo que habrán sufrido estas pobres almas» se repetía cada vez que una oleada de fatiga le azotaba.

Y es que para Thomas Redford, General de la 45ª División de Infantería estadounidense, sus esfuerzos jamás habían sido suficientes. Se había enlistado en las grandes filas militares hace ya 23 años con el afán sincero de servir a su patria, su cuerpo grande y bien dotado le sirvió como carta de ingreso. Hombre elocuente y de gran sentido común había dado su vida entera al servicio; y aunque algo desmañado y torpe al momento de socializar con los demás (cosa que siempre se reprochaba), en su interior lo movía un anhelo puro por ver feliz a todo aquel que le rodeaba. Trabajaba incansablemente por ello y siempre terminaba esmerándose en sobrepasar sus propias expectativas. En fin, raro era el caso en que se encontrase sin nada más por hacer.

Aquel día no iba a ser diferente y muy pronto Redford encontró algo en qué ocuparse y, sin darse cuenta, en el transcurso del día se olvido del recién descubierto tesoro. Se sumergió de lleno en su labor y no fue sino hasta la noche, cuando hubo de retirarse a dormir, que recordó el pequeño trozo de papel manchado. Se lo enviaría a su superior la mañana siguiente a primera hora. El crepúsculo y la fatiga le indicaron que debía descansar para recuperar energías, pero estando ya en ropa interior y sabiendo que la curiosidad atormentaría su modorra, terminó por buscar y leer el dichoso conjunto de papeles.

Como imaginó, estaban escritos en situaciones precarias. Las letras, aunque escritas con esmero, parecían algo borrosas debido al elemento con el que se las escribió. Parecía ser carbón. Thomas no entendía perfectamente el alemán pero el lenguaje sencillo y la redacción pausada hacían de la carta un escrito de fácil lectura.

Varios rayos de luna se escapaban por una abertura en la tienda de campaña, bañando una fuerte y desnuda espalda y acompañando al General en su lectura.

El documento empezaba así:

“Dachau, algún día en el mes de febrero… o tal vez marzo, 1944

Madre…

Una historia como la nuestra jamás debió ser contada, pues temo que al ser conocida solo logre menguar la fé en el Gran Rabí*…

El cielo llora la amargura de todos los que han muerto hasta el día de hoy. La tierra vomita los cadáveres de cientos de inocentes, rechazando la inhumanidad de los humanos. Lo sé, lo he visto con mis propios ojos, jamás creí presenciar tanta maldad con tanta naturalidad… La cordura se escapa de mi mente poco a poco y es por esto que decido plasmar mis últimas memorias en estas hojas de papel que logré arrancarle a uno de los enormes cuadernos que los guardias protegen con celo. Por mi robo me han dado un premio de 13 latigazos, pero el saber que ahora puedo escribir mis últimas letras con este pedazo de carbón (cuyo origen no quiero imaginármelo) hace que el sacrificio no haya sido en vano…

Parece que fue ayer cuando aún podía percibir la húmeda neblina de los bosques verdes, la refrescante brisa de las montañas, el perfumado aroma en el viento después de una refrescante llovizna, las plantas, los animales y nosotros los humanos. Todos conviviendo en imperfecta armonía, pero tranquilos al fin y al cabo…

Los problemas que enfrentábamos en ese entonces ahora solo me parecen una riña de niños comparados con la actual situación. Aún así, todavía recuerdo la mirada sádica de Abbá* cuando me golpeó por escaparme de la sinagoga. Lo recuerdo perfectamente; es más, ¡cómo olvidar aquel día cuando conocí a la persona que me cambió la vida!

Todo ocurrió después de la golpiza que Abbá me propinó. Al escapar de casa no tenía muchas opciones para esconderme. Opté por un granero que estaba a gran distancia de casa. La noche se apoderaba del firmamento y dormí en medio de la paja, cansado y adolorido encontré mucha comodidad en aquel montón de hierba seca.

Un chirrido me despertó en la oscuridad, una silueta se dibujó en la penumbra. Tuve miedo, pero al percatarme de que él estaba herido, el temor se convirtió en preocupación por ayudarle. No me lo pensé mucho y con prisa arranqué un trozo de mi pantalón de lino e improvisé una venda para la herida que tenía en la pierna. Se dejó hacer, supongo que a veces llegamos a un punto en el que ya no concebimos que pueda existir más maldad de la que ya hemos sufrido. Él tenía fiebre, yo debía controlarla y creo fervientemente que el Gran Rabí me ayudó, porqué encontré una cubeta llena de agua helada en un rincón del granero. Me apresuré a lavar su herida y a hacerle compresas de agua fría. Permanecí ocupado en ello el resto de la noche, cuidándole, tranquilizándole, poniendo en práctica lo que siempre me has enseñado: velar por mi prójimo como lo haría por mí mismo…

Al final dormí un poco, no recuerdo cuanto pero sí recuerdo que al despertar pude apreciar sus hermosos ojos contemplándome. Aún se podían notar algunos restos de dolor en sus ojos pero se esforzaba por mostrarse tranquilo. Me saludó y algo nervioso solo le contesté con una sonrisa. Para mí era un total desconocido pero el empezaba a actuar como si me conociera de toda la vida. No le costó mucho romper el hielo y después de que ambos supimos nuestros nombres, empezamos una conversación amena y entretenida, le conté sobre ti y sobre Abbá, pero él (supongo que para evitarme la tristeza de conocer sus desdichas) más bien me contó muy poco sobre su vida. El tiempo pasó rápido, y de no ser por mi estómago que rugía por algo de comida, ninguno hubiese mencionado una despedida.

Regresé a nuestra casa y él, después de deshacerse en agradecimientos y cojeando un poco, regresó a su buhardilla. La promesa que ambos nos hicimos de encontrarnos de nuevo en aquel granero fue la única razón que tenía para sonreír. Aún tenía miedo por Abbá, es cierto, pero me sentí afortunado por haber sido castigado la tarde anterior, ya que de otra forma, jamás lo hubiese conocido… jamás hubiese conocido a Friedrich (sé que sonreirás al saber que tiene el mismo nombre que el abuelo)

Lo demás ya podrás imaginártelo, nuestro siguiente encuentro fue igual, o tal vez mucho mejor que el primero. Llegué a saber que la noche en la que le conocí él llegó a ese granero con la idea de una muerte segura…

Ya sabía que Friedrich no tenía una familia y la noticia de que debía robar para poder sobrevivir no me tomó por sorpresa. No era de extrañarse que alguien le hubiese sorprendido en alguno de sus pillajes y le haya causado esa herida. A medida que escuchaba los detalles no podía evitar sentir una necesidad por cuidarlo y defenderlo. ¿Te imaginas? Yo, un chico de 15 años con un cuerpo delgado y moreno intentando defender a alguien como él. Te causaría gracia el compararnos, te lo aseguro. Guardamos muy pocas semejanzas, su piel marmórea y sus hermosos ojos claros me recordaban mas a los ángeles de la Torá* que a un humano común y corriente como yo.

Friedrich mostraba un gran interés en todas las cosas que le contaba sobre nuestras costumbres, o eso pensaba. Porque al final, cuando le pregunté algo de lo que le había explicado con tanto afán, no supo responderme. Es más, se excusó diciendo que había estado demasiado concentrado en mi rostro y en el movimiento de mis labios como para percatarse de lo que estaba diciendo…

Ya sabes cómo soy, me sonrojé como un tomate en plena cosecha y me da un poco de pudor decirte esto… pero esa tarde, después de su tierno comentario… con sus ojos clavados en los míos… me robó el primer y último beso que nos dimos…

El general Redford abandonó su lectura al percatarse de la presencia en su tienda de una figura que le era muy familiar, la del Doctor Lumley.

Lumley se acercó con paso sereno hacia la robusta silueta semidesnuda de Thomas Redford y con un ademán de silencio de su mano calló el «Buenas noches Will» que su compañero le había preparado con tanto cariño.

Unos cuantos segundos transcurrieron y ambos se quedaron inmóviles, mirándose el uno al otro como si pudieran hacerlo durante toda la eternidad…

Willfrid Lumley, de la misma edad que el General Redford, era un hombre de tez recia, añejada con el pasar de los años pero viva con el transcurrir de los días. Sus ojos esmeraldas no combinaban con el tono canela de su piel ni con el aguamarina de los ojos del general; y mucho menos con el tono claro de la piel del mismo. Llevaba los pantalones y botas característicos de un miembro del ejército, pero eran los emblemas de su chaqueta (la que no llevaba puesta) los que lo hacían diferente en rango y profesión a los demás soldados.

Todos los que le conocían podrían asegurar que no lo conocían mucho, ya que Lumley siempre tendía a ser tímido y reservado, cualidades que bien podían ser confundidas con una arrogancia tonta y fría. Su trabajo como médico no era lo que deseó en un principio, pero con el pasar de los años descubrió que la gratitud que muchos de sus pacientes le profesaban (unida a la satisfacción que producía cada éxito contra enfermedades o dolencias) llenaba en sobremanera su alma y su corazón, haciéndole esforzarse más por lograr el bienestar común.

En esto último Willfrid había recibido mucha influencia de Thomas, ya que a pesar de que a ambos les costase lo suyo relacionarse con los demás, compartían el ardiente deseo de servir y ayudar a sus cercanos. Tal vez era por esto (y por una amistad que ya llevaba años madurando) que Redford se atrevió a revelar sus sinceros sentimientos ante un atónito Lumley, quien en un principio rechazó con vehemencia la propuesta de una relación afectiva con el General. Pero el tiempo es nuestro mejor y peor enemigo; así, la inocente y tierna insistencia que Thomas le profesaba, unida al sencillo y devoto amor que en ambos crecía, hicieron que la negativa de Willfrid no durase mucho.

Muy poco importaban la moral y la religión en casos como aquellos. El saberse tan cercanos al campo de batalla (y con ello a la muerte) hacía que ambos deseasen estar juntos todo el tiempo posible, y si bien habían pactado mantener su relación en secreto, se habían prometido vivir juntos al volver a su madre patria.

¿Qué le gustaba a Willfrid de Thomas? Aparte de los físico claro está, le encantaba (aunque nunca lo dijera) los chistes malos que Tom siempre inventaba, reía mas por la graciosa mueca que éste le hacía que por lo sustancial de la broma. Pero más que nada, adoraba con ternura y devoción esa mirada que en aquel preciso momento el General le dedicaba, tan llena de adhesión y fidelidad no podía menos que conmover hasta lo más profundo de sus cimientos. Willfrid, con todos sus pequeños defectos jamás se hubiera perdonado herir a alguien como Thomas Redford.

Es por esto que acercándose más al General le limpió una pequeña lágrima que se escabullía por la mejilla. Ya sabía lo sensible que era y que probablemente lo que tenía en sus manos eran las páginas de alguna novela romántica de antaño. Aún así se aventuró a preguntar

—Es solo una carta abandonada… —respondió Tom con pesar.

—Pues debe ser especial para que te haya conmovido de tal forma —dijo Willfrid al repasar el camino de la lágrima con su pulgar.

—Bah, — Tom sacudió la cabeza, apartando involuntariamente la mano que lo acariciaba— un General de División no debe llorar por una simple carta.

—Un General de División debe ser humano —puntualizó Willfrid.

Thomas sonrió conmovido.

¿Qué le gustaba a Thomas de Willfrid? Pues exactamente esto. La forma en la que Lumley miraba la vida y la inteligencia con la que actuaba siempre le resultaron atrayentes y, en el fondo, aunque éste hubiese rechazado contundentemente su proposición, Tom habría seguido a su lado, esperando el día en que sus esperanzas hubieran de cumplirse. El General podía ser todo lo firme posible en lo que respecta a sus deberes militares, pero solo hacía falta un atisbo de la presencia de Lumley para que su ánimo se afecte en sobremanera, tornándolo un ser humano alegre y nervioso. Tom le había querido nada más conocerle, el trato que le brindaba a sus pacientes le llenaba de gozo y orgullo internos; y ahora, el trato que le deba a él, le impulsaba a imaginar mejores días para ambos.

Pero los sentimientos no son los únicos que afloran en estas situaciones, o no por lo menos en esta en especial. Ya que Willfrid no visitaba la tienda de Thomas a altas horas de la noche solo para limpiarle las lágrimas y contemplarle durante largo rato. Ambos sabían lo que siempre terminaba ocurriendo y aun así los dos se sentían como en el primer día: sin osar mirarse a los ojos para no sentirse descubiertos y, sin saber muy bien el cómo o el porqué, enrojeciendo o poniéndose demasiado nerviosos. En fin, el deseo y el placer eran pequeños detalles que aún les costaba demostrarse.

Generalmente era Tom quien daba el primer paso, pero al ser esta una situación más compleja que de costumbre y pensando que tal vez su amante no quisiera contacto físico esa noche, Will se inclinó un poco para besarle, rompiendo sus propios escrúpulos y dándole una bonita sorpresa a su amado General. Éste por su parte recibió el tímido beso con ternura (ni siquiera se percató de que la carta se resbalaba de sus manos); Tom sabía de primera línea que Will no solía mostrarse muy dispuesto para esos menesteres, ahora ya tenía una razón más para quererle.

El General estaba encantado con su regalo, movía lenta y parsimoniosamente los labios en búsqueda de más sensaciones. Will descubrió que llevar la iniciativa no siempre significaba demostrar más, sino más bien encadenarse menos. Al separar sus labios ambos se sonrieron, y entonces Lumley, despojado de su timidez, fue a por más; esta vez su lengua cobró protagonismo, abrazando sin pudor la de su compañero y abalanzándose lentamente sobre él, obligándolo a recostarse en la cama. Tom, con el corazón a mil y el calor en el rostro notó como la excitación crecía en los pantalones militares de su amante, está demás decir que esto le excitó en sobremanera y tras un suspiro terminó por acostarse sobre las mantas, recibiendo los besos de fuego que Willfrid le regalaba.

Thomas le había cedido el control de la situación y hasta ahora le había gustado absolutamente cada detalle de la misma. Pero quiso hacer algo para tener más participación y sin pensárselo mucho, decidió que sus manos debían cobrar protagonismo. Guió instintivamente sus palmas hacia una región que le encantaba de su compañero y que estaba seguro, a éste también le gustaría que se la tocara.

Así pues, mientras Lumley le comía la boca sin pudor alguno, el General manoseaba sus nalgas, apretándolas de vez en cuando y sobándolas cada vez que Will suspiraba o se detenía un momento para tomar aire. El pecho desnudo de Tom aceptó gustoso las caricias de Will, que parecía buscar cada vez más, conformándose con cada vez menos. Los pantalones de éste, teñidos de un verde oscuro típico de los uniformes militares, no fueron difícil obstáculo para las hábiles manos de Tom y en unos cuantos segundos ya estaban a medio camino de liberar un par de músculos respingones.

Will notó la excitación de Tom crecer entre sus piernas y acto seguido empezó a moverse en círculos mientras su compañero le quitaba la molesta tela que cubría su cuerpo. Con un movimiento ágil se deshizo de su camiseta, y con otro más ágil aún se quitó las pesadas botas. Volvió a su labor y el fuego empezaba a crecer con el tacto electrificante que producían sus torsos al frotarse.

La impaciencia de Tom obró a favor suyo y con una habilidad que ni él mismo podía creer terminó de desvestir a su amante y a él mismo. Ahora ningún trapo cubría sus cuerpos y al acercarse a Will sintió como si su calor se uniera al de su amado. Allí, desnudos, cubiertos de sudor se besaban con total entrega y sus manos recorrían lo que aún les fuese desconocido. El recién desinhibido Lumley empezó a masajear el miembro enrojecido de Tom y éste a su vez hacía que sus dedos “resbalaran accidentalmente” hacia el interior de las nalgas de Will.

Descubrieron que si Lumley se movía adecuadamente podía dejar de utilizar sus manos, ya que si balanceaba su cadera estimularía ambos miembros que a ese momento ya estaban bastante hinchados; además podría facilitarle las cosas a Tom y su masaje impúdico; y una última cosa, podía utilizar sus manos para acariciar el rostro de su querido General tantas veces como quisiese; sabiendo todo lo que le gustaba a Tom que jueguen con su barba, Will jugaría encantado, pero en vez de utilizar sus manos utilizaría… su lengua.

Tom no pudo evitar soltar una pequeña risilla al sentir las cosquillas que la novedosa caricia le producía. Will sonrío a la par, y por un momento dejó de moverse, presintiendo que ese momento trascendería.

Lumley se apoyó en sus brazos y levantó un poco la cabeza, miró a los ojos profundos de su General, la agitación se sentía en la faz de ambos. El esfuerzo que a ambos les demandaba el controlarse era, en muchas ocasiones, difícil de aguantar. Porque bien podrían abandonarse al más puro instinto y terminar follando como un par de animales, lo mismo hubiese significado liberar la pasión antes o después. Sin embargo ambos sabían sin decírselo que se merecían algo más que aquello, la entrega total implicaba el control sobre sus propios instintos. El respeto que ambos se profesaban iba más allá del simple acto carnal y ninguno de los dos se hubiese perdonado tratar al otro como si no fuese lo que es: un ser humano.

Es por esto que ambos rieron de buena gana al ver las gotas de sudor en sus respectivos rostros y oír la respiración agitada que se generaba en sus pechos. Las gargantas jadeantes y secas podían decirse todo lo que se querían, mas prefirieron callarse. El simple contacto visual bastaba para comunicarse todo lo que sentían.

Tom acarició el rostro de su querido Will y este volvió a sonreír. Podían permanecer así todo el tiempo que quisieran, pero lo que habían empezado no se apagaría tan rápido. Finalmente fue Tom quien rompió el silencio.

—Quiero… hacerte el amor —susurró mitad sonrojado mitad excitado

Willfrid asintió y Thomas se incorporó un poco para besarle de nuevo, esta vez con más cuidado que antes, la sola idea de hacer el amor con Will le hacía convencerse que desde ese instante tendría que tratarlo como si fuese de cristal. La mente puede pensar en el significado del control, pero el cuerpo siempre ignora todo intento de razón que le impida liberarse. La piel desnuda parecía arder con más intensidad que antes y el sudor hizo un complot para que los movimientos de la pareja sean más desenvueltos y fáciles. Willfrid empezó a moverse de nuevo al compás de las caricias de Thomas, restregando su sexo contra el de su compañero y ahogando sus gemidos en los labios de su amante.

No con poca fuerza de voluntad se irguió un poco y logró sentarse en las caderas del General, Thomas lo miró maravillado, al fin podía observar a su novio desnudo en todo su esplendor y por un momento su autocontrol flaqueó. Will, decidido a no intimidarse como en otras ocasiones tomó con determinación el miembro enhiesto de Thomas y, en medio de pequeños gemidos de excitación por parte de su amado General, lo colocó en la entrada más íntima de su cuerpo. Estaba dispuesto a enterrárselo todo de una sola vez…

Y entonces un grito desesperado pudo escucharse en la lejanía. Una palabra que todos en el ejército conocían muy bien y que en estos últimos días no se había utilizado en ninguna ocasión. Una expresión que marcaría un antes y un después para la pareja de soldados que habitaban una sencilla tienda de campaña y que en esa noche se demostraban el máximo alcance del amor que se profesaban.

En la oscuridad de la noche un alarido lleno de fuerza y dolor retumbó varias veces en el campamento de la 45ª División Estadounidense.

Un grito que era el principio del fin…

Un grito que solo decía una cosa:

— ¡ALERTA!

Notas:

Gran Rabí: Expresión utilizada comúnmente entre los niños judíos para referirse a Dios.

Abbá: Vocablo hebreo popular en algunas congregaciones cristianas para referirse con cariño hacia un padre biológico. Similar al “padrecito”, “papito” o “papi” españoles.

Torá: Texto judío.

La excursión campestre

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Biografía indecente de un maricón

(Los descubrimientos de Pepito)
Cuarto episodio : “La excursión campestre”
( Este relato es continuación de “La churra del Genaro”)

¿ De qué va esta historia? Pepito tras descubrir que a lo que jugaban los albañiles era a “los médicos” ( todo gracias al superlisto de su primo Francisquito). De casualidad, se entera de que el repartidor de Butano tenía una churra como la de los negros… Llevando a límites su curiosidad llega a contemplar el despropósito de la naturaleza que era el miembro del butanero; pero para su desilusión a pesar de ser muy grande; no era negra…

Era martes Santo, en el pueblo no salían procesiones hasta el día siguiente; así que tenía todavía toda la tarde para mi. Ayudé a mi hermana a fregar los platos y a recoger la cocina. Una vez terminé, me largué en pos de la libertad de la calle.

Una vez llegué a la plaza, me encontré con el Rafita, y tres niños más de su edad. Cuando me vieron llegar, por la cara que me pusieron, no se alegraban mucho de verme. Fue nada más acercarme a ellos y el repelente de Rafita, con ese tono tan poco amable que le caracterizaba, me dijo:

-¿Tú que haces aquí “pringao”?

-No sabía yo, que fueras mi padre y te tuviera que dar explicaciones de lo que hago -contesté yo, con mi particular tono de niño redicho.

-¡Pues con nosotros no te vengas!- me dijo levantándome amenazadoramente el dedo.

¡Que mal me caía aquel niño! “¡Le tenían que salir lombrices, para que se rascara el culo como los monos!”- pensé mientras me alejaba de ellos.

Como no había más nadie en la plaza, me tuve que “divertir” sentándome en un banco solo y mirando lo que hacían los cuatro niños mayores. Bien mirado; muy, muy mayores no eran. El más viejo era el Pepón, que tenía la edad de mi hermano Juan, catorce años, el Rafita, el Antoñin y el Diego tenían trece. Pero los niños de ocho, para ellos eramos poco más que “mojoncitos” de perro; y siempre que nos podían dejar de lado, lo hacían. En especial el Rafita cuatro ojos, quien parecía que disfrutaba particularmente con ello.

Los observé detenidamente, y por la forma de actuar, para mi que tramaban algo. No tenía ni pajolera idea de lo que sería, pero fuera lo que fuera lo que se traían entre manos, no podía ser nada bueno. Máxime, estando de por medio, el estirado del Rafita cuatro ojos.

Hubo algo que por lo raro, raro que era, me puso las orejas tiesas. El Rafita se había traído el álbum de fútbol, el del año pasado, se lo había puesto en su regazo y se lo estaba enseñando a los demás. No entendía que interés podía tener un álbum viejo para aquellos niños, pero lo que más me extrañaba era la cara de asombro, que ponían cuando el Rafita pasaba las páginas. Si parecía que se estaban poniendo igual de colorados que mi hermana, con las cosas que le contaba la Jacinta. Pero como no me dejaban acercarme, me quedé con las ganas de saber la causa de su sonrojo.

Al poco de estar allí, llego el Richar, otro niño de mi edad, intentó acercarse a los mayores, pero ésto lo largaron con viento fresco. Como a falta de pan, buenas son tortas; vino y se sentó conmigo en el banco.

-El Rafita, cada día esta más “colgao”-mi voz sonaba como si hubiese descubierto América.

-Los demás le hacen la pelota, porque ha traído la revista de tías en bolas… ¡Que si no! Porque el Antoñin es mi vecino y mi amigo de “toa” la vida .- me contestó un poco enfadado el Richar.

No pregunté, para que no se pensara que era un “tonto pelao”. Pero supuse que la “famosa” revista de las tías en pelotas, la tenía escondida dentro del álbum de fútbol, de ahí que a los niños mayores se les pusiera la cara “colora”…

-Ahora se van a ir a las ruinas de la ermita. A hacerse una paja… Por eso, no quieren que vayamos con ellos. Se creen que nos vamos a chivar…

Mire sorprendido al Richar. No sé como, pero estaba enterado perfectamente,de todo lo que se traían entre manos el Rafita cuatro ojos y sus amigos.

-¿Y por qué se van a la ermita? Con lo lejos que está.

-Porque allí es difícil que los pillen… Además, el Rafita es mucho de hablar, pero tú y yo sabemos que tiene más miedo que veinte gatos…

Al poco, llegaron el Manolo y el Jaime con un balón, y nos dijeron al Richar y a mi, si queríamos jugar. A mi me tocó ser portero (como siempre, ¡jo con lo aburrido que era!) …No me habían metido ni tres goles, y los mayores se marcharon en dirección a la vieja ermita. Me fije en el Rafita cuatro ojos, llevaba el álbum apretado entre sus manos, como si fuera el tesoro del Pirata Barbanegra.

A la vez que me metían el cuarto gol de penalti. Mi cabecita inquieta le daba vueltas a eso de “las pajas” ¿ Qué sería? ¿Por qué los niños mayores andaban con tantas intrigas al respecto?

