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Channel: Gay – Relatos Eroticos
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Cumplir los dieciocho años

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Soy Igor y la semana pasada cumplí los dieciocho años. Celebré mi aniversario con una gran fiesta en la que no faltaron mis grandes y buenos amigos. Tuve regalos de todo tipo, pero el que más me agradó fue el que me dio mi padre.
El mismo día de la fiesta, el sábado, estaba solo en casa con mi padre, Aitor, de 41 años. De complexión grande, rasgos masculinos muy marcados, castaño con ojos verdes y cabello casi rapado. Es un hombre atractivo, no lo puedo negar. Por suerte, soy parecido a él. Los sábados mi padre no trabaja, pero mi madre sí, por lo que lo pasamos juntos en casa.
Ese sábado por la mañana estábamos charlando de que ya dejaba de ser menor de edad y empezaba una nueva etapa, con mayores responsabilidades.
Aitor: Hijo, ya eres todo un hombretón.
Igor: Ahora ya no me pedirán el carnet de identidad para acceder a cualquier sitio.
Aitor: ¿En dónde te lo piden?
Igor: jejeje, … es que… me da vergüenza.
Aitor: Pues a tu edad la vergüenza debe desaparecer. Sé todo un hombre, no te acobardes de tus actos.
Igor: Pues,… cuando alquilo alguna película me lo piden.
Aitor: Una película guarrilla, supongo, jejeje
Igor: Afirmativo – dije decidido.
Aitor: A tu edad yo también estaba a escondidas de este tema, pero con revistas. Luego ya pasé a la carne de verdad, ¿me entiendes?
Igor: Claro. Que empezaste a follar.
Aitor: Exacto, y para eso debes saber utilizar el preservativo.
Iba a hablar cuando sonó el timbre de la puerta. Era mi tío Óscar, el hermano pequeño de mi padre. Óscar tiene treinta y cinco años y es bastante parecido a mi padre.
Aitor: Hombre Óscar, tu por aquí.
Óscar: Hola chicos, venía a haceros una visita. Y en especial hoy que es el cumple de mi sobrino favorito, jejeje ¡Felicidades! – dijo dándome un buen abrazo.
Igor: Gracias tío. Esta noche celebro una gran fiesta.
Óscar: Me alegro, que bien. ¿Y qué hacíais ahora?
Aitor: jejeje, cosas de hombres. Le estaba explicando el tema del preservativo.
Óscar: He llegado en un buen momento, soy el rey del tema, cada fin de semana uso unos cuantos.
Aitor: Siempre tan fantasma, ya quisieras.
Óscar: Mira, – dijo enseñando su billetera – llevo dos siempre conmigo, por si me hace falta en cualquier momento. ¿Y que le explicabas?
Aitor: Quería enseñarle a ponérselo.
Óscar: Muy fácil, vas a aprender en un plis-plas. Yo voy a ayudaros también.
Igor: Pero para ello,… es necesario… – “vamos, dilo ya” dijo mi padre – … es necesario tener la polla bien dura.
Aitor: Ningún problema. Tengo una peli porno… escondida. – dijo
Igor: ¿Quién es el primero en verla? – pregunté inocentemente.
Óscar: Todos a la vez, ¿no?, total, estamos entre hombres. Una buena paja conjunta, como en los viejos tiempos, ¿o no, Aitor?
Aitor: ¡Qué tiempos aquellos cuando éramos jóvenes! Las pajas con los amigos, qué recuerdos.
Mi padre fue a buscar la película y la puso en el reproductor. Nos sentamos en el sofá y teníamos ya una mano encima de nuestro paquete.
Aitor: Vamos, ¡pollas afuera! – dijo desabrochándose el pantalón y bajándoselos del todo.
Óscar fue el siguiente en hacerlo y luego yo. Estábamos los tres pajeándonos viendo una escena de un trío con dos mujeres y un hombre. Yo estaba sentado en el medio de ellos dos. Tanto mi padre como mi tío iban comentando la escena mientras se pajeaban con fuerza.
Igor: Creo que ya la tenemos dura los tres. – dije interrumpiendo sus excitaciones
Óscar: Si que te fijas en nuestras pollas, ¿eh, sobrinito? – dijo poniendo una mano encima de mi muslo y acariciándolo. Me quedé mirando esa mano que me acariciaba.
Aitor: Tienes razón hijo, ya las tenemos bien dura. – dijo quitándose por completo el pantalón y la camiseta, quedando totalmente desnudo. Óscar hizo lo mismo. – Vamos al dormitorio, estaremos más cómodos para enseñarte a poner un preservativo.
Fuimos hacia allí los tres desnudos completamente. Me dijeron que me tumbara en la cama boca arriba. Obedecí. Mi polla apuntaba arriba. Mi padre sacó la caja de preservativos, cogió uno y me fue explicando mientras me tocaba la polla y me lo puso.
Aitor: Si que la tienes bien dura, mejor, más fácil es.
Óscar también quiso enseñarme después e hizo lo mismo, aunque fue más sensual. “Se te está aflojando” dijo y empezó a masturbarme ante la mirada incrédula de su hermano.
Yo no sabía qué hacer, cómo reaccionar. Le dejé que hiciera lo suyo. En verdad me daba bastante placer sentir esa mano, diferente a la mía. Empecé a gemir una y otra vez. Mi polla se puso bien dura de nuevo. Óscar me puso el preservativo.
Óscar: Ahora falta la segunda parte,….. el lubricante.
Mi padre sacó el pote de lubricante y me puso un poco en todo el recorrido de la polla. “Así bien lubricado”, dijo Óscar mientras cogió un poco de lubricante y se lo puso en el agujero del culo.
Aitor: ¿Qué haces Óscar? – dijo extrañado.
Óscar: Enseñar a tu sobrino a usar un condón, al igual que tu, ¿no?
Mi tío se puso encima de mi acercando su culo a mi polla.
Óscar: Escucha Igor, ahora imagínate que soy tu ligue. Tu tienes su polla con preservativo y gel lubricante, y yo tengo el agujero también lubricado. A ver como funcionas, pero ve con cuidado, solo la punta, ¿eh?
Igor: De acuerdo tío, ve acercándote tu.
El culo de Óscar se fue tragando con facilidad mi polla debido al lubricante. Entraba con facilidad.
Aitor: La puntita dice, si eres un maricón de cuidado, te la has metido toda.
Óscar: Uf, ni me lo creo yo. ¡Qué gusto! – dijo empezando a moverse arriba y abajo – Maricón no soy, que lo sepas, solo estoy enseñando a mi sobrino.
Igor: Uf, sigue, me gusta,… si esto es follar… quiero follar más.
Aitor: Menudos dos que estáis hechos.
Mi tío cabalgaba cada vez más rápido y yo estaba excitadísimo al máximo. Mis gemidos fueron haciéndose cada vez más intensos y rápidos hasta que no pude más y terminé corriéndome dentro del preservativo. Lo llené todo de mi leche, en gran cantidad. Óscar se quitó luego encima de mi.
Óscar: Buen trabajo Igor. Aprobado con matrícula de honor.
Aitor: Menudo cabrón está hecho mi hijo, vaya corrida que te has dado. Y seguro que te habrás quedado con ganas de polla, ¿eh, hermanito? – dijo poniéndose un preservativo y tumbándose a mi lado. – Vamos, continua conmigo, si te atreves.
Óscar: Tu polla es más gruesa y yo no soy maricón. Aunque hoy,… haremos una excepción – dijo guiñándole un ojo a mi padre.
Mi tío se sentó encima de mi padre, y poco a poco fue insertándose esa polla más gruesa que la mía. Ver gemir de placer a mi tío provocó que mi polla se pusiera dura otra vez.
Aitor: Vamos, así, sin miedo, toda, más, más – le animaba mi padre.
Consiguió meterse toda esa polla dentro de él. Los movimientos fueron lentos al principio. Ambos se tocaban y acariciaban el uno al otro mirándose constantemente y con lujuria, suspirando fuerte. La cadera de Óscar se movía en círculos. Yo observaba como la polla de mi padre estaba totalmente insertada en el culo de su hermano. De repente mi padre puso sus manos sobre las nalgas de Óscar y las empujaba arriba y abajo. Empezaban una follada en toda regla. Los suspiros se convirtieron en gemidos, cada vez más fuertes e intensos de placer. Yo me pajeaba viéndolos a ellos disfrutar. La polla de mi padre entraba y salía, una y otra vez, de ese culo. “Más, más, así, más,…” repetía mi tío, “Dame más, fóllame fuerte, cabrón”. Mi padre cambió de posición colocando a su hermano boca arriba y con las piernas hacia arriba. En esa posición le insertó de nuevo su polla y lo taladró bestialmente, como dos animales en celo. Se oía el ruido del choque de los cuerpos junto con los gemidos de los dos. No dejaban de mirarse. Mi padre se tumbó sobre mi tío acercándose sus caras, cada vez más cerca. Se fundieron en un beso con lengua muy erótico. Tras cinco minutos así, los dos suspiraron cada vez más rápido y terminaron corriéndose a la vez. Mi padre dentro de mi tío, y mi tío encima de su vientre. Yo también pude correrme una segunda vez, con tanta excitación en el ambiente.
Nos tumbamos los tres encima de la cama, totalmente cansados.
Óscar: ¡Feliz cumpleaños Igor!
Aitor: ¡Feliz cumpleaños hijo!
Igor: Gracias por este regalo. Seguro que será el mejor que recibiré hoy.

- – - – -
Gracias por vuestros apoyos, me animan a seguir escribiendo.


Tío: ¿cómo se si soy gay?

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Lo primero, daros las gracias por vuestros comentarios, porque me dan fuerza para seguir escribiendo y compartir con vosotros mis fantasías. Gracias. A los seguidores del “violador”, deciros que habrá continuación, estoy en ello, pero la fuerte personalidad de los dos protagonistas, necesitan un estudio y un trabajo más intenso. Mientras, os dejo este nuevo relato que espero os guste.

Gracias.

Karl

TIO: ¿COMO SE SI SOY GAY?

Esta es la pregunta que me hizo mi sobrino una tarde de verano mientras tomaba el sol en la piscina de la casa de sus padres mientras dormían la siesta.

Apreté los ojos, asimilé la pregunta. Me incorporé en la hamaca y le vi sentado a mi lado cabizbajo y con una dosis importante de vergüenza.

Me había hecho una de las preguntas más difíciles de contestar para mi, porque yo era “bi”. Disfrutaba tanto de las mujeres como de los hombres.

A Rober le quería con toda mi alma. Le llevaba 10 años porque yo era el hermano menor de su madre. Le había cuidado de pequeño, había jugado con el, se había dormido en mis brazos, le había acariciado su piel y su pelo, le había visto crecer y desarrollarse, nos habíamos duchado juntos…en fin…pero nunca, nunca, se me había pasado por la imaginación nada relacionado con el sexo.

Le observé. A sus quince años era un muchacho guapo, bien formado con una piel clara al igual que su pelo y sus ojos. No nos parecíamos nada. El recordaba mucho a su padre, un hombre realmente guapo (cuidado, yo también lo soy pero de raza mediterránea, de piel oscura y pelo y vello ensortijado).

- ¿Te has enamorado de un chico?

- Creo que si

- ¿Lo conozco?

- Creo que sí. Es Alex.

- ¿El hijo de Isabel?

- Si.

- ¿Y el lo sabe?

- Creo que si

- Rober…si no me hablas claro no se como te voy a ayudar. Tienes una edad difícil. Todas tus hormonas están disparadas y puedes sentir lo mismo por un hombre que por una mujer. Que te guste ahora un hombre no quiere decir que seas gay…pero puede ser que lo seas…no lo se…eso lo tendrás que decidir tu.

Voy a ser claro. A ti te puede gustar que te bese un hombre o una mujer, te puede gustar que te la chupe un tío, te puede gustar follarte a un tío, pero…a ti te gusta chupársela a un hombre, te gusta que te folle un hombre…esa es la diferencia…a mi me gusta hacerlo y que me lo hagan, pero también me gusta hacerlo con una tía, por eso me defino como bisexual.

Rober, si no me cuentas lo que te pasa, no podré ayudarte. Cuéntamelo.

Rober

Ya sabes que desde pequeños Alex y yo hemos sido como hermanos. Hemos crecido juntos y siempre nos hemos llevado bien. Yo he dormido en su casa y el en la mía, hemos jugado juntos, tenemos los mismos gustos. En fin…hemos tenido una relación muy cercana. Cuando dormíamos juntos lo hacíamos abrazados lo mismo que cuando hacíamos la siesta, cuando estábamos juntos nos acariciábamos sin maldad. Nos hemos bañado desnudos los dos, nos hemos enjabonado y aclarado en la ducha…Pero no había nada malo en ello. Era algo normal. Cuando hemos crecido y hemos comenzado a tener calentones, nos lo hemos contado, nos hemos hecho confidencias de cómo nos gusta pajearnos, e incluso lo hemos hecho juntos. Pero nunca…nunca hemos pensado que hacíamos nada malo.

El otro día, mientras hacíamos skate en El Retiro, se acercaron unos chicos mayores y comenzaron a meterse con nosotros, una cosa llevó a la otra y un gilipollas cogió mi tabla y la rompió en dos. Era la que me había regalado papá por mi cumple. No pude reprimir el darle un puñetazo a ese hijo de puta, pero era mayor que yo y más fuerte y me dio una paliza además de romperme la tabla.

Alex me llevó a un lugar apartado para lavarme y consolarme y yo comencé a llorar. Alex me abrazaba y me susurraba: – No te preocupes… tranquilo …no te preocupes

- Era la tabla que me había regalado papá…joder!…qué le voy a decir…

- Rober…Rober…yo tengo en casa otra tabla, te la regalo y ya está. Tu padre ni se enterará de que es otra. No tiene ni idea de la que te ha regalado. No te preocupes. No se dará ni cuenta. Yo te regalo la mía.

Fuimos a su casa y me dio la tabla. Nos sentamos en la cama pero a mi se me saltaban las lágrimas. Rober me abrazó y yo me sentí protegido. Me acariciaba la cabeza, el cuello, me secaba las lágrimas con sus dedos y me abrazó con más fuerza y me besó el cuello. Aquello me pareció lo más dulce que me había pasado nunca, así que levante la cara para mirarle y agradecerle y, sin querer, nuestros labios se rozaron. Nos quedamos paralizados por un instante. Nos miramos a los ojos y volvimos a acercar nuestros labios . Fue un momento especial.

El roce suave de nuestros labios fue una maravilla. No quería que se apartaran de mi. Me infundían placer y tranquilidad. No se como pasó pero los abrimos y nuestras lenguas se lamieron. Tío ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Esa sensación no la había sentido antes. Nos lamimos, nos besamos y nuestras pijas se pusieron pinas…muy…muy pinas

Alex me la tocó sobre el pantalón y me gustó mucho. La polla se me puso a cien y entonces yo hice lo mismo y se la sobé. Alex siempre ha sido más fuerte y alto que yo y su polla era más grande y gorda que la mía. Noté que estaba como una piedra, era como un leño, nunca había tocado una polla y me gustó…me gustó tanto que le metí la mano por la bragueta para notarla en mi mano.

¡Diós, tío!, es la hostia, es tan suave a la vez que dura, es tan caliente. Mi curiosidad hizo que mi mano bajara hasta sus huevos y los acaricié y los apreté, eran maravillosos, luego decidí subir para descubrir cómo era su capullo, quería tocarlo, acariciarlo, mi mano llegó al comienzo de su tranca que aún estaba cubierta, le bajé la piel y le descubrí el capullo. Alex gimió – Si… por favor …sigue …sigue- Me lo decía en la boca mientras nos las comíamos.

Noté como me acariciaba la entrepierna. Yo no quería ser menos y me desabroche la bragueta para dejar que su mano llegara a mi polla, que en ese momento estaba a mil, su mano entró y me atrapó, me sobó los huevos y aquello fue una locura. Abrí las piernas para dejar que su mano me sobara con facilidad, luego fue subiendo por mi miembro y comenzó a masturbarme.

Me masturbaba…le masturbaba…nos comíamos los labios…nos lamíamos las lenguas y gemíamos y gemíamos hasta que nos corrimos. Fue una gran corrida.

Tío es lo mejor que me ha pasado en la vida. No he sentido algo así nunca.

A partir de ese día lo hemos vuelto a hacer más veces. Sabemos que no sólo se hace eso, sabemos que hay más cosas porque lo hemos visto en internet, pero nos da miedo. Dicen que es peligroso y que hace mucho daño. Pero queremos probar, queremos saber…y no sabíamos a quien preguntar…por eso me he atrevido a preguntártelo a ti. Tengo confianza en que no lo contarás y que nos ayudarás si puedes o si sabes, o si quieres.

hasta aquí la confidencia de Rober

- ¿Le quieres?

- Si

- ¿Estás enamorado de él?

- No lo se. No se cómo se sabe eso

- Cuando no está, le echas de menos?

- Si

- Le echas de menos hasta desesperarte?. Hasta necesitar que esté a tu lado?. Hasta decir que no puedes estar sin el?

- Lo que se es que es lo único que tengo y que si no está a mi lado algo me falta.

- Te has pajeado pensando en él?

- Si

- Has pensado que quieres hacer otro tipo de sexo con Alex?

- Si

- ¿Qué quieres hacer?

- Tío…quiero hacer el amor…no lo he hecho nunca, he visto cosas por el ordenador…y quiero todo con él…lo hemos visto juntos y queremos hacerlo pero nos da miedo tío…no estamos seguros…

- Vale. De acuerdo. Os voy a ayudar. Mañana por la tarde decid que venís a merendar a casa y a ver unas pelis, que os he invitado. ¿De acuerdo?.

Mis dos ángeles llegaron juntos a casa. Camisetas de tirantes enormes, pantalones llenos de bolsillos hasta debajo de las rodillas, deportivas atadas con cintas de colores y gorras beisboleras. Uno de piel clara otro oscura, uno más musculado, el otro mas fibrado, uno lampiño, al otro se le notaba cómo le iba creciendo el vello en el pecho, uno con el pelo castaño claro y el otro moreno y rizado. ¿Un ángel y un demonio?…No…dos ángeles maravillosos, distintos, pero maravillosos.

Les invité a pasar y fuimos al jardín interior en el que había dispuesto una merienda en una mesa larga con bancos a los lados, tipo merendero. Nos sentamos y comieron a su antojo hasta que no pudieron más, bendita adolescencia.

Era el momento. Había que hacerlo. Yo estaba salido perdido de pensar en lo que venía a continuación,

- Chicos, sentaros a mi lado. Tenemos que hablar -. Obedientemente se sentaron a mi lado uno a la derecha y otro a la izquierda. Los abracé por los hombros – Bueno…ya sabéis a que habéis venido…- Les hablaba con en voz baja, casi susurrando, pero con tono firme. Bajaron la mirada y asintieron. – Bien…¿estáis a gusto? – Afirmaron con las cabezas. – Bien…quiero que os miréis…ya os habéis besado otras veces ¿no? -. Volvieron a afirmar. – Besaros.

Se fueron acercando tímidamente por delante mía hasta que sus labios se rozaron. Se separaron. Se volvieron a acercar y entonces se besaron de verdad. Tenía sus labios tan cerca, veía como sus lenguas se lamían, veía como sus dientes mordían los labios. Así, hasta que noté en mis muslos como sus pollas se empalmaban.

Metí mis manos por sus camisetas para acariciara aquellas pieles adolescentes, les pasaba mis manos por sus espaldas, por sus pechos, por sus vientres mientras se amorraban. Les hice quitarse las camisetas mientras yo me deshacía de la mía. Los tres cuerpos se juntaron para darse calor. Noté como se rebozaban en mi pecho peludo, e incluso como alzaban las bocas para lamerlo. Yo les acariciaba los sobacos y la baja espalda aún cubierta con sus pantalones. Como en un resorte, los dos comenzaron a lamer y morder mis pezones y entonces yo no pude más y…

…y entré entre sus dos bocas para realizar un beso a tres, una comida entre esos labios casi vírgenes y esas lenguas frescas y jugosas que me recibieron con un ansia que yo no esperaba. Nos comimos las bocas hasta que no pude más de excitación y les agarré sus pollas bajo sus pantalones, que provocaban no tiendas de campaña, lo siguiente.

Sobé los pezones rosados de mi sobrino y el vello rubio y fino en las axilas, luego acaricié el cuerpo definido y moreno de Álex, me detuve en sus pezones pequeños y oscuros en los que se adivinaba el vello que iba a tener en breve. Una fila de vello más definido bajaba desde su ombligo hasta perderse en la cintura de su pantalón para llegar a la mata oscura que yo deseaba encontrar. Era un auténtico lujo tener aquellos dos ejemplares a mi disposición, pero yo me había comprometido a darles enseñanza y a eso me debía.

Les indiqué que debían ponerse en pié y así lo hicimos. Acerqué sus cabezas a la mía y les susurré – Ya os habéis tocado antes ¿No?-. Volvieron a firmar con las cabezas – Bien… quiero que cada uno le baje el pantalón al otro…- Vi como lo hacían y como caían sus pantalones hasta los tobillos dejando al descubierto sus pollas jóvenes y maravillosas. Una más grande, la otra mas pequeña, una más lisa, la otra más venosa, una más clara, la otra más negra, una con un escaso vello claro que le cubría los huevos, otra emergiendo de una mata negra y rizada que envolvía dos pequeños cojones negros y duros, dos maravillas desaprovechadas que yo debía enseñar a hermanarse a derramarse en un abrazo fálico.

Me desnudé (¡Joder, ya era hora!). Noté que sus miradas recorrían mi cuerpo adulto, de piel oscura y vello boscoso que no estaba nada mal, sus miradas bajaron por mi pecho cubierto de vello moreno, mi vientre mi polla, que estaba a reventar, oscura, con el capullo rosado y húmedo que le hacía brillar, y unos huevos de piel negra cubiertos de vello, como un nido, pequeños y pegados al culo como los de un perro.

Toqué sus pollas. Se pusieron tensos. Las sobé y luego les susurré – Ya os las habéis tocado, ya os habéis masturbado, ahora debéis probarlas, debéis saber como es el sabor del miembro que deseáis-. Se miraron, me miraron. Arrimé sus cuerpos para que se calentaran, les indique con un gesto que se besaran y luego, lentamente, fui guiando a Álex que fuera bajando hasta que su boca se encontró frente al capullo de Rober. Lo miraba duditativo, le fui empujando la cabeza hasta que sus labios rozaron el glande de su amado y tímidamente, lo olió, luego lo besó, sacó su lengua y lo lamió. Rober gimió de placer. Yo me apresuré para situarme detrás suyo y, mientras el moreno comenzaba a mamar el miembro de mi sobrino, yo coloqué mi badajo entre sus nalgas y le pellizqué los pezones hasta que se pusieron duros como dos granos. Entre el placer que le daba yo y el que le daba su amante, Rober comenzó a gemir. No podía permitir que se corriera, por lo que dejé de calentarle, me separé, levanté a Alex y le susurré a Rober – Ahora te toca a ti…mámasela a tu chico…es lo que necesita.

Me obedeció, se colocó frente a la tranca negra y venosa de su amor, y con la timidez de las primeras veces, se acercó, le bajó el prepucio hasta descapullarlo, lo besó, lo lamió, y lo mamó, le gustó, y siguió. Yo hice la misma jugada anterior y, mientras mi sobrino mamaba el cipote de su amado, yo me coloqué detrás de Alex, apreté mi polla en su culo y le acaricié el pecho, que me gustaba más porque el tacto de vello incipiente me ponía, acaricié su espalda con mi pecho y le pellizqué los pezones que se pusieron duros en segundos. La sensación de placer que le daba la mamada mientras le pellizcaba sus duros pezones, hacía que el chico gimiera y aullara tímidamente de excitación. Si he de ser sincero. Ese chico prometía. Era sexo en estado puro. Con tres años más arrasaría en el mundo del sexo homo…o en el otro…en el que quisiera.

De una brazada tiré todo lo que había encima del banco. – Chicos, ha llegado la hora de la verdad. Vamos a follar.

Hice que Alex se tumbara boca arriba en la mesa y le dije a Rober que se pusiera encima para hacer un 69. Boca-polla, boca-polla. – Venga…ahora acariciaros, lameros, mamaros. Los chicos no lo hicieron repetir y comenzaron a mamarse las pollas, los huevos, acariciaban sus piernas, sus culos. Yo estaba excitado y quería participar de alguna manera. Le dije a Alex que acariciara el culo de Rober, que fuera abriéndole las nalgas y que le masajeara su ojete. El chico me obedeció y oi a mi sobrino gemir con la boca llena por el cipote del moreno.

Me puse a cien al ver el culo de mi sobrino. Cogí la mano de Alex, le chupe el dedo índice, solté saliva por la raja del culo de Rober y le indiqué cómo debía darle placer. El chico era la primera vez que lo hacía por lo que fue algo torpe. -Espera- le dije. Llené mi pulgar de saliva y comencé a jugar con la entrada virginal hasta que la yema fue entrando. Los gemidos ahogados de Rober me excitaban tanto…seguí metiendo el dedo hasta que entró entero. Mi sobrino se revolvía y entonces…me decidí…me puse un condón ante la mirada de su amante, me lubriqué cantidad porque no quería dañar a mi niño, le unté bien su ojal y apunté en el centro.

Rober mamaba a Alex con pasión, y mientras le iba taladrando, el moreno nos masajeaba los huevos a los dos. En esa tesitura, Rober fue excitándose de tal manera que abría el conducto para dejarme entrar…y fui entrando suavemente, poco a poco, intentando hacer el menor daño posible al encontrar algún impedimento, pero el masaje que nos daba Alex en los huevos y en polla de su chico, mientras él encontraba el placer en sorber los fluidos de su amante hacía que el dolor que en un principio le inflingía fuera parte del morbo total de la situación. Cuando noté que ya comenzaba a gemir de placer, saqué mi tranca de su culo y les dije que era hora de cambiar de postura.

Se dieron la vuelta de manera que ahora Rober le mamaba a Alex y yo tenía el culo del moreno a mi disposición. Yo, ya no me cortaba, le dije a mi sobrino que preparara el culo de su chico abriéndolo y sobando su centro. Aquel culo me encendió. Aunque joven y virgen, un anillo de vello le rodeaba el rosado botón, lo que me volvió loco y me tiré como una perra para lamerle mientras babeaba en los dedos de mi sobrino que iban entrando en el agujero. Le separé las manos a chico y le dije que fuera masturbando a su novio mientras yo lo preparaba.

Volví a lubricar mis dedos y comencé a masajear el centro del placer y meter poco a poco el pulgar. Alex se tensó, cerró el esfínter, le acaricié las nalgas, le volví a lamer como un perro hasta que se relajó y volví a intentarlo con el dedo. Se fue dejando hacer hasta que le oí suspirar.

Me puse otro condón, me lubriqué. Metí la boca del tubo en el culo del chico y apreté para que el gel entrara hasta el fondo. Noté el placer del chico al notar el fluido en su interior y entonces me preparé para penetrar por primera vez ese orificio virginal. Le dije a Rober que me sobara los peludos cojones mientras le enseñaba el arte de la penetración, y mientras mi sobrino me obedecía, fui empujando mi miembro en aquel reducido espacio que, gracias al lubricante y a la anterior dilatación, fue entrando poco a poco. Tuvo un conato de rechazo, pero la suave insistencia de mi capullo dio el resultado querido y su ojal se fue abriendo y yo fui entrando en el cuerpo maravilloso de ese adolescente. De repente, Alex comenzó a gemir con la polla de mi sobrino en su boca. Cogí la mano de Rober y le indiqué que nos siguiera sobando los huevos, mientras yo gozaba como un loco de la follada que le daba al mi chico moreno…cómo me gustaba aquel chaval…¡Dios!…pero era el novio de Rober y ahora debían follar ellos…se lo debía…para eso habían venido. Salí de Alex con pesar y noté la desilusión del chaval al encontrarse vacío.

- Ahora os toca a vosotros. Ahora tenéis que follaros.

Los chicos estaban salidos como picos de plancha, abotargados, sudados, sus pollas a reventar, sus culos pidiendo comida. Estaban como perros en celo. Se miraron, se besaron a lo bestia hasta casi hacerse daño y luego, mi sobrino se puso a cuatro para dejar claro que quería la polla de su amante. Alex, se puso un condón se lubricó, me miró, le afirmé con un gesto y comenzó a penetrar a su amado. Fue entrando poco a poco, como yo le había hecho, y según entraba su chico gemía de placer.

Era tal la excitación que tenía que me puse detrás del moreno, le fui acariciando mientras follaba, luego apoyé mi cuerpo en su espalda, una mano bajó hasta la polla de mi sobrino para pajearla y para sobar los huevos de los dos amantes, mientras notaba el placer de la follada. No me pude contener y penetré al moreno mientras este penetraba al rubio. Fue algo espectacular. Tal explosión de sentimientos no los había experimentado nunca. Cuando noté que el chico se iba a correr, salí de él y le susurré…-No te corras…ahora no…ahora le toca a Rober.

Alex salió de su amado. Le indiqué que se pusiera boca arriba y enseñé a Rober cómo debía hacerlo. Se calzó un condón, se lubricó, levantó las piernas de su amante, se puso en posición y entró lentamente. El moreno tensaba su cuerpo de placer al notar la penetración de su amor, como yo le había dilatado, fue una entrada satisfactoria, sin daño alguno, solo placer, solo excitación. Gemía según notaba la polla entrar.

Yo no iba a quedarme sin ración de culo por lo que hice lo mismo que anteriormente, según mi sobrino follaba a su amado, me puse detrás suyo, me apoyé en su espalda dándole calor y provocandole más excitación al sentir mi vello en su piel, le acaricié el pecho hasta llegar a sus pezones y pellizcarlos hasta ponerlos duros como granos y tirar de ellos hasta hacerle daño, los chicos gemían y suspiraban, con una excitación extrema, mientras mi polla encontraba lugar entre sus nalgas, puse mi glande en su culo para que cuando saliera de su amado mi polla fuera entrando en su ojete…y poco a poco fue entrando, me la comía a bocados anales.

Alex gemía de placer por la penetración de su chico, Rober suspiraba de placer por la follada que yo le estaba dando hasta el punto en que comenzó a escupir fluidos… y yo aullaba a causa de la experiencia más erótica que había tenido nunca.

El moreno chorreó lefa hasta su cuello tensando su cuerpo y emitiendo bufidos como un búfalo, el rubio se corrió en el interior de su amado y fueron los espasmos anales que mordían mi falo lo que hizo que yo me corriera dentro de él. Una corrida bestial que no cesaba, una placentera y larga eyaculación como no la había tenido nunca.

Me dejé caer en la espalda de Rober, este se dejó caer en el pecho de Alex y por unos momentos, nos quedamos en esa postura, hasta que el moreno dijo que le estábamos ahogando. Nos dio un ataque de risa. Nos levantamos, nos sentamos los tres en el banco, los dos chicos a mi lado, los abracé y acerqué sus bocas a la mía, nos besamos.

Había cumplido mi misión. Ahora era el momento de una buena ducha. Se lo dije y nos fuimos los tres a enjabonarnos.

De lujo 11.5 (Un gatito de resaca y una nota)

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Nota de la autora

¡Hola de nuevo, criaturas!

Sintiéndolo mucho, tengo malas noticias que traeros. La primera, como veis, es que este capítulo estará partido. No parece tan malo así de primeras (teniendo en cuenta mi tendencia odiosa a partirlos), pero el once en particular es un episodio muy cortito, así que esta parte sólo va a tener algo más de cuatro páginas. Lo siento muchísimo, pero no he podido escribir mucho estos últimos días, y la semana que entra pinta peor todavía. Ahora estoy agotada y no tengo tiempo de nada, y no quiero que eso se regleje en el capítulol, de modo que trataré de traer la segunda parte lo antes posible, y no ahora. Lo de cortarlo… Simplemente no quería dejaros tanto tiempo sin capítulos (aunque si preferís que los suba completos no tenéis más que decírmelo. He escogido este método para intentar que no pase tanto tiempo entre unos capítulos y otros, pero vosotros sois los lectores, y, por tanto, me ceñiré a vuestras preferencias, por supuesto).

La otra mala noticia, y en la misma línea que la primera, es que el mes que entra son treinta días horribles de trabajo para mí. Por lo tanto, quizá no haya capítulo en noviembre. Haré lo que esté en mi mano por traéroslo, aunque de momento la cosa está en el aire, y prefiero centrarme en terminar el once.

Así que… Eso es todo lo que puedo contaros. Otra vez, lo siento. Espero de verdad que la próxima vez que nos veamos sea para traeros nuevo material y mejores nuevas. De momento esto es lo que hay. Insisto en que si preferís capítulos completos y esperar más tiempo, decídmelo. Estoy abierta a cualquier sugerencia.

Also, muchas gracias por todo, as always. Y muchas gracias por vuestra comprensión y paciencia. Domo arigatô.

11

Es mediodía, y en el pequeño patio interior del Chat se solazan damas y caballeros distinguidos bajo la tibia luz de diciembre, que se cuela a través de la monstruosa cristalera del techo. Normalmente, cada uno de esos pedantes estaría regodeándose en la absurda banalidad de sus problemas, pero hoy tienen algo más interesante de lo que cuchichear, claro. Si los oigo desde aquí, maldita sea, y siento sus miradas clavándose en mi nuca y atravesándome. Queman como la luz del sol

¿Dónde quedaron esos magníficos modales de los que tanto alardeáis, snobs de pacotilla?

-Louis, ¿quieres hacer el favor de quitarte eso de la cabeza y sentarte derecho? Están mirándonos.

La voz de Chiara se eleva por encima de todos los cuchicheos, me trepana el cráneo y le pega una patada indolente a mi cerebro. Yo gruño sin despegar la cara de la mesita de madera, y me aprieto esa cosa (mi viejo abrigo recién rescatado) aún más contra la cabeza.

-Esa cosa es mi abrigo –replico, con voz pastosa. Tengo la lengua hecha un pan y la cabeza palpitante-. Esto es lo que quieren, espectáculo, ¿no? –Chiara resopla y yo me asomo por debajo del abrigo. El sol me fríe las retinas-. En cualquier caso, ¿por qué me echas la bronca a mí si el que está dejando la mesa llena de moco es él?

Enfrente de mí, Sacha se sacude bajo mi dedo acusador y, como para corroborar mis palabras, suelta un hipido y se sorbe ruidosamente la nariz. Tiene incluso peor aspecto que yo: su pelo platino –siempre impecablemente liso- muestra ahora su verdadera naturaleza, encrespado y salvaje; y parece un mapache resabiado, con ésas ojeras y los ojos irritados. Él también ha tenido una noche desastrosa. No hemos podido descifrar el noventa por ciento de sus balbuceos, pero la cosa tiene algo que ver con tropezarse y llenar de barro a una dama en la fiesta del Chat, y en particular con provocar la ira de herr. Por lo que cuentan las malas lenguas (esto es, la zorra de Anita y compañía), las cosas entre Sacha y Derek están algo tensas, de manera que encontrarse a su prostituto privado hecho unos zorros y completamente borracho sin su permiso debe haber crispado un poco más todavía a Monsieur Zimmerman. El aire desastrado que rodea a Sacha lo demuestra sin necesidad de más explicaciones.

Aun así, sigue habiendo algo encantador en la forma en que se restriega la nariz enrojecida antes de volver a prorrumpir en sollozos incoherentes.

Chiara me tira una horquilla a la cabeza.

-Ya la has fastidiado –me reprende, mientras le arroja de forma mecánica el vigésimo pañuelo de papel al rusito. Después me fulmina con la mirada. De nosotros tres, Chiara es la que mejor ha sobrevivido a la noche del desfase absurdo de Navidad. De hecho, asegura haberse largado derecha a la cama poco después de dejar su casa Sacha y yo. Y me lo creo, claro. No se me ocurren muchos más sitios en los que puedan haberle dejado ése chupetón del tamaño de Asia Menor que luce justo debajo de la oreja.

-Louis malo –solloza Sacha, e inmediatamente comienza a desbarrar, preguntándose qué demonios va a hacer si Derek no vuelve nunca más al Chat.

Chiara no parece hacerle mucho más caso del que lleva haciéndole toda la mañana. En lugar de eso, asiente y tira de mi abrigo con malevolencia. Cuando el sol me da de pleno en la cara, siento cómo mi cerebro empieza a fundirse.

-Sí, Louis malo y amargado –dice mientras, aunque sus labios fruncidos se relajan un tanto justo después, y alarga la mano para tocarme en un gesto consolador que suele dedicarle a menudo a Sacha-. Oye, por lo que sé, esta mañana Ray trabaja porque tiene un encargo especial de un cliente habitual. No va a saltárselo ni nada, como otras veces, así que deberías mover tu culo de vuelta a la habitación y dormir la mona hasta que cambies el chip de maricón menopáusico.

Ante eso, sacudo la cabeza. Sí, es cierto que mi protégé tiene trabajo extraordinario esta mañana; Ava se ha encargado de informarme de ello por busca (a las seis de la mañana, por cierto). Pero no es eso lo que me preocupa.

Me he despertado en la cama de Raymond, con la cabeza a punto de implosionar, mis recuerdos más tempranos de la noche anterior hechos pedacitos como un puzle irresoluto (el resto de la velada es una página en blanco), y una mancha sospechosa en la cara. Y todavía ahora sigo sin saber por qué me emborraché anoche.

No voy a deciros qué se me pasó por la cabeza en ese momento, porque ya tengo bastante con los cuchicheos que se escurren por los pasillos del Chat. Me ponen los pelos de punta.

-Es fácil decirlo –comienzo, cansado. Me pongo en pie con los ojos entrecerrados y hago un gesto obsceno a los tipos de la mesa más cercana, que se habían inclinado para no perderse un detalle de la conversación. Esto me costará otra bajada de sueldo, pero ¿y lo a gusto que acabo de quedarme?-. En fin. Si ninguno de los dos tenéis ni idea de si es verdad eso de que me pasé media noche en la Jaula travestido de Carmen Electra y con Raymond entre las piernas, creo que no tengo nada más que hacer aquí.

Y dicho esto, e ignorando los comentarios airados de los espectadores a los que acabo de agraviar, doy media vuelta sobre mis talones y desaparezco del patio.

Unas horas antes, barrio de Montparnasse.

Un insidioso teléfono sonando sin parar despierta a Édouard.

Él oye el tono retumbar en su apartamento vacío, enredado bocabajo en sus sábanas. Rezonga, y aprieta la cara contra la almohada hasta que salta el contestador y una voz femenina, distorsionada por el aparato, le llega desde el salón.

-Ed, soy Olivia. He visto que no estás por la oficina y tampoco hemos podido ponernos en contacto con el escritor, así que me preguntaba si algo fue mal con él. Sé que tenías algunos cambios que proponer en el manuscrito, y no tengo nada en contra de ellos, pero ya sabes lo sensibles que se ponen algunos escritores cuando se habla de modificar sus obras. Pero bueno, estoy segura de que habrás sabido manejar la situación… y, eh… Querría saber si ya has decidido algo acerca de lo de esta noche. Tenía el teléfono del sitio en la mano y… ya sabes cómo se pone ése restaurante si no reservas al menos antes de mediodía… En fin. ¿Podrías llamarme en cuanto oigas este mensaje? Te estaría muy agradecida…

El contestador pita, cortando la frase, y Édouard gruñe, todavía con la cara pegada a la almohada. Olivia, su editora jefe, es normalmente una mujer implacable en lo que se refiere al mundo editorial, pero con él parece descolocarse, perderse. A Édouard le sorprendió muy gratamente que una mujer del calibre de Olivia, atractiva e independiente, estuviera intentando llevárselo a la cama. Eso le hacía sentir importante al principio, empezó a incomodarle después, y ahora sólo le proporciona una culpabilidad constante. Y esa sensación le trae muy malos recuerdos.

Muy a su pesar, hace el esfuerzo de rodar en su cama, hasta que queda tumbado en el borde. El espejo dentro de su armario le devuelve una imagen desastrosa de sí mismo. En calzoncillos, ojeroso y con el pelo totalmente enredado y revuelto, Édouard se observa en el espejo un instante. Luego vuelve la vista y vuelve a refunfuñar al tiempo que se incorpora, sentándose en el borde del colchón. Está siendo egoísta y descuidado, pero lo último que le apetece es ir a la oficina a encararse con Olivia y decirle que dejó colgado a su escritor por perseguir a un fantasma de la adolescencia.

O un error. Un error, eso es.

Con algo de esfuerzo, se pone en pie y cierra el armario. Lo que sea con tal de no verse más reflejado en el espejo. Tratando de no pensar en nada, deja la habitación. Sus pies desnudos hacen un ruido sordo al golpear el suelo helado cuando camina hasta la cocina, todavía en penumbra. Mientras trastea con la cafetera, su madre enfurecida le espeta algo desde el teléfono. Él alcanza la lata de café con la perorata de la mujer de fondo. Como siempre, ha desconectado hace rato, y sólo oye un ruido sordo en alguna parte. Ya hace mucho que su madre lo atosiga con la misma cantinela y se sabe ya de memoria todos sus sermones.

Con movimientos mecánicos abre la nevera para encontrarse con un paraje desolador. Él frunce el ceño mientras olfatea un cartón de leche abierto.

-… disgusto. Todavía no puedo creerme que le dijeras esas cosas horribles a tu padre. Sólo quería ayudarte con Monsieur Lagard…

Édouard da el aprobado raspado al cartón, que deja junto a la cafetera, y se dispone a rebuscar en todos los armarios. La única rebanada de pan que queda, medio escondida detrás de unos envases vacíos, está tan dura que podría usarse perfectamente para cortar diamante. Él la vuelve a dejar donde está, suspirando, y se centra en la cafetera.

-… no te hemos criado para que te comportes como un engreído desconsiderado! Quizá Monsieur Lagard tenga razón y ese “amigo” tuyo también te lavó el…

El agua rompe a hervir. Édouard se sirve el café derramando gran parte sobre el fogón y se arrastra sin molestarse en buscar nada más para desayunar hacia el sofá. Hace tiempo que renovó todo el mobiliario del piso, pero eso… de eso no fue capaz de deshacerse.

Con la mente hecha un barullo, da un sorbo al café y deja inmediatamente la taza en la mesa auxiliar. Está asqueroso, como siempre.

-… volver con Monsieur Lagard. Por favor. Tu padre y yo sabemos que puedes cambiar. Tienes que entender que estás viviendo de forma equivocada. Sé que sigues intentando convencerte de que estás bien, pero no es así. Ese… ese tipo te ha convencido de algo que no eres. Estás torcido, Édouard. Estás torcido. Deja que…

Un pitido. Fin del mensaje. Otro pitido. Tiene un mensaje nuevo. Édouard alarga el brazo y desconecta el aparato.

Estás torcido.

Se frotó los ojos, y luego miró alrededor. La penumbra reina en el cuarto, pero la débil luz que se filtra por las cortinas cae sobre su apartamento diminuto y hecho polvo. Édouard lo observa todo en silencio.

Hace dos semanas que dejó de visitar a Monsieur Lagard. Había dicho cosas desagradables de Louis y… ¿qué sabía ése tío de Louis? Sólo era un don nadie que estaba cobrando una pasta a sus padres por intentar devolverlo a la normalidad. Le había costado tener una desagradable discusión con ellos, pero no quería volver a ver a ese impostor fracasado. Quería a Louis.

Pero Louis no lo quería a él.

Así que, ¿ahora qué?

Está tan perdido.

Despacio, recoge su abrigo, que la noche anterior había dejado abandonado en el respaldo del sofá. Y ahí sigue el sobrecito, dentro de uno de sus bolsillos. No lo ha soñado. Los remates dorados de la tarjeta que escondía el sobre relumbran en la penumbra de forma casi desafiante. Édouard no sabría decir en qué momento apareció aquello en su bolsillo, pero está seguro de que tuvo que ser anoche, poco después de su encuentro con Louis en el club.

Pensativo, da vueltas a la tarjeta entre los dedos. Se ha grabado a fuego en la memoria cada uno de los delicados trazos en tinta dorada, pero aun así la desdobla y vuelve a leer la impecable caligrafía con avidez.

20:30, mañana en la Sala Azul del Groupe Partouche. Venga solo. Por lo que sé, el asunto a tratar puede serle de alto interés.

Atte.

G.M.

Él se muerde el labio y deja la nota a un lado, las palabras llenas de florituras rondándole la cabeza. Entonces alarga el brazo y recoge algo que dejó sobre la mesa la noche anterior. El pliegue de papel, que también estaba dentro del sobre que alguien se había encargado de hacer aparecer en su abrigo, pesaba horriblemente entre sus dedos. Aquí está el quid de la cuestión, que él desdobla con cuidado.

La fotografía se despliega ante sus ojos por segunda vez, y la imagen medio difusa de Louis bajo la lluvia torrencial lo golpea. El desliza el pulgar, con la uña mordisqueada, sobre la cara enfurruñada del rubio. Y aunque a su lado está ese tipo odioso del bar, no puede evitar una dolorosa y al mismo tiempo agradable punzada en el pecho.

¿Qué es esto? ¿Una amenaza? ¿En qué está metido, para que alguien le cite a él en un exclusivo casino de París?

Casi de casualidad, recuerda la frase del acompañante de Louis en La Madriguera: No sería mucho más rico de lo que soy ahora…

Rico.

¿Estaría aquel tipo tan desagradable en algún asunto turbio? ¿Mafias? ¿Drogas?

Édouard no quiere pensarlo, pero ahí está el sobre, con su contenido esparcido por la mesa como los restos de algún sacrificio ritual.

Ocho y media en el Groupe Partouche.

Ven solo.

Un tirón de adrenalina y temor le sube por la garganta cuando deja a un lado la foto y, olvidando las hirientes palabras de su madre, consulta el reloj.

Todavía tiene veinte minutos. Si coge el metro quizá llegue al casino.

Clavado en el asiento, la fugaz tentación de volver a la cama y olvidarse de todo cruza su cerebro, pero entonces recuerda a su padre volviéndole la cara y negándose a hablar con él, a su madre atestándole de mensajes incendiarios el contestador, al impresentable de Monsieur Lagard, que tiene la desfachatez de autodeclararse médico.

Aun así, y a pesar de estar luchando desesperadamente por encasquetarse la primera camisa que ha visto, antes de salir por la puerta necesita detenerse un para enterrar la cara en el sofá, sólo un instante. Y como de costumbre, no puede evitar sentirse decepcionado.

Ni siquiera en el viejo mueble lleno de muelles sueltos queda nada ya de Louis.

Los pasillos del primer nivel de la Jaula están muy tranquilos (más de lo normal), y me alegra no toparme con nadie de camino al cuarto de mi protégé. Mi resaca de esta mañana se ha convertido en una migraña terrible, y lo último que me apetece ahora es encontrarme con otro millonario aburrido y con ganas de carne fresca que se interese por la orgía sado que -se supone- se celebró en mi cuarto anoche.

Me molestaría tener que admitir que ni yo tengo ni idea de si realmente eso tuvo lugar.

Refunfuño entre dientes. No me apetece nada encararme ahora con Raymond y darme de bruces con esa maldita sonrisa suficiente suya, pero no tengo más remedio que hacerlo. Por más que he preguntado por ahí, por más que he luchado por sacar algo de mi memoria, todos mis recuerdos de anoche se reducen a unos tristes retazos de la fiesta de Chiara. Y eso, si os soy sincero, no saber qué hice con mi vida ayer me inquieta un poco.

En realidad, me pone los pelos de punta.

Llego al minúsculo pasillito lateral en el que está encajada la habitación de Ray, cada segundo que pasa de peor humor y nefasto dolor de cabeza.

Aunque un estruendo y una exclamación ahogada provenientes del cuarto de mi protégé pronto consiguen arrancarme parcialmente de la mente lo que estaba pensando.

No sé por qué, pero con el ruido de pronto me asalta un mal presentimiento, y sin recapacitar mucho lo que hago, acciono el picaporte de la primera puerta que se me pone a tiro para precipitarme dentro del cuartito equivocado. Y lo primero que veo nada más entrar en la habitación de voyeurs es impactante, tanto que me quedo parado de pie en mitad de la estancia, la cabeza torcida como haría Sacha y una expresión estúpida en la cara…

Diez

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Mientras siento el sudor caer por mis sienes, mantengo la cabeza agachada intentando no cometer ningún error, ninguna falta. Tiemblo de excitación y siento como goteo despacio humedeciendo el almohadón con la punta. No lo oigo, ni lo veo, tengo los ojos tapados con un pañuelo negro, pero lo puedo sentir cerca, sé que su cinturón sigue en la mano mientras las mías se aferran al cabecero.

Sus dedos separan levemente mis nalgas y yo cierro los ojos queriendo negarme, sé qué viene ahora y sé que me va a doler aún más. Pero antes de que pueda acabar de pensarlo un silbido en el aire me avisa de que se estrella en la parte baja de mis nalgas. Su cinturón golpea con fuerza dejando, estoy seguro, marcas rojas. Me abre un poco más y yo instintivamente opongo, por un segundo, resistencia ante sus manos pero me doy cuenta y las abro dócilmente apretando el cabecero, callado, queriendo que no se de cuenta de mi falta.

¡DOS! Un segundo correazo contra los muslos abiertos, abajo, entre ellos y su mano izquierda sujetándome la cintura. Yo me muerdo los labios, quieto, con la mente perdida en las sensaciones que me suben paralelas al dolor, el calor, el fuego que me invade ¡TRES! Y en este momento la quemazón es tan fuerte que querría gritarle que no son tres, que antes me ha azotado diez veces con la mano y que con cada golpe además de dolor empuja las bolas chinas que me ha metido y estás se mueven insistentes.

Pero sé que no puedo correrme, no tengo permiso.

¡CUATRO! Yo me echo hacia delante y siento su brazo rodearme sacando mi culo. Un fogonazo arde en mis nalgas abrasándome mientras siento que una corriente eléctrica me invade, abre mi culo y se mueve, cambia de posición levemente para azotarme entre mis glúteos con fuerza ¡CINCO! El canto de la correa sacude con rabia la raja, esa parte de mis glúteos que se junta. Al dolor se une una fuerte sensación de estar llegando, sin querer, al orgasmo y gimo mientras el dolor aún no ha desaparecido ¡SEIS! Vuelve a sacudir la correa contra la base del juguete que ha incrustado en mi culo antes de empezar a azotarme. Mantiene mis nalgas separadas para asegurarse de que cada correazo empuje un poco las bolas chinas. Las ráfagas de placer acompañan la quemazón y el dolor y antes de que pueda pensar en nada abre un poco más mis nalgas y golpea de nuevo algo mas suave bajo ellas, en la zona donde se pliega la piel y casi roza mis pelotas ¡SIETE! Pero la otra mano ya no esta en mi cadera ha ido paseando a mi erección que está empapada.

- ¿Quieres correrte? Puedes hablar.-Su voz es firme.

- Sí. -No me da tiempo de decir nada más.

- ¡OCHO! -Dice esta vez en alto-, te dije que antes de que acabara querías correrte.

- Aún te quedan dos. –Dice, pero mi cara está tensa y no puedo sonreír, me tengo que concentrar en las dos que me quedan. El dolor y la quemazón me impiden moverme pero mientras me dice que dos son muy poco, él sí retuerce en mi interior las bolas, saca una y dos y yo me voy para detrás en un gemido, olvidándome del dolor por un instante. Deja una bola fuera.

- ¡NUEVE¡ -estalla la correa contra la bola empotrándola en el interior de mi culo con toda la fuerza que le es posible. Yo me arqueo intentando no moverme mientras su mano roza mi glande y me masturba ligeramente frotándome envuelto en mi propio líquido. Saca una bola y otra y otra y otra y comienza a follarme con una, luego otra y saca dos. Me masturba y yo me concentro en el dolor mientras siento la corriente que se extiende por todo mi cuerpo precediendo al orgasmo. Se que no voy a lograrlo, sé que al decir diez me correré, no tengo ni puta idea de cómo lo logra pero en ese momento mientras su mano se agita en mi polla dice aquella palabra.

- ¡DIEZ!

Estallando un latigazo que empuja las bolas llenando de golpe mi culo, mientras su mano me masturba y siento que nada puede parar esa corriente, me arqueo de nuevo. Pero esta vez no puedo frenar y en ese instante su mano saca de golpe las bolas, amplificando mi orgasmo y chillo desesperado cabeceando hasta abandonarme.

Caigo sobre la cama mientras lo escucho recordarme que me he corrido sin su permiso.

- Teque te correrías antes de llegar a diez dije correazos sin mi permiso, -tira de mi pañuelo y libera mis ojos. Me pone boca abajo y sopla en mis nalgas.

- Lo sé. -Gimo sin fuerzas para nada, agradeciendo el aire que roza mi piel.

- ¿Recuerdas lo que te dije? -Unta un poco de crema y acaricia cada correazo en un intento por refrescarlo- si eso pasaba. -Yo asiento.

- ¿Qué? me sonríe malévolo y lujurioso, él aún esta acariciándose a sí mismo con una mano.

- Que me castigarías.

- Bien, vamos a la ducha, luego hablaremos del castigo.

No me dice qué me va a hacer, sólo enjabona mi cuerpo dulcemente mientras yo acaricio su polla, la froto recorriéndola, subiendo y bajando por ella cada vez más fuerte hasta que se apoya en mí y me abraza por la cintura arqueándose silencioso. Siento sus gemidos mientras el semen caliente salpica mi abdomen.

Después me envuelve en una toalla con suavidad y me lleva a la cama, tumbado sobre él, boca abajo, entre sus brazos me voy quedando dormido mientras pienso que no sé como demonios es capaz de saber mis reacciones mejor que yo. Lo escucho susurrar en mi oído algo sobre la próxima vez mientras acaricia mi pelo. Entonces me dedica las dos únicas palabras que de verdad quiero escuchar antes de quedarme dormido.

- Te quiero.

Erico (El balon)

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Era aproximadamente la 1 am de la madrugada y yo iba caminando por la calle, cuando de pronto escuche mucho ruido, me pare un poco y volteé para ver de qué se trataba. Alcance a ver a la silueta de alguien corriendo y que choco conmigo, ambos caímos de forma estruendosa sobre el pavimento.

Era don Beto un tendero que vivía por ese rumbo gritando pestes tras de la persona que me tiro (era Érico), se levantó rápido y solo atinó a decirme -córrele!! Sin preguntar más me levanté y empecé a correr junto con él.

Mi casa y la suya estaban por el mismo rumbo a solo unas cuadras de diferencia, la mía estaba más cerca así que fue a la primera que llegamos. Apresurado abrí la puerta y Érico, me empujo y ambos entramos a toda prisa; Cerré la puerta caímos los dos sentados en el piso respaldados sobre la puerta. En la oscuridad solo se escuchaba nuestra respiración acelerada, por toda la agitación ambos abríamos la boca agarrando bocanadas de aire. Don Beto ya no nos pudo dar alcance de hecho lo dejamos varias cuadras atrás.

Érico, divertido empezó a reírse y yo asustado le preguntaba qué había pasado.

Mi mama al escuchar el escándalo salió y pregunto qué pasaba, Érico me miro con ojos de ten piedad de mí no digas nada. Así que solo atine a decir no pasa nada solo estamos jugando carreras. Con un Refunfuño y un no hagan más ruido se fue a dormir.

Sé quién es Érico porque vamos a la misma preparatoria y aunque vamos en el 1er año los dos, estamos en diferentes secciones. Solo nos conocemos de saludo. Y hasta ese día no teníamos mucho en común, tiempo atrás en primaria coincidimos en un año y fuimos buenos amigos después nos dejamos de hablar.

Érico es un chavo de mi misma edad 15 años, alto de1.75, pesa aprox. 65 kilos, aperlado, ojos negros, cuerpo esbelto con el abdomen marcado, piernas largas y duras y el trasero ni se diga, nalgas duras y paradas aunque su mayor atractivo es su rostro, tiene la cara bonita.

Él jugaba en el equipo de básquet bol de la escuela y yo estaba en el de fútbol, ni en eso coincidíamos. Yo soy delgado, 1.78 moreno, de cuerpo esbelto normal moldeado, cintura estrecha, piernas y trasero de un chico que juega fútbol, ojos negros, mi pegue siempre a sido el cabello lo usaba en aquel tiempo algo largo y como lo tengo rizado eso les gustaba a las chicas, soy moreno con ojos claros.

Después de que pasó todo y ahí mismo sentados en la oscuridad Érico me empezó a platicar lo que había sucedido:

Por la tarde estando jugando fútbol él y otros amigos en una jugada el balón se fue a la casa del tendero, este no se los había querido regresar, por ello y como el balón era de Érico y aparte este era un regalo de su papa había decidido recuperarlo.