Tras el quinto gol, decidí que ya estaba bien de hacer el canelo. Y dije que me iba a casa. Cosa que era una mentira de las gordas, pues lo que pensaba hacer era ponerme mi disfraz invisible de agente secreto y seguir a los cuatro niños mayores en su camino a la ermita. Si las habilidades del agente 007, Pepe Bond, habían funcionado aquella mañana en la casa de la viuda Carmela, no sé yo, porque no debían hacerlo, con los tontos babas del Rafita y sus amigos.

Lo cierto era, que muchas ganas tendría que tener yo, de enterarme de lo que era aquello de las dichosas “pajas”, pues me iba a pegar un paseito de padre y muy señor mio. La vieja ermita estaba por el lado del río, había que atravesar todo el pueblo y después un rato largo andando por el campo. Pero en fin, todo fuera por aprender cosas nuevas. Que yo en todo lo relacionado con la enseñanza, fui siempre muy aplicado.

Por el pueblo, me fue fácil seguirlos, guardando la distancia, podría parecer que iba a otra parte. De todas maneras, Pepe Bond para despistarlos, siempre tenía el plan B, de hacer como el que cogía por una calle distinta a la de ellos.

Sabía que si el Rafita y compañía me pillaban tras sus pasos, me arriesgaba a que me dieran una manta de palos. Pero la curiosidad, pesaba más que el miedo; y continué persiguiéndolos.

Lo más curioso era, que no tenía ni la menor idea de que podía ser aquello de “las pajas”, pero simplemente el hecho de que quisieran mantenerlo en secreto y con tanto misterio, hacía que mis ganas por descubrirlo se acrecentaran aún más.

Bueno, que no tenía ni idea es un decir: porque yo intuía que tenía que ser un juego parecido al de los médicos. Pero como en este caso, eran niños debía ser distinto. Porque estaba claro, que el Rafita cuatro ojos, con lo mirado y cagueta que era; no iba a hacer nada, para que lo pudieran llevar al reformatorio. ¡O lo mismo si, y por eso se iban a las ruinas de la ermita….!

Una vez llegamos a la salida del pueblo, todo lo que había a nuestro alrededor era campo; un campo al que la primavera había empezado a cubrir de verde, pero por el que todavía se podía andar sin necesidad de apartar las grandes y altas matas de margaritas, las cuales florecían, por el monte que llevaba al río, de manera desmedida.

De todas maneras, una vez llegue a aquella zona, tuve claro que tenía que coger un camino distinto a ellos, pues por muchas dotes de agente secreto que Pepe Bond tuviera,era evidente que entre sus cualidades, no estaba la invisibilidad. Así que decidí ir por otro sendero. Lo malo que era más largo; pero tampoco me preocupaba, así los pillaba cuando ya estuvieran con las manos en la masa; que dicho sea de paso, es lo que yo quería.

¡Que lote de andar me pegué! Me caí un par de veces y todo, llenándome los pantalones de hierba. Menos mal, que la que estaba en casa no era mi madre, pues sino de la zurra en el culo no me salvaba ni Cristo. Pero mi hermana Gertrudis era muy buena, sólo me reñía, ni me castigaba siquiera.

Una vez llegué a la ermita, no sabía si estaba más casado que nervioso, o más nervioso que cansado. ¡Por fin iba a saber que era aquello de las dichosas pajas! Me acerqué sigilosamente al derruido edificio, cuando me faltaban unos escasos metros para llegar, una voz me detuvo en seco.

-¿Qué haces aquí Pepito?- el que así hablaba era Pepón, que por lo que pude entender, se había quedado de vigía. Al escuchar su voz, un miedo terrible me agarró por la tripa, como si de repente me hubiera entrado ganas de hacer caca.

No contesté, porque cualquier mentira no me iba a salvar del pedazo de paliza que me iba a pegar el cacho carne bautizada de Pepón. Y es que si algo tenía aquel niño, era que primero atizaba y después preguntaba y te pedía perdón.

He de reconocer que el Pepón me aterrorizaba. No sólo porque fuera un bruto de marca mayor, sino porque a sus catorce años era grande y fuerte como él solo. A mi parece que le sacaba una cuarta a mi hermano Juan, y éste no era bajito. Para mí, que le habia pasado igual que al Obelix, se había caido de pequeño en la marmita de la poción mágica.

-¡Tú siempre tienes que hacer lo que te da la gana!- dijo mientras apretaba los puños de forma amenazadora.

Como vio que no le contestaba apretó más los puños, yo temblaba como un flan, pues ante mi ya no tenía al Pepón, tenía un trol, un salvaje trol que hizo que el agente secreto Pepe Bond, se transformara en un gnomo, un diminuto y sabio gnomo, para quien una buena retirada a tiempo, era la mejor de las victorias.

No sé de donde saqué fuerzas, para correr como alma que lleva el diablo. Si el Pepón me hubiera seguido seguro que me hubiera pillado, pero creo que su único interés es que me fuera de allí y los dejara tranquilos.

Aunque comprendí que no iban a salir tras de mí, corrí hasta que no pude más. Cuando consideré que los había despistado por completo, me tiré al suelo agotado.

Una vez recuperé el resuello, me puse anda que te anda por el campo, de vuelta al pueblo. Además de agotado, estaba tristón; todo mi trabajo como agente secreto se había ido al traste y todo, por no considerar que hubieran puesto vigilancia, a las puertas del cuartel enemigo. Llegué a pensar que como todo había salido tan mal, jamás de los jamases, me enteraría de que diablos era aquello de “las pajas”.

Es curioso como disminuyen el ritmo de nuestros pasos cuando nos abandona la ilusión. Parece como si se nos agotaran las pilas y comenzáramos a movernos a cámara lenta.

Camino de casa y preso del desconsuelo, vi algo que me llamó sumamente la atención: el camión de bombonas del Genaro. ¿Qué hacia aparcado al lado de una de las casas viejas que lindaban con el río?

La primera idea que se me vino a la cabeza fue que le había entrado ganas de hacer pipi, y no había tenido más remedio que parar por allí. Bueno, si aligeraba mis pasos hacia la ruinosa vivienda, puede que todavía me diera tiempo de ver la “cosota” del butanero. Así por lo menos la excursión campestre no habría sido en balde.

Mientras corría hacia la destartalada vivienda, no dejaba de pensar como de grande sería el chorro que manaría de su churra. Si era proporcional a su tamaño, debía ser como abrir un grifo.

Una vez estuve cerca, caminé más despacio y sin hacer ruido. No quería que me pillaran otra vez. Cuando llegué a una de los enormes y destrozados ventanales, me asomé con mucho cuidadito… buscando en el interior al Genaro.

Pero mi gozo en un pozo, el butanero no se encontraba orinando, sino sentado sobre uno de los semiderruidos muros fumándose un cigarro. No sé si estaba en lo cierto, pero me pareció que estaba menos enfadado que de costumbre; me fijé y no paraba de tocarse su “cosota”. Lo mismo era porque se había quitado los calzoncillos que tanto le apretaban y al rozarse con el mono de repartidor de butano le picaba. Debía de ser eso, porque no paraba. Parecía un autómata, pegaba una calada al cigarro, miraba el reloj y se rascaba; una vez y otra, en el mismo orden. Como aquello me aburría, decidí reanudar mi camino.

A punto estaba de marcharme, cuando pasó algo me desconcertó, por la puerta del viejo caserón entró Diego, el gitano. Por más vueltas que le daba a la sesera, no entendía lo que podía hacer allí.

Diego, el gitano era un chaval de unos diecisiete, más bien dieciocho años. Según mi madre, era un golfo de cuidado. Aunque también argumentaba, que la culpa no era de él; sino de sus padres, la una por lo que había sido y el otro por lo borracho que era. Siempre terminaba la frase diciendo lo mismo: “ A gente así, Dios no le debía de mandar hijos”

El caso, es que independiente de lo pensara mi madre, a mí y a mis amigos, el Diego nos caía antipático. Siempre que nos veía y no había cerca algún mayor, hacia algo para fastidiarnos. Y parecía que disfrutara con ello. ¡Que coraje me daba que me despeinara ! Y cuanto más me mosqueaba, más se reía. Los niños de mi clase, lo veíamos venir de lejos y cambiábamos de cera.

Siempre me había parecido muy delgado y moreno, pero al lado del butanero anchote y de piel clara, me lo pareció más, el butanero le sacaba la cabeza y abultaba el doble que él.

Tras una pequeña charla, el butanero cogió las oscuras manos del gitano y lo atrajo hacia el. Lo que pasó a continuación, me dejo “paticolgando”: ¡Se dieron un beso como los de las películas!

Aquel gesto por parte de los dos hombres, fue suficiente para llamar mi interés; no me había enterado de lo que eran “las pajas”, pero por contra, iba a ver ( y por segunda vez en un día) al butanero jugar a los médicos.

Pude observar que mientras se daban el beso de pelicula, Diego el gitano le tocaba la “cosota” al Genaro; este, en cambio, le agarraba fuerte el culito. Y digo “culito” con toda la razón del mundo, que el gitano tenía menos carnes que la rodilla de un canario.

Una vez terminaron de besarse, el chaval se agachó delante del hombre. A pesar de no tener a mi lado a mi primo Francisquito, para que me lo explicara; yo sabía ya perfectamente lo que se disponía a hacer: le iba a tomar la temperatura.

Cuando el Diego, bajo la cremallera del Genaro, descubrí para mi sorpresa que seguía teniendo los calzoncillos. Con lo cual, mi teoría de que estaba de buen humor, porque se los había quitado y no le apretaban, se fue al traste. ¿ A ver si iba a ser, que estaba tan contento porque sabía que iba a jugar a los médicos con el gitano?

Ver salir al pájaro de la jaula, hizo que abandonara mis pesquisas. ¡Cómo era la cosota del butanero! Si he de ser sincero, me pareció incluso que estaba más tiesa y grande, que en casa de la viuda. Aunque lo que más llamaba mi atención, era lo roja y grande que era su cabeza. ¡Si parecía que te iba a hablar y todo!

El muchacho bajo los pantalones y los slip del butanero hasta los tobillos. Mientras hacia esto, la churra del Genaro quedó completamente al alcance de mi vista. Era casi tan gorda o más que un embutido, y de larga me dio la sensación de que con lo tiesa que estaba, le llegaba hasta el ombligo. Pero lo más espectacular eran sus huevos, que no eran de palomita como los míos; parecían huevos de avestruces. Como estaban rodeados por un abundante bello rubio, me dio la sensación de que tenían hecho hasta el nido.

Milagrosamente se puso de perfil a donde yo estaba, con lo que obtuve mejor perspectiva. Pero fue ponerse, el antipático del gitano a tomarle la temperatura, y me la tapó con su oscura melena.

Aunque no veía la cara del gitano, chupando la cosota del Genaro; intenté recrear la imagen, basándome en lo que había visto anteriormente. Pero no pude, a pesar de mis ingeniosas cualidades. No me entraba en la cabeza que una cosa tan enorme, cupiera dentro de la boca de un chaval delgado y enclenque como el Diego.

Pero por lo visto, el pelo no solo me estorbaba a mi y al poco, el Diego se lo echo para atrás, dejándome ver lo que me tenía en duda. ¡ Y llevaba razón! A pesar de que el muchacho se afanaba por tragar más ( me imagino que sería para cogerle mejor la tempetura), sólo le entraba a duras penas la colorada cabeza y poco más. Me fijé detenidamente en la cara del gitano, aunque no parecía que le doliera nada, tenía los ojos como llorosos, como si se hubiera atragantado.

Por el contrario, el Genaro estaba muy contento. Su rostro me recordaba al de mi hermana cuando se tendía a tomar el sol, daba la sensación de haberse quedado dormida; pero estaba despierta. ¡Pues lo mismo! Y al igual que mi hermana, parecía que sonreía para sus adentros.

No sé que tiempo duro, la toma de temperatura, pero bastante más que el juego de los médicos con la viuda Carmela. El caso es que el Genaro, le pidió al Diego que se levantara. Si las reglas del juego, eran las mismas que el de mis primos y los albañiles; ahora tocaba ponerle el supositorio ¡Cuanta alegría me dio acertar! Me estaba convirtiendo en un buen arbitro en aquel juego. Fijate que ya, hasta sabía lo que venía a continuación y todo.

Me quedé estupefacto, cuando el Diego se bajó los pantalones y los calzoncillos. A pesar de lo delgado que estaba, tenía un culo redondo y bonito, parecía el de una mujer. Pero lo que más me extraño fue, su churrita. Las dos veces que había visto jugar a los médicos, tanto quien ponía el supositorio como a quien se lo ponían, tenían el pito tieso y grande. Sin embargo, la del gitanillo estaba pequeña y yo diría que hasta encogida.

Pero por lo que se ve, no debía ser un requisito imprescindible para jugar, porque el Genaro sacó un bote de crema de su bolsillo y le junto la pomada en el culito; paso previo para meter el supositorio en el agujerito. He de decir, que aquello parecía que no le gustaba mucho al chaval, pues puso mala cara y empezó a protestar. Pero el butanero le contestó algo y se calló de inmediato. No sé lo que le diría, pero al Diego se le puso la misma cara que a mi hermana Gertrudis, cuando mi madre le decía que o limpiaba la casa o no salía por la tarde con su novio.

Mientras el Genaro se rascaba el pito “parriba y pabajo”, el gitanillo se apoyó contra la pared y saco su bonito culo para afuera. A continuación el butanero colocó su churra a la puerta de su agujerito y empezó a empujar. Al principio, como yo pensaba, no entraba ni de casualidad. Pero se ve, que habían entrenado antes y tras un par de intentos el supositorio pasó.

Lancé una visual al Diego, por el gesto de dolor de su cara, pensé que si no se ponía a llorar allí mismo, era por vergüenza; porque ganas no le faltaban. Más que un supositorio, parecía que le estaban poniendo una inyección. Eso era, como la churra del Genaro era tan grande no era un supositorio, era una inyección.”¡Que requetelisto que soy! “- pensé. Eso seguro que no lo sabía mi primo Francisquito. La próxima vez que lo vea, se lo cuento y seguro que ya no me considera un niño chico.

Ver al Genaro empujar su cosota a través del culillo del Diego, me recordó al albañil gigante. Y es que, la potencia y fuerza con la que jugaba el Genaro era muy parecida a la de aquel. Viendo las ganas que le ponía al asunto, me vino a la mente a una pregunta sobre lo que habia visto aquella mañana: ¿Por qué no le ponía el mismo empeño cuando lo hacia con la viuda? La única respuesta que se me venia a la cabeza era porque no le gustaba. Pero yo si no quiero jugar con un niño, no lo hago y punto… Bueno, algunas veces mi Primo Francisquito y yo, jugábamos con su hermana Matildita, para que nuestros padres se pensaran que eramos unos niños muy buenos… Y no los diablillos que eramos en realidad. Pero lo cierto es que no engañábamos a nadie, pues nuestros progenitores sabían de la pasta que estábamos hechos y que por mucho que disimuláramos, nunca seriamos unos angelitos.

A pesar de lo nervioso que estaba porque me pudieran pillar, no me perdí ni lo más mínimo de lo que estaban haciendo los dos mayores. Lo que más me gustaba es la cara de felicidad del Genaro; ahora si le daba la razón a la Jacinta y a mi hermana: era un hombre guapo. Y lo que más me gustaba eran sus enormes piernas, cubiertas de un vello rubio. Bueno, su culo tampoco estaba mal.

Cuando creí que iba a echar los virus, saco la churra del culo del Diego. Por los gestos que le hizo, entendí que quería que se tendiese en el suelo. “¡Se va a poner perdido!”- pensé. El Genaro tuvo que pensar lo mismo, porque sacó unos cartones grandes de un hueco de la pared y los colocó en el suelo.

A continuación, el Gitano se puso de rodillas sobre los enormes cartones. Cogiendo, de casualidad, uyo estaba. Cuanto más veía el culo de aquel muchacho, más me recordaba al de una mujer: redondo y gordito. El Genaro se agachó a su lado y le metió un dedo en el “mojino”, no debió gustarle mucho; pues se levantó, buscó el bote de la crema y se echó un buen porte en los dedos. Tras untarle la pomadita, procedió a meterle el supositorio de nuevo; se puso en cuclillas detrás de él y le metió de golpe el supositorio. Bueno, la inyección, que era muy grande.

Fue asombroso, como aquel pequeño agujerito comenzó a hacerse cada vez más grande y a dejar pasar aquella enorme cosota. ¡Si no lo veo no lo creo!

Nunca antes había visto entrar y salir un pito de un culo desde aquella perspectiva. La velocidad y facilidad con la que aquella cosota se movía, me recordó los engranajes de las locomotoras que se veían en las películas. Sólo faltaba que alguno de los dos, echara humo…

Tras unos minutos que a mi se me hicieron cortisimos, el Genaro empezó a temblar como un flan. Por lo manera de moverse, para mí que estaba echando los microbios. ¡Este hombre es tonto! Si le echa los virus dentro, el Diego se va a poner malito.

Al poco se levantó, y comprobé que yo tenía más razón que un santo. El tonto “pelao” del Genaro, había echado los virus dentro del culito del muchacho. Lo sé, porque pude ver que tenía todo el mojino lleno de liquido blanco…¡Puaff! Por cierto, el agujero del culo se le había puesto supergrande y muy colorado. No sé porque, pero se me vino a la cabeza la entrada de un túnel…

Lo que estaba claro, es que a los médicos, cada cual jugaba como le daba la gana. Si los albañiles y mis primos, tras echar los microbios se pusieron a darse besitos en la boca. El butanero y el gitano, parecían que no estaba por la labor. Al contrario, si me pareció que el Diego, andaba hasta un poco “mosqueao” sería porque había perdido. “¡Pero huevón!,- pensé- como vas a ganar, si ni siquiera se te ha puesto la picha tiesa. “

Pero si algo me desconcertó en gordo, fue lo que sucedió después de que terminaran de vestirse. El Genaro sacó su cartera y le dio al gitano un billete de los grandes( de esos que mi madre dice que no puede cambiar, cuando le pido que me compre chuches). Pero el Diego, en vez de ponerse a saltar contento de alegría, empezó a protestar como si no le pareciera bastante.

Si minutos antes, el rostro del hombre estaba lleno de alegría, ésta se torno tristeza ante el gesto del muchacho. Le enseñó la cartera, como si quisiera indicarle que ya no tenía más. Pero esto pareció importarle poco al delgado muchacho, que se largo enfadado y sin despedirse siquiera del pobre butanero. Bueno si, le gritó : Hasta que no traigas más pasta. ¡No me busques so m….. !( Pongo la m sólo, porque los niños no podemos decir palabrotas)

Mira que me había caído siempre mal el Genaro. Pues en aquel momento, me dio muchísima, muchísima lastima. Se sentó sobre uno de los destrozados muros de la vieja casa, y si los hombres lloraran ( que mi madre dice que los hombres no lloran) el butanero se habría hartado.

Como estaba oscureciendo, y allí no había nada más que ver. Decidí largarme con viento fresco para mi casa.

En el camino de regreso, el hecho de tener que pagar para que jugaran con uno a los médicos; no dejo de reinar por mi cabecita. Y es que era algo que me parecía muy triste. Era como el Carlitos, el hijo del carnicero, era un niño muy raro, además cabezón, gordo y con gafas de culo de botella. Los demás niños, nunca querían ser su amigo. Pero el otro día, saco el sidecar que le regalaron por su cumpleaños; todos querían jugar con él, el inocente de Carlitos dejo que todo el mundo se paseara en el cochecito. Si hasta le echaban el brazo por encima y todo, como si fueran amigos de él de toda la vida. Eso sí, cuando el sidecar se quedo sin batería; todos se marcharon y lo dejaron sólo. El pobrecito de Carlitos, se quedó muy apenado y con la sensación de no ser menos que un mojoncito de perro. Lo sé, porque me lo dijo; cuando me quedé con él, para ayudarle a llevar el coche a su casa.

Una vez en casa, me llevé una bronca de padre y muy señor mio. Era tarde y traía la ropa más sucia, que los niños de los anuncios de detergente.

Mientras me duchaba, aún resonaba en mis oídos los gritos de mi hermana abroncandome. Pero a mi me daba igual, aquella tarde había aprendido 3 cosas:

1) Para jugar a “las pajas” era requisito indispensable una revista de tía en bolas.

2) Cuando la churra era muy grande, no era un supositorio lo que te ponían; era una inyección.

3)Tener que pagar para que jugaran contigo a los médicos, o a lo que fuera no era guay.

Continuara en “Se nos va”

Hola, si estás por aquí, es que has terminado de leer esta nueva parida mía. Como siempre, gracias por gastar tu tiempo en leerme. Si te apetece valora el relato o deja un comentario. Si me vas a dejar un terrible, dime porque ( me servirá para mejorar). Si no me das una razón, entenderé que lo haces por fastidiar. ;p

A todos mis lectores que en el anterior relato “¡No es lo que parece!” se tomaron la molestia de dejar un comentario, mis más sinceros agradecimientos y a modo personal:

A COJONCIANO12, menos mal que no es una canción que esté sonando mucho en la radio ahora, o si no te veo teniendo pensamientos impuros en todo momento; a varianza, me alegro que te haya gustado, Iván era un “personaje” que tenía miedo retomar por temor a no hacerlo bien…Por cierto, nunca me has dejado un comentario en los relatos de Pepito, (sospecho que no son muy de tu gusto); a ozzo2000 Pues solo te puedo decir una cosa, la tarde entre Iván, Ramón y Mariano, sólo ha hecho empezar; a gippal A ver si pillas los dos pensamientos “filosóficos” de Pepito, ya me dirás algo ; a pepitoyfrancisquito Sólo tenéis que torcer por la segunda estrella y después todo recto hasta al amanecer… y si se perdéis, preguntando se llega a Roma; a Bricod, ¡Manda narices!, tú halagando mis relatos por la presencia de maduros y voy yo, y te salgo con un relato donde el protagonista es un “infante” ¡Es que esta página no tiene remedio!… je je .Un afectuoso saludo y la semana que viene, volveré con el trío de maduros.; a elbotiija sospecho que tan malito como con el anterior, no te habré puesto; pero confío, en que al menos una sonrisita te habré sacado y a CORAZÓNSALVAJE00001 Llevas toda la razón del mundo, es un relato hecho a la medida de mis lectores habituales, en las que se dan todas y cada una de las características de mis historias.

La semana que viene, ( lo más tardar en diez días) publicaré la continuación de “¡No es lo que parece!”, se titulará: “Retozando Entre Machos”. Hasta entonces, intentad disfrutar de la vida.

Alejandro el gafe

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1 – Prólogo

Quiero contar hoy la historia de una relación sexual con alguien tan complicado que necesitaré exponer, antes y durante, ciertos detalles. Pido atención en la lectura. Cualquier cosa que no parezca importante puede serlo. En el sexo también hay misterios.

Jamás, en mi vida, había creído que existiese la figura del gafe y, para aquellos lectores de otros países que no hayan oído hablar nunca de este tipo de personajes, he de explicar muy brevemente que se le llama gafe (está en el diccionario) a aquella persona que siempre tiene mala suerte y que, además, estropea todo lo que toca. La gente huye de los gafes tanto como si viesen acercarse a la muerte. Se dice que “atraen” la mala suerte. Evidentemente, yo no podía creer una cosa así… hasta que un día…

2 – El primer cliente

Había perdido mi trabajo y encontré en una semana un tranquilo y agradable puesto como camarero de un bar llamado Los Pájaros. Creí que entraba en una película de Hitchcock. Mi primer día no fue mal. Uno de los camareros de otro turno estuvo conmigo y con el encargado, Pedro, para irme diciendo todo sobre aquel tranquilo bar.

- No te asustes – dijo indiferente – si ves que viene poca gente o no viene nadie. Te toca un turno tranquilo. Por la noche es mucho más difícil aburrirse aquí.

- ¿Por qué? No lo entiendo, Pedro. Si el dueño sabe que en este turno no viene nadie… no debería abrir.

- Verás, Carlos – meditó un poco -. Esto está lleno siempre por la noche y hay que mantenerlo abierto desde el mediodía por atención a esos clientes. Suelen venir de vez en cuando a… tomar café, por ejemplo. Y para eso vas estar tú.

- ¡Comprendido todo! – reí -. También el por qué me van a pagar tan poco.

En aquellos momentos se asomó a mi rostro una incontenible sonrisa de satisfacción que duró hasta que me quedé solo.

Poco más allá de las cinco de la tarde entró un chico que me pareció algo despistado porque buscaba sin parar en sus bolsillos. No era muy alto, tenía cabellos oscuros cortos y piel morena; de cara muy simpática y algo grueso. Se acercó a mí al otro lado de la barra y me miró con cierto asombro. Imaginé que no esperaba encontrarse a un camarero nuevo.

- Buenas tardes, señor.

- ¡Hola! Buenas tardes. Ponme una cerveza… Es lo que tomo siempre – pareció excusarse -.

- ¿La prefiere de barril?

- ¡Sí, sí! – contestó rápidamente -. Sólo tomo cerveza de barril.