Divertido me decía y todo iba bien pero se me ocurrió que tenía que castigar al infeliz por gruñón, así que decidí hacerme una puñeta y dejarle la leche embarrada en el mostrador de la tienda -ambos nos reímos- -le pregunte si lo había hecho-.

Y contesto no!!… En eso estaba, no me di cuenta y con el movimiento de la mano tumbe unos botes que estaban por ahí y se hizo mucho ruido y tuve que salir corriendo porque me asome a la habitación de don Beto vi. Que encendió la luz era obvio que me había descubierto después tropecé contigo.

Si ya veo le comente. Empecé a verme los brazos pues sentía ardor con la caída me había raspado en los dos brazos y de un costado. Me levante y le dije bueno pues ya me quiero dormir y aparte me tengo que lavar estos raspones me dirigí a la puerta en señal de ya te vas.

Pero el la cerro y me dijo no seas malo que tal si don Beto anda por ahí afuera y me pesca.

Lo que decía Érico Podría ser posible así que le dije bueno pues entonces vámonos a mi cuarto ahí podemos esperar un poco a que este el camino libre nada mas no hagas ruido.

Llegamos al cuarto y empezó a curiosear viendo lo tenía, interrumpí su exploración al cuarto y le dije voy al baño a lavarme los raspones, volteo asía mí y me dijo, mira también yo ando raspado me volví a verlo y con su mano me indicaba las rodillas.

Sobre el pantalón se miraban manchas de sangre, empezó a remangárselos para ver la herida:

-Le pregunte te quieres lavar? -y contesto –pues para que, de todas formas traigo tierra en el pantalón nada más préstame un papel o algo para limpiarme un poco.

-Pues vamos al baño mejor y ahí nos limpiamos; volví a repetir solo no hagas ruido.

En mi casa solo vivimos mi mama y yo, pero ella trabaja y no me gusta molestarla, nos fuimos al baño despacio y en silencio Érico siempre tras de mí. No prendimos los focos así que Érico tenía su mano sobre mi hombro para guiarse.

Entramos al baño y tras cerrar la puerta encendí la luz, me quite la playera para empezar a limpiarme los brazos y el me pregunto puedo quitarme el pantalón para verme mejor, yo me sonreí y le dije claro yo no tengo ningún problema.

Yo continué con lo mío lavándome los brazos y quejándome de que me ardía.

El baño de mi casa es grande, es un como su fuera un cuarto normal, hay un espejo grande como de dos metros de ancho y 1.80 de alto, Y aunque Érico estaba atrás, por el espejo podía observarlo de cuerpo completo.

Vi cómo se desabrocho el pantalón se inclinó un poco para bajarse el pantalón, y así agachado con los pantalones abajo pero sin sacarlos de sus pies, empezó a verse las rodillas y los chamorros, los tenia todos raspados volteé y me acerque a él, y le ofrecí mi playera que ya había mojado para limpiarme.

El la tomo y me dijo:

–ve si me raspe duro– cuando me dijo eso se incorporó parándose derecho y abriendo los brazos, vi. Que tenía la trusa toda mal acomodada y me reí. El voltio hacia abajo y sonrió porque tenía la cabeza de su verga de fuera y me dice es que no alcance a acomodarme bien nada.

Me acerque y me senté en cuclillas para ver de cerca sus raspones, el me dio la playera y lo empecé a limpiar, él tenía los ojos cerrados así que pude ver a detalle sus piernas lampiñas y fuertes, levantaba el rostro y veía claramente su trusa blanca y manchada de lo que podía ser liquido pre seminal, él se quejaba, y hacia muecas de dolor.

Me retire y fui hacia el lavabo para traer alcohol y ponerle; Érico, abrió los ojos y dijo:

– que haces?

– Es alcohol para desinfectar.

–dame algo para morder porque eso va arder un montón.

– pues toma una toalla o si quieres así lo dejamos.

Intento caminar para alcanzar una toalla que estaba a unos metros en una repisa y tropezó con su mismo pantalón. Nos reímos y como ya estaba en el suelo empezó a desabrocharse los tenis para sacarse los pantalones por completo, así sentado en el piso sobre un tapete y solo con las trusas puestas tomo la toalla la paso por su cuello y en señal de la voy a morder entendí que estaba listo para ponerle el alcohol, puse un chorro en la playera y cuando estuvo una parte bien empapada la empecé a pasar por la herida, Érico se retorcía del ardor, abría y cerraba las piernas y como las trusas le quedaban flojas alcanzaba a ver entre las piernas sus huevos lampiños y de vez en cuando se salía un huevo por entre la ingle, la verdad me empezaba a poner cachondo, y aunque si había tenido una situación de sexo gay en la secundaria, eso había quedado en el pasado, y no pensaba más en esa experiencia, sin embargo mi verga empezó a pararse mi intuición disidió no moverle, porque si no Érico iba a pensar que era maricon, me pare y le dije listo.

Contesto falta la otra, no te preocupes me sigo aguantando, resignado pero ya un poco dudoso volví a empapar la playera y me volví a sentar para ponerle en la otra rodilla.

Érico se dio cuenta de mi titubeo y me dijo:

–que?… Te da asco tocarme?

–no es eso pero no quiero que pienses que soy maricon ni nada de eso…OK?

Se rio y dijo:

–si yo te dijera que soy maricon me dejarías de hablar?.

–Que tonterías dices vamos a terminar con esto.

Empecé a limpiar ahora más despacio, el continuaba abriendo y cerrando las piernas por el dolor y como las tenía flexionadas se le miraba todo entre las trusas y las piernas, en un momento levanto de mas una pierna y casi pierde el equilibrio y logre ver entre sus nalgas su ano lo tenía rosita y completamente lampiño ¡Eso fue excitante!

Después de esto note que ahora las movía más despacio y las abría más, eso me permitía ver con mayor claridad sus huevos, también empezaba a salirse de repente su glande por entre la trusa y note que ahora tenía la verga más morsillona.

Termine con un listo. Se levantó y claro se miraba que tenía la verga semi erecta, se levantó y parado sobre el tapete solo con calcetones blancos su trusa y una playera que le quedaba chica me dijo me pasas el pantalón.

Lo tome y se lo iba a pasar pero le pregunte no quieres mejor que te preste un pants para que no te lastime los raspones?

–Bueno contesto: mañana te lo entrego.

Salí del baño a mi cuarto por la prenda, yo estaba solo con pantalón y sin playera.

Cuando regrese con el pants la puerta tenia seguro toque y pregunte:

-estas bien?

De adentro me respondieron: si solo que tenía ganas de usar el baño, ya termine pasa.

En seguida se escuchó como quitaba el seguro de la puerta, abrí estaba desnudo y me dijo puedo usar tu regadera. Me siento todo revolcado, no hay problema conteste sin ningún pudor entro a la regadera, yo baje la tapa del baño para usarlo como silla y me senté.

Érico desde el agua me decía: no te quieres meter esta rica el agua seguro también te vas a refrescar después de la revolcada que te di.

Yo estaba confundido no sabía si Érico me estaba midiendo o si así era él y veía esto normal y franco.

Así que seguí sentando esperándolo a que terminara, me pasas el jabón, me pidió, tome un jabón, me acerque a dárselo estire la mano y me la jalo hacia la regadera, me mojo todo, mientras hacía esto se reía, yo solo le decía tranquilo no hagas tanto ruido.

Él me dijo:

-ya no seas penoso métete a bañar.

Me hice a un lado y me agache a quitarme los tenis y sacarme el pantalón, cuando me estaba sacando el pantalón Érico se puso atrás de mí y sentí su verga dura entre mis nalgas.

No reaccione pretendí que solo había sido un accidente, pero cuando me incorpore y me metí al agua quedamos de frente y sin más me rodeo por la cintura y me atrajo hacia el refregando su cuerpo al mío. Definitivamente era una invitación al sexo así que hice lo mismo lo tome por las nalgas y también lo apretaba hacia mí, no perdí oportunidad de pasar mis dedos por entre su culo y se tocaba igual de rico como se veía suavecito y cerrado.

Así como estábamos, dentro del agua empezó a besarme el cuello, el pecho, el abdomen hasta llegar a mi verga que ya la tenía dura. Primero la observo y con su mano empezó una lenta puñeta, en una de esas cuando quedo mi cabeza completamente descubierta se la metió a la boca yo no tenía mucho a la mano para agarrar así que solo acariciaba su nuca y disfrutaba la rica mamada que me estaba haciendo.

Se me antojo hacer lo mismo, le indique que parara pero en lugar de esto se acostó en el piso indicándome un 69 y me acosté a su lado, de costado y de golpe siendo un poco más brusco empecé a mamar su verga, mientras hacíamos esto con una mano nos jalábamos la reata y tocábamos los huevos y con la boca solo chupamos la cabeza de la verga, el empezó a meterme un dedo en el culo y yo hice lo mismo en el de él… No aguante las ganas y me metí entre sus nalgas y con mi lengua lubrique todo ese hermoso culito rosa que antes había visto. En poco tiempo ya estábamos en sintonía nos puñeteabamos, nos lamíamos la cabeza de la verga y nos metíamos los dedos al culo. El gemía cada vez mas fuerte y con voz casi ineludible me decía pícame mas haaa así mass.

La sensación era indescriptible, me aviso que los iba aventar y yo me apresure a venirme también… ambos estallamos en un gemido intenso mi leche fue a parar a su boca y la mía a la suya. Los dos aventamos fácil más de tres chorros de leche espesa y abundante a ambos se nos resbalaba por las comisuras de los labios. Después despacito nos sacamos los dedos que ambos teníamos ensartados uno en el culo del otro.

Nos incorporamos nos vimos, sonreímos y en silencio seguimos con el baño que nos estábamos dando. Yo termine primero, tome una toalla para secarme y el me dijo:

–Puedo quedarme a dormir aquí esta noche?

– Dormir? Pero si ya casi amanece? Bueno lo que resta de la noche, si está bien pero mañana, cuando mama pregunte porque; diremos que nos quedamos haciendo tarea, de acuerdo? Solo contesto con un vale.

Envueltos solo con una toalla recogimos la ropa sucia del baño y nos fuimos a la recamara le di unos calzoncillos y el pants y yo me puse un short. Nos empezamos acomodar en la cama, ya acostados me pregunto:

–ya habías hecho algo como esto?

– Siendo honestos conteste: si ya. Y tu?

–Siendo honestos también, pero solo una vez y tu cuantas veces?

—conteste Varias.

Sorprendido me respondió:

–Varias?

– Si conteste pero con el mismo como unas 4 o 5 veces.

Nos quedamos en silencio y volvió a preguntar:

– Con quién?

–No te voy a decir, como tampoco voy a decir nunca esto que hicimos hoy tú y yo.

Sabes me dijo:

–siempre he tenido duda de porque te caigo mal.

– no me caes mal de donde sacas eso?.

–Pues siempre que me ves me saludas y te vas, a veces intento sacarte platica y me cortas.

Yo nunca había hecho eso, o al menos eso pensaba. Así que le dije no me acuerdo nunca haberte cortado.

Seguimos platicando de que iba hacer al día siguiente con don Beto le pregunte:

– y si va a tu casa y te acusa de ladrón?

– eso no me preocupa ve más un murciélago de día que ese mono.

–Estas seguro? –conteste-

–si no te preocupes otras veces ya le hemos sacado cosas de la tienda y nos hecha en corrida y nunca hace nada.

No me di cuenta cuando nos quedamos dormidos pero cuando desperté ya era de día despertamos al mismo tiempo, y era viernes todavía teníamos un día mas de escuela nos paramos rápido, mi mama ya me estaba gritando como todos los días que me parara.

Le dije a Érico que me esperara ahí, que iba a la cocina avisar que él estaba ahí para no tomar por sorpresa a nadie, y así lo hice llegue a la cocina le dije a mi mama aquí se quedó Érico en la noche por una tarea. No contesto nada solo dijo apúrense los dos van a llegar tarde a la prepa. Regrese a la habitación y Érico estaba sacudiendo su ropa le dije no seas tonto ponte algo mío, se paró y nos dirigimos los dos al ropero donde tenía mi ropa limpia, empezamos a buscar que ponernos el agarraba playeras se las ponía al frente y hacia muecas femeninas me decía –como me veo, bien papacito?– y se reía. Yo también — deja de hacer eso que vamos a llegar tarde y ponte lo que sea.

En lo que hacíamos todo esto Érico tomo una caja que usaba para guardar cosas que tenían algún significado para mi cartas, u objetos que me habían regalado o yo había recogido de algún lugar todos guardaban un buen recuerdo. Y me pregunto:

-Que hay aquí? Que es todo esto?

-Deja ahí son cosas mías digamos que una especie de diario pero de bulto.

Me acerque se lo arrebate de las manos y lo volví a poner en su lugar.

Desayunamos y salimos rumbo a la prepa y Érico me dijo tengo que ir por mis cuadernos a la casa me acompañas o te veo allá?. Ese día me tocaba dar clases así que decidí irme solo y verlo en la escuela.

Después de todo pensaba ya había pasado cogimos y ahora cada quien a su vida cotidiana. Entre a mis clases todo bien, expuse estuve con mis cuates y de lejos miraba a a Érico con los suyos.

Cuando Salí de la escuela yo iba con varios camaradas de mi salón, íbamos poniéndonos de acuerdo para esa noche, cumplía años una chica de la prepa y tenía fiesta a la cual nos había invitado.

Siempre solo eran unas dos cuadras las que caminaba solo pues todos con los que me juntaba vivíamos por el rumbo, cuando quede solo me acorde de la mamada de reata y picada de culo que nos habíamos dado Érico y yo. Uff!! Riquísimo, entre a la casa y mi mama estaba esperándome en el pasillo con la los pantalones de Érico en la mano y me pregunto –porque están manchados se sangre?, que paso anoche?.

Había olvidado por completo el incidente de Érico con don Beto así que bienvenido a la realidad, pocas veces le mentía a mi mama cuando sentía que estaba en problemas después me iba peor.

Así que le conté lo que había pasado con don Beto. Pensé entre mí ya valí adiós fiesta en la noche. Pues sorpresa después de que le solté todo el choro dijo a ese don Beto es un fastidioso bien hecho. (Claro que omití lo de que Érico le quería embarrar el mostrador de semen).

Mi mama me dijo que iba a lavar la ropa para que fuera a dejársela a Érico y agrego:

– Oye tenía mucho que no los veía juntos ahora que mosca les pico decidieron reanudar su amistad?.

Conteste mama cual reanudar nada, jugábamos cuando chicos nunca hubo nada ni siquiera lo cuento entre mis amigos. Y alego pues deberías tenerlo como amigo me cae bien el chico. En plan broma le dije si te gusta te lo encandilo.

Y me contesto con un improperio.

Un fin de semana diferente (I)

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Para ponerse un poco en situación, recomiendo leer el anterior relato (Unas vacaciones intensas, repartido en dos partes). De todas maneras, todo lo contado en este relato es pura ficción. Que lo disfruten.

Después de pasar aquellos días en el campo con los amigos, tan solo puede verme con David un par o tres de veces, para ir al cine y a tomar algo. Habíamos decidido aprovechar ese verano para sacarnos el carnet de conducir y ambos lo conseguimos. La diferencia entre los dos era que yo no disponía de vehículo mientras que David tenía a su disposición uno de segunda mano que le habían comprado sus padres.

El verano estaba llegando a su fin y los días se sucedían con aburrimiento cuando recibí una llamada de David.

Hola Juan, ¿Qué tal estás?

Aburrido, esperando que empiecen las clases en la universidad.

¿Te apetece pasar un buen fin de semana conmigo?

La pregunta era absurda, evidentemente me apetecía volver a estar con él, seguía coladito por él.

Pues claro, David. ¿Qué tienes pensado?

Como ya sabes, mis padres tienen un apartamento en la costa y este fin de semana se van a pasar los dos días allí.

¿Y tú hermano? – Tenía un hermano de 21 años que estaba igual de bueno que él.

Mi hermano esta tarde se irá a casa de su novia y también nos dejará solos.

Bueno, parece que no puedo desaprovechar la ocasión, todos los astros se han alineado a nuestro favor.

Eso parece, solo te pido que vengas con los depósitos llenos porque vas a pasar un fin de semana de sexo de lo más variado. – me sorprendió esta proposición.

Siempre estoy a punto para satisfacerte, pero me inquietas con tanto misterio.

Tú no te preocupes y déjate llevar!.

¿A qué hora quieres que me pase? – le pregunté.

Cuando quieras, mis padres se irán después de comer, tú mismo. – me contestó.

Bien, a media tarde estaré por tu casa.

Perfecto, aquí te espero.

Bye!.

Aquella propuesta me había dejado intranquilo, pero nada malo podía venir de su parte, así que acabé relajándome y me dejaría llevar, tal y como él me había pedido.

Prepare algo de ropa que puse en una bolsa de deporte y tras despedirme de mis padres, me fui hacia su casa. Llame al timbre, subí las escaleras y no tuve necesidad de picar a su puerta porque ya estaba abierta. Entré justo cuando él venía a recibirme, vestido con una camiseta de tirantes y unos bermudas. Me dio un beso y con su mano derecha me apretó los huevos por encima del pantalón, lo que me provocó un respingo, no me lo esperaba. Entramos en su casa y me dijo que su hermano aún no se había ido, así que tendríamos que ser pacientes. Nos quedamos en el comedor mirando la tele y comiendo unas palomitas para ir pasando el rato. Su hermano se estaba duchando y cuando lo vimos aparecer, estaba hecho un modelito, casi se me cae la baba!. Hacía tiempo que no lo veía, nos saludamos, estuvimos charlando un rato y nos dijo que estaría todo el fin de semana con su novia, que fuésemos sensatos ya que estaríamos solos en casa. David le regañó porque ya éramos mayores de edad y sabíamos lo que hacíamos. Cruzó la puerta y se marchó, ya estaba la casa a nuestra disposición. Seguimos durante un rato mirando la tele, no fuera que su hermano regresará inesperadamente.

David no tardó en pasar a la acción.

No están dando nada bueno por la tele. Vamos a poner una película que nos animará mucho más.

Se fue hasta su habitación y trajo una película. No vi el título pero con las primeras escenas entendí perfectamente de que se trataba.

Vamos a ponernos cómodos. – Acto seguido se quitó la camiseta y los bermudas hasta quedarse tan solo con los bóxers.

Hice lo propio y también me quite la ropa mientras no dejaba de mirar la tele. Se veían tres tíos que estaban follando, uno se la metía al segundo mientras el primero se la mamaba al tercero. La escena me puso bien cachondo y no pude evitar tocarme. Miré a David y ya se había quitado el bóxer y se la estaba meneando mientras tampoco perdía detalle de la escena. Desconocía de donde había sacado aquella película pero ahora ese detalle me traía sin cuidado. Me quité el bóxer y David se acercó para susurrarme:

¿Te gusta mi polla depilada? – me preguntó.

Me gusta tu polla esté como esté, pero es verdad que así se la ve más grande – le respondí.

Pues vamos a hacer lo mismo con la tuya. – Y sin que me lo esperara me cogió de la mano y me llevó hacia el baño.

Allí cogió espuma de afeitar y me la puso por toda la zona. Después con una maquinilla de afeitar empezó a rasurarme los rizados pelos que rodeaban mi polla. Siguió con los huevos hasta que me dejó libre de aquella mata de pelos. Era la primera vez que me afeitaba la polla y me sorprendía verla de aquella manera. Me puso crema hidratante y con tanto manoseo la polla volvió a coger tamaño. David me dijo que lo esperara en su habitación que se iba a buscar una cosa. No tardó ni un minuto en aparecer de nuevo: llevaba una cuerda y un trozo de ropa.

Túmbate en la cama y déjate hacer. Seguro que te va a gustar.

Cogió la cuerda para atarme a los barrotes de la cama (sin presionarme en exceso) y después me vendó los ojos con el trozo de ropa. Perdí toda noción de lo que hacía y más aún, de lo que tenía pensado hacer. No tardé en comprobarlo, salió de la habitación unos segundos y al volver oí como agitaba un bote. Pensé que era espuma de afeitar y querría depilarme los pocos pelos que tenía en el pecho pero no fue así, el bote en cuestión era nata y me roció un poco en la boca. Nos besamos mientras se fundía la nata entre nuestros labios. Siguió agitando el bote para rociarme una buena cantidad por mi pecho. David se puso a lamerme los pezones que se pusieron duros como piedras. Siguió hacia el ombligo, lamiéndome todo el cuerpo. De nuevo volvió a rociarme de nata, esta vez le tocó a mis genitales. Noté como David empezaba a chupar mi polla erecta empezando a bajar el prepucio para dejar el capullo libre de su protección natural. Después la engulló por completo mientras me retorcía de gusto sin poder abrazarlo ni verlo, hecho que aún me excitaba más. La mamada era excepcional, tenía una facilidad en provocarme espasmos de placer que eran la antesala del orgasmo. Él lo sabía y poco antes de que me corriera, se detuvo evitando mi eyaculación inminente. Se levantó y abrió la puerta del armario, seguía sin poder ver nada de nada. Me cogió las piernas elevándolas hacia mi cabeza y se puso a lamerme el culo, que se fue dilatando conforme entraba su lengua. No tardó mucho en ser ocupado pero no era su polla…me estaba metiendo un consolador!!! Empezó entrando suavemente pero poco a poco lo fue moviendo con más energía. Mientras, su boca volvió a ocuparse de mi polla, David alternaba los movimientos del consolador y los de su boca succionándome el capullo hasta que la separó al notar cuando me iba a correr. El orgasmo fue brutal y descargué toda la leche que tenía almacenada durante días.

David acercó su boca a la mía, la tenía llena de leche que nos fuimos pasando uno al otro saboreando ese curioso manjar que acababa de soltar. Pero David aún quería más, así que se arrodilló encima de la cama y me puso su polla delante de la boca. Lamí ese capullo que me volvía loco de placer y fui engullendo ese rabaco centímetro a centímetro. El ritmo lo imponía David que era quien se follaba a mi boca. No tardó en sacarla para correrse en mi cara que fue la receptora de su lefote. Fue entonces cuando me liberó las manos y me quitó la venda.

¿Te ha gustado? – me preguntó sonriendo.

Ha sido genial, David, te lo has currado un montón.

A mí también me ha excitado la situación, estaba súper cachondo aunque no me vieras – declaró.

No te he visto pero eso ha hecho que el ambiente fuese especial.

Pues esto ha sido solo el principio, nuestro fin de semana de sexo no ha hecho más que empezar.

Estas simples palabras, que no tenían ninguna malicia, escondían un grado de perversión que me gustaba.

Estuvimos un buen rato estirados encima de la cama, abrazados, acariciando nuestros jóvenes cuerpos desnudos y besándonos apasionadamente. El tiempo pasó rápidamente hasta que decidimos pegarnos una ducha. Lógicamente nos metimos los dos juntos, pasando la esponja y el roce de los dos cuerpos volvió a ponernos a tono. Agarré la polla de David y él hizo lo propio con la mía. No tardaron en estar duras de nuevo, fui bajando hasta alcanzarla y me la metí en la boca. Seguía estando cachondo y David no lo estaba menos, pues ese pollón gritaba ser engullido por completo. La estuve mamando hasta que no pude aguantar más y puse a David con el culo en pompa para penetrarlo. Se la entré de golpe, el agua caía por nuestros cuerpos y eso aún me ponía más burro. Lo follé con todas mis fuerzas mientras él se apoyaba en las baldosas para aguantar las embestidas que le propinaba. Lo agarré por la cadera acelerando el ritmo hasta que volví a correrme. La leche resbaló por su agujero mezclada con el agua de la ducha. David se giró mientras se masturbaba y me indicó que me agachara y abriera la boca. No tardó en soltar la leche que le quedaba en los huevos, varios disparos salpicaron en mi cara pero el agua no tardó en limpiármela. Nos abrazamos mientras el agua corría a toda velocidad por nuestros cuerpos.

Una vez aseados, nos dispusimos a cenar la comida que su madre nos había dejado preparada. Más tarde nos arreglamos un poco para salir de fiesta. Fuimos de bar en bar hasta que terminamos en una discoteca. David ya tenía una buena cantidad de alcohol ingerida y empezó a tontear con varios tíos. He de reconocer que me puse celoso pero era habitual que David tuviera éxito, era muy extrovertido y guapo. La situación se empezaba a desmadrar y le pedí a David para regresar a su casa. Hizo caso omiso a mi petición y siguió bailando sin parar, no quería verlo así que me fui hacia la barra del bar para tomar algo pero sin perderlo de vista. Al cabo de unos minutos se acercó un chicho para entablar conversación conmigo, no me apetecía hablar pero después quise devolverle mis celos a David pagándole con la misma moneda. David no tardó en verme acompañado pero tras una sonrisa picarona, siguió bailando en la pista sin inmutarse en absoluto. El chaval, que se llamaba Mike, tenía una mirada preciosa, unos labios carnosos que empezaban a hipnotizarme y una pinta de macarrilla que me ponía palote. Empezó tocándome el paquete y me cogió la mano para que hiciera lo mismo. Era una situación excitante pero mis sentimientos estaban desencajados, quería pero no podía. Me abrió la bragueta para palpar mi polla por encima de los bóxers, la magreaba de tal manera que logró ponerla a punto de caramelo. Justo en ese momento apareció David y Mike sacó su mano de golpe, quedando algo perplejo. Los presenté y seguimos los tres charlando en la barra y tomando unas copas hasta que Mike nos invitó a su casa para estar más cómodos. Era una invitación en toda regla, no conocíamos de nada a ese chico pero el morbo nos acabó por dejarnos llevar. No vivía muy lejos de la disco así que en pocos minutos llegamos a su casa. Nos invitó a pasar, preparó unas copas mientras nos decía que nos pusiéramos cómodos. David parecía estar en su salsa pero yo tenía mis reparos, pero conforme nos fuimos poniendo cómodos fui tomando confianza. Nos quitamos las camisetas mientras nos besábamos, caricias por todo el cuerpo, después nos despojamos de los pantalones y cuando vi a David con aquellos bóxers blancos y aquel bulto que se adivinaba debajo, no pude evitar lanzarme a por él para palparlo. David hizo lo propio con el de Mike que pronto liberó de su calzón para empezar a comérselo. Relamía los bóxers palpando la polla de David que palpitaba para ser liberada pero que me resistía a hacerlo, gozaba con el olor característico a polla que se desprendía del pronunciado glande sobresaliendo de la goma y lo fui lamiendo hasta que le bajé los bóxers completamente y me metí su pollón en la boca.

Cómemela entera chaval, así… ahhh!!!, sigueee, sigue chupando… – Jadeaba Mike.

No iba dirigido a mí sino a David pero daba lo mismo, sus palabras motivaron que chupara con más intensidad la polla de David y que éste también jadeara como un loco. Mi lengua pasaba por todo su miembro erecto y seguía más abajo hasta encontrarme con aquellos duros huevos que seguí relamiendo. Lo masturbaba mientras un dedo buscaba entrar en su dilatado ano que no tardó en ser engullido. Lo movía en todas direcciones para dilatarlo más hasta que no puede aguantarlo más y me fui a buscar la boca de David, que seguía mamándosela como un poseso. Acerqué mi polla a la de Mike para que David fuese alternando las mamadas mientras Mike y yo aprovechábamos para acariciarnos mutuamente nuestros cuerpos.

Joder como la chupa tu amigo!!, sigue así…chupa, chupaaa… me voy a correrrr… – exclamó Mike.

Puse a David con el culo en pompa y le metí mi rabo hasta que mis bolas hicieron tope, lo cogí por la cintura y empecé a mover mi polla dentro de su ano cada vez incrementando el ritmo hasta que aquello entraba y salía a toda velocidad. Mike se separó para correrse en la cara de David, que recibió todo el lefazo en varios disparos. Yo seguía bombeando y cuando noté que me venía, saque mi rabo para correrme en la espalda de mi amigo, seis trallazos de leche más líquida, y es que no le daba tiempo a las pelotas para fabricar material.

Nos aseamos y después de un rato de charla nos fuimos hacia el piso de David, queríamos cama pero esta vez para dormir, la jornada había sido movidita y aún nos faltaban dos días!!! Nos besamos, unas caricias y sin darnos cuenta, quedamos profundamente dormidos.

Continuará.

El mecánico y su taxista

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¿Quién soy yo ahora? Bueno, si de honores se trata no llevo ninguno. Soy un simple universitario que en su tiempo libre ayuda a su padre en la mecánica de la familia. Es realmente divertido; eso de mancharse la cara y manos de hollín y grasa tiene su gracia (menuda rima me ha salido eh).

El caso es que me he atrevido a contar la historia de Loren por un suceso en particular que ocurrió hace días. Justamente cuando estaba en la mecánica, arreglando esto y aquello.

Recuerdo que vi un taxi estacionarse, pero lo común del hecho no llamó para nada mi atención. El ligero chasquido de sus suelas contra el piso tampoco me hubiese advertido de su llegada, hay 15 millones de personas en este país, ¿qué posibilidades existían de que fuese él?

Claro que mientras escribo esto no puedo dejar de preguntarme si lo que pasó fue producto de un destello de suerte, o por el contrario: la confirmación de la mala que siempre he traído (yo no creo en brujas, pero…)

Su voz tampoco era un buen indicio para reconocerlo, la armonía grave no se parecía en lo absoluto a la de un pequeño estudiante, corto y morenito que tenía la alegría tatuada en el rostro.

— ¿Dani? —sí, la clave del enigma radicó en la pronunciación. Podría decir el discurso del año, que al momento de decir mi nombre yo siempre terminaría detectando ese pequeño aire de melancolía en él.

—Bu… buenos días —saludó intentando empezar de nuevo, quién sabe, a lo mejor intuyó un error en su impulso…

Y como conmigo es siempre otra historia, ya se imaginarán todo el intervalo de emociones, desde la completa concentración en mi labor, agachado y con el ojo cerca del problema; hasta el absoluto desconcierto y temblor de mis dedos. Vamos, que hasta recuerdo que el destornillador en mis manos se volvió de mantequilla y huyó hacia el piso.

— ¿Loren? —fue lo que al final atiné a preguntar.

—Sí… el mismo —respondió cuando la barrera del tiempo se rompió y retrocedí 10 años.

Contestaré una pregunta antes de que se la hagan: Sí, Lorenzo ahora era un hombre en todo su esplendor. Y no es que yo sea muy de mieles pero sinceramente me hubiese encantado quedarme allí, observándolo como la manzana dorada que espera a Afrodita, deseando pertenecerle.

Pero yo solo soy un mortal que a fin de cuentas estaba volviéndose loco por una sonrisa traviesa y una barbilla de 3 días. Claro que no precisamente por todo lo guapo que lo ponían, sino más bien porque su rostro me recordaba todo lo que habíamos pintado juntos, las historias graciosas que siempre contábamos, las tímidas confesiones que alguna vez nos hicimos y sobre todo: ese lazo que creí roto y que jamás se había debilitado…

—Yo… —continuó nervioso— no sabía… que trabajabas aquí.

—Bueno, es el taller de mi padre…

Siendo más sincero aún, reconozco que las ideas se me escaparon, a mi cerebro solo llegaban fantasías disparatadas que trataban una y otra vez sobre él… pensé en todo y al mismo tiempo razoné nada. Me replanteé de nuevo lo que sentía y en una milésima de segundo me di de frente contra la puerta que me llevaba de nuevo hacia él. De hecho, todos los caminos lo apuntaban, o por lo menos los que yo alcanzaba a divisar…

—Esto… —pueden llamarme loco pero el instinto me decía que a él le pasaba lo mismo que a mí— necesito que me ayudes revisando… el… digo, la presión de aire en las llantas…

—Claro… por supuesto —atiné a pronunciar con esa sonrisa estúpida que estoy seguro todos conocemos.

Y mientras realizaba mi labor pensaba en las miles de cosas que podría decir, o lo que era políticamente correcto de conversar. Quería preguntar qué había pasado, las causas de su partida, cualquier cosa. Inclusive me seducía la idea de preguntar cosas tan ñoñas como: “¿Te gusto?” o algún disparate por el estilo. En verdad estaba sudando de los nervios.

Al final no hice nada, y es que yo soy muy lento para estos menesteres, algo orgulloso inclusive. Quería arrojarme hacia lo que mi orgullo y cobardía no me dejaban, pero el cálido sentimiento que su rostro me despertaba me exigía a gritos: “Lánzate”, “¡LANZATE!”.

Menos mal estaba él para ayudarme un poco con toda esa mezcla de sensaciones que se me estaba saliendo de control.

Porque lo siguiente que vi fue a Loren acercándose.

— ¿Me escuchaste?

—Eh… no, lo siento, ¿me decías?

—Nunca cambias… —reclamó gracioso y sexy al mismo tiempo— lo que estuve gritándote es, que si te apetece, después vamos por un par de cervezas.

—¡Claro! —reflejos, siempre exageran todo—, pero después no, porque… porque tengo algunos deberes que hacer, mejor ahora ¿no crees?

— ¿Tan impaciente estás? —las ganas de reír se contenían descaradas en sus labios.

—Bueno, eres tú después de todo…

—Ya —afirmó neutral al tiempo que sus pupilas me escrutaban— y eso quiere decir que…

Hasta ese momento creo que él sabía muy bien lo que yo sentía, porque mientras buscaba una respuesta se acercó de manera bastante… peligrosa. En un instante hizo desaparecer su distancia y la mía. Se inclinó un poco y me miró directamente hacia los ojos.

Yo por mi lado estaba perdiendo la guerra de miradas de nuevo.

—Pues que yo… o sea… que tu… —su rostro estaba a escasos centímetros del mío, su aliento me acariciaba suavemente, drogando mi poros y mareándome un poco.

Pero hasta a mí me parece irreal que justo en el mejor momento, en el más crucial de todos… la impertinencia de un tercero arruine el momento.

— ¡Ey!, Romeo —gritó mi padre desde adentro del taller— ¡apresúrate que tengo más gente que atender!

—Creo… que debes irte —dijo al separarse y mirar hacia un lado, se relamió un poco los labios y con sus pupilas me indicó que mi padre estaba observándonos.

Y en efecto, papá estaba viéndonos con una expresión un tanto inexplicable, una mezcla entre confusión e incomodidad.

—Vale, entonces, te veo aquí a las… —ese maldito gato hidráulico me hizo tropezar cuando me alejaba sin darle la espalda, Loren río sin vergüenza— ¡cinco!, ¡te veo aquí a las cinco!

—Ok, te veo luego entonces.

—Chao, te veré después…

—Chau…

—Ya me voy…

—Sí, supongo que debes hacerlo.

—Ok, nos vemos a las cinco.

—Aquí estaré, cinco en punto.

—Ajá, nos vemos…

—Emm… —continuó como quien no quiere la cosa— tu padre… sigue esperándote.

— ¡Mierda!, es cierto.

Y acto seguido dejé el tonteo, que hubiese continuado por la eternidad y con un par de zancadas llegué al interior del taller.

—Ahora sí Jefe Gran Jefe —era el apodo que le había puesto con el pasar de los años, mi forma especial de decirle: papi— ¿qué necesitaba?

Pero de tanta miel que llevaba en la cabeza no me percaté de que había otras dos personas en el interior. Eran clientes con los cuales papá estaba teniendo una charla de… ¡bah!, yo qué sé, el caso es que me pidió que esperase afuera un segundo.

— ¿Pero no me estaba llamando para que lo ayude? —le recriminé.

—Sí, tú espérame afuera, necesito un segundo.

— ¿No que tenía mucha gente que atender? —refunfuñé entre dientes.

— ¡¿Cómo?!

—Na… nada —respondí al escuchar esa voz retumbar, en verdad la situación se ponía fea si es que el Gran Jefe se enojaba.

Y con otro par de zancadas desaparecí de la presencia de mi progenitor, los clientes de papá no demoraron mucho en hacer lo propio; habrá sido en un par de minutos cuando los vi alejarse en sus respectivos automóviles. Mi padre me llamó de nuevo con esa voz de trueno.

—Sí sí… aquí estoy —clamé algo fastidiado—, pero ya no lo entiendo… primero dice que me necesita de urgencia y luego me manda a esperar afuera…

— ¿Quién era ese chico? —preguntó yendo al grano.

—Bueno… —respondí con algo de nervios— pues… —lo miré como cuando niño él intentaba regañarme y yo apelaba a su lado “tierno” con mi mirada de oveja a punto de sacrificar— ¿la verdad o la mentira?

— ¿Crees que es correcto darme esas opciones?

—Pues… depende, uno a veces piensa que…

— ¡La verdad!

—Ya va… ya va… sin enojarse eh…

» ¿Recuerda que entre nuestras curiosidades una vez yo le conté sobre cierto personaje del curso de inglés que tomé hace varios años?

»Curso que por cierto —intenté echarle la culpa— usted me obligó a tomar.

—Ese no es el punto —reclamó enojado.

—Pues el caso es que es él. Contento o no lo he vuelto a ver… y pues… no sé —la sinceridad se me iba de las manos— ha sido verle y… como que todo se ha revuelto de repente.

—Bah —suspiró resignado—, tonterías…

»De todos modos siempre supe que este día llegaría —afirmó dándome la espalda

— ¿Este día?

—Si sí —continuó calmado sentándose al lado de una máquina enorme—, si pudieses ver la cara de engolosinado que traes…

»Ni hablar —dijo cambiando su pasado enojo por melancolía— estás… enamorado.

—Y de un hombre —aclaré con una risilla.

Casi me fulmina con la mirada…

A todo esto, la verdad es que papá y yo nos guardábamos poquísimos secretos. Nuestra relación era algo… dura. Pero la sinceridad era algo que siempre podíamos rescatar sea cual fuese la situación.

Claro que fue bastante duro para él enterarse que a su “varón” le gustaran los hombres. Y acepto que fueron épocas bastante difíciles, pero no hay nada que el tiempo no arregle. El hoy sin embargo me pertenecía a mí y a mis pequeñas bromas para que él se acostumbrase al hecho que acababa de presenciar…

—Y bueno —siguió como para asegurarse— ¿has quedado con él?

En ese momento los colores sí que se me subieron de lleno a la cara. Miré para todos lados y mis ojos no pudieron quedarse en un punto fijo…

—Mejor no me respondas —se contestó él mismo con su burlona ironía.

»Sólo déjame decirte una cosa —advirtió serio—, no te hagas ilusiones de la nada. Yo no entiendo mucho de esas cosas pero si algo sé es que el pasado debe quedarse en el pasado. Haznos un favor y hazle caso a tu viejo.

No le contesté, solo lo abracé como siempre. Él nunca aceptaba lo mucho que le gustaba sentirse abrazado…

Volviendo al tema en cuestión: ¿tuve mi tan ansiada cita con Loren?, pues sí. Pero con todo lo atolondrado que soy, ya podrán imaginar todo lo que me demoré en acicalarme hasta el último pelo, lo que vestiría fue otra triste novela del mismo tipo.

El caso es que maniobrando a la velocidad del rayo pude llegar a tiempo al taller. Como ya imaginarán le pedí permiso a papá para salir mucho antes de la mecánica y poder arreglarme. Ahora tenía que regresar al mismo lugar, me sentí tranquilo al saber que papá intentaría comprender la situación si Loren y yo… salimos.

Al llegar al taller mi padre me miró con desconfianza, no dijo mucho, sólo se limitó a un pequeño «estás muy guapo» y después continuó en el ruido de sus actividades.

Y Loren por fin llegó cuando empezaba a volverme paranoico sobre si me dejaría plantado o no. Me despedí rápidamente de Papá y en un segundo ya estuve dentro del carro de mi amigo. Solo en aquel momento reparé en que se trataba de un… taxi.

—Me lo ha prestado mi padre —contestó relajado cuando pregunté lo obvio.

—Ya… debes conocer la ciudad como a la palma de tu mano.

—Exacto —dijo como si le incomodase.

Y si a él le incomodaba, imaginen como estaba yo. Buscando uno y mil temas de conversación para que el silencio no se volviera más tenso y la pared de hielo empezara a ganar grosor.

En este punto sí que me agradaría contarles que lo siguiente fueron unas cervezas y una conversación amena, ya saben, con uno que otro coqueteo que abriera las puertas a más. El simple hecho de sabernos cerca o el más básico deseo de no alejarnos. Sin embargo creo que soy lo suficientemente ñoño como para imaginarme semejantes cuentos, porque la realidad era diferente, cruel y diferente.

— ¿Conoces algún motel cercano? —su tono descarado irrumpió lo vano de mis pensamientos.

Un punto en blanco y después un rubor en mis mejillas es lo que recuerdo de ese momento. Claro que en el fondo sabía que tener sexo con él era lo que hubiese preferido, pero para llegar a acordarlo de semejante manera no estaba siquiera un poco preparado.

Así que pensé rápido, acepté porque al fin de cuentas creo que todo se arruinó apenas él lo propuso, no vi el porqué arruinarlo más.

Un portal sucio y algunas esperanzas destrozadas que dejé al cruzar la puerta son las pocas cosas que valoro de aquel encuentro. El portal porque tenía molduras bastante bonitas (sí, a veces soy muy fijón) y las esperanzas muertas porque sabía que después todos los fantasmas nacerían a partir de sus cadáveres.

Lo siguiente es tan corriente como un mete saca mecánico o los preámbulos en los cuales yo sí sentía como si mi pecho fuese a explotar, aunque quizá para el eran tontas convenciones sin pasión ni sentido. Hay algo que recuerdo con gran alegría, inclusive hasta las lágrimas, y es ese pequeño instante en el cual mi sonrisa se manifestó nerviosa al sentir mi barba cosquillear con la suya mientras nos acostamos; no sé, las cosquillas me recordaron a una inyección que inició muchas cosas en el pasado.

También recuerdo su torpeza al deshacerse de mis pantalones, la basta del pantalón se atascó en mi tobillo y sacarla de ahí resultó (para mí) de lo más cómico que me ha pasado.

Pero esos son pequeños detalles que guardaré en la cajita, esperando que cuando recuerde a Loren y la abra de nuevo salgan todos los demonios y al final se quede la esperanza conmigo.

Siendo menos cursi y más físico reconozco que sus manos resultaron expertas a la hora de volver a tocar partes que cuando niños exploramos juntos. Su aliento sobre mis nalgas era de lo más placentero, y el simple hecho de que intentara apretarme con fuerza mientras me aferraba a su cuello me daba el impulso necesario para no dejar caer el momento.

Claro que en cada emboscada hubiese preferido que me mirase al rostro, o que mientras lo “cabalgaba” no hubiese girado el rostro cuando intenté besarlo.

Hubo una parte sí, en la que intentó decir algo más, y fue en el momento en el que nuestras miradas por fin se cruzaron y le ofrecí una sonrisa, la más sincera que me salía, como para decirle que todo estaba bien y que no debía avergonzarse por lo que estaba haciendo. Que a pesar de ser un poco reacio a que me penetrasen, por el tierno sentimiento que me unía a él podía ser flexible conmigo mismo; en fin, que lo quería tanto como para arriesgarme a un “te amo”.

Pero él no sonrió, más bien volvió a la mecánica tarea de penetrarme, creo que se calló algo que por segunda vez se arrepentiría. Hubiese querido ayudarlo pero era consciente de que eso solo generaría una discusión que ninguno de los dos hubiera soportado. ¿Y para que molestarnos? si al final ya estaba quedando claro quién era el más patético de ambos.

No arruiné el acto sexual al menos, porque un suspiro ahogado por parte de él y un pequeño quejido de mi lado fueron los que anunciaron la culminación del acto sexual.

Y mientras mi respiración volvía a la normalidad reparé en que ya me había acostado con él. De hecho lo había hecho bastantes veces, una y otra vez con el mismo prototipo de persona. Quién sabe, todo ese tiempo me la pasé sobrevalorando a aquel amor de mi adolescencia, esperando inconscientemente a que regresara… y ahora que estaba de vuelta no era más que una cara bonita y unas manos ágiles y placenteras.

Me entraron ganas de llorar cuando pensé en esto, sin embargo no quería hacérselo pasar mal con mi pequeño drama. En esos momentos lo que más se me antojaba era regresar a casa y jugar un poco con mi hermana pequeña, o mancharme la cara y las manos mientras pintaba con mis sobrinos; incluso armarle un poco la bronca a papá con todas las cosas homosexuales que él no entiende. Cualquier lugar se me antojó mejor que estar acostado en aquella cama sin poder librarme del sentimiento que aún no moría por Loren.

Me senté al borde de la cama, el no quería abrazarme y creo que yo ya había cumplido con mi cuota de patetismo. Miré el suelo, escuché como las maltrechas tablas se retorcían cuando las presionaba con mis pies. Recordé una vez más nuestra infancia, el primer beso, las primeras caricias y mi inseguridad sellada en aquel hermoso encuentro. Una gota de agua llegó hacia el suelo y decidí respetar esos recuerdos tan bonitos que conservaba de ambos, no quería mancharlos con lo que había sucedido.

Me puse de pie y con calma busqué mi ropa interior.

— ¿Qué haces? —no sé si en verdad estaba sorprendido de que buscara mi ropa.

—Pues no quiero que se me haga tarde —respondí mientras olía mi camiseta, aún conservaba el aroma del perfume que elegí con tanta minuciosidad hace un par de horas.

— ¡Pero si apenas hemos empezado! —dijo con esa pequeña mueca que siempre me había gustado, a pesar de que esta vez significara todo menos afecto.

Sonreí con nostalgia, entendía a la perfección lo que Loren había buscado desde el principio.

—Tal vez para una próxima ocasión felpudo…

Mentí, ya que todo estaba arruinado no entendía el porqué debía ser sincero con él. Así, la puerta de esa habitación se convirtió en mi única meta, me apresuré con los pantalones.

—Ya nadie me llama así, pensé que no recordabas esas cosas… —su voz intentó disimular lo apenado que estaba, sin embargo sus ojos no podían mentir.

—Es lo que me ha traído hasta aquí. En verdad me creí lo de las cervezas.

—Ey… ey —se apresuró— ¡Pero qué dices!, pensé que sabías que… —lo maquilló con una sonrisa— o sea… que solo lo haríamos.

—Tienes razón… soy muy tonto a veces, pensar que tu y yo… ¡bah! no me hagas caso —intenté imitar su despreocupación.

—Pero —su rostro se tornó confuso—, hablas como si estuvieses…

— ¿Enamorado?, sí, y vaya que lo he estado. Creo que durante todo este tiempo, lo peor es que ni yo mismo lo sabía, pero ha sido verte…

No quise continuar, le iba a soltar todo de golpe y para el caso resultaba totalmente inútil. Lo que yo sintiera por él ya no tenía nada de especial si él no lo sentía también, o lo que es lo mismo: que lo negara.

Más silencio incómodo, me puse los zapatos a la velocidad del rayo y antes de llegar a mi meta lo miré y por un segundo me replanteé todo de nuevo.

Casi en la penumbra, con una sábana que cubría parcialmente su cuerpo y con el rostro afligido me miró casi sin mirarme. Parecía debatirse una decisión que le costaría la vida…

Y entonces ya no vi al hombre guapísimo en el que se había convertido, sino al felpudo adolescente del que siempre fui amigo; ya no al amante o al novio incluso; sino al amigo que siempre tuve y que creí siempre tendría. Lo vi intentando decirme algo que parecía obvio, pero para él le estaba costando bastante.

— ¿Tu me quieres? —pregunté llenándome de valor por ambos.

Dudó un poco y al final asintió casi con pena. En la oscuridad pude notar como un ojo se le humedecía rápido.

—Pero… —inferí con todo el tacto que pude, en verdad su pena me estaba contagiando.

—Pero no puede ser, en verdad que no…

Hundió la cabeza entre las rodillas. Y esta vez sí intenté ayudarlo, aunque realmente fuese poco lo que yo podría hacer. Lentamente me acerqué a él y le froté la cabeza con calma, regresó su mirada hacia mí y una vez más me limité a sonreír.

—No pasa nada —aclaré intentando calmar las cosas—, no voy a preguntarte el porqué… con lo que recuerdo sobre ti entiendo que debiste pensarlo mucho…

—Lo siento Dani —profirió sin contener su congoja— de veras que lo siento.

Y allí fue cuando deseé con todas mis fuerzas abrazarlo y decirle que estaría con él, pero una vez más: ¿para qué?, tarde o temprano su indecisión nos llevaría a ambos por el escabroso camino de la desdicha. Si él no era capaz de cruzar esa barrera que se había autoimpuesto jamás tendríamos un futuro. Nunca podría pasar dos noches seguidas a su lado o simplemente acariciar su rostro somnoliento un domingo por la mañana. Me sentí adolescente de nuevo, como si llegara a la puerta de su casa con una moto y le estuviese extendiendo la mano…

Pero el ya había elegido, y por más que me doliera debía decirle adiós…

Así que no le respondí, me limpié la lágrima fugaz que se me escapó y volví a acariciar su cabello. Dejé pasar un momento para que ambos pudiésemos volver a la normalidad y entonces continué.

—Pues nada felpudo, venga ya, levanta ese ánimo. En algún momento seré yo quien de verdad te invite ese par de cervezas, ¿te apetece?

Aún se limpiaba el rostro cuando volvió a asentir con los ojos llorosos y una mueca de alegría.

—Tienes razón —dijo controlándose un poco—, en cualquier momento me paso de nuevo por el taller a visitarte.

—Así me gusta —continué aguantándome lo mío—, pues nada, que ya me tengo que ir…

—Ok, entonces te veo luego, cuídate mucho ¿sí?

—Lo haré, nos vemos luego… felpudo

Me despedí con la mano alzada y el cuerpo destrozado por dentro, el teatro de cristal se rompería en cualquier momento. Antes de cruzar la puerta por completo volvió a llamarme.

—Dani…

Demoré un poco en modular mi voz.

— ¿Si? —contesté sin darme la vuelta.

—Siento mucho que haya pasado así…

—Yo… —ultimé cuando el corazón me dio un giro y quise volver con todas mis fuerzas… no sé, llorar, gritar, darle una paliza y luego comérmelo a besos— yo también lo siento…

Me apresuré en cerrar la puerta y salir cuanto antes del edificio. La máscara no duraría mucho más. Ya en casa pude torturarme con todos los recuerdos y con una canción que siempre me recuerda a él, a nosotros y a un curso de inglés que marcó 10 años de mi corta vida.

Es de Liliana Esther Maturano y el verso que más me gusta es: “Si vienes hacia mi puerta duerme entre mis brazos y descansa ya…”

Días más tarde, papá me confesó, no sin poca vergüenza, que el padre de Loren era su cliente desde hacía varios años y que alguna vez, cuando los hijos salimos como tema de conversación, se había enterado de que Loren era… casado. Tuvo que dejar la universidad por el mismo motivo y con la ayuda de su padre compró un taxi.

Y allí fue dónde entendí muchas cosas y muchas cosas se quedaron en suspenso. Lo sufrí con toda la angustia de un amor imposible y con una pequeña parte satisfacción por saberme libre de problemas. Pero en ese punto, ¡cuánto hubiese deseado tener problemas!, no sé si poco o más que su esposa pero yo lo quería y me arriesgaba a muchas cosas al estar con él, era una lástima que él no quisiera arriesgarse conmigo.

Sé que dirán que soy falto de carácter, o que la mía es una posición bastante inmadura, pero en cambio yo pregunto: ¿La prudencia me traerá gratos recuerdos cuando envejezca?

Claro que hay que tener una noción de nuestros propios límites, pero al final creo (como se muestra en un libro que leí cuando tenía 18) que perder el equilibrio por amor es parte de vivir una vida equilibrada…

Porque cuando Loren pase de nuevo por el taller siempre seremos… el taxista y su mecánico.

La Mala Educación

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NOTA: Esta historia es un universo alternativo de Toy Story, sigue la historia de Andy (el dueño de Woody, Buzz y demás) y Sid (el vecino malvado de la primera película). Sin embargo SE PUEDE LEER COMO UNA HISTORIA ORIGINAL SIN NINGÚN PROBLEMA. En la segunda parte contiene algunos spoilers de la última peli, pero creo que todo el mundo ha visto Toy Story 3, ¿verdad? Si no es así, ¿qué esperas? Es maravillosa. Espero que les guste.

Este cuento está dedicado a mi querida, amada, idolatrada amiga DraculaN666, porque fue su cumpleaños el 31 de octubre y yo soy tan mal amigo que lo terminé de escribir hace apenas unos días. Te amo beibi, eres genial, una de las personas más fantásticas que haya conocido este año, aparte de ser una escritora muy talentosa y una persona fenomenal. ¡Feliz no cumpleaños a tiǃ ¡A túǃ

~~~~~♥~~~~~

La Mala Educación

Por Chiclo Cherry

Parte I: Juegos Inocentes

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~~~~~♥~~~~~

Lover, would you look at me now? I’m already dead to you, but I’m inclined to explain what I could not before. Whatever you didn’t do, what you couldn’t say, I am sorry the worst had arrived. For I deserve more, for at least I deserve the respect of a kiss. Goodbye.

~~~~~♥~~~~~

Andy tenía cuatro años la primera vez que vio a Sid. Su padre había huido a California y su madre se había mudado con él y su hermanita a una casa nueva, que era más pequeña. Ella había puesto un papel tapiz en su habitación con nubes blancas y esponjadas para compensar la ausencia de su padre. Andy se pasaba la mayor parte del tiempo confundido, cada vez más perdido en su imaginación, jugando solo en el patio trasero. Un día una cjsombra cayó sobre sus juguetes y levantó la mirada para ver a un niño con una playera negra quien lo miraba con el ceño fruncido.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó el niño. Parecía enojado por algo.

-Estoy jugando,- dijo Andy, parpadeando hacia el otro niño, que era pálido y tenía cabello negro.

-Duh,- dijo el niño, aunque él había sido el que había preguntado.- ¿Cuántos años tienes?

-Cuatro.

El niño se burló.

-Yo tengo cinco,- dijo. Andy se sentó sobre sus talones y miró al niño, agarrando a Woody el vaquero con una mano y a Rex el dinosaurio en la otra.

-¿Quieres jugar conmigo?- preguntó, no muy seguro de lo que decía. Sid le echó un vistazo a los juguetes de Andy.

-No,- dijo, pero se sentó a su lado y lo miró jugar por un rato, sus ojos estaban entrecerrados como si tratara de descifrar un lenguaje desconocido para él. Finalmente agarró a Rex y lo convirtió en un dinosaurio malvado que se comía a todos los habitantes del pueblo.

-Eso no es divertido,- dijo Andy haciendo un puchero.- Si todos están muertos ya no podemos jugar.

-Sí, bueno, este juego es estúpido,- dijo Sid. Se puso de pie y dio una patada en el suelo.- ¿Alguna vez has encendido fuegos artificiales?- preguntó.

-No,- dijo Andy.

-Yo sí,- dijo Sid mirando hacia el cielo con nostalgia.- Fue asombroso. Ojalá tuviera algunos todavía.

Andy no sabía qué decir. Recogió a Woody y a los otros y les sacudió la tierra.

-Eres un tarado,- dijo Sid y Andy lo miró con los ojos resplandecientes.

-Cierra la boca,- dijo y Sid se fue pisoteando el césped hasta desaparecer detrás de un tablón suelto en la valla que separaba sus patios. Andy resopló molesto y regresó a jugar con sus juguetes, pero no se pudo concentrar el resto del día, su corazón aún latía rápidamente por el encuentro con su vecino, del cual había olvidado preguntar su nombre.

Sid comenzó a visitarlo de manera habitual después de eso, y si no aparecía, era Andy el que se deslizaba a través del tablón suelto y caminaba a través del patio desordenado hasta que Sid emergía por la puerta trasera de su casa. Los juegos de Sid siempre lo hacían enojar, y no estaba seguro de por qué se molestaba en jugar con él. Algunas veces tenían discusiones muy fuertes y se evitaban por días enteros. Sid iba a la misma escuela que Andy, pero entre todos los niños lo ignoraba, principalmente cuando jugaba a la casita con las niñas. Todas peleaban a la hora de decidir quién sería la esposa de Andy, pero al final siempre decidían que él sería el bebé. Andy les tenía miedo, así que hacía siempre lo que ellas decían.

Los juegos favoritos de Sid eran el doctor y los detectives. Ambos jugaban en la parte más escondida del patio, debajo de una vieja mesa que ya estaba muy desgastada, la cual estaba protegida de la luz por un árbol de hojas púrpuras, a Andy le gustaba escalarlo cuando Sid se lo permitía. Sid era mandón y un poco cruel, pero Andy jugaba con él de todas formas, principalmente para ver en qué clase de travesura estaba metido, incluso después de que su madre le prohibiera jugar con él. El padre de Sid era ‘un hombre malo’, según ella, y un ‘borracho’, según Sid, quién no tenía mamá, sólo una madrastra y una hermanastra, y a las dos las odiaba. Andy era amigo de Hannah, la hermanastra de Sid, pero su madrastra era muy cruel, lo sabía porque una vez le había dicho que su sombrero de vaquero era ridículo.