Podría parecer un diálogo sin importancia, sin embargo, en poco tiempo supe que sus palabras no eran triviales. Comenzó a buscar otra vez en sus bolsillos, como si se le hubiera perdido algo, hasta que me acerqué a él para servirle su cerveza. Me miró serio y me dio las gracias.

Me retiré un poco y lo miré disimuladamente de vez en cuando. Bebió despacio varias veces y sacó su teléfono para llamar a alguien.

- ¿Paco? Estoy en Los Pájaros ¿No vas a venir? […] ¿Y por qué? […] Bueno, si es así…

Guardó su teléfono, me miró sonriente y me habló con el vaso en la mano.

- ¡Qué mala suerte!

- ¿Le pasa algo, señor? – pregunté por mera cortesía -.

- ¡No, nada! – se encogió de hombros -. Siempre me pasan estas cosas… ¿Tú eres nuevo, no?

- Sí, señor. Hoy es mi primer día de trabajo.

- ¡Ah! – bebió un trago -. Ya me irás conociendo. Vengo todas las tardes.

Contesté con un gesto mientras observaba cómo se bebía el resto de la cerveza de un solo trago.

- Ponme otra, por favor. Cuando pasen unos días ya sabrás qué es lo que tomo siempre. Emilio ya me sirve sin preguntarme.

- Sí, señor – le sonreí -. Emilio no va a poder venir más y le atenderé yo.

- ¿Le ha pasado algo? – me pareció asustado -.

- ¡No, no! Es que ha tenido que irse a vivir a Barcelona, creo, señor.

- Verás… – pensó – ¿Te importaría tutearme? Me siento un viejo cuando me dicen señor…

- Perdona – intenté ser muy amable -. Ya sabes que tengo que servir así.

Se bebió la cerveza sin saborearla y me pidió otra con un aperitivo. No me parecía hora de tomar cervezas y aperitivos, pero le serví lo que me pidió. Estuvo en el bar más de media hora y me contó muchas cosas que no me interesaban nada, lo observé con atención y empecé a ver en él a un chico muy atractivo. Me gustaba su forma de mirar, cómo gesticulaba y algunas cosas que decía.

Me acerqué algo más a él para seguir su conversación y aproveché para fijarme bien en su cuerpo y en su ropa. Sentí que me empalmaba y, sin darle explicaciones, me fui a la cocina un momento.

«¡Oh, no, Dios mío! ¡Está buenísimo!… Y va a venir todas las tardes…»

Me sequé el sudor, respiré profundamente y volví a mi puesto. No quise mirarlo demasiado y, así y todo, su voz sensual empezó a ponerme enfermo.

Poco antes de irse volvió a buscar en sus bolsillos hasta que se quedó inmóvil mirándome.

- Me he dejado la cartera en casa.

- Bien. No puedo hacer nada. Espero que mañana no se te olvide porque has consumido más de 20 euros y, si no me pagas, tendré que ponerlo yo.

- ¡No, por Dios! – creí que iba a coger mis manos -. Voy ahora mismo a casa y te pago. No quiero que te sientas mal hasta mañana.

- No hace falta – traté de quitarle importancia -. Mañana me pagas.

- ¿No te importa? – se acercó peligrosamente a mí sobre la barra -. Creo que además de buen camarero… eres buena persona.

- Sí, sí, claro… – me pareció insinuante -. Intento ser buena persona. Vuelve mañana, ¿vale?

Estaba deseando de verlo otra vez. Cuando salía por la puerta buscando en sus bolsillos estuve a punto de llamarlo y de invitarlo a otra cerveza sólo por verlo un rato más.

Me temblaban las piernas. Tanta tranquilidad y tanta soledad comenzaron a ponerme nervioso, así que decidí poner algo de música. Me quedé ensimismado pensando en él y recordé que me habían dicho que llamase a Pedro, el encargado, si ocurría algo anormal.

- ¡Pedro! Soy Carlos. Sólo quería hacerte un comentario.

- ¿Pasa algo? Cuéntame.

- No creo que pase nada. Ha estado aquí un chico, ha bebido y comido bastante y… no traía la cartera…

Se echó a reír y no entendí qué le hacía tanta gracia hasta que comenzó a hablar.

- ¡Es Alejandro! Lo vas a tener allí todas las tardes. No te preocupes, que paga. Lo malo…

- ¿Qué pasa? – me asusté – ¿Qué es lo malo?

- Que ese tío es gafe, Carlos. Yo que tú no me acercaba mucho a él.

- ¡Vamos, Pedro! – tenía a Alejandro clavado en mi mente -. No creo que nadie sea gafe. Me ha parecido buena persona.

- No he dicho que sea mala persona ni un imbécil ni nada por el estilo… pero te aseguro que es gafe. Si no me crees, ya lo descubrirás por ti mismo.

3 – Sobre el destino

El resto de la tarde fue tan aburrido que tuve tiempo de sobra para pensar. Y Alejandro se había quedado pegado en mi cerebro. Aún sigo pensando que es el chico más lindo que he visto jamás. Recordé entonces una conversación que tuve con mi amiga Lola; una chica muy inteligente y divertidísima que se gana la vida leyendo el Tarot.

- ¡Por favor, Lola! No me hagas creer que eres capaz de ver el futuro en las cartas. Es algo ilógico.

- ¿Ilógico? – se retocó la pintura de los labios -. No hay nada ilógico en una lectura, majete. Te asombraría ver y oír las cosas que yo veo y oigo. Siéntate un momento y hacemos la prueba. Si me equivoco, te doy permiso para llamarme embustera o timadora… ¡Lo que quieras!

- ¡Por favor! No creo en esas cosas. Termina de pintarte y vámonos.

Se acercó a mí misteriosamente, me miró sin parpadear y se volvió hasta uno de los cajones a buscar algo.

- Mira, Carlos – dijo -. Existen ciertas cosas en la vida que son increíbles. Esas cosas que uno piensa que son imposibles. Voy a demostrarte que no son imposibles aunque tú no las creas. Siéntate ahí – señaló la mesa redonda de camilla -. Voy a tardar muy poco en demostrártelo.

Me asustó. Nunca me había hablado de aquella forma. Me acerqué desconfiado a la mesa y me senté. Ella se sentó frente a mí y me preguntó si quería saber algo en particular. Para ponérselo difícil, me limité a decirle que no. Tendría que averiguar cosas de mí que no supiera (lo cual era imposible).

Sacó la baraja y estuvo moviendo las cartas, barajándolas y murmurando unas frases hasta que me dijo que pusiese mi mano sobre el mazo.

- ¿Es imprescindible?

- ¡Por supuesto! – contestó con misterio -. Tu energía debe transmitirse a las cartas.

No iba a perder nada por poner mi mano allí. La puse y puso ella la suya sobre la mía diciendo algo parecido a una oración. Empezó a distribuir las cartas sobre la mesa y comenzó a hablar.

- ¿Tienes problemas en el trabajo? Veo a tu lado a un hombre… de unos cincuenta años; te observa. Tú le das la espalda. No quieres saber nada de él. Te quedarás sin trabajo…

Tuve que tragar saliva y disimular. Mi antiguo jefe, Fermín, estaba deseando de meterme mano. Para mí era un viejo pervertido; uno de esos que va soltando dinero para conseguir sus objetivos. Siempre me había negado a sus proposiciones.

- No te preocupes, guapo. Encontrarás trabajo enseguida. Te veo aquí entre recipientes. ¡Son copas! Tiene que ser un bar.

Escuché con atención. Si era cierto que Fermín iba a acabar despidiéndome tenía posibilidades de trabajar como camarero… De hecho, en los momentos en que pensaba en Lola, era camarero.

- Hmmm – hizo un gesto de asco -. Sales de Guatemala y entras en Guatepeor. Vas a conocer a alguien que no me gusta nada. Es un chico… de unos veinte y poco años ¡Es guapo! Apártate de él. Te traerá problemas ¿Sabes por qué? Porque no crees que existan ciertas cosas. No me lo habías dicho nunca, cabrón. ¡Te gustan los chicos! Has tenido ya dos novios muy lindos.

Me levanté asustado y enfadado al mismo tiempo. Nada de lo que me había dicho mi amiga era imposible, aunque no seguro. Sin embargo, jamás habíamos hablado de mis gustos sexuales y menos de los novios que había tenido ¡Lo sabía!

- ¡Eres como un tahúr! – le grité – ¡Haces trampas! Todo eso que me estás diciendo es mentira.

- Tranquilo, tío – encendió un cigarrillo -. Te explico un poco esto.

La miré con desconfianza y vi en sus ojos que me hablaba con sinceridad.

- ¡Siéntate, anda! – señaló la silla -. Esto que a ti te parece ilógico tiene una lógica muy sencilla. Te conozco demasiado bien como para no haberme dado cuenta de que eres gay. Se hace una pequeña ceremonia para que te sientas intrigado; inmerso en la magia y… dependiendo de la cara que pones, veo si acierto o no.

- De acuerdo – balbuceé – ¿Y quién te ha dicho cómo es mi jefe y qué pretende? ¿De dónde has sacado eso?

Apoyó sus codos sobre la mesa y puso su barbilla sobre sus manos mientras sonreía casi diabólicamente.

- Llámalo… intuición.

- ¿Intuición? Me has dicho que he tenido dos novios muy lindos ¿Quién te ha contado mi vida?

Volvió a sonreír diabólicamente, aspiró del cigarrillo y sopló una larga nube de humo azulado. Señaló las cartas.

- Este rey de espadas es tu jefe; es moreno. Poco agraciado. Observa que mira a la derecha. Esta joven que está a su lado, la sota de copas, mira a la izquierda; le da la espalda. Eres tú, guapo. Esta carta es una pareja de enamorados que se casan ¡Un contrato! Y esta que está encima es La Muerte. Se rompe un contrato. Sin embargo, si miro estas – señaló al otro lado de la mesa -, veo tu pasado. Este dos de copas son las veces que has compartido tu vida. La intuición y la lógica me dicen que eran dos chicos; para ti eran muy lindos. Si no, no hubieras estado con ellos.

- ¡Basta! – susurré asustado -. Me has dicho que era cuestión de lógica; de intuición.

- ¡Por supuesto! Lo que pasa es que, como ves aquí, todo coincide con lo que he intuido. Ten cuidado, Carlos. Vas a conocer a un chico que no me gusta un pelo.

- ¿En un bar? ¡Vamos!

- Justo encima del contrato que se rompe – señaló la carta de La Muerte – hay un as de copas. Un nuevo contrato ¡Y muy pronto! Este siete de copas es un bar; y esta carta… – señaló un naipe oscuro y de mal aspecto -. Es El Diablo. Una pareja que no me parece nada agradable. Después de la muerte viene una vida mejor ¡Es intuición, Carlos! Estoy segura de que te pasarán cosas más o menos como las que he dicho. No arriesgo nada. No es imposible. Si te pasa esto te acordarás de mí; si te pasa otra cosa ni te acordarás de lo que estamos hablando.

Oí ruido y me incorporé. Alguien entraba al bar y yo estaba casi agachado pensando en aquellas palabras. Eran dos señores muy bien vestidos y, antes de pedir, les oí hablar algo de una enfermedad. Eran médicos.

- ¡Dos cafés, por favor!… ¿Se encuentra bien?

4 – Directo al grano

El segundo día llegué a mi trabajo con tiempo; deseando de que apareciera por la puerta Alejandro. No había podido apartarlo de mi cabeza en toda la noche y tuve que levantarme a masturbarme, de tal forma, que sentí ese placer que se siente pocas veces.

Al estilo inglés, entró puntual Alejandro acercándose directamente al mostrador y sin registrarse los bolsillos.

- ¡Buenas tardes! Lo mismo de siempre.

Efectivamente. Yo ya sabía que siempre tomaba cerveza (de barril) y unos aperitivos. Le serví la primera caña y me miró sonriente e insinuante.

- Gracias, Carlos – me asusté -. Andrés me dijo anoche tu nombre. Yo soy Alejandro – me tendió la mano -. Estoy… Encantado de conocerte.

- Igualmente – también lo miré insinuante -. Según veo, te gusta este bar.

- Mucho, sí. Sobre todo a esta hora. No hay nadie.

- Estoy yo.

- ¡Claro! – bebió un largo trago -. Creo que estaré aquí más tiempo por la tarde que por la noche. Toma – puso sobre el mostrador veinte euros -; cuando termine te daré el resto. No quiero estar más con este cargo de conciencia. No le haría eso a alguien como tú.

Estaba siendo muy directo y, a pesar de que me jugaba mi puesto, decidí ser tan incisivo como él.

- No te preocupes. Tampoco me hubiera importado pagar tus consumiciones de ayer.

- ¿De verdad? – me miró pícaramente -. No volví a traerte el dinero porque estuve toda la tarde buscando la cartera en casa. Al final la encontré en el asiento del coche.

Por sus comentarios y su ropa, me di cuenta de que era un chico que manejaba bastante dinero. Veinte euros diarios en cervezas, sólo por la tarde, era al mes casi el sueldo que yo iba a ganar. Esperé a que hablara.

- ¿A qué hora sales? – preguntó indiferente -. Debe ser muy aburrido pasar aquí toda la tarde casi solo.

- Depende. Si entro antes, salgo antes. Hoy salgo a las diez.

- ¿Y no vas a dar una vuelta a esas horas?

- Me gustaría – dije con intención -. A esas horas estoy bastante cansado y, si es para volver a venirme aquí…

- ¡Hay muchos sitios! Algunos mejores que este ¿No los conoces?

- No. Lo siento. Mi sueldo tampoco da para gastar mucho en copas.

- Si quieres te invito – fue claro -. Deberías conocer el ambiente que hay por este barrio.

- Sé algo de ese… ambiente. Gracias por tu invitación.

- ¿Quieres decir que aceptas?

Lo pensé bastante. No podía apartar de mi cabeza todo aquello que me habían contado de él y, sin embargo, no temía en absoluto que fuese un gafe. Creí que tal vez no me vendría mal aceptar su invitación si después venían invitaciones otras de otro tipo. Lo deseaba.

- Acepto.

Se bebió la cerveza de un trago, golpeó la barra con el vaso y me pidió otra. Cuando se la serví tuve que evitar que rozase su mano con la mía.

- Si prefieres otro ambiente… habría que irse más lejos. Podemos ir en mi coche.

- No, es igual – no quería moverme de mi barrio -. Creo que por aquí estaremos bien.

Siguió toda la tarde ese tipo de conversación. Ni se decía nada claro ni se ocultaban nuestros deseos de vernos. Empezó a gustarme demasiado. Cuando salió de allí se me hizo la tarde interminable esperando el momento de verlo sin una barra de por medio.

5 – La cita

Empezaba a entrar más gente en el bar cuando llegaron los camareros del turno de noche. Les di las novedades, les mostré la caja hecha y corrí a cambiarme para ir en busca de Alejandro. Sabía que tenía una sonrisa pegada a mi rostro que todos captaron.

- Se te nota que estás deseando de irte – dijo uno -. Para ser tus primeros días de trabajo, corres mucho.

No contesté. Me despedí de ellos con agrado y salí por la puerta principal para ir a donde había quedado con mi nuevo y atractivo amigo. Enfrente, en unos jardines pequeños donde se ponen mesas en verano, estaba Alejandro sentado con una enorme sonrisa de satisfacción. No disimuló en absoluto. Me miró de arriba abajo mientras cruzaba la calle y se levantó cuando llegué.

Me asusté cuando vi en él un cierto intento de besarme.

- ¿Qué tal? – pregunté tendiéndole la mano -. Veo que no has podido esperarme en el Gato Negro ¿Tanta prisa tienes?

- Sí… Bueno, no. Es que aquello estaba vacío y me aburría. Decidí venirme dando un paseo.

Me miró descaradamente de la cabeza a los pies, se iluminaron sus ojos y puso su mano en mi brazo.

- Si te soy sincero, estás mucho mejor con esta ropa que con la de camarero.

- ¿Ah, sí? – miré atrás -. Vamos a otro lugar si no te importa. Estaremos más tranquilos.

- Hmmm. Tienes miedo a que te vean conmigo. Esos camareros, todos, saben qué tipo de gente entra en ese bar por la noche. Ahí dentro no hay que disimular nada.

- Sí, claro. La diferencia es que tú eres cliente y tienen que servirte y yo soy su compañero.

- Comprendo – se dio la vuelta y comenzó a caminar -.

Me apresuré un poco para ponerme a su lado y volvió a mirarme insinuante. Anduvimos algún tiempo por los jardines sin decir una palabra mientras cruzábamos ciertas miradas de complicidad. Sabía que yo era gay y que lo tenía muy fácil.

- ¿Vamos a ir al Gato Negro? Te aseguro que está aburridísimo…

- No. No pienses que voy a salir de un bar para meterme en otro. Prefiero… caminar.

- ¿Te gustaría ir al cine? En el centro comercial de la esquina poner una película muy interesante.

- ¡Bueno! – dije indiferente -. Me gusta el cine.

Su respuesta no fue otra que una de esas miradas insinuantes. Me aclaró que él invitaba a todo e intercambiamos algunas preguntas para conocernos. Inmediatamente descubrí que era un chico muy suspicaz. Se mostraba receloso, desconfiado con cada respuesta que le daba. Me molestaba, y me molesta, tener que estar siempre dando explicaciones de por qué hago esto o hago lo otro. Se reía abiertamente de mí.

- ¿Quieres que me crea que no has estado nunca con un chico?

- No he dicho eso, Alejandro. He dicho que no he tenido nunca una relación seria con un tío, no que sea virgen y santo.

- ¡Vaya! Te molestas por cualquier cosa.

No quise contestarle. Entramos al centro comercial y retiró dos entradas de una máquina.

- ¿Las tenías ya reservadas por Internet? – pregunté sin malicia -.

- ¿También te molesta que haya hecho algunos planes para esta noche?

- No. No es eso. Es que habíamos quedado en otro lugar y para conocer el ambiente. También me gustan estos planes.

- ¿Lo dices por complacerme?

- ¡Por favor, Alejandro! – tuve que ponerme serio -. Si piensas estar todo el tiempo estudiando mi comportamiento sólo para decirme lo que tú crees y desconfiando de lo que digo, prefiero irme a casa a descansar.

- Crees que soy desconfiado… Pues no; no lo soy. Sólo pregunto esas cosas por curiosidad; por conocerte.

- Ya veo – contuve la risa -. Lo malo es que das la sensación de que no te crees nada de lo que digo. Y olvidas una cosa… Yo no tengo ningún compromiso contigo y, por tanto, no voy a estar toda la noche dándote explicaciones.

No contestó. Miró a una chica que ofrecía unas degustaciones en un pequeño mostrador y me hizo un gesto para que lo siguiese. En aquella pequeña y endeble mesa había varios vasos y dos botellas. La chica ofrecía una copita para probarlo. Él quiso enseguida aprovecharse de la situación.

- Esos licores están muy buenos – musitó -. Nos tomaremos un par de copas gratis…

Nos acercamos a la mesa y nos atendió la chica amablemente. Llenó dos vasitos de una botella y comenzó a hablarnos de las propiedades que tenían aquellos licores (que yo ya conocía perfectamente). Tomamos los vasitos y bebimos saboreando.

- ¡Pues está bueno! – dijo como si no lo hubiese tomado nunca -.

Me pareció que alguien lo llamaba desde atrás. Repetía su nombre insistentemente. Se dio la vuelta bruscamente y me pareció que todo iba a cambiar aquella noche. Empujó la mesita con su cuerpo y aún recuerdo cómo se cerraban sus patas y caía al suelo con todos los vasos y las botellas.

- ¡Lo siento, lo siento! – repetía -. No me he dado cuenta de que estaba tan cerca. Siempre tengo que meter la pata.

Sí. No hacía más que excusarse y pedir perdón, pero en ningún momento soltó su copa ni se agachó a ayudar a aquella señorita. Mientras hablaba con una chica de aspecto poco atractivo, tras de él, la chica y yo comenzamos a recoger todo lo que había por los suelos y se acercaron otros dos chicos a ayudar.

- No pasa nada – repetía ella -. Tendrían que ponerme un mostrador más fuerte.

Me miró agradecida, cambié mi expresión y miré a Alejandro con asco mientras ignoraba todo lo que pasaba a sus espaldas.

- ¿Ya? – preguntó indiferente volviéndose un instante -. Creo que vamos a entrar con la película empezada.

No tuve más remedio que mirar de cerca a aquella chica apenada y susurrarle un “lo siento” mirando de reojos las espaldas de Alejandro.

6 – Una extraña escena

Entramos en la sala ya a oscuras y me pareció que había poca gente. Curiosamente era una sesión no numerada, es decir, que podríamos sentarnos en cualquier lugar… sencillamente porque no era una buena película y la proyectaban de reestreno.

Subimos a oscuras por el pasillo tomados de la mano. Tiró de mí como si tuviese prisas hasta llegar a la última fila.

- Oye, Alejandro – susurré – ¿No sería mejor sentarnos un poco más cerca? Hay sitio de sobra.

- No. Ven aquí. Estaremos más tranquilos.

Nos sentamos juntos en unos asientos pegados a la pared del fondo, miré a ambos lados y sólo había alguien en un extremo de esa misma fila. Mi intuición me decía constantemente lo que iba a pasar.

Aún no me había acomodado en el asiento cuando su mano derecha cayó sobre mi vientre y comenzó a acariciarlo. Volví a mirar a todos lados y bajé mi vista disimuladamente. En el lugar tan alto que estábamos, cualquier persona de la sala podría ver lo que estuviéramos haciendo. Sin embargo, no quise retirarle la mano.

Me acarició suavemente sin parar y sin dejar de mirar a la pantalla durante bastante tiempo hasta que su mano se desplazó con cuidado para apretar mi paquete que, evidentemente, estaba bastante duro. Dudé en hacer lo mismo y poner mi mano directamente en su entrepiernas; aquel chico que tenía a mi lado acariciándome era una belleza. Fui levantando mi brazo izquierdo despacio y pegado al brazo de la butaca para hacer pasar mi mano hasta su cuerpo. La dejé caer disimulando y se posó sobre su miembro duro, caliente húmedo y desnudo. Se lo había sacado sin que me diese cuenta. Lo agarré con todo placer, lo apreté y comencé a mover mi mano como la suya, que ya empezaba a buscar la cremallera de mis pantalones. Contuve un poco mi respiración agitada y eché la cabeza atrás cerrando los ojos.

No le ayudé a abrir mi portañuela, esperé mientras comenzaba una masturbación suave. Su miembro no me pareció muy largo aunque sí era bastante grueso y pasé mi mano por su punta húmeda para sentirla mojada tirando de su prepucio. Consiguió abrir mi portañuela y desabrocharme el botón. Entonces fue cuando metió su mano sin contemplaciones, la sacó y comenzó a moverla.

Estaba sintiendo más placer de lo normal. Pensé que era esa reacción extraña al sentirme haciendo aquello en un lugar público y casi a la vista. Cuando menos lo esperaba, se echó abajo de la butaca, se puso delante y la metió en su boca. Reprimí un quejido y miré instintivamente a los lados. La persona que estaba sentada al final de la fila se levantó y comenzó a acercarse. Tiré de la cabeza de Alejandro, me agaché y le dije que parara. Estaba muy asustado cuando me miró sonriendo tranquilamente. Vio al chico acercarse y volvió a meterla en su boca. Pensé que estaba loco.

El chico llegó por sus espaldas mirándonos con interés y fui incapaz de moverme. Se acercó mucho a mí sobre Alejandro y acabó tirando de mis cabellos y besándome desesperadamente. Nadie dijo nada. Ni yo. Estiré algo mi brazo y cogí el miembro de aquel chico joven y bellísimo. También venía fuera de sus pantalones.

Aguanté poco aquella situación. Me corrí bestialmente en la boca de Alejandro, que siguió chupando sonoramente y, jugando con la lengua del otro chico, noté los chorros de su semen caer sobre nosotros.

Lo empujé muy asustado y aparté a Alejandro de donde estaba.

- ¿Estáis locos? – tuve que retener un grito – ¡Estamos a la vista de todo el mundo!

- Toma – dijo el chico -; tengo pañuelos.

- Dame uno – contestó Alejandro -. Los dos se sentaron a limpiarse cuidadosamente mientras veía en la pantalla una escena bastante desagradable. Me levanté sin contemplaciones y corrí hacia el pasillo abrochándome los pantalones. Cuando empecé a bajar hacia la salida vi que los dos bajaban detrás. Me apresuré.

7 – Fugitivo

Salí de la sala mirándome la ropa y echando a correr. Me dio la sensación de que todo el mundo me miraba con sorna. Pude salir del centro sin que los otros me siguiesen y no paré de correr hasta cruzar tres o cuatro calles. Me pegué a la pared y comencé a pensar mientras respiraba profundamente. Las náuseas que sentía no eran más que el producto de haber pasado aquella situación tan estresante sin haber tomado nada desde antes de trabajar.

No muy lejos, distinguí unos luminosos de una pizzería y comencé a caminar lentamente. Necesitaba tomar algo. Estuve allí un buen rato relajándome. Pensé primero en todo lo que había oído de Alejandro, luego en mis primeras tardes de trabajo, en la desagradable escena que había vivido en el cine y… conseguí apartar todos aquellos pensamientos de mi mente.

Ya relajado, comencé a pasear lentamente y, cuando iba a encaminarme a casa, recordé que había hecho los comentarios suficientes para que Alejandro supiese dónde vivía. Me paré en seco e intenté buscar algún remedio. Finalmente, pensé que entrando a casa por una bocacalle de enfrente sería imposible que me localizara. Más tarde, si aparecía por allí o llamaba, bastaría con no abrirle.

Eso hice. Comencé a andar dando un rodeo por calles secundarias hasta que vi mi casa al frente. Si había estado pensando en el pasado, vinieron a mi mente ideas que no me gustaban sobre el futuro. Yo iba a seguir siendo el camarero de aquel bar donde Alejandro iba todas las tardes. Tenía que enfrentarme a ese problema pasase lo que pasase. Él no era un gafe como pensaban los demás. Era alguien descuidado, olvidadizo, poco seguro de su comportamiento. Eso le hacía pensar que todos eran igual que él y dudaba constantemente de cualquiera que tuviese a su lado. De ahí que sus amistades le dieran de lado. Estaba claro que ir a cualquier sitio con una persona así te hacía partícipe de todo lo que le pasaba.

Me asomé a la esquina con cuidado y crucé hasta el portal. Una vez en casa, me quité toda la ropa, me duché con tranquilidad y me eché en el sofá.

Empezaba a quedarme dormido cuando llamaron a la puerta. No esperaba a nadie a esas horas. Es más; nunca esperaba a nadie. Era él. No me moví, cerré los ojos y me dispuse a relajarme. Sin embargo, volvió a llamar. No una vez, sino repetidamente. Pensé que había llegado el momento de zanjar aquel asunto. Prefería discutir con él en casa y no tener que hacerlo en el bar. Me esperaba cualquier cosa de alguien así.

Me puse algo de ropa y abrí la puerta con decisión y seguro de lo que iba a decirle, pero… El otro chico, guapísimo, iba con él y me miró sonriente.

- ¡Vamos, pasad! – abrí más la puerta -.

- No te entiendo – comentó Alejandro -; lo pasamos de puta madre y te vas y te escondes. Tendrás algo que ocultarme.

- No. Ni a ti ni a este chico que te acompaña y que no tengo el gusto de conocer. No escondo nada. Lo que no me gusta es que me digan constantemente lo que tengo que hacer y no me digan a dónde van a llevarme.

- No te he engañado – repuso -. Hasta Chani me ha dicho que le pareces un desagradecido y un maleducado.

Miré inquisitivamente a Chani – el otro chico – y, antes de decir nada, dio un paso al frente apenado y comenzó a hablar.

- No he dicho eso de ti, Carlos. No nos conocemos y me gustas… Sólo pensé que podríamos vernos otra vez. Me dolió que nos dejaras.

- ¿Cómo? – le pregunté seguro – ¿Conoces bies a Alejandro?

- Sí, sí… Bueno… A veces nos vemos en el cine…

- ¡A veces os veis en el cine! ¿Eso es conocerlo? No has pensado que tal vez he huido de él.

- ¿Qué pasa? – dijo Alejandro con descaro – ¿Vas a decirme que te he llevado al cine y has hecho todo a la fuerza?

- Jamás – puse mi índice en su tripa -; jamás vuelvas a hacer planes por mí ni a decir cosas que yo no he dicho. Yo no he decidido ir al cine; lo planteaste tú; antes de consultarme. Puede que para ti sea muy normal follar en un cine, en público, pero al menos, ten en cuenta que los demás también tenemos opinión. Por mi parte ahí tienes la puerta. Cuando vayas al bar hazte a la idea de que no me conoces nada más que como camarero o atente a las consecuencias. Sé de qué vas.

- ¡Ah! ¿También tú vas a decir por ahí que soy un gafe? ¡Qué amable!

- Sal ahora mismo por esa puerta y olvida lo ocurrido. De lo contrario, no dudes que voy a hacer lo que hace todo el mundo contigo, es decir, lo que te mereces.

Sus ojos se abrieron de espanto. Parecía que nunca nadie le había hablado como yo lo estaba haciendo. Era como si lo hubiese insultado; como si lo hubiese dejado desnudo. Dio media vuelta, salió de casa y cerró con un portazo.

- Yo no soy así, Carlos – dijo Chani casi llorando -. En realidad no sé qué ha pasado. Sólo lo conozco de vernos en el cine y no sé qué ha pasado. Él dice que lo has engañado. Yo no he dicho eso…

- ¡Déjalo, Chani! – comenté con paciencia -. A Alejandro se le conoce con facilidad. No se puede vivir junto a alguien que está constantemente dudando de sí mismo y de los demás. No pasa ninguna otra cosa.

- Bueno… – sonrió -. Yo no soy así.

- No hace falta que me lo jures, hombre. No hay más que ver tus ojos…

- ¿Te gustan?

- Mucho – fui contundente -. No es sólo que tengas unos ojos bellísimos, es que puede verse en tu mirada que no eres como él. No entiendo qué haces metiéndote en los cines y acercándote a gente que desconoces para…

Agachó la cabeza en silencio. Seguimos en pie uno frente al otro hasta que me di cuenta de que era una situación muy tensa.

- ¡Vamos, Chani! – puse mi brazo sobre sus hombros -. Ponte cómodo y vamos a hablar un rato. Estás en tu casa.

- Gracias. Me parece que alguien va a hacerme la vida imposible cuando me vea. Sé que Alejandro no tiene muy buen carácter… No lo conozco.

- Te lo han dicho, ¿verdad? – asintió -. A mí también me advirtieron que tuviese cuidado con él. Y no hice caso. Por eso estamos ahora tú y yo aquí. Tampoco voy a permitir que te dé órdenes.

- ¿Vas a ayudarme? ¿Te gusto?

- Sí. Me caes bien, pero no quisiera verte haciendo esas cosas. Creo que eres muy buena persona y te dejas llevar ¿Piensas que es más bonito hacer esas cosas en un cine o preferirías hacerlas aquí?

- ¿Aquí? – se asustó – ¿Contigo?

- Tú debes decidir lo que quieres. Ni me hagas caso a mí ni a nadie. Puedes marcharte si quieres.

- ¿Marcharme? ¿No puedo quedarme un rato contigo? Me gustas.

Estaba claro. Chani no iba buscando otra cosa más que volver a verme. Era muy tímido. Se escondía en la oscuridad de los cines simplemente para hacer esas cosas que dan tanto placer. Lo besé en la mejilla y noté su felicidad.

- ¿No crees que es mejor conocerse, gustarse, quererse y hacer esas cosas con alguien así? ¿Por qué con gente que desconoces?

- Nadie quiere nada conmigo.

- ¡Falso, Chani! – alcé la voz – ¿Por qué no te dejas conocer? Encontrarás a alguien que te quiera y quiera hacer esas cosas contigo sin llevarte a un cine.

- ¿Quieres conocerme? – se extrañó -. Nunca me han dicho eso.

- Ya te lo he dicho yo. Quiero conocerte. Me gustas. Ponte cómodo, hablamos, tomamos algo y… lo hacemos, si quieres.

- ¡Sí! – le faltó dar un salto – ¿Puedo lavarme las manos?

- Ven. Vamos al baño.

8 – Las malas influencias

Nos miramos felices frente al espejo. Yo miraba su cuerpo y él el mío. Me gustaba su delgadez y esbeltez, su voz dulce, sus halagos. Era todo lo contrario de lo que había conocido antes. Nos abrazamos y tiré de él hacia la ducha.

Ya bien enjabonados, enjuagados y secos, sin dejar de mirarnos, nos fuimos desnudos al sofá, nos sentamos y comenzamos unas suaves caricias.

- Esto no es igual que el cine, ¿verdad?

- ¡No! – susurró -. No me gusta el cine. Prefiero estar contigo.

- ¿Y por qué ibas?

- Me gustaba Alejandro. Yo no le gusto y apenas me habla. Si quiero hacer esas cosas…

- ¡Shhhhhh! ¡Calla! – cerré sus labios -. Eso se ha acabado si quieres. Vamos a follar, como dices. Nos iremos conociendo y, si te gusto, dejaremos de follar y comenzaremos a hacer el amor. No es lo mismo.

- ¿Vas a amarme? – no podía creerlo -.

- No lo sé. Vamos a conocernos. Es la única forma de saber si hacemos estas cosas por gusto o por amor ¿Ves la diferencia?

- Yo quiero amarte, Carlos.

Lo abracé con cariño porque sabía que nunca nadie lo había amado ni había amado a nadie. Se había dedicado durante mucho tiempo a follar en el cine. Lo empujé despacio y lo recosté en el sofá. Nos besamos durante mucho tiempo. Nos miramos, nos acariciamos y fuimos poco a poco entrando en un terreno distinto. De pronto, sin decir nada, se dio la vuelta y se puso boca abajo. Sabía lo que quería.

- Espera – dije – ¿Te lo han hecho alguna vez?

- No. Quiero que me la metas tú.

- Lo haré porque lo deseas, pero no hoy ¿Te importa? Eso duele. Vamos poco a poco.

Adelantó su mano con temor y me la apretó fuertemente. Quería tenerme dentro y pensé que no era el momento. Comenzó a acariciarla, se incorporó para meterla en su boca y seguimos besándonos. En ningún momento dejé de darle placer hasta que supimos que llegaba el punto deseado. Apretamos más y nos la movimos con muchas más fuerzas. Llegaba el placer.

De pronto me pareció ver algo raro; algo oscuro entre sus piernas.

- ¡Es sangre! – exclamó – ¡Estoy echando sangre!

- ¡No te preocupes que no es nada! – me levanté -. Vuelvo enseguida.

Acababa de romperle el frenillo y sangraba bastante. Puse una toalla en el sofá, que estaba empapado, y lo llevé al baño para curarlo.

- ¡Soy tonto! – exclamó -. Todo me sale mal. Mira lo que te he hecho.

Me levanté y lo miré con seriedad.

- Voy a curarte, bonito. No es nada y suele pasar a menudo. Pero tienes que prometerme una cosa…

- ¡Lo que tú digas! Haré lo que quieras.

- ¡Nunca! ¡Jamás, Chani, jamás vuelvas a decir que eres un tonto o que todo te sale mal! Por eso le salen mal las cosas a Alejandro. Nunca te sientas culpable si no tienes la culpa ¡Vamos, prométemelo!

Se quedó pensativo unos instantes, cambió de expresión y me besó con dulzura.

- Tú no me dices las mismas cosas que Alejandro. Haré lo que tú me dices. Quiero estar contigo.

Seduciendo al heterosexual ingenuo

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Hola. Mi nombre es Rafael. Tengo 18 años de edad. Soy lo que se conoce como un homosexual de clóset, y no está en mis planes salir del armario en el futuro cercano.

Soy una de esas personas que sufren de lo conocido como “amor no correspondido”, esto debido a que por años he “amado” a compañeros míos que son heterosexuales. Siempre he tenido fantasías de estar con ellos, todas incumplidas claro. No obstante, esto cambió al conocer a Eduardo, también de 18.

Eduardo es lo que uno puede describir como el “heterosexual” perfecto, ya que además de guapo tiene un cuerpo de envidia. Es extremadamente masculino, aunque es demasiado ingenuo. Esto último fue lo que me permitió seducirlo aquél día en su casa. Las cosas ocurrieron así.

Habíamos quedado desde la semana pasada que nos juntaríamos en su casa para llevar a cabo nuestro proyecto de ciencias. Él me dijo que el próximo lunes a las 5:00 p.m. se acomodaba para él, ya que sus padres estarían de viaje. Inmediatamente vi la increíble oportunidad que tenía para seducirlo, por lo que acepté. Ese mismo lunes estuve ahí a las cinco exactas. Toqué el timbre y él me abrió la puerta. Traía puesto su uniforme de soccer y estaba sudando, lo que hizo el escenario fuera aún más erótico para mí. Me dijo que pasara y subimos a su cuarto.

Lo que pasó después fue como una fantasía hecha realidad. Me dijo que ya que acababa de llegar de un partido de soccer, debía de tomar una ducha. Me pidió que esperara en el escritorio que estaba en su recámara. Yo le dije que no había problema y él se metió a su baño. Pasaron alrededor de 15 minutos y por fin escuche la llave de la ducha apagarse. Había terminado de bañarse.

Salió del baño con una toalla cubriéndole de la cintura para abajo. Mi imaginación empezó a dispararse para todos lados; estaba en verdad emocionado. Me dijo que se cambiaría y empezaríamos el proyecto. Yo sabía que tenía que actuar rápido, que esta era una oportunidad única, ya que nunca volvería a tenerlo en esas mismas condiciones. Eduardo se metió a su clóset y dejo la puerta entreabierta. Yo aproveché y lo seguí hasta el interior de su clóset. Él no me notó al principio, pero luego se volteó y me preguntó: “¿Qué haces aquí?” Yo le dije que se sentía extraño estar en una recámara ajena sin que el dueño de dicha recámara estuviera ahí. En ese instante pensé a mi mismo: “¡Pero que idiota eres! ¿Qué tipo de excusa es esa? ¡Seguro sabrá que estás tramando algo!” Sin embargo, como ya había mencionado, Eduardo era extremadamente ingenuo. Él aceptó mi explicación, y siguió buscando que ponerse para vestirse. Yo me senté en el suelo, mientras esperaba a que encontrara la ropa que quería ponerse.

Eduardo comenzó a abrir cajones y sacó su ropa interior, y luego descolgó unos jeans para ponérselos. Mi tiempo se acababa, así que me decidí a actuar. Me arrastre hasta donde él estaba parado y le jale la toalla para que se le cayera, descubriendo así sus genitales.

Eduardo volteó a verme al suelo y me preguntó: “¿Qué haces?” Yo le dije que simplemente quería ver como eran sus genitales, simple curiosidad (nuevamente, excusa estúpida pero muy creíble para Eduardo). Eduardo se empezó a reir y me dijo: “Estás loco”

La verdad es que Eduardo tenía un pene muy grande. Asumí que erecto le mediría quizá 6.5 pulgadas. También tenía un escroto bastante grande y peludo, donde eran perfectamente visibles dos testículos redondos.

Eduardo siguió cambiándose, se puso una camisa blanca que en verdad se le veía muy bien. Luego levantó una pierna para poder ponerse la ropa interior, y fue ahí cuando le detuve la mano. Inmediatamente, con mi otra mano libre, agarre su pene con firmeza. Esta vez Eduardo no se lo tomó como algo chistoso, y me dijo: “¿Pero qué carajo haces?”

Yo le contesté: “No es nada, simplemente me gustaría probarlo”. Inmediatamente me lleve su pene a mi boca, dándole lengüetazos a su glande. Eduardo no reaccionó positivamente, ya que me dijo: “¿Qué demonios estás haciendo? ¡Deja eso ya!” Sin importarme, yo seguí. Eduardo empezó a hacerse para atrás, como para sacar su pene de mi boca. Pero yo ya lo tenía, y no planeaba dejarlo ir. Comencé a avanzar de rodillas hacia su dirección, con su glande aún en mi boca, y seguí lamiéndolo. Eduardo me dijo: “Rafael, por favor, no creo que debamos de estar haciendo esto” Yo seguía tragándome su verga, lamiéndola, lo cual la hizo crecer. Sentía como se endurecía su miembro en mi boca, y esto me prendió aún más. Eduardo seguía quejándose, pero esta vez era una queja más como de gemidos. Podía notar como lo estaba disfrutando, aunque Eduardo me seguía diciendo que dejara de chuparle la verga. Fue en este instante donde me la trague toda, llevando la punta hasta el final de mi garganta, lo que hizo que Eduardo soltara un gemido de placer total. Lo tenía bajo mis garras.

Yo seguía de rodillas, dándole placer a mi amigo en su clóset. En intervalos me llevaba su escroto a mi boca, y se lo lamía todo, dándole todavía más placer a Eduardo. Su placer era tanto que sus rodillas se rindieron y acabó en el suelo conmigo, con los ojos entreabiertos, disfrutando de mi mamada pero como asqueado al mismo tiempo por el acto. Fue aquí donde volví a tomar ventaja. Aprovechándome de que estaba acostado en el suelo, saque su verga de mi boca por un instante. El hecho de que ya no le estaba dando placer a Eduardo dejo que este último volviera a pensar racionalmente, abriendo de nuevo sus ojos y tratando de levantarse para evitar que yo volviera a llevar su pene a mi boca. Yo fui más rápido sin embargo, y antes de que él pudiera levantarse, yo me baje el short y descendí para clavarme en su verga. Yo, Rafael, estaba montando a mi amigo heterosexual, Eduardo.

Eduardo se dio cuenta de lo que estaba pasando, y por un segundo trató de detenerme, pero rápidamente lo consumió el placer y se dejo llevar. Yo seguía montándolo, sintiendo como su verga me tocaba la próstata. No pasaron ni dos minutos antes de que sintiera como el pene de Eduardo se estremecía, por lo que puse de rodillas de nuevo para recibir su semen directamente en mi rostro. Hubo cuatro disparos en su orgasmo, todos dando directamente con mi cara. Eduardo soltó un último gemido de placer y se desplomó en el suelo. Estuvimos callados como por cinco minutos, los dos reflexionando por lo que acababa de ocurrir. Eduardo se levantó, agarro su ropa y se metió al baño para cambiarse. Yo también me vestí, y regrese a su escritorio. Eduardo salió tres minutos después, y sin verme a la cara, me pidió que me fuera de su casa. Yo pregunte la razón (haciéndome el tonto, claro) y él me contestó que lo que habíamos hecho había estado mal y que no quería volver a verme. No tuve opción; me tuve que ir.

Los meses pasaron y Eduardo jamás me volvió a hablar. Se sentía arrepentido por eso que habíamos hecho. A veces yo también me arrepiento, ya que había sacrificado su amistad por unos cuantos minutos de pasión con él. Tal vez hice mal por lanzármele así, pero ya saben lo que dice el dicho: “Uno siempre se arrepiente más de de lo que NO hizo”

Perdiendo el control en el elevador

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- Adrián… vete a dar un baño – exclamó Gustavo dando un respingo y separándose de Adrián que lo miraba sorprendido – apestas a licor… me imagino que debe estar bastante bueno tu trabajo de Química/matemáticas.

Adrián abrió la boca pero no supo que decir, tenia que pensar en una mentira creíble, pronto o terminar por afrontar la verdad. De cualquier forma, sentía su corazón encogerse ante la mirada furiosa de Gustavo…

- Si… lo siento. Javier compró una botella de vodka para hacer preparados mientras terminábamos de resolver el ejercicio, pero… este… la botella se me cayó – comentó Adrián jugando con la orilla de la sabana, Gustavo lo miraba entrecerrando los ojos sin creerle ni una sola palabra, sin embargo, tenia miedo de decir algo que pudiera sacar una dolorosa verdad, una verdad que lo consumiría, respiró hondo aferrándose a las palabras de Adrián, aun sabiendo que eran mentira…

- Si… bueno… mejor será que te des un baño – comentó Gustavo sin animarse a mirarlo a los ojos. La presión en su pecho era incontrolable, quería gritar pero no tenía el valor para hacerlo, Adrián se puso de pie apesadumbrada mente y se encaminó hacia la ducha. ¿Qué puedo hacer? Tengo tanto miedo de perderte… pensaba mientras escuchaba el ruido del agua al caer. Recorrió el cuarto con la mirada, deteniéndose en la mochila que Adriánhabía colocado en el piso, intentando hacer el menor ruido posible dio unos pasos tambaleantes ignorando el dolor de la pierna, tomo la mochila entre sus manos y sintió como esta vibraba, ¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Por qué revisar sus cosas? ¿hasta que punto he llegado? Luego de un pequeño instante de duda, sacó el móvil de Adrián que vibraba repetidamente notificando que tenía un mensaje nuevo el nombre del contacto decía “dany”, de forma inconsciente miró hacia la puerta del baño que estaba cerrada y siguiendo un impulso abrió el mensaje para leer su contenido.“¿Aguantarías otro round? Te necesito aquí.”

Gustavo permaneció inmóvil con el teléfono en la mano sintiendo como si le quemara las yemas de los dedos, ¿Quién carajos es Dany? Los deseos de estrellar el celular contra la pared parecieron dominarlo durante un segundo, sintiendo como la sangre le hervía en las venas borró el mensaje dejando de nuevo el celular dentro de la mochila, se quedó de pie dudando entre regresar a la cama fingiendo no saber nada o exigir una explicación… ¡no te voy a perder! Lo siento mucho “Dany” pero no me rindo sin dar batalla.Gustavo escuchó la llave del agua al cerrarse, haciéndolo moverse hacia la cama con la mayor rapidez que la pierna enyesada le permitió. Adrián salió instantes después, envuelto en la toalla sin nada mas que cubriera su cuerpo desnudo, su rostro se veía ligeramente somnoliento sin ningún indicio que develara turbación o culpabilidad, lentamente casi con los ojos cerrados se dirigió hacia la cama. Recostándose a lado de Gustavo que lo observaba en silencio. Veamos si después de esta noche sigues pensando en alguien mas pensó para si mismo Gustavo mientras rodeaba con el brazo libre los hombros de Adrián pegándolo hacia él en un tibio abraso, Adrián se dejó abrazar pegando su frente ligeramente húmedaal pecho de Gustavo.

- ¿No me vas a dar un beso antes de dormir? – exclamó Tavo buscando los labios de su novio, como un hombre en el desierto busca un poco de agua.

- Ah… si amor – respondió Adrián ligeramente dormido, presionando sus labios a los de Tavo.

El beso de Gustavo era como la batalla de un naufrago contra las olas, peleando por sobrevivir, Adrián respondía con menor efusividad, lo cual incrementaba las caricias de Gustavo. La temperatura del beso subió gradualmente bajo el ataque, se aferraba a él besándolo con maestría, recorriendo su cuerpo desnudo con la mano.Las caricias eran torpes pero derramaban todo el amor que podían; Adrián lo miró sonriendo con una pasividad lánguida, observándolo con una sonrisa tierna en un estado de duermevela. Respirando hondo para no dejar ver lo doloroso que le resultaba moverse, Gustavo comenzó a besarlo lentamente en el cuello, lamiendo su quijada y dándole pequeños mordiscos juguetones, su mano se deslizó hasta la entrepierna de Adrián, sorprendiéndose al no encontrar una erección, sin dejarse amedrentar continuó besándolo, pero los ronroneos y suspiros de Adrián fueron diluyéndose lentamente en el silencio, hasta ser remplazados por ligeros ronquidos. Gustavo se incorporó mirándolo dormir profundamente, y acarició su mejilla susurrando:

- Hey… amor, no te duermas…

- Ummjum – le murmuró Adrián sin poder mantener los ojos abiertos.

Tragándose su frustración intentó besarle el abdomen bajando sugestivamente poco a poco, pero antes de llegar a su ombligo, levantó la vista solo para comprobar que Adrián dormía completamente ajeno a sus esfuerzos por demostrarle su amor. Tavo sintió la piel erizársele y reclinando su cabeza en la almohada, sintió correr una lagrima por la mejilla, la noche transcurrió lenta y dolorosa, acompañado sus miedos con la sutil respiración de la persona que amaba. ¿Qué puedo hacer para no perderte? La noche poco a poco daba paso a la luz del sol que despuntaba en el cielo despertando la ciudad, sin poder soportar mas Tavo cerró los ojos agradeciendo al sol que la noche terminara, en unos momentos mas cuando Adrián se despertase podrían hablar… solo un momento mas… pero el cansancio aguijoneaba sus ojos, lentamente fue perdiéndose en la profundidad del sueño, deslizándose por recuerdos cálidos empañados con miedos fríos. Si engañaste a Luis para estar conmigo, nada me garantiza que no me engañes a mi para estar con alguien mas… en sueños veía a Adrián aferrándose en besos a Luis que lo estrechaba en sus brazos, no era Luis… era alguien mas… no por favor, no tu… no me hagas esto… Abrió los ojos de golpe encontrándose solo en la habitación, al mirar su reloj que señalaba las 10 am. Adrián debía haber salido desde hacia horas rumbo a la escuela… La cama revuelta era una marea de miedos que hacían a Gustavo temblar, su mente gritando que anunciara la retirada mientras su corazón le rogaba que se aferrara hasta el final lo hicieron enrollarse entre las sabanas, sintiéndose terriblemente solo.