Para cuando Andy tenía ocho años y Sid nueve la mayoría de sus juegos se disolvían en peleas de lucha libre. Normalmente Sid ganaba, aunque algunos días Andy ni se molestaba en regresarle los golpes, solamente se quedaba acostado debajo de la mesa mientras Sid estaba sentado encima de él, amenazando con escupirle en la boca si no le revelaba los secretos de cualquier agencia gubernamental que la organización terrorista de Sid quería derribar.

-Entrégame los planos,- decía Sid, y torturaba a Andy con cosquillas hasta que sus ojos estaban llenos de lágrimas y su estómago le dolía por la risa. Andy siempre se levantaba enojado, tratando de sacarse a Sid de encima, molesto con sí mismo por pensar que jugar con Sid sería divertido. Siempre forcejeaba para liberarse, pero era inútil, las piernas de Sid se apretaban alrededor de su cintura y con sus manos presionaba a Andy contra el suelo por los hombros. Siempre lucía aterradoramente feliz cuando lo tenía atrapado en esa posición, fingiendo que era un doctor sádico o su captor despiadado.

Un día cuando estaban jugando al interrogatorio, Sid lo amenazó y le dijo que le metería por la nariz a un bicho que tenía atrapado en un frasco de vidrio si no le daba el código de acceso a una computadora del gobierno, en ese momento la puerta trasera se abrió de golpe y Sid se quedó tan quieto como una ardilla asustada y giró la cabeza hacia la casa.

-¡Sidǃ- gritó su padre, sonaba furioso e indispuesto, se tambaleó un poco mientras bajaba los tres escalones para llegar al patio.- ¿Dónde demonios estás?

-Shh, no digas nada,- susurró Sid acostándose completamente sobre Andy, el frasco con el bicho rodó lejos de ahí. Sid puso ambas manos sobre la boca de Andy y lo miró enojado desde arriba. Andy le tenía miedo al padre de Sid, quien siempre estaba dormido durante el día y cuando despertaba nunca estaba de buen humor.

Se quedaron así mientras el padre de Sid paseaba por el patio despotricando y pateando los juguetes rotos para quitarlos de su camino. Sid respiraba con dificultad, sus ojos seguían a los pies de su padre mientras se apretaba contra Andy cada vez que las botas se acercaban demasiado. Andy tenía tanto miedo que ni siquiera miraba el patio, así que solamente se quedó viendo a Sid, mirando como una delgada perla de sudor se deslizaba de su sien hasta su barbilla. Finalmente el padre de Sid entró a la casa, murmurando una serie de palabrotas que hicieron latir muy fuerte al corazón de Andy. Sid dejó escapar un resoplido de alivio y bajó la mirada, incapaz de esconder el miedo en sus ojos para que el otro no se diera cuenta.

-Tienes suerte de no tener un papá,- dijo Sid retirando las manos de la boca del otro niño pero sin quitarse de encima, tenía espalda encorvada y sus codos apoyados en la tierra a los lados de las orejas de Andy.

-No, no tengo suerte,- contestó Andy. Se percató de que podía atacar por sorpresa para quitarse a Sid de encima, pero parecía que el juego había terminado. Los dos se quedaron acostados así por un rato, con los pechos presionándose juntos mientras jadeaban. El viento susurraba a través del árbol de hojas púrpuras.

-¿Y cuál es tu problema?- preguntó Sid cuando por fin se sentó.- ¿Por qué vienes todos los días para que te de una paliza?

-Tal vez ya no venga nunca más,- dijo Andy y se lo quitó de encima, se sintió sorprendido al notar que eso le dolía. Sid soltó una risita burlona y se sentó a un lado para recoger el frasco con el bicho. Andy se levantó indignado y gateó para salir de debajo de la mesa, caminando hacia el tablón suelto sin mirar atrás.

Por un par de semanas Andy no fue al patio de Sid, y Sid tampoco se apareció en el suyo. Trató de sentirse feliz por eso, porque no extrañaba los juegos tiránicos o los insultos estúpidos, pero jugar solo no era tan divertido si no tenía que escaparse de los agarres brutos de alguien, sentía que sus tardes se habían vuelto aburridas. Aún así, incluso a los ocho años tenía orgullo y Sid le había dicho algo que se había estado preguntando ya por varios días. ¿Por qué iba a jugar con él si ya sabía que Sid solamente iba a molestarlo y dominarlo, y que finalmente lo arrastraría debajo de la mesita para sentarse encima de él mientras se retorcía para liberarse de su agarre? Andy decidió que antes se había comportado como un tonto, pero que ahora era más listo.

Unas noches después de que llegara a esa conclusión Andy estaba despierto sobre su cama, tratando de no sentirse atemorizado por la tormenta eléctrica que podía escuchar retumbar en la distancia y que se acercaba por el aire. Escuchó que alguien tocaba su ventana y saltó un poquito debajo de sus sábanas, temiendo mirar hacia el cristal de donde había venido el sonido. Soltó un grito apagado y levantó las mantas hasta su barbilla cuando vio a una figura oscura agachada al otro lado del cristal, estaba sentada sobre el techo del porche trasero.

-Ábreme, tonto,- dijo la figura, y Andy dejó escapar su aliento cuando se dio cuenta de que solamente era Sid. Empujó sus sábanas a un lado y caminó hacia la ventana con el corazón latiendo rápidamente. Cuando abrió la ventana pudo oler la lluvia en el aire, aunque todavía no había comenzado. Sid entró a la habitación sin esperar por una invitación.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó Andy en un susurro.- Se supone que estoy dormido… ¡me meteré en problemasǃ

Sid estaba agitado, respiraba con dificultad y paseaba de un lado a otro sobre la alfombra. Andy quería decirle que se fuera, pero esa cosa que lo atraía a él, a pesar de sus instintos, crecía dentro de su pecho, con curiosidad.

-Llamaron a la policía y vinieron a buscar al idiota de mi padre,- dijo Sid.- Necesito esconderme para que no me lleven.

-¿Qué?- dijo Andy. Fue hacia la ventana, que aún seguía abierta, el viento soplaba fuerte y le pegó en la cara. Podía escuchar voces que venían de la parte frontal de la otra casa y podía ver el destello de luces rojas y azules. Cuando se dio la vuelta para mirar a Sid con incredulidad, vio que estaba sentado en el suelo con su espalda apoyada contra un costado de la cama. Había jalado sus rodillas a su pecho y tenía la cara enterrada en sus brazos.

-¿Quién… quién llamó a la policía?- preguntó Andy, sintiéndose desorientado y nervioso. Pensó que debía llamar a su madre, pero solamente se iba a enojar con él por haberlo dejado entrar. Se suponía que no debía hablarle, mucho menos dejarlo entrar en su habitación por la noche.

-¿Quién crees?- preguntó Sid, su voz se quebró cuando levantó su cara mojada, tratando de fruncir el ceño, pero solamente sollozó.- Su tonta esposa, mi madrastra. La odio… y a él también. Son unos inútiles.- Sollozó y volvió a esconder su cara.

Andy estaba anonadado. Nunca pero nunca había imaginado que lo vería llorar, sin importar lo que pasara. Caminó lentamente a través de la habitación, moviéndose con cautela, temiendo que Sid lo rechazara, pero poco dispuesto a dejarlo ahí sentado para que llorara solo. Sid parecía más pequeño de lo habitual, abrazándose a sí mismo mientras sus hombros se sacudían con los sollozos.

-Estarás bien,- dijo Andy suavemente mientras se arrodillaba a su lado.

-No es cierto,- lloró Sid, sus palabras temblaron mientras más lágrimas le salían de los ojos. Andy se acercó más, dando palmaditas en su espalda cuidadosamente, temeroso de que Sid se levantara y le dijera que se alejara de él. Cuando nada de eso ocurrió Andy deslizó un brazo alrededor de sus hombros, apoyando sus rodillas contra un costado. Sid usaba unos pantalones de pijama y una playera negra con un cráneo dibujado, pero no traía zapatos. La pelea entre su madrastra y su padre debía haberlo despertado. Andy gimió ante el pensamiento de lo espeluznante que debió haber sido para él, lo suficientemente fuerte como para involucrar a la policía. Lo abrazó más fuerte, y para su sorpresa él no lo empujó, solamente se agachó para esconder su cara contra el pecho de Andy, agarrándose a él.

-Vas a estar bien,- dijo Andy de nuevo, porque no sabía qué más decir. Acarició el cabello de Sid y lo abrazó más fuerte, porque era lo que su madre hacía siempre que él lloraba. Parecía que funcionaba con él, sus sollozos se tranquilizaron hasta que finalmente se quedó en silencio, su puño se cerró en el frente de la camisa del pijama de Andy.

-Los odio,- dijo Sid después de un rato y un rayo cayó cerca de ahí. El viento hacia que las ramas de los árboles se movieran salvajemente, arrancando sus hojas. Andy se sintió alegre de que Sid estuviera a salvo con él.

-Te puedes quedar aquí,- susurró Andy.- Pero no llores más.

Sid no dijo nada, solamente se frotó los ojos con los talones de sus manos. Se veía irreconocible, débil y asustado, y aunque Andy había fantaseado con hacerlo llorar, dándole una probada de su propia medicina, no estaba disfrutando esto para nada. Se levantó del suelo para cerrar la ventana cuando la lluvia comenzó a caer afuera repiqueteando sobre el techo del porche. Cuando se dio la vuelta para regresar a su cama Sid estaba subiendo a ella, y se acostó con su cara volteada hacia la pared. Andy suspiró y se acostó a su lado, jaló las sábanas, primero sobre Sid, y luego sobre él. Puso la cabeza sobre su almohada y observó la espalda de Sid mientras él continuaba sollozando y frotando sus ojos.

-¿Estás bien?- susurró Andy mientras los truenos retumbaban afuera, era algo que lo habría asustado de no ser porque el matón de su vecindario estaba llorando en su cama.

-Sí,- dijo Sid, con una voz más pequeña y chillona de lo que recordaba. Se dio la vuelta, sin mirar a Andy, solamente presionando su cara contra el pecho de su vecino y acurrucándose dentro de sus brazos. Andy lo abrazó apretadamente, pensando que iba a ponerse a llorar de nuevo, pero Sid estaba tranquilo, sus pestañas húmedas hacían cosquillas sobre su cuello.

Sid nunca le agradeció por dejarlo quedarse esa noche, o por abrazarlo mientras los truenos hacían retumbar los cristales de las ventanas y la lluvia golpeaba la casa. Andy se quedó despierto por mucho rato, acariciando el cabello de Sid mientras dormía. Siempre le había gustado la idea de cuidar a alguien que necesitaba ser salvado, ser un héroe, y también le gustaba la manera en que el cabello de Sid se sentía contra la palma de su mano. Se quedó dormido con su mano acunada alrededor de la nuca de Sid, y se despertó cuando sintió que el otro niño escalaba sobre él, frotando sus ojos mientras caminaba hacia la ventana. Andy se dio la vuelta para verlo irse, preguntándose si debía pedirle que se quedara, a pesar de que sabía que esa no sería una buena idea. Sid se detuvo cuando tenía una pierna a cada lado de la ventana y volteó a ver a Andy. Parecía que quería decir algo, pero entonces bajó la mirada y se fue sin decir nada. Andy pudo escuchar el golpe sordo cuando los pies de Sid golpearon el lodo del patio al saltar del techo del porche.

Un par de semanas después la familia de Andy se mudó a una casa nueva. No vio a Sid el día en que se fueron, estaba demasiado preocupado al asegurarse de que tuviera todos sus juguetes, pero pensó en él mientras el auto salía por el camino de entrada por última vez y se preguntó a dónde iría si necesitaba refugio de otra tormenta.

La mamá de Andy lo inscribió a una nueva primaria después de que se mudaran, aunque su nueva casa estaba a sólo unas calles de la vieja. Hacer amigos nuevos no fue fácil; al parecer Sid había tenido razón al decir que Andy era un tarado, pero no le tomó mucho tiempo identificar a los otros tarados de la escuela para unirse a sus tropas y pronto hizo muy buenos amigos entre ellos, niños que eran considerados débiles e infantiles por los chicos buena onda, que eran los que usaban malas palabras y se tomaban de las manos con las chicas.

A Andy no le importaba mucho ser cool, aunque a veces él y sus amigos fingían serlo, maldiciendo y siendo rudos el uno con el otro. Su farsa normalmente terminaba cuando uno de los niños mayores empujaba a uno de ellos contra la pared o lo tiraba al suelo. Dejando a un lado esas complicaciones sociales a Andy le gustaba la escuela, especialmente las clases de matemáticas y de historia. Odiaba gramática, y las ciencias naturales le daban igual. En quinto grado decidió que quería ser un geólogo así que comenzó a coleccionar rocas de colores. Su amigo Tim le enseñó a jugar Calabozos y Dragones y su amigo Paul le enseñó como andar en patineta. La vida era muy buena.

En la secundaria todo cambió. De repente la escuela se hizo tres veces más grande que la primaria, con chicos de todas las edades en un solo sitio, la jerarquía social previamente establecida desapareció completamente. Tim se consiguió una novia casi inmediatamente, una chica regordeta que jugaba como elfo en C&D, y eso horrorizó a Andy, quien todavía no se sentía atraído por las chicas. Paul de alguna forma se había vuelto atractivo en el verano y ahora fumaba cigarrillos con su hermano mayor, entornaba los ojos cada vez que Andy fingía que eran skateboarders profesionales y que competían por el campeonato mundial. Era como si de repente todos estuvieran infectados con una enfermedad que los hacía actuar como mayores. Tim se la pasaba hablando de la primera y de la segunda base de una forma que no tenía nada que ver con el beisbol y Paul ya ni siquiera le hablaba.

Andy se rehusó a formar parte en los intentos de sus amigos para ser adultos. Era tonto, y sin sentido, porque los de octavo grado aún se reían de ellos y los llamaban bebés en el autobús escolar. Un día Andy decidió rebelarse contra todos y se vistió con una de sus viejas playeras de Buzz Light Year. Esperaba que algunos de los chicos se le unieran y recordaran cómo había sido cuando no fingían que eran adultos todo el tiempo.

Su plan maestro no funcionó. En lugar de eso se burlaron de él en el autobús y en los pasillos de la escuela; las chicas se soltaban risitas y los chicos lo empujaban y le preguntaban si acaso tenía cinco años. Andy estaba a punto de llorar mientras caminaba hacia el baño de los hombres cuando alguien lo agarró de la playera y tiró de él para detenerlo, pensó que lo insultarían o que lo iban a golpear.

La última cosa que esperaba ver al darse la vuelta con los ojos rojos era Sid. La boca de Andy se abrió de par en par y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. La sola vista de Sid hizo que su estómago se sintiera más pesado, como si Sid estuviera sentado sobre él como cuando eran niños. Sid soltó una risa y agitó su cabeza.

-Dame eso,- dijo y le quitó la mochila a Andy.

-No,- dijo Andy patéticamente, sabiendo que no podría detener lo que sea que él quisiera hacer. Sid había crecido y se había puesto más alto desde la última vez que lo había visto.

Sus ojos fueron tan crueles como siempre cuando lanzó la mochila de Andy al suelo y agarró el dobladillo de su playera.

-Hey… ¡no hagas esoǃ- gritó Andy forcejeando débilmente mientras Sid le quitaba la playera. Andy gimió y cruzó sus brazos para cubrir su pecho desnudo, su labio inferior temblaba. Todos los alumnos estaban dentro de sus salones y el pasillo estaba vacío, pero si Sid lo obligaba a regresar a clase sin playera las burlas jamás se detendrían.

-Vamos, tonto,- dijo Sid, volteando la prenda al revés.- Levanta tus brazos.

Andy dudó, pero hizo lo que Sid le ordenó cuando el otro chico entrecerró sus ojos. Sid le puso la playera de nuevo, el Buzz Light Year sonriente ahora estaba oculto por dentro. Andy se sintió aliviado por un momento, pero aguantó la respiración cuando Sid sacó una navaja de su bolsillo trasero y la abrió frente a él.

-Necesitas desarrollar tus habilidades para sobrevivir en la escuela o si no estarás muerto para el Día de Acción de Gracias,- dijo Sid. Le dio la vuelta a Andy y utilizó la navaja para cortar la etiqueta que se asomaba por cuello de la playera.

-Todo el mundo notará que solamente me la puse al revés,- dijo Andy, su cara estaba roja cuando Sid le volvió a dar la vuelta para encararlo.- Es como si me hubieran ganado o algo.

-No es para tanto,- dijo Sid.- Y si crees que vas a llegar lejos al ponerte en contra de todos, eres más tonto de lo que creí.

-Te odio,- dijo Andy suavemente, pero sin convicción e hizo que su cara se sintiera más caliente. Sid sonrió con sus manos puestas sobre los hombros de Andy. Le habían quitado los brackets y su cabello corto había crecido y se veía más oscuro de lo que Andy recordaba.

-¿Estás en séptimo grado?- preguntó Andy tomando su mochila cuando Sid la recogió del suelo y se la pasó.

-En sexto,- dijo Sid.- Por segundo año consecutivo.

Andy se enfurruñó, imaginando que Sid había reprobado solamente para hacerle la vida imposible. Apenas habían pasado tres semanas desde el inicio y las cosas empeoraban con cada día que pasaba. Excepto que, de alguna extraña forma, estaba feliz de tener a Sid cerca otra vez. Se preguntaba si fumaba o tenía novias. Probablemente. Siempre le había gustado prenderle fuego a las cosas, y también se había vuelto algo atractivo, era el tipo de chico del que se enamoraban las mujeres.

-¿Quieres que te de clases de supervivencia?- preguntó Sid cuando la campana sonó, advirtiendo a los alumnos que debían estar en sus salones.

-¿Qué quieres decir?- preguntó Andy, aunque estaba bastante seguro de haber entendido lo que Sid le proponía. Era vergonzoso, y estúpido, pero Andy se sentía muy solo desde que sus amigos habían decidido ser adultos.

-Estaré en Pizza Planet después de la escuela,- dijo Sid.- Veme ahí si quieres aprender a dejar de actuar como un perdedor.

Más tarde esa noche Sid se golpeó la frente contra la mesa y le dio a Andy su primer consejo: no vayas a Pizza Planet con tu mamá, ni tu hermanita.

La secundaria mejoró con Sid de su lado. Sid le enseñó a Andy a vestir con pantalones más holgados y playeras con diseños, y le dijo cuáles eran los zapatos que debía rogarle a su madre para que se los comprara. Los chicos con los que Sid salía constaban en su mayoría de alumnos de séptimo grado que eran demasiado cool para Andy, pero lo toleraban porque siempre andaba con Sid. Andy se preguntaba todo el tiempo por qué Sid eran tan amable con él, pero todo lo que se le ocurrió fue que seguía agradecido en secreto por aquella noche en la que lo había dejado dormir en su cama. Cuando Andy pensaba en eso sentía algo pesado en su estómago, la misma sensación que tenía cada vez que veía a Sid soplar aros de humo. Sid fumaba, pero no tenía una novia, aunque una de las chicas con las que salía parecía sentirse atraída por él. Su nombre era Clay y utilizaba un delineador oscuro que ponía muy nervioso a Andy.

-¿Te gusta Clay?- preguntó un día Andy mientras caminaban de la escuela para sus casas. Al parecer el autobús era para perdedores.

-No,- dijo Sid sin dudarlo y Andy tuvo que evitar sonreír. Se sentía contento.

Sid seguía siendo un imbécil. Se burlaba de Andy por no saber nada de música hasta que un día lo llevó a su casa después de la escuela para ponerle algunas canciones. Le enseñó a Andy cómo descargar música gratis, y lo impresionó al mostrarle un sitio en donde podía ver películas que aún seguían en el cine.

-¿Pero esto no es igual que robar?- dijo Andy una tarde cuando ambos estaban acostados boca abajo sobre la cama mientras miraban la nueva película de James Bond en el portátil de Sid. El otro chico solamente soltó una risa. Andy había aprendido a dejar pasar algunos temas así que puso su barbilla sobre sus brazos cruzados, sintiéndose culpable mientras miraba a James Bond saltar de un yate en llamas.

-Cuando estés listo te enseñaré a descargar pornografía,- dijo Sid después de su último día de clases en sexto grado, Sid había aprobado de panzazo y Andy en el cuadro de honor.

-Que asqueroso,- murmuró Andy. En la escuela todo el mundo hablaba de porno, pero el sólo pensamiento hacía que Andy se sintiera mareado.

-Ya sabía que no estabas listo,- dijo Sid. Caminaban hacia sus casas, Sid hacia girar su encendedor entre sus dedos como un mago, siempre esperaba hasta estar lejos de la avenida principal para encender un cigarrillo.- Apuesto a que ni siquiera te masturbas.

-Cierra la boca,- dijo Andy. Sí lo hacía, de hecho, pero era algo tan reciente y privado que no quería discutirlo con él.

El séptimo grado fue mejor que el sexto, la jerarquía social se había restablecido. Andy seguía siendo amigo de Tim, pero Paul ya no le hablaba a ninguno de los dos, se había convertido en un drogadicto que salía con los de preparatoria los viernes por la noche. Tim había roto con su novia y había engordado más diez kilos. Casi siempre estaba deprimido y era muy molesto durante sus juegos de C&D.

-¿Por qué te juntas con Sid el perdedor?- preguntó Tim una noche cuando Andy se quedó a dormir en su casa dentro de una bolsa de dormir en el suelo de la habitación. Era una vieja bolsa de dormir con un Buzz Light Year impreso sobre ella, pero Tim jamás se burlaría de él por algo así.

-Sid no es un perdedor,- dijo Andy, aunque sabía que eso no era verdad. Sid fumaba, lo cual era estúpido, y la escuela no le importaba, lo cual le iba a costar muy caro. Ahora solamente vivía con su papá, su madrastra y Hannah los habían abandonado. Su casa nunca estaba limpia. En la escuela Sid era mejor visto que Tim y Andy, pero en la vida real estaba destinado a fracasar.

-Es un anormal,- dijo Tim.- Siempre está prendiendo fuego a las cosas, David Fincher me contó que el otro día le dijo a la profesora de matemáticas que se fuera a la mierda y lo suspendieron por dos días.

-Sí,- esa ya se la sabía Andy. La profesora de matemáticas era muy cruel con Sid; se había burlado de él por no ser bueno con los números, e hizo que los demás chicos se carcajearan en clase, ese día el regreso a casa no fue nada agradable porque Sid le dijo que quería quemar la escuela entera con esos estúpidos dentro.

-¿Y cómo fue que se hicieron amigos?- preguntó Tim y Andy sonrió en la oscuridad porque sonaba un poco celoso. Ahora Andy era oficialmente más cool que Tim, sobre todo gracias a Sid, pero también porque la cara de Tim estaba llena de acné.

-Éramos vecinos cuando éramos pequeños,- dijo Andy.

-Bueno, si sigues saliendo con él todo el mundo va a pensar que tú también eres un anormal.

-No me importa,- dijo Andy.- Que digan lo que quieran.

Aunque a decir verdad eso sí le preocupaba. Algunas veces Sid no parecía encajar en su vida en absoluto, a no ser que se tratara de estar ellos dos solos en la habitación de Sid después de la escuela, mirando el brillo de la pantalla de la portátil. Sid había robado casi todas las cosas que tenía, incluida la computadora y Andy se sentía incómodo cada vez que pensaba en eso, sintiéndose mal por las víctimas de los atracos de Sid. Andy era miembro del club de ciencias y jugaba en el equipo de basquetbol. Sid entornaba los ojos cada vez que Andy hablaba acerca de sus actividades extracurriculares. A Andy le gustaba jugar verdad o reto con sus amigos de C&D y algunas veces le tocaba besar a alguien. A Sid jamás le había gustado eso, sus juegos siempre terminaban con Andy tirado en el suelo debajo de él mientras reía malignamente.

-¿Te acuerdas cuando jugábamos al doctor?- preguntó Andy una tarde dentro de la oscuridad en la habitación, sus sombras se proyectaban en la pared mientras Sid buscaba videos en YouTube de gente que hacía bombas caseras.

-Sí,- dijo Sid, murmurando con los ojos pegados a la pantalla. Andy se acostó de lado y apoyó su mejilla en su mano, estaba aburrido de los videos y también por la escuela. Cerró los ojos y se maravilló ante el hecho de que estaba aquí con su tormento de la infancia, quien de alguna forma se había convertido en su mejor amigo. Se quedó dormido pensando en sus viejos juegos de niños, al doctor, cuando Sid lo obligaba a aguantar la respiración, y también la prueba del umbral del dolor, que era cuando Sid lo ponía boca abajo y le torcía los brazos en la espalda hasta que empezaba a gritar. Cuando abrió los ojos Sid lo estaba mirando fijamente, sus párpados estaban entrecerrados como si fuera un villano calculador. Estaba mordiendo su labio inferior, y al parecer estaba perdido en sus pensamientos, así que se sobresaltó un poco cuando se dio cuenta que Andy estaba despierto.

-Te quedaste dormido, estúpido,- dijo Sid y desvió la mirada hacia la laptop, que ya tenía activado el salvapantallas.

En octavo grado el hueco entre Sid y Andy se amplió. Andy se había vuelto menos escuálido y torpe que el año anterior y ahora comenzaba a llamar la atención de las chicas. También había hecho más amigos, chicos de su equipo de basquetbol que tenían la esperanza de entrar al torneo regional la siguiente temporada. Sus calificaciones eran buenas y le gustaba ver la televisión y comer helado con su mamá y su hermana los viernes por la noche. Sid había comenzado a drogarse con Paul y su pandilla los viernes después de la escuela.

Para el Día de Acción de Gracias Andy había dejado de caminar a casa junto con Sid y en su lugar ahora tomaba el autobús escolar donde él y sus amigos eran los reyes, ocupando los asientos traseros y riendo acerca de las cosas que habían ocurrido durante el día. Andy había comenzado a salir con una chica llamada Simone, la cual era muy bonita, pero le tenía miedo así que tartamudeaba siempre que estaban a solas y nunca la besaba. La única parte divertida de tener novia era cuando la tomaba de la mano mientras todos esperaban en la parada del autobús al final del día. Andy se sentía envidiado y cool, y también le gustaba porque no tenía que hablar con ella; solamente se reían de las cosas que decían sus amigos.

Un par de días antes de navidad Andy se despertó temprano y bajó las escaleras en pijama para jugar videojuegos en la sala, la nieve caía afuera y la casa se sentía acogedora con el calor. Escuchó voces en el vestíbulo y se imaginó que era su madre hablando con un técnico o algo así. Cuando llegó al pie de las escaleras saludó a su madre y al hombre con el que estaba hablando, pero detuvo sus pasos cuando notó que ambos se habían quedado en silencio y que lo miraban fijamente. Se dio la vuelta hacia ellos y una sensación escalofriante le recorrió el cuerpo.

-Andy,- dijo el hombre, y ahí fue cuando Andy se dio cuenta de que era su padre.

Tuvieron una conversación incómoda en el vestíbulo. ¿Cómo le iba en la escuela? Bien. ¿Practicaba algún deporte? Sí, basquetbol. ¿Todavía conservaba a ese vaquerito al que tanto amaba? Sí. Woody había sido un regalo de su padre, el último regalo de cumpleaños que él le había hecho. Su madre se quedó a su lado mientras hablaban, con rigidez. Andy sabía que estaba molesta, que su padre no debería estar ahí, pero que no diría nada en frente de él.

Mientras su padre tenía una reunión igual de incómoda con su hermanita, la cual no tenía ningún recuerdo de él, Andy entró a su habitación y se vistió con un abrigo y botas, y se puso un gorro y una bufanda. Tenía que escaparse antes de que su madre lo acorralara y lo obligara a hablar de sus sentimientos, o cualquier cosa. Su corazón había estado latiendo con fuerza desde que había hablado con el hombre de abajo, y sintió que iba a vomitar cuando se preguntó lo que significaba esta repentina aparición, si ahora tendría que visitarlo los fines de semana, o si tendría que fingir que amaba a ese extraño que los había abandonado. Salió por la ventana y saltó del techo tratando de ser tan sigiloso como pudo, la nieve amortiguó su caída en el patio.

Tenía lágrimas congeladas en los ojos cuando llegó a la casa de Sid, y la nariz roja por el frío. Nadie tocaba nunca a la puerta de la casa, así que Andy no se molestó en hacerlo. Sacó la llave escondida de debajo del tapete y entró, subiendo las escaleras sigilosamente hasta la habitación de Sid. No habían hablado en más de un mes, pero Andy creía que Sid le debía una.

-¿Sid?- susurró mientras empujaba la puerta de la habitación. Sid estaba acostado, se dio la vuelta hacia la pared debajo de un montón de sábanas y se quedó dormido otra vez. Andy cerró la puerta detrás de él y se limpió la nariz y los ojos con los guantes, y luego se los quitó junto con las botas, el abrigo y la bufanda. Se dejó el gorro bordado y se subió a la cama al lado de Sid, con su pijama puesta.

-Despierta,- susurró Andy moviendo el hombro del chico. Sid se puso boca arriba y lo miró enojado, y Andy se arrepintió de su decisión por un momento. Sus rasgos se suavizaron cuando sus ojos se enfocaron en Andy y después se volvieron a endurecer. Andy comenzó a sollozar y Sid suspiró.

-¿Qué demonios te pasa?- dijo Sid.

-Mi papá,- dijo Andy. Sid se hizo a un lado como si no necesitara escuchar nada más y levantó las sábanas para él. Andy dejó que las lágrimas mojaran su cara mientras se metía debajo de las mantas, el calor atrapado debajo de ellas le hizo pensar en la hibernación y en osos durmiendo todo el invierno. Eran las mismas sábanas sucias sobre las que se había acostado por horas después de la escuela, y el ligero olor a polvo de ellas fue tremendamente consolador mientras enterraba su cara contra el pecho de Sid y lloraba duro, sintiendo que su maldito corazón se despedazaba y manchaba todo, mientras Sid envolvía sus brazos alrededor de su cuerpo.

-Solamente se apareció como si…- dijo Andy ahogadamente antes de romper en lágrimas de nuevo. Sid le puso una mano sobre la nuca, mientras con su otro brazo le apretó la cintura.

-Que se vaya a la mierda,- dijo Sid.- En cinco años olvidaremos que alguna vez existieron.

-Debí haberme quedado,- dijo Andy.- Molly… pobre Molly, ella ni siquiera lo conoció.

-Cálmate,- dijo Sid, su pulgar acariciaba la nuca de Andy.- Estarás bien.

-Y te extraño un montón,- lloró Andy, todo brotaba por su boca, como agua. Sid soltó una risa.

-Jesús, Andy,- dijo.

Andy dejó de hablar entonces, avergonzado por su confesión y por su llanto. Claro, Sid también había llorado en su brazos, pero en ese entonces eran unos niños. Andy no podía imaginarse verlo llorar ahora. Se sorbió la nariz y se retorció para tenerlo más cerca, empujando una pierna entre las de Sid, que estaban desnudas. Sid dormía con bóxers y una camiseta, y Andy trató de evitar pensar en lo bien y cálido y seguro que se sentía, pero fue imposible. Cerró los ojos y dejó escapar su aliento contra la camiseta de Sid, que estaba muy húmeda por sus lágrimas.

No quería quedarse dormido, pero estaba muy cómodo, y el latido del corazón de Sid se sentía como una canción de cuna. Cuando abrió los ojos sus labios sabían salados y sus pestañas estaban pegadas. Sid parecía muy despierto, y se hizo para atrás un poquito cuando Andy se frotó los ojos.

-¿Qué hora es?- preguntó Andy. Estaba muy oscuro dentro de la habitación. A través de las cortinas cerradas solamente entraba un tenue resplandor grisáceo.

-Es casi medio día,- dijo Sid.

-Mierda.- Andy se sentó. Su madre debía estar preocupada, y Molly en pánico. Su padre se debía sentir rechazado, y Andy sabía que eso no debería importarle, pero sí.- Tengo que irme.

Sid no dijo nada. Andy salió de debajo de las sábanas. Temblaba mientras se vestía con las botas y el abrigo y al final los guantes y la bufanda. Se dio la vuelta hacia Sid, quien lo miraba desde la cama.

-Gracias,- dijo Andy, y se sonrojó.

-¿Por qué? Yo no hice nada.

Andy entornó la mirada. Por unos segundos se quedó de pie a la mitad de la habitación mirando sus zapatos.

-Supongo que te veré después,- dijo cuando no se le ocurrió nada más.

-Lo que tú digas,- dijo Sid y se dio la vuelta hacia la pared. Andy quería gritarle para que dejara de actuar así, pero sabía que Sid nunca iba a cambiar. Salió por la puerta principal de la casa, y mientras caminaba los copos de nieve se sintieron crueles como nunca contra su cara. Se imaginó a Sid acostado debajo de las sábanas en su cama y se preguntó si había vuelto a quedarse dormido. Probablemente se había quedado acostado, mirando enojado el techo. Andy quería regresar con él, pero no sabía qué era lo que haría o diría si lo hiciera, así que continuó caminando, cerrando los ojos cuando una ráfaga de viento le azotó la cara y el hielo de los árboles lo golpeó como piezas de cristal roto.

El papá de Andy desapareció de nuevo cuando la época navideña terminó. Molly le escribió un par de cartas que él nunca contestó, pero Andy ni siquiera se molestó. Fue muy amable con su mamá por un rato, e incluso fue educado con su novio, un idiota llamado Steve.

Las clases volvieron a comenzar, y en lugar de ir a la parada del autobús, Andy esperó a Sid en donde siempre solían verse antes de la escuela. Cuando Sid no se apareció Andy supuso que había llegado tarde o que tal vez Sid se estaba saltando las clases. Caminó a la escuela solo, pateando la nieve sucia. Había pensado un montón en Sid durante las vacaciones. En la noche, dentro de su cama, imaginaba que Sid estaba ahí con él, debajo de las sábanas.

Esos sentimientos le parecieron espeluznantes y peligrosos, y Andy trató de deshacerse de ellos. Al día siguiente ya no volvió a esperarlo, así que volvió a tomar el autobús, y trató de besar a Simone por primera vez. Fue torpe y raro. Esa misma noche metió una mano debajo de sus calzoncillos, pero no pensó en ella o en ninguna chica. Pensó en el peso de Sid encima de él, en que cuando eran niños le parecía la cosa más pesada del mundo, y también pensó en sus ojos oscurecidos cuando sonreía. El nombre de Sid escapaba siempre de sus labios cuando terminaba, pero tan pronto como acababa se sentía culpable y raro y trataba de convencerse de que jamás volvería a pensar en él de esa manera.

En octavo grado las cosas se pusieron serias porque todo el mundo se preocupaba por entrar a la preparatoria. Andy rompió con Simone en la primavera, cuando decidió que necesitaba pasar más tiempo practicando basquetbol. Ninguna de las chicas de su grupo de amigos le habló por un tiempo, pero eso no le importaba. Fue un alivio cuando Simone comenzó a salir con alguien más, porque todo el mundo pareció olvidar que ella alguna vez había sido su novia.

Algunas veces veía a Sid en los pasillos, usualmente iba con sus amigos, y sonreía malignamente cada vez que lo miraba. El pecho de Andy se apretaba cada vez que sus ojos se conectaban y pensó que se estaba comportando como un imbécil por evitarlo todo el tiempo. Tal vez a Sid ni siquiera le importaba. Al menos actuaba como si no le importara, porque sus ojos evitaban los de Andy cada vez que se encontraban.

Fue un alivio alejarse de la escuela cuando llegó el verano. Andy se pasaba la mayor parte del tiempo con su amigo Brian, quien estaba obsesionado con el basquetbol, y con Tim, quien estaba obsesionado con la pornografía. Él fue el que terminó por enseñarle a Andy a buscar pornografía en internet. La mayoría hacía que Andy se sintiera mal del estómago, y la evitaba hasta que se sentía desesperado por descargarse con algo que no involucrara a Sid, la mesita en su patio, el olor de la tierra y el sonido de las hojas púrpuras cuando las agitaba el viento.

Un día iba paseando en bicicleta cuando se encontró con Sid, que estaba caminando por el vecindario sin rumbo aparente, parecía colocado. Sonrió cuando vio a Andy y entonces saltó frente a él, obligándolo a frenar rápidamente.

-¿Qué onda, tarado?- preguntó Sid. Sus ojos estaban rojos y desenfocados.- ¿Disfrutando el verano?

-Sí,- dijo Andy entrecerrando los ojos.- ¿Qué onda contigo?

-¿Eh? Ah, nada, es que estuve fumando con George Martin.

-George Martin va a la prepa.

-¿Sí? ¿Y qué? Ya sabes que siempre fui adelantado para mi edad.- Sid sonrió perezosamente y Andy se hizo para atrás.

-¿Eso qué significa?- preguntó sonrojándose.

-Nada, olvídalo.- Sid caminó hacia la acera y se sentó en la cubierta de una alcantarilla, se frotó los ojos y bostezó. Andy sabía que debía irse, pero no quería alejarse de Sid, y probablemente nunca sabría por qué. Dejó caer su bicicleta sobre el césped y se sentó a su lado, sin mirarlo. Ambos observaron la casa que estaba al otro lado de la calle.

-No deberías fumar con George,- dijo Andy, aunque sabía que Sid solamente se burlaría de él. Uno de sus zapatos deportivos estaba desatado, y Andy deseaba con toda su alma arrodillarse y atarlo para que no tropezara. Sid gimió y frotó los talones de sus manos en sus ojos.

-George es un pendejo,- murmuró Sid, y algo acerca de esa confesión hizo reír a Andy. Sid le sonrió como si estuviera contento de que hubiera entendido su chiste.

-Todos mis amigos son unos pendejos,- dijo Andy, tal vez solamente para impresionarlo, aunque había pensado en eso todo el verano.- Mi amigo Brian piensa que es Kobe Bryant o algo así, y es muy engreído. Cada vez que yo anoto puntos actúa como si solamente hubiera tenido suerte, y tampoco me mira a los ojos hasta que me quita la pelota. Y Tim, dios, Tim es un desastre. No sabe nada de sexo y siempre está hablando de eso como si fuera un experto, es asqueroso.

Sid se echó a reír, dejando que su hombro chocara contra el de Andy, lo cual hizo que Andy se sentara más derecho, aunque no se alejó. Sid también era un desastre, pero había algo más honesto en él que cualquier otro chico que Andy hubiera conocido.

-A nadie le gusta jugar tus juegos inocentes, ¿verdad, Andy?- dijo Sid.- Mierda, de verdad eres especial. Nadie es lo suficientemente bueno para ti.

-Vete a la mierda, eso no es lo que quise decir.

-Entonces vamos a jugar, Andy, ¿quieres jugar conmigo?

-¿A qué?- preguntó Andy, su corazón latía rápidamente. Podía oler el sudor de Sid y sentir el calor de su piel a través de su playera. Patéticamente esto era la cosa más emocionante que le había pasado en meses.

-Se llama gay chicken,- dijo Sid.

-¿Qué demonios es gay chicken?- preguntó Andy. La primera era una palabra que no estaba dispuesto a aplicarse a sí mismo todavía. Y con la segunda se imaginaba a ese estúpido baile que hacían las personas cuando te llamaban cobarde.

-Es cuando actuamos como si nos fuéramos a dar un beso, pero el que se aparte primero pierde,- dijo Sid.

-Eso es estúpido,- dijo Andy. Bajó la mirada hacia sus manos.

-Dices eso porque sabes que vas a perder, porque eres una pequeña e inocente flor.

-¡Eso no es ciertoǃ- Andy lo miró enojado, estaba a punto de decirle que ahora se masturbaba casi todas las noches.

-Entonces hay que hacerlo,- dijo Sid, iba acercando su cara poco a poco.- Vamos a jugar.

-Bien,- dijo Andy y sus manos se convirtieron en puños. La calle estaba silenciosa y vacía y un aspersor se encendió a unos metros detrás de ellos. Los ojos de Sid estaban fijos en los de Andy como si este también fuera un concurso de miradas. Andy no parpadeó.

-¿Estás listo?- dijo Sid y se acercó más. Andy asintió, mirando los labios del otro chico, determinado a ganar. Se acercó más, a la misma distancia que hizo Sid. Ambos se miraron a los ojos antes de mirarse los labios otra vez. Sid se lamió los labios y Andy hizo lo mismo. Podía sentir el aliento de Sid, caliente contra su boca, y entonces los labios mojados del otro chico se presionaron contra los suyos, firmes y sin miedo. Andy también se empujó hacia adelante, cerrando los ojos fuertemente, con sus manos apretadas sobre sus rodillas. Sid lamió el labio inferior de Andy y la punta de su lengua se acarició contra la otra cuando Andy abrió la boca para soltar un grito apagado. Se apartaron, no mucho, y se miraron el uno al otro. Sid lucía tan sorprendido como Andy, sus ojos ahora se veían despiertos y claros.

-Creo que ganamos los dos,- dijo Sid. Andy asintió lentamente. Sus labios hormigueaban. Quería que Sid lo besara de nuevo. Se quedaron sentados ahí por un rato, quietos hasta que el sol los venció.

-¿Quieres ir a nadar?- preguntó Andy, desesperado por tenerlo cerca. Sid sonrió malignamente.

-No,- dijo.- ¿Quieres ir a mi habitación a coger?

-¡Noǃ- dijo Andy frunciendo el ceño.

Terminaron haciendo ambas cosas, nadar primero, luchando en el agua por una pelota de plástico en la parte poco profunda, luego caminaron a la casa de Sid en silencio, el sol los secó con las toallas enrolladas alrededor de sus hombros. La casa estaba vacía cuando llegaron y Andy estaba temblando cuando Sid cerró la puerta de su habitación.

-Está bien,- dijo Sid, y así era. Le agarró la cara mientras lo besaba, y retrocedió cuando notó que Andy se puso nervioso porque se estaban besando demasiado duro, y también porque tenía una erección debajo de su traje de baño. Todo lo que Andy podía pensar mientras Sid le lamía los labios era Esto es lo mejor que me ha pasado en la vida, ahora mismo, lo mejor, nada será mejor que esto. Su pecho era un manojo de nervios y era consciente de que estaba rasguñando las caderas de Sid, justo por encima del elástico de su bóxer.

-¿Qué quieres hacer?- preguntó Sid cuando recuperaban el aliento. Sus manos se deslizaron hasta los hombros de Andy y lastimaron las quemaduras de sol.

-¿Te q-quieres sentar encima de mí?- preguntó Andy y Sid sonrió.

Andy se pasó el resto de la tarde acostado sobre la cama, Sid sentado sobre sus caderas e inclinado sobre él para besarlo. Era como si hubieran estado practicando todo ese tiempo. Tal vez Sid lo había sabido desde hacía mucho, tal vez desde que eran niños, pero Andy no, y era difícil creer que había encontrado exactamente el lugar al que pertenecía: debajo de Sid, con su cabeza encuadrada por sus antebrazos, las manos de Sid en su cabello, su lengua metida en su boca y su abdomen presionado contra el de Andy. Andy fingió no darse cuenta cuando Sid se corrió dentro de su ropa interior, su cuerpo entero se tensó y soltó un gemido, con su aliento descontrolado. Andy lo abrazó fuerte y se preguntó si Sid también había fingido no darse cuenta cuando Andy hizo lo mismo dentro de sus calzoncillos.

♥♥

La letra al principio es de Sufjan Stevens en su canción ‘I Walked’. Creo que describe perfecto la relación entre Andy y Sid. Gracias por leer.


La Mala Educación (y 2)

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Si les soy sincero esta parte no iba a existir, pero ya saben que me encanta hacer sufrir a los personajes, y además hacía falta algo de sexo, ¿verdad? A todos nos gusta el sexo. Y pues bueno, la escribí con mucho cariño.

Muchas gracias por sus muestras de apoyo, pequeños seres, yo no sería nada sin ustedes.

~~~~~♥~~~~~

La Mala Educación

Por Chiclo Cherry

Parte II: Oh, cállate

~~~~~♥~~~~~

~~~~~♥~~~~~

Me tienes que amar y yo a ti, mi amor.

~~~~~♥~~~~~

En la preparatoria tuvieron que evitarse para que nadie los descubriera. No tenían razones para estar en los mismos círculos sociales, y Andy estaba seguro de que la gente notaría que tenían algo con tan sólo verlos a la cara si se sentaban juntos en la cafetería. Andy se estaba enamorando de Sid sin darse cuenta y Sid miraba a Andy de una manera que lo hacía enamorarse, como si se lo fuera a comer como postre. Después de la escuela, cuando Andy terminaba su entrenamiento de basquetbol y Sid el de natación, algo de lo que Andy lo había convencido, se iban a la casa de Sid, Andy le decía a su madre que estudiaba con sus amigos del basquetbol. Ella parecía saber que pasaba algo extraño con su hijo, pero sus calificaciones eran buenas y no regresaba a casa colocado como algunos de los chicos del vecindario, así que no se quejaba. Andy sabía que no le gustaría saber que estaba saliendo con el chico que una vez le había dicho que se jodiera cuando le preguntó si sus padres sabían que jugaba con fuegos artificiales.

La habitación de Sid era el lugar favorito de Andy en todo el planeta, su placer más culposo. La mayoría de los días ambos llegaban frescos por las duchas después de sus respectivas prácticas, pero algunas veces llegaban sudorosos. Y lo que hacían en la cama era aún más sucio. Andy siempre estaba tenso durante el día, especialmente por la presión de entrar a la universidad, los exámenes y los juegos de basquetbol, pero cuando estaba debajo de Sid se relajaba y se sentía blando, como si no tuviera huesos, reducido a jadeos y gimoteos, feliz de que alguien lo sostuviera. Le entregó a Sid su virginidad a unas semanas de iniciar su primer semestre en la preparatoria, ahí en la habitación, en una calurosa tarde de sábado, con las persianas cerradas para que no entrara la luz. A Andy no se le ocurrió que Sid también estaba perdiendo la suya hasta que lo sintió dentro de él, pegándose a su cuerpo tan duro que sus piernas temblaron.

-¿Te sientes diferente?- preguntó Sid, una vez que hubieron terminado. No había sido una tarde especial, en cualquier sentido; no era la noche de graduación o el cumpleaños de Andy o algo especial. Andy no estaba seguro de por qué había elegido ese día, excepto que había deseado hacerlo desde hacía algunas semanas y que no podía esperar más.

-Sí,- dijo Andy.- Más o menos. ¿Y tú?

Sid se encogió de hombros y sonrió. Se veía feliz, lo cual era muy raro ver si no era dentro de esa cama. Renunció al equipo de natación porque le pidieron que se levantara a las siete de la mañana los fines de semana para ir a las competencias, y también se saltaba la mayoría de sus clases. Todo el tiempo decía que quería abandonar la escuela y Andy le rogaba que no lo hiciera. No quería perder la única cosa en común que tenían aparte de pasar las tardes en su cama.

-¿Y a dónde vas a ir cuando entres a la universidad?- preguntó Sid una noche. Iban de camino a casa desde Pizza Planet, el cual todavía era su restaurante favorito en el pueblo. Sid iba conduciendo. Encendió un cigarrillo en la luz roja. Andy dejó de buscar una canción decente en la radio.

-A un lugar cerca de aquí,- dijo.

-¿Por qué?- preguntó Sid con tono de burla. Andy lo miró enojado.

-Ni creas que es por ti,- dijo, aunque sabía que Sid se daría cuenta de su mentira.- Mi mamá… ella necesita ayuda en casa con algunas cosas.

-¿Como qué?

-Como… mover cosas pesadas. No lo sé… yo… ¿por qué quieres saber a qué universidad iré?

-Porque me gustaría pasar el resto de mi vida follándote, si no te importa,- dijo Sid murmurando. Andy lo miró fijamente. Era por mucho la cosa más romántica que Sid le había dicho.

Regresaron a la casa de Sid para tener sexo, caminando sigilosamente al lado de su padre mientras atravesaban la sala y subían las escaleras. Estaba desmayado en el sofá, como siempre. Andy se preguntaba si él sabía de su relación; probablemente no, aunque varias veces lo había descubierto saliendo de la casa a escondidas y le había dedicado miradas ligeramente asqueadas. Era difícil saber si recordaba eso a la mañana siguiente.

-No puedes decir que no quieres montar mi verga por el resto de tu vida,- dijo Sid cuando estuvieron encerrados en su habitación, con Andy rebotando en su regazo, su cabeza echada hacia atrás y su verga dura contra la mano de Sid. Andy se rió y luego gimió, empalándose a sí mismo más duro, con sus nalgas chocando contra las piernas de Sid.

-Sí,- dijo Andy, dejando que su cabeza descansara sobre el hombro del otro chico cuando la echó hacia atrás.- Cada noche. Cada día. Oh dios, se siente tan bien, joder.

-Hazlo más rápido,- dijo Sid, sonaba orgulloso de sí mismo, y también extrañamente tierno. Su mano se movía sobre la polla de Andy con un ritmo exasperantemente lento, como si tratara de prolongar el momento para siempre. En respuesta Andy lo montó más rápido, gruñendo con cada empujón que daba hacia abajo, hasta que Sid se hartó de no tener el control y lo empujó hacia adelante sobre sus manos y rodillas.

-Ruégame,- dijo Sid, saliéndose de Andy casi por completo, pero manteniendo abierto el ano con la cabeza de su pene. Andy gritó frustrado, recordando sus juegos de interrogatorios y el talento de Sid para torturarlo.

-Te necesito, por favor,- dijo suavemente, humillado, con su cabeza baja entre sus hombros y su culo apretado alrededor de la polla, tratando de jalarla a su interior.- Por favor, Sid, por favor.

-Que buen chico,- dijo Sid, frotando la espalda baja de Andy y empujando su pene lentamente, demasiado lento. Andy trató de embestir hacia atrás, pero Sid lo agarró de las caderas y lo mantuvo quieto.- Quieto, pequeño chupapollas,- dijo y las manos de Andy apretaron las sábanas de la cama. Su cuerpo entero vibró con vergüenza; estar a la merced de Sid se sentía dolorosamente bien, como siempre. Apoyó su frente contra el colchón y se quedó quieto, sometido.

-¿Qué vas a hacer cuando te vayas a la universidad, eh?- preguntó Sid, metiendo y sacando su polla lentamente del cuerpo, deslizando el asta entre las nalgas.- ¿Cómo te las vas a arreglar sin mí? Porque yo no estaré ahí para cogerme a tu hambriento trasero. ¿Vas a dejar que tus compañeros te follen?

-No,- dijo Andy, la palabra salió de inmediato de su pecho, porque era verdad y él lo sabía.- Nadie… nadie me tocará si no eres tú…

-Dilo. Tu culo me pertenece, ¿verdad?

-Sí, sí, es tuyo, por favor, por favor…

-¿Quieres que te folle duro para que te quede claro que me perteneces?

-Sí, ah, por favor… ah.

Entonces Sid le dio lo que quería, se cogió a Andy tan duro que lo empujó contra la cama, provocando que moridera las sábanas para amortiguar sus gritos. Andy ni siquiera tuvo que masturbarse para venirse; Sid encontró su próstata y se frotó contra ella con la punta de su polla hasta que Andy estuvo reducido a un manojo desordenado, tomando la polla completa dentro de su cuerpo cuando se corrió. Sid no tardó mucho, se derrumbó sobre la espalda de Andy y amortiguó sus gemidos contra su hombro mientras bombeaba su semen dentro del cuerpo.

Se quedaron así por un rato después de terminar, era algo que normalmente no hacían. Sid ni siquiera se salió, solamente lamió la nuca de Andy como si fuera un tazón de leche. Andy se echó a reír cuando pensó en Sid con forma de gatito y el otro chico suspiró.

-Cuando éramos niños siempre fuiste la mejor parte de mi día,- dijo Sid.- No sabía por qué.

-¿Ya lo descubriste?- preguntó Andy, medio dormido sobre la almohada.

-La verdad, no,- dijo Sid y Andy se echó a reír. Sabía que para Sid las cosas tenían un significado diferente. Para él, Andy representaba la esperanza, una vida mejor que estaba al otro lado de la valla. Para Andy, Sid era alguien que necesitaba ser rescatado, atado a las vías de un tren de una vida que no iba a ningún lado. Tenía pesadillas todo el tiempo, en las que no llegaba a tiempo para cortar las cuerdas.

El último año de Andy en la prepa fue un desastre. Sid abandonó la escuela tres días después del inicio del quinto semestre. Tuvieron una pelea por eso, y Sid le dijo a Andy que ya no se metiera en sus putos asuntos. Andy lo llamó perdedor por primera vez en su vida, y por un minuto pensó que Sid lo iba a golpear, de hecho deseaba que lo golpeara, pero Sid solamente sonrió malignamente como si no le importara un carajo y se fue, encendiendo un cigarrillo. Andy regresó a su casa y lloró sobre su almohada hasta que su madre llegó y le acarició la espalda, su voz titubeaba mientras le rogaba que le dijera qué era lo que le pasaba.

-Es que creo que soy gay, o algo así,- dijo Andy, hablando contra la almohada, sollozando una vez que las palabras le salieron. Su madre lo siguió acariciando, tenía miedo de dar la vuelta y mirarla a los ojos.

-Ya lo sé, bebé,- dijo ella suavemente.- No te preocupes.

-Tú… ¿qué?- Andy se dio la vuelta y le dedicó una mirada traicionada.- ¿Cómo lo supiste?

-Eres demasiado lindo como para no tener una novia, Andy.- Su madre sonrió y le limpió las lágrimas de las mejillas, haciéndolo sentir como si tuviera cinco años.- Además, Molly te vio en Pizza Planet con tu novio.

-Él no es… yo…- tartamudeó Andy, y trató de recordar cualquier cosa que hubiera hecho en público con Sid. Tal vez era obvio cuando los veían juntos, por la forma en que se miraban. Sus ojos volvieron a escocer, pero trató de evitar las lágrimas.- Ha terminado conmigo,- dijo Andy, deseando no tener esta conversación con su madre, pero no había nadie más con quien pudiera hablar.- Eso creo.

-Lo siento, querido.- Su madre lucía como si estuviera tratando de decidir si preocuparse por él o no.- Bueno… pronto será tu graduación, te irás a la universidad. Tal vez era lo mejor. ¿Y de todos modos quién es ese chico? Molly me dijo que se veía muy… rudo.

-Él… no es nadie. Hoy abandonó la escuela. No tiene familia, ni metas, ni escrúpulos. Es un ladrón y un bruto.- Las lágrimas volvieron a anidarse en sus ojos, pero los cerró con fuerza.- Y lo amo. Es estúpido, lo sé.

-Wow,- dijo la mamá de Andy, y se sentó derecha con las cejas levantadas. Tomó un profundo suspiro y deslizó un brazo alrededor de los hombros de su hijo.- Andy… oh. Odio no haberme dado cuenta de que estabas pasando por todo esto tú solo. Sabes… sabes que yo conocí a tu padre cuando estaba en la preparatoria, ¿cierto?

-Sí, ya lo sé,- esnifó Andy, limpiando su nariz con el dorso de su mano.

-No es el momento ideal para enamorarte. Sigues siendo muy inmaduro y todo te parece muy emocionante, y eso podría eclipsar tu juicio. Siempre me sentiré feliz de haber conocido a tu padre, porque nacieron tú y Molly, pero desearía haber sido más lista al decidir a quién le regalaba mi corazón. Sólo… ten cuidado, bebé. Es bueno que hayas reconocido los defectos de ese chico. Y probablemente lo mejor es que hayan roto, aunque te duela mucho. Ahora te puedes concentrar en las solicitudes para la universidad y en tus exámenes finales, en el basquetbol, y en otras cosas que sean importantes para ti. ¿Vale?

-Vale,- dijo Andy miserablemente. Puso una cara feliz para su madre, para que se fuera y lo dejara solo y entonces volvió a desplomarse sobre su almohada, haciendo una mueca de dolor al recordar lo que le había dicho a Sid. Trató de convencerse de que su madre tenía razón, pero no podía imaginar su vida sin él, sin esas tardes en su cama, jadeando, sudorosos, colapsando sobre las sábanas; sin la manera en que Sid lo abrazaba vagamente cuando dormían juntos. Pero si todo lo que tenían en común era el sexo, lo mejor había sido terminar. Aún así, Andy sentía como si hubiera un agujero en su pecho, que le hacía querer arrastrarse hasta los pies de Sid y rogarle que lo perdonara, pero tenía miedo de que solamente se burlara de él y lo rechazara.