Departamento de Robín

Luis miraba hacia la puerta del baño mientras sentado en la cama jugaba con su teléfono, la ceñida camisa polo color azul marino con el logo de la escuela se le pegaba a la piel, marcando sus brazos, sus fuertes piernas bajo el pantalón deportivo se marcaban deliciosamente mientras esperaba que robín terminara de bañarse. Sonriendo al percibir un murmullo melódico que inequívocamente era una canción canturreada por robín en la regadera. La llave se cerró haciendo mas audible la canción que Luis intentaba identificar sin éxito, sentía como la sonrisa le marcaba el rostro, se detuvo a pensar un segundo cuando había sido la ultima vez que había sonreído así… de forma espontanea. La puerta se abrió dejando salir un suave vapor con el aroma de la colonia de Robín, lo que hizo que la sonrisa de Luis se ensanchara aun más.

- Harás que llegue tarde a la escuela, tengo que dar clases… ¡date prisa!

- Te vez sexy vestido de maestro de deportes ¿sabias? – exclamó robín mientras se ponía el cinturón

- ¡Tengo que ir a trabajar! si no t apuras no me dará tiempo de desayunar contigo – protestó Luis ante la lentitud de Robín para vestirse.

- Ya estoy prácticamente listo… eres un maldito exagerado…

- ¡No soy exagerado tu tardas demasiado! – gritó Luis con un toquecito alegre en la voz, a manera de respuesta robín se acomodó la camisa tomando su cartera y su teléfono rápidamente para meterlos en la bolsa del pantalón.

- Ya estoy listo – dijo robín ladeando la cabeza con una arrebatadora sonrisa iluminando su rostro.

Luis se levantó de la cama acercándose a Robín que lo esperaba apoyado en el marco de la puerta de entrada con las manos en los bolsillos de los jeans, su postura se le hizo completamente apetecible, llegando incluso a considerar el mandar al carajo el trabajo y tomarse el día para estar a lado de Robín, había desperdiciado tanto tiempo que no quería perder ni un minuto mas lejos de él. Se besaron lentamente, permitiendo que sus lenguas danzarán delicadamente acompasadas por el ritmo de su respiración. Con los ojos cerrados se perdían en un instante irrepetible, cuando las palabras salen sobrando y comprendes que toda una vida a su lado no bastara para expresarle todas las cosas que sientes por el… Los miedos, las alegrías, las dudas, las divertidas peleas que lo único que hacen es que te fascines mas, cada una de esas emociones aplificada en mil los recorrían erizando los poros de la piel mientras se besaban. Cuando se separaron se quedaron un instante frente a frente absortos en un roce tímido.

- Debiste avisarme anoche antes de irte que vendrías a buscarme para desayunar, así hubiese estado listo desde antes – comentó robín cerrando la puerta del departamento mientras salían.

- Oh quería sorprenderte… no imagine que tardarías siglos en arreglarte – comentó Luis pasándole el brazo por los hombros mientras caminaban por el pasillo.

El ruido del celular rebotó en las paredes haciendo que Robín se sonrojara, Luis sonrió divertido al darse cuenta que la canción que le había enviado era ahora su tono de llamada.

- Yo que pensaba que no te había gustado la canción… – comentó encogiéndose de hombros con una risita burlona.

La respuesta sarcástica que tenía preparada para el comentario de Luis se quedó colgada sin ser pronunciada cuando leyó el mensaje que le había entrado, Ya me enteré de los desmadres que has estado haciendo, tienes mucho que explicarme. Llegó en un par de horas, te veo en mi oficina. Gian. La mirada felina perdida en la pantalla del celular alertó a Luis de que las cosas no estaban bien; Robín se mordió el labio sin atreverse a mirar a Luis.

- ¿Qué pasa?… Ro, ¿de quien era el mensaje? – preguntó Luis sonriendo mientras lo abrazaba, por toda respuesta robín le pasó el celular separándose de su abrazo, caminando apresuradamente hacia el elevador, Luis le seguía los pasos ordenando el caudal de pensamientos que se desbocaban en su mente. al cerrarse las puertas del elevador Luis nuevamente intentó pegarse a Robín tomándolo del brazo, acercándolo hacia el. – ¿crees que se enteró de lo de nosotros?

- Si… y puede ser que igual sepa que me escape sin avisar a México y que me traje a Santiago – Robín se frotaba las manos como si tuviera frio, mordiéndose nerviosamente el labio inferior. Luis lo abrasó besándolo en la mejilla un momento antes de que se abriera la puerta del elevador, robín le paso la mano por el cabello, murmurando – no te preocupes, tratare de tranquilizarlo… tendremos que mantener la distancia un tiempo en lo que se convence de que lo de nosotros no interfiere en sus negocios.

- De ninguna maldita manera, ¡lo que tienes que hacer es mandarlo a la mierda! Tienes que dejar de hacer todo lo que te pide

- ¡como si pudiera!

- ¿Por qué no? ¿Ah? Vámonos, hay mejores cosas que estar metido en las porquerías de Gian

- Si como ser maestro de educación física en una escuela mediocre ¿no? – se arrepintió de cada palabra que salió de su boca demasiado tarde. Luis ya lo miraba arqueando las cejas furioso – quise decir…

- Se bien lo que quisiste decir, ¡que es mas importante vivir este edificio de lujo manejando un convertible, que estar conmigo sin dinero y libre!

- ¿crees que eres libre Luis? – preguntó cruzando los brazos sintiendo como le temblaba el labio inferior – me he pasado todo el tiempo cubriendo tus huellas y haciéndole creer que sigues en nuestro equipo, si se enterara de que intentaste huir con el niño, te mataría como un perro.

- No debiste, yo nunca te pedí que lo hicieras – exclamó Luis furioso caminando hacia la salida, Robín se quedó de pie como si sus pies hubiesen sacado raíces en el suelo, con los brazos cruzados y con la cabeza baja. Luis miró hacia atrás un instante antes de salir del edificio, lo vio tan vulnerable que no pudo dar un paso más. Dio media vuelta llegando hasta robín y rodeando su cuerpo en un abrazo. Robín al sentir el calor de su cuerpo rodeando el suyo pegó sus labios a su cuello, susurrándole al oído.

- Si te pasa algo Luis, me muero… por favor, aunque sea solo esta vez déjame hacer las cosas a mi manera – exclamó robín temblando ante el abrazo. Luis asintió besándole la frente.

- Iré contigo, no te dejaré solo Ro

- Pero…

- Sin peros – le dijo Luis posando sobre sus labios el dedo índice. Robín asintió dejando que el calor de aquel abrazo le diera valor. Sabiendo que al estár frente a Gian se requeriría mucho valor.

Dentro del restaurante a medio día.

Gustavo caminó con dificultad hacia la barra del bar dentro del restaurante de uno de los hoteles que se encontraban en la calle principal, la comida relajada con la música acústica le eran indispensables para calmar la marea que emociones que se imponían en una telaraña dentro de su corazón, la pierna adolorida le reclamaba su insistencia en no dejarla descansar, pero se sentía incapaz de permanecer en el departamento por mas tiempo, siempre se había considerado un romántico melancólico en el amor pero no había nada de poético en la angustia y la ansiedad que le provocaba Adrián con su actitud. Llegó a la barra pidiendo una mimosa, permaneció unos instantes de pie antes de decidir sentarse, observando a las personas a través del espejo. Sorprendiéndose de ver al chico del parque sentado solo en una de las mesas cercanas. Santiago levantó la vista al sentirse observado, encontrándose con la mirada tímida de Gustavo.

- Que bonita coincidencia – exclamo Santiago con ese delicioso acento extranjero.

- ¿esperas a alguien? – Gustavo se giró con dificultad cuidando en no derrabar la copa.

- Si, a ti – dijo poniéndose de pie y separando una silla para ayudarlo a sentarse, Tavo sonrió ligeramente mirándolo inquisitivamente mientras tomaba asiento, intuyendo lo que pensaba continuó diciendo – no, la verdad no esperaba a nadie, Salí a dar una vuelta por la ciudad y como moría de hambre regrese al hotel a comer algo ¿y tú? ¿vas a desayunar con el novio? – preguntó Santiago haciendo que se Gustavo se ruborizara bajando la mirada mientras movía la cabeza en forma de negación

- No, mi novio esta en… clases en este instante – comentó distraídamente sin ahondar mas en el tema.

- ¿estas bien? No quiero parecer chismoso, pero te vez mal…

- Eh… de verdad no quisiera agarrar de paño de lágrimas a un chico que apenas conozco.

- ¿y porque no?, tal vez nunca te vuelva a ver… y te puedo dar opinión completamente imparcial.

- Tienes razón pero…

- Sin peros, cuéntame – te hará bien desahogare.

Gustavo lo miró sin estar convencido, comentando algunos detalles no muy específicos, mientras Santiago a cada segundo que pasaba ganaba milímetros moviendo los dedos intentando rozarle la mano, intentando no sentirse culpable por aprovecharse de ese momento. Hablaron durante horas, Gustavo estaba dejando salir cada temor que le atenazaba el alma, así el desayuno rápidamente se transformó en un almuerzo acompañado por varias botellas de vino blanco. Santiago lo escuchaba con atención sin apurar las cosas pero una intención de trasfondo diluida en el alcohol. Después de varias horas en las que habían bromeado, el y Gustavo, salieron del restaurante caminando por un pasillo hasta el vestíbulo del hotel, en aquella deliciosa charla, Tavo no se daba cuenta que Santiago lo conducía hacia el elevador para ir a su habitación sirviéndole de apoyo al caminar, pegándose peligrosamente a él.

Gustavo se dejaba conducir en un estado de seminconsciencia, las copas que había tomado aquel día, habían causado estragos en su criterio con mucha rapidez ayudadas por la falta de sueño. Además deseaba olvidarlo todo, dejar de sentir aquel dolor en el pecho.

Entraron en el elevador, Gustavo se pegó a la pared como lo haría de haber estado lleno el elevador pese a encontrarse solos, atormentado por el tibio dolor de la pierna se sostuvo con fuerza de Santiago y el aprovechó esto para acercarse mas a él, le rodeó con los brazos apoyando sus manos en la pared y sin pedir permiso comenzó a besarle el cuello, Gustavo ante la proximidad de Santiago sentía como la sangre en perfecta ebullición se aglomeraba en los lugares adecuados ensanchando su hombría mientras ocultos en la privacidad del espacio reducido disfrutaba del cuerpo sensual y cálido del adolescente que efusivo le besaba y acarciaba. Con poca convicción le pidió que se detuviera mientras una parte dividida de su mente le gritaba que continuara. Ante la débil invitación a detenerse, el hizo caso omiso bajando un poco mas, abriendo los botones de la camisa y dejando que su lengua entablara una danza húmeda con la piel tersa que tenia frente a él. Aferrado en lamerle los abdominales Santiago se lucía estremeciéndole con cada pequeña lamida. Gustavo lo dejaba suspirando con el corazón latiéndole a toda velocidad, observándole subir lentamente por los músculos flexionados de su brazo sin poder evitar morderlo ligeramente, aquellas deliciosas mordidas se extendieron hasta llegar a su rostro, deteniéndose en las mejillas sin atreverse a llegar a la boca, bajando de nuevo por la barbilla hacia el cuello. El alcohol mezclado con el dolor de la pierna entorpecia sus movimientos y su corazón le gritaba que se detuviera que ese era un error que lamentaría, pero su cuerpo para nada indiferente a la sensualidad de Santiago hervía en deseo. Santiago deslizó su mano hacia la entrepierna bajándole el cierre con un movimiento relámpago y metiendo su mano para acariciarlo sobre la tela del boxer. Su impresionante erección no dejaba lugar a dudas, lo estaba disfrutando todo: el movimiento sutil de la lengua repasado su cuello, los mordiscos y lametones, la presión de la mano que lo atenazaba subiendo y bajando, mientras de manera incomprensible murmuraba el nombre de Adrián, su rostro de decepcionado mirándolo, el dolor de perderlo, el dolor de hacer daño…

- ¡no puedo! – gritó Gustavo, pero su protesta perdió validez al gemir con lujuria mientras Santiago aferrado a sus pezones le estimulaba vigorosamente con unos movimientos deliciosos de la lengua – ¡no puedo hacer esto! – dijo nuevamente suplicándole que se detuviera y haciéndolo retroceder, aprovechando que se había separado para presionó el botón para llegar nuevamente a recepción

- ¿Por qué no? Él te engaña con el tal Dany, tu mismo me lo dijiste. Págale con la misma moneda – le contestó Santiago con voz melosa mientas intentaba regresar al ataque.

- No puedo… aun si el me engaña yo no puedo hacerle lo mismo. Perdóname tengo que irme.

La puerta del elevador se abrió y Gustavo salió disparado, tenia que huir, era necesario escapar de esas emociones, amaba demasiado a Adrián, y jamás podría engañarlo de esa forma. Salió a la calle buscando perderse entre la marea de gente, no quería mirar hacia atrás, se sentía un fugitivo reprochándose el no haber sido mas firme en su negativa. El dolor de la pierna se le extendía por todo el cuerpo haciéndolo temblar, creyó caer de bruces contra el suelo pero se encontró con un par de suaves brazos de piel color canela que lo sujetaron amablemente. La pierna dentro del yeso le daba latidos, el simple hecho de asentarla en el suelo le parecía una tortura, y la muchacha que le habia ayudado a no caer, lo miró severamente y casi como un regaño le dijo de frente.

- ¿Dónde tiene la cabeza para estar jugando a las carreras con una pierna rota? – la chica lo miraba con toda la severidad de sus ojos oscuros que eran fríos pero amables, y Gustavo aun agitado y confuso se quedó mirándola sin lograr contestarle. El cabello castaño se le movió con el aire dejando ver una larga cicatriz que desfiguraba su hermoso rostro, ella notó que el gesto de sobresalto que tuvo Gustavo pero no dijo nada al respecto – vamos tienes que sentarte un momento o se te caerá la pierna.

Gustavo asintió dando unos pasos apoyado por ella, entraron a un bar pequeño que estaba a pocos metros, ella dejo que él se sentara y caminó directamente hacia una hermosa camarera rubia dándole un beso en la mejilla mientras le susurraba algo al oído, ella asintió mirando hacia donde se encontraba Gustavo.

Pasaron algunos segundos en los que Gustavo sentía como su mente divagaba entre el dolor d e su pierna y los latigazos de culpa, entonces la joven de la cicatriz que lo había ayudado se le acercó nuevamente sosteniendo un vaso con agua.

- Toma, y por dios hombre tranquilízate. – le dijo mirándolo con una frialdad indiferente.

- Gracias… eh, no es mi intención causar molestas, si fuera tan amable de pedirme un taxi, seria mas que suficiente – le contestó Gustavo con una tímida sonrisa, ella asintió frunciendo los labios en un gesto forzadamente amable y después giró hacia la barra donde un chico moreno y esbelto se limpiaba el sudor con la orilla de la camisa gritándole

- Adrián llama un taxi para el señor, por favor.

Al escuchar el nombre Gustavo levantó la vista chocando con los ojos negros de su novio, que lo miraba avergonzado con la boca entreabierta…

Cocina de la casa de Javier.

- Que buen inició esta teniendo esta comida… – gruñía car mientras sentía como Javier le besaba las sienes y las mejillas lentamente deslizando sus labios hasta los de su novio depositando un beso cálido y dulce, bajando por su mentón hasta el cuello y descendiendo cada vez mas hasta los pectorales que lamió disfrutando de su dureza.

- No se si soy yo… o cada vez quedas mas macizo amor. – afirmó Javier mirando hacia arriba para encontrarse con sus ojos mientras le dejaba un pequeño chupetón en el pecho.

Car sonrió acomodándose la camisa, la cocina desprendía un delicioso olor a comida casera y el reloj les anunciaba que era cuestión de minutos para que llegaran todos al almuerzo que había organizado Javier para darle la bienvenida a su madre que salía del hospital. Aunque también serviría para presentar delante de su pequeña familia a Car como su pareja. Acomodaron los platos en la mesa poniendo especial cuidado en cada uno de los detalles, simplemente tenia que ser perfecto.

- ¿Estás nervioso, amor? – preguntó Javier dirigiéndose a Car en un susurro

- Un poco… – contestó car mientras colocaba la jarra del agua en el centro de la mesa – si acaso tus tíos son los únicos que me preocupan… Tu tía no me puede ver ni en pintura.

- Si… supongo que es de esperarse… mas después de lo que paso…

- Sin importar lo que digan, yo estaré contigo y… tan pronto lleguen mis padres… te presentare con ellos. – ambos suspiraron tomándose de las manos.

Car miró el reloj casi al mismo tiempo en que sonó el timbre, la puerta que se abría no era la que dejaba entrar a la gente, era el muro de aquellos miedos que en esa relación ya no tenían lugar, pues los cimientos habían estado firmes desde el momento en el que decidieron mandar a la mierda el “que dirán” y ser honestos consigo mismos. Se tomaron de la mano porque sabían que era así como se libraban las batallas cuando dos son uno. ..


El basquetbolista adolescente

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Hubo una temporada, hace algunos ayeres, en que acostumbraba ir a correr. Aprovechando que rehabilitaron un parque cercano a la casa, comencé a levantarme un poco más temprano para ir a correr un rato. Al principio, apenas podía dar un par de vueltas pero poco a poco comencé obtener un poco más de resistencia. Los sábados y domingos aprovechaba para levantarme un poco mas tarde y fue así que me di cuenta que como a las 9 de la mañana iniciaban las actividades. Había una zona donde practicaban boxeo, una cancha de fútbol rápido, juegos infantiles y una cancha de básquetbol, cada una de ellas se iba llenando poco a poco, hasta que llegaban a estar un poco saturadas, pero por la tarde volvían a quedar casi vacías.

Cierto sábado, me percaté que había demasiada gente como para correr, así que decidí regresar más tarde. Serían como las 5 de la tarde cuando regresé para hacer el calentamiento antes de comenzar a correr. Normalmente, aprovechaba unas bancas que se encontraban junto a la cancha de básquetbol, sin embargo, a esa hora aún estaban jugando algunos chavitos, adolescentes la mayoría de ellos pero bastante altos. Yo aproveché una banca que estaba desocupada para hacer los estiramientos, y fue en ese momento que sentí que me miraban, era una sensación un poco extraña y discretamente me giré para buscar quién lo hacía. Era un chavo robusto y bastante alto pero con una cara que era evidentemente de un adolescente, y en cuanto se percató de que me había dado cuenta que me miraba, volteó su cabeza.

Yo sonreí un poco y comencé a correr. No era un chico que me atrajera, sólo me generaba cierta curiosidad lo penetrante de su mirada, sobretodo que cada que pasaba frente a la cancha él continuaba mirándome de la misma forma. Tal vez era el short que usaba, yo sé que era un short pequeño pero así son los shorts para correr. A la quinta vuelta ya no estaban jugando y a la sexta sólo estaba él sentado en una de las bancas, así que decidí detenerme a la siguiente vuelta. Hice algunos estiramientos en una de las bancas mientras él me miraba, sin embargo, sólo hacía eso mirarme y sonreír de vez en cuando. Por una parte su timidez era evidente, pero contrastaba con el descaro de su mirada. Dándole la espalda separé mis piernas y sin doblarlas me flexioné para tocar mis pies con las manos. Miré por entre mis piernas y noté cómo se acariciaba ligeramente la entrepierna. En ese momento supe qué era lo que le llamaba la atención.

- Listo… ya terminó la clase – se escuchó una voz femenina.

Al levantar la vista, un poco sorprendido noté que se trataba de una chica que se dirigía hacia donde estábamos. Era evidente que no se había dirigido a mi sino al chico que me estaba observando.

- Pues vámonos – le respondió el chico y ambos se retiraron.

Los seguí con la mirada y pude apreciar la figura de la chica. Realmente tenía una figura sumamente atractiva, la cintura y el pantalón deportivo de lickra que usaba acentuaban la firmeza de su trasero. Casi podía adivinar que no usaba ropa interior. Debo admitir que al frente de mi short se había manifestado ligeramente mi admiración por ese cuerpo femenino que contrastaba radicalmente con el del chico, pues además ella era de estatura más baja y el chico era alto y bastante robusto.

Al siguiente sábado acudí a la misma hora para ver si la veía nuevamente. Sin embargo, no la encontré mientras corría, aunque ahí estaba el chico con el que se había ido, así que supuse que la clase que había mencionado no era en el parque. Cada que pasaba notaba que el chico me seguía mirando con insistencia. Cuando casi terminaba de correr, pasé por la cancha de básquetbol y ella estaba sentada en una de las bancas y parecía que estaba esperando al chico que seguía jugando. Así que decidí terminar a la siguiente vuelta. Ahí estaba aún, así que aproveché para usar la banca más cercana para hacer los estiramientos frente a ella. La miré varias veces pero ella realmente no hizo el menor caso.

- Ya vámonos – le gritó ella al chico pero este siguió jugando.

- Espérate… ya casi acabamos… – le gritó él tratando de no distraerse del juego.

- Bueno, me voy adelantando – le dijo ella y se levantó para retirarse.

- Sí, sí… le dices a mi mamá que llego en un rato – le respondió él mientras cubría a otro de los jugadores.

Ella se retiró y yo me quedé sentado mirando como se retiraba. Ese meneo realmente me agradaba mucho. Cuando desapareció de mi campo visual estuve a punto de retirarme, pero un balonazo me volvió a la realidad.

- Perdón… ¿está bien? – me preguntó el chico que me miraba continuamente mientras corría.

- Sí, sí… – respondí recuperándome del balonazo y regresándole la pelota.

Terminé de ver el partido y noté que el chico jugaba bastante bien, aunque su estatura le ayudaba bastante. No tardaron mucho en finalizar el juego y se despidieron. Yo estaba a punto de retirarme cuando el chico nuevamente se me acercó.

- Oiga, perdóneme por el balonazo – me dijo mientras se paraba frente a mi haciéndome levantar la cabeza para mirarlo a los ojos.

- No te preocupes, fue un accidente – le dije sonriendo.

- La verdad es que no lo fue… me molesté un poco porque vi como le miraba las nalgas a mi hermana, pero creo que en su lugar Yo habría hecho lo mismo – me dijo sonriendo.

- Bueno, pues entonces creo que quien se debe disculpar soy Yo – le dije un poco apenado.

- No, no se preocupe, además Yo he hecho lo mismo con usted – me dijo sentándose en la banca y recorriéndome con la mirada de arriba abajo.

¿Cómo? – le pregunté sabiendo de antemano que efectivamente me había estado mirando desde la semana anterior.

- Se lo voy a decir así… en caliente… usted me gusta, me laten sus nalgas y me gustaría meterle la verga – me lo dijo con la mayor tranquilidad.

Por unos momentos no supe que decir. Lo había imaginado, pero esa manera tan directa de decir las cosas me había sorprendido.

- Me siento halagado pero la verdad no sé que decir – le respondí dubitativo.

- Pues diga que sí, ¿a poco no se le antoja una verga de 22 centímetros? – me dijo acariciándose el paquete que ya era notorio al frente de su short.

- ¿Y por qué crees que se me antojaría? – lo interrogué mientras miraba de reojo su paquete, valorando la posibilidad de que fuera cierto que aquel chico tuviera un pene de aquellas dimensiones.

- Pues no lo sabía, pero viendo como me mira el paquete sé que sí se le antoja – me respondió sonriendo con malicia.

Le devolví la sonrisa y me di la vuelta para caminar hacia la calzada de Tlalpan. Él caminó a mi lado y fuimos charlando de cosas sin importancia.

- ¿Entonces? – interrumpió la charla.

- Pues no lo sé… con lo que se me antojaron las nalguitas de tu hermana y Tú quieres que sea Yo el que se empine – le respondí.

- Si me deja meterle la “mazacuata”, veré que puedo hacer para que mi hermana le haga caso – me dijo en tono más negociador.

Lo miré de arriba abajo y pensé que veintidós centímetros no era algo que se pudiera despreciar, además de que existía la posibilidad de conocer a la hermana. Así que sólo algo me detenía. Y es que a pesar de la estatura, ese chico tenía una cara de niño.

- ¿Qué edad tienes? – le pregunté sólo por curiosidad.

- “Chale”… ya vamos a empezar… ¿quiere que me lo coja, sí o no? – me respondió un tanto molesto.

- Pues sí, pero… – le dije pero me interrumpió deteniéndome bruscamente.

- Pues si quiere, sígame y ya – me ordenó y caminó hacia un hotel que se encontraba un poco más adelante.

Yo lo seguí y entré detrás de él al hotel. Él de inmediato se acercó al mostrador para pedir una habitación. El chavo que atendía nos miró y sonrió maliciosamente antes de darnos la llave. Yo me acerqué para pagar pero mi joven acompañante ya había pagado, cosa que me sorprendió un poco. Subimos al primer piso y entramos a la habitación.

- Bueno, pues ahora si… a darle – dijo él mientras se desvestía a toda velocidad – ¿y que espera que no se encuera?

Yo comencé a quitarme la camiseta mientras él ya estaba sin ropa. Sólo tenía puestos los tenis y me mostraba orgulloso su miembro completamente erecto. Ni por un momento dudé de las dimensiones que me había dicho. Esa verga lucía gorda y cabezona. Sabía que me iba a dar mucho placer.

En cuanto me miró en calzoncillos se aproximó a mi y con gran habilidad comenzó a meterme la mano por todas partes. La diferencia en estatura y peso le daba una enorme ventaja. Con gran facilidad me colocó en la cama. Yo esperaba a un chico menos experimentado pero resultó ser todo lo contrario y pronto comencé a gemir ante las caricias de aquel chico. Pronto se deshizo de mi pequeño calzoncito y ambos quedamos completamente desnudos, él sobre mi, restregando su descomunal pene contra el mío mientras sus labios se unían a los míos y sus manos inmovilizaban las mías. Hacía mucho que no me sentía tan indefenso ante un hombre y ese chico era un adolescente. No pude evitar enroscar mis piernas alrededor de su cintura para aprisionarlo contra mi cuerpo.

- ¿Lo aguantarás todo? – me preguntó irguiéndose entre mis piernas y esgrimiendo su descomunal miembro.

- No lo sé… ¿no tienes vaselina? – le pregunté y él sonrió mientras alcanzaba el teléfono que estaba junto a la cama.

- ¿Jaime?… Sí, soy Yo, Carlos… ¿¿Tendrás crema o vaselina??… Sí… Yo lo arreglo… no te tardes… – dijo él y colgó la bocina para explicarme – Jaime es el chavo de la recepción, tiene un culito bien rico y es buena onda… viene en un momento con un poco de crema lubricante, pero…

- ¿Pero? – le pregunté mirándolo directo a los ojos con excitación y curiosidad.

- Pues dice que si se puede unir a la “fiesta”… ¿cómo ves? – me preguntó acostándose a mi lado y dejando su descomunal pene a la altura de mi rostro.

- ¿Podrás con los dos? – le dije y comencé a lamer esa vergota.

- Yo sí… ¿y Tú podrás con los dos? – me respondió sonriendo y dejando que le mamara la verga mientras esperábamos a Jaime.

Era un deleite mamar esa verga. Esa cabezota babeante era impresionante. Yo me arrodillé entre sus piernas para disfrutar más la mamada. Estaba tan entretenido con aquel caramelo que no me percaté de la llegada de Jaime hasta que sentí sus manos acariciando mis nalgas.

- ¿Entonces sí te animas o no? – me preguntó Carlitos y añadió – me gustaría que Jaime te la metiera primero para amoldar tu culito.

- Pues si quieres – le respondí viendo a aquel chavo que sonreía complacido por mi aceptación.

- Órale Jaime, ya aceptó… encuérate y dame la cremita – le ordenó Carlitos a ese chavo, quien comenzó a desnudarse mientras Él me untaba la crema en el culo, haciéndome gemir cuando me clavaba sus dedos en mi ansioso agujerito.

- No mames… se ve rico este culito – expresó Jaime mientras se acomodaba detrás de mi y se untaba crema en toda su verga.

- Ahhhh… – gemí al sentir el embate de aquella verga.

- Mmmmm… está bien apretadito – dijo Jaime mientras su verga, de tamaño semejante a la mía, se iba alojando entre mis nalgas.

- Bueno, ahora sigue con lo que estabas haciendo – me ordenó Carlitos ofreciéndome su vergota para que continuara la mamada mientras Jaime comenzaba a joderme a un ritmo semilento, pausado, en fin, a un ritmo delicioso al que Yo me acoplaba meneando ligeramente mi trasero y dándole apretones a su verga con mis nalguitas.

Mis gemidos se ahogaban con el pene descomunal de Carlitos, en cambio los de Él demostraban que mis caricias le estaban agradando. Jaime paleaba mis nalgas vigorosamente mientras aceleraba el ritmo de sus embestidas, haciéndolo cada vez más rico, haciéndome disfrutar al máximo.

- Ah… ah… tómala toda… ¡Ah! – gimió Jaime mientras en una embestida profunda comenzó a descargar su leche haciéndome estremecer de placer.

- ¿A poco ya te veniste? – le preguntó un tanto sorprendido Carlitos a Jaime.

- Sí, a ver cuánto le aguantas, se mueve bien rico… pero ya me tengo que ir a atender el “changarro” – le respondió Jaime sacándome la verga y palmeándome las nalgas.

- Bueno, pues ahora sí… ponte boca arriba – me ordenó mientras se untaba un poco de crema en la punta de la verga.

Yo lo obedecí y él se acomodó nuevamente entre mis piernas. Esgrimía su descomunal miembro y sonreía anticipando el placer que nos esperaba. Yo intenté atraerlo con mis piernas pero él lo impidió sujetándome con sus manos los tobillos y separando mis piernas al máximo.

- Despacito nene… la tienes muy grande… ¡Ayyyy! – grité al sentir el primer empujón.

Lo miré a los ojos y él me devolvía la mirada fijamente mientras continuaba la sodomización. Hacía mucho que no me cogían con una verga de esas dimensiones. Era sumamente placentero sentir ese calorcillo en mi culito. Poco a poco me la fue metiendo hasta que de un brusco empujón me la dejó ir hasta el fondo.

- Te la comiste enterita, papito, a ver si me aguantas el ritmo – me amenazó y comenzó a cogerme.

Sus embestidas me hacían gemir en exceso. Su verga entraba y salía a un ritmo delicioso y era acompañado por un meneo circular de su cadera. Poco a poco fue cerrando mis piernas hasta colocarlas sobre sus hombros y entonces recargó todo su peso sobre mi. Estaba atentando contra mi elasticidad pero no se detenía, seguía metiéndome la verga cada vez más rápido. Acercó sus labios a los míos y con ello ahogó mis gemidos. No debieron haber pasado más de quince minutos en esa posición tan dominante, y Yo sentía delicioso como mi culito era invadido al máximo, a pesar de sentirme un poco incómodo por tener todo su peso sobre mi. Él pareció notarlo y sin sacarme la verga me puso de ladito y en esa posición comenzó nuevamente a cogerme. En esa posición me sentía más a gusto y él lo sabía. Giré mi rostro para buscar sus labios y besar a ese adolescente que me estaba haciendo gozar como pocos lo habían hecho.

- Ahora móntate – me ordenó y de inmediato lo obedecí.

Él se colocó boca arriba y Yo de inmediato me coloqué a horcajadas sobre él metiéndome aquel delicioso pene hasta el fondo. Sus manos se apoderaron de mis nalgas y me ayudó en el sube y baja mientras Yo me reclinaba para seguir besándolo. En esa posición por fin sentí que controlaba la situación, así que comencé a menear mis nalguitas formando círculos mientras las subía y bajaba dándole apretones a aquel caramelo duro que no tardó mucho en comenzar a respingar dentro de mi. Un tras otro me echó seis abundantes “lechazos”. Esa sensación me generó tal excitación que comencé a eyacular sobre su barriga.

- No mames… tienes el culito bien apretadito – me decía mientras acariciaba mis nalgas sin sacarme la verga.

- Jajaja… con esa vergota hasta virgencito me sentí – le respondí dándole unos apretones a su verga con mis nalgas.

- Ya es un poco tarde y me tengo que ir, pero me gustaría “echarte otro palo” – me dijo mientras sentía como su verga perdía dureza e iba saliendo de mi agujerito.

- Cuando quieras – le respondí dándole un beso y tendiéndome a su lado.

- ¿La próxima semana? – me preguntó mientras comenzaba a buscar su ropa.

- Sí, está bien, además me tienes que presentar a tu hermana – le dije sonriendo.

- ¿Para qué quieres a mi hermana? ¿No te basta con este caramelo? – me preguntó mientras sacudía su verga antes de ponerse el calzoncillo.

- Pero ya habíamos quedado ¿no? – le pregunté mientras entraba al baño para limpiar los residuos que habían quedado de la batalla sexual.

- Sí, no te preocupes, pero entonces sí me vas a dar tus nalguitas la próxima semana, ¿verdad? – me preguntó ya completamente vestido.

- Sí, eso ya quedó acordado… sólo una última pregunta ¿qué edad tienen Tú y tu hermana? – le interrogué mientras comenzaba a vestirme.

- Ella tiene 21 y Yo… 16, 17, tal vez 18 – dijo orgulloso.

- ¿Dieciséis? No mames – le respondí un poco asustado.

- Jajaja no te preocupes… lo que pasó aquí queda sólo entre Tú y Yo… bueno y Jaime pero por él no te preocupes, también le gusta la “mazacuata” y Yo se la doy con gusto jejeje – rió con malicia.

- Ah… por eso no nos cobró – le sugerí mientras salíamos de la habitación.

- Pues sí y no, la verdad es que Tú le pagaste con tus nalguitas jejeje – me respondió casi al tiempo que llegábamos a la recepción donde estaba Jaime.

- ¿Qué tal? ¿Verdad que tiene el culito rico? – le preguntó Jaime a Carlitos.

- Bien rico… creo que vamos a venir la próxima semana ¿crees que se pueda? – le preguntó Carlitos.

- Ya sabes que sí… y si aflojas ya sabes que es gratis – me dijo Jaime sonriendo y añadió – Yo estoy de viernes a lunes, así que cuando quieras puedes pasar a verme.

- Claro, nos vemos la próxima semana – le respondí y nos despedimos, saliendo del hotel cada uno se fue a su casa.

Debo admitir que estaba sorprendido de lo que había hecho. Coger con un chavito tan joven pero a la vez tan experimentado me había hecho recordar mis inicios con el papá de mi amigo de la secundaria. Toda la semana recordé a aquel chavito y su descomunal pene. En mi interior deseaba que llegara el fin de semana para volver a tenerlo entre mis piernas, pero pensaba que no lo dejaría que se colocara sobre mi, era muy robusto y sumamente pesado. Esa semana imaginé las posibles posiciones para evitar estar debajo de él pero disfrutando su verga. Sin embargo al llegar el fin de semana fui a correr a la misma hora pero no lo encontré. A la siguiente semana volví a acudir y nada. Desafortunadamente seguí yendo a correr sin volver a toparme con él. Nunca supe lo que ocurrió con aquel chico pero jamás olvidaré lo rico que puede coger un chavito de esa edad y más si está tan bien dotado como ese Carlitos.

Tú no eres mi amigo

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No sé que decir, (o mejor dicho que escribir) ha decir verdad muero de la vergüenza. Hace unas horas subí una versión in-edita de esta misma historia, pero bueno gracias a Zoele me di cuenta del horror garrafal que cometí; creo que tenia sueño y no me di cuenta de lo que ponía.

En fin si esta historia les encantó, les gustó o la odiaron, no dejen de comentarlo.

-¡Dime de una puta vez que es lo que pasa! – Gritaba Mario mientras lo único que podía hacer era llorar – ¡Te enamoraste de ella verdad!

-Yo… no… yo solo quería –no podía seguir con esa farsa – ya no puedo mas Fernán, yo solo quiero… – el aire se me escapaba de los pulmones, simplemente no podía respirar.

Mi visión se nublaba y se volvía borrosa, sí, es lo que pasa cuando vez al que tú consideras el chico de tus sueños robarle un beso a tu mejor amiga.

¿Cómo llegamos a esto?, a decir verdad ni yo lo entiendo, ahora se estarán preguntando ¿Quién diablos es este tipo?, pues bien, mi nombre es Luca Arceo González un chico demasiado común, 17 años, tez clara, ojos de color azul obscuro, con el cabello castaño claro y facciones algo finas, ok… soy lo que las chicas consideran “Un chico guapo”, solo hay un pequeño inconveniente, que a estas alturas ya deben de saber, pero se los confirmo… Soy gay, hace poco tiempo se lo confesé a los que consideraba mis amigos, como se imaginarán ya no lo son.

Pero no todo es malo, gracias a eso conocí al que ahora es mi hermano, su nombre Mario Novelo, chico de 19 años, tez morena, ojos negros de una estatura algo alta, una muy agradable manera de comportarse y una sonrisa que era contagiosa. Pero basta de hablar que hasta yo mismo ya me aburrí, así que continuemos…

-¡Luca Arceo! Te quiero en este momento aquí – Ariana de nuevo vociferando el nombre de su tan entrañable amigo – ¡Explícame que significa esto!

-¿Qué significa qué? – sabía a lo que se refería, yo mismo había escrito con es tipografía la frase que en aquel disco compacto se apreciaba – Es un disco… si lo pones en tu laptop se escucha música… – dije como si estuviera tratando con un retrasado mental.

-Luca no me trates como una idiota, dime porque ayudaste a Mario a hacer esto, sabes que me cae pesado es un idiota, no comprendo como puede ser tu mejor amigo.

-Hey Ariana del Rosario Rodríguez yo nunca crítico a las chismosas de tus amigas asi que cuidado que Mario no solo es mi mejor amigo es mi hermano, ¡acuérdate!… – no me escuchaba nada feliz, no permitía que nadie se meta con Mario y eso incluía a Ariana aun cuando esta fuera mi mejor amiga – si te acuerdas que fue el único que me hablo cuando todos supieron que era gay, porque incluso ¡Tú me ignoraste!

-Yo… – Ariana se sentía acorralada, así que solo bajo su mirada y dijo con una voz audiblemente triste – solo dime ¿Por qué lo hiciste?

-Es obvio niña, a Mario, le gustas –hablaba con un tono como de comedia romántica y esto a Ariana le molestaba.

-Si ya lo sé me lo dice cada vez que me ve, pero pensé que solo era una mas de sus estupideces – Dio un gran respiro, controlo sus impulsos, me dio una abrazo y me susurro al oído – Si me vuelves a decir “niña” o mencionas mi segundo nombre, amanecerás tres metros bajo tierra.

-Si como sea y dime ¿escuchaste la canción que te escribió?, debes reconocer algo Mario canta muy bonito y que te haya escrito una canción, no sé – No soy un chico cursi, pero algo como eso en serio es de admirar

-Es genial, me encantó pero Mario simplemente no es mi tipo, entiende que yo… bueno, a mi no me interesan los novios por ahora.

¿Por qué empiezo a narrar desde esta escena? Es simple y estúpido, quería narrar esa escena porque fue la última vez que apoyé y me inmiscuí en ese intento de relación, pero ahora continuo con otra que fue el inicio de esta muy ambigua historia.

-Te dije que no era buena idea Lucky – Mario me reclamaba de una manera incomoda el haberlo convencido de enviarle el CD – ella me odia desde que estábamos en secundaria pero la neta esa chava me trae en la nubes y no puedo dejar de pensar en ella, pero ahora creo que no quiere ni siquiera hablarme.

-Mario… ¡cálmate de una puta vez!, no pasa nada solo le dijiste lo que sentías, además de todas formas tu la dejarás de ver dentro de poco, ¿si te acuerdas que tu mamá, tus hermanas y tu se mudan?

-Lucky no me lo recuerdes, sabes que te voy a extrañar verdad cosita – de nuevo empezábamos con las bromas acerca de mi sexualidad, me tocaba la barbilla y me miraba de una manera graciosa – ahora nadie irá al baño conmigo.

-Mario, sabes que te engañaré con el primer chavo que se me ponga en frente pero siempre pensaré en ti.

Cualquiera que nos viera pensaría que éramos novios, pero Mario fue el único que acepto mi sexualidad sin mostrar una señal de repugnancia. Si bien desde antes jugábamos con ser gay, cuando “salí del closet” las bromas acerca de que éramos novios se volvieron mas frecuentes y todo el que no conociera a Mario pensaría que en realidad lo éramos.

-Lucky ¿estarás bien sin mí? – Mario siempre se preocupaba, de allí que fuera el hermano mayor que siempre quise – Sabes mi mamá dice que si quieres puedes ir con nosotros.

-No yo me quedo aquí, la verdad no me gustaría empezar de nuevo y ya sabes… – cerré los ojos, di un gran suspiro, puse una sonrisa algo cansada y le dije – no te preocupes.

-Como no preocuparme por mi Lucky – después de eso me dio un beso en la mejilla – si eres la segunda persona que mas amo.

- Ya está me puse celoso de Ariana, ahora no te ayudo. Te quedarás con la duda de saber que es lo que hubiera pasado.

-Lucky ayúdame, anda, si me ayudas te prometo que te saludo a Fernán que bien que se nota que te gusta, y siendo sincero te da un poco de entrada.

-Si no fuera porque eres mi hermano y porque besas rico, si no ya te hubiera matado.

-Y tú ¿Cómo sabes que beso rico? – Mario se ponía con un tono seductor de burla, que a decir verdad odiaba mucho – ¿acaso quieres probar?

-A ver hazlo – El estúpido de Mario estuvo apunto de hacerlo, pero siendo sincero y aunque él es algo guapo no concibo el besarlo… no sé simplemente no me gusta siquiera imaginarlo.

Si las cosas se hubieran quedado hasta allí todo esto hubiera sido diferente…

Un hermano muy listo

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Gracias a todos.

Un hermano muy listo

1 – Buscando un sitio

Mario y yo estábamos ya desesperados. Desde que nos conocimos y nos hicimos novios teníamos que escondernos en los sitios más insospechados para poder besarnos y acariciarnos sin ser vistos… Para evitar la mofa. Y si os hablo de hacer el amor… Era toda una aventura. Os puedo contar las veces que lo hicimos tranquilos con los dedos de una mano.

Después de más de un año juntos y a punto de terminar nuestras respectivas carreras, todavía no teníamos la posibilidad de tener nuestra vida íntima.

- ¡Es que no puede ser, Feli! – se quejaba -. No podemos seguir así demasiado tiempo ¿Tenemos que esperar a poder tener trabajo y ser independientes para amarnos?

- Ya te lo he dicho mil veces, Mario. La cosa está fea. Con tu abuela empotrada en casa y con mi padre pegado todo el día a la televisión, ¿a dónde nos vamos? ¿Tú tienes dinero para irnos un día a la semana a un hostal de por ahí? Los pocos ahorrillos que tengo me van a hacer falta.

- Ya – protestó -, y encima de que tenemos poco dinero no te gusta ir a la sauna…

- ¡Quita, quita! Que en esos sitios no se coge nada bueno.

- Pues habrá que pensar algo. Yo te quiero, pero no sólo para hablar de anatomía, sino para usarla. Acabarán saliéndome granos de quererte así.

- ¡No exageres! – bajé la voz -. Ya te he dicho lo que tengo pensado. Mi hermano puede ayudarnos.

- Tu hermanito… Me da que por hacerte la puñeta es capaz de convencer a tus padres para que no salgan de vez en cuando.

- ¡Joder, Mario, no seas así! El enano es buena persona. Si cojo el momento adecuado y le digo lo que pasa…

- Muy seguro estás tú de que no va a ir contándole todo a tus padres…

- ¡No es un crío! Nueve meses justos le llevo y, a estas alturas, todavía no lo he visto yo muy ilusionado por ninguna tía.

- ¿De verdad crees que tu hermano también es gay? – soltó una carcajada – ¡Qué inocente eres! No he oído nunca que en una familia de dos hijos los dos entiendan.

- A lo mejor somos un caso raro ¿Tú qué sabes? No se trata de saber si es gay; se trata de confesarle sinceramente que yo soy gay y que tú eres mi novio. Tal vez así, aunque se quede en casa, haga la vista gorda.

- Tú sabrás, Feli. Conoces al enano mejor que yo, pero a mí me da que si le dices algo lo larga. De ayudarnos nada.

- ¿Nos apostamos algo?

- Claro – pensó -. Si el enano se ofrece me das un beso en medio de la calle.

- ¡Jodeeeeerrrrr!

2 – La confesión

Esperaba, al menos, que mi hermano no fuera homófobo. Tenía todas las papeletas para ser tan maricón como yo, pero sí que me parecía raro que a él también le gustasen los tíos, así que no quise esperar más y me metí en mi dormitorio a estudiar. Sabía que siempre que estaba estudiando entraba a interrumpirme. Era el momento. En vez de reaccionar mal, podría decirle todo sutilmente. Tenía que ayudarnos o caeríamos enfermos.

- ¡Hola, Feli! – entró mi hermano a interrumpir como siempre – ¿Tu diste el año pasado esta materia? No me entero de nada.

Lo miré sonriente. Era el momento. Tomé sus apuntes y leí por encima.

- ¡Vaya, enano! Esto es nuevo para mí. Como los ordenadores y los programas cambian todos los meses… Tendré que reciclarme, ¿sabes? Pero… si quieres…

- ¿Sí? – se quedó perplejo – ¿Qué pasa si quiero qué?

- No – fui amable -, he pensado que como tendré que estudiarlo puedo documentarme y te lo explico ¿Quieres?

- ¿De verdad me harías ese favor? – parecía desconfiado -. Algo andas buscando. No me vayas a pedir un préstamo porque no tengo un céntimo.

- Lo sé. Te lo gastas todo en tabaco, que está muy caro, y en salir de copas con tus amigos. Y haces bien, ¡coño! ¡Disfruta! Pero no voy a pedirte un préstamo. Tengo mis ahorros porque ni fumo ni salgo. Lo que me gustaría es… hablar un poco contigo. Estoy… aburrido.

- ¿Aburrido? – se sentó a mi lado -. Tienes muchas cosas que hacer; tantas como yo. Hubiera sido mejor no estudiar la misma carrera que tú: me llevas un curso y te crees que lo sabes todo.

- ¡No, enano! – me contuve -. Creo que nos favorece a los dos estudiar lo mismo. Lo que no entiendes tú, lo entiendo yo. Y viceversa. Pero no es eso…

- Hmmmm ¿Qué estarás tramando?

- Nada, de verdad. Sólo quiero hablar contigo una cosa y pedirte tu opinión.

- ¿Desde cuándo escuchas mis opiniones? ¡Va, venga, larga que yo te ayudo!

- Prométeme que vas a ayudarme, enano. Me hace mucha falta.

- ¡Joder! – exclamó asustado -. Por la cara que se te ha puesto debe ser algo importante de verdad. No sé si puedo ayudarte, Feli.

- No voy a pedirte nada. En realidad… quiero confesarte algo y que me digas qué piensas. Estoy confuso y no puedo concentrarme. Suspenderé.

- De acuerdo – se borró su sonrisa -. Me parece que esta vez sí tienes algo importante que decirme. Si puedo ayudarte…

- Primero… tienes que saber algunas cosas. Luego… ya veremos.

- Me estás intrigando, cojones ¡Habla ya!

- Verás, enano… sabes tan bien como yo que no todos somos iguales. No a todos nos gusta lo mismo ni tenemos el pelo rubio o somos altos…

- Ammmm ¿Y?

- Enano, ya eres también casi un médico y sabes bastante del hombre… no sólo de su anatomía.

- ¡Claro!

- Es que… Mi amigo Mario te cae bien, ¿verdad?

- ¡Pues sí! – no comprendía nada -. Me parece un tío muy agradable. Pensé que eras tú el que tenías el problema.

- Enano, es que… lo tenemos los dos.

- ¿Os habéis enfadado?

- No, no, no es eso – quise dar el paso definitivo -. Ya sabes que uno en la vida siempre acaba enamorándose, teniendo pareja… Es que… Es que Mario y yo somos…

- ¡Anda, coño! – se levantó – ¿Y para eso tanto misterio? Supongo que el problema será otro… ¿No se habrá quedado embarazado, verdad?

Tuvimos que dejar de hablar y comenzamos una de nuestras luchas muertos de risa.

- ¡Mi hermano con novio! ¡Qué suerte!

Nos serenamos y volvimos a sentarnos. Se pegó más a mí.

- ¡Vamos, suelta! – dijo muy serio -. Eso no es un problema que quite el sueño ¿Qué os pasa?

- Pues… nos pasa que llevamos ya más de un año juntos y… ¡nada! ¡Que no hay manera!

- ¿No quiere hacerlo contigo? ¡Eres su novio!

- No, enano, no es eso. Es que estamos hartos de andar a escondidas sólo para poder darnos un beso y… de lo otro… ¡ya me dirás dónde!

- ¡Joder! – se tapó la boca -. No lo había pensado. Algún día me puedo ver en esas mismas circunstancias. No tenéis adónde ir.

- Eso.

Se acercó a mí con misterio, me echó el brazo por los hombros y comenzó a hablar en voz baja.

- Yo que tú, ya que estoy advertido, esperaría a que papá y mamá salgan una tarde. Te prometo que no diré nada – se besó los dedos cruzados -. Me meteré en mi habitación y… ¡córpore insepulto!

- ¿Lo dices en serio? – no lo creía – ¿No te importa?

- Pues no. En absoluto. Siempre que no hagáis demasiado ruido ni dejéis «pruebas» por medio, que después ya sabes que me preguntan a mí: «¡Enano, ¿esto qué es?».

Volvimos a la lucha con las almohadas, las cajas, las sillas… No sé cómo mi padre no protestó. Al final, caímos los dos en la cama. Yo quedé encima y con mi cara muy cerca de la suya.