No fue difícil evitar a Sid ahora que había abandonado la escuela, y Andy hizo todo lo que pudo para no pensar en él, pero no lo logró. Lo extrañaba tanto que era como si arrastrara algo muy pesado detrás de él todo el tiempo, algo que lo hacía sentir lento e inútil. Dejó de salir con sus otros amigos y comenzó a pasar todo el tiempo en su casa, alternando su tiempo entre sus estudios y mirando pornografía en su computadora, con apatía. Después de la práctica de basquetbol, en lugar de ir a la casa de Sid, se acostaba en su cama y escuchaba música hasta la hora de la cena, cada canción le recordaba a él. Algunas veces se bajaba la ropa y se masturbaba, imaginando que la mano sobre su polla era de Sid, pero era incapaz de imitar sus caricias, lentas y duras. Se follaba a sí mismo con sus dedos, frustrado hasta el llanto porque no se sentían tan bien como la polla larga y dura de él. Extrañaba las manos de Sid sobre sus caderas cuando se lo cogía.

Extrañaba el sexo, pero también echaba de menos las miradas a escondidas que se dedicaban cuando se encontraban en los pasillos de la escuela, el pecho de Andy se apretaba con una presión dulce por su secreto. Echaba de menos ver películas en el portátil, mientras estaba acostado a su lado y él lo alimentaba con Skittles. Echaba de menos la forma en que Sid lo miraba, como si pensara que Andy era divertidísimo, pero también asombroso, algo que valía la pena mirar. Comenzó a sentirse más y más hueco, anhelando escuchar su risa sardónica y sus comentarios irreverentes, el olor de las sábanas de su cama, y el áspero nacimiento de su barba frotándose contra sus testículos cuando los labios de Sid llegaban a la base de su polla.

Una noche, unas semanas antes de las vacaciones de invierno, Andy fue a una fiesta organizada por uno de sus compañeros del basquetbol. Los papás del tipo no estaban en el pueblo. Llevaron un barril de cerveza, licor y un montón de marihuana. Andy no quería quedar en ridículo al tratar de fumar, así que solamente bebió vodka, porque combinaba muy bien con el Sprite. Un par de horas después estaba borracho y solo en el porche trasero, la nieve caía en copos patéticamente pequeños mientras marcaba desde su celular el número de Sid.

-¿Sí?- dijo Sid cuando contestó y eso tomó fuera de guardia a Andy. Había ensayado en su cabeza el mensaje de voz que le dejaría, no esperaba que le contestara.

-Hola,- dijo Andy, arrastrando sus palabras.- Soy yo.

-No me digas. Vi tu nombre en el identificador de llamadas.

Al saber eso Andy se sintió aun más sorprendido de que le hubiera contestado. Tal vez Sid no estaba tan enojado como pensaba. Se sentó en un escalón de madera en silencio, su boca se abría y se cerraba mientras decidía qué decir.

-Ya recibí mis cartas de aceptación a la universidad,- dijo Andy, esperaba que no sonara como si estuviera presumiendo.- Creo que voy a ir a la UCLA. Tienen un departamento de geología muy bueno. Y hay palmeras.

-Palmeras,- dijo Sid burlón.- Te felicito. ¿Pero a mí qué putas me importa?

-No esperaba que te importara,- dijo Andy, la ira que le había hecho llamarlo perdedor crecía en su pecho. Estaba harto de que lo rechazara, como si lo que habían tenido ya no significara nada para él.- Es que… pensé que te gustaría saberlo. Ya que estuvimos cogiendo por tres años.

-Fue un año nada más. No te la metí hasta hace un año, ¿recuerdas? Y solamente cogíamos. Tienes un culo muy bonito. Gracias por los recuerdos. Espero que te diviertas en las palmeras.

-Sid, espera,- dijo Andy, temeroso de que su voz se quebrara, pero solamente titubeó.- Yo… lo siento, quería que te quedaras en la escuela conmigo, pero actuabas como si no te importara lo que yo sentía…

-Sí, probablemente porque no me importa lo que sientas. ¿Ya terminaste?

Andy colgó, temblaba por el enfado. El patio estaba oscuro y tranquilo, la fiesta sonaba amortiguada dentro de la casa, era gente con experiencias adolescentes normales pasando un buen rato. Quería ser como ellos, quería regresar en el tiempo para evitar caer bajo el hechizo de Sid, deseaba que él nunca se hubiera deslizado a través de la tabla suelta en la valla, y que tampoco lo hubiera envuelto con su mundo jodido. Pensó en el Sid de nueve años y en lo que se habría convertido si Andy no lo hubiera dejado entrar en su habitación esa noche, entonces alejó esos pensamientos. Sid no lo necesitaba, solamente quería desquitarse, ya fuera maltratándolo o cogiéndoselo. Todo lo que deseaba era estar en la cima, y Andy era ideal porque siempre lo dejaba ganar.

Su último semestre en la preparatoria pasó muy rápido, e hizo todo lo que pudo para olvidarlo. Pero eso se volvió más difícil cuando una mañana Andy sacó la basura, con nada más que sus pantalones del pijama, y encontró a Sid ahí, vaciando la basura en un camión que aparentemente conducía él. Se miraron el uno al otro por un momento y Sid sonrió.

-Imaginé que esto era apropiado para mí,- dijo Sid levantando los brazos.- Probablemente es exactamente lo que tú pensaste que terminaría haciendo.

-¿Qué…?- dijo Andy suavemente, más despierto y con la bolsa en su mano. Sid se veía diferente, su cabello era más largo y su barba más espesa. Incluso se veía más alto. Llevaba puestos unos visores oscuros y unos audífonos muy grandes alrededor de su cuello.

-Yo me llevaré eso, señor,- dijo Sid, dedicándole a Andy una sonrisa sabihonda mientras le arrancaba la bolsa de basura de las manos.- No es obligatorio dar propinas, pero son bienvenidas.

Lanzó la bolsa dentro del camión, y presionó un botón para que la compactara. Andy estaba anonadado y lo miraba fijamente. Algo acerca de la vestimenta de Sid, con sus mangas cortas y guantes pesados, lo hizo sonrojarse.

-¿Por qué estás todo serio?- preguntó Sid, agitando una mano frente a la cara de Andy.- ¿Te sorprende verme aquí?

Sid no parecía avergonzado, de hecho se veía más feliz de lo que Andy había visto en años, sin las frustraciones de la escuela, ni los profesores que lo presionaban todo el tiempo, y sin Andy a su lado, quien le aventaba sus logros a la cara. Andy creía que ya lo había superado, pero de repente se sintió desesperado por él, incluso con el apestoso camión de basura cerca de ahí.

-Me alegra que estés bien,- dijo Andy.- No había sabido nada de ti.

-Es difícil creer que haya sobrevivido sin ti, ¿verdad?- dijo Sid, de broma, empujó sus visores sobre su cabeza y mostró sus ojos. Eran tan oscuros y fríos y desinteresados como siempre, pero ahora había calma en ellos y Andy no podía creer lo mayor que se veía.

-La escuela no es divertida sin ti,- dijo Andy, aunque en realidad había querido decir que la vida no era divertida sin él.

-Sí, pues ya qué,- dijo Sid. Pareció perdido por un momento, como si no hubiera esperado que Andy fuera tan amable con él. Andy estaba medio despierto, y demasiado sorprendido por encontrarse con él como para mostrarse a la defensiva.

-Me tengo que ir,- dijo Sid, señalando el camión.- La basura no se recoge sola.

-Sid.

-¿Qué?

Andy solamente se quedó de pie con su boca abierta. Vio como los ojos de Sid inspeccionaron su cuerpo por tercera vez y recordó que estaba medio desnudo. Se sonrojó y cruzó sus brazos sobre su pecho, Sid sonrió malignamente.

-Te ves más grande,- dijo Sid. Andy se sorprendió; no había notado ningún cambio en su cuerpo en los últimos seis meses.

-También tú,- dijo Andy. Sid soltó un bufido y caminó hasta la puerta del conductor.

-Siempre me he visto mayor, a comparación de ti,- dijo Sid.

Andy quería contestarle algo como sí, pero seguías siendo virgen hasta que llegué yo, pero no se molestó. Sid se subió al camión y Andy lo observó alejarse hasta la casa de su vecino. Era extrañamente fascinante. Sid volteó a verlo y se echó a reír cuando vio que Andy lo miraba.

-¿Te emocionaste mucho al verme, o qué?- dijo Sid en un grito, agitando su cabeza.

Andy agitó su mano para despedirlo y caminó hacia su casa, su cara quemaba. Una vez dentro corrió hacia su habitación, ignorando a su madre cuando le dijo que el desayuno estaba listo, cerró la puerta con seguro y se bajó los pantalones del pijama, arrodillándose sobre su cama. Se inclinó hacia adelante, con su cabeza apoyada sobre el colchón, cerró los ojos fuertemente, apretó los dientes y acarició su polla mientras imaginaba que Sid se lo follaba y que sus manos ásperas lo agarraban de la cintura para que no se moviera. Se corrió duro y rápido, amortiguando sus gemidos sobre el colchón mientras se desplomaba sobre él, jadeando. Odiaba ser su esclavo, pero no podía negarlo. Deseaba tanto a Sid que sus huesos quemaban. Le dio un golpe a su almohada para descargar su frustración, y abrió la ventana de su habitación para escuchar el sonido del camión de la basura.

El resto del año escolar se sintió tranquilo, todo el mundo ya tenía planes hechos para la universidad. Andy terminó yendo a su baile de graduación con Simone, aunque fueron como amigos, y presentía que ella de alguna forma había descubierto que era gay. Sospechaba que mucha gente había notado que se veía a escondidas con Sid, y las chicas ya no lo perseguían. El baile fue divertido, pero todo se sintió muy vacío sin él. Andy se emborrachó en la fiesta que hubo después, pero no lo suficiente como para llamarlo, aunque se sentó en los escalones del vestíbulo para leer sus viejos mensajes de texto mientras los otros miraban Volver al Futuro en la TV, proclamando alcoholizados que era la mejor película de la historia. Para Andy todos parecían desesperadamente inmaduros, buena onda, pero nada interesantes. Caminó solo a su casa y se quedó despierto hasta el amanecer, mirando la ventana de su habitación y escuchando música, viejas canciones que Sid le había mostrado.

Durante el verano, cada miércoles por la mañana, Andy despertaba ante el sonido del camión de la basura, corría hacia la ventana y le daba un vistazo a Sid. Cada semana parecía ponerse más grande y más fuerte, levantando los cubos de basura al camión más fácilmente conforme los días pasaban. Normalmente iba escuchando música y fingía que tocaba la batería o la guitarra eléctrica, como si no recordara de quién era esa casa. Andy esperaba que él volteara hacia su ventana, tan siquiera para vislumbrar un destello de su vida, pero Sid solamente lanzaba la basura al camión sin dudarlo.

El día para empacar llegó, y Andy se sentía reticente, la vida en su casa parecía inacabada. Su madre le dijo que debía decidir qué hacer con sus juguetes, pero el sólo pensamiento de abandonarlos le hizo tener un retortijón tenso, aunque sabía que no tenía sentido llevarlos consigo; Molly ya no jugaría con ellos tampoco. Cuando abrió su cofre de juguetes para ver qué tiraría y qué pondría en el ático sintió una presión aplastante entre sus costillas. Habían pasado un millón de años desde aquellos días en los que se pasaba las mañanas perdido en su pequeño mundo, corriendo con sus juguetes en las manos por todo el patio, echando un vistazo a la tabla suelta que se dirigía al patio de Sid, con su corazón latiendo rápidamente mientras trataba de convencerse de que no era buena idea ir ahí. Recogió a Woody el vaquero y no pudo creer que iba abandonarlo en el ático; era demasiado deprimente. Su padre se lo había regalado unos meses antes de irse, y cuando se fue Woody se convirtió en algo sagrado, una pieza de su padre a la cual todavía podía aferrarse. Después Woody se convirtió en algo más, una especie de amigo que nunca lo decepcionaría como lo había hecho su padre.

Andy suspiró y puso a Woody en la caja de cosas que se llevaría a la universidad, no muy seguro de lo que su compañero de habitación le diría al ver al vaquero sentado en el estante, pero incapaz de abandonar a su amigo. Recordó la playera de Buzz Light Year que había utilizado en la secundaria y lanzó el resto de sus juguetes a la bolsa negra que dejaría en el ático.

Su madre sacó la bolsa pensando que era basura, y no le debió haber dolido tanto que lo hiciera, pero si, tal vez porque pensó que había sido Sid el que había desechado todos sus recuerdos de la infancia una vez más. Andy subió a su habitación y azotó la puerta, determinado a estar enojado con su madre y no con él. Otra vez había sido imprudente, y una vez más algo que había significado mucho para él había sido lanzado al bote de basura. ¿Qué importaba si esos juguetes no tenían lugar en la vida que le esperaba? Gimió y se sentó en la cama con la cabeza entre sus manos, resistiendo el impulso de sacar a Woody de la caja que estaba sobre el escritorio y abrazarlo para sentirse seguro. Estaba demasiado grande para ese tipo de mierda.

Andy terminó de empacar un día antes de irse a la universidad. Planeaba salir temprano al día siguiente porque eran doce horas de viaje hasta California, y quería que todo terminara de una vez. Encontró una caja llena con los juguetes que su madre pensó que había tirado y la culpa por haberlos llevado a la basura se alivió, Andy se sintió culpable ante el pensamiento de que su nostalgia le había impedido donar los juguetes a niños que de verdad iban a jugar con ellos. La idea de que solamente se llenarían de polvo en el ático era más depresiva que el sentimiento de pánico que tuvo al pensar que iba a abandonarlos en la casa, así que los llevó a una dirección que le dio su madre. Era la casa de una de las mujeres que trabajaba en la guardería. Andy pensó que los llevaría a su trabajo, pero le enseñó los juguetes a su hija así que estuvo seguro de que la niña se los iba a quedar, lo cual le parecía bien. Era adorable, y lista, y supo que sus juguetes se quedarían en buenas manos. Incluso Woody, que se había mezclado con los otros de alguna forma. Andy no estaba dispuesto a dejarlo, pero la pequeñita parecía conocerlo de algún lado y no tuvo el corazón para quitárselo. Sabía que solamente se llenaría de polvo en su dormitorio.

De todos modos dejarlos con ella fue difícil, era como si dejara toda su infancia atrás, pero sabía que era lo mejor. Encendió la radio y trató de encontrar una canción que no fuera triste, no quería recordar su habitación vacía. Terminó aparcado afuera de la casa de Sid, y sintió como si lo hubieran arrastrado ahí en contra de su voluntad, así había sido siempre con él.

Salió del auto, preparado para ser rechazado; se sentía un poco sensible por haber regalado sus viejos juguetes. El día era brillante y cálido y se sentía como si fuera el fin del mundo. Andy sabía que Sid era la última persona que lo consolaría, pero también era la única persona que sabía cómo hacerlo.

Tocó la puerta, ya no era bienvenido para entrar como si fuera su casa. No hubo respuesta, la calle entera estaba mortalmente silenciosa. Era más de medio día, y Andy se preguntó si Sid seguiría haciendo su ruta con el camión de basura o si estaba con sus amigos o follando con alguien en su habitación. Después de esperar por más de tres minutos una respuesta se dio la vuelta, sintiéndose deshecho y pequeño. La perspectiva de conducir solo hasta California lo hizo sentirse mareado.

-¿Sigues aquí?- gritó alguien mientras Andy caminaba por el torcido camino de entrada, se dio la vuelta y miró hacia arriba, entrecerrando los ojos ante la luz del sol hasta que se enfocaron en la ventana que estaba por encima de garaje. Sid tenía las persianas entreabiertas y lo miraba desde arriba desde su habitación oscura.

-Pensé que ya estabas de camino a California,- dijo Sid.

-Me voy mañana,- dijo Andy. Su pecho se tensó esperanzado. Quería estar dentro de esa habitación, en su oscuridad fresca, quería tener a Sid encima de él, que lo besara como si significara algo mientras la cama se desordenaba por sus movimientos. Esperó, sus manos se convirtieron en puños mientras Sid lo miraba fijamente.

-Te vas mañana,- dijo Sid.- ¿Entonces viniste por una cogida de despedida?

-Quería verte,- dijo Andy. No tenía nada que perder, se había quedado desnudo por el simple acto de regalar sus juguetes. Sid era algo que aún podía recuperar.

-Entonces ven aquí,- dijo Sid, suspiró como si esto fuera inesperado.- La puerta está abierta.

Andy entró, su visión se adaptó a la oscuridad mientras subía las escaleras. Nunca había una sola luz encendida dentro de la casa, y todo el lugar olía como a pizza y cigarrillos. Andy tenía miedo de que Sid oliera a basura, pero cuando abrió la puerta de su habitación le sonrió. Tenía olor a Fruit Loops y jabón, su cabello estaba húmedo como si acabara de salir de la ducha y se veía como si tuviera sueño. Se estaba subiendo la cremallera de los pantalones por encima de sus bóxers cuando Andy se quedó parado en la puerta mirándolo, pidiendo perdón con los ojos.

-Mierda, Andy,- dijo Sid, sonaba un poco impresionado.- Ven aquí.

Andy soltó un gemido, porque se dio cuenta de que pudo haber sido así de fácil desde el principio. Dio unos pasos al frente y envolvió sus brazos alrededor de los hombros de Sid, presionando su cara contra su cuello. Los brazos de Sid se apretaron alrededor de su espalda y uno de sus pulgares lo acarició por encima de la playera. Andy suspiró fuerte, sus últimas y miserables defensas se derrumbaron cuando estuvo pegado al otro cuerpo.

-Ha sido un día muy raro,- dijo Andy.

-Ha sido un año muy raro,- dijo Sid. Levantó una mano para acariciar la nuca de Andy.- ¿Sabes a lo que me refiero?

-Sí.- Andy se apartó y lo miró a los ojos, quería probar su aliento a Fruit Loops. Sid sonrió, parecía tranquilo, pero Andy podía sentir que sus manos temblaban.

-No debí haberme comportado como un idiota cuando dejaste la escuela,- dijo Andy.- Ahora te ves más feliz. Es que creí que te arrepentirías. Y sé que te vas a reír de mí, pero de verdad me importas, ¿vale?

Sid lo miró fijamente por un minuto, su cara era ilegible. Andy podía ver la líneas de bronceado que los visores le habían dejado en la cara, incluso aunque estaba muy oscuro.

-No me voy a reír de ti,- dijo Sid. Acercó su cara a la de Andy y le sostuvo la mirada por unos segundos antes de besarlo. Andy dejó escapar un suspiro que había estado aguantado por casi un año, y lo empujó entre los labios de Sid cuando se abrieron, antes de que sus lenguas se encontraran.

-Dios, sí,- dijo Sid, gimiendo y bajando una mano para apretar el trasero de Andy.- Sabes mejor de lo que recordaba.

Andy soltó un gemido, sin importarle lo patético que lucía; Sid siempre lo perdonaba por eso, incluso aunque lo molestaba por ser así. Se puso de puntitas cuando Sid comenzó a besarlo más duro, gruñendo con satisfacción. Andy se rió contra los labios de Sid cuando lo levantó del suelo y puso sus piernas alrededor de su cintura.

-Sí,- dijo Andy roncamente mientras Sid lo cargaba hasta la cama.

-¿Sí?- dijo Sid y se apartó para sonreírle malignamente.- A eso viniste, ¿verdad?

-Te necesito, por favor,- dijo Andy, quitándose la ropa cuando Sid lo dejó caer en la cama.

-Joder, eso ya lo sé,- dijo Sid, se veía un poco peligroso mientras se desvestía. A Andy no le importaba; quería todo, tan rudo como Sid quisiera dárselo.

Sid no perdió el tiempo en meter la polla de Andy dentro de su boca, el otro chico gimió y se agarró fuerte de la cabecera, y abrió las piernas de par en par cuando la barba incipiente rozó sus bolas. Había pasado demasiado tiempo, se iba a correr duro, sus manos se cerraron en el cabello de Sid. Sid dejó escapar la polla para arrastrar sus dientes a través del abdomen y de los pezones, provocando que la espalda de Andy se arqueara. Quería que todas las partes de su cuerpo estuvieran dentro de su boca caliente. Andy lo agarró de la cabeza y tiró de él para darle un beso. Ambos estaban jadeantes, hambrientos el uno del otro.

Andy acostó a Sid sobre la cama, sabía que lo dejaba hacer eso solamente porque anticipaba que le iba a hacer una mamada. Sid se había vuelto mucho más fuerte desde la última vez que habían follado. La polla de Andy estaba goteando solamente por la vista de su cuerpo, sus músculos se tensaban cuando gemía y sus piernas se abrían cada vez que se enterraba en la boca de Andy.

-Sí, joder, cómete mi verga,- dijo Sid, tomando un mechón de cabello.- Ahhh… Andy, por dios. Extrañaba ver cómo me babeabas, pequeño chupapollas.

Andy gimió alrededor de la erección, tratando de metérsela más adentro. Había pasado mucho tiempo, pero no había olvidado la sensación de la esponjosa cabeza frotándose contra su paladar hasta llegar a su garganta mientras el asta, gruesa y dura, le estiraba los labios. Le gustaba la forma en que Sid le jalaba el cabello, impaciente, las palabras sucias, la forma en que las caderas se levantaban del colchón, follando su boca, deseaba tenerlo dentro cuando Sid le sacó la verga de la boca.

-Te quiero coger,- dijo Sid, buscando el lubricante en un cajón, su veía un poco maniaco. Andy asintió y se acostó boca arriba, abrió las piernas y las sostuvo con sus manos, sus labios hinchados se abrieron cuando vio que Sid embarraba lubricante sobre su erección.

-¿Quieres que te dilate?- preguntó Sid, gateando sobre la cama.

-No-oh. Sólo métela. Duro, por favor, quiero que lo hagas duro.

Sid soltó un gemido, Andy amaba verlo descontrolarse por esto. Lo hizo lento al principio, deslizándose dentro del cuerpo y viendo como Andy cerraba los ojos fuertemente ante la sensación de ser estirado. Con sus pulgares Sid acariciaba los pezones mientras su espalda se arqueaba y soltaba un grito apagado. Agarró ambas manos de Andy y las sujetó por encima de su cabeza, se inclinó para lamer los pezones con su lengua mientras se hundía más y más profundo. Andy estaba fuera de sí, se sentía demasiado bien, con el empujón familiar, ser llenado, y gimió dentro de la boca de Sid cuando este le cubrió los labios con los suyos, besándolo como si fuera de su propiedad. Y Andy era de él, le pertenecía a Sid, era su juguete favorito.

-Joder, estás muy apretado,- dijo Sid, deslizando las palabras dentro de la boca de Andy.- Y muy caliente, Andy… nadie te ha follado aparte de mí, ¿verdad?

-No,- dijo Andy, mirándolo a los ojos mientras jadeaba.- Ya sabes que soy tuyo.

-Eres mío,- dijo Sid y volvió a besarlo, suspirando entre sus labios cuando comenzó a mover sus caderas. Ambos estaban sudando y se frotaban el uno contra el otro con facilidad, como si el tiempo no hubiera pasado, con los codos de Sid a los lados de sus orejas, y su boca hambrienta y húmeda que le hacía creer a Andy que se ahogaría. Y quería ahogarse, desaparecer dentro de esa sensación, sacudido por lo bien que se sentía ser follado de nuevo, tener a Sid palpitando dentro de él, cernido sobre él, observándolo desde arriba con sus ojos oscuros y posesivos, como si Andy fuera su prisionero.

-Tendrías que mirarte,- dijo Sid, sosteniendo la mandíbula de Andy con una mano y con la otra le jalaba el cabello para que su cabeza no se moviera de la almohada.- Estás todo sonrojado, y pecoso. Eres como un niño.- Lamió lascivamente sus labios, gimiendo como si no pudiera controlarse, y Andy se corrió cuando Sid deslizó una mano entre ellos para agarrar su polla. Sus dedos eran más ásperos de lo que recordaba, y se habían vuelto más fuertes durante el año que estuvieron separados, los ojos de Andy estaban goteando cuando su semen salpicó la mano de Sid y su estómago. Se levantó y tiró de él para llevarlo consigo, escondiendo su cara mojada contra un hombro cuando Sid se salió casi por completo y luego regresó súbitamente dentro de sus nalgas, llegando más profundo esa vez.

-¿Extrañaste mi semen tanto como extrañaste mi verga?- preguntó Sid, apenas podía articular las palabras y Andy podía ver que tenía los dientes apretados tratando de durar más tiempo, tratando de retenerse.

-Sí,- lloró Andy.- Por favor… córrete dentro de mí, ensúciame.

-Uuuhhh,- gimió Sid, sus caderas se movían frenéticamente ahora, y Andy sabía que lo estaba lastimando y que después le dolería mucho, pero no le importaba, solamente abrió más las piernas mientras Sid presionaba su cara contra su cuello.

-Eres un chico muy sucio,- dijo Sid con una sonrisa débil. Sus dientes se cerraron por encima de la clavícula cuando su orgasmo lo invadió, y Andy volvió a gritar. Envolvió sus brazos alrededor del cuello de Sid y sus piernas alrededor de la cintura, y escuchó a Sid jadear mientras bombeaba su semen dentro de su cuerpo, al tiempo que sus dientes resbalaban lentamente sobre la piel, mordiendo. Sid suspiró, levantó su cara y dejó que Andy deslizara sus dedos a través de su cabello, el cual colgaba en mechones húmedos por encima de su cabeza.

Sid parecía fuera de sí todavía, sus ojos seguían cerrados, y descansó una de sus mejillas contra una de Andy.

-Mierda,- dijo Sid, gimiendo la palabra, sonaba asombrado y muy cansado.

-Lo sé,- dijo Andy, y lo besó en una sien. Sid se agachó para lamer la marca de mordida que había dejado sobre la clavícula, Andy dejó caer su cabeza sobre la almohada al tiempo que cerraba los ojos cuando su piel comenzó a punzar. Era un dolor bueno, como el ardor en su trasero porque la polla de Sid seguía dentro de él.

-Eres un puto niño bonito,- murmuró Sid mientras lamía un sendero a través del cuello y a lo largo de la mandíbula. Sonaba un poco irritado, pero Andy lo tomó como un cumplido, sonrió perezosamente hasta que Sid encontró su boca y lo besó con una suavidad que sólo podía ser atribuida a su cansancio. Permanecieron así por un largo rato. En la mente de Andy estaban debajo de la mesa y las hojas púrpuras se movían como música en el viento. Quería hacer esto todos los días, ser reducido a un prisionero, hasta que la lengua de Sid lo calmara y lo regresara a la realidad, y que su polla se suavizara dentro de su culo abierto.

-Necesitas un corte de cabello,- dijo Andy cuando finalmente abrió los ojos, empujando el cabello de Sid detrás de su oreja. Sid sonrió, pero era una patética imitación de su acostumbrada sonrisa maligna, sin empeño. Sus ojos se conectaron y Andy pensó en lo que Sid le había dicho antes, que quizás esta era su última vez. Todavía no se había salido.

-No dejes que nadie juegue contigo en la universidad,- dijo Sid, su cara se puso seria y severa.- No dejes que los idiotas te molesten. Y por el amor de dios no utilices esa puta playera de Buzz Light Year.

-Ya no me importa,- dijo Andy.- Probablemente ahora perteneceré a los chicos cool, ¿no? Nostalgia, ironía, esas cosas les encantan.

-Tú nunca vas a ser buena onda, babas,- dijo Sid, seguía encima de Andy y ahora sonreía más genuinamente.- Siempre serás mi pequeño tarado.

-Entonces será mejor que vengas conmigo,- dijo Andy y su corazón comenzó a latir rápidamente.- Para evitar que me golpeen en el recreo. Ese tipo de cosas.

Sid soltó un bufido y se quitó de encima. Tanteó el alféizar de su ventana y maldijo cuando vio que su paquete de cigarrillos estaba vacío, lo lanzó al otro lado de la habitación. Andy se acostó de lado y miró fijamente a Sid, el cual miraba el techo mientras se quitaba el cabello de la frente. Metió un brazo debajo de su cabeza y su boca se torció como si estuviera evitando el impulso de decir algo.

-Lo digo en serio,- dijo Andy. Apoyó su cuerpo sobre un codo y deslizó una mano a través del pecho de Sid, era difícil creer lo fuerte que se había puesto y lo fácil que lo había levantado del suelo.- ¿Tienes dinero guardado? ¿De tu trabajo?

-Un poco,- dijo Sid. Se rascó un codo.- Pero es una tontería. No me puedo mudar al otro lado del país solamente porque tuvimos una buena cogida de despedida.

-No seas idiota,- dijo Andy. Agarró la barbilla de Sid y giró su cabeza, forzándolo a que lo mirara a los ojos.- Por favor. ¿No quieres escapar de tu padre?

-Claro que sí, pero…

-¿Pero qué? He hablado con el tipo que va a ser mi compañero de habitación, es de Ohio. Me dijo que va a llegar hasta el lunes, tiene un torneo de béisbol o algo así. Eso te da al menos tres días para encontrar un departamento. Te puedes quedar en mi habitación mientras buscas.

-Jesús,- dijo Sid, gimiendo y frotando sus manos sobre su cara.- Estás loco.

Sid soltó un bufido y volvió a mirar el techo, su boca seguía torcida. Andy besó sus labios cerrados y luego los lamió para persuadirlo de abrirlos.

-Ven conmigo,- dijo Andy.- ¿Por favor?- Recordó que había puesto a Woody en la caja que se llevaría a la universidad y la razón por la que lo hizo.- Quiero llevarme algo de aquí conmigo, algo que amo.

Sid lanzó su mirada hacia Andy, lucía como si lo hubieran abofeteado. El asombro escurrió por su cara y el corazón de Andy latió rápidamente dentro de su pecho. Nunca se había imaginado cruzar solo todo el país, ahora podía ver a Sid en el asiento del pasajero, con las ventanas abajo y un cigarrillo meneándose entre sus labios mientras despotricaba por los gustos musicales de Andy.

-¿Por favor?- dijo Andy de nuevo, frotando su pulgar a lo largo de la mandíbula de Sid. No quería cometer el mismo error que su madre, pero no quería vivir sin él, el último año había sido miserable, y una parte de él confiaba en que Sid jamás lo lastimaría. Esa era la razón de que se sometiera a sus juegos cuando era niño, porque le gustaba que Sid lo llevara hasta el límite, cuando su corazón palpitaba con fuerza y su respiración titubeaba, y luego lo dejaba libre. Por eso siempre regresaba por más.

-De verdad me necesitas un montón, ¿no?- dijo Sid.

-Sí,- dijo Andy. Cerró los ojos y descansó su cabeza sobre el pecho de Sid, la ansiedad que lo había estado retorciendo el último año comenzaba a desvanecerse mientras los dedos de Sid le acariciaban el cabello.- Necesito que me pongas las playeras al revés. Y que me enseñes a descargar porno. Cosas así.

Sid se echó a reír, y Andy pudo escuchar su alivio. Las persianas estaban un poco entreabiertas en la parte en la que Sid se había asomado para hablar con él, una delgada línea de luz se colaba a través del hueco, derramándose sobre el pecho de Sid y en el hombro de Andy.

-Vale,- dijo Sid. Se aclaró la garganta.- Si tanto me necesitas.

-Sí. Te necesito.

Se quedaron dormidos, Sid estaba cansado por levantarse temprano y Andy estaba emocionalmente marchito, aunque feliz porque al despertar sintió la suave piel de Sid y escuchó sus ronquidos. Le dio la vuelta sobre la cama y lo abrazó fuerte mientras dormía. En unas horas empacarían las cosas que Sid quisiera llevarse con él: la portátil y el reproductor de MP3, y tal vez un cenicero o dos. Andy estiró el cuello, echando un último vistazo a la habitación donde había perdido su virginidad y donde había tenido su primer beso real. Pensó en asomarse por la otra ventana para mirar la mesita donde solía jugar con Sid cuando eran niños, pero se quedó donde estaba, tenía miedo de verla mucho más pequeña de lo que recordaba. En su imaginación era un almacén abandonado o el consultorio de un doctor, un lugar lo suficientemente grande para esconderse, la primera habitación que compartieron.

~~~~~♥~~~~~

Finite Incantatem

~~~~~♥~~~~~

♥♥

En la última película de Toy Story el tipo que maneja el camión de basura es Sid. De ahí su trabajo en esta parte.

Mi más sincero agradecimiento a: juanluis19, issglam, elbotiija10, rodvzla, Pedro, Zoele, Ella, Greylook, Azure Flame, Mhinos y Dakota por sus comentarios en la parte anterior, y también gracias a los que leyeron y calificaron, me encanta que les haya gustado la primera parte. Les mando un beso y abrazo a todos, pequeños seres. <3

La letra al principio pertenece a Porter en su canción ‘Kiosko’. Porque es muy linda. Por….

Nota: “No enamorarse de un alumno”

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Me recuerdo que eran alrededor de las 7 de la noche, estábamos llegando a la Universidad, pero por alguna razón no podría dejar de pensar en Carlos, no podía sacarme de la cabeza aquel rose de labios, era demasiado para mí, temía de cómo interpretarlo, de que estaba haciendo y en que líos me estaba metiendo, y que estaba a solo centímetros de mí, cosa que me ponía aún más nervioso.

Al entrar por la puerta central, pude mirar el automóvil de subdirector de la escuela, esto no podía estar peor, desobedecí las reglas, me dijeron que no podía salir con Carlos a ningún lugar público, no tenía como inventar una excusa, no se encendía el foto de mi mente, estaba en blanco, no podía entender como las cosas pueden salir bien y mal a la vez.

Estacione el auto y ayude a bajar a Carlos, sus manos aun temblaban y sus mejillas se tornaban de color rojizo, lo cual me hizo sentirme un poco culpable, porque me estaba aprovechando de un muchacho de 19 años que no podía ver casi nada. No era ese el problema, tenía que seguir buscando la excusa más razonable posible.

-¿Qué paso aquí? –Escuche que dijo con voz alta y clara el subdirector. Me dejo completamente helado, no sabía que decir, las palabras sencillamente no salían de mi boca. Adiós trabajo.

-Lo que pasa es que me ardían muchos mis ojos y el profesor Alberto me llevo al oculista, espero y no sea una molestia, pero si me ardían demasiado. –Escuche que le respondía Carlos con voz segura mientras se tallaba con la mano su ojo, supongo que para echarle mas teatro a todo esto.

-No hay ningún problema, además tengo buenas noticias, lleve tus anteojos a oftalmólogo y me los dará en solo 3 días, pero no te preocupes, me dio unos de repuesto, no son los mejores, pero te servirán para ver un poco mejor, descuida, no dañaran tu vista. –Dijo el sujeto mientras colocaba en la cara del chico aquellos lentes nuevos.

Carlos no dijo nada, solo apuñalo un poco sus ojos, supongo que para adaptar la vista. Solo se quedó mirando por unos segundos la alarma contra incendios, y después me miro a mí, no puedo describir esa mirada, era demasiado extraña, pero a la vez me daba un aire de soledad, como un ‘No te vayas’, la cual, de nuevo, me hizo sentir esa extraña sensación.

-Me tengo que ir por ahora –Dijo el subdirector –Tengo una cena familiar y no puedo llegar tarde, mi hija está comprometida y ya saben, pero Maestro Alberto, como puede ver, su presencia ya no es necesaria, así que puede ir a disfrutar de sus vacaciones. –Subió a su coche y se fue.

Ya no era necesario guiar a Carlos hasta su cuarto, pero de todas formas, tenía que ir por mis cosas, lo cual no quería hacer, no quería despedirme, entre más tiempo pasaba con el me sentía de alguna manera, mas pésimo.

Carlos iba por delante de mí, así que abrió a la puerta de la habitación, entre tras suyo, y mire a un joven, él era atractivo y de piel blanca, no me fije mucho en él, pero se supone que no tenía que estar allí en ese momento. Estaba dormido, había cosas del tiradas por toda la habitación, lo más lógico, era un estudiante, pero aun no me cabía en la cabeza, que estaba haciendo allí, se supone que eran vacaciones.

-¿Me puedo ir con usted? –Me decía Carlos, parecía nervioso, era la presencia de aquel chico la cual lo ponía así, pero para mí mala suerte no podía llevarlo conmigo.

-Lo siento, no puedo llevarte conmigo, ya escuchaste al Subdirector, va contra las reglas ya ves mejor y no puedo hacer nada más por ti. –Le dije al niño, no quería decírselo, quería llevarlo conmigo, tener su compañía en mi casa de 4 paredes, en la cual no había chiste alguno.

Solo mi miro, no dijo nada, me dio mi pequeña mochila donde llevaba mis cosas y cerró la puerta. No dije nada, solo camine hacia la salida. No tenía por qué molestarlo, pero si me quede pensando en su extraña forma de comportarse cuando vio a aquel muchacho. No le di más importancia, podía perder mi trabajo y no era eso lo que quería ahora, no podía estar comportándome con un adolescente, tengo 42 años, una carrera hecha, y trabajo en una de las mejores escuelas del país. No puedo echarlo a perder todo.

Tenía que sacarme a ese muchacho de la mente, podía ir a la cárcel si se llegaba a saber algo de aquel beso que hubo entre nosotros, no podía dejarme, no puedo ser débil, estoy seguro que si lo veo una vez más, lo besare de nuevo, y tengo que evitarlo, será mejor alejarme por unos días no quiero meterlo y tampoco meterme en problemas.

Subí al auto, la mente no me dejaba en paz, no podía parar de pensar en él, soy débil, su mirada me pedía solo un día mas, no entendía que pasaba, pero no podía, sinceramente, no podía llevarlo conmigo, si algo mas pasaba podía ser el más grandes de los riesgos que podría pasar en mi vida. Arranque el coche, y me dirigí a casa, con la mirada perdida, perdí la noción del tiempo, solo llegue y me acosté en mi cama, hasta perderme en lo blanco del techo y quedarme dormido.

Escuche que mi celular sonó, eran alrededor de las 5 de la mañana. Me levante un poco aturdido de la cama, porque había dejado el celular en la mesa de noche. Cuando por fin pude tomarlo, sentía muchos nervios de tan solo pensar que era Carlos, pero al ver la pantalla me di cuenta que se trataba del Sr. Ramírez, el jefe de Rectoría.

Conteste, un poco desilusionado por que no se trababa de Carlos, pero eran buenas noticias, tal vez podría despejar mi mente por unos días.

-Bueno días maestros Alberto, hablo para comunicarle que usted ha sido elegido para representar a su institución en una Exposición de Técnicas en el extranjero, no aceptamos un no por respuesta, además tómelo como una excelente oportunidad de viajar en vacaciones… -Me decía un montón de cosas que no lograba entender, pero no estaba nada entusiasmado, pero quería tomarlo.

Acepte, no tuve problemas, no creo haber sido ‘Elegido’ más bien, fui el único profesor que no rechazo la oferta, ya sabrán, todos con sus familias como para tener un viaje de negocios donde no habría pago alguno, esos son mis compañeros de trabajo.

Eran alrededor de las 8 de la noche, me dirigí al aeropuerto para abordar mi avión hacia Inglaterra. Como sabrás, no dejaba de pensar en él. No me puedes negar que nunca has sentido esa sensación de extrañar a alguien. Te cuento, me gusta verlo por largos momentos, perderme en lo claro de sus ojos cafés, mirar su ropa desgastada y demasiado grande para él, su piel blanca y su cara cansada, no encontraba nada erróneo en su persona, me encantaba que no hablara mucho, que solo dijera escasa palabras, que cuando las pronunciaba pareciese que fueran tan profundas y claras como para entenderlas.

Sé que es un poco tonto decirte todo esto, pero no estoy seguro, él es, no sé, demasiado raro para mí, demasiado único, con una personalidad sin brújula apuntando hacia al norte, solo un espíritu libre que cuando tomo mis labios hizo explotar esa electrizante sensación en mi cuerpo.

Aborde el avión, no tenía el valor de irlo a ver a la universidad, sinceramente, me partía el corazón estar viendo su cara y sus ojos. Sé que fui un poco egoísta, pero lo hacía por el bien de los dos.

‘Solo quiero decirte que te estimo mucho, que me iré por unos días, no por que quiera si no por qué debo hacerlo, te quiero mucho, que no te sientas solo y que me disculpes por lo más que me porte al dejarte solo en esa habitación con aquel desconocido hacia mi persona. No me olvides, regreso pronto’ .Apague mi celular después de mandar ese mensaje y tome el vuelo, más de 2 semanas lejos de él y regresando solo dos días antes de clase

SEGMENTO: 3.O5

Londres no prometía mucho, era una ciudad hermosa, pero no podía disfrutarla, pensando en aquel muchacho que tan solo con 3 días de conocer me hacía hecho temblar por completo el mundo y mis piernas parecían demasiado débiles como para aguantarme.

De todas formas, ya me encontraba de regreso en la ciudad, ya no estaba lejos de él, estaba tan cerca como el principio, tenía que ir a verlo y saber que estaba bien, no recibir ningún mensaje de respuesta o algo que mostrara señales de vida me preocupaba. Tal vez estaba molesto por dejarlo así, tenía que remediar las cosas.

Me dirigí a la escuela, era viernes, lo más seguro es que la mayoría de los alumnos ya hayan regresado de vacaciones navideñas, aunque las clases empezaran el lunes, se tenía que regresar dos días antes. Me hubiera gustado regresar antes de Inglaterra para poder hablar tranquilamente con él, a solas, sin mucha gente.

-¿No esta Carlos? –Pregunte a aquel muchacho que supongo era el compañero de dormitorio, ese que estaba dormido la misma noche que me despedí de Carlos. Era un chico mucho mayor, supongo que de malas calificaciones, eso explicaba por qué estaba con él, típico, juntar a un alumno de excelente promedio como Carlos y a otro de muy bajo promedio para nivelarlos.

-No, no está, creo que fue a la biblioteca, pero no estoy seguro –Me decía el chico echando una mirada de ‘Me importa poco’ mientras cerraba la puerta del cuarto.

Me dirigí a la biblioteca, casi vacía, y lo busque en la sala principal, pero no estaba, tal vez buscaba un libro, así que decidí empezar a recorrer los más de 30 pasillos que formaban los estantes de los libros.

Estaba a punto de regresar a mi casa, no podía encontrarlo, hasta que casi hasta el final de los pasillos pude ver su silueta, su ropa hurgada y suelta, era el, pero estaba de espalda, parecía que hojeaba uno que otro libro al fondo, me acerque poco a poco, para que no se diera cuenta.

-Hola –Le dije en tono suave a la oreja-

-Me has metido un susto –Me contesto mientras volteaba su cara hacia mí.

-¿Qué te ha pasado? –Su cara tenía un moretón a un lado de la mejilla, casi por su ojo, y su mirada estaba perdida.

-No ha pasado nada, solo que me he golpeado un poco –Me respondió mirando hacia el suelo. Estaba mintiendo, no en vano estudie psicología por 7 años, él me estaba mintiendo y eso me desconcertaba aún más, tenía que saber que pasaba.

Recogí los libros que estaban en el suelo, para ayudarlos eran muchos, pero se movía muy lento, cojeaba y sus pasos eran cortos. Parecía sentir dolor a cada paso que daba, no me atreví a preguntar nada más, mi mente me estaba dando una historia, una historia que no me gustaba para nada.

Toque su cabello, lentamente, el solo levanto la mirada, no me preocupo que alguien no estuviera viendo en ese momento, así que, no sé, pero solo plante un ligero beso en sus labios, muy breve pero gustoso, sus labios están resecos y de su mirada pude mirar como resbalaba una lagrima.

Mi mano solo siguió resbalando por su mejilla, que ternura me causaba ese niño, pero no me cabía en la cabeza que había pasado.

-Sera mejor que regreses a tu habitación –Le dije a Carlos mientras tomaba de nuevo uno que otro libro-

-No –Me contesto, pero fue una palabra tan simple, tan raramente pronunciada y como en un aire de miedo me cuestione, ‘No puede ser, ¿Si es lo que me estoy imaginando?’.

-¿Quieres venir conmigo papi? –Le dije de nuevo al oído, lo hice con la ternura que más me fuera posible, mi voz se quebraba, sabia con solo verlo que le había pasado, porque no quería quedarse en aquel cuarto, porque tenía su blanca y hermosa cara moreteada y por qué le era difícil caminar.

-Sí, lléveme con usted –Y así fue, me lanzo a mis brazos y me abrazo, haciendo que tirara los libros y rompiera el llanto, era difícil sabes, escuchar sus sollozos en mi pecho y sentir la vibración de su cuerpo junto al mío, era totalmente horrible sabes, no tenía ni idea de que tanto había pasado.

-Dime carajo, ¿Qué te han hecho? –Lo abrazaba más fuerte, culpándome sin piedad por haberlo dejado solo por más de 2 semanas, me culpaba, porque sabía que si no lo hubiera dejado no hubiera pasado nada.

-¿Fue el verdad? ¿Te-te-te v-v-violo? –Le pregunte, sus dedos se clavaban en mis brazos, no me contestaba nada, pero sabía lo que eso significaba, sabía que era verdad, que no estaba equivocado.

No dije nada más, y tan solo lo abrace lo más que pude, de nuevo, ambos estaban desechos, no podía creerlo, ¿Qué le había hecho a mi niño? ¿Quién se había atrevido a hacer semejante estupidez? El nunca haría ningún daño a nadie, no tenía por qué, Carlos era una persona mágica, pero me llevaba el diablo de la rabia, de la impotencia de no poder moles a golpes a aquel hijo de puta que se había dado de golpes en la cara de mi niño.

Cuando logre tranquilizarlo y seque las lágrimas de sus ojos, lo recargue en mis hombros para ayudarlo a mover con más facilidad y poco a poco poder salir de la universidad.

-Vamos a mi casa, hay estarás mejor –Le dije mientras le ayudaba a pararse de la silla.

Lo lleve al auto y lo empuje un poco para ayudarlo a subir, no puedo explicar lo dolido que estaba en ese momento, fue muy triste verlo así, tan solo.

Invente una excusa para perdérmele de vista por unos minutos, lo deje en el coche y sin que se diera cuenta me dirigí a la su habitación, donde seguramente estaba ese infeliz que me las iba a pagar una por otra. Toque la puerta y el abrió, mi furia era tan grande que no podía ni siquiera pensar claro.

-Hijo de puta, ¿Qué fue lo que le hiciste a Carlos? –Le dije mientras lo tomaba del cuello de su camisa y lo tumbaba en el sofá.

-Nada, no le he-hecho n-nada –Me dijo temblando

-¿Por qué lo has golpeado? –Lo tome de los cabellos y lo lance hacia atrás, estaba que explotaba del coraje.

-Si me sigue tratando así lo acusare a la dirección y a usted le ira peor –Me amenazo, pero tenía razón, sería mejor calmarme.

-¡Necesito que me digas! –Le grite, me estaba sacando de juicio.

-¡Ese hijo de puta me robo! –Me respondió el muchacho.

-No le vuelvas a decir así, que te parto la cara –Le dije en tono amenazante.

-El me robo, tenía más de 2,000 dólares en mi caja de zapatos y cuando regrese de la casa de mi madre, ¡BAM! Ya no estaban, estaba seguro que él había sido, el muy muerto de hambre no tiene ni dinero para comer, y se me hizo raro que hubiese comprado libros nuevos sin ningún tipo de ayuda. Trate de hablar con él, pero me lo negó todo, así que me desespere. Lo tome del cuello y empecé a golpearlo hasta hacerlo confesar, y si, ¡Él me había robado todo el dinero!, me dio mucho coraje y tenía que hacerlo pagar, ahora tiene que hacer todos mis trabajos de la Universidad hasta desquitar todo mi dinero.

-¿Y por eso tenías que violarlo hijo de puta? –Le mire con ojos de diablo, estaba que hervía de furia.

-¡Tenía que hacerlo pagar y me pedía que parara de golpearlo, así que, fácil, solo baje sus pantalones de subasta y le di hasta que me canse, no quería golpes, pues tenía que aprender a no tomar las cosas ajenas, que aprendiera a respetar lo que no es de él!

No podía creer lo que mis oídos escuchaban, sin pensarlo le deja caer un golpe en su estómago, descargue mi ira yo también, así como él lo hacía, yo también podía hacerlo.

-Y así, el ya no te debe nada, así que deja de molestarlo –Le dije mientras tiraba los 2,000 dólares en el suelo.

No podía entender por qué robaba, todo era confuso, no tenía una idea de que pasaba con la vida de ese chico, era todo un misterio, pero no le diré nada, esperare un poco a que se calme. Llegue al auto, subí para dirigirme a casa.

Llegamos al departamento, sin decir nada, solo tomamos el elevador y lo ayude a recostarse en el sofá, le di un poco de té, parecía cansado, aun mas que cuando lo conocí, no quise hablar más del tema, solo dejarlo descansar por un rato, que yo aún no podría creerme aquella historia que me contaba Carlos, estaba totalmente impresionado, no debía haberlo dejado solo, pude haberlo llevado conmigo, no me contaba nada, no podía pensar.

Cuando mire que Carlos se quedó completamente dormido en el sofá, tome las llaves de mi coche y me dirigí a la Universidad a hablar con el director, tenía que hablar con él y con su madre, tenían que poderle más atención.

No espere mucho tiempo para poder hablar con el principal Vallarta, el director de la Universidad.

-Necesito hablar con la madre del Alumno Carlos, el que estudia Informática 2. –Le dije a Vallarta.

-No quiero ser yo quien de las malas noticias pero su madre desapareció del mapa, no he podido ubicarla desde más de una semana. –Me dijo el director con mirada de confundido, pero el más confundido aquí era yo.

-¿Cómo que no sabes nada? –Lo mire extrañado por la confesión.

-Bueno, si se algo, solo dejo un mensaje que se mudaría de país, pero no dejo razón alguna, o algún número de teléfono donde pudiéramos ubicarla, ya hable con el alumno, pero él tampoco sabe nada de ella. También quería hablar con ella, su hijo se ve realmente mal y desconozco motivos, tengo entendido que no pudo ir a visitarla esta Navidad.

-Bueno, él no fue a visitar a su madre, perdió el autobús, y se quedó aquí en las instalaciones de la escuela, de hecho, me quede a cuidar de el por 3 días.

-Pobre chico, no creo que pueda con la presión de la escuela, además, su beca no cubre todos los gastos, espero no pierda el año –Me dijo el Principal.

-¿Puedo hacerme cargo de el?

-¿De quién? ¿Del alumno? –Me miro extraño.

-Pues sí, solo por un tiempo. –Le dije insistiéndole.

-Yo no puedo decidir esas cosas, tendrá que hablar con Rectoría –Me dijo

-Entiendo, hare lo posible y me comunicare cuanto antes.

Salí de la escuela, pase por algo de comer para regresar a mi casa, tal vez Carlos estaba hambriento o pudo haberse alarmado por no encontrarme. Llegue, aún estaba dormido, de espaldas en el sofá, en posición fetal, me acerque poco a poco hacia él y recosté tras suyo, pasando mis manos por su espalda y mi piernas uniéndola a las suyas, el solo suspiro, un suspiro profundo, lo cual me enchino los vellos del cuerpo.

PREGUNTAS FRECUENTES:

-¿Por qué le pasan cosas tan malas a Carlos? –Es como una historia un poco fantasiosa como ya he dicho desde el principio, me baso en varias cosas, a veces personales, otras veces de películas, o ideas un poco bizarras que me vienen a la mente.

¿Por qué tardas tanto en publicar? Lo que pasa es que no me llegan ideas muy frescas a la mente, por lo general siempre es lo mismo, trato de cambiar un poco pero sin perder la esencia que tenía en el principio.

-¿Qué paso con la madre de Carlos? Bueno, les diré, para que no se queden con la duda. Prefirió a su nuevo esposo que a su propio hijo.

-¿Y el sexo? Aun no, tal vez pronto, pero no lo sea.

Eso es todo, espero que les haya gustado y pronto tendré otra parte escrita, espero que me llegue la inspiración pronto.

NUEVO CORREO Comentarios: franmlacosta@gmail.com

En ausencia de ti

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Bueno esta es la primera parte de esta historia, espero que les guste y que me hagan llegar sus recomendaciones para enriquecer mi redacción.

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En ausencia de ti, capítulo I: de la tranquilidad a la confusión.

Ufff parece mentira que estemos ya a Noviembre, saliendo del Colegio y preparándome para ingresar a la Universidad, en definitiva creo que descansé demasiado este año. Oigo hablar a la profesora pero no, prefiero mirar mi móvil mientras contemplo la fotografía de mi amado Álvaro, creo que estoy mal, estar enamorado de mi asesor espiritual no es lo correcto… pero ¿Qué puede pasar? si en esta vida nada de lo que se hace es correcto… sigo mirando su foto hasta que oigo un.

- ¡Ignacio!

– Yo: ¿Qué?

¡Ah, claro! era Gustavo quien me miraba como con cara de enojo, me sacó de mis pensamientos

– Gustavo: Eh pues amor, me parece que miras demasiado la foto del Álvaro ese.

– Yo: Ay no, por favor Gustavo no empieces que no tengo cabeza hoy.

– Gustavo: No pues si nunca tienes cabeza cuando piensas en ese idiota.

Creo que tenía razón, el año completo me la llevé pensando en él, en su cuerpo, en sus labios y en su voz con ese acento español que me derretía. Gustavo es mi novio, y no sé por qué sigo con él si de plano pues no siento nada, antes lo quería pero cuando llevas 2 años con tu novio, a escondidas, lo normal es que te aburras.

– Yo: Mira, Tavo, no pienso en él, sólo miraba las fotos y pues… se me quedó esa puesta, ya sabes, sólo a ti te quiero.

– Gustavo: ¿Me quieres?, ¿Me quieres?, llevamos 2 años y lo más que puedes decirme es que me quieres…

– Yo: sabes, no pienso tener esta conversación…

Así salí de la sala, con enfado, de veras que Gustavo ya me hartaba, seguí en mi mundo, cuando suena mi móvil (“Yo como un árbol desnudo estoy sin ti….”)

– Yo: ¿Aló?

– Lara: Ignacio, ¿qué pasó, dónde estás?

– Yo: nada pues estaba demasiado aburrido dentro, y Gustavo me hartó.

– Lara: Déjame adivinar, ¿otra vez pelearon por Álvaro?

– Yo: Sí, es que a veces se vuelve muy idiota.

– Lara: ¿Y tú?, vamos que hablar todo el día de alguien que no sea tu novio alegra a cualquiera

Desde luego Lara sólo me estaba fastidiando, así que le colgué…

Lara es mi amiga desde siempre, nos criamos juntos, somos casi como hermanos. Ella fue la primera en saber que yo era gay y siempre me ha apoyado, ella fue el cupido entre yo y Gustavo, pues ambos eran muy amigos y según ella misma me ha contado fue él quien me vio y se propuso conquistarme. Si tengo que decir qué es lo que más me enamoró del idiota que tengo por novio es su look metalero rudo, pero es muy romántico, tanto que me dedica canciones, me lleva serenata, peluches… etc. Gustavo sería el novio ideal para cualquier princesa pero, estar de novios a escondidas ha hecho que me desenamore, no puedo besarlo, no puedo abrazarlo ni tomar su mano en el colegio, debo conformarme con que sea mi compañero de pupitre y con los mensajes que, cada mañana, deja en mi mesa… mensajes en un idioma especial que ambos inventamos para que no nos descubran. Llevamos así 2 años, 2 años escondidos, 2 años perdidos en donde he tenido que aguantar que zorras se le ofrezcan y él respondiéndoles con su típica sonrisa “heterosexual” como dándole posibilidades, desde luego que muero de rabia cuando eso ocurre pero… creo que carezco de la autoridad moral para reprocharle nada.

Comienzo a caminar por los pasillos del colegio hasta que veo a Bernardo, el novio de Lara y también mi mejor amigo.

– Bernardo: ¿Qué tal, qué haces afuera?

– Yo: me aburría demasiado dentro, las clases sólo me estresan…

– Bernardo: Creo que estamos iguales, ¿vamos a tomarnos un café?

– Yo: Ok!

Caminamos hacia la cafetería, un lugar pequeño, pero muy acogedor, me siento sobre la mesa y Bernardo va por los cafés.

– Bernardo: Ignacio, ¿De qué quieres tu café?

– Ignacio: De vainilla.

Miro a mi alrededor, como contemplando el lugar… suena mi móvil, era un mensaje de… ¡Álvaro! mi corazón latía a 1000, el mensaje me recuerda que hoy teníamos una de nuestras tantas reuniones semanales, en donde hablábamos de nuestras cosas, de mis problemas etc. Mi sonrisa es gigante ahora, me ha alegrado la mañana

– Bernardo: Vaya sonrisa, me pareció haber encontrado a un Ignacio más melancólico antes.

– Yo: jajaja, nada, bueno tú sabes… sabes que Álvaro siempre me alegra el día.

– Bernardo: Creo que todos sabemos eso menos Gustavo, o al menos se lo calla.

Recordé a Gustavo, creo que me pasé de estúpido con él, estaba en todo su derecho de celarme, creo que lo hago fatal como novio, saco mi móvil y le envío un mensaje por Whatsapp.