Comenzó a darle vueltas a uno de sus rizos dorados.

- ¿Sabes una cosa? Creo que eres un afortunado. Aunque no me guste Mario para ti. Y seguro que Mario estará loco contigo. Eres muy guapo y estás buenísimo… ¡como yo! – me apretó una nalga -. Voy a ayudaros. Te mereces ser feliz después de tanto aguantarme. Te quiero, hermano – me besó en los labios -. No te preocupes por nada. Yo mismo los echaré a patadas de aquí si hace falta ¡Hala, a pasear que os dé el aire!

- Te quiero, enano – lo besé -. Gracias.

3 – Propósito de enmienda y cumplir la penitencia

- ¿Qué me dices? – exclamó Mario al oírme – ¡Tu hermano ayudándonos! No esperaba eso del enano ¿Estás seguro de que no es una trampa para luego largar?

- Mario, por favor – me puse muy serio -. No bromeemos más sobre este asunto. Sin esa solución seguiremos a dos velas unos años más. Me duele meter al enano en esto. Lo quiero mucho.

- ¿Te vas a enamorar de él? ¡Por cierto! ¿Has descubierto si él es también gay?

- No estoy seguro ¿Por qué? Desde chico jugamos a las peleas y nos damos revolcones – recordé aquello con agrado -. A veces, nos parábamos muy serios mirándonos de cerca. Otras veces nos acariciábamos las pollas jugando y nos besábamos ¡Cosas de chiquillos! Esta mañana ha pasado algo parecido. He acabado encima de él, me ha cogido el culo y nos hemos besado. Es algo natural entre nosotros. No hay que darle más vueltas.

- ¡Eh! ¿Qué quieres? ¿Ponerme celoso?

- No, Mario. Lo mismo hubiera sido que te hubieras enamorado de él. Somos iguales. Espero que algún día encuentre a alguien como tú… Alguien que lo quiera de verdad. El enano se lo merece.

- Pues sí. Tienes razón en esas cosas.

- Ahora – le pedí atención -, tienes que prometerme que nunca más hablaremos de estas cosas. Ya está todo resuelto… y gracias a él.

- Falta algo.

- ¿Qué coño estás diciendo? – no lo entendí -.

- Yo te he prometido que nunca más vamos a hablar de esto. Posiblemente ya tenemos un sitio donde estar juntos, a solas y tranquilos. Lo prometo. Ahora falta que cumplas tú lo prometido.

- ¿Yo? – me extrañé -. Ya he cumplido con todo lo que tenía que hacer y ha salido bordado ¿Qué falta? ¿Comprar condones?

- No. Hicimos una apuesta y la he perdido. Dije que si nos ayudaba tendrías que darme un beso…

Me acordé de la apuesta y creí que me ahogaba. Tuve que tomar aire para quitarme el mareo.

- Esoooo… eso era una broma tuya.

- No, no, no – dijo llevándome al centro de la acera -. Ahora está la calle en su punto. Hay bastante gente pero no demasiada ¡Vamos! ¡Te toca cumplir!

- ¡Por Dios, Mario! Lo dijiste tú. Yo no me comprometí a…

- ¡Vamos! Estoy esperando. Aquí. En la boca.

Creí que me moría de vergüenza. Me acerqué a él cabizbajo, me puse a su lado y, volviendo deprisa mi cara, lo besé brevemente.

- Nada de nada – se quedó inmóvil -. Eso no es ni un pico. Un beso en medio de la calle es un beso; un besazo. Lo quiero como los que me das a escondidas.

- ¡Mario, por Dios!

- ¡Vamos!

No miré a ningún sitio. Puse mis labios sobre los suyos y aguanté unos segundos con los ojos cerrados. Mario abrió su boca, me cogió por la cintura y no me dejó separarme. Así estuvimos mucho tiempo (eso me pareció).

Os aseguro que cuando salí corriendo de allí quería que me tragase la tierra. Encima de lo que pasé para conseguirlo…

4 – El estreno

No pasaron muchos días cuando decidieron mis padres salir toda tarde. Pensaban ir a ver a mi tía Rosa, que vivía bastante lejos, así que me di cuenta de que llegaba por fin el día deseado. Mi hermano, sin yo decirle nada, se encargó de enterarse bien de todo. Iban a irse a almorzar y volverían para la cena. Tendríamos tiempo para dos o tres.

Mario se vino a casa a almorzar y pedimos una pizza para los tres y cerveza. El más tragón es mi hermano; nosotros comimos lo suficiente para no hacer una digestión pesada.

- ¿Vais a echaros a la siesta, no? – preguntó el enano -. Yo voy a descansar un buen rato.

- Sí, nos echaremos un rato – dije con naturalidad -. Quizá luego estudiemos un poco.

- Chao, tortolitos – se despidió yéndose -. Cerrad la puerta que no entre el fresco.

Mario se tronchaba con las cosas de mi hermano.

- Desde luego, el enano tiene gracia hasta cagando. Cómo me gustaría tener un hermano así, pero… ¿te has fijado? Ha estado soltando plumas a propósito. No sé si es una indirecta para nosotros o es que… le va el asunto.

- Oye – bajé la voz – ¿No estarás insinuando que a lo mejor quiere hacer un trío?

- No, no. No era mi intención. Aunque eso de que cerremos la puerta para que no entre el fresco…

- No va a entrar, Mario. Me lo ha prometido y sé que cumple lo que dice ¿Nos vamos?

- Estoy desando, cariño. Ya no me acuerdo de la última vez.

- ¡Vamos!

Recorrimos el pasillo con sigilo y me acerqué a su puerta a ver si la tenía cerrada. Estaba cerrada. Entramos en mi dormitorio y cerré la mía. No podía echar el seguro porque, sencillamente, no había. Pero no desconfiaba del enano.

Todo fue darme la vuelta y empezar ¡Qué ansiedad teníamos acumulada! Mario empezó a desnudarme inmediatamente.

- Acabemos pronto, Mario. Desnúdate tú y me desnudo yo. Cada uno conoce su ropa y será más rápido. Quiero ver ese cuerpo todo míoooooo.

- Y yo voy a comerte hasta las uñas ¡Coño que se engancha la cremallera!

- ¡Joder! Qué bonito empalme debajo de esos boxers tan sensuales. Veo que no vamos a parar.

Y os puedo asegurar que así fue… hasta cierto punto. Caímos en la cama como el que encuentra un tesoro y, en pocos segundos, ya estábamos lanzando gemidos.

- ¡Cuidado, Mario! – exclamé -. No se oye nada de un dormitorio a otro si no hacemos demasiado ruido. No se nos vaya a poner el enano flamenco de oírnos…

En la primera fase de aquel inolvidable encuentro estuve yo sobre él. Había olvidado cómo moverme para darle gusto a mi amor y él se encargó de recordármelo. Beso tras beso, bocado tras bocado, chupetón tras chupetón, comenzamos los movimientos rítmicos.

En cierto momento álgido (bastante tiempo después) me hizo Mario señas para que me volviese y quedara de espaldas sobre él. Me gustó la ocurrencia. Le comí la boca antes y comencé a darme la vuelta. La puerta estaba entreabierta y me pareció que allí estaba el enano en el observatorio. Cerró la puerta rápidamente y sin hacer ruido.

Volví a darme la vuelta hacia Mario.

- ¿Qué te pasa, Feli? ¿No quieres? Tampoco es para que se te ponga esa cara.

Tardé algo en reaccionar. No podía decirle aquello a Mario o se iba a venir todo abajo. Disimulé como pude, tosí («Se me ha ido la saliva por otra parte») y me eché de espaldas sobre él. Comenzó a acariciar mis cabellos, que era una de las cosas que más le gustaban, y acabó agarrándomela y apretándome en las nalgas.

- ¡Feli! Te pasa hoy como la primera vez. Me dijiste que con los nervios no conseguías empalmar del todo ¿Estás nervioso?

- ¡No, no! Tú sigue. Ya se pondrá.

- Tenemos que aprovechar. Tiene que darnos tiempo a follar dos o tres veces.

- Sí, sí, claro – no podía apartar lo sucedido de mi cabeza -. Todos los que podamos. Creo que sería mejor que me la chuparas un poco. Tal vez necesite un poquito de engrase.

- Hmmm. Encantado. Échate aquí.

Me colocó cuidadosamente, abrió mis piernas y comenzó la mamada.

- ¡Qué raro! – exclamó – ¡Mira como la tienes! No se mantiene en pie.

- Pues sí. Es raro. No he tomado nada… Un poco de cerveza. Impotente no me he vuelto, ¿eh?

- No. En la mesa estabas empalmado.

- Porque me estabas rozando, cabrón. Me estabas poniendo malo delante del enano.

- ¿Rozándote? Yo no te he rozado en la mesa. Puse mi mano en tu pierna y ya estabas reventando.

- Ammmm, sí, sí. A eso me refería. Sigue. Verás como todo se sube por las nubes.

Conseguí empalmarme y, echando un disimulado vistazo a la puerta, volví aver al enano en el observatorio. Cogí a Mario por la cintura, abrí sus nalgas y ya no pude contenerme. Me metí allí poco a poco mientras Mario contenía sus gemidos de placer y empecé a follármelo como nunca antes. No era un lavado de cara, es que estaba que me salía del pellejo. Hasta se me olvidó lo de la puerta.

Caímos exhaustos sobre la cama y esperamos a poder hablar.

- ¿Tienes toallitas húmedas? – dijo -. Vamos a limpiarnos bien, descansamos un poco y seguimos ¡No sabes cómo me gusta esto! Sólo de pensar que podemos estar solos me pone…

Yo no dije nada. Me levanté de un salto y me acerqué a la puerta. Giré el pomo despacio, tiré y no había nadie. Me quedé más tranquilo.

Así fue toda la tarde hasta que empecé a pensar que podrían aparecer mis padres.

- ¿Tan pronto? – preguntó Mario – ¡Si sólo hemos echado dos!

- Sí, cariño… pero bastante largos e intensos. Creo que voy a tener que hablar otra vez con el enano…

- ¿Con el enano? ¿Para qué?

- Emmmm ¡Tú sabes! A lo mejor es capaz de conseguir que salgan también mañana.

- ¿De verdad? – se asustó -. Eso significa que podríamos follar más de un día a la semana ¡Habla con él, porfa!

- No, sin porfa. Voy a hablar muy seriamente con él.

5 – El reestreno

Ya vestidos, perfumados y bien peinados, salimos al salón y procuré ir haciendo todo el ruido posible. En un instante apareció el enano.

- ¿Ya? – se hizo el tonto – ¿Habéis descansado bien? ¿No vais a estudiar?

- No – contestó Mario porque yo prefería no hablar -. Prefiero no estar aquí cuando lleguen tus padres. No quiero que piensen que me voy a venir todos los días por el morro.

- Noooo – le contestó el espía -. Ahora revisaremos todo bien. Tú vete tranquilo que para eso estoy yo aquí.

- Gracias, enano. No sabes cuánto te agradecemos esto que haces. ¿Nos veremos mañana?

- ¡Puede ser! Depende de lo que consiga.

- Claro.

En el mismo instante en que se cerró la puerta de la calle, me acerqué a mi hermano con una mirada que conocía bastante bien.

- ¡Fue un vistazo! ¡Sólo un vistazo! Me preocupaba de que lo pasarais bien.

- Ven al dormitorio, voyeur. Esto no me lo esperaba de ti.

- Lo siento, Feli. La carne es débil…

- Siéntate ahí – le señalé una silla -. Te lo has cargado todo por tu curiosidad. No sé qué hacer. Tal vez lo dejemos. Ya encontraremos un sitio de confianza.

- Tampoco es tan grave que os haya estado observando un poquito, ¿no?

- ¿Un poquito? ¡Lo has visto todo! Me has engañado, enano – traté de ser cariñoso -. Al ver que mirabas se me vino todo abajo… Ya sabes. Creí que podría confiar en ti.

- ¿Desconfías? Encima de que te ayudo, desconfías.

- Mira, enano. Le he dicho que se fuera antes porque sabiendo que nos observabas no me empalmaba ¿Comprendes?

- Hmmmm. Creo que sí.

Se abalanzó sobre mí y comenzamos una lucha. La verdad es que el cabrón me hacía olvidar los malos momentos. Revolvimos todo el dormitorio, saltamos por encima de los muebles, nos tiramos de los pelos, me la cogió con suavidad y fuimos cayendo lentamente sobre la cama; como siempre, yo encima.

- ¿Por qué haces esto, enano? Sé sincero.

- Puedo decírtelo sin palabras.

- ¿Puedes? Dímelo.

Levantó un poco su cabeza hasta alcanzar mis labios y, esta vez, no fue un besito en los labios. Su beso fue excepcional. Y yo le correspondí, claro.

- ¿Ya está? – no me moví -. No he entendido nada.

Comenzó entonces a acariciarme las nalgas y a apretar con su dedo en mi culo. Había conseguido en un instante la mejor clase de sexo que había recibido. Me enteré perfectamente de lo que quería decir. Me incorporé un poco, se la acaricié y comencé a quitarme el pantalón. Él me acompañó. Acabamos como Dios y mi madre nos trajeron al mundo (literalmente, porque tuve que quitarme hasta el reloj). Los dos, de cuerpos casi iguales, estábamos sentados sobre la cama, uno frente a otro, mirándonos incrédulos. Teníamos un empalme del quince; de esos que te duelen hasta las gónadas.

- ¿Lo entiendes ahora, Feli? – susurró -. Me muero por tus huesos y tú estás más empalmado que yo y mucho más que con tu amigo.

- Es mi novio, enano. No podía empalmarme sabiendo que nos mirabas.

- Pues no dejes que os espíe más. Hazlo conmigo y ya está. Es que… te quiero.

Sus palabras fueron mortales. Si es verdad que cupido enamora clavando flechas en el pecho, me acababa de disparar unos cuantos cartuchos. Estaba justo en medio de un huracán. Si me inclinaba hacia un lado o hacia otro acabaría volando muy lejos.

Miré el brillo de los ojos de mi hermano y bajé mi mirada por su pecho (como si viera el mío) hasta quedarme babeando observando su polla.

- Yo también te quiero, enano.

- Pues ámame, por favor.

- Sabes lo que me pasa ¿Tienes un consejo para eso?

- Sí, pero no creo que te vaya a gustar mucho. Creo, intuyo, adivino, que me amas más que a Mario; que te enamoraste de él porque ni siquiera te detuviste a pensar que yo existía ya en tu vida. Mi consejo es que lo dejes y nos amemos. Es egoísta, claro, pero es mi consejo.

- ¡No puedo hacer eso! – exclamé -. Estoy comprometido.

- Hmmm. Descomprométete y comprométete conmigo. Me harás feliz y serás más feliz que con él.

- ¿Sabes? – medité muy en serio -. Dejando a un lado el compromiso que tengo, me doy cuenta de que he sido un imbécil y he metido la pata. Ahora, ¿cómo lo arreglo?

- Ámame. Ámame de verdad, compara y, si encuentras algo mejor…

No pude evitar inclinarme hacia él y besarlo con pasión. Mi enano, mi hermano pequeño (no tanto), era para mí lo más deseado del mundo. Podría pasar sin Mario, sinceramente, pero no sin él. Lo cubrí con mi cuerpo y nos amamos por primera vez. Jamás hubiera imaginado una dulzura como la que encontré en sus movimientos ¿Qué podía hacer?

6 – Intervalo – Selecto ambigú

Salimos del dormitorio y nos metimos en la ducha. Era imposible que mi polla se pusiera en estado de reposo. Nos refrescamos, nos pusimos unos calzoncillos y nos fuimos a la cocina a tomar una cerveza.

- ¿Qué hacemos? – pregunté casi angustiado -.

- De momento, tomarnos la cerveza. Ya veremos luego.

- Sabes que no estoy hablando de eso ¿Qué le digo a Mario?

- No sé – dijo indiferente -. Dile que… que te has equivocado; que sin darte cuenta estabas con quien no querías estar.

- No puedo ser así de frío. Hacer eso es de cínicos. Creo que le he hecho mucho daño a Mario, enano.

- El daño ya está hecho.

- ¡No digas esas cosas! – me ponía nervioso -. No es tan fácil. Ponte en mi lugar llegando a su lado y diciéndole naturalmente… «¿Sabes? Creo que lo vamos a dejar. Me he equivocado de persona. En vez de quererte a ti, quiero a mi hermano. Adiós, hasta luego».

- No es nada fácil – habló en serio como pocas veces -. Si me amas como yo te amo a ti, con toda mi alma… Los dos hemos metido la pata, coño. Yo te lo podía haber dicho antes y no esperar a que tú me confesaras que te va el rollo. Y vas y me lo dices tarde; cuando ya te has enamorado de otro. Tendré que joderme y aguantarme. He llegado tarde.

- ¡No, por Dios! ¡Enano! ¡Ni se te ocurra! No me digas eso, por lo que más quieras. Pensándolo fríamente me doy cuenta de que podría pasar sin él, pero no podría pasar sin ti. Soy tan egoísta como tú.

Miró al reloj de la cocina, me miró a mí levantando las cejas y sonrió.

- ¿Sabes que nos queda una hora?

- ¿Para una segunda parte?

- ¿Por qué no? – soltó la cerveza y se me acercó -. Es posible que al repetir descubramos más cosas…

- ¡Qué malo eres! ¿Cómo no voy a quererte siendo así? ¡Venga, a ver si nos da tiempo a mucho más!

- Pon tu teléfono a las nueve y media, Feli; no nos vayan a coger en plena faena.

Nos abrazamos y anduvimos aprisa hasta mi dormitorio.

- Hmmm, no – dijo -. En este no. Mejor en el mío.

- ¿Te da asco? – reí -.

- Mi cama está sin deshacer. Vamos a estrenarla. He soñado muchas noches que estabas conmigo allí.

- ¿Sí? – me gustaba lo que decía -. Vamos allí entonces. Estoy deseando.

- Pero esta vez fóllame a tope, eh? No quiero que me dejes a medias.

- ¿Te he dejado a medias antes?

- Noooooo – me abrazó y me besó -. Ha sido fantástico. Ahora quiero hacerte muy feliz y convencerte, pero también quiero notar que me haces feliz ¿Vale?

- Siiiiii.

7 – Y esto es lo que queríamos demostrar

Era el ser más feliz del mundo en aquellos momentos. Tenía entre mis manos el cuerpo más bonito que podía haber deseado y parte de mí dentro de él… cuando sonó el timbre de la puerta.

La saqué despacio y nos miramos intrigados.

- ¿Quién será?

- Es igual, Feli. Con no abrir… Sigue por donde ibas, anda, que no acabo de enterarme de esto.

Volvió a sonar el timbre pero varias veces. Salté de la cama y me puse los calzoncillos.

- Espera, enano – le dije -. No tardo. Despacho a quien sea en un momento.

Salí del dormitorio poniéndome la camisa como podía y llegué hasta puerta corriendo. Me coloqué detrás de ella y abrí con cara de recién despertado y de malos amigos.

- ¡Mario!

- ¡Lo siento, Feli! Me he dejado las gafas en tu mesilla. He subido porque no he visto el coche de tus padres.

- No. Pasa. No han llegado todavía. Mmmm… me estaba quedando dormido.

- ¡Ah! – me miró inexpresivo y pasó al dormitorio -.

- Mmmm… todavía no he recogido todo esto.

Cogió sus gafas, se las puso y me miró asombrado. Algo pasaba detrás de mí. Me volví y comprendí todo. Mi hermano se había asomado a la puerta completamente desnudo tapándose sus vergüenzas con una sábana.

- ¡No, no, Mario! ¡Deja que te explique!

Comenzó a andar apresuradamente hacia la puerta sin oír las explicaciones (excusas) que yo le iba dando y, antes de salir, se volvió hacia nosotros mirándonos muy enfadado.

- Te estás poniendo la camisa al revés, Feli. Que disfrutéis.

Dio un portazo y nos quedamos solos mirándonos acojonados.

- ¿Por qué sales así, enano? ¡Se ha dado cuenta!

- También se ha dado cuenta de que llevas puestos mis boxers y te estás poniendo la camisa al revés.

- ¡Am! Ya.

- Sí. Ya. Se acabó. Me parece que no vamos a tener que hacer nada para que te deje.

- A mí me parece que no voy a seguir yendo a la facultad este año. Perderé un curso ¡Qué vergüenza!

- Lo siento, Feli. De verdad que lo siento. No quería hacerle daño a Mario ni que esto acabara así.

- Bueno. Como decías, el daño ya está hecho. Tendré que pedirle perdón. Otra cosa es que lo acepte, porque lo que me merezco es un puñetazo en el hígado.

No habíamos hablado nada más que eso cuando volvieron a llamar a la puerta.

- ¡Dios mío, enano! Es él otra vez. Vete para el dormitorio que se te ve la peluca.

- No. Abre. Tenemos que escucharle.

Tenía razón el listo del enano. Sólo los cobardes no dan la cara. Volví a ponerme detrás de la puerta (por si acaso) y abrí despacio.

- Perdón otra vez, Feli – dijo Mario casi avergonzado – ¿Podría pasar un momento?

- ¡Claro, claro! Dime. ¿Qué te pasa?

- No, verás… He pensado… Bueno, ya que he vuelto y estáis los dos…

De repente comenzó a desnudarse y mi hermano y yo no sabíamos qué decir.

- Sabía que estabais hechos el uno para el otro – confesó -. No sé por qué he tenido que meterme por medio. Lo que pasa es que, ya que nos conocemos tan bien y los dos me gustáis tanto… ¿Follamos los tres?

El asistente de vuelo

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Volaba de Lisboa a Barcelona, y lo hacía en un avión extremadamente pequeño… apenas 30 plazas divididas en dos filas de asientos, de 1 y 2 asientos respectivamente. El avión iba apenas medio lleno, con lo cual pude ponerme en la fila de la salida de emergencia, que es mucho más ancha que el asiento estándar. Nada más subir al avión me fijé en el asistente de vuelo (azafato, aunque les jode que les llamen así). Un tío de unos 35 años, con barba, y una cara de mala hostia que se notaba que no era su día. Pese a que sería su último vuelo de la jornada (llegaríamos a Barcelona sobre las 23h) el tío no hubo un momento en que se relajara y disfrutara de la última hora y media de curro que le quedaba, y eso que el vuelo era más bien un chollo… apenas 14-15 pasajeros y ningún crío que diera la murga. Vi su nombre en la chapita, Rui.

Salimos puntuales y dio la casualidad de que él se sentó justo en el asiento de al lado del mío, pero en el de la fila de un asiento. Yo estaba en la de los asientos dobles. Le miré y le sonreí, pero él me miró con cara de agobio y desprecio. El chaval se veía potente, algo de barriga, pero unos buenos brazos, y el pantalón que llevaba le marcaba un buen trasero.

Enseguida nos dieron un pequeño bocata, y el asistente iba todavía con cara de mala hostia, y a mi cada vez me ponía más, pero parecía que no se percataba de mi interés. Al final pasé del tema y me puse los auriculares de mi teléfono para escuchar algo de música. Me quedé sobado, pero es fácil que tuviera un sueño erótico porque cuando el asistente vino a despertarme para decirme que me apagara el reproductor que íbamos a aterrizar, me sorprendí con una erección que apenas podía contener mis pantalones.

Se sentó de nuevo a mi lado y yo me toqué descaradamente para intentar acomodar mi polla en el pantalón. Fue en ese momento cuando él se percató del asunto y observó fijamente todos mis movimientos. Levanté la mirada y él hizo lo propio, y por primera vez vi un atisbo de interés al verle medio sonreir, pese a que no se dirigió a mi en ningún momento.

Aterrizamos en el Prat 10 minutos antes de la hora prevista, y cuando salí del avión, escuché una voz en portugués:

- Señor. señor, se olvida los auriculares.

Me giré y allí estaba él, un poco más bajo que yo, pero fuerte. Me los devolvió acompañado de una tarjeta en la que estaba escrita un nombre, un número de teléfono y un hotel de Barcelona, y una anotación que decía “a partir de medianoche”. Me guiñó un ojo y se volvió al avión mientras yo veía su bien formado trasero marcharse.

Memoricé el número en los contactos del móvil e investigué a ver si tenía whatsapp (mucho mejor que llamar a un número internacional). Sí que tenía y además estaba de suerte puesto que lo veía en linea. Le dije quién era y que cuando llegara al hotel me lo hiciera saber, puesto que su hotel estaba apenas a unas manzanas de mi casa.

Llegué a mi casa y me dio el tiempo justo para deshacer la maleta. En ese momento me llegó un mensaje que decía:

- Hola Víctor, llegaré en 15 minutos al hotel. Vente ya y espérame en la puerta.

No me daba tiempo a cambiarme si quería llegar, así que cogí las llaves, el bolso de emergencias (lubricante, condones y popper) y me fui para allá. Cuando llegué al hotel le envié un mensaje y él me contestó: habitación 803.