– Yo: “Cariño, discúlpame, se q me pongo algo tnto, te quiero”

– Gustavo: “Trnqlo, mi vida, es culpa mía, te amo”

Ese “te amo” me descolocó, me sentí demasiado mal, ilusionarme por reunirme con Álvaro mientras mi novio me regalaba un “te amo”…

– Bernardo: ¿pasa algo?

– Yo: Bernardo, tú qué crees, ¿hago mal por ilusionarme con Álvaro, estando con Gustavo?

– Bernardo: creo que no tengo que darte esa respuesta… ¿o sí?

Entendí todo, así que usé de nuevo mi móvil y marqué el número de Álvaro, mi corazoncito estaba a mil, pero también sentía culpa.

– Álvaro: Hola Ignacio ¿qué tal?

– Yo: bien, este… Álvaro creo que pues no podré reunirme contigo hoy.

– Álvaro: Por qué, ¿pasa algo?

– Yo: No, nada… sólo que hoy quiero salir con Gustavo, llevamos demasiado tiempo sin hacer nada juntos.

– Álvaro: Ah ok, pues bien, nos vemos la próxima semana, te me cuidas…

– Yo: tú también.

Me sentí estúpido, cancelar una reunión con mi ser amado, pero Gustavo está antes, él es mi novio, además entre Álvaro y yo no hay nada, así que no tengo por qué sentirme mal – pensaba yo.

– Bernardo: ¿no irás con Álvaro?

– Yo: no, creo que este día lo dedicaré a estar con Gustavo, con mi Gustavo.

– Bernardo: ¿Tu Gustavo?, no pues quién te entiende… yo creo que ni tú, estás confundido con dos hombres distintos, aclárate ya.

– Yo: no, para nada. Yo estoy enamorado de Álvaro, pero eso no quita que quiera a Gustavo, él es mi novio…

Algo de incongruencia hay en mis palabras, pero ni yo sé qué es lo que en verdad siento… suena el celular de Bernardo (“No me esperes, no me dejes, yo te encuentro en su momento”)

– Bernardo: ¡Amor!

– Lara: osito, ¿dónde estás?

– Bernardo: estoy en la cafetería con Ignacio, ¿te vienes?

– Lara: Sí voy, ponme un café, ¿sí?

– Bernardo: Ok. Te amo

– Lara: y yo

A veces ver como se ponían Lara y Bernardo cuando se llamaban me producía envidia (de la buena) me gustaría volver a sentir eso con Gustavo, pero… el amor se ha enfriado, creo que tampoco pongo de mi parte para que eso ocurra.

Veo llegar a Lara, y me da un zape en la frente.

– Yo: ¡¡¡Lara!!!

– Lara: ¡Te quiero, pero te pones tonto!

– Bernardo: Auuch qué dolor, tome princesa su café (le da un beso en la boca)

– Yo: Que suerte tengo de que aún no le hubieras dado el café jajaja

– Lara: jajaja

– Bernardo: jajaja, ¿y Gustavo?

– Lara: Está en la sala, no quiso bajar

– Yo: ehmm, bueno iré a buscarlo…

Caminé hacia la sala reflexionando lo ocurrido, a veces trato de tonto a Gustavo y no se lo merece, es el ser más lindo de la tierra, que bajo esa apariencia de rudo, siempre me da su amor. Creo que lo recompensaré

Entro a la sala y está de espaldas a mí, mirando por la ventana. Le abrazo por la cintura y le doy un beso.

– Yo: ¿por qué no saliste amor?

– Gustavo: creí que no querías verme.

– Yo: Tontito. (Dándole un beso)

Fue un beso tierno, de esos que se dan a las personas que se quieren, me mantuve así, abrazado a él, a esos brazos que tantas veces me han rodeado, por un momento sentí frío, pero… me oprimo más a él.

– Yo: Que suerte tengo de tener al novio que tengo

– Gustavo: Suerte la mía, eres lo más lindo que tengo en la vida… amarte me hace feliz, y que me dejes mimarte es la mejor forma que tengo de amarte.

No pude evitar sentirme mal, creo que a veces no merezco tanto amor de su parte.

– Yo: Sabes, te has ganado un premio…

– Gustavo: ¿Cuál?

– Yo: El que usted quiera, hoy soy todo suyo.

– Gustavo: El que yo quiera, está seguro ?… pero hoy no llevo condón

– Yo: Bueno, los compramos por ahí, quiero que hoy estemos juntos.

– Gustavo: Entonces, el plan esta tarde es…

– Yo: ¿Casa de Gustavo, dormitorio de Gustavo, cama de Gustavo, Ignacio de Gustavo?

– Gustavo: ¡Eso me gusta!

Me dedicó una de esas sonrisas que me gustan, como con lujuria y amor. Bien, tiene que terminar rápido este día, mi Gustavo me necesita.

Salimos juntos de la sala, quería tomarlo de la mano, pero sé que no se puede, así caminamos hasta la cafetería para encontrarnos con Lara y Bernardo.

– Lara: se demoraron mucho no, ¿qué estaban haciendo?

– Bernardo: ¡Lara!

– Yo: Lara, ¡por Dios! No lo digas tan alto.

– Lara: Yo no dije nada, que mal pensados son

– Gustavo: jajaja

Así transcurrió el día, yo todo el día pegado a Gustavo y Lara con Bernardo, hoy he sentido la necesidad de estar con mi Gustavo, de tenerlo cerca, de demostrarle cuánto lo quiero.

Estamos en el salón, en física, y Gustavo me resuelve mi guía de ejercicios, mientras yo le escribo mensajes por Whatsapp, el los lee y se ríe, y al instante borra el historial. De forma muy pero muy peligrosa toco su pierna y comienzo a hacerle cariño, Gustavo se altera, sus mejillas se tornan rojas, y su mirada se clava en mí, creo que se enfadó, son las formas que tengo de demostrarle mi cariño. Le envío un mensaje.

– Yo: ¿Que pasa amor?

– Gustavo: Mi vida no me hagas eso, al menos no aquí.

– Yo: ¿por qué, te molesta?

– Gustavo: No, pero me dan ganas de hacerte mío y aquí no puedo

Me tranquilicé, comencé a mirarlo, hacía tiempo no contemplaba a mi novio, cómo se dedica a hacer sus tareas, su pose ruda… hoy me volvía loco.

– Riiiiiiing -

Suena el timbre, e inmediatamente guardo todo. Veo que Gustavo hace lo mismo, pero muy a prisa, toma su mochila y sale, apenas si me da tiempo a despedirme de Lara y salgo corriendo tras de él.

Llegamos al estacionamiento de los alumnos, que mi novio tenga carné de conducir y coche, hacía todo más fácil aún, de forma muy romántica, abre la puerta del co-piloto para que yo suba, me acomodo y en seguida lo veo al lado mío, me pongo el cinturón y él hace lo mismo, me da un beso corto, tomando mi barbilla con su mano y arranca, le digo que busquemos una farmacia, y él me lleva a una.

– Gustavo: Disculpe señorita, necesito preservativos con anestesia,

– Farmacéutica: ok, alguna talla en especial

– Gustavo: Sí, claro XL!

Cada vez que Gustavo dice eso, su pecho se infla, como que se enorgullece cada vez que compra preservativos y a mí me excita mucho.

Nos subimos rápido al auto, y partimos hacia su casa, sus padres no estarían así que no tendríamos problemas.

Llegamos al estacionamiento de su casa e inmediatamente abre la puerta de calle, tomo su mano ahora que nadie nos ve, entramos… lo llevo hasta su cuarto, lo lanzo a la cama.

Me siento sobre él y comienzo a besarlo, botón por botón voy quitando su camisa, comienzo a acariciarlo, a mirar ese tatuaje de su espalda que me excita, beso su cuello, comienzo a bajar a sus pezones, su ombligo, por aquel camino de vellos que conducen al fruto más delicioso de mi Gustavo.

– Gustavo: ¡Te amo!

– Yo: ¡Yo también te amo, mi amor!

Comienza a quitar mi camisa, a besar mi cuello e imagino que es Álvaro quien me hace todo eso, y no puedo evitar sentirme a mil, imaginar que es Álvaro quien me besa completamente, quien me desnuda.

Gustavo se pone de pie mientras me carga y me besa, toco su cabello mientras él suavemente me introduce sus dedos en mi ano, que sólo ha sido suyo, comienzo a gemir suavemente, y esto lo vuelve loco.

Me da vuelta justo para dejarme de frente a su pene, mientras él me folla con su lengua, preparándome para la penetración que tanto deseo, yo saboreo el sexo de mi hombre, con dulzura comienzo a masturbarlo, a lamer sus testículos, Gustavo con su lengua me lleva a la luna.

Se sienta sobre cama mientras yo le pongo el condón, comienzo a sentarme sobre él, para comenzar a cabalgar, con sus brazos sujeta mi pecho y yo con los míos tomo su cabeza, él se acuesta y así me hace el amor, con dulzura y fuerza a la vez.

Mientras me hace suyo, sus brazos recorren todo mi cuerpo, sus fuertes piernas hacen levantar mis caderas, que danzan al son del movimiento de las suyas, sus potentes brazos pellizcan mis pezones, y su boca besando mi cuello, haciéndome llegar a la luna.

– Gustavo: Mi amor, te amo, me encanta hacerte el amor, me encanta como te mueves para mí

– Yo: Te amo,

Me encantaba oír gemir a Gustavo, me encantaba todo su cuerpo, que sin estar trabajado mostraba cierta dedicación de su parte para mí. Comienza a levantarme más rápido y más fuerte con sus caderas, el choque de nuestras caderas me excita aún más, y comienzo a masturbarme hasta estallar en un orgasmo fuerte, casi al instante siento un gemido fuerte pero excitante de Gustavo, avisándome que acabará, así siento la contracción de mi ano, siento las clavadas de su verga, hasta quedar así ensartado sobre él, cansado.

– Gustavo: Hacía tiempo que no hacíamos el amor de esa manera.

– Yo: Oh sí amor, te amo un montón…

Volví a imaginar que era Álvaro quien me hacía el amor, Gustavo me abraza y me besa en el cuello, así nos quedamos dormidos en su cama…

Estando abrazados durmiendo, sueño con Álvaro… así estoy hasta que suena…

– (“Mi casa es casa de locos, y tú también otro poco, por seguir allí y no venirte aquí conmigo”) -

– Yo: Mamá, ¿qué pasa?

– Victoria: Hijo, ¿dónde estás, por qué no me avisaste que llegarías tarde?

– Yo: Ah!, Mamá lo siento, es que tuve que venir a casa de Gustavo a terminar una tarea, pero voy enseguida.

– Victoria: Ok. ¿Quieres que vaya por ti?

– Yo: No, Gustavo me llevará

– Victoria: Ok. Adiós hijo.

– Yo: Adiós Mami.

Respiré, mi mamá siempre tan inoportuna, Gustavo se despierta… y me mira, contemplando mi cuerpo mientras me visto.

– Gustavo: Qué, ¿ya te vas?

– Yo: sí, mamá me llamó y será mejor que me vaya

– Gustavo: Ok. Te llevo

– Yo: ¡sí, por favor!

Gustavo comienza a vestirse y verlo así desnudo me excita de nuevo pero no hay tiempo, tengo que llegar a casa, salimos de la habitación de la mano. Es un poco tonto que dentro de casa estemos de la mano pero es la única vez que podemos, me abre la puerta del coche, me subo y la cierra. Se sube el y me besa.

– Gustavo: Me encanta dormir junto a ti, me gustaría que viviéramos juntos, que estemos siempre juntos.

– Yo: Creo que llegará ese momento, mi vida.

Recordé mi sueño con Álvaro y eso me angustió, creo que le estoy siendo infiel a mi Gustavo, imaginando que es Álvaro quien me hace el amor.

Camino a mi casa fuimos oyendo música, llegamos a mi casa y lo tomo de la barba y le beso, él se baja del coche para abrirme la puerta, me toma de la mano al bajar, me da un beso corto pero tierno, se vuelve a subir y se va, le envío un mensaje por Whatsapp.

– Yo: ¡Te amo!

– Gustavo: Y yo a ti, mi bebé, descanse que mañana lo quiero con fuerzas para continuar.

Era así, mi Gustavo siempre pensando en más, pero… ¿sería sexo con Gustavo, o imaginando a Álvaro?

Creo que aquí comenzaba lo más difícil,

Bachiller I – Inicio de curso

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Buenas a todos, este es mi primer relato, y espero que les guste, es el primer capitulo de una serie. La serie esta ya hecha, y la ire subiendo poco a poco. Pero espero sus comentarios, para poder ir mejorandola poco a poco. Deseo de verdad que les guste y siendo mi primer relato, que sean comprensivos conmigo, si no esta del todo bien, jejeje. Un saludo

—————————————————–

Oscar

Hoy es mi primer día de primero de bachiller

Me llamo Oscar Antúnez, tengo 16 años y estudio en el colegio Ramiro I.

El Ramiro I es uno de los centro de enseñanza más prestigiosos del país, aquí se forman para la universidad, los futuros amos de grandes empresas, y los que serán grandes políticos, chicos con mucho dinero que no tienen apenas preocupaciones.

Situado a más de 100 km de mí ciudad será de nuevo mi hogar durante los próximos 9 meses, con excepción de las escapadas para Navidad y Semana Santa. Esta situado en la pequeña ciudad de Sahú donde los chicos se juntan con las chicas del Colegio Femenino Reina Petronila. Aunque a mí nos es que me interese eso mucho, de hecho ligar con chicas no me interesan nada, ya que soy gay.

Pero antes os cuento un poco de mi, soy bajito, no mido más de 1,66 m, pero eso no quita que este bien de cuerpo, ya que me gusta el deporte, juego a futbol desde niño y estoy en el equipo del colegio, pero no soy de los destacados. Aun así mi 1,66 m está bien marcado, fibroso, pero sin exagerar, a mi la verdad que me gusta mi cuerpo, sobretodo mi culo, que creo que es mi mejor baza, fuerte y respingón, muy bonito de tocar y agarrar.

Tengo cara de niño, con pelo muy negro y hacia arriba, ojos grandes y marrones, la nariz algo ancha pero armoniosa, labios gruesos (otra de mis bazas), y tono de piel morena.

Así que en conjunto estoy bien, pero bajito.

Respecto a mi forma de ser soy una persona simpática y bondadosa, muy aplicada y trabajadora – no quiero decepcionar a mi padre, que hace un gran sacrificio para que estudie aqui- pero a la vez soy inseguro, algo cobardica e ingenuo, lo que hace que sea fácil hacerme daño.

Aunque estudio desde los 12 años, en este colegio tan elitista, yo no caso del todo aquí, a ver no nos equivoquemos, yo estoy aquí a gusto, pero no soy digamos del grupo social de la mayoría, hijos de banqueros, grandes empresarios y políticos. Mi padre ha hecho muchos sacrificios para que estudie aquí, es dueño de tres restaurantes en mi ciudad, van bien, no somos pobres, pero no me soy de la clase de la mayoría de aquí.

Mi padre es la persona más importante de mi vida, tenemos una excelente relación, y aunque es una persona, exigente, a la vez es comprensiva y cariñosa, se que siempre me apoya. Es un hombre al que admiro, se ha hecho a sí mismo, abrió su primer restaurante con la ayuda de mis abuelos, trabajaron él y mi madre muy duro para que saliera adelante, luego abrieron un segundo y un tercero.

Yo físicamente me parezco bastante a él, menos en la altura, en eso he salido a mi madre.

Mi madre era una de las personas más buenas que he conocido, me hizo mucho ser como soy, era alegre y divertida, muy decidida, fue la que animo a mi padre a lanzarse a un segundo restaurante. Pero ella ya no está. Cuando yo tenía 10 años, le descubrieron un cáncer, no se pudo hacer nada. Yo era muy pequeño, y no fui consciente de su muerte, hasta unos días después. Cuando me di cuenta que no iba a volver, llore sin parar toda la noche. Ha pasado tiempo y aun la añoro sin medida, solo voy a verla el día de su cumpleaños, me duele demasiado.

Como ya he comentado, soy bastante inseguro y cobarde, esta es una de las razones por las que no me he atrevido a decir que soy gay, tengo mucho miedo a las burlas de los demás, o a su rechazo. La única persona que lo sabía era Germán Ansaldo, mi mejor amigo, mi único amigo de verdad. Iba a mi mismo curso, era rubito, de ojos azules, mas alto que yo, pero no mucho mas, 1,74m, no estaba gordo, pero tampoco musculoso, pero daba igual, su punto fuerte era esa carita de ángel, Germán si que pegaba mas en el Ramiro I, su padre era importante medico de Valencia y su madre tenía un bufete de abogados.

A Germán lo conocí desde que empecé el colegio, pero no nos hicimos amigos hasta segundo curso, cuando compartimos clase.

He de reconocer que no soy de tener muchos amigos, de pequeño, era mucho más tímido, y aunque me llevaba bien con todo el mundo, no entablaba verdadera amistad. Tras morir mi madre me retraje aun más. A los doce años empecé en el colegio, y aunque me llevaba bien con este o con aquel, era más de ir solo, perdido en mis pensamientos.

Eso cambio en segundo. Ese año Germán coincidió conmigo en clase, yo lo concia de vista, y por lo que sabía, tampoco es que tuviera amigos en exceso. No sé que le llevo a ello, pero se sentó conmigo. Desde el principio me sorprendió, me imaginaba una persona como yo, pero para nada, era una persona segura, madura para tener solo 13 años y muy inteligente. Para mi sorpresa me hice su amigo rápidamente, y a él le encantaba ayudarme a ser menos tímido y a relacionarme me mas con la gente.

A final de ese curso ya éramos inseparables, ese mismo verano me invito a su casa, y desde entonces voy todos los veranos, de la misma forma él viene a mi casa. En realidad somos como los hermanos, que ninguno de los dos tuvimos.

Por eso, si había a alguien a quien le podía contar mi secreto sabía que era a él, por eso este verano, cuando le visite en Valencia, me arme de valor, aunque a la vez aterrado:

- Germán, me gustaría contarte una cosa, pero si me prometes que no te vas a enfadar.

- Oscar, eres mi mejor amigo puedes contarme lo que quieras, sabes que no me enfadare y si te puedo ayudar te ayudare.

- No hace falta que me ayudes, solo…solo que no me des la espalda

- Oscar, me estas preocupando, que ocurre.

- Pues… veras… yo…, bueno, tú sabes… que yo nunca he estado con ninguna chica…

- Bueno, tranquilo, yo tampoco.

- Pero, es que… yo no he estado con ninguna chica… porque no me gusta… soy gay

Estaba muerto de miedo, era la primera vez que le decía eso a alguien, y me ponía en lo peor, como siempre. Pero no fue así, Germán rodeo mi hombro con su brazo y me atrajo hacia el diciendo.

- No te diré que me sorprenda, no es que se te note, pero más de una vez te has quedado mirando a otros chicos, a uno en concreto demasiadas veces para pasar desapercibido.

- Pero ¿tanto se me ha notado? – dije nervioso, sabiendo a que chico se refería- de verdad que siempre soy muy disimulado, de verdad, pero a veces es muy difícil de resistirse, ufff, ¿tú crees que alguien más se habrá dado cuenta?

- No sé, yo me he dado cuenta porque estoy mucho tiempo contigo pero no creo que los demás se fijaran, eso sí, de que eres muy disimulado….pues como que no.

Yo seguía muy nervioso, es típico de mi, acababa de soltarlo y Germán se había dado cuenta de mis miraditas a otros chicos, ¿de verdad nadie más se habría dado cuenta?, Germán se dio cuenta de mi nerviosismo, y me abrazo.

- Venga, Oscar, venga, no te pongas nervioso ni que fuera algo malo, no lo es, para nada, es un principio. Además no sabes cómo agradezco tu confianza.

- Eres mi mejor amigo.

- Y tú el mío, y yo también te tengo que contarte algo.

- ¿El qué?

- Pues, como dirías tu, pues… nunca he estado con una chica – dijo imitándome – … porque no me gustan… porque yo también soy gay.

- Vete a la mierda – no estaba para cachondeo- no bromees con esto, joder que me ha costado mucho contártelo.

- No bromeo – mirándome con unos ojos que solo destilaban sinceridad-

- Como que no… – abrí mucho los ojos -, me… ¿me lo dices enserio? – él asintió- Pero como,… cuando… esto…no… no me lo puedo creer.

- Pues créetelo, ¿te acuerdas el año pasado cuando viniste a mi apartamento de la playa? ¿Un chico alto moreno, de mis amigos de la playa?

- Había mucha gente, no me acuerdo en concreto

- Normal, fuimos muy disimulados, pero estuve las dos semanas que estuvo en la playa con él, fue el primer chico al que bese, y el primero con el que….

- Que fuerte, así que ¡¡¡¡ni siquiera eres virgen!!!!, Germán me dejas de una pieza.

- Te lo habría contado antes, pero la verdad que no sabía cómo abordar tampoco el tema, realmente, a parte de ese chico nunca se lo había dicho antes a nadie.

- Tu eres el primero que se lo cuento, y la verdad, estaba muy preocupado por tu reacción.

- Pues ya ves que no tienes que preocuparte, porque te entiendo perfectamente, a partir de ahora, podemos contar en esto, el uno con el otro.

Y nos dimos un fuerte abrazo, me alegro habérselo contado a Germán. Era mi mejor amigo ¡¡¡¡¡ y también era gay!!!! Que fuerte, no salía de mi asombro. Lo mejor es que podríamos ayudarnos, y aconsejarnos, pero la verdad aunque no hubiera sido gay lo habría hecho igualmente.

Por fin había llegado a Sahú, el autobús no tardaba más que 45 minutos. No era un pueblo muy grande, no más de quince mil habitantes, pero bonito, enclavado en las estribaciones del Pirineo, y con una oferta de ocio muy completa, no en vano, acogía a más de 600 estudiantes, de los dos colegios.

Cogí todos mis bártulos y me dirigí al colegio, cuando pasaba por sus amplios jardines miraba a los chicos, buscando uno en concreto, pero no lo veía.

- Eyyyy Oscaaaar.

Era Germán, estaba con dos enormes maletones en la escalinata de entrada.

- Hola Germán – nos dimos un fuerte abrazo- te estaba buscando.

- Mentiroso – dijo sonriendo- se que no era a mí a quien buscabas, pero te perdono, estaba esperándote para ir a pedir las habitaciones.

- ¿Crees que nos pondrán justos?

- Si no te has cambiado de apellido este verano, creo que si.

Entramos en el hall del instituto, una enorme sala circular abovedada, con escaleras hacia el segundo piso, y pasillos que salían de derecha e izquierda, siempre me había parecido muy bonito. En el centro había tres alumnos encargados de la distribución de habitaciones.

- Ansaldo, Germán, Ala Flumen, Pasillo 2 habitación 2 – Dijo un chico de forma muy formal- Antúnez, Oscar, Ala Flumen, Pasillo 2 habitación 4, compartís baño

Nos dirigimos hacia allí.

- Qué bien un baño para nosotros solos, la de cosas que se me ocurren.

Y era verdad, en el colegio cada uno teníamos una habitación independiente, que no estaban mal, pero había dos baños por pasillo para 20 estudiantes, los de bachiller en cambio teníamos un baño cada dos habitaciones, lo cual era una comodidad, además no solo cambiaba lo del baño. En bachiller había mucha más libertad, las habitaciones eran más un colegio mayor que un internado, podríamos decir que estábamos en un hotel un tanto estricto.

- Eres un poco salido, no te imaginaba así – le conteste-

- Pues ya has tenido un par de meses para acostumbrarte, y tú, tampoco eres un santo.

Me puse rojo, recordando algunas cosas de este verano. Llegamos a las habitaciones, y cada uno entro en la suya.

No estaba mal, era un poco más grande que la del año pasado, había una ventana grande al fondo que daba al jardín del colegio la cama estaba debajo con una pequeña mesita de noche, a la derecha había un armario empotrado muy amplio. A mi derecha había un escritorio con silla, unas estanterías, y una mininevera. Además vi que había conectores por si quería poner un televisor, tendré que traer el de casa. Me gustaba y eso era bueno, ya que sería mi hogar en los próximos dos cursos.

A la derecha estaba la puerta del baño, tenia llave propia para que el compañero no pudiera entrar en tu habitación, pero entre Germán y yo había confianza de sobra.

- Oscar, Oscar –me llamaron desde el baño-

Entre y allí estaba Germán, el baño estaba bien, con dos armaritos a los lados del espejo y una ducha bastante amplia.

- Has visto que ducha más grande, podremos bañarnos juntitos.

- Mira que eres tonto -dije sonriendo-.

Me agarro por la espalda con su brazos rodeando mi cintura

- Hombre, si alguna noche tenemos prisa nos tocara ducharnos juntitos. – me dijo fingiendo pucheros-

- Venga ya suelta – le dije entre risas y sonrojándome – tiempo al tiempo, que nos toca compartir baño mucho tiempo, además, no te creas que aquí será como en el verano.

- Jajajaja, como me gusta tomarte el pelo, es tan fácil.

Desde que nos confesamos, Germán mucho mas desinhibido conmigo en estos temas, por un lado me gustaba la confianza que se había creado, pero por otro no podía evitar sonrojarme a menudo, yo seguía siendo muy vergonzoso.

- Aun es pronto, hasta la una no es la hora de comer y las presentación es por la tarde, podríamos dar un paseo.

- Me parece bien.

Nos pusimos el uniforme del colegio. Camisa blanca, jersey verde fino, con cuello de pico, corbata de líneas negras y azules oscuro en diagonal, y pantalones negros, calcetines oscuros y zapatos negros. A mí al verdad el traje de estudiante me daba morbo, a algunos les quedaba mejor que a otros, a Germán por ejemplo, le quedaba siempre un poco desgarbado, en cambio a mí me gustaba como me quedaba, sobretodo el pantalón.

Hacia una tarde estupenda, aunque el jersey daba calor, me encetaba pasear por los inmensos jardines, donde había muchos árboles y espacios abiertos. En el centro del recinto estaba el colegio propiamente dicho, al norte empezaban los bosques del Cascajo, los cuales gran parte eran espacio protegido, al este estaba el recinto deportivo, mientras que al oeste era una enorme extensión de hierba, salpicada por arboles, era allí donde se llevaba a cabo las graduaciones.

Llevábamos como media hora paseando, y nos acercábamos al bosque cuando oí que alguien gritaba mi nombre.

- Oscar, Oscar.

Mi corazón se acelero, era la voz de la persona que había estado todo el día intentando encontrar.

- Hola Oscar ¿qué tal el verano?

Era Isaac de Meren, el chico más guapo del colegio, capitán del equipo de futbol, sueño de todas chicas del instituto Petronila, y el hombre que hacía que mi corazón se acelerara.

Y no era para menos, Isaac era realmente guapo, media 1,80m cabello rubio oscuro, ojos azul claro, una nariz perfecta, una barbilla fuerte, y un cuerpo, ufffff que cuerpo, parecía hecho a cincel, nunca perdía ocasión en las duchas, de admirarlo, tenía todos su músculos marcados, pero no era una montaña de músculos, era un cuerpo perfecto, algo moreno, lampiño, con un buen rabo incluso en reposo y un culo que podía cascar nueces.

Si a esto le sumamos que era el heredero de un rico banquero de Gijón, no se podía negar que era un partido increíble.

Era algo engreído y prepotente, y más de una chica había salido escaldada con él, pero era ver esa sonrisa y no importarme nada mas, además conmigo siempre era simpático.

Nunca encajamos en clase, pero desde primero, los dos formábamos parte de los grupos junior de futbol, y desde el año pasado del equipo del colegio. Ya desde crio me di cuenta que era un chico muy guapo, pero entonces yo aun no había definido mi sexualidad, fue desde el año pasado que me empecé a sentir mas y mas atraído por él, hasta darme cuenta que me había enamorado.

- Hola Isaac, – siempre cuando hablaba con él, me tenía que esforzar para que no me temblara la voz – pues la verdad muy tranquilo, pero bien, ¿y tú? ¿qué tal?

- Han sido las vacaciones de mi vida, estuve en Grecia y luego en Turquía, y ahora soy el nuevo capitán del equipo, este año, pinta muy bien.

- Yo lo leí en la web, te lo mereces.

- Gracias enano – y me revolvió el pelo – Pero no sé si me lo agradecerás dentro de unos meses, ya he hablado con el entrenador y os pienso hacer trabajar duro.

- No esperaba menos de ti.

- Pues mañana empezamos, a las 10 en el campo de futbol

- ¿¿¿¿Cómo???? ¿¿¿¿Mañana ya????

- Jajajaja, tranquilo será más que nada una toma de contacto, no haremos ejercicio, así que no hace falta que vengas con el uniforme, y oye, lo he puesto en la web, pero si ves a alguno más, se lo dices, hasta luego Oscar

Me quede mirando cómo se alejaba viendo ese cuerpo que me hipnotizaba.

- ¿Vuelves al mundo de los mortales? – dijo Germán

- ¿¿Ehhhhh??

- Jajajaja, te has quedado empanado.

- Es inevitable, es tan guapo.

- Por Dios…

- No me digas que no es el chico más guapo del instituto.

- Es muy guapo sí, pero tiene algo, no se … siniestro

- ¿Qué?

- No sé, a mi no me resulta de fiar, no me convence.

- Lo que pasa es que tú has oído todos los rumores, sobre que es un golfo y todo eso.

- Y es un golfo, las tías que se ha trajinado en el Petronila pueden dar fe de ello.

- Supongo que ellas tampoco pusieron muchos reparos.

- No digo que ellas fueran unas santas, pero Isaac tiene no sé, una mirada turbia.

- ¿¿¿¿Turbia???? Como puedes llamar turbia a esos dos trocitos de cielos que tiene por ojos.

- Ayyyy, no puedo contigo, de todas formas dudo que Isaac tenga nuestros gustos, así que ten cuidado.

- Joder, no me voy a lanzar a su cuello, no soy un obseso y sabes que no me atrevo a esas cosas, pero puedo estar atento, ¿y si resulta que existiera alguna posibilidad?, además este lugar siempre ha tenido fama de ser una institución muy liberal.

- Y así es, y jamás expulsarían a alguien por ser gay, pero una cosa es el colegio y otra los alumnos, así que deja de hacerte castillos en el aire.

- Está bien, pero es muy guapo.

- Bueno y que es eso de que este verano ha sido muy tranquilo.

- Jajajaja, no iba a contarle detalles.

- ¿No eras tú el que quería saber?, pues si se lo hubieras contado habrías salido de dudas

Me sonroje mientras sonreía

A la 13:00 era la comida, bueno no es comida como tal, no es obligatorio ir a los alumnos de bachiller, unos bajan y otros no, a las cenas aun baja menos gente y a los desayunos menos aun, eso sí, llevan cierto control, no se puede permitir que los alumnos se queden desnutridos. A mí personalmente me gusta. El salón comedor no es un salón comedor realmente, es como una macrocafeteria con muchas mesas de entre 5 y 10 comensales. Comimos Germán y yo tranquilamente y saludamos a otros compañeros de la escuela. Ya acabábamos cuando llego Daniel Santos.

Dani, era compañero de mi equipo de futbol, y uno de mis mejores amigos, aunque no tanto como Germán. Era una persona risueña y vital, noble y sincera, aunque un poco brutote. Algunos lo llamaban despectivamente nuevo rico, ya que su familia se había enriquecido de forma reciente gracias al negocio inmobiliario.

Era el más alto y fuerte del equipo, 1,87, y eso que solo tenía 16 años, era fuerte, muy musculado – en el también me fijaba en las duchas, era inevitable- tenia planta de jugador de rugby. Tenía el pelo castaño claro, con ojos color miel, piel ligeramente morena, y una cara de niño tontorron, a mi sinceramente me parecía atractivo, pero era un poco tímido cuando no te conocía, conmigo no lo era.

- Oscaaaaar – me dio un abrazo de oso que me dejo sin aire- como me alegro de verte, y a ti también Germán – y le dio la mano, se llevaban bien, pero no tenía la misma confianza que conmigo – ¿¿¿Cómo te ha ido el verano???

- Pues la mitad en casa y la mitad en la playa con Germán, así que bien, ¿y tú? ¿qué tal?

- Pues la mitad bien y la mitad mal, me fui casi todo el verano a mi pueblo y muy bien, pero en fiestas decidí salir a dar un pase a la vaquilla, pero había tomado unas cuantas cervezas y la vaquilla me tiro al suelo, me rompí el hueso del culo y lo pase muy mal, el resto del verano, imagínate que tenía que cagar de pie.

Germán se atraganto con el zumo que le salió por la nariz.

- Jajajajaja, mira que eres bruto, eso te pasa por hacer tonterías yendo borracho.

- Lo peor era mi madre, que si no me estaba mimando como si tuviera 5 años, me estaba echando la bronca.

- Sigo pensando que te está bien, soy tu madre y te habría metido una colleja, además no podemos permitirnos perder a uno de los mejores delanteros del equipo. Bueno pero ¿ya estás bien?

- Y tanto tengo ya el culo a prueba de bombas, por cierto, ¿sabes que mañana empezamos ya con el futbol?

- Sí, me lo ha dicho ya Isaac.

- Creo que a este tío se le ha subido pronto a la cabeza lo de capitán, ¡¡¡¡¡reunirnos ya mañana!!!!! – era sabido que Isaac y Dani no eran muy amigos – Este tío es tonto.

- Hombre ahora tiene muchas responsabilidades.

- Bla bla bla, bueno caballerete, nos vemos a las seis ¿no?, a ver si hay suerte y nos toca en la misma clase, hasta luego Oscar, hasta luego Germán.

Mientras Dani se alejaba Germán le miro disimuladamente.

- Oscar, me encanta Dani.

- Y a mi es un tío de puta madre y muy bueno.

- Y esta muy bueno – dijo bajando la voz –

- La verdad es que está bien, pero demasiado alto para mí.

- Pues para mí no, oye ¿crees de verdad que tiene el culo a prueba de bombas?

- Germán, estas muy salido, háztelo mirar

- Jajajaja

Tras comer me eche una siesta, los de primero no teníamos la presentación hasta las 6, así que había tiempo.

A las 6 estábamos todos en el auditorio del colegio, para oír lo de todos los años, la gran institución, el presente curso, es un honor y privilegio y bla bla bla. Yo quería saber en qué clase me iba a tocar, deseaba estar con Germán, con Dani y con Isaac.

Germán Ansaldo 1º D – bueno ya se cual es clase que quiero

Oscar Antúnez 1º D – Bieeeeen, Germán y yo juntos, por ahora va bien.

Isaac de Meren 1º A – Ohhhh, mi galán ya no estará conmigo.

Daniel Santos 1º C –Vaya y Dani tampoco, bueno por lo menos estoy con Germán.

Tras esto fuimos a la nuestras clases para recibir una charla de nuestro tutor, en nuestro caso sería el Sr Blasco, el profesor de Historia. Era un hombre de unos treinta y tantos años, a mí personalmente me resultaba muy atractivo, y el único profesor de todo el instituto que valía la pena, en ese sentido.

Tras la típica charla a las 19:30 éramos libres. La cena era a las 20:30, pero no me apetecía bajar a cenar había comido mucho a la hora de comer, así que mientras Germán bajo yo me tumbe en mi cama a leer.

Pero tras un rato leyendo ya no me enteraba, pasaba página tras página, mi mente estaba en otra parte, estaba en Isaac.

Finalmente deje el libro y empecé a tocarme el paquete por encima del pantalón que ya estaba todo erecto gracias a Isaac. Me quite el jersey y me acaricie el pecho, por encima de la camisa, cerré los ojos y me imagine que eran sus manos, empecé a notar como el calor me iba subiendo.

Desabroche le pantalón y me saque mi pene, ya complete duro y húmedo e inicie un suave masaje, mientras me desbrochaba la camisa lentamente, para que mi otra mano comenzara a acariciar mi pecho lampiño, llegando finalmente a mis pezones. Al acariciarlos y pellizcarlos se pusieron erectos y yo estaba cada vez más caliente.

- Isaaaaac, … Isaaaaac….

Llevaba mis dedos a mi boca, los llenaba de saliva y volví a acariciarme los pezones y el masaje a mi pene se había convertido en una paja en toda regla. Mis jadeos aumentaron, mientras me mordía mi labio inferior.

Tras un rato así notaba que me iba a venir, pero no quería acabar aun, así que pare. Me quite los pantalones, los bóxer y la corbata, quedando solo con la camisa desabrochada.

Me lleve la mano izquierda a la boca y empecé a chupar el índice. Ya húmedo, acaricie con él mi glande lleno de liquido pre seminal, lo que me producía un cosquilleo que hacía que mi pene brincara, tras esto fui bajando, por el tronco, los huevos, las ingles hasta llegar a mi ano.

Me llevaba los dedos a la boca y con ellos acariciaba y humedecía mi entrada, produciéndome un agradable sensación, hasta que empecé a empujar, uffff hacia mucho que no lo hacía y me encantaba, poco a poco lo metí, comencé a moverlo en mi interior, aumentando mi calentura, notaba como el sudor perlaba mi frente .

Saque el dedo y me lleve a la boca esta vez, el índice y el corazón, los chupe bien, y los lleve a mi culo y sin pensarlo los metí hasta el fondo, ahhhhh, que sensación tan deliciosa.

Estaba ya cubierto de sudor y a mil, así que volví a pajearme, no hizo falta mucho para correrme.

- Ahhhhhhh, jode… jod…. Isaa…Isaac, siiii

Debieron ser como cinco trallazos que me llegaron desde la barbilla hasta el abdomen, y así me quede totalmente relajado tocando mi polla que iba perdiendo su dureza y pensando en Isaac, dándome besos por el cuello.

No habían pasado ni cinco minutos cuando llamaron a la puerta.

- ¿¿Oscar??

Joder, Germán, que oportuno y yo allí medio desnudo, sudoroso y con la lefa aun por todo el cuerpo, me la limpie con lo primero que pille – un calcetín- y me empecé a vestir.

- ¿Oscar estas?

- Si ,ya voy

Más o menos limpio y vestido abrí

- Que pasaba que no abrías

- Me había quedado medio dormido, ¿qué hora es?

- Casi las nueve y media pero…

- ¿¿Qué pasa?? –pregunte con ojos inquisitivos-

- Jajajajajaja, te la estabas machando, jajajaja

- Que dices, eso no es cierto – me puse rojo como un tomate-

- Jajajajaja, si no me era bastante con tu rostro sudoroso, y el olor, los colores que te han salido me lo confirman, podrías haber abierto la ventana

- Bueno es que…

- Que has visto a Isaac y querías darte un homenaje ¿no?

- Déjalo por favor – y me senté en la cama-

- Jajajaja, vale – Germán se acostó en la cama apoyando su cabeza en mi regazo – pero lo que no entiendo es cómo puedes ser aun tan vergonzoso con lo que paso este verano.

La verdad es que tenía razón, este después de lo que paso este verano no tendría porque avergonzarme de estas cosas con Germán. No en vano es la persona con la que me inicie en el sexo y perdí mi virginidad.

De lujo 13 (Un gatito preocupado)

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Nota de la autora

Buenas, criaturas!

Me complace presentaros, por fin, el capítulo trece (doce más uno, si sois supersticiosos). Este episodio tal vez os parezca muy corto, pero es que me quedaba muchísimo por contar, y ya llevaba una barbaridad, así que he pensado en seguir en el catorce en lugar de partirlo en dos. Era realmente largo, en serio *risas*.

La verdad, esta va a ser una nota corta. Tengo que ir a solucionar un problema que me ha surgido (ha aparecido mi relato publicado por ahí, y como comprenderéis, no es la cosa como para ponerse a tirar cohetes).

Quería daros las gracias a todos, huelga decir el porqué. A veces, uno necesita saber qué está haciendo y por qué, y no puedes darte cuenta hasta que te dan un pequeño empujón. O a lo mejor soy imbécil y sólo me pasa a mí *risas*.

En serio. Muchas gracias a los lectores, comentaristas, quienes puntuáis y quienes me escribís. Es un placer contar como vosotros en esta serie de prostíbulos, mafiosos y gatitos.

Espero de corazón que disfrutéis con este nuevo capítulo de De lujo, y nos vemos en el catorce!

P.S. He visto que algunos os perdíais un poco con el capítulo doce, así que os daré una pista para que no tengáis que volver a leerlo todo si os perdéis en este también… Gareth es un personaje que aparece por primera vez en el capítulo ocho, después de la venganza de Louis, y vuelve a hacer acto de presencia en la segunda parte del once.

13

Me siento enfermo.

-Ray.

Enfermo y culpable.

-Ray, para, por favor.

Y no hay forma de deshacerme de esa sensación.

-¡Joder, déjame ayudarte!

Mi mano alcanza el picaporte de la puerta de nuestro cuarto en el segundo piso en un movimiento fugaz, evitando que mi protégé se me escape otra vez. El corazón me late muy rápido mientras veo cómo Ray se queda un segundo con la mano en el aire, extendida hacia la puerta. Luego él me mira y hace rodar los ojos. Yo no me siento mucho mejor.

-Eres muy pesado, gatito.

-No estaba en la lista de clientes –insisto, ignorándolo y sin soltar el picaporte-. No había ningún Maidlow en la lista. Lo que ha pasado… lo que ha pasado es culpa mía. Debería haber revisado…es culpa mía…

Lo siento. Lo siento mucho.

Estas últimas palabras resuenan en mi cabeza, pero se me atragantan por algún inextricable motivo y desaparecen bajo una ola repentina de rabia y vergüenza. Cerrando el puño sobre el picaporte, intento no ahogarme en ella y mantener la cabeza lo suficientemente fría como para encontrar la forma de convencer a Raymond de que puedo realmente ayudarle.

Incluso aunque ni yo mismo sepa cómo.

-¡Escúchame! ¡Tiene que haber algo que podamos hacer!

Para mi consternación, Ray ladra una risotada al oír eso. Tiene el pelo revuelto –más que de costumbre-, allá donde aquel tipo lo agarraba mientras… No. Sacudo la cabeza para apartar la imagen de mi mente, casi con furia. Mientras, él observa la evolución angustiosa de mis emociones como quien mira un telefilm especialmente cutre.

-Dime, ¿qué piensas hacer? –pregunta al fin, sus ojos destellando bajo el desordenado flequillo-. ¿Cuál es tu plan brillante, héroe?

No lo sé. Dios, no lo sé. Y no puedo concentrarme en una solución si pone esa cara. Como si no le importara en absoluto.

-Hay que decírselo a Ava para que tome medidas.

Ray vuelve a reír, aunque ahora no se limita a soltar una sola carcajada, sino que ésta se alarga durante unos segundos en los que su risa me golpea y me deja descolocado.

-Buen intento. Y ahora déjame pasar a mi habitación –aprovechando mi confusión, Ray me aparta de un empellón y abre la puerta del cuarto, pero en el último momento consigo interponer mi cuerpo entre ésta y el marco.

-Raymond, seguro que Ava…

-Eres terriblemente ingenuo, gatito –su cara, repentinamente despojada del tajo irregular de su sonrisa, es extraña. Misteriosa. Yo siento algo espeso y muy incómodo subiendo por mi garganta y cerrándola-. Crees que Ava va a regañar al viejo y expulsarlo del Chat, ¿no?

Estúpido Raymond. ¿Por qué haces esto?

-No lo entiendo –gimo, desesperado-. No puedes dejar que ése tipo se largue como si nada. No puedo creerme que se le consienta venir y hacer lo que ha hecho de forma impune.

-Y no puede. No según el contrato que ha firmado con madame Strauss.

Yo enmudezco de golpe. El pecho de Ray sube y baja lenta y rítmicamente unos instantes antes de que éste se incline hacia mí para apoyarse en el marco, su cara a unos centímetros de la mía.

-¿Dónde te crees que estás? –susurra. Su aliento me acaricia la cara. La mezcla de nicotina y alquitrán parece una vieja conocida ya-. Esto es un prostíbulo, gatito. La gente que viene aquí está podrida por dentro, da igual la pasta que tengan. Por muchos modales de caballero victoriano mariquita de los que presuman, en el fondo lo mejor que te van a considerar es como a un objeto con el que pueden hacer lo que les dé la gana durante unas horas. Un objeto que, después de pasar por sus manos, vuelve a ser nada. Así que Ava puede escribir todas las normas que quiera, pero en el fondo todos sabemos que nadie va a respetar un reglamento que intenta defender a la nada. Y menos cuando ellos saben que pueden tumbarlo a golpe de cartera –mi protégé sonríe, aunque sus ojos son imposibles de leer-. Aquí la gente suele acatar las normas para no perder prestigio delante de la gente de su casta. Hasta que los haces enfadar, claro. Entonces harán lo posible por destruirte.

Parpadeo. No puedo creérmelo. Hay algo muy adentro de mí que se niega a creer que todo esto sea una idiosincrasia encubierta, y que Ava no pueda (o no quiera) hacer nada al respecto. Simplemente no puedo. Presa de una rabia incontenible y absurda, golpeo la puerta con el puño cerrado, sobresaltando un poco a Raymond.

-Lo que ha hecho ese hombre es demasiado –grazno, en un tono animal y obstinado. Entonces Ray se yergue y separa un poco la puerta para mirarme. En su expresión hay humor contenido y amargo. Se está riendo de mí. De mi supuesta inocencia.

-¿Crees que es la primera vez que me violan? –suelta, y la palabra me abofetea igual que una mano sólida, dejándome sin aire. Mi cara debe ser todo un cuadro, porque su boca se tuerce hacia un lado y abre los brazos en un gesto indiferente-. Bienvenido al verdadero Chat Bleu, gatito. Vete acostumbrando. Y ahora lárgate por ahí a hacer manitas con el ruso. Me gustaría respirar diez minutos sin tener a nadie pegado a mi culo.

Y me cierra la puerta en la cara.

El cuarto del segundo piso está a oscuras. Al verse dentro, Ray aguarda un momento en silencio, sin moverse, hasta estar totalmente seguro de que ya no se oye nada al otro lado. Sólo entonces puede permitirse el lujo por fin de respirar hondo, apoyarse contra la puerta, y cediendo al temblor de sus rodillas, deslizarse con la espalda pegada a la superficie de madera hasta quedar sentado en el suelo.

El viejo lo ha tocado. La certeza hace que se estremezca de asco, una repugnancia viscosa y densa abriéndose paso a través de su garganta como lodo frío. Todavía puede sentir sus manos en el cuerpo, su aliento caliente y nauseabundo contra la nuca. Él vuelve a temblar, y esta vez su cuerpo lo reprende con un calambrazo de dolor.

El viejo lo ha tocado y roto.

Lo peor es que la culpa es suya. Sólo acaba de recibir su castigo por olvidar cuál es su sitio con Gareth Maidlow. Sólo quería meterle un poco de miedo a su cliente (madame Strauss no va a expulsar del club a un habitual del calibre del galés por algo tan nimio como andar enchochado por él), pero debería haber supuesto que Maidlow senior aparecería tarde o temprano para recordarle lo peligroso que puede ser ponerse chulito con alguien como él o su hijo. De hecho, muy en el fondo sabía que el duque haría acto de presencia en su cuarto. Lo que no sabía es que se fuera a tomar así su venganza.

Reprimiendo un quejido, se pone en pie. No hay nada que le apetezca más en este momento que meterse en la ducha y raspar su cuerpo a conciencia para eliminar de su piel hasta la última partícula del viejo. No obstante, Ray sabe de sobra que Louis tiene montado ahí dentro su centro de operaciones, así que se limita a deambular lentamente de una esquina a otra de su habitación, igual que un león enjaulado.

Aunque no quiere pensar en nada, su mente no deja de bullir, y, como la marea, lo arrastra poco a poco y de forma inevitable hacia aguas turbulentas. Sin hacer caso del dolor punzante de la mitad inferior de su cuerpo, camina hasta el ventanuco del cuarto y pega la sien al frío cristal. En realidad, no hace más que reflexionar acerca de lo que le ha dicho a Louis.

¿Cuántas veces lo han humillado así? ¿Cuántas veces no ha sido dueño de su propio cuerpo? Lo cierto es que no lo sabe.

Ya hace tiempo que perdió la cuenta.

En la sala había dos hombres y una mujer aparte de Ava Strauss. Ray no reconocía sus voces, pero procuró quedarse con el registro de todas. Aunque no le serviría de mucho, le hacía sentirse bastante más seguro el tener una idea de a lo que iba a enfrentarse.

-¿Y a qué se debe esta pequeña reunión, madame? –preguntaba por fin uno de los hombres, después de una larga e insulsa charla. La suya era una voz agradable, de tenor, y Ray identificó en ella una cadencia muy sutil, un acento bien camuflado-. Tiene que ser algo muy interesante, ¿verdad? Dudo que una mujer ocupada como usted nos haya reunido aquí para hablar de su lámpara de araña.

Él oyó carraspear a la dueña del Chat.

-No, claro, que no –replicó. Sonaba intranquila, y él pegó aún más la oreja a la puerta, tratando de relajar su respiración-. Tengo… un asunto un tanto complicado entre manos.

-Es ese chico, ¿verdad? –otra voz, femenina también. A su intervención siguió un silencio contundente. Con una suave risa, la mujer volvió a hablar:-. Venga, Ava. Ya sabes que aquí vuelan las noticias. ¿Se trata de una nueva adquisición?

Uno de los sillones crujió un poco. Madame Strauss no parecía estar pasando un buen momento.

-Algo así. En realidad… en realidad necesitaba ayuda con él.

En el salón volvió a hacerse un silencio tentativo. Entonces la voz del segundo hombre irrumpió tras un largo rato sin haberse dejado oír, y, a pesar de que Ray ya se había sobresaltado la primera vez que la escuchó, no pudo evitar volver a brincar en el sitio.

-¡Ava Strauss necesita ayuda! –se carcajeó aquel tipo. Éste arrastraba las palabras y no se molestaba en tratar de ocultar su fuerte acento, de algún lugar de Gran Bretaña.

-Tiene que ser algo grave, si necesita reunir a sus mejores clientes, madame –de nuevo el tipo de la voz comedida. Él oyó a su protectora emitir un sonido mortificado apenas audible.

-Más que grave, es difícil de afrontar. Sí, se trata de una nueva adquisición, pero este es un caso especial. Verán… les he reunido aquí porque sé que puedo confiar en ustedes a la hora de pedirles una valoración objetiva del chico. Les advierto que no ha pasado por un buen trance antes de llegar aquí, pero será mejor que no hagan preguntas. El asunto, lamentablemente, es confidencial.

Silencio, de nuevo. Él imaginó que los presentes estaban sopesando la idea, tanteando quizá la paciencia de Ava para tratar de sonsacarle información más sutilmente. Ray llevaba poco tiempo en el Chat, pero ya comenzaba a entender la forma de pensar de los clientes del club.

-Estoy intrigado. Y estoy seguro de que no soy el único –se trataba de la voz del hombre elegante. Su afirmación fue ratificada por un coro de murmullos-. Madame, tal vez debería mostrarnos ya sus cartas.

Esta vez no hubo respuesta. Ray se alejó bruscamente de la puerta al volver a oír un crujido, y un segundo después, Ava la abría y ambos se encontraban cara a cara. “Hora de presentarse en sociedad”, parecía decir su expresión. Él respiró hondo, apartándose el pelo aún húmedo de la cara, y madame Strauss forzó una sonrisa y se hizo a un lado.

El salón era lo bastante pequeño como para resultar acogedor sin resultar cargante. El chico, descalzo, no hizo ningún ruido al entrar en escena, y aprovechó un primer instante para escanear el cuarto rápidamente. En efecto, había dos hombres (uno delgado, de aspecto impecable, procedente probablemente de Oriente Medio; y otro grueso y rubicundo, algo pasado de copas) y una mujer, pequeña y rubia. Sin embargo, le sorprendió encontrarse con otra presencia silenciosa, acurrucada en un sofá, junto al viejo gordo. El tipo, mucho más joven y apocado que el resto de los presentes, desvió la mirada en cuanto Ray posó los ojos sobre él, aunque enseguida la mujer rubia carraspeó y el muchacho se vio obligado a romper el contacto visual.

-No puedo imaginar qué problemas puedes tener con él, Ava. Cada vez traes mejor material.

-¿Buen material? -El viejo lanzó una risa escandalosa que hizo tensarse a Ray. Su cuerpo enorme se inclinó peligrosamente hacia adelante cuando se puso en pie-. Parece una rata callejera despeluchada… Aunque sí que has acertado llamando a Gareth. A mi hijo le va ése estilo, ¿eh?

Y le dio una palmada al hombre sentado a su lado, que se estremeció bajo el contacto, para a continuación comenzar a quejarse con voz vacilante de que Ava lo hubiera llamado para poner precio a un chico raquítico y otras cosas cada vez más incoherentes. Por las caras de los otros tres invitados y Ava, Ray no era el único a quien la presencia del viejo medio borracho comenzaba a resultar cargante. Por suerte, éste decidió pronto que tenía algo más interesante que hacer fuera de esa habitación, porque tras balbucir una disculpa poco sincera y una despedida, salió del salón. En cuanto la puerta se cerró tras su grueso cuerpo, Ray oyó suspirar a madame Strauss a su espalda.

-Debería haber supuesto que esto iba a ocurrir, Madame –el árabe también pareció haber escuchado a su mecenas, y le dedicó una leve sonrisa socarrona antes de centrar sus ojos oscuros en el cuerpo del chico-. Hacía tiempo que no traía a nadie nuevo al club –añadió. La otra mujer, sentada frente a él, murmulló un sonido de asentimiento fascinado.

-B-bueno. Tiene razón –Ava se frotó las manos. Por su tono de voz, Ray dedujo que estaba deshecha y deseosa de salir de allí-. Yo también tengo cosas que hacer, no obstante. Será mejor que les deje con él… a no ser que alguno de ustedes prefiera marcharse con Monsieur Maidlow.

A excepción del joven apocado, cada vez empequeñeciendo más en el sofá, los invitados de Ava respondieron a su tono mordaz con humor cortés. Entonces, Ray sintió la mano de su jefa apretarle discretamente el hombro (algo que sólo consiguió cerrar un poco más el estómago de su protegido), y salió del cuarto.

Ahora estaba solo. Solo con aquellas personas de las que no sabía nada. Ray no pudo evitar sentirse ridículamente traicionado, porque Ava no había mencionado nada de eso. Sus omóplatos se volvieron rígidos al instante mientras observaba los movimientos de esa gente. Siempre en estudiada tensión. Preparado para cualquier cosa.

-Tienes razón, Margo. Es interesante –Ray casi brincó, por culpa de toda aquella tensión vibrando en su cuerpo. Su mirada se dirigió al origen del sonido. El árabe elegante se la sostuvo durante largo rato, ninguno de los dos dispuestos a bajar la guardia. Había algo en esa cara serena, sin ningún rasgo destacable, que invitaba a confiar en él.

No es que Ray fuera a hacerlo, claro. Ya sabía lo que era confiar en hombres elegantes. Nunca había salido bien.

-Interesante pero rígido.

-Más bien atento –el tipo se levantó sin hacer el menor ruido. Él creyó que la incertidumbre iba a hacerle explotar, pero se las arregló para no saltar y salir huyendo cuando aquel hombre se le acercó para mirarlo de cerca. Apretó la mandíbula bajo el escrutinio de esos ojos oscuros. Sabía que los otros dos presentes también estaban pendientes de él, pero no parecían tan dispuestos a entrar en acción como ese hombre. Aunque el árabe se cubría tras una expresión sosegada, Ray había captado el brillo de sus ojos al entrar en el cuarto-. ¿Estás asustado, chico?

El destello de sus pupilas se volvió un poco vidrioso un instante. Por la forma en que escrutaba su figura, caminando en círculos a su alrededor, probablemente el hombre se estaba montando alguna fantasía muy elaborada con la que espolear su libido. Él se pasó la punta de la lengua por los labios, con sus músculos comenzando a relajarse.

Asustado. De un jeque repeinado. Casi se echó a reír.

Con la mirada fija en ésa cara oscura, y obviando la respuesta, alcanzó el borde de su camiseta y se escurrió fuera de ella con facilidad. Al verlo, el árabe cesó su paseo contemplativo y quedó plantado delante de él, muy quieto, al igual que los otros dos espectadores. Entonces Ray se permitió sonreírle un poco, una línea irregular más que otra cosa, y les dio la espalda.

El aire a su alrededor pareció densificarse. Las heridas de su espalda no tenían tan mal aspecto como el día que llegó al Chat, pero las cicatrices todavía eran muy tiernas y recientes. Finas nervaduras rosadas que mordían su piel a la altura de sus hombros y avanzaban incansables hasta rozar la cinturilla del pantalón. Ray esperó a que la imagen calara en los cerebros de sus acompañantes, y luego sus ojos asomaron por encima del hombro como dos pequeñas rendijas verdes. Sus caras de consternación le dieron, otra vez, ganas de reír, pero se contentó a levantar un poco más las comisuras, centrado ya de nuevo en el árabe.