Subí directamente a su habitación y llamé. Aún iba con el uniforme pero su cara estaba mucho más relajada y resultaba mucho más atractivo sin ser del todo guapo. Me recibió estrechándome la mano y yo me acerqué a su cara y le planté un morreo lleno de saliva. Buscaba con furia su lengua introduciéndola lo más adentro posible. Después de ese intenso beso, nos separamos y me dijo:

- Me ha dado mucho morbo ver tu enorme paquete en el avión. Te lo he rozado antes de despertarte.

¡Joder con el azafato! ¿Serán todos así?

- Pues cuando he entrado en el avión no ponías cara de buenos amigos precisamente.

- No sé qué significa eso.

- Que parecías cabreado, enfadado.

- Ah si… acababa de discutir con mi amigo.

No quise saber más y empecé a morrearle de nuevo mientras intentaba desabrochar su camisa y sus pantalones.

- ¿Me ducho? Llevo todo el día trabajando y he sudado bastante – me dijo él… aunque algo en mi interior me decía que le daba completamente igual y que le iba también el rollete sucio.

- Yo tampoco me he duchado y también es posible que huela un poco… si quieres nos duchamos juntos, y si no, seguimos a lo que estábamos. A mi no me molesta – dije yo tirándome a la piscina.

- Sigamos, a mi no me importa, es más, prefiero que huelas a macho – y siguió comiéndome la boca.

Le dimos un par de esnifadas al poppers y me amorré a comerle el rabo. Sin circuncidar, moreno, de unos 16 o 17 centímetros y gordote desde la base hasta la punta. Sabía exquisito, a macho. Tenía el vello púbico recortado, y las bolas eran normales, peludas, ni grandes ni pequeñas, acordes a aquel nabo. Le cogí de las dos nalgas grandes y empecé a tragar como sé hacerlo y como les gusta a los tíos que lo haga. El azafata gemía y susurraba cosas en portugués. A mi me la sudaba, estaba disfrutando de aquella polla, del tamaño ideal para mi garganta. Noté cómo sus manos se posaban en mi cabeza y empezaba a follarme la garganta mientras yo seguía salivando para poder succionar aquella polla. De repente la sacó de mi boca y me dijo:

- No me quiero correr todavía, quiero que me follas.

Me senté sobre la cama, Rui se arrodilló y tras darle un poco al poppers, se metió mis 19cm en la boca. Al principio con dificultad, pero luego fue cogiendo el ritmo. Yo disfrutaba mientras veía su ancha espalda y su gran culazo algo peludete. Escupí un lapo en mis dedos y me incliné para acercar mi mano a su culo. Ojete peludo, como me pone… Empecé a enterrar uno de mis dedos en su culo y como no encontré apenas dificultad metí un segundo y un tercero. Rui seguía dándome placer con su lengua y su boca. Me salí de su garganta y le obligué a ponerse a cuatro patas encima de la cama, mientras yo era ahora quien me arrodillaba para hacerle un buen beso negro.

Me fijé en su raja. Peluda también. Olía fuerte, muy fuerte, pero me ponía cerdo. Le pasé la lengua y él gimió instantáneamente. Volví a pasar la lengua por la raja. Su sabor era salado, agrio… a macho. Le separé los cachetes y metí la lengua lo más hondo que pude. Le estaba morreando el culo. Me alejé para poder respirar, arranqué un lapo de mi boca y se lo tiré directamente al ojete, para acto seguido volver a pasar la lengua por allí.

- Fóllame macho, venga, quiero tu polla.

Y mientras lo decía, volvió a esnifar poppers y vi cómo su ojete se abría. Me puso muy cerdo la situación, así que escupí sobre mi mano y me embadurné de saliva el nabo, y poniéndome de pie le metí la polla.

- Aaaaaahhhhh, ufff, qué placer cabrón.

- Menudo culo tío, entra como si fuera mantequilla.

- Y tu polla es como un sable que me atraviesa. Que gustazo.

Yo estaba sudando a chorros. Le cogía de la pelvis y cada vez le metía la polla más dentro. Rui gemía y mordía las sábanas de placer.

En un momento dado, llamaron a la puerta golpeándola con fuerza. Rui se sacó mi polla de su culo y fue a abrir completamente en bolas. Yo me di cuenta de que mi nabo estaba un poco sucio, así que me fui al wc a lavarmelo y a refrescarme un poco.

Mientras estaba en el baño escuché una conversación en portugués. Otro tío había entrado en la habitación y estaba gritando, hasta que abrió la puerta y me vio en bolas limpiando mi rabo de los restos del culo de Rui. El recién llegado se quedó paralizado, lo pilló completamente desprevenido.

- Este es Ricardo, el comandante del avión que te ha traído esta noche. Hemos tenido una fuerte discusión en el aeropuerto.

De ahí la cara de mala hostia del asistente durante el vuelo.

Empezaron a hablar en portugués mientras yo hice amago de irme, cuando Rui me dijo.

- Lo siento mucho. Quizá podamos repetirlo otra vez en otra ocasión.

Ricardo habló mitad en portugués, mitad en castellano:

- ¿En otra ocasión? ¿Y por qué no ahora? Habia venido con la intención de que follaramos para hacer las paces, pero veo que este tío está muy bien y podríamos gozar los tres.

- ¿A ti te importa Victor?

Lo cierto es que todo aquello me había cortado el rollo sobremanera, y estuve a punto de decirles que no, pero no me dio tiempo. Ricardo se arrodilló ante mi, me cogió el nabo y empezó a chupármelo. Rui se acercó de nuevo a mi y empezamos a morrearnos otra vez, mientras con sus dedos buscaba mi ojete. Se agachó también y de pronto estuve siendo comido por delante y por detrás. Ricardo se empezó a quitar la camisa y los pantalones, sin sacarse mi rabo de la boca que ya había vuelto a empalmarse. Cuando el comandante se quitó la camisa un fuerte aroma a axilas subió hasta mi nariz, cosa que me puso muy muy cerdo. Le levanté y empecé a lamérselas. Eran peludas. En realidad todo él era velludo. Mediría 1,77 o 1,78, estaba bien proporcionado, con un michelín sugerente. La polla la tenia mediana y circuncidada, y los huevos extremadamente peludos. Le lamí los sobacos y le comí los pezones. Ricardo gemía.

Mientras Rui seguía comiendome el ojete. Empezó a meterme dos dedos por el culo y al notar que no ponía oposición, metió un tercero. Yo mientras jugaba con los pezones y los sobacos de Ricardo, me escupí saliva en los dedos y comencé a buscar el peludo ojete de éste. Lo encontré bien abierto, aunque algo seco. Me metí los dedos en la boca y pude comprobar que tampoco se había duchado y que el sabor de su culo era agrio, pero sabroso.

Seguí metiendole los dedos un rato más mientras él se volvía a amorrar a mi rabo. Rui ya había empezado a meter su capullo por mi ojete. Me tiré atrás y me clavé fácilmente su rabo de 18cm. Empezó a lamerme las orejas y a empujarme. Yo estaba en la puta gloria, tenía a un tío partiendome el ojete y otro tragando mi polla. Si no parabamos pronto me iba a correr, así que les dije:

- Ufff, voy a correrme si seguís así.

Acto seguido tanto Rui como Ricardo se separaron de mi. Mi culo hizo plop al notar que el azafato sacaba su rabo de él, y Ricardo no perdió el tiempo y empezó a comerle la polla a su compañero con los sabores de mi culo en ella. Yo aproveché para respirar un poco, calmarme, y situarme detrás del piloto para empezar a meterle la polla.

A diferencia de Rui, este tenía el ojete más estrecho y me costaba un poco más metersela. Fui a por mi lubricante que lo tenía en la bolsa. Cuando volví me los encontré morreandose y pajeandose el uno al otro. Me embadurné bien la polla mientras les pedía que se pusieran los dos a cuatro patas en la cama y siguieran besandose. Así entré en el culo de Ricardo (más fácilmente gracias a la acción del lubricante) y después de darle unas buenas embestidas, le saqué el nabo y se lo metí al azafato.

Yo estaba sudando como un condenado. En realidad la habitación era un cúmulo de aromas. Entre el olor a sexo, el olor que traía Ricardo y los sudores de los tres, el ambiente era denso, pero muy sexual. Rui gemía mientras le follaba. Ahora sí estaba disfrutando completamente de su culo, puesto que habíamos sido interrumpidos la anterior vez. Le dije a Ricardo que se sentara en la espalda de Rui para poder aspirar el olor de sus axilas y besarle, pero Rui propuso otra cosa mejor. Se sacó mi nabo del culo, se puso boca arriba y le volví a meter la polla, mientras Ricardo se sentaba en la cara del azafato para que éste le pudiera comer el ojete y dejárselo limpio.

Rui exprimía mi nabo con su culo mientras Ricardo y yo nos morreabamos. Separó su cara de mi y me escupió un lapo que empezó a caerme por las mejillas y que yo atrapé con mi lengua. Lo mantuve en mi boca y se lo devolví mientras él tenía la boca abierta. Cayó directamente en su garganta y se lo tragó. A la vez que hacía eso movía su culo hacia delante y hacia atrás pasando toda la raja por la cara de Rui. Le tuve que sacar la polla de nuevo porque estaba casi a punto de correrme y cuando mi nabo salió de su cueva, se tiró un pedo del aire que le había bombeado. Eso aumentó todavía el espeso ambiente que allí respirábamos. Les tuve que decir que abrieramos un poco las ventanas para que entrara aire fresco. Mi nabo volvía a estar algo sucio, pero esta vez Ricardo empezó a limpiarmelo con su saliva y sus lapos para luego meterselo en la boca. Mi ojete se sentía algo abandonado, así que le pedí a Rui que se cambiara por Ricardo para que este me follara, puesto que aún no había catado su nabo. Aunque no era tan grande como el del azafato, lo sabía mover muy bien. Me dijo en portugués si quería una sorpresita. Yo pensé que ya se iba a correr (que poco aguante, por Dios) y le dije que vale. Paró en seco y empecé a notar como el culo se iba llenando de algo caliente. ¡Me estaba preñando de meos! Ahi ya no pude más y directamente me corrí en la garganta de Rui al que le pilló por sorpresa, aunque no desperdició nada de mi leche. El piloto no paraba y yo notaba mi estómago más y más lleno. Dijo:

- Ahora vamos al baño y nos lo tiras por encima.

No lo capté a la primera, pero enseguida que entraron se sentaron en la amplia ducha y esperaron a que llegara. Me situé de espaldas a ellos y empecé a soltar poco a poco el meo que me había metido el cabrón del piloto. Enseguida noté una lengua por el perineo acercándose al ojete. No sabía de quién era, yo tenía los ojos cerrados. Noté como el otro se puso de pie y empezó a mearme la espalda (ahí ya tuve claro quien era cada uno de ellos, no podía ser sino Rui porque Ricardo se había vaciado en mi interior). En la boca de Ricardo confluía su propio meo proveniente de mi culo, y el de Rui, y se lo bebía como si fuera agua. En un momento dado, Rui paró de mear, se acercó a Ricardo y empezaron a morrearse intercambiandose los meos de su boca. Yo mientras seguía expulsando de mi culo el líquido, esta vez mojandoles las caras y los cuerpos, hasta que me sentí por fin vacío. Me di la vuelta y empecé a mearles esta vez desde mi polla, y ellos abrieron las bocas para tragar todo lo que les echaba encima.

Una vez ya vacío, les hice ponerse de pie. Yo ya me había corrido, y aún faltaban ellos, así que me arrodillé y empecé a pajearles y a mamar sus pollas alternativamente. Mientras ellos se besaban, escupían, retorcían los pezones, se follaban con los dedos, hasta que Ricardo se corrió. Su primera lefada cayó bajo de mi ojo, en la mejilla, al lado de la nariz. Abrí instintivamente la boca para recoger los siguientes. Hasta seis lefazos tiró en total mientras su cuerpo se convulsionaba. En plena corrida de Ricardo llegó la de Rui, con una lefa más acuosa que la de del piloto, y algo menos sabrosa, aunque más abundante.La de éste me cayó por toda la cara, desde la frente, hasta la barbilla… Al final ambos bajaron y me limpiaron la jeta a lametazos.

Serían ya cerca de las cinco de la mañana cuando acabamos de ducharnos y Rui nos invitó a dormir en su cama. La habitación aún olía a cerdo, aunque la ventana estaba abierta. Nos acostamos en bolas los tres, Rui en medio y Ricardo y yo en cada lado. Me costó dormirme, los cabrones roncaban a base de bien, y hacía algo de fresco, así que me acerqué a Rui para que me diera calor con su cuerpo. Por la mañana, cuando desperté, era cerca de las 11. Estaba solo en la cama, me fui al baño para mear y me encontré a Rui sentado en la taza, me disculpé y salí, pero él me dijo que entrara, que no pasaba nada, que después de lo que había sucedido aquella noche, ya no habría intimidad entre nosotros. Me contó que Ricardo se había ido a su habitación y había bajado a desayunar. Yo mientras me estaba meando, y el azafato me dijo:

- Espera, que te hago un sitio y meas aquí mientras yo acabo de hacer lo mío.

Dicho y hecho se tiró un poco para atrás, yo me senté en sus piernas y enfoqué mi ya dura polla hacia abajo para poder mear. La atmósfera se estaba cargando de nuevo, esta vez de los efluvios de Rui. Empezamos a comernos la boca, a lamernos las orejas, los pezones, a mi me resultaba difícil mear, aunque lo conseguí, pero mojando la polla de Rui, quien notaba cómo mi meo bajaba hasta su ojete…

Y en ese momento me dijo:

- Ahora ya estoy vacío para ti, ¿me llenas?

¿Y qué creéis que hice?

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“Chico htro 39 busca amigos bis que hayan estado de fiesta y quieran correrse en mis agujeros”

No sé si debería enviar el mensaje. Y si alguien me llama, no sé si me atreveré. Pero estoy muy cachondo. Desde el verano pasado que Juan me abrió la compuerta, no ha pasado un día en el que no haya soñado con volver a ser follado, además ser la zorra de varios, de ser la puta de varios tipos cachondos desesperados que no han mojado. – Pensaba para sí mismo mientras pulsaba el botón de enviar. No paso mucho rato en el que el móvil comenzó a sonar, el corazón se le puso a tope, aceptar la llamada o no, decidió aceptarla.
¿Si? ¿quien es?
Hola puto maricon, he visto tu mensaje y quiero romperte el culo.
Escucho las palabras pero el anuncio era claro.

lo siento pero busco a varios para eso y no un capullo como tú. – y colgó.
Después de recibir la primera llamada se tranquilizo, la suerte estaba echada, sabía que podían llamarle este tipo de gente o cualquier otro que solo llamaba para insultarle. Mientras esperaba la llamaba de lo que él buscaba se puso a soñar en el día que se fue solo a las Baleares, necesitaba pensar tras pillar a su mujer con el chulo del tercero. No comprendía como su chica de toda la vida podía enrollarse con un tipo así, alguien que la miraba como si fuera una vulgar puta incluso estando conmigo, se frotaba la polla mirándola de arriba abajo mientras subía en el ascensor hasta nuestro piso, que es el decimo, y esperaba a que ella entrase en casa para volver a bajar, un cerdo de mierda vamos. Se puso a pensar que estaba solo en aquella pequeña cala durante un par de días tomando el sol desnudo. Hasta que un día apareció otro hombre, el no se vistió pues el otro tampoco se puso cerca y también estaba desnudo. Al segundo día, este se le acerco para pedirle fuego y comenzaron a hablar, se llamaba Juan, cogió sus cosas y se puso junto a él. También estaba solo y para los dos tener a alguien con quien hablar resultaba agradable y así poder olvidarse un poco de que el chulo estaría follandose a su chica. Quedaron para cenar juntos, ahí se conocieron mejor, él le comento sus problemas de cuernos y Juan le dijo que era gay, cosa que no le importaba pues tenía amigos de la infancia que lo eran e incluso alguno le dijo que en la pubertad se sintió atraído por él y en vez de enfadarse hizo que se sintiera alagado. Juan le cayó bien, era un tipo muy educado con el que podía hablar de cualquier tema, si él fuera gay, Juan seria su hombre perfecto. Estuvieron horas hablando, hasta que cada uno se fue a dormir a sus respectivos lugares. Al día siguiente, habían quedado para ir juntos a la cala, Juan era más puntual y le esperaba. Llegaron, como siempre no había nadie, se desnudaron. Juan saco un bote de crema, el no llevaba pues era su mujer la que se encargaba de esas cosas.

túmbate que te echo la crema, no vayas a quemarte. – sin pensarlo se tumbo. Le echo un poco sobre el pecho y se la fue esparciendo, por los brazos después y bajo a las piernas, al pasar por los muslos rozo un poco se pene y sus testículos, pero nada más que un roce, hasta que echándose un poco en las manos le cogió del miembro y se la dio, nada obsceno, duro unos segundos aunque el se empezó a excitar.
Date la vuelta. – se giro y Juan comenzó de nuevo por la espalda, bajando hacia sus piernas pero esta vez dándole la crema sin tapujos en su culo. Le estaba dando un buen masaje. – bueno ya esta, así no te quemaras.
Juan se empezó a dar crema a si mismo, pero el sentía que debía ponérsela por lo que cogió el bote comenzó a darle como antes había hecho con él. Estaba algo excitado, Juan le daba confianza, sentía alguna atracción hacia él y su desengaño amoroso le hacía necesitar algún apoyo. Rozo con sus dedos el pene de Juan y este comenzó a reaccionar, no sabía lo que le pasaba, necesitaba contacto humano, agacho su cabeza, abrió la boca y saco su lengua y comenzó a pasarla por el pene semierecto de Juan, como si se tratara de un niño con su helado de fresa. Su lengua recorría todo el miembro, desde los testículos hasta el capullo, poco a poco se atrevió a metérselo dentro de su boca y comenzó a succionar. Juan gemía mientras con su mano le acariciaba la cabeza. Era su primera vez comiendo una polla pero parecía que lo había hecho más veces. Juan comenzó a pasar su mano por el ano, cosa que al principio le sorprendió un poco pero sin dejar de chupar aquel miembro erecto. Un dedo entro en su agujero, estaba disfrutando que su puerta trasera fuera abierta.

Ya es suficiente. – le dijo Juan. – ahora me toca a mí. – y poniéndose detrás del comenzó a pasar su lengua por su culo. Sentía cosas que jamás antes había sentido. Su culo ya húmedo por la boca de Juan y por la propia excitación propiciaron que entrasen un par de dedos más.
Tranquilo, lo hare despacio para que no te duela.

Introdujo la punta del pene en su ya dilatado culo. Lo tuvo dentro un rato y lo saco, Juan escupió en su ano y le volvió a meter los dedos de nuevo, varios minutos así y volvió a escupir, metiendo de nuevo su pene, esta vez hasta el fondo, dio un grito, no de dolor sino de placer, del placer de sentir aquel miembro duro desvirgándole, Juan sacaba y metía su pene despacio, a un ritmo que le hacia estremecer. Juan acelero el ritmo de sus embestidas hasta acabar corriéndose en su interior, no saco su pene hasta que no estaba de nuevo flácido. Los dos cayeron desnudos sobre la arena, Juan se recompuso y como agradecimiento le hizo una mamada.

El móvil sonaba, llamadas con número oculto que rechazaba, sms que borraba sin leer, hasta que recibió una con el número, lo cogió:

¿diga?
Oye, mira me llamo Alberto, hemos visto tu mensaje en la tele y si es serio nos gustaría que vinieses.
¿cuántos sois?
Cinco, somos cinco.
Bien, no tengo problema, eso si antes de ir quiero que queden claras varias cosas. Primero no me gusta que me peguen, no me importa que me insultéis mientras me follais pero ni una torta.
De acuerdo.
No quiero móviles ni nada que pueda ser usado para grabarme o sacarme fotos. Lo de hoy empieza y acaba hoy.
De acuerdo, apagaremos los móviles y los guardaremos cuando vengas.
Pues si estamos de acuerdo en todo llegare en 30 minutos.
Date prisa que estamos muy calientes.
Metió en la mochila el lubricante y un par de juguetes anales, un dildo pequeño y un pene de unos 22 cm, cuando lo iba a cerrar se lo pensó mejor, saco el dildo lo impregno de lubricante y se lo metió en el ano, cerro la mochila y salió de casa. Mientras, andando, sentía en su interior el pequeño juguete rozando sus partes internas, iba muy cachondo, a punto de correrse. Entro en el coche y salió hacia su destino.

Aparco el coche y se quedo pensando si hacerlo o no, se armo de valor y fue hacia la lonja donde estaban esperando. Toco la puerta, y un simple hola fue lo que se dijeron, se notaba que el nerviosismo por lo que estaba a punto de pasar lo tenían todos. Había solo 4 chicos, de unos 20 años, todos ya en ropa interior. Habían estado de fiesta y cuando regresaron pusieron el canal de chat y al leer su mensaje se decidieron a llamar. El 5º chico se había ido a casa, el alcohol de la noche y el que todavía seguían tomando le había afectado demasiado y por muy cachondo que estaba el sueño le pudo.

Sonaba música, algún dj de estos de moda mientras se desnudaba. Se quito la camiseta, las zapatillas y los calcetines. Ellos, sentados en sillones, se tocaban sus penes sobre sus bóxers, el se acerco a uno de ellos, el chico le quito el cinturón y le abrió los botones de los vaqueros, paso al siguiente y este le bajo los pantalones. Paso a otro para que le quitase los slips, para el siguiente ya no quedaba ropa pero dándole la espalda le mostro el dildo, el chico entendió lo que quería y tiro de este hasta sacarlo. Se alejo y cogiendo el lubricante y el pene de la mochila, se puso en medio de la lonja, se arrodillo y comenzó a chuparlo mientras con una mano se iba lubricando el agujero trasero. Se metió varios dedos antes de meterse el pene hasta el fondo, los chicos ya estaban desnudos, masturbándose, el les hizo un gesto para que se acercasen y estos se fueron hacia él. Un pene ocupo su boca, con una mano masturbaba a uno y con la otra a otro, el cuarto se puso a jugar con el pene de juguete metiendo y sacándoselo, las pollas se turnaban en su boca.

Déjame que voy a encularlo. – Dijo un chico, que paso de su boca a su culo, metiéndole la polla hasta el fondo, las envestidas eran tan fuertes que no podía sacarse la polla que tenía en su boca.
Tío, dale más suave que así no puede chupárnosla a todos.
El chico metido en su culo siguió dándole a un ritmo duro pero permitía pasar todos los penes por su boca.

Me toca. – otro paso a su culo.
Vamos a poner orden, – dijo otro. – cada uno lo enculara 2 minutos y después pasa a otro, solo cuando vayamos a corrernos podemos estar hasta el final.
Todos se pusieron de acuerdo y así lo hicieron, fueron pasando a turnos hasta que ya comenzaron a correrse en su interior. Sentía como su culo se iba llenando de líquido caliente y espeso, una sensación que creía increíble. Los cuatro veinteañeros una vez se habían corrido se abrieron unas cervezas y se sentaron a observarlo, aun en el centro a cuatro patas sintiendo como la leche iba recorriendo su interior hacia afuera, estaba en éxtasis.

Buen polvo tío, pocas veces he follado un culo tan tragón como el tuyo.
Se sintió orgulloso de que esos chavales hubieran disfrutado de su cuerpo, a cuatro patas fue hacia ellos y comenzó a chupársela a uno y luego paso a la polla que tenia al lado, los otros dos estaban sentados en un sofá de enfrente, veían la cabeza subir y bajar chupando las pollas de sus amigos y el culo moverse hacia delante y hacia atrás, saliendo el semen y corriéndole por los muslos. Se estaban volviendo a excitar, de nuevo estaban tiesos sus penes, uno se puso a su espalda y se la volvió a meter, se lo follo y cuando estaba a punto de correrse paso a su cara y comenzó a correrse, por mucho que abría la boca le lleno la cara y el pelo de semen, otro al ver la escena de la corrida no pudo aguantar y también se corrió en su cara, llenándosela mas aun. El que estaba enculandolo también hizo lo mismo, y el cuarto ocupo su culo. El semen le caía por la barbilla hacia su pecho, trataba de cogerlo con las manos para metérselo en la boca pero solo lograba esparcirlo más por lo que opto por echar todo lo que pudo hacia el pecho y untarse el semen en el. El cuarto saco su polla del culo y se corrió sobre su nuca y pelo, y con la mano hizo que la cabeza brillara por el esperma.

Se levanto, fue al baño para lavarse lo que pudo. Se vistió, metió sus cosas en la mochila y se fue. No sabía el nombre de los chicos, salvo el que llamo y no le importaba, buscaba sexo salvaje sin compromiso y lo encontró. Ahora volvía a casa esperando que la puta de su novia no hubiese regresado de casa del chulo del 3º.

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