-No tengo miedo –le dijo, casi desafiante. El hombre se limitó a parpadear, aparentemente incapaz de despegar la vista de aquellas formas abstractas. Su compañera, no obstante, dejó su asiento sin mediar palabra y, discretamente, abandonó la sala. Una mujer inteligente. Por otro lado, ni siquiera reparó en la tercera figura, cada vez más hundida en el sofá-. ¿Aún quieres ponerme precio?

Tenía la esperanza de que no. De que alguien de su estatus lo considerara mercancía defectuosa e hiciera correr la voz en el club. Nadie querría tirarse a un adolescente marcado y con pinta de ratero de poca monta, ¿no?

Ésa era la teoría, claro. Pero no contaba con la sonrisa del hombre elegante.

-Ahora entiendo el secretismo de Ava –susurró, acercándose a él. Ray se volvió para enfrentarse al brillo en sus ojos. Ahora eran brasas candentes-. Hacía siglos que no traía nada interesante al Chat.

El tipo lo sujetó por la barbilla, estudiando su cara, y él tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no gritar. Hasta aquel momento, desde su primer día en el Chat, no había dejado que nadie excepto Ava Strauss le pusiera una mano encima. Lo habían arrojado a un lugar extraño –un prostíbulo- lleno de gente extraña, y Ray necesitaba sentir que era el único propietario de sí mismo por fin. Lo necesitaba de verdad, para no volverse completamente loco.

Ahora, la realidad acababa de pegarle un puñetazo en la cara y devolverlo a su sitio. Da igual dónde estuviera o por qué. Nunca iba a dejar de ser un juguete, siempre en manos de alguien.

-Es interesante, lo que tienes ahí detrás. La gente que trabaja aquí no suele tener nada que merezca la pena contar. Todo historias aburridas de telenovela.

Ray creyó que iba a vomitar, pero se obligó a agarrar las manos de aquel tipo y a dirigirlas hacia él. Buen material. Marcado y exótico.

El árabe apretó su cuerpo con esas manos grandes, dedos largos sobre sus costillas, aunque sin poder dejar de nadar en sus ojos. Ray tampoco desvió la mirada, guiándolo por el mapa accidentado de su piel. Podía deslumbrarlo y sacar un buen precio para él. La certeza de que aquella era la menos mala de sus salidas le hizo sentir la cabeza ligera, pero siguió agarrando con firmeza las muñecas del hombre. Notaba el calor de las palmas contra su vientre, descendiendo.

-¿Vas a contarme tu historia?

La voz, algo temblorosa, llegó hasta su cerebro. Ray volvió a lamerse los labios, lentamente, y forzó a esa mano pasar la frontera de su pantalón. El aliento húmedo del hombre le calentó la cara.

-Voy a hipnotizarte –replicó, en tono grave, firme y bajo. Su interlocutor sonrió como un idiota al oírle por primera vez, y algo dentro de su pantalón también pareció alegrarse de escucharlo.

-Llevas… l-lentillas, ¿verdad?

Qué fascinado parecía con eso. Ray soltó sus muñecas –sus manos ya se habían quedado pegadas al cuerpo del chico-, y deslizó los dedos entre los ojales de su camisa, siempre manteniendo el contacto con las pupilas del otro.

-No. Te gusta, ¿verdad? –no se refería a nada en particular. El tipo agarró su polla, lo que hizo sacudirse su cuerpo de arriba abajo. Él exhaló despacio y terminó de desabrocharle la camisa con una mano, mientras concentraba la otra en juguetear con su cinturón-. Te gusta lo que ves –el otro intentó desviar la mirada del color imposible de sus ojos, y Ray inclinó la cabeza para pasar la punta de la lengua por sus labios-. ¿Quieres ver más? Mírame a los ojos y escúchame, ¿sí?

El jeque asintió de forma desacompasada. Sus manos acariciaban el cuerpo del chico en movimientos erráticos. Las de Ray, por otro lado, se aventuraron dentro de los calzoncillos de algodón egipcio y sujetaron su verga gruesa y caliente.

-¿Qué crees que era antes?

El muchacho trató de desasirse para retroceder hacia el sofá, pero el hombre, todavía centrado en sus iris verdes, cerró las manos en torno a su cintura. Ray ladeó la cabeza y aprovechó para frotar su entrepierna en círculos contra la del “cliente”. Eso terminó de engarfiar los dedos del otro sobre sus caderas, hasta hacerle daño.

Él se estremeció, un hormigueo trepando por su piel. Un recuerdo, doloroso como un latigazo, saltó de su memoria, y el chico tuvo que esforzarse en enterrarlo al tiempo que liberaba la polla del árabe de su prisión y terminaba de descapullar el glande. Lo apretó con el pulgar, en círculos, muy despacio, y sus otros dedos envolvieron el miembro venoso. El calor le golpeó la cara. Quiso creer que se trataba de la excitación del momento.

Su cliente jadeó, temblando.

-Un tigre –y sonrió con su propia ocurrencia. Ray movió la mano, arriba y abajo, y le enseñó los colmillos.

-Un tigre, ¿eh? –ronroneó. El otro intentó besarlo, aunque el chico logró esquivarlo y hundió esos caninos en el cuello oscuro del tipo, sin llegar a romper la piel. Después le lamió, sintiendo el pulso atronador contra su lengua, y apretó la cara contra ese mismo lugar. La polla que tenía entre sus manos dio un respingo cuando volvió a emitir ése sonido gutural, casi un gruñido, contra su carótida-. Puede que fuera un tigre. Han intentado domarme muchas veces.

Muchas veces. Incontables veces. Hans era un domador pertinaz.

Ray se desasió tanto del abrazo del hombre como de su memoria con un movimiento sinuoso y se dejó caer de espaldas sobre el sofá del cuarto.

-¿Has intentado domar a un tigre alguna vez?

Dijo esto con los pulgares enredados en las trabillas de su pantalón, pero no tuvo la oportunidad de bajárselos más allá de la mitad de los muslos. El tipo, presuroso, se lanzó sobre él y se le adelantó para dejarlos enredados en sus gemelos. Después se quedó inmóvil, sujetándolo por los tobillos y manteniendo inconscientemente sus piernas en el aire, paralizado por la forma en que los músculos del chico se contraían y estiraban bajo la piel buscando adaptarse a la nueva posición. Un cuerpo esbelto y furtivo. Como un gran felino, sí.

El hombre estaba descompuesto. Ray observó sus pupilas dilatadas y sintió el miembro pegajoso clavarse en su ingle. Parpadeó despacio, y aunque su propia respiración resultaba temblorosa, la mano que guió esa polla entre sus piernas era firme y segura.

Se detuvo cuando sintió el glande palpitante contra su esfínter. El calor le abrasó el cuerpo una vez más.

-Creo que nunca lo has intentado –susurró. La verdad, no sabía muy bien qué estaba diciendo.

El jeque asintió ferozmente, aferrando sus tobillos hasta casi cortarle la circulación. Ray lo tentó un poco más, apretando la cabeza contra su cuerpo.

-Seguro que no –el árabe gruñó. No había un atisbo de humanidad en su cara ya. Él, con los labios entreabiertos, pasó la lengua por delante de sus dientes. Le gustaría volver a morderle, pero esta vez para clavarse en su garganta de verdad-. Qué suerte la tuya, que esté siempre atrapado. No tienes ni una pizca de lo que hay que tener para enfrentarte a un tigre salvaje.

Las palabras salieron rápido, delirantes y escupidas a la cara anónima de aquel tío, que en venganza lo embistió y lo invadió a la fuerza, duro y caliente como una barra de hierro al rojo. En un calambre eléctrico, su cuerpo se arqueó y él siseó igual que un animal furioso.

-Cabrón hijo de puta –gimió, en un acceso de rabia ciega. La polla del jeque pugnó por abrirse paso en su interior, pero no lo tuvo complicado. No había sido la primera, igual que no sería la última. Pronto alcanzó un tope físico, palpitando con fuerza y arrancando otro gemido al chico-tigre, aunque esta vez toda esa musculatura atlética pareció volverse un poco líquida en las manos del otro.

El cuerpo de Ray quería relajarse. El placer hormigueó en su vientre, la sangre bulló en su cara, y un sudor caliente y pegajoso empezó a hacer brillar la piel bajo la luz amarillenta de las lámparas. Pero cuando el cliente comenzó a moverse balbuciendo tonterías y el sonido irritante de sus pelotas golpeándole inundó la habitación, él volvió a olvidar dónde estaba. Su cuerpo, efectivamente, estaba ahí, y estaba siendo follado por un desconocido y se estremecía. Él estaba lejos. Oía la voz áspera de Hans riéndose de él.

Otra estocada. Ray pensó que sus huesos se volverían mantequilla al intentar cambiar de posición y darle la espalda al otro. No obstante, cuando consiguió hundir la cara húmeda en el sofá, la mano del árabe (¿o era la de aquel animal alemán?) tocó sus cicatrices y él recuperó la tensión, su cuerpo se contrajo y el dolor amenazó con romperlo. Gritó contra los cojines, su voz amortiguada, al tiempo que su primer cliente cedía a la presión y estallaba entre gemidos patéticos.

El chico-tigre (quien en realidad había dejado de ser un gran felino hacía mucho tiempo para convertirse en sólo eso, un chico), permaneció totalmente inmóvil mientras el cliente balbucía palabras de agradecimiento y se escabullía del salón. Tal vez volvería más tarde, cuando Ray ya estaba en lo más alto de la tabla de precios del Chat Bleu, aunque él nunca recordaría la cara del cliente elegante al que había conseguido reducir a poco más que un gatito excitado.

Sí, no se atrevió a moverse durante mucho rato después de aquello. Había quedado desmadejado en aquel sofá extraño, su mente luchando por mantenerlo en la realidad y no sucumbir a las imágenes que se sucedían a toda velocidad en la amalgama confusa de sus recuerdos.

Las cicatrices de su espalda tiraron de la piel cuando se encogió al sentir una mano sobre su cabeza. En un contacto casi imperceptible, alguien le apartó el pelo húmedo de la cara. Los ojos de un color indefinido de Gareth Maidlow se clavaron en los suyos, lo bastante fascinados y sobrecogidos como para no rehuir su mirada por fin.

Pero Ray estaba demasiado confuso como para poder recordar al cuarto invitado de Ava Strauss. No quería pensar. Su cerebro echó el telón y permitió que aquel desconocido siguiera acariciándole el pelo.

Era la segunda vez desde que llegó al Chat que dejaba que un extraño le pusiera la mano encima.

Amor Comprado: Si pudiera tenerte una vez más

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Después de tocar la puerta varias veces, por fin se abrió… y lo primero que vi fueron aquellos ojos cafés que tanto brillaban cuando me veían… si tan sólo pudiera retroceder en el tiempo y volver a estar contigo como antes…. http://www.youtube.com/watch?v=kiRw5550Ofo

♫I’d say a prayer each time you smile (Rezaría cada vez que tú sonrías

cradle the moments like a child reteniendo los recuerdos como niño

I’d stop the world if only I Detendría al mundo si tan sólo

could hold you one more time♫ pudiera tenerte una vez más)

Julio – exclamó sorprendido – ¿Cómo supiste que estaba aquí?

Me lo dijo Alfonso – respondí – I’d say a prayere each time you smile

cradle the moments like a child

I’d stop the world if only I

could hold you one more time

one more time

one more timeI’d say a prayere each time you smile

cradle the moments like a child

I’d stop the world if only I

could hold you one more time

I’d say a prayere each time you smile

cradle the moments like a child

I’d stop the world if only I

could hold you one more time

I’d say a prayere each time you smile

cradle the moments like a child

I’d stop the world if only I

could hold you one more time

I’d say a prayere each time you smile

cradle the moments like a child

I’d stop the world if only I

could hold you one more time

y quise venir a verte.

Abracé a Ernesto con mucho entusiasmo… es increíble que volvamos a vernos; me quedé así unos instantes hasta que le pedí que me acompañara a recorrer las calles de la ciudad; Ernesto no quería, pero lo convencí para que me acompañara y, justo en el momento en que nos íbamos, llegó Alfonso.

—————————–

Apenas llegué, me enfurecí aún más al verlos tan cerca que no pude contener mi rabia y me abalancé sobre Ernesto, quien me sorprendió cuando se defendió muy bien de mí, haciendo que ambos termináramos con varios golpes.

Julio se acercó a mí y me levantó del suelo para después sujetarme de los brazos con fuerza, evitando que volviera a golpear a Ernesto. De repente, me sorprendió escuchar una voz que por algún motivo me resultaba familiar; levanté la cabeza para ver a aquella persona que estaba llegando a saludar, y me llevé una enorme sorpresa al ver que era Diego Serrano, uno de mis amigos de aquellos días en el instituto.

¡Ernesto! – exclamó – No sabía que habías regresado.

Así es – dije con expresión de molestia – mi gemelo ha regresado, pero no dejaré que se meta con mi novio.

Tú y yo tenemos que hablar – me dijo Diego – ven conmigo.

¡Suéltame! – grité – No iré contigo a ningún lado.

No te conviene hacer este tipo de escenitas – comentó Diego – es mejor que cooperes, vamos.

—————————–

Diego forzó a Alfonso, quien no quería ir con él, y la verdad, no lo culpo. Cualquiera que haya visto a Diego se asustaría… está casi igual a como lo vi la última vez, solo que su estilo de vida es un tanto… Dark.

—————————–

Discúlpame – dijo Julio apenado – no pensé que…

Sí, lo sé – respondí – entiendo lo que pasa.

Tengo algo que mostrarte – dijo Julio – espera un momento.

Julio sacó su reproductor portátil de su bolsillo, colocó los audífonos, buscó una canción y me puso un audífono en mi oído «Escucha esta canción – dijo – Es mi favorita»

La música empezó a sonar a través de los audífonos y pude identificar con rapidez la canción que Julio quería que escuchara «Me siento tan bien, así cuando tú rozas mi boca dulcemente, solo tú y me dices que no es amor, que es más… aún♫ http://www.youtube.com/watch?v=SKIAfwLytrk

¿Aún la conservas? – pregunté asombrado – pero si yo la tenía en mi antiguo móvil.

Sí – respondió – pero cuando te fuiste, de inmediato compré el disco y transferí la canción al móvil.

Me quedé completamente anonadado, no podía creer lo que estaba escuchando «Guardó esa canción por mí» Me quedé observando su rostro y pude notar que volvía a sonreír con aquel brillo especial que sólo tenía cuando estábamos juntos… cuando nuestras líneas de vida estaban entrelazadas… ahora no sé si nuestras líneas sigan entrelazadas… o quizás es tiempo de dejarlo atrás y continuar mi vida, pero con alguien más.

—————————–

Diego y yo caminamos unas cuadras hasta llegar a su auto, en donde me metió a la fuerza y enseguida se metió él. En cuanto me vio, se acercó a mí y empezó a besarme de nuevo… sus besos son tan salvajemente sexies… que podría vivir así toda la vida… pero no, necesito a Julio como novio para poder sentir esta adrenalina que tengo con Diego.

No podemos permitir que ese par se vuelvan uno solo otra vez – exclamé.

Tranquilo, Alfonso – dijo – ya veremos cómo evitarlo.

Tengo una idea – respondí – alguna vez me comentaste que tu jefe quería a Ernesto ¿cierto?

Claro – dijo Diego – puedo hablar con el viejo Covarrubias para que nos ayude con el asunto.

Exacto – respondí – Ernesto sabrá lo que es tener sexo duro y salvaje con varios tipos al mismo tiempo y a pelo ¡Jajajajaja!

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Julio y yo decidimos salir un rato a recorrer algunas calles de la ciudad y no tardamos en llegar a su casa; al entrar, nos dimos cuenta de que sus padres no estaban, y Julio aprovechó muy bien la situación, pues me llevó de inmediato a su recámara; al entrar, ambos nos empezamos a besar y a desnudar con una rapidez impresionante, incluso yo mismo quedé sorprendido de verme desnudo en cuestión de segundos.

Julio poco a poco fue guiándome hasta su cama, hasta que me atrapó con su cuerpo; sin pensarlo dos veces, enredé mis pies en su cadera, tomé su cabeza con mis manos y lo acerqué a mí para darle un beso profundo, pasional… hace tiempo que no probaba sus labios.

Hazme tuyo – le dije – quiero que seas el primero y el único que me penetre.

De acuerdo – respondió mientras me empezaba a besar todo el cuerpo.

Hazlo despacio – le dije.

Julio me levantó las piernas y colocó su pene justo en la entrada de mi ano, de repente, empezó a ejercer presión y yo lo detuve repentinamente, pues me estaba doliendo demasiado.

¡Espera! – exclamé mientras lo trataba de apartar de mi cuerpo.

Relájate – dijo – si no, no podré penetrarte.

Me dolió – respondí – y ni siquiera entró.

No pasa nada – dijo mientras se acercaba a mí para besarme – te amo.

Y yo a ti – dije – pero me da miedo.

No temas – sonrió – procuraré no lastimarte.

Julio me distrajo con sus besos un rato, hasta que otra vez empezó a ejercer presión; yo me quejé pero Julio me siguió dando besos y me sujetó las manos con fuerza, logrando inmovilizarme; poco a poco sentí cómo su pene se iba abriendo paso «Me duele» le dije «Julio ¡Para! ¡Me está doliendo mucho!»

El dolor era inaguantable, y Julio no me dejaba moverme ni un centímetro; cuando Julio se detuvo, respiré profundo… estaba bañado en sudor debido al esfuerzo… «Está todo adentro» dijo Julio sonriente.

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Fue complicado penetrar a Ernesto, pues no estaba relajado y contraía demasiado su ano; así que tuve que ejercer presión para que entrara mi pene, y por fin lo logré. Me acerqué a él para besarlo mientras empezaba a mover mi cadera con suavidad y lentitud, tocando cada rincón de su cavidad anal.

No me arriesgué a pedirle cambiar de postura, pues al ser su primera vez no está en condiciones para hacerlo, pero ya tendremos oportunidad de experimentar más cosas… lo importante ahora es que nos hemos unido en cuerpo y alma.

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Después de estar un buen rato así, Julio terminó eyaculando, pero no lo quiso hacer adentro, retiró su pene y su semen cayó en mis glúteos y alcanzó a cubrir mi abdomen, mientras que yo me masturbaba hasta lograr expulsar también el mío, el cual cubrió parte de mi pecho y mi abdomen, mezclándose con el suyo.

Julio y yo no dijimos nada, tan solo nos reímos y nos abrazamos… hace tiempo que no sentía esta felicidad invadir mi cuerpo, y la verdad, me agradaba demasiado sentirla; Julio me llevó hasta el cuarto de baño y ahí nos seguimos besando; nos apresuramos a tomar una ducha juntos y, después de vestirnos, me ofreció algo de comer pero, después de consultar la hora en el reloj de pared, le dije que no podía aceptar, pues ya debía irme lo antes posible.

Espera – me dijo – quiero darte algo.

Pero yo… – empecé a decir, pero Julio me interrumpió.

No te vayas todavía – me pidió – no te quitaré mucho tiempo, lo prometo – sonrió – sólo quiero darte algo para que me recuerdes siempre.

¿Estás seguro que es algo rápido? – pregunté.

Por supuesto – sonrió – ¿Confías en mí?

Está bien – sonreí – te espero.

No tardo – dijo Julio.

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Sonreí y me dirigí a mi cuarto, abrí mi cajón donde guardo mis sweaters y busqué una caja de madera, al encontrarla, la abrí y comprobé el contenido, para después cerrarla y regresar con Ernesto «Seguro le agradará» pensé cuando le di la caja.

¿Qué es esto, Julio? – preguntó – ¿Qué hay aquí adentro?

Ábrela – dije entusiasmado – no te diré nada, es una sorpresa.

Ernesto abrió la caja y sonrió al ver lo que había adentro «Julio, no te hubieras molestado» me dijo mientras tomaba el reloj de muñeca «Es perfecto» dijo. Ernesto se puso de inmediato el reloj y me abrazó con fuerza «Es un gran detalle» dijo «Pero lo que hoy compartimos, es aún más valioso que lo que me has regalado hoy» dijo, después me dio un beso en la mejilla y me sonrió; enseguida salió de mi casa y lo vi alejarse lentamente.

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Estaba en la cafetería platicando con unas amigas cuando vi pasar a un chico que conocía muy bien y tenía tiempo que no lo veía. Me disculpé con las chicas y me salí con prisa de ahí para poder alcanzar a este chico; tuve que correr para poder llegar a donde él estaba y, cuando lo logré, puse una mano en su hombro, lo que hizo que el chico volteara.

¡Carmen! – dijo Ernesto – ¡Qué gusto verte otra vez!

¿En dónde has estado? – le pregunté mientras lo abrazaba – No había sabido nada de ti en un largo rato.

Es una larga historia – respondió.

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Me sorprendió encontrarme a Carmen… aún recuerdo a esta chica, seguía conservando su figura, tan delgada como la recordaba, su rostro moreno y sus ojos cafés; su nuevo look la hacía ver elegante, dejó crecer su cabello y ahora lo tiene largo y ondulado.

Caminamos en dirección a una plaza cercana, mientras platicábamos de lo que han sido nuestras vidas en el tiempo que no nos hemos visto. Carmen me dijo que aún se reúne con los chicos de vez en cuando… excepto con Diego.

¿Y no los ha buscado? – pregunté.

Nos alejamos de él – dijo Carmen – se ha vuelto muy violento, además…

¿Además que? – pregunté inquieto – dime, Carmen.

No, nada – exclamó – me tengo que ir. Me dio mucho gusto verte.

A mí también – dije – nos vemos luego.

Toma – dijo mientras apuntaba su número telefónico y su dirección.

Muchas gracias – sonreí – cuídate mucho.

Igualmente – sonrió – me voy, se me hace tarde.

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Estaba a una cuadra de llegar a mi casa cuando me alcanzó mi gemelo Alfonso y me pidió unos instantes para hablar, a lo que no me negué, pues, después de todo, es mi hermano y lo quiero mucho aunque no hayamos tenido muchos momentos juntos.

¡Ernesto! – gritó ¡Espera!

¿Qué sucede? – le pregunté mientras me detenía y giraba mi cuerpo para poder verlo.

Sólo te lo advertiré esta vez – dijo mientras se paraba a escasos centímetros de mí – aléjate de Julio.

Alfonso… ¿qué te pasa? – pregunté confuso.

Pasa que me estás quitando a mi novio – dijo enojado – y no te lo permitiré.

¿Julio y tú… – empecé a decir.

Sí – respondió – lo que pasó entre ustedes ya quedó atrás, ahora es mi tiempo, mi momento.

No quiero tener un conflicto contigo – empecé a decir – pero si quieres rivalizar conmigo, te puedo responder.

Él es mío – empezó a decir – y yo…

Hagamos esto democráticamente – le dije – yo intentaré reconquistarlo, y tú también harás lo mismo – dije – y Julio elegirá a uno sólo, pero será decisión de él ¿Te parece?

Alfonso me observó con odio y rabia, tenía el rostro enrojecido y estaba temblando de coraje, apretando sus puños; alzó un brazo e hizo un movimiento que casi termina en un golpe en mi rostro, pero se detuvo a unos centímetros y se marchó sin decir nada, hecho que me dejó respirar con más tranquilidad.

De repente, mi móvil empezó a sonar y tan rápido como pude, tuve que contestar; mil cosas me pasaron por la mente en cuanto escuché la voz de Rosario.

Ernesto – dijo – ¿En dónde estás?

Caminando rumbo a la casa – respondí – ¿Qué sucede, Rosario?

Estoy en el hospital – dijo – la niña tiene fiebre.

Espérame – dije – voy para allá, no tardo.

En cuanto escuché esto, le pedí a Rosario la dirección del hospital y abordé un taxi; al llegar al hospital, busqué a Rosario pero no la vi, le pregunté a una enfermera y me llevó al consultorio donde estaban. Al final, el médico nos hizo unas recomendaciones y nos extendió una receta para medicación.

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Me arreglé lo mejor que pude, pues había quedado de verme con Tania; según ella, necesitamos hablar de muchas cosas; en fin, apenas terminé de peinarme, me puse mi chamarra de mezclilla y caminé al parque donde habíamos quedado.

Al llegar, Tania ya estaba esperándome sentada en una banca; en cuanto me vio, se levantó y me abrazó, para inmediatamente sentarnos y poder platicar.

¿Ya te enteraste, Luis? – me preguntó.

¿De qué? – pregunté.

Ernesto – dijo.

¿Qué sucede con él? – pregunté inquieto – Hace tiempo que no lo vemos.

Ha regresado – dijo.

¡Oh no! – exclamé – ¡No puede ser!

Necesitamos buscarlo pronto – dijo Tania – pero no sé en dónde buscarlo.

Quizás haya regresado a su casa – dije – podríamos…

No podemos ir a su casa, Luis – dijo rotundamente – sus padres no nos dirán nada.

Tania tiene razón, aunque les insistamos a los padres de Ernesto que nos digan su paradero, no lo harán, y en serio nos urge encontrarlo… esto es un lío. De pronto, recordé que aun teníamos una última esperanza: Julio. Si tan sólo pudiéramos visitarlo, él podría decirnos algo, pues él sería la primera persona que Ernesto visitaría a su regreso. El problema es, si Ernesto no lo ha visitado, no tendrá caso visitar a Julio.

Vamos con Julio – le dije a Tania.

¡Hola chicos! – saludó Carmen – Vaya ¡Qué sorpresa!

Sorpresa nos has dado tú – dijo Tania – Hace tiempo que no te veíamos.

Lo sé – dijo Carmen – lo bueno es que los encontré hoy, igual que a Ernesto.

¡¿Ernesto?! – gritamos al unísono – Carmen, necesitamos hablar con él de inmediato.

Por supuesto – respondió Carmen sonriendo – está en su casa.

En cuanto Tania y yo escuchamos eso, nos dirigimos a prisa a la avenida para abordar un taxi, mientras Carmen nos seguía «¡Eh, chicos, Espérenme!» gritaba mientras corría hacia nosotros. Al final, los tres llegamos a la casa de Ernesto y las chicas se bajaron mientras yo le pagaba al chofer.

Finalmente alcancé a las chicas, quienes ya habían presionado el botón del timbre de la casa; lamentablemente, transcurridos unos 45 minutos, nos tuvimos que retirar, puesto que nadie nos atendió.

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Por fin estoy llegando a la casa de mi familia de sangre, la familia Jiménez; Paula presionó el botón y se escuchó el sonido del timbre, minutos después, nos atendió un chico, de aproximadamente 16 o 17 años.

Buenas tardes – dijo amablemente – ¿Qué se les ofrece?

Buenas tardes – dijo Paula – me llamo Paula Lozano. ¿Se encuentra el Sr. Ignacio Jiménez?

Por el momento mi padre no se encuentra – dijo – ¿Se le ofrece algo? – preguntó el chico.

¿Cuánto tiempo tardará en regresar? – preguntó Paula.

El chico nos iba a decir algo, pero en ese momento estaba llegando el Sr. Ignacio, según dijo Paula, quien de inmediato se puso a platicar con él por un largo rato, hasta que; sin previo aviso, Paula se despidió de mí y me dijo que me tenía que quedar en esa casa.

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Me estaba divirtiendo en el bar cuando llegaron Diego y Alfonso «Rayos, adiós a mi ligue» pensé mientras me despedía del chico con el que había estado bailando. Me acerqué a ellos y los saludé con demasiado entusiasmo pero, al parecer, habían tenido un mal día.

¿Qué sucede? – pregunté – ¿Pasa algo malo?

No pasa nada, Jacko – dijo Alfonso mientras se acercaba a mí y pegaba su cuerpo al mío – relájate, todo está bien – Alfonso me rodeó de la cintura y me empezó a besar el cuello mientras restregaba su paquete en mi trasero.

Alfonso estaba actuando de forma inusual… no sé, algo me decía que tenía que retirarme pronto, pero cuando me despedí de ellos, me convencieron de quedarme un poco más «No te vayas, quédate un rato más aquí, conmigo»

Terminé accediendo a su petición, y pronto estábamos los tres bebiendo, riendo y bailando, hasta que no supe más de mí y terminé en un profundo sueño.

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Estaba arreglándome en la habitación; hace tiempo que no me veía así, tan feliz… el saber que Ernesto no murió me ha devuelto aquella parte de mi vida que creí haber perdido cuando me dijeron eso.

Jennifer entró en la habitación y me apresuró para salir, tomé mi chamarra y salimos a prisa de la casa. En el trayecto, Jennifer y yo estuvimos pasando por unas amigas de ella y también algunos amigos míos, para después llegar al salón de fiestas, donde se había organizado el baile.

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Me sentía mareado, y escuchaba voces alrededor de mí, pero no podía identificarlas… «Me duele mi cabeza» murmuré. No sentía las piernas, pero tenía frío… «¿Por qué tengo frío?» Empecé a observar el lugar, era un cuarto con demasiada iluminación… de repente siento un tremendo dolor en el ano.

Me estaban penetrando, pero mi cuerpo no respondía bien y, a pesar de los esfuerzos por tratar de levantarme y moverme, no pude conseguir nada… estaba como drogado, o algo así.

Empecé a recuperar por completo mis sentidos hasta que pude sentir mi ano completamente húmedo… el chico había eyaculado en mi interior «¿En dónde estoy?» Grité «¿Qué es esto?»

De repente los chicos que estaban a mi alrededor me desataron y me ayudaron a levantarme; escuché una voz que dijo «El film ha terminado»

Muy bien hecho, Jacko – escuché una voz que recordaba muy bien – ¿Disfrutaste ser la estrella principal?

¿Qué significa esto, Alfonso? – pregunté enojado – ¿Por qué estoy aquí, desnudo, en una filmación porno?

Porque así debe de ser – respondió – Tu ano es muy tragón – sonrió – te quedó todo el semen de cada uno de nosotros.

No soporté más la situación y empecé a llorar, me moría de rabia, impotencia, desesperación, miedo y frustración… «¿Cómo pudiste hacerme esto» le grité mientras trataba de golpearlo, pero varios chicos me sujetaron y me tiraron al piso.

¡Suéltenme! – grité con desesperación – ¡Déjenme ir!

Tú no irás a ninguna parte – dijo Alfonso tranquilamente – ahora vives aquí y no puedes salir por ningún motivo.

Creí que me amabas – le dije – creí que…

Eres un estúpido – dijo – yo jamás te amé.

Mírame – dije – si es cierto que nunca me amaste, veme sin desviar la mirada y dilo de nuevo.

Alfonso se acercó con rabia y me sujetó el rostro con fuerza «Jamás te amé, no me importa lo que pienses, digas o sientas… mi vida es Julio, y sólo a él es a quien he amado ¿Quedó claro?» Alfonso me miró con rabia, pero una lágrima comenzó a resbalar en su mejilla. Me soltó y se alejó con prisa «Necesito irme de aquí»

Ricky, el perro callejero

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Ricardo, Ricky para los amigos, era un perro callejero. Hijo de unos drogadictos y ladrones, creció y vivió toda su infancia en uno de los barrios más marginales de la ciudad. Desde muy joven empezó a mostrar un fuerte e irascible carácter, se metía en todas las peleas en la que podía y solía ganarlas. Era un chico alto, de complexión fuerte, músculos marcados, pelo negro como el azabache y mirada afilada y penetrante de color verde. Lucía varios tatuajes en su cuerpo, y tenía la piel de color café con leche. Era todo un semental de apariencia peligrosa y tremendamente sensual.

Fue en el colegio donde Ricky conoció a Luis, el hermano mayor de Saúl. Iban a la misma clase, pero Ricky que era repetidor, así que tenía un par de años más que Luis. Ricky siempre había abusado de mala manera de Luis. Más que su amigo era su perrito faldero. Luis le tenía más miedo a él que a los demás tipos del barrio y por eso se dejaba maltratar por Ricky, ya que su carácter era débil y jamás se le ocurrió rechazar sus ataques, ni si quiera cuando Ricky cumplió los 16 y siendo él un crio de 14 pasó a ser su puta maricona particular. Ricky usaba la boca de Luis a su antojo y apetencia, siempre que le venía en gana, en su casa, en la de él, incluso en el colegio o en el parque. Esta situación duró un par de años.

Mientras el infeliz de Luis, que tenía ya 16 años, se dejaba abusar y humillar por el macarra de Ricky, de 18. Saúl, el hermano pequeño de Luis, fue creciendo, y aunque al principio no entendía lo que ocurría con esos dos que siempre iban juntos, pronto se enteró por unos amigos del colegio, que se lo explicaron y se empezaron a burlar de él por tener un hermano maricón y blandengue. Saúl, que se parecía más en carácter a Ricky que a la maricona de su hermano, les partió la cara a esos gilipollas y fue expulsado por un mes del colegio. El menor, que tenía 15 años en ese momento, era todo lo contrario a su hermano mayor que podía ser. Aunque físicamente eran bastante parecidos, ambos con pelo trigueño, ojos azules, piel nívea, complexión delgada y de baja estatura. Saúl tenía un carácter fuerte, y era valiente y decidido. Odiaba a su hermano por ser una puta maricona y por encima de todo odiaba a Ricky por ser el origen de su malestar. Si bien a él no se había atrevido a tocarle, y más le valía, por culpa de la relación que tenía con su hermano él era el blanco de numerosas burlas tanto en el barrio como en el colegio. Cuando tenía a Ricky delante lo trataba como a una mierda. Pasaba de él, lo insultaba, no le seguía la poca conversación que el mayor le daba. Lo trataba lo peor que podía.

Ya había pasado un tiempo desde la expulsión, volvía a ir a clase, aunque de vez en cuando hacía campana porque… bueno, porque le daba la real gana. Saúl estaba aburrido sin saber qué hacer. Como no encontró a nadie por las calles y hacía un calor de mil demonios, el rubio decidió volver a su casa y jugar a la videoconsola. Subió las escaleras de dos en dos. Entró en su habitación, dejó tirada la mochila en el suelo, y encendió la consola. No le dio tiempo a hacer nada más, pues en ese momento oyó como se abría la puerta de la calle y llegaron hasta él las voces apagadas de Ricky y su hermano.

En ese momento el corazón de Saúl empezó a latir desbocado en su pecho. No es que le diese miedo de que lo pillaran haciendo campana, eso se la traía más bien floja. Pero se le acababa de ocurrir una brillante idea. Cuando Ricky y Luis venían a casa siempre se encerraban horas y horas en el cuarto de su hermano y nunca le dejaban entrar. Saúl hacía mucho tiempo que se moría de la curiosidad por saber qué harían esos dos tanto tiempo juntos y solos. Así que sin perder ni un segundo, bajó las escaleras con total sigilo y dio la vuelta por la parte de atrás de la casa, llegando hasta la cocina, donde podía espiar a su hermano y al idiota de Ricky por el reflejo de la cristalera, sin ser visto. Los días de diario en su casa no había nadie, porque los chicos estudiaban y su madre, la única adulta que viva con ellos, trabajaba de sol a sol. Por eso cuando esos dos iban de día, no les hacía falta esconderse en la habitación, podían disfrutar a su antojo de toda la casa.

De repente Saúl oyó la voz de Ricky que decía:

“Deja de decir gilipolleces.”

Acto seguido el de pelo azabache le soltó una fuerte colleja a Luis en su cabeza. El hermano de Saúl se encogió al recibir el golpe, pero en vez de quejarse por el golpe lo que hizo fue agradecérselo:

“Gra… Gracias mi Señor Ricky.”

A pesar de que había oído muchos rumores sobre Ricky y su hermano, sobretodo referentes a chuparle la polla y esas mariconadas, no se esperaba para nada el panorama que se encontró. Luis era en verdad el sumiso esclavo de Ricky, y le complacía en mil y una marranadas que el mayor le tenía preparadas. Por ejemplo, lo primero que hizo Ricky al entrar en el comedor, fue tumbarse sobre el sofá y pillar el mando de la consola.

“¿A qué esperas, idiota? Chúpame los pies, que no tengo todo el día” le dijo Ricky a Luis.

El hermano mayor de Saúl no se lo hizo repetir dos veces, con suma devoción se arrodillo al lado del sofá, descalzó los pies de Ricky, que desde la cocina pudo constatar que olían a sudor bien fuerte, y sin escrúpulo alguno empezó a pasarle su gruesa y babosa lengua por toda la superficie de los mismos.

“¿Qué se dice, puta?” espetó Ricky soltándole una patada en toda la cara a Luis.

“Gr… Gracias por permitirme lamer sus hermosos pies, Señor Ricky” respondió el rubio, antes de seguir con lo suyo.

Saúl se quedó como hipnotizado viendo aquella escena que lo llenaba de asco y vergüenza ajena en la misma medida. Ricky al principio parecía no prestarle atención al joven que le lamía los pies como si se tratara del manjar más exquisito que pudiera haber encontrado, estuvo jugando a la consola un buen rato, sin dedicarle ni una sola mirada. Pero al cabo de media hora larga, el perro callejero soltó una de las manos del mando y empezó a acariciarse el endurecido paquete por encima de sus gastaos pantalones de chándal.

“Ven aquí, puta, vas a darle un buen servicio a tu Amo con tu boca de niña” le dijo entonces el moreno al rubio.

“Sssi Señor Ricky, gracias por darme el honor de querer usar mi sucia boca, Señor” le respondió Luis, como si fuese un diálogo que hubiesen practicado más de un millón de veces en los últimos años.

Entonces Saúl, escondido como estaba tras la puerta de la cocina, vio cómo su hermano mayor le bajaba la cintura de los pantalones a Ricky y como empezaba a meterse en su boca la polla del otro. Los ojos del menor se abrieron como platos. ¡¡Maldito desgraciado!! ¡¡De verdad era una puta!! ¡¡Un jodido maricón de mierda!! ¡Y encima andaba agradeciéndole a Ricky que lo tratara de esa sádica manera! ¿Es que le gustaba ser humillado por el moreno? ¿O qué mierda era lo que le pasaba a su puto hermano?

Pero Saúl no pudo seguir insultando en silencio al bastardo de su hermano mayor, porque empezó a oír los gemidos de Ricky y algo ocurrió. Bajó su mirada a su propia entrepierna y el muchacho se dio cuenta de que ¡¡Se estaba excitando!! ¡¡No No No No!! ¡No podía ser verdad! ¿Es que eso de ser maricona iba en los putos genes o qué mierdas pasaba? Saúl temblaba levemente, y su respiración empezó a hacerse un poco más rápida, al tiempo que su hermano seguía chupándole la verga a Ricky, quien soltaba cada vez jadeos más fuertes y excitantes.

Sin poderlo evitar Saúl se bajó la bragueta, sacó su pequeña polla de dentro de sus calzoncillos, y empezó a masturbarse, tremendamente excitado por lo que estaba viendo, y sintiéndose increíblemente culpable de sentir placer de estar viendo como el cabrón de Ricky maltrataba de esa manera a su hermano, que era sangre de su sangre. La mano de Saúl se movía rápida, casi al mismo compás que se balanceaba la cabeza de su hermano en la entrepierna de Ricky. El menor, que apenas se había masturbado un par de veces en su vida, sentía que ya pronto estaría por terminar y procuró que sus jadeos no se llegaran a oír desde el otro lado de la puerta, pero hubo algo con lo que no contó.

Saúl llevaba puesto en su muñeca derecha un reloj metálico, que al moverse en sacudidas reflejó la luz de la lámpara y eso hizo que Ricky viese por el rabillo del ojo una luz que parpadeaba, y al fijarse mejor, pudo ver a través de la misma cristalera por la que el menor les estaba espiando a Saúl cascándosela a su salud. Eso lo puso frenético. Agarró la cabeza del hermano de Saúl y empezó a follarle la boca con fuerza.

“Vamos puta, trágatela toda” dijo en voz bien alta.

Ricky sabía que Saúl le estaba mirando y Saúl sabía que Ricky lo había pillado, pero aun así no pudo detenerse. Por nada del mundo podría haberlo hecho. Así que con la mirada fija en esos penetrantes ojos verdes, el menor empezó a correrse, manchando la puerta y la pared de la cocina, al tiempo que Ricky dejaba su gruesa polla incrustada en el fondo del cuello de Luis y empezaba a descargar allí su leche.

“Traga perra de mierda, trágate toda mi rica leche” oyó que Ricky le decía a Luis.

En cuanto Saúl hubo descargado su corrida, salió corriendo de allí, con las piernas temblorosas, sin mirar atrás y sin acordarse ni de subirse la bragueta. Lo que acababa de suceder le había superado. Se encerró en su cuarto y rezó porque el imbécil de Ricky no fuese a molestarse o a reírse de él, que era lo más seguro que hiciera. Pero tras un buen rato, el menor se calmó, comprobando que Ricky y Luis ya no estaban en casa y que no había ido a llamarle marica por lo sucedido.

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Tras haber presenciado el lamentable espectáculo de su hermano mayor haciéndole una mamada a Ricky, Saúl procuraba evitar encontrarse con el perro callejero, y ni le miraba ni le hablaba cuando coincidían. Solo una semana después de ese incidente, Saúl volvía del colegio cuando al atajar por un callejón estrecho, le rodearon cinco chicos de cursos superiores. Querían hacerle lo mismo que a su hermano “Seguro que la chupa tan bien como el” dijo uno “Probemos su culo, se le ve delicioso” amenazó otro.

Saúl se defendió con todas sus fuerzas, y golpeó con acierto a un par de ellos, pero eran más en número y sus cuerpos más desarrollados, y al final lo tuvieron boca abajo sobre un container que llegaba a la altura de sus caderas. Dos de ellos tiraban de sus pantalones y calzoncillos para quitárselos, mientras otros tres lo sujetaban con fuerza para que no escapara. El chico gritaba, insultaba y pataleaba, casi prefiriendo dar su vida que dejarse follar por esos idiotas.

Cuando ya pensó que estaba todo perdido y que terminaría el día siendo el nuevo puto maricón del barrio, apareció alguien en escena. Al principio Saúl no le vio porque tenía la cara contra el container, pero cuando su salvador había superado a tres de sus rivales e iba a por el cuarto, el joven rubio vio de quien se trataba ¡Era Ricky! ¡Lo que faltaba! Ahora sí que lo iban a llamar su puta por el resto de su vida. Ricky le tendió la mano para ayudarlo a ponerse en pie, y Saúl aprovechó para girarse mientras cogía una navaja que se había caído al suelo de uno de los chicos. Le rajó la mejilla izquierda a Ricky. Al verlo los gamberros salieron huyendo, hacerle algo así a uno de los veteranos podía costarte la vida.

“¿Qué mierda te pasa niño?” le espetó el moreno.

“¡No necesito tu ayuda! ¡¡Habría podido con ellos yo solo!!” le contestó el menor, tragándose las lágrimas, iracundo y intentando subirse los pantalones.

“Y una mierda” le respondió Ricky, tirándose sobre él. Lo primer que hizo el mayor fue arrebatarle la navaja y tirarla al suelo, y luego inmovilizó al quinceañero contra el container, como lo habían hecho antes los chavales.

“Suéltame joder ¡Déjame estar!” gritó el rubio.

Pero cuanto más se debatía por librarse, más se rozaba con el cuerpo del contrario, y pronto Saúl notó la dura polla de Ricky pegada contra sus nalgas desnudas. Un terrible escalofrío le recorrió por dentro.

“Podría violarte aquí mismo y nadie vendría en tu ayuda. Lo sabes.”

La fría voz de Ricky penetró en la cabeza de Saúl y le hizo temerse lo peor. Sentía sudores fríos recorriéndole el cuerpo de arriba abajo. Se quedó quieto como una estatua. No quería ser el próximo esclavo de ese macarra. ¡Antes muerto que ser su puta! Entonces Ricky soltó un poco el agarre y le dijo al menor:

“Si limpias el estropicio que has hecho te dejaré marchar”

Saúl se sintió agradecido de que Ricky se fuese a conformar solo con eso, aunque no tenía muy claro a qué se refería con limpiar el estropicio, respondió casi sin pensar:

“Si joder, está bien, lo haré. ¡Pero suéltame de una puta vez!”

Ricky le dejó libre, y se sentó en el container, con las piernas abiertas. Golpeó la mano con la que el menor pretendía subirse los pantalones y señaló la sangre que manaba de la herida abierta en su mejilla.

“Quiero que limpies esto con tu lengua. Cuando termines podrás vestirte.”

Saúl frunció el ceño y se acercó a Ricky, situándose entre sus piernas. Por la diferencia de estatura que había entre ambos, ahora que el mayor estaba sentado, Saúl le llegaba a la altura de la cara. El menor miró por unos segundos fijamente al de pelo azabache, como enviándole oleadas de odio condensadas en sus pupilas. Luego se fijó en el tajo, sacó su pequeña y estrecha lengua y empezó a pasarla por la herida. Sintió como su rostro empezaba a enrojecer de vergüenza por tener su boca y su cara tan cerca de la del mayor, aun así se esmeró en terminar pronto con su tarea para poderse subir los putos pantalones y poderse marchar de una jodida vez de allí.

Pero Ricky no se lo iba a poner tan fácil. Hasta la fecha no había visto en Saúl más que un crío con muy mal genio, apenas si había reparado en su presencia. Pero todo cambió el día que lo pilló masturbándose mientras miraba como él se follaba la boca de su lindo hermano mayor. En ese preciso instante el de pelo azabache se juró a sí mismo que conseguiría hacer de Saúl una puta particular aún mejor que la maricona de su hermana. Precisamente por ese áspero y fuerte carácter se había sentido tan atraído por el rubito.

Por eso cuando Saúl se apartó y intentó vestirse de nuevo, Ricky volvió a golpearle la mano para impedírselo.

“¿Y ahora qué mierdas pasa?” dijo Saúl algo exasperado.

“Todavía no has terminado niño, mira. Queda sangre aquí y aquí.” Ricky señaló su brazo desnudo y también su pantalón, justo al lado de la entrepierna, donde se veían unas pequeñas manchas rojizas con forma esférica.

“Que te jodan, Ricky. ¡No pienso limpiarte ahí! ¡No soy marica, vale!” exclamó el menor, asustado por lo que el contrario quería que hiciera.

Pero el perro callejero no iba a dejarse amedrentar por un pequeño bastardo con fuertes arranques de mal genio. De repente rodeó con sus poderosos brazos al chiquillo de pelo trigueño y lo atrajo hacia sí, apretando bien el abrazo, provocando que el chico notase el contacto de su dura polla dentro de sus pantalones.

“Está bien, follemos entonces” dijo el moreno con su cara pegada a la de Saúl, como si le fuese a dar un beso en cualquier momento. Pero en vez de eso bajó una de sus manos hasta situarla en la posadera del crío y empezó a pasar la yema de su dedo índice por la raja, como buscando el agujero por donde la pensaba meter… El pobre Saúl no tuvo más opción que desistir en su intento de salir indemne de ese encuentro.

“¡Está bien, joder! ¡Suéltame! Te limpiaré toda esa mierda ¡Y luego me dejarás marchar!” le dijo el chico, de manera amenazante, casi como si tuviera la convicción de tener alguna posibilidad de elegir en la situación en la que se encontraba.

El perro callejero medio sonrió de lado, mostrando su blanca sonrisa que tanto contrastaba con su morena piel.

“Bien, niño. Empieza por aquí” Ricky señaló su brazo, bajo el hombro. Soltó solo un poco el agarre del chico, para que tuviera algo de movilidad, pero aun manteniéndole prisionero entre sus firmes piernas.

Saúl sentía mil emociones embargándole por dentro ¡Odiaba a Ricky! ¡Pero de alguna frustrante manera también lo deseaba! No quería ser su puta maricona, como el idiota de su hermano, pero le excitaba lo que estaba sucediendo, y aunque no lo hubiese reconocido en voz alta ni en un millón de años, quería hacerlo. Deseaba lamer su sangre, sentirse tan protegido entre sus brazos, ser su centro de atención. Así que el menor se giró solo un poco, puso sus manos sobre el bíceps del mayor y acercó su rostro a ese brazo moreno y tatuado. Saúl empezó pasar su lengua por encima de los restos de líquido carmesí, frunciendo el ceño, como si todo aquello le desagradase muchísimo, pero disfrutando por dentro del subidón de adrenalina que estaba teniendo.

Pronto dejó el brazo de Ricky impoluto. Ahora quedaba cumplir con la parte más difícil del asunto. El perro callejero soltó de todo el abrazo y señaló las manchas de sangre en su pantalón, en la zona de la ingle.

“Ahora sigue por aquí” le dijo el moreno al rubio.

Ricky, que permanecía sentado sobre el container, apoyó sus puños cerrados sobre sus piernas abiertas, y esperó sentado y confiado a que el joven se decidiera a dar el paso. Saúl, que aún estaba con los pantalones bajados y el culo al aire, pensó que todo terminaría antes si hacía aquello de una vez. Además no podía enfrentarse a ese tipo, pues tenía las de perder, y le aterrorizaba pensar que pudiera follarle.

“Si, ya lo sé. Cállate ya, joder.” le respondió el quinceañero de mala gana.

Pero a pesar de su pésima actitud, Saúl terminó arrodillándose entre las piernas abiertas del mayor, para poder alcanzar la zona que tenía que limpiar. Antes de acercar su hermoso rostro al pantalón de Ricky, se fijó en el abultado paquete que lucía el mayor, cosa que estaba justo al lado de donde él tenía que lamer. Pensó que debía tener una polla bien grande si el bulto se veía así de grueso con la ropa puesta. Cuando los espió en el comedor, Ricky tenía su polla metida dentro de la boca de Luis, su hermano mayor, y no había podido verle el tamaño. Pero ahora que lo tenía a escasos centímetros de sus ojos… no pudo evitar preguntarse qué se sentiría al tener ese pedazo de rabo entre los labios, o peor aún… ¡Metido en su agujero posterior!

Saúl sacudió la cabeza, como intentando expulsar esos extraños pensamientos de su mente, y Ricky no perdía detalle de nada. Era como si el mayor fuese capaz de conocer sus pensamientos solo con mirarle a los ojos. Por eso el menor no alzaba la mirada. Le daba miedo verse descubierto de esa vergonzosa manera. Saúl dejó sus dos manos apoyadas sobre su propio regazo, para no tocar más allá de lo necesario el cuerpo del contrario, cerró los ojos y empezó a lamer los pantalones del perro callejero, justo en la ingle, tan pegado a su paquete que si se hubiera girado solo un poco hacia su izquierda, su lengua habría topado de lleno con su dura polla.

El joven rubio empezó a lamer con devoción, de manera insistente, pues al contrario que había pasado en la mejilla y el brazo de Ricky, la mancha en sus pantalones no desaparecía. Pasaron unos largos minutos en los que Saúl no dejaba de pasar su lengua por el áspero pantalón de ese cabrón y solo conseguía humedecérselo con su saliva, pero la mancha persistía, sin signos visibles de querer salir de ahí. El chico no podía saberlo, pero el perro callejero estaba más que excitado. Tener al rubio arrodillado entre sus piernas, con el culo al aire y lamiéndole tan cerca de su polla, lo había puesto morcillón perdido, y ahora ya no estaba dispuesto a dejarlo marchar sin más. A los 20 minutos de haber empezado a limpiar la prenda de ropa, Saúl se dio por vencido. Separó su cabeza de la pierna ajena y le dijo al moreno:

“Es imposible, no puedo quitar la sangre de ahí.”

Ricky torció aún más su malvada sonrisa.

“Entonces tendrás que compensarlo haciendo algo más por mí, niño.”

En cuanto terminó de decirle aquella frase, el perro callejero se bajó la bragueta y se sacó su larga y gruesa polla de dentro de los pantalones. Saúl reaccionó echándose hacia atrás, asustado, pero el mayor ya lo había previsto, y con la mano libre lo agarró del pelo, para que no se moviera.

“No te hagas el estrecho conmigo, Saúl. Vi cómo te pajeabas el otro día mientras veías a Luis chupándomela. Seguro que te quedaste con ganas de saber cómo se siente.”

Ricky meneaba su hinchado rabo delante de las narices del joven trigueño.

“¡Y una mierda! ¡En serio Ricky, no te la voy a chupar! ¡Qué te jodan!” gritó el menor.

Ricky no se retractó de sus palabras, ni mucho menos. Insistió en que eso era lo mejor que podía pasarle:

“O me la chupas o te la meto en ese culo de sabandija que tienes. Y no soy conocido precisamente por la paciencia que tengo, así que decídete rápido” le dijo el moreno al rubio.

Saúl miró con intenso odio al contrario. Estaba temblando de rabia. ¿Cómo se atrevía a tratarle así? ¡Él no era su puto hermano! ¡Él tenía orgullo! ¡Y no le daba la gana de hacerlo! Aun así… era verdad que quería saber cómo sería eso de chuparle la polla al perro callejero, solo por curiosidad ¡No porque él fuese marica ni nada de eso! Su hermano parecía complacido cuando se la mamaba, le dio la sensación de que lo disfrutaba, y no podía entender por qué. El joven miró a lado y lado del callejón. No había nadie a la vista. Si se daba prisa quizás lograra terminar con esa jodienda antes de que apareciese alguien y le pillaran haciendo… ¡Eso!

“Te odio” fue lo único que dijo el menor, y lo hizo sin mirar a la cara al contrario.

Ricky observó complacido como Saúl se acercaba de nuevo a él, con gesto enfurruñado pero con claras intenciones de mamársela. Que dijera lo que quisiera, estaba claro que ya había caído en sus garras, y no pensaba dejar escapar a tan suculenta presa de ninguna de las maneras.

Como el mayor no le dio ninguna indicación y el pobre Saúl no tenía ni idea de cómo se hacía una mamada, empezó lamiéndole allí como había lamido el resto de su cuerpo. Con la vista siempre fija hacia la entrepierna del moreno, el chico sacó su lengua y fue pasando de manera muy tímida la punta de la misma por el glande de él. Las dos primeras sensaciones que le llegaron fueron un peculiar aroma, que no desagradable, y un curioso gusto algo ácido. Tras la primera impresión, en la que Saúl vio que no era tan terrible, que casi se parecía a lamerle cualquier otra parte del cuerpo, el joven se relajó un poco y empezó a pasar su lengua en pasadas más largas, del tronco hasta la punta. Ricky estaba en la puta gloria, con ese jovencito dedicado a provocarle tanto placer, pero estaba claro que había que mostrarle cual era la forma correcta de hacerlo. Así que empezó a darle indicaciones:

“Abre tus labios, un poco más. Ahora métete mi polla dentro de la boca. Ten cuidado con los dientes… así, muy bien.”

Ricky empezó a guiar los movimientos de la cabeza de Saúl con la mano con la que lo mantenía agarrado del pelo. Al principio fueron gestos muy lentos. El menor notaba extraño tener todo ese trabuco dentro de la boca. Bueno, en realidad esa polla era tan larga y gruesa que apenas llegaba a abarcar ni la mitad de la extensión de la misma, pero se estaba esforzando en hacerlo bien, y se notaba. El perro callejero dedicó unos largos minutos a dejar que el chico se fuese acostumbrando a aquello, y luego, de manera progresiva, fue aumentando el ritmo de la mamada, tirando y empujando la cabeza del menor a su antojo. Pronto aquello se convirtió en una chupada en toda regla. Saúl tosía y sentía arcadas cuando, de tanto en tanto, al mayor le daba por mover su pelvis, encastándole el glande más allá de su campanilla. Pero el chico no se puso histérico, ni hizo ademán de querer dejar la faena a medias. La realidad era que el rubio estaba disfrutando de hacerle aquella mamada a Ricky, y estaba él también empalmado.

“Mastúrbate, niño” le dijo Ricky al chico, pues la excitación del mismo no le había pasado por alto.

Saúl bajó su mano a su propia entrepierna y empezó a cascársela, soltando gemidos que quedaban ahogados por la mordaza que tenía puesta, y que era la polla de ese perro. Ricky entonces se puso en pie y decidió follarle con todas sus ganas la boca al niño.

“Respira por la nariz y no te pongas nervioso, esto terminará pronto.” fueron las únicas indicaciones que le dio al menor, mientras terminaba de levantarse, sin sacar en ningún momento su polla de dentro de la boca del contrario.

Saúl no entendía por qué Ricky le decía aquello, hasta el momento había podido respirar bien. De golpe ¡ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS! Ricky tenía sujeta la cara del crío con sus dos manazas, para que no se apartara, y empezó a embestir de manera frenética y bruta contra su boca.

“HHHHHHhhhmmmmm… Qué buena boca que tienes, niño…. ¡Qué rico se siente!”

El pobre rubio abrió los ojos como platos. La enorme polla del perro callejero desaparecía casi por completo dentro de su boca. Notaba las pelotas golpeándole en la barbilla una y otra vez, y lo peor de todo era la asfixiante sensación de ahogo por tener incrustado semejante pedazo de carne dentro de su garganta. Por suerte para él mismo, Saúl reaccionó a los pocos minutos y empezó a respirar por la nariz, como Ricky le había ordenado. La mano, que se había quedado quieta por el susto, volvió a moverse, y continuó pajeándose como pudo mientras notaba que le caían gruesas lágrimas por las mejillas por el terrible esfuerzo que estaba haciendo por no toser ni intentar sacarse ese terrible intruso de entre los labios. Ricky lo vio y aun aumentó más la intensidad con la que le follaba la boca al niño. Era un salvaje y lo demostraba con cada uno de sus movimientos. Ambos chicos empezaron a sudar por el esfuerzo realizado, y pronto el mayor notó que le llegaba su orgasmo…

“AAAAAAHH… SIIII… ¡¡TRAGATELO TODO O POR MIS MUERTOS QUE TE HAGO LIMPIAR EL PUTO SUELO CON TU LENGUAAAAAA!! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!”

Mientras le decía aquello al crío, Ricky empezó a soltar chorretones de espesa y cálida leche directa a la garganta y la boca del menor, que al tiempo que notó que ese abusón se corría empezó él a hacer lo mismo, sintiéndose atravesado por miles de espasmos electrizantes, pero al tiempo preocupándose de no dejar caer ni una sola gota al suelo. Ya había tenido suficientes humillaciones por ese día.

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Saúl, el joven rubio de quince años, estaba sentado en el sofá de su casa, sin hacer nada. El televisor permanecía apagado y no había música de fondo. El chico solo permanecía allí, con gesto serio y pensativo. Lo que tenía al crío tan obsesionado es que acaba de ver a Ricky, el perro callejero que le obligó a chuparle la polla y Luis, su hermano mayor y puta del otro, volver directos del colegio y subir a su habitación, casi sin saludarle ni reparar en su presencia. Parecía que tenían prisa por algo, su hermano se mostraba más nervioso de lo habitual ¿Qué mierdas pasaba con esos dos?

Hacía ya cinco días que Ricky, el perro callejero de 18 años de edad, prácticamente le había violado la boca (aunque él no se quejó). Pero después de eso… ¡Nada! Si, era verdad que los primeros días Saúl había sentido un miedo atroz de que el mayor fuese a buscarle, de que lo tratase tan mal y de manera humillante como hacía con su hermano, pero… ¡Joder! ¡Tampoco estaba bien que el perro pasase de su cara de esa manera tan radical! ¿Es que para Ricky lo que había sucedido no tenía valor alguno? ¿Es que le daba igual quien se la chupara? ¡Mierda! ¿¿Es que su hermano lo hacía mucho mejor que él?? Joder… si no tenía experiencia alguna… hizo lo que pudo…

Cuando Saúl se dio cuenta de la mierda que estaba pensando soltó un puñetazo sobre el cojín “Que no soy marica, joder” pensó, como recriminándose a sí mismo el quejarse de que Ricky no reclamará más de sus servicios y que pareciese preferir la boca de su estúpido hermano mayor a la suya. Y como si al estar pensando en ellos hubiese provocado que apareciesen, de repente el menor oyó pasos en las escaleras que subían al piso de arriba. Era su hermano mayor, Luis, seguido del perro callejero.

“Toma Saúl” le dijo Luis, tendiéndole unos billetes “Hoy necesitamos la casa para nosotros. Ve al cine o a los recreativos, pero no vuelvas antes del anochecer” el menor cogió el dinero y se quedó mirando con el ceño fruncido a su hermano. Solo se atrevió a dar una mirada de reojo a Ricky, que permanecía al pie de las escaleras, sin decir nada, pero divertido por la situación, por la sonrisa que mostraba.

Sintiéndose menospreciado, el rubio se giró sin abrir la boca, y con el dinero aún en su puño cerrado, y se dirigió hacia la puerta. Aún no se había marchado, cuando oyó la conversación entre Ricky y su hermano mayor:

“¿Comprase lo que te pedí?” le preguntó el perro a su puta.

“Ssi, aquí está” respondió de manera sumisa Luis, sacando un bote grande de vaselina.

Saúl, que no era idiota como su hermano, entendió a la primera lo que iba a suceder. Seguro que por eso Luis estaba tan nervioso ¡Ricky se lo iba a follar! ¡Allí mismo, en su casa! No podía permitirlo… ¡¡No dejaría que el perro montase al gilipollas de su hermano!!

De repente Saúl, como poseído por un demonio iracundo, se dio media vuelta, se alejó de la puerta y se plantó en la espalda de Luis, que hablaba con Ricky. Le dio dos toques fuertes en el hombro para que se girara. El menor sentía el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, una fuerte presión en la cabeza y mucha rabia y frustración hirviéndole por dentro.

Justo cuando Luis, su hermano mayor, se giró para ver qué quería… ¡¡PAM!! Saúl le soltó un puñetazo con todas sus fuerzas y su mala leche. Tan fuerte le arreó que Luis cayó de lado, golpeándose el costado con la mesa.

“¿Pero qué…?” empezó a preguntar Luis, aturdido, desorientado y sin saber por qué su hermano pequeño de quince años le estaba pegando.

Pero Saúl no estaba para conversaciones. Saltó encima de Luis, aunque era un par de años mayor que él, eran de la misma estatura, y el mayor era un blandengue, mientras que Saúl tenía músculos bien definidos. Así que pronto el menor de quince años le ganaba la pelea a su hermano mayor por goleada. No contento con eso, el pequeño de los hermanos empezó a patear al mayor, en dirección a la salida. Abrió la puerta y lo pateó fuera de la casa, dejando a Luis sentado en el suelo en el porche.

“¡¡Ve tu al puto cine!! ¡¡Y no vuelvas nunca!!” le gritó. Luego le lanzó los billetes a la cara y cerró la puerta de un portazo. Saúl estaba sudando, completamente tenso y alucinado por lo que acababa de hacer.

Ricky, que lo había estado observando todo desde la lejanía, se acercó al chico, que permanecía de pie cara a la puerta de entrada de la casa. Su trampa había surtido efecto, aunque no pensaba que la reacción del menor fuese a ser tan radical, le encantaba que así fuera. Luis era una buena puta sumisa, que hacía todo lo que le ordenaba en un chasquear dos dedos, pero Saúl… ese crío era un diamante en bruto. Le recordaba a sí mismo con esa edad, con ese fuerte carácter, y irlo doblegando poco a poco le excitaba mil veces más que cualquier perrería que pudiera hacerle a Luis. El mayor solo tenía que aprovechar la situación para volverla en su favor, aunque sabía que el mocoso no iba a rendirse tan fácilmente.

“Menudo ataque de celos. Un poco más y lo mandas al hospital de urgencias” empezó a hablar el mayor.

“¡No estoy celoso! ¿Qué estupidez es esa?” respondió de mala manera Saúl, girándose, y encarándose con el chico que era el centro de su existencia en ese momento.

“¿Ah, no? Entonces por qué has echado a Luis de aquí a patadas en cuanto has visto que me lo quería a follar?” el perro callejero permanecía a unos pasos del chico, quieto, sin moverse.

“¡¡No ha sido por eso!! ¿Te enteras, Ricky? ¡No eres el centro del puto universo!” respondió muy nervioso Saúl.

Entonces Ricky se acercó despacio, acortando la pequeña distancia que los separaba. Sujetó la barbilla del menor con los dedos y lo obligó a alzar la mirada y a fijarla en sus ojos verdes de mirada profunda. Saúl se sintió atrapado por esa magnética mirada al segundo.

“Entonces explícame por qué lo has echado de aquí” preguntó Ricky de manera calmada.

Saúl se quedó callado y pensativo… en pleno ataque de rabia ni lo había pensado, solo había actuado por instinto. Pero ahora que Ricky se lo hacía meditar… no tenía sentido alguno. ¡Era verdad! Había saltado a matar a su hermano cuando había visto que iban a follar, no antes. Así que el motivo de su profundo disgusto debía ser ése, que no quería que el perro montase a Luis porque… ¡¡¿Quería que lo montase a él?!!

Al pobre Saúl casi le da un patatús cuando llegó él solito a esa conclusión.

“No soy marica…” dijo con el rostro blanco como la nieve, y con la voz rota y susurrante. Sin demasiada convicción, casi como si esperaba que repitiendo suficientes veces esas palabras se transformaran en realidad, por el miedo (pánico) que le daba pensar que en realidad, sí que lo era, y no solo eso, sino que se había enamorado perdidamente del cabrón de Ricky.

El perro callejero no añadió nada más a aquella discusión, que ya daba por ganada. Cogió a Saúl, lo levantó en el aire y se lo puso sobre el hombro. Así lo llevó de vuelta al salón, donde lo dejó en el centro de la sala. Él se dirigió al sofá, de camino se quitó la camisa, tirándola al suelo de cualquier manera, mostrándole al menor su firme y torneado torso moreno lleno de tatuajes. Ricky se sentó de manera cómoda en el sofá y le dio una sencilla orden a Saúl, su nueva puta:

“Desnúdate”

El menor aún estaba pálido por la impresión de saberse maricón y enamorado de ese bastardo. El corazón no dejaba de bombearle tan fuerte en el pecho que le dio la sensación que el perro tenía que estarlo oyendo desde donde estaba, a escasos metros de él. Sobre la mesa descansaba el bote de vaselina que había comprado su propio hermano, y parecía gritar a los cuatro vientos “¡Te van a follar!”. Saúl tuvo que apartar su mirada de él y la puso sobre el chico moreno, que lo miraba con deleite mientras se masajeaba el paquete por encima de los pantalones.

“Vamos, desnúdate. No tengo todo el día.” Ricky repitió la orden de manera firme.

Saúl no tenía escapatoria. Él mismo había provocado esa situación, y intentaría comportarse de la mejor manera que pudiera, dentro de sus escasas posibilidades. Él era un niñato de quince años y el perro tenía tres más que él, además de mucha experiencia en tema sexual, que hasta la fecha había sido tabú para el menor. Así que poco a poco, el rubio empezó a despojarse de la ropa. Primero se quitó la camisa, como había hecho Ricky, y luego se desabrochó el cinturón y dejó caer los pantalones al suelo. Solo le quedaba una prenda puesta.

“¿De qué tienes vergüenza? Te lo vi todo el otro día” le dijo Ricky al chico.

El rubio suspiró y empezó a bajarse los calzoncillos. Ricky tenía razón, ya le había visto casi desnudo en el callejón, se había masturbado ante él, no podía mostrarse vergonzoso ahora. Finalmente Saúl quedó en pelotas bajo la atenta mirada del perro callejero, que lo observaba de manera fija. Tenía la extraña sensación de tener helados escalofríos en las zonas en las que Ricky posaba su mirada. Cuando el mayor posó su atenta mirada en la entrepierna del chico, éste sintió como se le endurecía la polla, sin necesidad ni de tocarla. Ése era el gran poder que el perro tenía sobre su mente y su cuerpo. Supo que estaba vendido, que su alma y su anatomía pertenecían al mayor, por mucho que eso le incomodase o asustase. Esa era la verdad y tenía que hacerse a la idea cuanto antes mejor, porque quería ser mejor perra que su hermano Luis. Aprendería a mamársela de manera magistral, sabría cómo complacerle sin necesidad de hablar, y le ofrecería sus agujeros para que los usara a su antojo cuando le viniera en gana. De manera natural Ricky, el perro callejero, había pasado a ser el Dueño y Señor absoluto del joven Saúl.

“Arrodíllate en el suelo y ven hacia mí” fue la siguiente orden que Ricky le dio a Saúl.

El menor hizo lo que el otro le había pedido. Se arrodilló en el suelo, sin quejarse, y empezó a andar a gatas en dirección al sofá donde el perro estaba sentado. Pensó que le ordenaría volverle a chupar la polla, cosa que no le importaba hacer, pero no fue eso lo que le pidió el mayor, sino:

“Sube en mi regazo.”

El de pelo trigueño no entendía muy bien lo que quería el otro, así que se puso en pie y se sentó en una de las piernas del mayor, de lado a él. Ricky le señaló como quería que se pusiera, que era con una pierna a cada lado de su cuerpo y cara a cara con él. Era una situación bastante embarazosa, ya que Saúl estaba completamente desnudo y Ricky solo con su torso a la vista, además de que estaba abierto de piernas sobre su sensual cuerpo de macho.

“¿Así…?” preguntó Saúl, algo tímido.

“Si, así es perfecto” le respondió el perro callejero.

Acto seguido Ricky abrazó a Saúl, pegó su boca a la del menor y empezó a besarle de manera muy apasionada. Sus labios estaban completamente abiertos y sus mandíbulas se movían de arriba abajo al tiempo que la lengua del mayor penetraba en la cavidad bucal del chiquillo y empezaba a devorarle con lujuria. A Saúl le dio la sensación de que Ricky estaba dejando su señal allí, reconociendo aquella boca como suya, por la impetuosa y bruta manera en que lo besaba… y le encantaba. Así que le dejó hacer, muy complacido, y siguiéndole los movimientos tan bien como podía.

Las manos del perro callejero no se estuvieron quietas, mientras la diestra bajaba a agarrarle una de las nalgas, con la izquierda agarraba la nuca del menor y mantenía su cara bien pegada a la de él. Fue un beso poderoso, largo y lascivo. Cuando al fin se separaron, ambos chicos sentían sus cuerpos ardiendo de pasión. Sin mediar palabra, Ricky le dio la vuelta al cuerpo del chico, dejándolo boca abajo, con la cabeza apoyada en el reposabrazos del sofá y el culo en pompa en dirección hacia donde él estaba. Saúl se asustó un poco por el ímpetu del mayor, pero se mantuvo firme en su decisión de dejarle hacer lo que quisiera.

“Abre tus nalgas. Quiero ver tu culo.” fue una orden directa y precisa.

Saúl notaba leves oleadas de palpitaciones excitantes recorriéndole su pequeño rabo. Dejando solo su cabeza y sus rodillas apoyadas sobre el cojín, puso sus dos manos a lado y lado de su esbelto trasero y abrió sus cachetes como el mayor le había ordenado. A penas podía verle por la situación forzada en la que tenía la cara, pero sabía que el perro estaba mirándole fijamente el agujero posterior, y eso hizo que se excitara tanto que empezó a soltar líquido transparente pre-seminal, que caía goteando desde la punta de su polla hasta el sofá.

Lo que sucedió a continuación fue demasiado fuerte para el crío. Sin aviso ni preparación alguna, notó algo cálido, mojado y blando, que empezó a repasar su entrada posterior con avidez. Era la lengua de Ricky, ese maldito perro callejero. Saúl soltó un fuerte gemido por la impresión, y Ricky pegó sus labios al culo del chico y empezó a chupar y sorber, de manera delirantemente deliciosa. Eso seguro que jamás se lo había hecho a Luis, como mucho el perro le habría ordenado a la puta de su hermano que le chupara a él el culo, pero ¿Al revés? Ni en sueños se imaginaba a un macho como Ricky metiendo su delicada lengua en semejante agujero inmundo… ¡Pero a él sí que se lo estaba haciendo! Y ¡Joder! ¡Se sentía increíblemente bien!

“Ricky…” susurró el joven rubio entre jadeos.

En ese momento el mayor acercó una de sus manos al culo del chico y empezó a meterle uno de sus largos dedos.

“¡¡Hhhhhhhhhhhhmmmmmmmm!!” se quejó el menor.

Pero el perro no hizo caso de aquellos jadeos lastimeros, pensaba follárselo ya mismo y tenía que prepararlo bien, no solo porque Saúl era a todas luces virgen, sino porque además, sumado a eso, estaba el hecho de que Ricky tenía un cuerpo de adulto, con un rabo que tenía las dimensiones de un vaso de cubata, y el pobre chaval pues… aún tenía anatomía de crio. Si de normal ese pedazo de polla hubiese destrozado cualquier culo, en el caso de Saúl las lesiones podían llegar a ser permanentes, cosa que el moreno no deseaba para nada. Lo estrenaría en condiciones, dedicando a la tarea de prepararlo todo el tiempo que hiciese falta, y luego lo follaría brutalmente, marcándolo como suyo… para siempre.

“¡¡Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh!!” gritó Saúl cuando un segundo dedo se introdujo en su estrecho recto.

“Relájate, todavía voy a meter uno más” le respondió Ricky.

El menor se obligó a relajarse, respiró hondo y se concentró en el placer que le daba la lengua del perro callejero, para no pensar en el palpitante dolor que le provocaban los dedos de él hurgando en su interior. Para cuando Ricky metió, como había amenazado que haría, su tercer dedo en el culo del chico, Saúl mordió la almohada y intentó gemir lo más bajo posible.

“¡¡Mmmmmmmmmmmmmmmhhhhhhhhhhhh!!”

“Muy bien, niño. Lo estás haciendo genial” le dijo Ricky al muchacho, que se sintió halagado por las palabras del contrario.

El perro notó que el culo del chico ya no apretaba tanto sus tres falanges, las metió y sacó unos minutos más, para terminar de dilatar ese culo inquieto que tanto le había llamado la atención, y cuando estuvo seguro de que había llegado el momento, le ordenó al menor:

“Date la vuelta. Quiero que me mires a los ojos mientras te desvirgo. Que te quede claro quién es tu hombre.”

Saúl se volteó y quedó tumbado en el sofá, con la espalda apoyada en el mismo. La forma ruda que tenía ese perro de hablarle le ponía muchísimo. Abrió las piernas y se las sujetó bien abiertas, con cada mano debajo de una de sus rodillas, como ofreciéndose a su Amo. El rostro del menor estaba teñido de rubor, sus ojos brillaban por la excitación y estaba entre emocionado, asustado, impaciente y avergonzado. Ricky se tumbó sobre él, se sacó la polla de dentro de los pantalones sin quitárselos, y puso su glande hinchado y palpitante pegado a la abierta entrada posterior del menor. Con una mano sujetó su rabo para que no se moviera de ese lugar. Ricky acercó su rostro al de Saúl y le dijo, en tono de lo más sensual:

“Suplícame que te la meta, puta”

En ese momento el joven rubio se sintió cabreado, y se reveló por primera vez en toda la velada.

“¡No me llames puta!”

Ricky se sorprendió por esa reacción, después de todo lo que habían hecho, no tenía sentido que le molestara que lo llamase así… Saúl apartó la mirada a un lado y le explicó:

“Así es como llamabas a mi hermano. No quiero tener nada que ver con él.”

El perro callejero sonrió, ahora lo entendía todo. No era el insulto en sí mismo lo que había molestado al menor, sino que lo hubiese oído llamando así a Luis. Muy bien, podía entenderlo.

“Saúl” le dijo, y esperó a que volviera a mirarle a los ojos “Suplícame que te folle.”

El joven se relajó y miró al perro, sintiendo como sus pupilas se clavaban en las de él.

“Ricky… Por favor… Te lo suplico… Méteme tu polla dentro.”

Aún no había terminado de pronunciar la última palabra, que el mayor ya estaba empujando con todas sus fuerzas, enterrando con vigor su dura polla en ese ano estrecho y virgen.

“¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!!” Saúl gritó por el terrible dolor que estaba sintiendo.

El menor escondió su rostro en el torso del adulto y de nuevo notó lágrimas escapando de sus ojos. No podía evitarlo, el daño que sentía era insoportable. El perro estaba embistiendo contra él sin darle tregua, había conseguido penetrar con su enorme glande en su pequeño ano y ahora notaba como la piel alrededor de la entrada se estaba estirando al máximo de su capacidad para permitir alojar en su interior ese poderoso monstruo que lo atacaba. En un primer momento todos los músculos del cuerpo de Saúl se contrajeron, causándole dolor a Ricky. Pero no se detuvo ni mucho menos se propuso sacar su polla de ese rico agujero, todo lo contrario, aun empujó con más fuerzas contra ese culo. Saúl sintió unos tremendos pinchazos en su intestino y su cuerpo actuó solo, arqueando la espalda, para permitir mejor así el paso del intruso que lo violentaba de aquella manera tan salvaje.

“¡Ricky, para, no puedo! ¡¡Para, jodeeeeeeeeeer!!” gritó Saúl con la cabeza inclinada hacia detrás y arañándose sus propias piernas.

“Ni lo sueñes, puta” dijo para cabrear de manera consciente al chaval.

Pero Saúl estaba tan concentrado en su dolor que ni si quiera se dio cuenta de cómo le había llamado ese bastardo perro callejero. Por su lado, Ricky aprovechó que el menor se había puesto de mejor manera para dar un último empujón, encastándole por fin toda su larga y gruesa extensión dentro de su culo. Sus aros intestinales le apretaba de manera poderosa la polla, pero eso aún lo hacía más morboso. El mayor se sintió muy complacido, había podido meterle a su pequeña puta su enorme rabo entero en la primera estocada. Notaba sus huevos completamente pegados al cuerpo del crío. La sensación de estarlo desvirgando en ese preciso momento era increíble. Algo único no parecido a nada que hubiese sentido hasta la fecha. El perro se quedó quieto, con su polla incrustada hasta el fondo de ese culo estrecho y peleón. Le dijo al chico:

“Relájate, porque no hemos hecho más que empezar. Ahora viene lo bueno.”

Saúl bajó la mirada y le gritó, con lágrimas en los ojos “¡Te odio!” le dijo al perro.

Ricky se rio de ese comentario “Eso no te lo crees ni tú, puta” le respondió, y acto seguido pegó su boca a la del menor y empezó a besarle de nuevo con ansias, como si intentara absorberle el alma con ese beso.

Y en el preciso instante en que los labios del perro se separaron de los de Saúl, el mayor empezó a bombear con fuerza, metiendo y sacando su dura polla del estrecho agujero posterior del crío.

“¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!!” el menor gritaba, desesperado, por el terrible dolor que le causaba la tremenda follada de ese bastardo.

Pero Ricky sabía que pronto se le pasaría, y que terminaría disfrutando de aquello… y si no, ¡Peor para él! Ya lo disfrutaría la segunda o la tercera vez que lo follara. El mayor empujaba con toda su mala hostia sus caderas contra el cuerpo del infante, golpeando con vigor contra su estrechez, casi intentando atravesarlo y terminar follándose el puto sofá. Saúl no paraba de gritar, gemir y jadear, y lloraba de manera muy abundante. Pero aquello no hacía que el perro sintiese lástima por su joven víctima, sino todo lo contrario, aún se enardecía más y embestía contra él con más violencia.

¡¡CHOF CHOF CHOF CHOF!! … “¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH!!!” … ¡¡CHOF CHOF CHOF!!

Esos eran los ruidos que llenaban ahora la habitación, los gritos desesperados de Saúl y los duros golpes chapoteantes que provocaban la terrible polla del perro entrando y saliendo a velocidad vertiginosa del cuerpo del niño. Ricky estaba tan excitado que casi podría haberse corrido en el mismo instante en que le metió su polla dentro al chico, pero aguantaría todo lo posible, para disfrutar al máximo de esta experiencia única. Así que la tortura se alargó por muchos minutos para el pobre Saúl, que solo deseaba que el puto perro descargase su corrida dentro de él y lo dejase en paz de una jodida vez ¡Maldita la hora en que decidió ser su puta! ¡Debería haber dejado que se follase a Luis! Pero cuando el perro callejero bajó su mano a la entrepierna del chico y empezó a masturbarle, se le olvidaron todas aquellas cosas.

Poco a poco los infernales gritos de dolor del menor se vieron sustituidos por genuinos gemidos de placer, y es que al cabo de tanto rato de estarle follando, por fin el culo del chico había empezado a ceder, dejando de presionar tanto, y se dejaba follar en condiciones. Eso significaba menos dolor para el crio y más placer, que unido a la masturbación, hicieron que pronto empezara a escupir borbotones de leche por su pequeño rabo de niño.

“¡¡AaaaaaahhhhhAAAAAAAAaaaahhhhhhhhhhAAAAAAAaaaaaaahhhhhhhhhhh!!” gimió el menor.

Saúl todavía estaba convulsionando por su tremendo orgasmo, cuando el perro soltó su rabo, lo agarró con fuerza de la cadera, y hizo un heroico esfuerzo final, terminando de follar ese estrecho culo ahora sí con todas sus ganas, y sin miedo a romperlo. Lo que casi rompieron fue el sofá, de lo fuertes que eran las estocadas que le daba al joven rubio. Saúl estaba abatido, completamente relajado y un poco ido, y ya no se quejaba para nada de la abusiva manera en que Ricky, su adorado Amo, lo estaba jodiendo. Ricky metía su polla de manera bruta y salvaje, dejándose llevar por completo por las intensas sensaciones que le embargaban. Era el puto Amo e iba a marcar a ese crío como de su propiedad ¡Jamás nadie podría llegar a correrse tan adentro como pensaba hacerlo él! ¡Soltaría su leche tan profundo que no saldría jamás del cuerpo del menor!

“¡¡¡WWWWWWAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!”

Cuando Ricky se corrió soltó un gemido que parecía casi un rugido de algún animal salvaje. No se mantuvo quieto, al contrario, continuó bombeando y penetrando el herido culo del menor con saña, con todas sus ganas, regándole por dentro con su esperma abundante, espeso y calentito. Por todas partes, desde el aro exterior hasta lo más profundo de sus entrañas, así lo sintió Saúl, que de repente se dio cuenta de lo que acababa de suceder, de lo que habían hecho, y que a pesar de lo mal que lo había pasado al principio, había terminado disfrutándolo como una perra.

Ricky se acercó al joven y le dio un fugaz beso en los labios. Luego se separó de él, con el cuerpo brillante por el sudor, y se sentó en el otro extremo del sofá, con las piernas abiertas.

“Ven y chúpame la polla. Siempre tendrás que limpiarla cuando tu sucio culo me la manche.”

Saúl estaba como hipnotizado con ese chico. A estas alturas ya no se le ocurriría replicarle por nada que le ordenara hacer.

“Si, Ricky. Como desees” respondió.

Saúl se puso de manera trabajosa a cuatro patas sobre el sofá, y a pesar del cansancio que sentía, se acercó a la entrepierna de su Amo y Señor y empezó a lamerle el rabo, para limpiárselo de los restos de semen, mierda y sangre que manchaban la superficie. Empezaba a comprender la devoción que su estúpido hermano mayor había sentido por este tipo. Era en todos los sentidos un puto Dios. Era perfecto, con un rostro hermoso y un cuerpo envidiable por cualquiera. Tenía una mirada felina y una sonrisa pícara y encantadora. Su voz era de lo más sensual. Y su polla… Ah, eso era una obra de arte, tan grande y hermosa que ninguna más en el mundo podría competir con ella. Sintió lástima por su hermano, por haber tenido y haber perdido un Dios del sexo como aquel. Pero se sintió feliz de saberse su nueva puta. Y si quería llamarle así, pues que lo hiciera, qué cojones… él sería feliz solo con atender todas sus órdenes, y mantener su boca limpia y su culo a punto, por si a su Amo y Señor le apeteciera usarlos para su propio placer… y el de él. De reojo Saúl vio la botella de vaselina que no habían usado y sonrió. Que se la quedara su hermano esa botella, él se quedaba con el premio mayor. Un bastardo perro callejero llamado Ricky.


El macho de mi tía

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Papá murió hace algunos meses, y en pleno montaje del espectacular velorio, no tuve mejor idea que comerle la polla a uno de los ayudantes de la casa funeraria, en uno de los cuartos de descanso. Antes de horrorizarse, querido lector, debo decir en mi defensa que mi padre hacía años que se había retirado a una casa en el campo llevando una vida que no incluía a nadie de la familia, A Nadie, por lo que mi relación con él era prácticamente inexistente. Por otro lado… el ayudante estaba buenísimo…

Lo había visto colocando las múltiples coronas que hipócritamente recordaban cuan querido era el difunto, y seguí sus movimiento con la vista en todo momento. Salí a fumar un pitillo y al instante lo tuve tras de mí, lo miré y me sonrió hermosamente, pero debió recordar la situación en que estábamos porque mutó su rostro a una sombría expresión y me dio el pésame.

– Si quieres descansar un poco puedes ir a una de las salas, son cómodas y te alejan por un rato -dijo seriamente-

– ¿Me muestras donde?

– Siguiendo por el corredor…

– ¿Me muestras dónde? -dije interrumpiéndolo-

Me condujo por el corredor hasta la puerta final, entré tras él a la pequeña habitación y sin mediar palabras me arrinconó contra la puerta y me plantó un beso. Volvió a sonreír como antes, me rodeó con sus brazos como no queriendo que me escapara, aunque por supuesto, yo en realidad no planeaba hacerlo.

No lo podía creer, este hombre de unos treinta años, al menos metro noventa de estatura, cuerpo de rugbbier rubio y fuerte, enfundado en un riguroso traje negro me estaba haciendo delirar en pleno velatorio. Busqué con mis manos su tranca que ya estaba dura como roca, la liberé de su prisión para verla en todo su esplendor. El glande rosado brillaba humedecido por líquido preseminal y parecía apuntar directo a mis labios. Me dejé caer de rodillas y él sobre el sillón tras de sí. Junté cada gota de líquido con mi lengua para saborearla mejor, luego engullí la cabeza de esa polla colmándola de mi saliva y la dejé deslizarse dentro de mi boca. Parecía poseído, nunca hasta ese momento una verga me había enloquecido a tal punto, su aroma me embriagaba, sus manos imponían sobre mi cabeza un ritmo casi salvaje y me gustaba, disfrutaba cada centímetro de polla de ese macho rudo escondido tras ese traje negro. Sus embestidas a mi garganta aumentaban mientras que con una de sus manos enormes buscaba mi culo planeando que hacer con él. Pero todo sueño termina, y este lo hizo cuando entró una de mis puritanas primas que con sus gritos dio noticia de lo que ocurría en la apartada salita a toda la concurrencia, en en cuestión de segundos habíamos robado el protagonismo al difunto que a solas quedó a la vez que la pequeña habitación se atestaba con el ayudante, su tremenda verga y yo como centro absoluto del universo.

Para apaciguar estas agitadas aguas, emprendimos con mi madre una seguidilla de viajes y estadías campestres tendientes a lograr el olvido, cosa que no ocurrirá, porque en una Familia, los “incidentes” no tienen olvido, a lo sumo discreto silencio, pero nunca olvido. Para Navidad viajamos a Buenos Aires a pasar las fiestas en casa de mi tía Matilde, esperando mi madre que quizás al otro lado del charco, la cosa estuviese más tranquila.

La historia de mi tía es larga y no me interesa contarla hoy, así que resumiré esa parte dando solo los datos que atañen a lo que verdaderamente deseo narrar.

Cuando Gerardo, el hermano de papá, se casó con Matilde, fue muy criticado por toda la familia. Se decía que “esta puta argentina solo anda tras la fortuna de Gerardito”, y es que el tío era ya bastante mayor, y ella unos cuarenta años menor que él. Matilde estuvo a su lado hasta que Gerardo murió ya con los noventa bien cumplidos, así que en todo ese tiempo ella se ganó la confianza y simpatía de todos, pasando a ser la Tía Matilde, ya nunca más la puta argentina. Todo esto me lo han contado, porque yo casi no conocí al tío Gerardo, mi propio padre también se casó en terceras nupcias con mamá, treinta años menor que él, y de ahí nací yo, el Benjamín de esta familia bastante anciana.

La tía, para no dejar de lado las tradiciones familiares, tras un luto de unos cinco años se casó con un joven de veintitantos, un macho argentino del que siempre se dijo que trabaja para pagar sus propios gastos como Dios manda (suerte que Dios no le mandó mantener a su mujer, porque jamás podría un pobretón con las extravagancias de tía Matilde). No volví a verlos desde que se casaron, hacía ya trece años, cuando yo apenas tenía siete, así que me hacía mucha ilusión la visita a Buenos Aires, después de todo… la tía era ya toda una leyenda para nosotros en España (Quizá algún día yo mismo lo sea).

Apenas llegados a Buenos Aires nos instalamos en un hotel, pese a la insistencia de la tía que prefería nos quedásemos en su casa, y al día siguiente fuimos a visitarla a su coqueto piso en la aristocrática Avenida del libertador. Estaba sola, “Luisito” en el trabajo, pero ya se había pedido una licencia para poder pasar más tiempo juntos (por cierto, yo no tenía idea en que trabajaría este, supuse que en nada). Mamá y la tía quedaron charlando animadamente y yo me fui a caminar por la ciudad, la encontré muy bonita y familiar, por algo dicen de ella que es “la más europea de las Capitales latinoamericanas”. El calor es agobiante en estas fechas en Buenos Aires, y pronto encontré refugio en un pequeño centro comercial con los acondicionadores de aire trabajando a pleno. Todo tiene sus ventajas y desventajas, ahora el frío hacía que casi no lograra contener una creciente urgencia por encontrar un baño, que resultó estar en un subsuelo. ¡Qué alivio resultó! pude descargar con furia en el mingitorio. Al observar mejor pude notar que el ambiente era un tanto extraño, los sitiales permanecían ocupados más tiempo del necesario y un señor se paseaba hasta la puerta y volvía, pero no parecía urgido por mear, sino más bien por mirar. Mi vecino comenzó a ver descaradamente mi pene, y terminé entendiendo que estaba en una de las famosas “teteras” porteñas donde los hombres se juntan a satisfacer curiosidades y deseos. El hombre a mi derecha debía tener algo más de cuarenta años y el de mi izquierda tal vez treinta. Cuando mi polla comenzó a tomar tamaño el cuarentón me miró como pidiendo permiso, me puse un poco de lado y tomó mi verga con toda confianza. El de la izquierda miraba ,y yo, al ver su pija hermosa la comencé a tocar y masturbar, el hombre que se paseaba parecía querer ver también, y me giré más aún para que pudiese hacerlo, se notaba el placer en su rostro, se tocaba sobre el pantalón y continuamente se acercaba a la puerta para avisar si alguien venía, y cuando esto ocurría, cada uno tomaba su pose hasta que el intruso se fuese. La situación era extraña para mí, en España también pasan cosas en los baños, pero no se comparaba a esto, éramos al menos siete que nos tocábamos excitándonos unos a otros con movimientos masturbatorios. El cuarentón se inclinó y tragó de un solo bocado toda mi polla, el hombre a mi izquierda agradecía mis caricias en su miembro erecto dándome toques con su lengua sobre mi cuello. Al ver la cara suplicante del que se paseaba hasta la puerta, deslicé mis bermudas dejando mis nalgas expuestas y él pidió el relevo a otro para que vigilase y se acercó con prisa, sin sacarla del pantalón me apoyaba la polla con desesperación, sentía la presión de esa verga que las telas apenas contenían. Por un momento tuve la sensación de que todo se iría de mi control, pero en realidad nunca lo tuve, sucedía lo que cada uno permitía que sucediese. El que ahora custodiaba la entrada gesticuló nervioso y cada quien tomó su puesto. Quien entraba era un policía, en un instante el baño quedó desierto, para no ser tan obvio fingí que aún meaba. El policía se refrescaba mojándose el pelo y el cuello. Me acerqué a los lavabos y para disimular, hice un comentario absurdo sobre el calor. “sí, es cierto” respondió sonriendo el policía ante mi decir, que yo ya ni recordaba.

– ¿Cómo soportáis esos uniformes con tanto calor?

– No queda otra… -respondió- y eso que no llevo chaleco, con chaleco es inaguantable.

Mojó un poco más su cuello, y por hacer más tiempo hice lo mismo. Se puso de lado frente al espejo como quien mira si le queda bien lo que lleva puesto.

– Perdón pero… ¿es delito aquí decir a un policía que el uniforme le sienta muy bien? -pregunté-

– No pibe, no pasa nada -dijo sonriendo-

El policía salió del baño y yo no supe como interpretar lo sucedido, nadie más quedaba. Entró personal de limpieza, por lo que dejé de divagar y salí también. Podía ver a cierta distancia al poli, subía por una escalera mecánica, lo seguí. El hombre debía estar cerca de los cuarenta, moreno de buen porte, algo de barriga que se me antojaba le quedaba muy bien, y ese uniforme… me quedé perdido en mirarlo, verdaderamente era un deleite, marcaba un paquete fenomenal y un culo maravilloso. Siguió hasta el tercer nivel, y para mi sorpresa, fue al baño… Entré también, desde un cubículo me hizo señas para que entrara y lo hice.

– ¿Eres casado?

– Algo así… -dijo- ¿Y vos?

– Algo así -respondí mintiendo-

– ¿Qué te gusta?

– Los machos -dije sin dudar, y él con una mano enorme sobre mi nuca me besó haciéndome sentir su lengua que hurgaba en mi boca, como penetrándome con ella-

Sacó su miembro viril que quizá no era tan grande, pero sí bastante grueso. Bajó mis bermudas y tras escupir en su mano, introdujo uno de sus gruesos dedos en mi ojete mientras con el resto jugaba en la raja. Me sentía doblemente penetrado, por su lengua en mi boca y por sus dedos, que se sumaban al primero, en mi ano. Lo fui masturbando con fuerza hasta que su blanca humedad se disparó directo sobre mí manchando mis ropas. Profundizó su beso y lo cortó en un instante, me dio un nuevo y breve beso y se fue simplemente diciendo:

– Chau pibe.

Me quedé en el baño intentando secar el semen con papel sanitario. La situación era extraña, pero me gustaba. Reduje la mancha lo más que pude, la acerqué a mi rostro, íntimamente creo que no me preocupaba oler a semen, todo lo contrario, quería que el aroma a macho perdurara. Luego salí. Busqué por todos lados pero ya no lo encontré. Volví a casa de la Tía Matilde excitadísimo, temiendo no poder disimular. Pero al entrar, casi me desmayo, me puse de una palidez extrema, ¿cómo pudo el poli saber donde encontrarme? ¿habría alguna consecuencia legal? Temía por mi inexperiencia, ¡Qué puedo yo saber que ocurre con la ley en este país! Todo el miedo que no había tenido antes, lo tuve junto en un instante. La tía advirtió mi malestar y me socorrió con prisa, cuando me tranquilicé me presentó a Luis, su macho, que extendió su mano con firmeza en un saludo casi formal, yo lo miraba si saber que hacer.

– ¿Estás bien pibe? Creo que estás muy flaquito y el calor te pegó re mal, Matilde ¿si le damos un poco de lechita a este nene? -dijo Luis, el poli, con toda naturalidad-

-Puede ser… Tranquilo Benjamín, ahora te hago preparar una buena chocolatada -continuó la tía-

Para la hora de la cena ya los mareos y malestares habían pasado. Mamá había quedado en visitar a una vieja amiga (no sabía que las tuviese en Argentina… ), y la tía insistió en que sería mejor que me quedase en su casa en vez de ir al hotel, por las dudas. Terminé la cena y me fui a dormir.

Debía ser bastante más de la medianoche cuando me desperté, fui a la cocina en busca de algo de leche. Desde el estar se oía el sonido del televisor, me acerqué y allí estaba el macho de mi tía, sentado en el sofá con esas piernas robustas muy abiertas y los brazos extendidos sobre el respaldo abarcando casi la totalidad del sillón, y para mi deleite quedaba su bulto en un primer plano dentro de un ajustado slip blanco. Me quedé viéndolo un rato, comenzó a sobarse lentamente hasta que dijo: “Podés venir, no muerdo… aunque me gusta”. Me senté a su lado, él no movió sus brazos, con lo que casi me abrazaba, podía sentirlo rozando mi espalda. Sentí el aroma seductor de su piel recién duchada, su pecho tenía abundante vello negro, sus piernas también lo tenían. Él miraba televisión y se sobaba, y yo, lo miraba embelesado a él. Me animé a tocar su pecho, sus pectorales firmes, sus brazos anchos. Descubrí a la tenue luz que sus ojos tenían unos destellos verdosos. Su corto cabello negro brillaba como la noche. Y aquel macho seguía con la mirada clavada en el televisor, yo, aún no me enteraba que programa veía. Apoyé mi cabeza en su hombro y acariciaba su pecho suavemente, me sentía como un gatito suplicando cariño. Pronto se asomó la tía, creo que ni me vio, llamaba en voz muy baja a Luis y se perdió nuevamente en la oscuridad del corredor.

-Pibe, seguí viendo si querés, después lo apagás y a la camita.

Miré televisión unos instantes, emitían un documental sobre las tortugas de las Islas Galápagos, que muy poco me interesó. Apagué y me adentré en la oscuridad del corredor procurando no hacer ruido. La puerta de la tía estaba apenas entreabierta, con sigilo llegué hasta ella para enterarme de cuanto sucedía. La tía estaba en cuatro patas sobre su amplia cama con dosel (por un instante volvieron a mi mente las tortugas de las Galápagos), y el macho con los pies firmes sobre el piso le daba sus estocadas desde atrás, mientras la sujetaba por las caderas con sus manazas atrayéndola hacia su pelvis a la vez que embestía. Las carnes fofas de la tía temblaban ante cada movimiento de su macho, en realidad no tanto, es la envidia quien habla. La tía tenía las carnes más firmes que muchas mujeres con la mitad de su edad, y la verdad poco me detuve en ver sus carnes, me hallaba abstraído con esa espalda enorme que se me presentaba terminando en un culo firme tapizado de suaves vellos negros. Como hubiera querido que fuesen mías las carnes que temblaban con cada estocada, mío el culo que golpeteaba sonoramente al colisionar contra esa pelvis varonil con aquel ritmo impuesto por este macho que tanto estaba deseando. Cómo hubiera querido estar en ese lugar, entre esas mano hábiles que tan bien sabías hacer, ensartado por asa polla gruesa y dura. Pero estaba a tan solo unos metros viendo, con deseo, con envidia, con lujuria creciente, pero solo viendo.

Desde mi rincón, tras la hendija de la puerta, comencé a tocarme sintiendo la humedad que ya manaba de mi miembro viril. Y Luis, que parecía estar siempre un paso adelante de mis propios pensamientos, giró la mirada hacia la puerta. Tuve el impulso de retirarme, pero no lo hice, permanecí mirando, y él me sostuvo la vista. Un goce perverso podía entreverse en su mirar. Aceleró el ritmo logrando que los pequeños quejidillos de la tía se tornaran salvajes gemidos cada vez más audibles, llegando a la estridencia. El macho sacó su polla colocándose levemente de lado, para que yo pidiese verlo escupir semen en abundancia por doquier, sin dejar de sostenerme la mirada. Tampoco pude contenerme y eyaculé profusamente intentando que nada cayera sobre la alfombra del corredor. Miré mis manos llenas de semen, y en un acto comandado por la ira, embadurné la alfombra con la leche que tanto quise contener. Me fui a la cama con una sensación extraña, sin poder conciliar el sueño y una sola cosa en mente: mi codicia por el Macho de mi tía.

Desperté a la mañana siguiente como después de una borrachera, las sábanas estrangulaban mi cuerpo envolviéndolo raramente. No encontraba mi boxer por ningún lado, la cabeza me deba vueltas y la luz que entraba por el ventanal me cegaba. Al correr las cortinas, y ver hacia abajo desde la altura del piso veinticinco, me dio un vértigo de muerte. Salí de la habitación desnudo rascándome la cabeza de pelos enmarañados, como si hubiese olvidado que estaba en casa de mi tía. En la cocina volví a la realidad con un sobresalto al ver a Luis en pelotas tomando leche directamente del envase frente a la puerta abierta de la heladera.

– ¿Te despertaste pibe?

Tuve la absurda reacción de llevar las manos a cubrir mi entrepierna.

– Tranqui Benja que tu tía no está, se fue al salón de belleza y le va a tomar varias horas.

– No me di cuenta que he salido desnudo de la habitación -dije sonrojado-

– Sí, yo también -respondió sonriendo a la vez que daba otro sorbo y luego extendió el envase hacia mí-

Bebí directamente, como lo hiciera él, pero la leche se escurrió por la comisura de mis labios, por lo que debí dejar de beber, y apartando el envase con un gesto de vergüenza, se lo devolví enrojeciendo más aún.

– Es que te gusta demasiado -comentó sonriente-

– Me temo que así es -acoté limpiándome con el dorso de la mano-

Guardó la leche en la heladera y cerró la puerta de un rodillazo, muy a lo macho, me guiñó un ojo y salió de la cocina. Quedé pensativo unos instantes, y me fui a duchar, pero por impulso no me vestí. Caminando en pelotas por el corredor, me encontré con la puerta abierta de la habitación de la tía, y dentro sentado en un sillón, aún desnudo, al macho de mis desvelos.

Entré, me seguía él con la mirada sin moverse del sillón. Me subí a la cama todavía con las sábanas enmarañadas y tomé la posición en que había visto a la tía, moviéndome de atrás hacia adelante y contoneando un tanto las caderas con el culo apuntando hacia el macho. Pronto se levantó y llegó hasta mí. Tomó mis caderas con sus manos y hundió su rostro en mi raja. Su lengua me penetraba tan profundo como lo hiciera el día anterior en mi boca. Creí desfallecer, el placer me inundaba con oleadas que recorrían mi vientre. Llenó de saliva la raja y el ano. Quise separar un poco más las piernas esperando la primera estocada, pero me lo impidió rodeándolas con un brazo a la vez que en un rápido movimiento me giró sobre mí mismo, quedando yo boca arriba en la cama. En su rostro no había la habitual sonrisa, sino un lujurioso mirar que me ponía a tope. Me arrastró sobre la cama haciéndose lugar. Puso mis piernas sobre sus hombros y se acercó a besarme, con un beso apasionado, bastante animal, mientras yo comencé un movimiento con mi vientre indicándole la urgencia de que me poseyera. Pero él tenía la voz cantante y se detuvo en mi boca y mi cuello cuanto quiso. Cuando ya casi desesperado, creí que no podía aguantar más sin ser penetrado por este macho, introdujo de improviso la cabeza de su tranca en mi culo lubricado por su abundante saliva. Y yo que había juzgado que su pene no era demasiado grande… Casi estallé en un grito que fue gemido intenso, Luis sonrió y penetró un poco más. Cerré los ojos un instante y me amoldé gratamente al grosor de su verga, abrirlos nuevamente fue ver su rostro de macho consciente de su poder, y al notar que ya mi culo estaba habituado, me tomó por los hombros y la introdujo por completo. No podía más que derretirme en la pasión que me colmaba, el deseo aumentaba y la envidia se esfumaba, el macho ya era mío, aunque lo supiese compartido, era mío. Sentía el peso de su cuerpo en mis piernas plegadas sobre mi pecho, y él bombeaba profundamente. Creí que acabaría, pero quitó de mi su pene y me tumbó boca abajo. Volvió su lengua a mi raja que saboreaba con placer jugando con su lengua experta, y volvió a ponérmela, esta vez de una sola estocada que me hizo delirar. Impuso ritmo a sus embestidas con aquel sonoro golpeteo entre culo y pelvis que tanto deseé, llevándome al punto máximo del éxtasis. Mi eyaculación quedó esparcida en las sábanas de la tía, Luis se retiró de mí y me indicó que se la mamara. Cómo había menospreciado el tamaño cuando la vi la primera vez… casi no entraba en mi boca. Succioné goloso hasta que se vino llenando mi garganta de espeso semen, del que no derramé ni un poco. “El problema era el envase… ” -dijo Luis sonriendo.

Nos tendimos en la cama, él desparramado cuan grande era abarcándola en gran medida, y yo, muy pegado a él apoyado sobre su pecho velludo acariciándolo interminablemente. Luis jugaba con sus dedos en mis cabellos y me daba de tanto en tanto un tierno beso en la cabeza. Se parecía a la gloria, no hubiera sabido pedir más.

Llegó el sonido lejano de alguien entrando a la casa, di un salto queriendo escapar, pero me retuvo a la vez que dijo:

– Tranqui pibe, es alguna de las mucamas que llegan a estas horas, pero saben que no deben pasar a las habitaciones hasta después del mediodía. Pero si te sentís mejor, andá nomás.

– Vale -agregué al momento que me incorporaba, Luis se levantó tras de mí y me rodeó con sus brazos por detrás dándome besos en el cuello. Giré mi rostro y recibí un gran beso en la boca, luego me soltó y despidió dándome una palmadita en la cola. Con sigilo pero raudamente, fui a mi habitación y me vestí sintiéndome mejor que nunca.

La tía entretenía a mamá, salían diariamente de paseo y compras. En tanto había pedido a Luis: “Aprovechá tu licencia y sacalo al Benja a conocer Buenos aires, mantenémelo contento al nene” parecía no notar que ya tenía los veinte años cumplidos, para ella era “el nene” y para él, “el pibe”, ya sé que os habéis dado cuenta…

La pasábamos en grande, por los bosques de Palermo, el jardín japonés, por cuanto museo quise ver, y lo mejor de todo es que lo tenía para mí, entrgadito por la propia tía. Nos dejábamos el tiempo suficiente para pasar los momentos más apasionados en hoteles baratos, otros no lo eran tanto, en algún que otro rincón de los innumerables barrios porteños, en un parque que creo se llamaba Plaza Armenia… o Pakistán, no recuerdo la verdad, pero sí recuerdo cada segundo vivido allí. Incluso por supuesto también follábamos salvajemente en el piso de la tía.

Me las había arreglado para quedarme en casa de tía Matilde, mientras que mamá seguía en el hotel feliz de que fraternizara tanto, al menos, con esa parte de la familia.

Como sabemos, la dicha nunca será eterna, y llegó el día en que Tía Matilde volvió antes de lo previsto y me encontró siendo taladrado por su macho en plena sala. Se detuvo unos segundo, perpleja, con la puerta (y la boca) abierta, y nuestro acto desenfrenado se detuvo también. Dejó en el suelo los paquetes que traía consigo, cerró nuevamente la puerta y no supimos de ella hasta la hora en que normalmente volvía. durante ese tiempo no respondía las llamadas, y yo tenía la certeza de que estaría contándole todo a mamá. Supe, porque me lo dijo Luis cuando me llamó al móvil avisando que la tía había regresado, que los paquetes eran regalos del día de reyes. Tras ser encontrados, yo me fui inmediatamente también, lo habíamos echado todo a perder. Di unas vueltas con aires de nostalgia por lugares visitados con Luis, pero tenía más susto que nostalgia. Finalmente fui al hotel, Tía Matilde no había estado por allá. Rogué a mi madre que volviéramos a España, que tenía suficiente por esta visita y sin dar explicaciones me negué a despedirme de “los tíos”. Mamá fue a despedirse de Tía Matilde y volvió cargada de regalos, solo dijo que me enviaba recuerdos. No hubo palabra alguna del incidente, o al menos nada dijo mamá.

Me encuentro ya de regreso en España, donde reina el discreto silencio sobre el incidente del velorio. Todo cuanto llevo puesto hoy, ha sido regalo de la tía, me siento fatal. Luego del mediodía fui al baño en un centro comercial de Madrid, mientras meaba, un joven a mi derecha veía mi pene descaradamente “debe ser argentino” -pensé-. Miré el suyo, no estaba nada mal, empezaba a ponérsele ya tiesa. Lo vi a la cara y sonriendo, aunque triste, le dije:

– No gracias, pibe

– Pues por nada chaval -respondió con acento madrileño- No estés tan triste, ve a buscarle.

Cómo decirle que no podía, di las gracias y salí sintiendo que las lágrimas brotaban ya. Una vez en casa, mamá me sorprendió diciendo:

– No sé que haz hecho en Buenos Aires, pero parece que causaste una muy buena impresión. Llamó Tía Matilde, llegan mañana con Luis a pasar una temporada con nosotros, dicen que no pueden esperar otros trece años para volver a verte.

Javier

http://muchomachomachote.blogspot.com

EL balneario de Don Beto (Erico)

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El sábado pintaba para tener un día soleado y caluroso, regularmente el fin de semana me levantaba tarde, pero a partir de este sábado y hasta contar cuatro fines de semana tendría que trabajar. Todo esto lo pensaba aflojerado en mi cama, acostado solo cubierto por una delgada sabana. Y como todas las mañanas tenía una erección matutina y mi trusa lastimaba mi mástil, metí las manos bajo la sabana e intente acomodármela, luego extendí los brazos para despabilarme un poco.

–Que lio pensaba para mi… presentía que el día seria largo.

Con los calzoncillos puestos y una toalla al hombro me dirigí al baño, dentro me quite la trusa, completamente desnudo fui a la retrete levante la tapa y salió un chorro abundante de orina, sentía placer al descargar la vejiga, termine y la sensación de placer en mi verga seguía, abrí la regadera y lo primero que me enjabone fue mi mástil, cerré los ojos y empecé a masturbarme…

A mi mente se venían muchas imágenes; entre otras, el hermano de Kike cogiendo luego cuando le había mamado la verga a Érico y por último el cuerpo desnudo de Kike, con todos estos pensamientos empezó el placer en la punta de mi pene. La venida era eminente… haaaa!! Solté un gemido y la leche fue estrellarse contra la pared, después de eso seguí con la ducha.

Justo en el desayuno llego Kike, mi mama le ofreció comer con nosotros y acepto. Comimos lo más rápido que pudimos los huevos estrellados que nos había preparado. Mientras comíamos veía a Kike emocionado por ir al balneario de don Beto, yo más que emoción lo que sentía era preocupación, Kike preguntaba un montón de cosas como: ya has ido antes?.. Nos vamos a poder bañar, y más… Mi mama solo nos decía no hablen con la boca llena coman despacio y mas regaños, nosotros solo nos veníamos con sonrisas de complicidad.

Estábamos casi listos, solo faltaba pasar a mi cuarto por mi mochila, ahí tenía un short y una playera extra por si se necesitaba, le pregunte a Kike si el traía sus cosas y contesto que sí.

Antes de salir Kike me dijo:

- tu que llevas?… bañador? O short? :

yo le conteste pues short, y agregue si vamos a trabajar no de día de campo. Recuerda que lo que quiere Ese topo es mano de obra gratis.

La respuesta de Kike fue –chin por un momento pensé que era día de campo, bajo un poco su short y me enseño un traje de baño tipo espeedo que llevaba puesto. Ver parte de su abdomen y donde inicia el pubis uff!! Hicieron que los malos pensamientos se vinieran a mi mente.

Nos fuimos a la casa de Érico.

Érico nos estaba esperando ya en la puerta de su casa, nos comentó que el topo ya había pasado por él, pero que se le olvido algo en su casa así que teníamos que esperar unos minutos en lo que regresaba.

Y ahí estábamos los tres sentados en la banqueta esperando al topo, los tres en silencio, aunque Kike conmigo era muy platicador ya con Érico se callaba.

Encontré unos hilos tirados en el piso y empecé a jugar grysky (hacer figuras con los dedos y los hilos) intentaba hacer figuras con ellos y ninguna me salía, se me unió Kike y luego Érico. En unos minutos ya se había roto el hielo y los tres intentábamos formar algo, justo en ese momento llego el topo en su camioneta.

-quien se va conmigo? Pregunto el topo; Érico se nos adelantó a Kike y a mí respondiendo con un resignado yo. Subió en la parte de adelante y a nosotros nos hizo señas de irnos en la caja de la camioneta.

Ya con la camioneta en marcha, Kike volvió a las preguntas, empezó preguntando:

– que le pasara a Érico?

–Porque se juntara con el topo? a leguas se nota que no le cae bien.

Yo solo respondía que no sabía, luego intente justificarlo Y le dije a Kike que al final yo suponía que tendría más problemas con su papa si el topo le daba la queja de que Érico había entrado a robar en la tienda de don Beto

El balneario quedaba a unos 20 kilómetros del pueblo en carro se hacían alrededor de 15 minutos o menos. El paisaje del trayecto era bonito, Kike y yo nos pusimos de pie recargándonos sobre la caja de la cabina y empezamos a disfrutar del aire que nos golpeaba en la cara además la vista era espectacular.

Al llegar al balneario, el topo nos dijo a Érico y a mí que es lo que teníamos que hacer, pero también pregunto que si Kike venia ayudar o solo de paseo Érico le dijo es amigo de isael ellos dos andarán juntos. Yo solo los escuchaba.

No pude pasar desapercibido la excesiva preocupación que denotaba en el rostro érico.

El topo nos dio indicaciones: Kike y yo estaríamos en la puerta cobrando y les señalaríamos a los visitantes eventualmente donde estacionarse, y si ya no hubiera espacio les indicaríamos alguna parte donde se pudieran estacionar; por aparte Érico estaría con él en estanquillo vendiendo, aunque también dijo que él era el salvavidas que eventualmente se daba vueltas por el rio checando que todo estuviera bien.

Nos explicó que de entrada teníamos que checar que: todas las lianas, resbaladeros y trampolines estuvieran bien. El topo también nos dijo: antes se tienen que poner su uniforme.

Fuimos con el topo a donde estaba el estanquillo saco unos aspeedos de color azul y nos los dio. Kike y yo nos quedamos con cara de sorpresa, Érico no tanto pues supongo que el domingo anterior ya lo había usado.

Con voz tímida solo alcance a decir:

-de verdad es necesario usar estos trajes de baño?

–si contesto el topo.

Y nos preguntó que si teníamos algún problema con usarlos, yo le dije que no, pero que no estaba acostumbrado que se me hacían muy pequeños, el sonrió y dijo:

– pónganselos y déjenselos abajo; si llega a venir mi tío se quitan el short lo que el dure por acá.

Asistimos un está bien con la cabeza nos fuimos a los vestidores y los tres y procedimos a ponérnoslos.

El vestidor era pequeño de hecho de esos vestidores individuales donde apenas cabe la banca al centro, esto no nos importó ya que los tres nos metimos a uno solo. Una vez dentro intentamos ponernos el speedo con la trusa puesta pero nos dimos cuenta que eran tan pequeños que la trusa salía por los lados y se veía bastante cómico y ridículo, ambos nos quedamos viendo a nosotros mismos y unos a otros y soltamos la carcajada…

Érico tomo la iniciativa se quitó la trusa y nos dijo:

–Que se van a ir así? Parecen payasos, la situación se puso un poco tensa pues aunque Kike conmigo tenía toda la confianza (y entre comillas pues Kike y yo era poco lo que habíamos compartido el desnudarnos) pero por más tensa que esta lo fuera Kike y yo lo seguimos y también nos quitamos la trusa y en lo que nos agachábamos los tres para bajarnos los calzones y ponernos el speedo de nueva cuenta, nuestras nalgas desnudas rosaban unas con otras. Sentí las pieles de ambos suaves, y muy discretamente voltie a ver sus traseros, se veían increíbles: nalgas blancas, redondas, firmes y suaves como las de un bebe, pensaba no quiero tener una erección, así que opte por seguir en lo mío, no me fuera a traicionar el subconsciente y tuviera una erección y aunque con Érico ya había hecho algo alguna vez no quería que pensara que era un maricon caliente, y en cuanto a Kike de por sí ya tenía muchas cosas que explicarle como para darle motivos para más.

No fue mucho el tiempo que sus vergas quedaron al aire pude comparar sus colores formas y tamaño. Mientras la piel de érico era blanca rosita junto con su verga y huevos, la de Kike era aperlada apiñonada con sus huevos color canela, la verga de érico era más larga pero cabezona, mientras la de Kike era del mismo largo pero gruesa, sus pubis estaban poblados de vellos obscuros (en ese tiempo recuerdo que la depilación o recorte no era opción) en lo personal y por estar con mis perversiones no ponía atención a lo que érico decía.

Salimos del vestidor con los speedos bajo el short y unas playeras de resaque blancas que también nos dio el topo y nos dijo:

–Vengan les voy a dar un recorrido por el lugar. Aunque los tres ya lo conocíamos pues varias veces había ido a nadar ahí no es lo mismo ir de visitante que a trabajar.

El topo nos mostró todo el lugar las albercas, las corrientes del rio, los lugares de los asadores, el estacionamiento etc. etc. etc.

Todo el tiempo dándonos instrucciones de que deberíamos de hacer ante diferentes situaciones. Cuando terminamos el recorrido el topo nos hizo una recomendación (de nueva cuenta extraña.) Nos dijo:

-si mi tío les pide que lo acompañen a ir a cualquier lado de alguna forma me lo hacen saber.

Los tres encogimos los hombros y dijimos que sí.

–Pues bueno todos a sus puestos expreso por último el topo.

Kike y yo nos fuimos a la puerta y Érico y el topo se quedaron en el estanquillo. Un poco preocupados por Érico Kike y yo acordamos que cada pudiéramos iríamos al estanquillo a ver que todo estaría bien.

Platicando Kike y yo nos preguntábamos, ¿bueno pero de que nos cuidamos? y ambos respondíamos pues no sé, pero al final Érico también es de nuestra edad y le puede pasar algo. Supongo que los tres sabíamos exactamente de que estábamos hablando, inconscientemente los tres nos cuidábamos de que el topo no nos fuera a maltratar, físicamente o en su efecto intentar lastimarnos no se tocarnos o algo cualquier cosa que fuere. Pero no lo decíamos abiertamente.

Empezó la jornada y a llegar la gente Kike y yo no parábamos de platicar, y como estábamos debajo de una palapa el sol no nos molestaba, siempre a lo lejos veíamos a Érico atendiendo el estanquillo y él también nos saludábamos con las manos y a veces nos hacíamos señales.

El topo andaba para arriba y para, bajo entregando inflables o reparando cosas, pasado al medio día el topo fue a la entrada y nos dijo que el dinero de las entradas lo teníamos que poner en unas bolsas que él nos había dado, que si sentíamos que ya fuera mucho se lo diéramos a Érico.

También nos dijo pueden tomar el refresco que quieran y comer lo que quieran del estanquillo. Nosotros le dijimos que estaba bien, luego dijo:

–oigan, tengo que poner una liana en el rio quien me acompaña, Kike y yo no supimos que hacer puedo decir que hasta sentimos miedo, el topo con un poco cara de sorpresa nos preguntó:

–Que pasa? Solo es poner una cuerda quien de los dos me ayuda?

Me adelante a Kike y le dije que yo iba con él, empezamos avanzar, y Érico nos alcanzó y pregunto:

–A dónde van?

El topo se volvió a sorprender y dijo vamos a poner una liana, isael me va ayudar. Érico firme me dijo isael vete al estanquillo yo voy con él. El topo molesto le dijo que te pasa aquí el jefe soy yo; isael se va conmigo tu vuelve al estanquillo, para no hacer el problema más grande le hice señas a Érico de que no pasaba nada que yo iba con él.

No muy conforme Érico volvió al estanquillo, el topo me dijo espera aquí voy a la camioneta por los lazos. Ya cuando andábamos haciendo los arreglos el topo me preguntaba que porque le teníamos miedo, yo tímido le dije que no era miedo, que lo que pasaba es que no lo conocíamos y no teníamos mucha confianza. El solo dijo les aseguro que yo no soy su enemigo.

Olvidamos un poco el tema porque empezamos a instalar la liana el topo me mostraba como se hacían los nudos en que ángulo se tenía que poner el lazo para que tuviera buen vuelo, y me explicaba un montón de cosas todas muy interesantes.

Cuando terminamos el topo me dijo:

–Te quieres tirar?

La verdad ganas no me faltaban pero ya teníamos tiempillo ahí y suponía que Érico y Kike estarían preocupados por mí, argumente que ya tenía hambre que mejor nos fuéramos, cuando íbamos a llegar al el topo me dijo saca unos refrescos y me dijo no vayas a comer chucherías ahorita les traigo de comer y agrego:

–Oíste Érico tu tampoco vayas a comer, y luego me dijo a mi, llévale a Kike y se fue.

Érico se acercó a mí y me pregunto:

–Todo bien?

Le dije que sí, y también le pregunte:

–Tu como estas?

–De lujo, vender no es complicado, volvió a preguntar que nosotros que hacíamos le conteste que bien que a Kike y a mí la plática no se nos acababa nunca.

Fui a donde Kike le lleve refrescos también me dijo que ya tenía hambre le mencione que el topo había dicho que nos llevaría de comer, y Pasados unos minutos el topo llego con un plato grande de carne asada y otras cosas uff de lujo!! Comimos hasta hartarnos.

.

Ya cayendo la tarde por ahí de las 5 pm, el topó fue a donde estábamos y dijo que a partir de esa hora ya no se cobraba porque ya no llegaba gente nos dijo que ahora teníamos que empezar a recoger basura y cosas que la gente dejara regadas nos explicó que las cámaras y chalecos, salvavidas se llevaban al estanquillo.

Yo y Kike lo empezamos hacer y el empezó a cerrar unas especies de llaves y enrollar los lazos de las lianas en los árboles.

A la gente que estaba en las albercas el topo les decía ya casi nos íbamos ahí me entere que el balneario se cerraba a las 6.

Poco a poco el balneario se iba quedando solo. nosotros Kike y yo seguíamos recorriéndolo buscando basura o cosas de las que rentaba el balneario. Hubo algo que Llamo nuestra atención de entre unas yerbas salían gemidos en un principio pensamos que alguien estaba llorando pero cuando nos fijamos bien entre las ramas lo que vimos nos dejó con la boca abierta.

Eran tres chavitos muy jóvenes dos niños y una niña, estaban en plena acción. La niña estaba boca arriba abierta de piernas con uno de los dos cogiéndosela en posición del misionero y el tercero estaba de rodillas intentando meter su vergita (por un momento pensamos que también se la quería meter a la niña pero no) lo que el quería era metérsela por el culo a su compañero y era este el que gemía con un poco de dolor.

Kike y yo teníamos los ojos abiertos como platos duramos varios minutos viéndolos hasta que el cuate que se estaba cogiendo a la niña dijo que ya tenía que sacársela porque iba aventar la leche, dio un empujon para quitar al chavito que se lo estaba cojiendo a el y vimos como el chorro de leche salio disparado y fue a dar hasta la cara de la chica y fue cuando ella abrio los ojos .

nos sentimos descubiertos. reaccionamos y nos fuimos corriendo, ya en lugar seguro paramos y todavia con poco aliento por la carrera, le pregunte a Kike:

-Cómo vez? Kike me respondió están bien chavitos para hacer eso.. Pude ver que tenía la marca de un buen bulto bajo su short medio se dio cuenta que baje la mirada, y un poco cortado se retiró de donde estábamos dijo que iba a orinar cuando regreso ya no quise insistir y ya no comentamos el tema.

Cuando terminamos de recoger todo, ya casi no había gente, ya estábamos los tres en el estanquillo platicando con Érico.

Por ese tiempo llego una camioneta, era el tío del topo “don Beto” se acercó a nosotros y de forma amable (de hecho me confundí un poco ya no supe si fue amable o muy cariñoso o de plano muy interesado en nosotros por la forma en que nos veía y el tono que usaba) nos preguntó que como nos iba.

Los tres contestamos que bien. Y también dijo porque no traen el uniformes, nos acordamos que el topo nos dijo que si lo veíamos nos teníamos que quitar el short y dejarnos los speedos, Érico le dijo que como ya nos íbamos, nos acabábamos de poner el short. A don Beto le cambio el tono con tono gruñón dijo deben quedarse con el uniforme hasta que salgan háganlo ahora.

Los tres sorprendidos y un poco asustados íbamos a bajarnos el short y justo en ese momento llego el topo y le dijo a don Beto:

–Tío ya déjalos así.- Ya me los voy a llevar a sus casas. Les dieron permiso hasta las 6 de la tarde, y ya van tarde.

Don Beto dijo:

–Haber uno de ustedes que se quede aquí conmigo necesito darle de comer a unos caballos, yo lo llevo a su casa. Y aparte al que se quede le daré una propina.

El topo volvió a intervenir y dijo:

–Tío eso no es posible tengo que llevarlos si quiere yo le doy de comer a los caballos más tarde.

Re-fun-fuñando don Beto dijo anda váyanse no es necesario yo lo hago.

Serio el topo nos indicó que nos subiéramos a la camioneta, nosotros estábamos callados y ahora si asustados por la actitud del topo hacia don Beto pues aunque no enojado si se veía firme, de hecho llegamos a sentir como si él nos protegiera de don Beto.

Nos fuimos a la camioneta y al poco rato llego el topo, los tres estábamos en la caja de la camioneta el topo saco un dinero de su bolsa y nos lo dio y dijo:

- Repártanse este dinero entre los tres.

WOW!! Hicimos algarabía los tres y el topo sonrió y se subió a la camioneta y empezó el camino.

La tarde estaba cayendo. El sol empezaba esconderse tras la lejanía de las montañas, de nueva cuenta pero ahora los tres nos pusimos al frente recargados en la cabina de la troca, el viento nos daba en la cara y hacia volar nuestras cabelleras, también jugábamos con el viento abríamos la boca nos reíamos de como el aire nos jalaba los labios también hacíamos muecas.

Los tres coincidíamos que no nos había ido tal mal, hasta llegamos a comentar que deberíamos decirle al topo que lo seguiríamos ayudando aun y después de que pasara el mes, cuando lo mencionamos Érico dijo que no. Que solo deberíamos de cumplir lo pactado, porque aunque había sido un buen día, el no dejaba de pensar en lo que varios le habían dicho que se cuidara del topo, y agrego acuérdense tenemos que cuidarnos y no debemos de ser confiados.

Kike y yo solo nos vimos y nos quedamos pensando un poco, aunque yo la verdad decidí quedarme callado para disfrutar más del atardecer y es que aparte ese tramo de carretera con montañas a los lados y el aire tibio golpeando mi cara era bastante inspirador y tranquilizante. Esto duro poco, supongo que fue el momento pero sin darme cuenta tenía mi mano sobre la mano de Kike y este me miraba extrañado y sin saber qué hacer, cuando me di cuenta la quite rápidamente y baje mi miraba apenado.

Llegamos al pueblo el topo dijo que si queríamos nos llevaría hasta nuestras casas y Érico dijo que no que nos dejara en la plaza; De ahí nos iríamos y así fue.

Despidiéndose el topo dijo paso por ustedes mañana a la misma hora.

Érico dijo picho las nieves ¿quién quiere?, todos contestamos que sí y nos fuimos a la nevería, empezamos a platicar de todo, Kike ya no le tenía tanto recelo a Érico y Érico se soltó más con Kike.

Camino a nuestras casas nos dimos cuenta que nos habíamos traído los speedos de uniforme que nos había dado el topo. Érico dijo pues no importa ellos tienen más y aparte mañana también los vamos a usar.

Ese día llegue a mi casa rendido después de todo cambiar la rutina siempre te cansa. Al llegar salude a mi mama, le platique algunas cosas y le presumí: -soy todo un trabajador y le enseñe el dinero que me había pagado el topo ella solo aconsejo dale buen uso a ese dinero.

Ya en mi cuarto me desnude para meterme a bañar solo quede en el speedo azul del uniforme, Kike se brincó la barda y también llego a mi cuarto me vio acostado en la cama entro, y me dice:

- Y tú ahora que no te vas a bañar le dije que sí, pero que estaba descansando un poco él se acercó a la cama y me dijo me das chance, mi respuesta fue si, el agrego también vengo a bañarme ya sabes en mi casa todos van a usar el baño.

No hay problema, fue de nuevo mi respuesta, empezó a quitarse la ropa y también quedo en el speedo azul del uniforme, levante la vista para verlo y le dije:

– Tu también lo traes sonrió y dijo sí. Nos quedamos los dos tendidos en la cama por 20 minutos con los ojos cerrados.

Llego un momento que pensé que Kike se había dormido, volví a levantar la cabeza y puede ver que tenía el paquete medio abultado me quede observándolo, supongo sintió mí miraba abrió un ojo y medio en broma me pregunto:

–Qué?.. Te gusto?

La verdad era que si me gustaba observar a Kike y en ese momento en particular se veía mucho más apetecible pues el sol que había tomado durante el día, le había hecho que su piel aperlada ahora estuviera más tostada y era realmente sexi ver la marca del short en sus piernas y lo dicho sin lentes el rostro de Kike era de un adonis.

Seguimos acostados, y paso algo que me gusto. Porque Kike extendió su mano y la puso sobre la mía y pasado unos minutos la apretó y nos quedamos así por un rato, esto también me puso nervioso pero lo dicho me gustaba. Así nos quedamos por un buen rato.

Escuchamos el grito de mama diciendo:

- isael ¿estás ahí? llego Érico por instinto nos soltamos y me apure en contestar a mi mama.

-Acá estamos… Llego Érico y dijo y ahora ustedes que hacen ya les gusto el uniforme del molino (así se llamaba el balneario). Kike y yo nos reímos y le dijimos nos íbamos a bañar y nos dio hueva, pero que estábamos a punto de darnos una ducha y luego ambos le preguntamos al unísono:

– Y ¿tú qué haces aquí?

Érico dijo me mandaron a un mandado y solo pase para darte las gracias isael y agrego bueno a ti también Kike los veo mañana. Tenía la impresión que Érico quería decirme algo pero por alguna razón no lo hacía, pero luego pensaba que eran suposiciones mías. Érico se fue y Kike y yo nos metimos a bañar aunque entramos juntos al baño, cada uno espero su turno para usar la regadera. Mientras hacíamos esto platicamos de varias cosas, de los partidos de futbol, de los exámenes y de repente nos acordábamos de uno que otro amigo.

En un momento a Kike se le empezó a parar la verga, disimule pero deseaba que Kike me dijera que nos masturbáramos (no fue así) Kike en lugar de esto apenado apuro su baño se enjuago y se envolvió en la toalla. Se secó rápidamente y muy apurado se despidió y me dijo te veo mañana.

No quedo más que hacerme una puñeta baja la regadera para calmar mi calentura producto de toda la carne que había visto durante el día.

Ya en mi cama, muchas cosas me daban vueltas, que me querría decir Érico? Será que me lo estoy imaginando, luego me decía a lo mejor lo que quiere es coger, y luego pensaba en Kike, venían sonrisas a mis labios solo de acordarme como nuestras manos estaban una sobre la otra y seguía pensado que pensara Kike respecto de nosotros. Y por último el topo no era tan pesado como yo me lo había imaginado. Mientras pensaba en esto también el rostro ambiguo de don Beto se me vino a la mente y me dio un escalofrió finalmente me quede dormido.

Hechos casi reales

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Después de mucho mucho tiempo vuelvo a TR con una nueva serie de relatos, o por lo menos espero que sea una serie y no me entre la pereza de otras veces, esta vez estoy en un momento de mi vida que tengo más tiempo para escribir y esta serie es algo más personal que los relatos anteriores así que estoy bastante motivado. Espero que os guste y recibir consejos, opiniones, sugerencias o cualquier comentario que me queráis hacer bien sea en esta página, en mi correo (a3btahora@gmail.com) o via twitter (@yosoypeterpan). Os espero y ahora vamos a lo que vamos, por cierto todo parecido con la realidad es producto de la mala leche…digo de la casualidad ;)

HECHOS CASI REALES I

¿¿Quien me manda a mí no pensar las cosas dos veces antes de hacerlas?? Me repetía una y otra vez mientras recorría las tres o cuatro manzanas que faltaban para llegar hasta donde habíamos quedado. Eran las 7 de la mañana y por si no era bastante el frio que hacia estaba empezando a llover. Definitivamente tengo que dejar de pensar con la polla, claro que si hiciera eso no sería yo.

Media hora antes de acabar mi turno como técnico en una empresa de ascensores había recibido un mensaje de bender, la verdad que me sorprendió ver quien me había escrito, era el chino Luis, supongo que será Lu Lee o alguna cosa por el estilo, pero en Gandía todos lo llamábamos así. Solo lo conocía de vista y aunque Gandía no es muy grande y habíamos coincidido en algún que otro local nunca nos habíamos dirigido la palabra, ni siquiera pensaba q él se hubiera fijado en mi. Tengo que reconocer que no soy gran cosa, tengo veintisiete años, apenas mido un metro setenta y dos, peso alrededor de sesenta kilos, pelo negro muy liso unas veces corto y otras más largo, ojos verdes y esa mirada distraída típica de los miopes, no soy especialmente guapo pero tengo cierto encanto y eso a veces es lo importante, sino fijaos en Frank Sinatra.

El chino Luis sin ser una maravilla tampoco era el típico chino, era bastante más alto que yo, rondaría el metro ochenta y cinco, al estar muy delgado se le marcaban los abdominales y sin apenas vello más allá del elástico de los calzoncillos, no era guapo pero tampoco feo y lo más importante es que no era muy cabezón. Siempre vestía muy arregladito, a veces rodando el ridículo y le gustaba presumir de ropa de marca, que seguramente sacaba de algún taller ilegal donde trabajaba alguna de sus muchas hermanas. Si a todo esto le sumamos mi obsesión por los orientales tenemos como resultado que voy de camino a su casa a las 7 de la mañana con un frio que pela y el rabo duro.

Estaba claro que iba bastante borracho sino nunca me habría escrito. Yo le había escrito varias veces, antes de saber que era él pues en bender solo tenía foto luciendo cuerpo fibrado y escaso paquete, en eso si era el típico chino. Nunca me había contestado, pero gracias a mis dotes de espía a la altura de los servicios israelíes no había tardado en descubrir quién era. No pensaba dejar pasar la oportunidad de bajarle los humos al hijo del sol naciente. Como no tenia sitio y a mi no me apetecía dar viajes para llevarlo y traerlo de mi casa a la suya, soy salido pero no gilipollas ni un taxista, habíamos quedado para follármelo en el portal de su casa, que estaba muy cerca de mi trabajo, hizo que me decidiera a quedar con él, definitivamente el chino estaba borracho y yo muy caliente.

Cuando llegue al portal de su casa la puerta estaba abierta así que entré directamente, el zaguán era amplio y con 4 escaleras y 4 ascensores, estaba bastante oscuro, cuando por fin me acostumbre a la oscuridad vi q en la última escalera sentado en los escalones estaba Luis, casi no se podía sostener y olía bastante a alcohol, besarlo habría sido como pegarle un lametón a la bayeta de un bar así que pasando.

Cuando estuve a su altura deje que llevara la iniciativa pero tras varios minutos intentando sacar mi rabo del pantalón preferí hacerlo yo, desde luego su estado y el tamaño de mi rabo, uno de los encantos que antes os dije q tenia, no se lo ponían nada fácil así que preferí hacer el trabajo yo mismo, si quieres que algo salga bien no se lo encargues a nadie. Mientras con una mano me sacaba la polla con la otra le agarré de la cabeza y le acerqué a mi entrepierna. No tuve que hacer mucha presión para que se lo metiera en la boca, tenía hambre y yo iba a darle un menú completo. La comía de puta madre aunque cuando intentaba tragársela entera le daban arcadas, la comía con ansias y lo mismo me lamia el capullo que me comía los huevos, se notaba que estaba muy caliente pero yo también lo estaba y me canse de no hacer nada, le cogí otra vez del pelo y empecé a follarle la boca, ya no me importaban las arcadas o si potaba, ahora buscaba mi placer. A medida que le follaba la boca notaba como sus babas me recorrían la polla y goteaban en el suelo

-Tío me estas ahogando, no aguanto más este ritmo, mejor fóllame el culo- me dijo mientras se levantaba como podía y se daba la vuelta

-Te voy a reventar- Sin ni siquiera desabrocharle los pantalones, de un tirón le deje con el culo al aire -Pásame un condón que te quiero petar.

-No tengo, pero da igual, fóllame a pelo, estoy limpio.

-Una puta mierda, yo no follo a pelo- El muy cabrón me había troleado, me había dicho que el tenia condones, me iba a quedar con las ganas de partirle el culo -Date la vuelta y vuelve a comerme la polla.

Si no le importa que me lo folle a pelo tampoco creo que le importe si me corro en su boca, además con el pedo que lleva tampoco creo que se vaya a dar cuenta hasta q no la tenga dentro. Luis estaba cansado y con la borrachera en su punto más alto ya no la comía con las mismas ganas que al principio, ya iba siendo tarde y me quería ir a dormir así que le empecé a follar la boca de nuevo, el intentaba sacársela para coger aire pero yo no estaba dispuesto a alargar mas la cosa, aceleré el ritmo un poco más y me corrí en su boca dando un gruñido y empujando mi polla hasta el fondo, cuando se quiso dar cuenta ya se había tragado los dos primeros lefazos, aun le dio tiempo a sacarse mi polla de la boca y recibir 3 o 4 lefazos en la cara que lo pusieron perdido. Me quité las últimas gotas de semen con unos golpes en su mejilla y devolví a peligro dentro de mis calzoncillos (si, mi polla se llama peligro ¿Qué pasa?) y me di la vuelta para irme un poco mosqueado por no haber podido meterla.

-¿Dónde vas? No me dejes así- Me dijo mientras señala a su rabo tieso que apenas media unos 15cm

-No tranquilo que ahora te enciendo la luz por si no te la encuentras- Le contesté mientras pulsaba el interruptor de la luz en el momento que entraba una vecina que venía de pasear al perro.

La cara de la mujer al encender la luz y ver a Luis sentado en el suelo con los pantalones bajados y la cara llena de mi lefa fue una buena compensación por la putada del condón…no creo que el chino me vuelva hablar pero total a quien le importa.

Bueno ahora si es hora de irse a la cama y dormir. Buenas noches chicos

Mis aventuras y yo

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Cada fin de semana, me despierto y digo – Esta es la ultima vez que lo hago, ya me cansé de todo esto..

Pero para mi desgracia eso no ocurre, comenzaré mi relato contándoos que soy un chico del Norte, delgado, rondaré los 179, ojos claros y de buen ver, a lo que iba, esta semana creí que cumpliría mi promesa de ser fiel a la persona con la que salgo, pero parece que el destino, y mis ansias salvajes de follar con uno y con otro son inevitables, y esa fidelidad queda siempre a la deriva.

Era lunes y empecé la semana como siempre, despertando pronto, haciendo un poco de ejercicio, pero para mi sorpresa antes de meterme a la ducha, me encontré con que había venido el hijo de mi casero, que es albañil y estaba arreglando las persianas de toda la casa, en principio no le di mucha importancia, era un chavalete normal, eso si he de confesar que los obreros me ponen a mil, esas manos firmes, y quieras o no tienen un culo que mmm…, además de eso olor a macho viril, así que cuando pase por su lado, intente dejar notar mi atracción hacia él y ver si conseguía que me preste atención y quien sabe igual me lo follaba o viceversa.

José: -Buenos días, Carlos!, ¿Qué como lo llevas?

Carlos: -Buenos días José, Muy bien aquí intentando hacer un apaño a esto, ¿y tú? ¿Como se te presenta el día?, ¿Hoy tienes facultad?

Jose: -Sí, hoy tengo un par de horas de clase, pero luego vengo a echarte un cable con todo esto, así terminas antes y nos tomamos unas cervezas, que nos vendrá bien para conocernos un poco, ya que te dejo solo en mi casa jeje

Carlos: -Jejeje, Pues a ver si es verdad, yo ansioso de hacerlo.

Después de ponerme cachondo solo viéndolo, y oliendo ese olor a tío que tenia, me decidí meterme a la ducha y hacerme un pajote, para quitarme ese calentón, luego me puse en marcha a la uni a pasar la mañana, eso sí como “buen novio” que soy llame a mi churri, antes de salir de casa.

Yo -Hola cariño, buenos días!

Novio -Hola nene, como has pasado la noche?

Yo -Bien, bien. echándote de menos, que últimamente me tienes un poco a palo seco. – en ese momento, me imagine a mi novio siendo follado por Carlos y yo empotrando a Carlos… en serio tenia un grave problema, adicto al sexo a mas no poder.

Novio -Jajaja, ya es verdad. pero sabes que es porque ando currando, esta noche quieres que me pase, y hacemos algo?

Yo -Mmm..esta noche vale. si hay algún cambio te llamo.

Aunque después de haberme echo el pajote en la ducha, mi mente seguía pensando en el culo de Carlos y como sería empotrarlo en la mesa de mi escritorio y hacer que el muy cabrón me gima pidiendo que le de caña.

Baje por el ascensor al garaje a coger el coche cuando me encontré con mi vecino Juan que alguna que otra vez ya hemos follado, aunque el muy pesado siempre quiere mas, sabiendo que estoy saliendo con alguien, jeje y yo como soy taaaan difícil pues al final acabo cayendo como tonto.

Pues esta mañana el muy cabrón bajaba con unos pantalones de deporte muy ajustado que le marcaban un culito.. así que diantres, la semana que viene ya dejaré de ser tan golfo.

Le miré y le dije – Que..Juan, tienes prisa hoy?

Juan- No, hoy puedo llegar tarde – el muy cabrón me miraba con una mirada de morbo y una sonrisa picará…, además el ya sabía por donde iban los tiros y yo ya estaba a tono por la culpa de Carlos, así que directamente me saque la polla para que Juan se ponga a ello, teníamos 12 pisos hasta llegar al garaje, ya tenia tiempo de lubricarla bien con su boca para que cuando lleguemos al coche entre de golpe.

Juan tenía una boca delicioso, unos labios que succionaban genial mi polla, entraba y salía, y sabía hasta donde me gustaba a mi que se la tragase, cuando ya me quise dar cuenta ya estábamos en el garaje, y le miré,

-Tu coche o el mío?

-El tuyo, que tenemos más espacio y está más apartado.

Nos predispusimos ir a mi coche, yo con la bragueta abierta, y el con los labios rojos de tanto succionar, entramos a la parte de atrás, y le dije :

-Venga Juan ya sabes la rutina, quítate los pantalones y ponte como a mi me gusta- Él se quito los pantalones, y también empecé a desnudarme, y ya cuando estamos desnudos, se puso de cuatro mirando entre los dos asientos de adelante, deleitándome con su culo…

Me predispuse a comérselo para que quede bien lubricado, siempre me ha gustado usar más lubricante natural, mi saliva, para penetrar, por que me gusta sentir el roce de carne con carne, ya tenía el culito bien lubricado, cuando se predispone a sentarse en mi polla…al comienzo costo un poco que entre, pero fui tranquilo…dejando q mi polla que echaba ya precum lubrique mejor su cavidad anal y pueda entra de golpe…Estuvimos follando un rato en esa postura, luego le di la vuelta y le hice cabalgar, la cara de Juan era todo un poema, se notaba que esta disfrutando, y yo estaba a punto de correrme, así que decidí cambiarle de postura, porque si seguía así, acabaría dejándole preñado demasiado pronto.

Al final lo tumbe, y me puse yo a follarlo como loco, porque necesita echar toda mi leche caliente, cuando ya estaba a punto.. le miro y le digo

Yo- Juan..vamos córrete, que ya voy

Juan- Vale -entre gemidos

Yo- Si si si.. ayyy… -me dieron mis típicos espasmos y se me puso la piel de gallina, como siempre cuando me corría a gusto.

Juan- Oh..si si.. – Juan estallo en su pecho dejando una gran cantidad de leche

Al final saque mi polla del culo de Juan, y le miro y me río, el también, luego nos limpiamos, deje que Juan termine de vestirse, y hale, lo despache a su casa o donde fuera, ya me sentía relajado, y me predispuse irme a la universidad.

Pasaron unas tres horas en clases y decidí salir a la cafetería tomar algo, y hacer un poco de vida social con los compañeros de clase, estuvimos vacilando un rato, criticando a los profesores, hasta que me percate que había un niño de primero o igual segundo mirándome fijamente, se notaba que el cabroncete quería guerra, porque en una de esas ocasiones que me miro, se mordía el labio y dejo escapar un sonrisita.

Pues lo típico en estas situaciones, lo mire un buen rato, y le hice señas de que me siguiera cuando saliera de la cafetería, le llevaría a una de las aulas de la ultima planta de la uni que suelen estar vacías, así le pondría mirando a cuenca y le haría gritar como una perra, que tenia toda la pinta de ser una.

Cuando ya llegamos al ascensor para subir, me abalance sobre el sin darle tiempo a que pudiera decir nada, y le di un morreo que creo que sentí como se derretía del gusto que le daba.

En ascensor camino a la ultima planta aproveche para meterle mano y hacer q se ponga a tono, en risas y risas, ya llegamos arriba por suerte no había nadie.

Entramos en la ultima clase, le quite los pantalones sin decir palabra, porque en ese momento es lo que sobra, me agache y empecé a comerle la polla, tenia ya ganas de saborear un polla tan virgen, sabia a gloria, estaba húmeda, era una delicia, el chaval estaba q se salía de su propio cuerpo gemía, gemía, hasta que pare y le dije:

- Aun no te corras eh?, q todavía te queda rato para que sigas gozando.

Me miro con picardía,

- Tranquilo, si me corro, me recupero pronto. Además esta mañana no me hice la paja mañanera, por eso tengo leche pa dar ir tomar.

Me reí para mis adentros, y seguí chupando aquella delicia de polla

Cuando veía que estaba a punto de descargar paraba y luego volvía otra vez a la carga, aunque en una de esas cuando tenía toda su polla en mi boca, siento que le empiezan a dar espasmo, saco rápidamente su polla de mi boca, pero un poco tarde el muy cabron se había medio corrido en mi boca y el resto me lo echo a la cara unos cuantos chorros de leche caliente salio de esa polla.

Fue una delicia, me levante y le dio un morreo para que sienta el sabor de su propia corrida, creo que es una de las cosas mas morbosas que uno puede hacer, a continuación le di la vuelta y con la mezcla entre mi saliva y su corrida le lubrique el culito, ya tenia ganas de petarlo, seguro que tendría el culito bien cerrado

El niño, me mira y me dice :

- Serás el primero que me folle- yo para mis a dentro, Ja! Eso lo dicen todos, pero bueno…

Deje que el creyera que sería quien lo desvirgará, así que puse la puntita de mi polla en su culito para sentir ese calor antes de que lo penetrará, la muy perra estaba cachondísima, porque de un solo empujón que hice entro, eso sí, le hice gritar como una puta. Ya cuando estaba dentro paré para que el retomará fuerzas, ya que según él soy su primero, pues decidí darle un respiro.

Cuando vi que estaba un poco mas relajado, empecé el movimiento lento, hasta q se soltará y cogiera confianza el nene y me pidiera que le follara con vehemencia.

Ya habia pasado un rato y el niño estaba poseido por la perra que llevaba dentro

-Si, si, si, dame más quiero que revientes

-Mmm… si sigues asi, te acabaré preñando, nene

-Ohh sii.. dame tu lefa en mi culito

Paso un buen rato, me lo folle a cuatro patas, lo tumbe en la mesa del profesor, de pie, fue una delicia, hasta que lo tumbe en el suelo y le levante las piernas, me encantaba correrme mirándoles la cara, porque así se acordarían del macho que les ha preñado.

Estuve ahí follándolo, chorreando de sudor, hasta que sentí que me venia,

-Ya me corro, ohh.. sii sii sii , vamos cabrón aprieta mas tu culito, q ya te echo toda la lefa dentro…. Ahhhhh…ms

él termino cuando ya me estaban dando los últimos espasmos de la súper corrida que había tenido, me miro me beso, y yo acaba tumbado encima de el con todo mi peso, casi llega a terminar conmigo este nene, pero nada, me recompuse, deje que el volviera en si, porque estaba extasiado después del polvo que habíamos echado.

Luego nos vestimos, y antes de salir de la clase eche un vistazo a ver si había alguien por ahí para que no nos pillara, en principio había vía libre, salimos y cuando estamos llegando al ascensor se me acerca y me dice,

-Te volveré a ver?

- Claro, ese culito ahora me pertenece, eso si esto es top secret- yo para mis adentro, sobre todo porque tengo novio.

-Si si, no te preocupes, yo también lo quiero tener esto en secreto, estoy en el armario.

-A pues perfecto, ya estamos entonces.

El sé fue por el ascensor y yo decidí bajar por las escaleras, así pa despejarme un poco, menuda mañana llevaba y aun lo que me queda de día, con una sonrisa en la cara y para mi a dentro- “Esta es la ultima vez que lo hago, ya me cansé de tanta tontería”

Continuará…..

Gracias por haber llegado hasta aquí, es mi primer relato espero que os guste. Un saludo

(personajes, etc. todo es ficcion)

Amor Comprado: La confesión de Alfonso

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AGOSTO 2002.

Me levanté cansado y con sueño… era una pesadilla, la peor de todas las que he tenido; de repente me sorprendió Pablo, un chico con el que había hecho muy buena amistad… además de que tiene ciertas preferencias en la productora.

¿Ya estás listo para tu chequeo? – me preguntó Pablo – ya pasaron justo seis meses desde que llegaste aquí.

Sí – respondí cansado – ya mismo me preparo.

Te ayudo – dijo mientras se acercaba a mí para ayudarme a vestir.

Pablo es un chico de tez morena clara, ojos marrones y labios finos; parece uno de esos modelos de revistas, con un cuerpo perfectamente moldeado; en fin… un chico “perfecto”; así lo describía yo… mi único amigo que hice desde que llegué a este lugar.

Aún lo recuerdo todo; llevaba un mes aquí, cuando terminé de filmar una película… me sentía cansado y aún mareado, pues siempre me han obligado a tomar drogas justo antes de la filmación… me dolía el ano demasiado; me recosté en la cama donde había filmado y me quedé dormido.

Nunca supe cuánto tiempo estuve así… lo que recuerdo es que desperté en una cama de hospital y Pablo estaba vigilándome; tenía finta de tipo duro y agresivo; en cuanto se dio cuenta de que había despertado, se acercó a mí y me preguntó «¿Cómo te sientes?» a lo que yo sólo respondí con un tímido «Mal».

En ese momento él salió a prisa de ahí y minutos después entraba de nuevo acompañado de un médico; quien me examinó la temperatura y me revisó mi cuerpo en general; hasta que me puso boca abajo y me revisó el ano «Ya se detuvo el sangrado» comentó «por suerte, sus exámenes salieron negativos al VIH u otra ETS/ITS; pero no hay que confiarse, pues por el momento él se encuentra demasiado delicado como para seguir filmando» ordenó.

Desde aquel día, Pablo me procuraba mucho en todos los aspectos, ya que siempre procuraba alimentarme sanamente, me ayudaba a hacer ejercicio, me permitió vivir en su departamento, aunque no podía salir nunca de ahí, pues siempre había gente custodiando el lugar.

Un buen día, Pablo me dijo que el jefe quería hablar conmigo; así que me hizo una cita, a la cual acudí puntualmente; en cuanto entré a su despacho, me ordenó sentarme y fijó su mirada en mí… por fin estaba frente a frente con “El Zorro”.

Así que tú eres Ernesto – dijo – el “chico inusual”.

Si – respondí.

Pablo me ha hablado mucho de ti – respondió – ¿Ya te hiciste tu chequeo?

Sí, señor – respondí – los resultados son negativos ante cualquier ETS o ITS.

Perfecto – sonrió – me interesa tu estado de salud porque tengo una propuesta para ti.

Adelante – dije con total seguridad – lo escucho atentamente.

Abraham Cabrera “El Zorro” y yo estuvimos discutiendo mi situación actual en la productora porno donde trabajo, y me ofreció algunos “beneficios” con una paga buena y departamento propio para vivir, a cambio de protagonizar exclusivamente sus películas por un año, en vez de ser sólo parte de los “extras”.

Al final, terminé aceptando la oferta, pues ya me empiezan a conocer en el mundo del porno gay y es momento de aprovechar todo este asqueroso mundo… sí, lo admito; me siento vacío, sucio… pero necesito dinero y trabajo, así que mientras trabaje aquí y me hagan chequeos, no cambiaré de idea.

¿Qué edad tienes, muchacho? – me preguntó “El Zorro”

Tengo 17 años – respondí.

Perfecto – sonrió.

¿Perfecto para qué, señor? – pregunté.

Es hora de que le saces el máximo provecho a este mundo – sonrió – yo te llevaré a la cima, ya lo verás.

Por supuesto – dije – llegaré a la cima.

—————————–

Mi vida dio un giro completo cuando conocí a Diego… no puedo evitar sentir remordimiento por lo que le hice a Ernesto, a mi propio hermano; de repente entró Julio molesto porque no estaba la niña… ¿En dónde se metió?

¡Ernesto! – gritó – ¿Qué estabas haciendo?

Me recosté un rato – dije – me dolía la cabeza.

No puedo creer lo descuidado que eres – dijo – ¡Es tu hija! ¿Acaso no te importa lo que pueda pasarle?

De repente tocaron la puerta, era una vecina… nos explicó que la niña salió de la casa, pues la puerta estaba abierta, y tuvimos suerte de que ella la viera, pues con un año y tres meses de edad, la niña se expuso a demasiados peligros.

Como era costumbre, Julio y yo terminamos discutiendo y él, por enésima vez, salió de la casa con la niña mientras que yo me quedaba rabiando de coraje… «Cada día te odio más, Ernesto» pensaba mientras me enjuagaba las lágrimas «Tengo que sacarte de ese mundo para que vivas este infierno en mi lugar».

SEPTIEMBRE 2002.

Ya estaba todo listo, ya tenía mis maletas y mi boleto del avión; en pocas horas estaría viajando a Roma a filmar mi siguiente película porno gay… de repente, alguien me sorprendió por detrás, cubriéndome los ojos mientras se reía… su voz era inconfundible; era “él”… mi chico, mi novio, mi amante… mi todo… sonreí y retiré sus manos para poder girarme y poder verlo una vez más mientras le besaba la frente «No puedo creer que hace apenas tres días comenzó nuestro noviazgo» le susurré al oído «Te extrañaré mucho» le dije.

No lo creo – dijo con seguridad – no me vas a extrañar ni un segundo.

Pablo, ya hemos hablado de eso – le dije – con ellos sólo es sexo, contigo hago el amor… jamás será lo mismo.

Lo sé… – empezó a decir.

¿Entonces por qué piensas que no te extrañaré? – le pregunté confuso.

Mira esto – dijo mientras me mostraba unos papeles que llevaba en la mano.

¿Qué es? – pregunté.

Apenas me los dio, los observé detenidamente; no podía creerlo, tenía el mismo permiso que yo para salir de México; fue cuando me dio la sorpresa “Filmaremos juntos la película” me dijo… ¡No podía creerlo! ¡Mi novio y yo, juntos… ¡Haciendo una película porno!

Nos fundimos en un cálido beso; me gustaba recorrer su cuerpo, su piel… gracias a él tengo una vida mejor; pues me evitó todo el “infierno” que apenas empezaba a vivir; nos desnudamos a prisa y nos recostamos en la cama sin dejar de besarnos mientras nos acariciábamos con lentitud, pues de ese modo lo sentía más cerca.

Pablo me observó detenidamente y me dijo que tenía una canción “Nuestra canción perfecta” le llamó; en cuanto la escuché, entendí el porqué de sus palabras ♫Debes creer que hay otro día, que hay otra aurora al fondo de esta agonía♫… ♫Fíate de mí, yo sentí ese frío, cuando sin orgullo no actué del modo mío, fíate de mí, haz lo que yo haría, la oportunidad esperará dentro de ti; ahora fíate de mí♫ http://www.youtube.com/watch?v=KzI7uHhKORE sencillamente, era la canción que más se adecuaba a lo que estaba viviendo con él; en estos momentos, le agradezco a la vida el haberme permitido conocerlo a él pues, dentro de todo lo que he sufrido y sigo sufriendo, tenerlo a él me llena de felicidad, aquella felicidad que no había podido sentir en mucho tiempo.

Pablo y yo guardamos su ropa en su maleta y salimos del hotel en donde estábamos hospedados por parte de la productora; nos dirigimos a un pequeño bazar que había cerca de donde estábamos, en donde compramos ropa nueva y trajes de baño, por si acaso.

Al día siguiente, después de filmar, Pablo me llevó a un restaurante; el lugar era pequeño, pero era acogedor, limpio, tranquilo y con música ambiental; nos sentamos en una mesa y de inmediato se acercó una chica para atendernos; al final, pagó la cuenta y regresamos al hotel para dormir.

DICIEMBRE 2002.

Estaba en el aeropuerto, con las maletas listas y Pablo a mi lado, dispuestos a abordar el avión que nos regresaría a México pues, nuestro trabajo en Roma había concluido. Pablo no se me separó ni un segundo, siempre estaba a mi lado; de vez en cuando me rodeaba la cintura y reposaba su rostro en mi hombro «Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida» dijo.

Una vez a bordo, observé la ventana mientras el avión empezaba a ascender «De nuevo iré a México… al lugar en donde dejé tantas cosas» suspiré y me recosté en mi asiento mientras cerraba los ojos… de repente sentí que alguien me limpiaba las lágrimas.

¿Por qué lloras? – me preguntó Pablo.

No es nada – le sonreí.

Pablo no me dijo nada más, tan sólo me abrazó y reposó su cabeza en mi hombro; fue entonces cuando no aguanté más y rompí en llanto ahí mismo mientras lo apretaba fuertemente pues, en esos momentos, él era lo único que yo tenía en mi vida.

No supe en qué momento me quedé dormido; cuando desperté, observé a Pablo, había llorado «¿Por qué lloró?» me pregunté. De repente, una pequeña hoja blanca llamó mi atención… era una carta; escrita por Pablo; la abrí y empecé a leer el contenido:

Querido Ernesto:

Ahora que estamos aquí, en México, quisiera proponerte vivir juntos; es lo que más deseo en el mundo, pues mi mundo eres tú y sólo tú, mi amigo, mi compañero, mi novio, mi amante… mi “todo”… pero hace rato, cuando lloraste… entendí algo: quizás ya no estés tan seguro de lo que sientes por mí… no conozco tu pasado, y no te pregunto al respecto porque sé que hay algo ahí que te dolió y que, incluso ahora, te sigue doliendo.

Sé que algún día me tendrás la confianza de contarme todo, pero hasta que no pase eso, yo te seguiré sacando aquella sonrisa encantadora que haces cada vez que estoy junto a ti; me encantas, y no podría vivir sin ti… eres tan lindo, tan puro… tan “perfecto” para mí… aquel chico que logra sentirme amado y respetado, aquel chico que jamás creí conocer… lo he encontrado en ti; desde que te conocí, me sentí atraído por ti… y estar hoy aquí, contigo como mi novio… es algo tan hermoso que jamás olvidaré, pase lo que pase.

Con amor

Pablo.

CIUDAD DE MÉXICO, DICIEMBRE 2002.

Me levanté cansado… la niña no me deja en paz; odio fingir… pero con tal de tener a Julio a mi lado, puedo seguir soportándolo todo… al fin de cuentas, Ernesto ya no representa más un peligro en mi relación con Julio.

Cargué a la niña y traté de dormirla, pero no pude; al final, terminé bañándola y dándole de comer; cuando por fin se durmió en su cuarto, apenas estaba por salir, cuando vi a Julio parado en la puerta «Hasta que por fin te preocupas por tu hija» comentó.

En ese momento salí del cuarto y cerré la puerta, mientras le pedía a Julio hablar en privado en nuestro cuarto «Adelante, tengo todo el tiempo del mundo para escucharte» me dijo mientras me seguía al cuarto; una vez ahí, me senté en la cama y le pedí que hiciera lo mismo, pero él prefirió quedarse parado y con los brazos cruzados «Adelante, te escucho» dijo.

Estoy harto de tus reclamos – le dije – Pensé que habíamos logrado lo que queríamos.

Qué casualidad – dijo en tono irónico – porque yo pensé exactamente lo mismo.

Julio me miró con decepción y tristeza… estaba a punto de llorar pero, en vez de hacerlo, se dio la vuelta y me dejó ahí parado «¿Hasta cuándo voy a seguir soportando esto?» pensé «¿En qué momento mi vida se convirtió en un infierno?»

De pronto, empecé a recordar mi vida antigua… una vida sin lujos y con poco dinero… pero al lado de Jacko… me cubrí el rostro con mis manos «Jacko… te extraño tanto… ¿En dónde estarás, mi amor?» pensé.

Me levanté y arrojé con rabia mi almohada «¡Estoy harto de todo esto!» grité «Necesito buscarlo, saber qué fue de él» pensé «Necesito recuperar a MI Jacko, a quien nunca debí dejar por dinero» Agarré un abrigo y salí de la casa; a lo lejos escuché a Julio pidiendo explicaciones de mi repentina salida, pero hice caso omiso a sus palabras y le pedí al chofer que me llevara a una dirección específica.

Al llegar, bajé a los calabozos, y abrí una celda que estaba al final del pasillo del lado derecho; en cuanto entré, lo vi de nuevo y no pude evitar llorar; ya no era el mismo Jacko, sino que se veía con su mirada triste, aquellos ojos azules que alguna vez brillaron, ya no lo hacían más… su cuerpo estaba demasiado delgado, tenía la cara pálida y estaba lleno de moretones en todo el cuerpo.

Me acerqué a él y lo abracé, pero Jacko estaba tan drogado que no se percataba de lo que pasaba a su alrededor «Fui un estúpido al hacerte esto, amor» le decía mientras lo abrazaba «Recuerdo cuando salíamos a pasear juntos, cuando éramos pobres pero felices… cuando aún no conocía a Diego»

Verlo así me dolía demasiado, pero no podía hacer nada por él… necesitaba el apoyo de alguien… alguien que me ayudara a sacarlo de aquí y cuidarlo para que Diego no se de cuenta… alguien de confianza.

—————————–

Por fin llegamos a la terminal, en donde abordamos un taxi que nos llevaría directamente a un hotel para pasar la noche, mientras buscábamos un cuarto para rentar. Me sentía feliz porque dentro de poco podría hablar con Pablo.

Después de recorrer varios lugares, pasamos por un local donde vendían todo tipo de artículos para boda; Pablo observó el local varios minutos y después siguió caminando hasta que dije «¿A dónde vas? ¿No quieres que elijamos juntos los trajes de novios para la boda?»

—————————–

Escuchar a Ernesto decir eso, me hizo soltar una sonrisa de bobo «No puedo creer que quiera casarse conmigo» pensé; me sentía como en un sueño, un hermoso sueño del que me daba miedo despertar algún día y perderle para siempre.

Asentí y juntos entramos al local, en donde estuvimos eligiendo algunos modelos para probárnoslos y comprarlos; a cada rato miraba a Ernesto, con su semblante alegre, relajado «No sé cuándo nos casaremos, pero de lo que estoy seguro es que seguiré con él hasta que la muerte nos separe».

Amor – dije – ¿Por qué no comemos algo?

Apresúrate – respondió mientras se quitaba el traje dentro del probador.

No tardamos mucho en salir de los probadores y pagar los trajes; y de pronto, ya estábamos en un restaurante ordenando pizza para cenar, pues Ernesto me procura a cada rato.

Ya en el restaurante, Ernesto se puso serio y casi no habló durante la cena «¿Qué te pasa?» le preguntaba a cada rato, pero su «No pasa nada» como única respuesta ya empezaba a colmarme la paciencia.

Ernesto – dije – hazme caso ¿Qué tienes?

Ya te dije que no tengo nada – dijo molesto – ¿Por qué insistes en ver algo que no es?

Porque desde que llegamos aquí has estado raro – respondí – Es como si quisieras olvidar algo que te duele o te molesta aún.

No te preocupes – dijo – no pasa nada.

Ernesto me observó detenidamente, y después me confesó que había leído la carta que traía en la mano cuando estábamos en el avión «Pensé que no se daría cuenta» Suspiré y me quedé callado unos instantes mientras comenzaba a derramar una pequeña lágrima, en un intento inútil de contenerme.

¡No quiero perderte! – dije entre sollozos mientras lo abrazaba – Mi mundo no tenía sentido hasta que te conocí.

Tranquilo – me dijo mientras me sujetaba el mentón con su mano – No me perderás, te lo prometo.

Ernesto y yo nos fundimos en un cálido beso, para después cambiar el tema y platicar de nuestro trabajo juntos y cenar amenamente; me gusta estar con él, pues me da seguridad, confianza, y siento su amor en cada poro de mi piel… él es mi chico perfecto, aquel que pensé que jamás llegaría a conocer… él es mi novio, mi mundo.

Después de la cena, regresamos al cuarto, y apenas cerrar la puerta, Ernesto me abrazó y comenzó a besar mientras que ambos caminábamos hasta la cama; me recosté en la cama e hice que él se pusiera encima mío… me gustaban estos momentos de intimidad con él, sin cámaras, sin luces, sin alguien que nos diga lo que tenemos que hacer y lo que no.

Ernesto y yo nos fuimos desnudando poco a poco, hasta quedar piel con piel… me recosté en la cama y él se colocó a mi lado mientras cruzaba sus piernas entre las mías; yo giré mi cabeza y lo seguí besando sin prisa, degustando sus labios.

Poco a poco fui colocándome encima de su cuerpo, entre besos y caricias, hasta sentir su pene rozar mi ano; me sentía en la gloria, comenzando a besar a mi chico en cada rincón de su piel, hasta llegar a su pene, ya erecto; el cual lo envolví con mi boca y comencé el gran trabajo que tanto le gusta a él.

Fueron varios minutos de sexo oral, en los que mi novio disfrutaba tanto como yo aquel mágico momento, degustando su pene y sus testículos, con ligeros vellos púbicos; después de un rato, Ernesto me indicó que estaba por eyacular, así que me aparté y dejé que su semen se esparciera completamente.

Después llegó mi turno de disfrutar, pues Ernesto se levantó y me recostó en la cama para degustar cada poro de mi piel y, por supuesto, hacerme un delicioso sexo oral hasta soltar mi semen; no supe en qué momento fue, pero de pronto, ya Ernesto comenzaba a ejercer presión en mi ano intentando penetrarme.

Poco a poco lo fue introduciendo, al principio me dolió tanto que tuvimos que usar lubricante, pues de ese modo, ya no me dolería tanto; intenté bajar mi cadera lentamente forzando a mi ano aceptar su pene; en cuanto Ernesto estuvo completamente dentro de mí, nos fundimos en un cálido beso mientras me penetraba despacio.

Minutos después cambiamos de posición, Ernesto me recostó sobre la cama y levantó mis piernas mientras me volvía a penetrar con calma; adoraba a mi chico, besarlo, sentirlo dentro, sentir que es mío… es lo mejor que me ha pasado en la vida. La última posición que hicimos fue la cucharita, me recosté de lado y Ernesto pegó su cuerpo a mi espalda mientras comenzaba el vaivén con calma, elevándome a mi punto máximo de placer.

Tiempo después, Ernesto se quedó inmóvil mientras comenzaba a eyacular en mi interior «Lo lamento, sé que debí salirme antes, pero no pude evitarlo» murmuró, a lo que yo le dije «No pasa nada, es la primera vez que terminas dentro de mí, y fue maravilloso»

Ernesto retiró lentamente su pene y me limpió los restos de semen con papel higiénico, para después recostarnos y dormir un rato abrazados; me gustaba vivir esto con él, con mi novio, mi compañero, mi amante y, próximamente, mi esposo.

Desperté con una sonrisa en los labios mientras intentaba abrazarlo, pero me levanté asustado al darme cuenta de que no estaba en la cama; lo busqué y lo encontré en la cocina, preparando el desayuno; se veía inquieto, triste… preocupado «¿Qué tienes?» le pregunté.

Dejé muchas cosas aquí hace tiempo – comenzó a decir – y me duele que ni siquiera tuve tiempo de despedirme.

Lo abracé y él instintivamente hundió su rostro en mi pecho mientras comenzaba a llorar profundamente; evidentemente hay algo que le duele tanto para tenerlo así, pero sea lo que sea, yo estoy aquí y siempre estaré ahí para él.

Ernesto me contó su pasado, aquel que no había conocido antes pero, ahora que lo sé, estoy dispuesto a ayudarlo a recuperar a su hija, cueste lo que cueste, pues para él, su hija es lo más importante en este mundo, y no puedo permitir que viva lejos de ella.

—————————–

No pude contener el llanto, la niña se había puesto insoportable y, para mi mala suerte, Julio no había regresado aún; salí a caminar un rato, con la esperanza de que la niña se durmiera y, al final, logré mi objetivo. Al regresar a casa, Julio estaba sentado en el sillón y, en cuanto me vio entrar, me quitó a la niña y la llevó a su cuarto.

Julio – le dije cuando salía del cuarto de la niña – debemos hablar.

No pasa nada – dijo serio – después hablamos.

No – dije mientras le sujetaba el brazo – por favor, es muy importante lo que te tengo que decir.

Julio se quedó parado unos instantes hasta que dijo «Está bien, hablemos» mientras se sentaba en el sillón; suspiré, me acerqué y me senté a su lado «Sólo espero que, después de esto, no me odie por lo que sabrá en unos minutos»

Sé en dónde está Jacko – empecé a decir – y yo tuve la culpa de que él esté ahí.

No te entiendo, Ernesto – dijo Julio – ¿Qué tiene que ver Jacko en esto?

Todo – dije mientras empezaba a deslizarse una lágrima en mi mejilla – porque él es todo lo que tenía antes de…

¿Cómo? – preguntó Julio confundido – ¿A caso tú tuviste algo que ver con el novio de tu propio hermano?

No es eso, es… – comencé a decir, pero Julio me interrumpió.

¡No lo puedo creer! – gritó – ¡Pensé que me amabas! Todas las palabras que nos dijimos…

¡Es que yo no soy Ernesto! – grité desesperado, mientras rompía en llanto – ¡Te mentí todo este tiempo, fingí ser él!

Julio se sorprendió al escuchar mis palabras «Lo perdí… y para siempre» pensé; me sequé las lágrimas y le di la espalda pero él me giró para darme un golpe en la cara, lo que hizo que de inmediato cayera al suelo.

¡¿Cómo te atreviste a hacerme esto?! – decía enfurecido, mientras me daba patadas en el estómago – ¡Te odio, Alfonso! ¡Jamás creí que fueras capaz de esto! ¡Es tu hermano! – gritaba – Después de todo lo que hicimos para encontrarte ¿Así es como le pagas?

Me quedé inmóvil, me dolía el cuerpo; Julio se levantó y rompió en llanto «Perdóname, Ernesto; te prometo que te salvaré de donde estés… cueste lo que cueste».

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Aqui está un capítulo más de esta serie. Les recuerdo mi correo: guadalupe00023@gmail.com. Muchas gracias a todos por leerlos. Saludos desde México.

Atte.: Guadalupe.

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